Respuesta a Rafael Santos (PO): Una vez más, marxismo contra sectarismo

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Con cierto retraso hemos tenido conocimiento de un artículo escrito por uno de los dirigentes del Partido Obrero, Rafael Santos (“El Militante” oportunista, 17 de noviembre), donde ataca a nuestra corriente por apoyar la candidatura presidencial de Cristina Fernández en las elecciones del 23 de octubre (Ver: Elecciones Presidenciales: Votar a Cristina para derrotar a la derecha), y también porque pusimos en duda la utilidad de votar al Frente de Izquierda y de los Trabajadores, integrado entre otros por el PO (Ver: ¿Es útil votar al Frente de Izquierda?).

En la conocida tradición “polemista” de la dirección del PO, el artículo de Santos está plagado de descalificaciones, tergiversaciones y conclusiones arbitrarias contra nuestra corriente. Rafael Santos “cita” frases y palabras aisladas de artículos nuestros sin mencionar el título, negando a sus lectores la posibilidad de que comprueben por sí mismos la veracidad de lo que decimos y en su contexto adecuado.

Nos llamó mucho la atención que Rafael Santos mencionara, ya en el primer párrafo y a título de advertencia, que la Corriente “El Militante” tiene “casi nulo peso en la Argentina” ¿Cómo puede ser que una corriente tan irrelevante, como El Militante, obligue a tan destacado dirigente de tan importante organización, como el PO, a gastar parte de su valioso tiempo en leer nuestros análisis y posiciones, y en atacarnos? Nadie pierde el tiempo atacando a un muerto. Al final, los dirigentes del PO y nosotros estamos de acuerdo en una cosa: son las ideas y no los aparatos, por muy grandes e importantes que aparenten ser, lo que cuenta verdaderamente en la lucha revolucionaria. Y parece que nuestras ideas merecen ser tomadas en consideración por la dirección del Partido Obrero.

Está claro que la dirección del PO, como los demás grupos que integran el FIT, se han encontrado con dificultades para explicar y justificar ante sus bases el fracaso en conseguir representación parlamentaria en las elecciones del 23 de octubre. Aunque ahora lo niegan, durante la campaña electoral estaban convencidos, y así lo transmitieron a sus militantes y periferia, de que iban a conseguir la elección de, al menos, dos diputados. Y en aquellos momentos no parecían muy preocupados por la Ley D’Hont ni por el piso del 3% del padrón exigido en la provincia de Buenos Aires para conseguir un diputado, tan seguros como estaban de lograrlo. Ante el amontonamiento de preguntas y observaciones sin responder, no les queda otra que revolverse con furia contra aquéllos, como nuestra Corriente, que fueron capaces de explicar por adelantado las razones de su fracaso electoral.

No contento con ironizar sobre la irrelevancia de nuestra corriente en Argentina, Santos nos vincula a una inexistente “V Internacional chavista de Alan Woods”. Es fácil advertir detrás del tono sarcástico de Rafael Santos su miedo, teñido de respeto, hacia la Corriente Marxista Internacional en la que participamos, y que los dirigentes del PO conocen perfectamente aunque falsifiquen su nombre. La CMI está presente en 40 países de los 5 continentes (incluidos 9 países latinoamericanos) y exhibe con gran orgullo su defensa de la Revolución Bolivariana de Venezuela; la misma que la dirección del PO desprecia y denomina con desdén, “chavista”. El mismo orgullo que exhibimos al contar en nuestras filas con un dirigente de la talla de Alan Woods, ampliamente respetado internacionalmente en el movimiento socialista por sus contribuciones políticas y teóricas, pero odiado por igual por los voceros políticos de la burguesía y por los ultraizquierdistas y sectarios de toda condición.

“Fervientes defensores del gobierno K”

Resulta imposible entrar a responder las innumerables chicanas infantiles e insultos tontos que nos dirige Rafael Santos, como cuando nos denomina “El Militante oportunista”. Centraremos nuestra respuesta en su crítica a nuestra relación con el kirchnerismo, al papel del FIT, y a nuestra posición general sobre el trabajo de los marxistas en las organizaciones y movimientos de masas.

Rafael Santos comienza su artículo diciendo: “La Corriente ‘El Militante’ se ha convertido en ferviente defensor del gobierno K”. Y añade, más adelante: “…ocultando el carácter ajustador contra los trabajadores que va a jugar para descargar la crisis capitalista”.

