Venezuela: ¿Qué es el reformismo?

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A propósito de no haber recuperado Globovisión y sí haber sacado del aire a La Hojilla, Un Grano de Maíz y otros programas de radio y TV

 

A partir de la salida del aire de La Hojilla, Consciencia del Sur, De primera Mano y otros programas radiales y televisivos de la revolución, innumerables artículos escritos por camaradas han sido publicado en internet, sobre todo en la web Aporrea, y entre estos artículos publicados, en muchos de ellos se pregunta si ha habido un pacto entre la derecha y el gobierno bolivariano.

Obviamente, esta muy peculiar “coincidencia”, entre la salida de La Hojilla y de los demás programas mencionados, al mismo tiempo que se concretó la compra de Globovisión por el banquero Cordero, y en que se “reformó” la programación de Globovisión, quedando también el programa Buenas Noches fuera del aire, y concretándose el despido de Kiko Bautista, que posteriormente motivó a la renuncia de Carla Angola y Pedro Luis Flores, hace preguntarse, ¿Es esto coincidencia? Obviamente no.

En un artículo en particular, se planteaba si todo esto significaba una imposición de las corrientes reformistas dentro del movimiento bolivariano, a lo cual, desde la Corriente Marxista del PSUV, debemos responder que sí, todo ello en efecto significa que las tendencias reformistas dentro de nuestro movimiento bolivariano son hegemónicas. Sin embargo, para entender a fondo esta cuestión, debemos empezar por comprender claramente qué es el reformismo como fenómeno político.

El reformismo, como corriente dentro del movimiento político de la clase obrera, es decir, como corriente dentro de la izquierda, plantea como tesis central que es posible reformar progresivamente el capitalismo, imponiendo controles y regulaciones poco a poco hasta abolirlo por completo. Esta tesis es totalmente errónea y, en el fondo, no está sustentada en posiciones realmente científicas, sino que por el contrario, es un reflejo ideológico de las condiciones materiales de existencia de los sectores privilegiados de la dirigencia de la clase trabajadora y el pueblo.

Es decir, el reformismo, como corriente ideológica, nace de los groseros privilegios de los que gozan sectores de la dirigencia del pueblo revolucionario, privilegios que progresivamente van incidiendo de manera determinante sobre la consciencia de estos sectores, al punto de deformarla y subordinarla a los intereses de la burguesía, como hemos explicado reiteradamente en nuestros artículos, manifiestos y declaraciones.

Para decirlo en lenguaje cotidiano, el reformismo no es otra cosa que un dirigente revolucionario cuando empieza de un momento a otro a vivir con 5, 6, 7, 8 o más veces el salario de un obrero no calificado, y pasa en el corto plazo a adquirir una vivienda propia con ciertos lujos, además de vehículos propios y asignados, chofer y quizás hasta escolta, por lo que ya no le hará falta sufrir las vicisitudes de viajar en metro o transporte público, ni tendrá que estirar con dificultad el salario para cubrir la cesta básica, ni tampoco sufrir el agudo problema del déficit de viviendas que todavía persiste en los grandes centros urbanos del país, a pesar de las cifras históricas de construcción de viviendas alcanzada gracias a la Misión Vivienda, ni tampoco sufrir ningún otro de los problemas con los que normalmente lidiamos los trabajadores, que son consecuencia directa del hecho de que todavía dominan en nuestra sociedad las relaciones capitalistas de producción y distribución y, con ello, se continúan reproduciendo todos los males sociales de la sociedad capitalista.

Gracias a este súbito cambio en las condiciones de vida, estos “compañeros” y “camaradas”, se encumbran repentinamente en el ámbito social de la pequeña burguesía, y poco a poco, al dejar de lidiar con los problemas cotidianos con los que debemos luchar los trabajadores, dejan de ver y entender la sociedad desde el punto de vista del que sufre día a día los males del capitalismo, es decir, desde los zapatos del pueblo trabajador. Ello implica que poco a poco olviden que el pueblo todavía sufre los males del capitalismo, y lo olvidan ya que ellos ya no los sufren, sino que ahora viven con lujos, y al olvidar que todavía existen los males sociales que son consecuencia del capitalismo, van entonces olvidándose de que hay que abolir el capitalismo definitivamente, y van incluso adaptándose a éste.

De allí proviene la tendencia, muy característica en los reformistas enquistados dentro de la Revolución Bolivariana, de plantear que acabar con el capitalismo y construir el socialismo es un “proceso” que debe durar siglos, olvidando que para acabar con el capitalismo también se requiere de acciones contundentes, es decir de expropiar a las clases dominantes. Por cierto, que eso también incluye expropiarle sus medios de comunicación, que además, transmiten sus mensajes a través del espectro radioeléctrico que constitucionalmente pertenece a todo el pueblo trabajador.

Lo que sucede, es que como estos “camaradas” ya resolvieron sus problemas materiales fundamentales, y como ya subsisten con comodidad y hasta viven muy bien, entonces los demás pueden esperar a que transformemos la sociedad poco a poco, hasta que algún día nuestros tataranietos puedan ver el socialismo. Lamentablemente, esta tesis ha llevado a una revolución tras otra al fracaso. Las y los militantes revolucionarios comprometidos, que amamos este proceso, y que somos capaces de dar nuestra vida por la revolución, no podemos permitir que estos sujetos se aprovechen de la Revolución Bolivariana de esa manera, el futuro de la revolución depende de ello.

En otras ediciones de la columna trataremos más en detalle la cuestión de la naturaleza social del reformismo, y la cuestión de las tesis específicas que plantea éste en cuanto a la transformación de la economía capitalista, ya que ello requeriría de varias páginas, y obviamente no podemos dedicarle aquí el espacio requerido.

Por ahora, nos basta decir, en torno a la cuestión del no cierre de Globovisión y de la salida de La Hojilla, Un Grano de Maíz y los otros programas, que sobre la base de ese mismo espíritu de ideas, los reformistas ya consideraban desde un principio que no era necesario recuperar Globovisión, aunque no lo dijeran públicamente, sino que sólo haría falta hacer el canal más ecuánime, menos parcializado, menos “escuálido”, y así tal cual, sucedió. Lo que la mayoría de los camaradas no nos esperábamos tal vez, era que al mismo tiempo se silenciara a las voces críticas.