Si alguna ventaja tiene el Plan de Transición de Bush es para alertarnos que debemos girar el volante a la izquierda, y rápido para no tropezar. Justo 180° y echaremos de nuestras vidas esas amenazas latentes de la putrefacta sociedad que se engullecomo carnicera el alma de los niños, intoxicándolos a ellos y al entorno con artefactos desechables e inútiles.
Girar hacia una mayor igualdad y socialismo en Cuba
Todo sucedió frente al mar, después de una breve e inesperada tormenta que sacudió al litoral habanero el día anterior.
Desde la mañana lo más importante para Oscar Ernesto era lucir la más blanca de las camisas en éste, su último día de clases.
La escuela se llenó del bullicio habitual. Eso sí. Las niñas estaban más arregladas y parecían transformadas en pequeñas mujercitas. Los varones mejor peinados que de costumbre y la maestra con esa mezcla rara entre emoción y tristeza . Durante tres años había perseguido las primeras voces del intelecto de esas veinte criaturas, las que congregadas en las pequeñas aulas con sillitas nuevas, tele, video le conferían al viejo inmueble de una antigua zona residencial de La Habana una dimensión sorprendente.
¡Y todavía debemos escuchar del Plan Bush de transición para una Cuba libre! Si no fuera porque el imperialismo sufre de inmadurez incurable, y es capaz de creerse en serio que es Voltus V, ese papel de 450 páginas sería un buen guión para las comedias del domingo en la mañana. ¡Incluso hay un capítulo oculto! El que nos amenaza como el Cuco a los bebés…. ¡Uy, qué miedo!
Entre los ítems que nos ofrece Bush para una Cuba libre está no sólo que el capital se adueñe del aulita azul de mi hijo, y que reconvierta esa vieja edificación en propiedad de alguien que no amará sus viejas paredes ni sus oscuros pasillos, pues para ellos ese edificio representa unos billetes no más. Piensan privatizar la educación y con ella privatizan la risa prendida de estos niños que además de ser vecinos, todos, absolutamente todos aprenden las mismas letras y los mismos números.
Pero no quiero hoy que ese engendro inculto y prepotente empañe mi mañanita cuando despedimos el curso escolar.
Un 8 de octubre, hace dos años, le colocamos los padres a los pequeños la pañoleta azul. Todavía miro las fotos y mis ojos se humedecen con la nostalgia de ver como ha crecido ese pequeño conjunto de carne e ideas que la naturaleza quiso poner en mis brazos.
Y allí en esa querida escuela dejamos a los pioneros que hoy harían cambio de atributo. Los padres alborozados caminamos unos cien metros hasta un Círculo Social que daba al mar. De forma familiar todos le llamamos El Ferretero, ¡cuántas noches de boleros y estrellas disfruté en ese lugar años atrás! Me ruborizo al pensar en ellas.
Y El Ferretero, otrora propiedad privada ¿Lo despedazaría Bush también? ¿Privatizaría los boleros? Y las estrellas… ¿cobrarían por contemplarlas? Un poco desconcertada miré al mar, tratando de desentrañar cómo sería la Cuba Libre de Bush. Bueno tal vez sea no más un trago del sabroso Cuba Libre que desee beber el buen Señor. Deberíamos enviarle a nuestros mejores cocteleros a ver si nos libramos de esta recurrente pesadilla. Eso sí , como diría (según la leyenda) el Presidente soviético Nikita, para que sea libre de verdad ese cóctel… que le quiten la Coca Cola y dejen el ron solito.
Me sacó de mis reflexiones la entrada de los estudiantes. Los niños de tercer grado llegaban de la mano de los de sexto, que terminaban la enseñanza primaria.
¡Allí sí había donde mirar! Los jovencitos de 12 y 13 años con una hidalguía que los convertía en mayores. Las muchachitas con su cabello muy peinado y sus blusas blancas muy planchadas.
Sí, por desgracia en los zapatos podríamos vislumbrar un poco las diferencias sociales. Sólo en los zapatos. Los zapatos no están incluidos en el uniforme ¡Y es una pena! Pero nos sirve como señuelo, para saber cómo sería si el sistema mercantil invadiera la vida de nuestros hijos: no sólo serían los uniformes, las blusas blancas… Serían diferentes las sonrisas, las miradas. Es más: la mayoría de ellos estarían en la calle y no sabrían sumar, ni leer, ni cantar como lo hacen en este mismo instante, cuando entonan la magistral canción de Teresita Fernández… basada en el inigualable y cristalino poema de la Gabriela Mistral Dame la mano y danzaremos/, dame la mano y me amarás/ como una sola flor seremos/ como una flor y nada más
Maestros, padres y alumnos cantábamos la alegre melodía.