La realidad es que nuestra corriente decidió desde fines del año pasado otorgar un apoyo crítico al gobierno kirchnerista, lo que se concretó en las elecciones del 23 de octubre en un llamado a votar la candidatura presidencial de Cristina Fernández ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que apoyamos todo lo que representa un paso adelante para los trabajadores y el pueblo; y criticamos, al punto de llamar a movilizar si fuera necesario, todo aquello que consideramos negativo o contrario a los intereses obreros y populares. Esta posición la hemos defendido antes de las elecciones, durante la campaña electoral, y al día siguiente de las elecciones. Y pensamos que se corresponde exactamente con lo que piensan los casi 12 millones que votaron por Cristina, cuya mayoría aplastante está formada por trabajadores y jóvenes. Es por eso que en nuestra declaración electoral manifestamos:

En estas elecciones llamamos a votar la candidatura de Cristina Fernández porque entendemos que es el voto más útil para cerrar el paso a la derecha y que no se instale en el país el gobierno directo de los enemigos de clase de los trabajadores. Al mismo tiempo apelamos a la organización, a la lucha y a la movilización obrera y popular como la única garantía de avanzar en las conquistas conseguidas hasta ahora e impedir cualquier intento de rebajarlas y disminuirlas…”.

Y añadimos: “…Nuestro alerta a la organización y la movilización popular se justifica más que nunca, teniendo en cuenta la crisis profundísima que azota al capitalismo y que tarde o temprano tendrá una incidencia en nuestro país y que, como en Europa y EEUU, los grandes empresarios tratarán de utilizar para arrebatarnos lo conquistado.” (Elecciones Presidenciales: Votar a Cristina para derrotar a la derecha, Editorial de El Militante Nº 64).

Es nuestra decisión acompañar la experiencia de millones de obreros y jóvenes que no quieren –con bastante razón– ver a la derecha en el gobierno y que no ven alternativa creíble, por ahora, a la izquierda del kirchnerismo –también con bastante criterio.

Ciertamente, el kirchnerismo es un movimiento contradictorio. Su base electoral y militante es obrera y popular; pero su dirección trata de conciliar los intereses opuestos de obreros y patrones, lo que hasta ahora ha podido sobrellevar con más o menos resultado por el ciclo económico excepcional que ha atravesado el país y la región. Pero a falta de una alternativa, esta es una experiencia inevitable que millones de trabajadores y jóvenes tendrán que llevar a cabo con un gobierno al que consideran como propio.

Sería muy lindo contar con un partido obrero de masas ideal y hermoso listo para hacer la revolución. Pero las cosas son un poco más complicadas. Hay que tomar la realidad tal cual es e intervenir en el movimiento real de la clase obrera, separando lo que hay de progresivo de lo que es reaccionario, y plantear en todo momento la necesidad de dotar al movimiento de un programa de transición al socialismo. Esta será la mejor manera de fundir el programa científico del socialismo con las tendencias de clase que inevitablemente surgirán dentro y alrededor del kirchnerismo en una determinada etapa, conforme los intentos de conciliar los intereses de obreros y patrones alcancen sus límites.

Rafael Santos no acepta esto, e insiste: ”el espantapájaros de la polarización [del kirchnerismo] con la derecha es usado, para bloquear el surgimiento de una oposición de izquierda obrera y socialista”. Pero el éxito de este “bloqueo” contra la izquierda –que nadie duda y que Rafael Santos reconoce dolorosamente- nos lleva a dos conclusiones que Santos ni siquiera acierta a entrever.

La primera conclusión es que si dicho “espantapájaros” tiene éxito en bloquear el surgimiento de una oposición de izquierda obrera y socialista; es decir, que los trabajadores ven en el kirchnerismo, y no en la oposición de “izquierda”, la mejor garantía para enfrentar a la derecha, eso significa que –contra lo que opinan los dirigentes del PO– los trabajadores sí ven diferencias significativas entre la oposición de derecha y el kirchnerismo, porque su instinto de clase les lleva a ver a la primera como el enemigo principal.

La segunda conclusión es que debe existir alguna razón relevante para que la aplastante mayoría de la clase obrera y de la juventud no confíen en la oposición de “izquierda”, ni la consideren de utilidad, para frenar a la derecha ni para que haga de contrapeso a las tendencias procapitalistas que anidan dentro del kirchnerismo y del gobierno.

La primera conclusión nos lleva a analizar la naturaleza y el carácter de clase del kirchnerismo; y la segunda a analizar la política que ha caracterizado a los grupos ubicados a la izquierda del kirchnerismo en estos 8 años.

El carácter de clase del kirchnerismo

El kirchnerismo es un subproducto del Argentinazo. Es cierto que la dirección kirchnerista es procapitalista, como lo ha admitido sin disimulos la propia presidente Cristina Fernández, pero tiene contradicciones recurrentes con los grandes empresarios y monopolios del país al pretender mantener un cierto grado de independencia de la clase dominante; en gran medida porque la base del movimiento es obrera y popular.

