Venezuela: Juan Guaidó, de la gran “esperanza” al gran embarque

El 5 de enero del año 2019, la figura de Juan Guaidó hizo resurgir, cual ave fénix, la esperanza de los siempre detractores de la Revolución Bolivariana. Ese día asumió la presidencia de la Asamblea Nacional dicho personaje, y días después anunciaba que asumiría las responsabilidades contempladas en el artículo 233 de la constitución, lo que ya nos mostraba su total carencia de una perspectiva política correcta en medio de la situación país, pues ese artículo no aplicaba a la realidad política de Venezuela.

Más tarde, en medio de grandes movilizaciones opositoras, el 23 de enero se autoproclamó presidente interino de Venezuela y juró lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y la realización de elecciones libres, una promesa que al final nunca llegó a cumplir. Su juramentación contó con el apoyo en bloque del gobierno de los Estados Unidos, el Secretario General de la OEA, el grupo de Lima y algunos gobiernos de la Unión Europea. A pesar de sus fracasos, Guaidó, en representación del imperialismo y la burguesía nacional, mantendría una política de asedio sistemático contra el gobierno de Maduro.

Golpe de Estado fallido

En efecto, a primeras horas del 30 de abril del 2019, el pueblo venezolano pudo ver al autoproclamado Juan Guaidó haciendo un llamado a la insurrección de la FANB, en un video publicado desde su cuenta Twitter. La transmisión duró poco menos de 4 minutos, y con ése llamado se ponía en marcha la llamada “Operación Libertad”. En el video Guaidó decía que se encontraba en la Base Aérea de La Carlota, sin embargo, en realidad el autoproclamado nunca llegó a entrar al sitio. En la acción estuvo acompañado por un minúsculo grupo de militares y del reaccionario pro fascista de Leopoldo López.

El llamado que realizaron Guaidó y López a las calles, no contó con el apoyo ni de sus seguidores, ni mucho menos caló en el seno de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, convirtiéndose por lo tanto en un intento de golpe de estado fallido.

Este revés constituiría otra derrota política, que se sumaría a la que ya había obtenido meses antes, específicamente el 23 de febrero, al intentar introducir la supuesta «ayuda humanitaria» por la frontera colombo-venezolana.

Otro fracaso lo constituyó la imposibilidad del gobierno de Trump de conformar una coalición militar entre países miembros del Grupo de Lima -especialmente Colombia y Brasil-, para intervenir militarmente a Venezuela. Todos estos fracasos fueron un duro golpe, tanto para los seguidores de Guaidó, como para sus financistas gringos.

Llamado a la intervención militar

Aunado a lo anterior, desde las primeras semanas de su auge político, el susodicho líder opositor siempre sostuvo que sobre la mesa estaba planteada la posibilidad de una intervención militar extranjera, lógicamente en consonancia con las declaraciones injerencistas de Trump sobre Venezuela.

Luego del inminente fracaso del 30 de abril, el 11 de mayo del 2019 se decidió dar un paso adelante en la campaña por la intervención imperialista en nuestro país. Desde la Plaza Alfredo Sadel, Guaidó anunció, “hemos instruido a Carlos Vecchio a que se reúna de inmediato con el Comando Sur y comience a coordinar la cooperación”.

Asimismo, en el mes de septiembre el equipo de Guaidó en la OEA pidió a ese organismo la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), y entre una de las opciones que tiene la aplicación del TIAR, están las acciones coercitivas de carácter militar.

Los rastrojos

Como si los llamados a la intervención militar no fuesen suficientes, con toda su carga de entreguismo pro yanqui y abierta traición al país, en el mismo mes de septiembre, se hicieron virales unas fotografías donde se veía al líder opositor abrazado y posando para la foto, con miembros de la banda criminal los rastrojos, quienes son un grupo nacido en el seno del narcotráfico y vinculado con el paramilitarismo en Colombia.

Los rastrojos custodiarían a Juan Guaidó en su paso por la frontera de Venezuela a Colombia.

En las fotos del encuentro entre el autoproclamado y los rastrojos, aparecen alias el brother armado, y el segundo al mando de este grupo paramilitar, alias el menor.

La bandera del gobierno ficticio: la entrega y la corrupción

Cuando el autoproclamado se juramentó como presidente ficticio, una de sus primeras promesas fue salvaguardar los activos de la nación. No obstante, dicha promesa jamás fue cumplida, pues el gobierno norteamericano y sus amigos en la Unión Europea crearon las condiciones para la confiscación ilegal de activos venezolanos en el exterior, y la administración de millones de dólares con la excusa de traer “ayuda humanitaria a los venezolanos”.

Entre los desfalcos que más han golpeado al pueblo venezolano podemos resaltar el caso de los activos de CITGO, cuyas pérdidas sobrepasan los 11 mil millones de dólares. En días recientes, el Tribunal Federal para el Distrito de Delaware de los EE.UU. autorizó la venta de CITGO con el fin de indemnizar a Cristallex.