El sonido del mar hacía el fondo, las olas trataban de competir con el azul de las pañoletas de los pequeños de tercer grado y la espuma con las camisitas blancas que todos los padres tratamos de blanquear días antes para que estuviesen nuestros hijos mucho mas pulcros en su último día, cuando ambos grupos (los de tercer y sexto grado) asistirían a un extraño ritual.
Los de sexto pasaban a Secundaria. Pocos años antes se realizó en el país una campaña gigantesca para mejorar las condiciones de los chicos en Secundaria Básica. Estos hombrecitos y mujercitas asistirán en Septiembre a aulas remodeladas, y una nueva sesión de estudios, con todas las aulas con profesores… merienda reforzada, …pero ¿privatizará el Plan Bush para esa Cuba Libre también la merienda de los niños secundarios cubanos? ¿Tendrán estos adolescentes frescos como la brisa del mar que salir a las calles para defender sus derechos como hicieron los estudiantes franceses contra Villepin o los pingüinos chilenos hace tan sólo unos meses? No, espero que al menos éstos que se empinan frente a sus padres al recibir su Diploma no tengan que sufrir gases lacrimógenos, ni patadas de policías.
Sacudí las lágrimas de impotencia y volví a mirar el espectáculo de la mañana más linda de julio.
Cantamos el Himno Nacional. Los pioneros se ponen el dedo pulgar en la frente y estiran la mano, parecen avecitas a punto de despegar vuelo.
Oscar Ernesto era el tercero de la fila, a su lado una hermosa chica trigueña de sexto grado lo había llevado hasta allí de la mano como a cada uno de sus compañeritos de clase. Marchaba uno de sexto grado de la mano de un pequeño de tercero. Mientras escuchaba el himno nacional lo miraba con orgullo. Sí, hijito, En cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido Qué ese verso del himno logre filtrarse por tus pequeñas venas y puedas sentir, antes de entender bien, toda esta sencilla verdad que te rodea.
Entonces se pusieron de frente todos, en acto silencioso. Los mayores le desamarran la pañoleta azul a los chicos, se las colocan en el brazo, se desamarran la roja y con una mezcla de ternura y dignidad se la colocan a los pequeños en sus cuellos..
Apenas pude sacar fotos, pues este acto simbólico me empañó los ojos de lágrimas.
En ese instante Oscar Ernesto y sus compañeros dejaban de pertenecer a los moncadistas e ingresaban las filas de la organización José Martí de la Primera Etapa.
La directora del plantel lee un juramento que los chiquitos repiten con vocecitas de palomas juramos: Ser fiel al recuerdo de José Martí, y constituir la cantera para la Unión de Jóvenes Comunistas.
¿Comunista, mi pequeño? El Comunismo en Cuba empieza por José Martí, aunque tanto reformista barato le coloque la estrecha casaca de poeta modernista no más. José Martí fue modernista con la pluma porque le urgía hablar de algo nuevo y ya el lenguaje se había cansado. Tuvo que darle ánimo a los verbos y luces a las sentencias.
La fina literatura de José Martí fue tan sólo el pretexto para luchar por la humanidad. Vaya; mi hijo jurando por José Martí….. De nuevo vino a mi mente el Plan Bush para la transición a Cuba… ¿Habrán hablado de José Martí en ese documento? ¿Qué planes tendrán para él? Además de convertirlo en una radio y una tele decadente, inservible, y por fortuna invisible; en qué convertirán al hombre más puro de la raza, parafraseando a la Mistral, aquella del poema infantil?
Me sacó del infierno de mis pensamientos el fin del juramento: Los niños en un solo grito dijeron: Pioneros por el Comunismo….Seremos como el Che.
Desde que son pioneros, día a día los niños en Cuba gritan ese rezo. Desde allá, desde aquel memorable discurso de Fidel cuando, envuelto en lágrimas un pueblo entero por la muerte del Che, nos gritó en la Plaza de la Revolución: Si alguien nos pregunta cómo queremos que sean nuestros hijos y se respondió él mismo con voz trémula Queremos que sean como el Che …Bueno el plan Bush de seguro impugnará al Che, porque no tendrá como reconvertirlo y en las bibliotecas escolares estarán las tristes biografías que los mercenarios se han atrevido a publicar sobre el Comandante guerrillero como la de Vargas Llosa (Jr). De este modo el Che será considerado un terrorista por querer hacer la revolución, mientras que en todo el Medio Oriente se desata una batalla por la Libertad a costa de niños y adolescentes.