Para tratar de sostener la estabilidad social de conjunto, el kirchnerismo se ve obligado periódicamente a limitar y a regular las tendencias depredadoras del gran capital. Y es ese papel de contralor, de arbitraje entre las clases, lo que no toleran los sectores decisivos de la burguesía nacional y del imperialismo, que necesitan gobiernos completamente adictos a favor de sus intereses como los anteriores de Alfonsín, Menem o De la Rúa. Por eso se la tienen jurada al kirchnerismo y por eso en algunas fases desplegaron una lucha frontal para tratar de derribarlo. En respuesta, y para no perder pie, el kirchnerismo tuvo que utilizar a las masas trabajadoras como un ariete para golpear y disciplinar a los sectores más parásitos de la clase dominante. Además el kirchnerismo, aun con limitaciones, enfrentó valientemente al aparato estatal, apoyándose en las masas, y amputó parcialmente algunas de sus ramas más podridas. Esto explica lo lejos que llegó en sus políticas de derechos humanos, como la reanudación de los juicios a los genocidas con sus condenas ejemplares.

El kirchnerismo forjó una relación con la clase trabajadora y la juventud no en condiciones de armonía social sino en combate frontal contra la derecha peronista y contra sectores importantes del aparato del Estado y de la propia clase dominante –cimentado en el fortalecimiento numérico y social de la clase obrera a partir del ciclo económico prolongado que ha atravesado el país.

Tampoco es secundario que el kirchnerismo se empeñara en cultivar relaciones con aquellos gobiernos que son vistos como los más izquierdistas de América Latina (Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.), e internacionalmente aparezca a la izquierda de gobiernos “populares” como los de Brasil o Uruguay.

Si se desestima todo este rico análisis dialéctico, toda la multiplicidad de factores que inciden en el fenómeno del kirchnerismo y en sus relaciones recíprocas, es inevitable caer en abstracciones metafísicas, vacías y sectarias tales como que el kirchnerismo y la derecha son lo mismo, que el gobierno representa los intereses del enemigo de clase de los trabajadores, y otras por el estilo; que no encuentran asidero en la experiencia práctica de la inmensa mayoría de los trabajadores y que, por lo tanto, tienen poco o ningún efecto en la clase trabajadora.

La experiencia con la oposición “de izquerda”

La realidad es que el desarrollo y fortalecimiento del kirchnerismo ha corrido a la par con la incapacidad de la oposición a su izquierda de estar a la altura  de lo que demandaban la clase trabajadora y la juventud revolucionaria.

Luis Zamora, cuyo proyecto político fue incluso anterior al surgimiento del kirchnerismo, fracasó porque se negó –por cobardía, irresponsabilidad, o por falta de voluntad y confianza en sí mismo- a poner en pie un movimiento político de masas en el momento en que era considerado el político argentino más popular del país, en la primera mitad del 2002. Su boicot a las elecciones presidenciales del 2003 no hizo más que profundizar su declive político.

A partir de ese momento, los sectores más avanzados de los trabajadores y de la juventud giraron su atención hacia la izquierda, pero el fracaso de una coalición electoral de la izquierda por mezquinos intereses de aparato, comenzando por IU (PC-MST) y PO en las presidenciales del 2003, y en sucesivas oportunidades hasta 2011, frustraron las expectativas e ilusiones de cientos de miles. En realidad, esto no fue más que un reflejo del fracaso y de la incapacidad de todos estos aparatos “de izquierda” en alcanzar políticas de frente único efectivas y duraderas en el frente piquetero, sindical, estudiantil, barrial, etc.

Es un escándalo que los dirigentes del FIT, que ahora pintan con los colores más vivos la oportunidad de una coalición electoral de la izquierda, no hicieran autocrítica pública por los fracasos anteriores y no hayan tenido la valentía de reconocer que fue gracias a la proscriptiva ley electoral del oficialismo –que exigía un padrón mínimo del 1,5% en votos para presentarse a las elecciones– lo que los forzó a formar el FIT.

¿Y qué decir de los dirigentes la CTA que ahora son tan críticos con el kirchnerismo? Se la pasaron durante años hablando de poner en pie un “partido de los trabajadores”, un “movimiento político” de los trabajadores, sin dar un paso efectivo en esa dirección. Y eso, pese a que tuvieron éxito con la Constituyente Social en organizar actos con decenas de miles de activistas.

Proyecto Sur fue la última frustración para muchos cientos de miles que buscaban algo a la izquierda del kichnerismo. Luego de conseguir el resultado espectacular de casi el 25% de los votos en la ciudad de Buenos Aires, sus dirigentes pusieron todo de su parte para alejar e impedir la participación activa y democrática de miles de activistas, jóvenes fundamentalmente, que trataban de organizarse en todo el país alrededor del movimiento. En cambio, estos mismos dirigentes se prestaron a un cretinismo parlamentario tan lamentable que los llevó a enlodarse junto a la oposición de derecha.