Otros casos de robo, piratería imperialista y corrupción promovidos por Guaidó y su combo, fue el caso corrupción en Monómeros por diputados cercanos a Guaidó, las 31 toneladas de oro que se encuentran en el Banco de Inglaterra y que fueron puestas a disposición del gobierno ficticio, las transferencias del BCV a City Bank, y la asignación de un salario mensual de $5000 para cada diputado de la anterior AN.

En el concierto Venezuela live realizado en la frontera colombiana, se habrían recaudado US$2,5 millones de dólares. Luego, el propio ex embajador en Colombia del gobierno imaginario de Guaidó, Humberto Calderón Berti, denunció casos de doble facturación y la utilización de recursos de la ayuda humanitaria en hoteles, fiestas, prostitutas y licor. Varios integrantes del equipo de Guaidó se vieron involucrados en estos bochornosos hechos de corrupción.

Por otra parte, en el marco de la “operación Gedeón” el autoproclamado firmó un contrato de US$212 millones. Mediante dicha operación se buscaba asesinar al presidente Nicolás Maduro y a otros altos funcionarios del gobierno.

El triste ocaso del autoproclamado

La cantidad de gente que acompañaba y apoyaba la aventura de Guaidó, desde hace dos años a la fecha actual, es cada día más pírrica. No sólo se ha quedado sin base popular, también se puede ver en el último comunicado de la Unión Europea, que ya no le reconocen como presidente interino de Venezuela. Sin el apoyo de la Unión Europea y con la salida de Trump del poder, se vislumbra un penoso final para Guaidó en el horizonte próximo, por lo que seguramente solo seguirá siendo presidente imaginario a través de su cuenta twitter.

Guaidó títere del imperialismo yanqui

Ahora bien, en el marco del presente recuento de la aventura de Guaidó, es necesario señalar que éste sólo fue el títere. El autoproclamado fue tan sólo la marioneta que durante los últimos dos años utilizó el gobierno norteamericano, para desestabilizar a Venezuela e intentar derrocar al gobierno de Maduro.

Desde hace 20 años, el imperialismo yanqui ha estado fomentando todo tipo de acciones para aplastar a la Revolución Bolivariana, en aquel momento encabezada por el presidente Chávez y, actualmente para derrocar al gobierno de Maduro. El imperialismo ha intentado mil formas de derrotar al pueblo trabajador de Venezuela. Desde hacer llamados a los oficiales de las FANB a que ejecuten golpes de estado, aplicar sanciones económicas contra el país, considerar la posibilidad de intervenir militarmente en Venezuela, y anunciar recompensas por la entrega de información que conduzca a la detención de Maduro y otros altos funcionarios del Estado venezolano.

No obstante, nada de esto le ha funcionado. La oposición venezolana en este momento pasa por su peor crisis política. Juan Guaidó está anulado políticamente y repite el papel que ya otros hicieron en su momento, caso Manuel Rosales, Enrique Capriles, etc.

Al final, el verdadero derrotado de esta histórica contienda política entre revolución y contrarrevolución, entre los trabajadores y las fuerzas de la reacción, que se ha prolongado ya dos décadas, no es tanto Guaidó, su séquito de lacayos o el conjunto de la burguesía y la derecha venezolana. A nivel táctico, el gran derrotado ha sido incluso el propio imperialismo norteamericano, que en la actualidad atraviesa la crisis económica y política más profunda de su historia, y cuyos resultados, en términos de la lucha de clases, están aún por verse en el futuro.

Sin embargo, a pesar de su rotundo fracaso político cabe destacar que tanto Guaidó como sus acólitos, salieron bien parados a nivel económico y financiero de toda la agenda golpista que impulsaron de la mano del imperialismo yanqui.

Producto de la corrupción y las prebendas que recibieron por su nefasto papel entreguista y traidor a la patria, Guaidó y compañía han fortalecido su carácter de clase burguesa, mientras que el pueblo trabajador al que dicen defender -incluyendo por supuesto al que votó por ellos en las parlamentarias de 2015-, sigue cargando con el verdadero peso de la crisis y del bloqueo.

Cárcel a Guaidó

Como hemos podido ver a lo largo del presente artículo, se puede afirmar que Juan Guaidó tiene un amplio prontuario judicial, suficiente para estar en la cárcel. Pero, a pesar de ello el gobierno venezolano y el sistema de justicia le han permitido actuar prácticamente en flagrancia, sin emitir ni una sola orden de captura.

Esa libertad con la que se mueve Guaidó por el país, haciendo y deshaciendo a sus anchas, sólo nos muestra el nivel de pacto que existe entre el gobierno y la burguesía. Son una evidencia clara del viraje contrarrevolucionario del gobierno de Maduro, y su intención de ganar el apoyo de un sector de la burguesía para sí, e incluso de lograr el visto bueno del imperialismo yanqui. Ahora bien, mientras la vieja y nueva burguesía se acarician, las condiciones de vida para la clase trabajadora en Venezuela, se tornan cada día más difíciles.

Urge, sin duda, construir una alternativa revolucionaria basada en el programa y los métodos del socialismo científico, para poder superar la situación actual de forma favorable a los trabajadores.