Basta me dije, entonces. Esos pensamientos no me permiten disfrutar este lindo acontecimiento.
A la sazón ya Oscar Ernesto lucía orgulloso su pañoleta roja. El Sol se desprendió furioso de la capa de nubes y se asomó a ver unos chiquitos en La Habana frente al mar con señales rojas y queriendo ser como el Che.
Era grandioso. Estando en la organización José Martí gritaban ser como el Che¡Qué amalgama dulce y redentora ver que una de las dos criaturas que más amo en mi vida se empina al mundo con Martí y el Che y para hacer cierto el conjuro usa como talismán el color rojo encendido de la revolución socialista!
Margot, la maestra aquella que le enseñó a escribir a mi niño sus primeras letras, no era capaz de ocultar su orgullo. Tres años consecutivos con aquellas personitas revoltosas…Tratar de poner cierto orden a las golondrinas no debe ser tarea fácil. Eso sí, deberá ser muy gratificante ver a las golondrinas transitar verdaderamente a la libertad.
Varios amigos extranjeros me han dicho que los niños cubanos no lloran. Es algo incomprensible, pues en los países de economía de mercado hay más juguetes y más objetos… Tal vez sea por eso, precisamente por eso.
Esta reflexión me volvió llevar la vista hacia los zapatos de los chicos. Allí, sólo allí había cierta diferencia abominable. Cierto que todos andaban calzados, pero como recordatorio, para saber lo que no queremos, ni debemos aceptar, estaban… los zapatos diferentes de los niños. Me persigné mentalmente y quise buscar una cruz para espantar a ese diablo que incipientemente caminaba por los pies de nuestros hijos… No, esto será pasajero. Y si alguna ventaja tiene el Plan de Transición es para alertarnos que debemos girar el volante a la izquierda, y rápido para no tropezar. Justo 180° y echaremos de nuestras vidas esas amenazas latentes de la putrefacta sociedad que se engulle como carnicera el alma de los niños, intoxicándolos a ellos y al entorno con artefactos desechables e inútiles.
¡Por eso estaba mi hijito con su pañoleta roja! Para decirle al capitalismo y a su más aberrante engendro que es el actual imperialismo que no podrá encontrarnos vivos en ese Plan de Transición. Que ¿quién le dijo a Bush y sus amigos de Miami que mi pueblo quiere transitar?, ¡Oh sí! al menos yo quiero transitar urgentemente hacia una sociedad todavía más socialista, donde todos los niños tengan iguales zapatos.
Pero para esa democracia, ésa donde mi hijo tenga que pagar por saber leer, ésa que lo reducirá a un consumidor donde le roben su alma aventurera, ésa donde el Che será un asesino y Martí un triste poeta. ..¡Qué transite Bush, su pandilla y su abuela!
Levanté la vista y ví acercarse a Oscar Ernesto riéndose por cada poro de su piel, sosteniendo orgulloso en su delgado cuello la pañoleta roja
¡Sí! -me dije de inmediato- esa pañoleta será el antídoto para el plan Bush. Esos niños contagiados por el primer gusto a comunismo serán nuestros defensores y nuestro símbolo frente a los planes infecciosos de los enemigos de afuera… frente a los planes suicidas y timoratos de adentro de casa también. Ahí, con niños de nueve años abrazando en su corazón a José Martí y a Ernesto Guevara, amarrados los dos con un pañuelo rojo, está nuestra salvación.
De regreso a casa, Oscar Ernesto fue directo a mi enorme bandera de la hoz y el martillo que me habían regalado hacía dos años unos compañeros del Partido Comunista Español.
Coincidentemente era del mismo tejido, ligero y flotante. Mi pequeño se acercó a la bandera que nos acompaña en las manifestaciones frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en el Malecón. Miró el estandarte rojo y agarró su pañoleta y como si acabase de descubrir un misterio me dijo con gran complicidad: mamá, mi pañoleta parece un pedacito de ésta.
Así es. Y con este batallón de comunistas enanos y sagaces portando un pedacito de la bandera bolchevique muy poco, muy poco podrá hacer el Plan Bush.
Cuando se acerquen con sus medidas fangosas y despiadadas a querer separar a nuestros niños entre sí, a quitarles la vieja escuela de sillitas nuevas… como un conjuro todos los niños de tercer a sexto grado alzaran al cielo sus pañoletas y caerán uno por uno todos los asesinos que pretenden borrar con dinero la comprometida felicidad e igualdad de los niños cubanos.