La oposición de “izquierda” y el kirchnerismo

Pero, fundamentalmente, la oposición “de izquierda” al kirchnerismo (lo que comúnmente se considera “la izquierda”, Proyecto Sur, y el movimiento que se fraguó alrededor de la CTA de De Gennaro y de la Constituyente Social) fracasó por la misma razón principal: su sectarismo histérico antikirchnerista que descansa en su incapacidad para comprender la naturaleza del kirchnerismo y su relación con las masas trabajadoras.

Y claro que hay diferencias entre la derecha y el kirchnerismo. Y vaya si lo trabajadores son bien conscientes de que no es lo mismo un gobierno presidido por Cristina Fernández que por Macri, Duhalde o Carrió. La realidad es concreta. Las amplias masas de trabajadores no suelen leer los programas de los partidos, ni fijarse en sus puntos y comas, pero su experiencia de vida sí los ha dotado de un poderoso instinto de clase, de un “olfato” político que es un guía infalible en coyunturas decisivas.

Y como decíamos en nuestra declaración electoral: “En el momento de la verdad, cuando más peligrosamente arreciaba la presión de la derecha con su programa reaccionario debajo del brazo, la mayoría de los trabajadores y de la juventud vieron desertar del campo de batalla a los grupos más significados de la izquierda y del “progresismo”, que o bien se apartaron a una cómoda distancia para declararse “neutrales”, o bien se pasaron al campo del enemigo en variadas ocasiones. De esta manera, el kirchnerismo apareció como la única fuerza que enfrentaba a la derecha” (Ibíd..).

Dentro del FIT, de Proyecto Sur y del entorno de la CTA de De Gennaro –y eso no lo va a poder negar el amigo Rafael Santos– hay grupos significativos que marcharon hombro con hombro con los terratenientes y reaccionarios de la Sociedad Rural en el llamado “conflicto del campo” y que nunca se disculparon por esa conducta vergonzosa. El PO y los demás grupos del FIT jamás dieron apoyo alguno a ninguna de las medidas positivas y progresistas innegables impulsadas por el gobierno (estatización de las AFJP, reestatización de Aerolíneas Argentinas, la llamada asignación universal por hijo, Ley de Medios, impulso a los juicios a los genocidas, etc.), aun con sus limitaciones.

Como regla de comportamiento general, critican con más elocuencia y vigor al kirchnerismo que a la oposición de derecha. En estas condiciones, ¿puede extrañarle a Rafael Santos que muchos trabajadores acusen a la “izquierda” de favorecer a la derecha? ¿O que la campaña oficialista del “espantapájaros” alcance un eco de masas hasta el punto de “bloquear” el surgimiento de una oposición de “izquierda”, cualquiera que sea ésta? A nosotros no nos extraña en absoluto.

¿Somos injustos en nuestras conclusiones con los compañeros del FIT? Bueno, estamos dispuestos a rectificar. Emplazamos entonces a Rafael Santos, o a cualquier otro dirigente del PO, a que declare públicamente qué hubieran votado en el Congreso y en el Senado en relación a la Resolución 125, y lo mismo en relación a la Ley de Medios o a la estatización de las AFJP. Visto su comportamiento habitual ¿consideran extraño que la mayoría de los trabajadores y de la juventud piensen que un diputado o un senador del FIT habría votado en contra o se habría abstenido, igual que la derecha, dada la alergia de la “izquierda” a aparecer votando en el mismo sentido que el oficialismo kirchnerista? A juzgar por los resultados electorales obtenidos por el FIT parece ser que eso es lo que pensaron muchísimos trabajadores y jóvenes.

Vandalismo político

Para tratar de presentarnos como unos centroizquierdistas sin principios, Rafael Santos recurre al típico estilo de “hooliganismo” político que caracteriza a la dirección del PO. Así, dice que en el pasado apoyamos “al Frente del Sur del centroizquierdista Pino Solanas, y antes a la CTA de De Gennaro”. Nos resulta embarazoso informar al bromista de Rafael Santos que nuestra Corriente fue creada en 2003, casi 10 años después de la desaparición del mencionado Frente del Sur, de Solanas. Sí integramos Proyecto Sur desde el 2008 hasta el 2010, donde combatimos la equivocada línea política de su dirección en las líneas ya explicadas anteriormente. En paralelo, también participamos en la Constituyente Social impulsada por el sector de la CTA dirigido por De Gennaro cuando se planteaba la construcción de un movimiento político de los trabajadores y organizaba encuentros nacionales, como los de Jujuy y Neuquén, con más de 20.000 activistas obreros y populares. Lamentablemente, De Gennaro y su entorno nunca tuvieron confianza en la capacidad de la clase obrera para forjar una herramienta política a partir de las estructuras sindicales, y se deslizaron hacia el mismo sectarismo antikirchnerista que los dirigentes de Proyecto Sur y de la llamada “izquierda” que los terminó aislando y, en su caso, haciéndolos confluir con la socialdemocracia insulsa y cobarde de Binner y Stolbizer.

Se podrá reprochar cualquier cosa a Proyecto Sur y a la Constituyente Social de la CTA, pero es innegable que tenían una base real para desarrollarse potencialmente como movimientos de masas, lo que siempre estuvo vedado a la llamada “izquierda obrera y socialista”; esto es, sectaria, pese a los aires de importancia que se da.

Hay aspectos de la crítica de Rafael Santos muy cómicos. Así, señala que la Corriente El Militante mantuvo “SIEMPRE [en mayúsculas en el original] una posición contraria a la lucha por la independencia de clase”. Lo que Santos quiere decir es que SIEMPRE nos negamos a otorgar a la dirección del PO y demás grupos sectarios la más mínima confianza política en su capacidad para poner en pie un partido revolucionario de la clase obrera argentina. Y tiene razón. O cuando señala que nuestra reivindicación de un sistema público único de salud controlado por los trabajadores y no por burócratas sindicales que lucran con nuestras necesidades es “un ataque al movimiento sindical”. Le respondemos: sí esta reivindicación es un ataque, pero a la caja de la burocracia sindical y a las prepagas privadas que sacan millonarias ganancias con las “obras sociales” de los sindicatos y el dinero de los trabajadores.

Mentiras, pequeñas mentiras y estadísticas

Un apartado interesante de la polémica de Rafael Santos es su empeño en tratar de demostrar que en las elecciones del 23 de octubre “la izquierda [el FIT] avanzó”. Santos nos corrige y dice que fueron 4.000 votos y no 20.000 los que le faltaron al FIT para conseguir un diputado en la ciudad de Buenos Aires. El dato que aporta Santos surge de la aplicación de la Ley D’Hont en la distribución de diputados, algo que nosotros no habíamos tomado en cuenta. Nuestros 20.000 votos surgen de la diferencia del FIT con la fuerza política que quedó inmediatamente por encima y que obtuvo un diputado, que fue la Coalición Cívica de Patricia Bullrich con 20.000 votos más.

Pero aun cuando aceptamos la “corrección” de Rafael Santos ese dato no quita ni una coma de fuerza a la explicación que damos de por qué el FIT fue incapaz de conseguir un diputado en el distrito electoral que le es históricamente más favorable, la ciudad de Buenos Aires. Al contrario, la subraya más todavía.

El mismo Santos se ve obligado a reconocer en su artículo que la derecha “no constituía NINGUNA [en mayúsculas en el original] amenaza para la reelección presidencial K”. Si esto es así, el amigo Santos estará de acuerdo en que no se justificaba la idea de agrupar hasta el último voto alrededor de Cristina y de sus diputados, y que por lo tanto esto debería haber favorecido el voto al FIT ya que no había un peligro inminente de victoria de la derecha. Pero, entonces, ¿por qué razón el FIT bajó en número de votos para su candidatura presidencial, respecto a las primarias, y por qué fue incapaz de recoger el número de votos indispensable para conseguir aunque fuese un solo diputado en todo el país? ¿Cuál podría ser la razón, entonces?

Santos masculla una queja sorda sobre las leyes proscriptivas, el injusto piso elevado para conseguir un diputado, etc. En realidad, es una excusa que trata a toda costa de mantener el prestigio de la dirección pero que cierra los ojos a los hechos. Si en las mejores condiciones imaginables, como explicamos en nuestro artículo de balance, el FIT fue incapaz de sacar el número de votos indispensable para conseguir un diputado en la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires fue porque pagó caro los graves errores políticos cometidos por la izquierda sectaria en todos estos años.

En Sociología se dice que hay tres métodos para disfrazar la realidad y engañar a la gente: primero con mentiras, luego con pequeñas mentiras, y cuando no es suficiente se recurre a las estadísticas. Esto se aplica al amigo Rafael Santos.

Así, cuando en nuestro balance electoral señalamos que un 25% de los 660.000 votantes que votaron a los candidatos a diputados del FIT votaron a Cristina para presidente, Rafael Santos nos retruca con una frase que nos mata de la risa, al afirmar: “se desespera El Militante oportunista porque una masa de trabajadores que votaron por el kirchnerismo, decidió cortar boleta y apoyar a los candidatos a diputados del FIT” ¿De verdad se cree eso, compañero Santos? Y prosigue, con entusiasmo fingido:”150.000 trabajadores de la Capital y la Provincia de Buenos Aires, que arrastrados por la pseudo polarización del gobierno nacionalista burgués contra la derecha han votado al primero para presidente, dan un paso de ruptura votando a los diputados de la izquierda”. Desnudaremos inmediatamente este análisis delirante de Rafael Santos. Pero antes queremos señalar una grosera falsificación del dirigente del PO. Esos 150.000 votos que presumiblemente votaron simultáneamente a Cristina para presidente y a los diputados del FIT corresponden a todas las provincias donde el FIT presentaba diputados y no sólo a la Capital y a la provincia de Buenos Aires, como afirma Santos para inflar artificialmente el voto “obrero y kirchnerista” al FIT en ambos distritos.

Y ahora, vamos al grano. No es cierto, como han señalado repetidas veces los dirigentes del FIT, que estos 660.000 votos a nivel nacional sean un registro histórico para la izquierda argentina del período reciente. Esta cantidad de votos, con alzas y bajas, ha sido el promedio del voto a la izquierda desde el 2001 hasta la fecha. Aconsejamos a nuestros lectores que vayan al sitio web del Ministerio del Interior www.elecciones.gov.ar donde podrán encontrar todos los datos que consignamos acá.

En octubre del 2001, el conjunto de las candidaturas de izquierda consiguió en la Capital Federal el 22% de los votos. Sólo Luis Zamora consiguió 132.000 votos. Incluso, contando solamente los votos de Izquierda Unida, PO-MAS y PTS sumaron 134.000 votos (30.000 más que en octubre de 2011), y en la provincia de Buenos Aires sumaron 482.000, contra 285.000 de este año; en el año 2005, la izquierda sumó 130.000 votos en la ciudad de Buenos Aires y 258.000 en la provincia; en el 2009 bajó a 74.000 en la Capital pero fue cuando Proyecto Sur irrumpió sacando 442.000 votos, mientras que en la provincia la izquierda sacó 225.000 votos. Con ligeras diferencias, vemos que los resultados fueron muy similares todos estos años, pese a que ha habido una incorporación progresiva de votantes al padrón a lo largo del tiempo.

Seremos más precisos. En la “joya de la corona”, que es la provincia de Salta para el PO, donde ha conseguido los mejores registros del país desde el 2001 hasta la fecha, el 23 de octubre de este año el PO consiguió el 8,59% de los votos para sus candidatos a Diputados y el 3,67% para Presidente. Es decir, el PO se vio favorecido por un corte de boleta del 230%. Pero es que en el 2003 el PO consiguió el 7,64% para diputados y 2,85% para presidente, en el 2005 consiguió el 10,80% para diputados y el 7,28% en el 2009. Es decir, con leves alzas y bajas, el PO mantuvo a lo largo de estos años porcentajes de voto en las elecciones para Diputados muy similares a los de octubre del 2011, Lo que viene a corroborar que en Salta, la franja mayoritaria de votantes habituales al PO para Diputados ha venido votando para presidente a Néstor y a Cristina Kirchner, indistintamente.

¿Qué nos dicen todos estos datos? Que todo el voto conseguido por el FIT provino de votantes tradicionales de la izquierda, que no sólo es falsa y arbitraria la afirmación de Rafael Santos de que el 25% de los votos conseguidos para los diputados del FIT vinieron de votantes kirchneristas que “dan un paso de ruptura” con el oficialismo, sino que provinieron de votantes tradicionales de la izquierda que le dieron la espalda a la candidatura presidencial del FIT y optaron por votar a Cristina. Esta es toda la verdad del asunto. Lo que confirma nuestro análisis sobre el balance del voto al FIT.

Hay que cambiar de tácticas y de política

¿Es cierto que la Corriente El Militante recomienda a los integrantes del FIT a que abandonen toda esperanza de construirse de manera independiente y que se hagan kirchneristas, como afirma Rafael Santos? No, es falso. Tenemos el máximo de los respetos hacia todos aquellos que se plantean una construcción política independiente a la izquierda del kirchnerismo. Lo único que les decimos es que deben cambiar de tácticas y de política.

Rafael Santos se ríe de nuestro consejo cuando escribimos: “No se trata de que se hagan kirchneristas, sino de que señalen a la derecha como el enemigo principal y den apoyo crítico a todo aquello que signifique un paso adelante. Sólo de esta manera podrían ganar una autoridad ante los trabajadores y jóvenes que apoyan al oficialismo –que son la gran mayoría– para criticar sus limitaciones e insuficiencias. Estamos seguros de que un amplio sector de militantes y votantes de izquierda acordaría con esta táctica, y los animamos a que planteen este debate (¿Es útil votar al Frente de Izquierda?. 7 de octubre).

Lamentablemente, no tenemos ninguna confianza en que los dirigentes del FIT saquen las conclusiones correctas de su falsa política. Nuestro pesimismo hacia la evolución del FIT se confirma cada día que pasa. Ahora están sembrando la ilusión vana de que un eventual desencanto de las bases kirchneristas con su dirección empujará a decenas de miles a buscar una alternativa en el FIT. Pero es imposible generar expectativas en sectores que mañana podrían romper con sus antiguas direcciones cuando no se han construido en el periodo precedente vínculos, simpatías y políticas consistentes de frente único, con una línea política correcta, que faciliten mañana el tránsito de esos sectores en dirección a una organización política alternativa.

Sólo hacemos una corrección a nuestro vaticinio sobre la disolución del FIT. Es muy posible que el FIT permanezca como una herramienta electoral, ya que de otra manera difícilmente los grupos que lo integran superen por separado el piso del 1,5% de los votos del padrón en próximas elecciones primarias, lo que sí vaticinamos es que la existencia del FIT no tendrá un correlato ni un reflejo en políticas de frente único de sus integrantes en el terreno sindical, estudiantil, barrial, etc. como ha sucedido durante años.

 

Apéndice: Los marxistas y el trabajo en las organizaciones de masas

Consideramos necesario incluir un apéndice en nuestra respuesta a Rafael Santos sobre la orientación de nuestra corriente internacional hacia los movimientos y organizaciones de masas, tomando como base escritos nuestros anteriores. Y es que al comienzo de su artículo, Rafael Santos señala que la Corriente Militante y la Corriente Marxista Internacional apoyamos “a todo movimiento o partido ‘popular’ mayoritario o en el poder: chavista en Venezuela, de Evo en Bolivia, es kirchnerista en la Argentina. Parafraseando a Trotsky, se rinde frente a los hechos consumados”.

En su pequeño horizonte de sectario, Santos nos reprocha que aparezcamos clara e inequívocamente al lado del chavismo en Venezuela y del MAS en Bolivia, como si eso supusiera un descrédito ante el movimiento obrero y popular argentino y latinoamericano. Nos declaramos culpables de esa acusación, y estamos orgullosos de ello, sentimiento que compartimos con la aplastante mayoría de los trabajadores, campesinos pobres y jóvenes revolucionarios de América latina, y de más allá.

Como pasa con el kirchnerismo, los grupos sectarios como el PO y otros, son orgánicamente incapaces de comprender la naturaleza del movimiento bolivariano en Venezuela, del MAS en Bolivia, del movimiento alrededor de Correa en Ecuador, así como de cualquier movimiento de masas del mundo. Por eso permanecen completamente aislados del movimiento de las masas en todas partes.

No es ninguna casualidad que, fuera de Argentina, todos estos grupos que acá exhiben orgullosos sus músculos y su aparato –que no dejan de ser pequeños en relación al movimiento en general– carecen de vínculos políticos en otros países o, si los tienen, son verdaderamente “de casi nulo peso político”.

Como contraste, basta comparar la actitud amistosa y cuidadosa que León Trotsky mantuvo hacia Lázaro Cárdenas y su movimiento en México, a fines de los años 30, cuando éste atacó intereses imperialistas en México; y la manera con que los grupos sectarios tratan abiertamente a Chávez y al movimiento bolivariano, por ejemplo.

Muchos no saben que Trotsky rompió políticamente con los ultraizquierdistas mexicanos (como Luciano Galicia y sus amigos) que criticaban por insuficiente la política de Cárdenas, hasta el punto que fueron apartados de la IV Internacional porque comprometían el prestigio y el nombre de la nueva Internacional marxista ante los ojos de los obreros y campesinos de México y de toda América Latina..

La necesidad de construir un partido revolucionario independiente es el ABC para los marxistas. Sin embargo, después del ABC hay más letras en el alfabeto político del marxismo. En la época actual, los revolucionarios se enfrentan a poderosas organizaciones de masas, en general de carácter reformista -tanto partidos y movimientos políticos de masas como sindicatos- que tienen el apoyo de millones de trabajadores y demás sectores populares. La capacidad de los socialistas revolucionarios para crecer dependerá decisivamente de su capacidad para ganar a las bases de estas organizaciones para una política socialista. De este hecho se desprenden las tácticas a desarrollar en cada país para conectar con el movimiento vivo y real de las masas trabajadoras.

Es por eso que la Corriente Marxista Internacional, representada en Argentina por la Corriente Socialista Militante, mantiene una orientación hacia los movimientos y organizaciones políticas tradicionales y de masas de la clase obrera de cada país, como el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el PRD y el MORENA de México, el MAS de Bolivia, el PT de Brasil, o el FMLN de El Salvador.

 

Cuestiones de principios y de táctica

 

Para los grupos sectarios, la cosa es muy fácil. Para ellos lo único que se necesita es proclamar el partido y pedirle a los trabajadores que se les unan. Si fuera tan fácil… La cuestión clave es cómo, siendo una minoría muy pequeña, ganamos el derecho a ser escuchados por la clase obrera, o al menos por sus capas más avanzadas. La experiencia histórica demuestra que los trabajadores no muestran interés por las organizaciones pequeñas, incluso aunque defiendan un programa 100% correcto, lo cual ni siquiera es el caso de los grupos sectarios.

En estas condiciones, proclamar un partido independiente o actuar como una tendencia dentro del movimiento general de masas de la clase obrera, no es una cuestión de principios sino de oportunidades reales en la intervención concreta de la lucha de clases.

Como explica Trotsky: “Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista” (Carta a la sección británica. Septiembre 1933).

 

Los clásicos marxistas y las organizaciones de masas

 

Las objeciones contra la participación de los marxistas en los movimientos y organizaciones de masas no procedían de Marx, Engels, Lenin ni Trotsky, sino de los ultraizquierdistas contra quienes ellos polemizaban. Los grandes maestros del marxismo siempre explicaron que allá donde los marxistas son una minoría de la clase obrera tienen el derecho y la obligación de participar dentro del movimiento de masas donde esté presente la clase trabajadora, aunque tenga una dirección reformista, o incluso burguesa. Como explicó Engels:

“…Cuando nosotros regresamos a Alemania en la primavera de 1848, nos unimos al Partido Democrático porque éste era el único medio posible de llegar a la clase obrera; fuimos el ala más avanzada de ese partido, pero al fin y al cabo un ala. Cuando Marx fundó la Internacional, redactó el Reglamento de manera que pudieran ingresar todos los obreros socialistas de esa época: proudhonianos, lerouxistas e incluso el sector más avanzado de las Trade Unions inglesas; y fue sólo gracias a esta amplitud que la Internacional llegó a ser lo que fue: el medio para disolver y absorber gradualmente a todas esas sectas secundarias… Si de 1864 a 1873 hubiésemos insistido en trabajar sólo con quienes adoptaban nuestra plataforma ¿dónde estaríamos hoy? Creo que toda nuestra experiencia ha demostrado que es posible trabajar junto con el movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas sin ceder ni ocultar nuestra propia posición ni, incluso, nuestra organización, y temo que si nuestros camaradas alemanes en Norteamérica eligen una línea distinta cometerán un grave error”. (Carta de Engels a Florence K. Wischnewetski. 27 de enero de 1887).

Los partidos comunistas de masas, después de la revolución rusa, surgieron de escisiones de masas de los viejos partidos socialistas, a través de fracciones comunistas que trabajaron en su interior durante un tiempo más o menos prolongado. Lenin, en el II Congreso de la Internacional Comunista en 1920, impulsó una Resolución recomendando a los comunistas británicos que ingresaran como fracción dentro del Partido Laborista inglés, cosa que hicieron. Por la simple razón de que el Partido Laborista era impulsado por los sindicatos y tenía 4 millones de afiliados, mientras que el joven Partido Comunista británico apenas tenía 2.000 ó 3.000 miembros. Lenin llamó a esta táctica una colaboración del ala avanzada del proletariado (el Partido Comunista) con el ala mayoritaria más retrasada políticamente (la que permanecía dentro del PL).

Trotsky recomendó a sus partidarios ingresar en los años 30 en los partidos socialistas de Europa y EEUU para trabajar en su interior, en el mismo momento en que se estaban formando en ellos tendencias de izquierda de masas.

Para ganarse el derecho a ser reconocido como parte integrante del movimiento obrero y popular de cada país hay que participar en el mismo, defendiendo una posición socialista consecuente, como ala marxista del movimiento de masas. Esta será la mejor manera de organizar una alternativa socialista de masas a las direcciones reformistas de estas organizaciones y, por lo tanto, una alternativa de dirección política para los millones de obreros y jóvenes que las siguen.

 

Intervención en el movimiento de masas

 

Nuestros compañeros de la CMI en México, Venezuela, Brasil o Bolivia no renuncian a nada por participar dentro del PRD, del PSUV, del PT o del MAS. Proclaman abiertamente la necesidad de dotar al movimiento de masas de un programa socialista. Sólo reconocen honestamente que son todavía una fuerza pequeña para jugar un papel independiente en los acontecimientos. En cambio, esta táctica les permite mantener un contacto cotidiano con decenas de miles de trabajadores, campesinos, y demás sectores populares, y de ganar su derecho a participar en la lucha y en la discusión sobre los objetivos del movimiento. Al mismo tiempo les da la oportunidad indispensable para probar a diario sus ideas y consignas en las acciones de las masas, captando la atención de los mejores luchadores de la clase obrera y la juventud.

Como explicó Ted Grant sobre las organizaciones de masas: “Desde dentro de sus filas, entre los luchadores de la clase obrera, surgirán las fuerzas del marxismo revolucionario. Fuera de las organizaciones de masas no se creará nada que pueda resistir la fuerza del tiempo”.