La escalada reciente del conflicto armado entre la resistencia en Iraq y las fuerzas ocupantes, demuestra las enormes dificultades que está enfrentando el imperialismo norteamericano para “pacificar” y establecer alguna forma de gobierno del país.
Después del acuerdo de Nayaf
La escalada reciente del conflicto armado entre la resistencia en Iraq y las fuerzas ocupantes, demuestra las enormes dificultades que está enfrentando el imperialismo norteamericano para "pacificar" y establecer alguna forma de gobierno del país.
El "gobierno" iraquí de Allawi no tiene poder. Sin las tropas estadounidenses caería mañana mismo. El 15 de agosto 1.300 delegados se reunieron en el llamado Congreso Nacional. Este organismo supuestamente debe crear un "parlamento" interino de 100 miembros formado por los partidos que están colaborando con el imperialismo norteamericano.
El gobierno en realidad no controla directamente el país. El poder real no está en manos del gobierno. Hay dos poderes. Uno está formado por los ejércitos de ocupación y el otro son las milicias locales, principalmente bajo el control del clero chiíta o sunnita.
La batalla de Nayaf
Contrariamente a lo que se podría pensar, el clero islámico no está demasiado contento con el desarrollo de la situación. El clero forma parte de la elite privilegiada, aunque algunos de ellos tuvieran malas relaciones con el régimen de Sadam Hussein. Ellos quieren un movimiento que puedan controlar y no uno que venga desde abajo y comience a dictar al clero qué debería hacer. Lo que ahora estamos presenciando es una lucha dentro del clero chiíta para conseguir el control.
Debemos recordar que la lucha no estaba aislada en Nayaf. Durante el mes de agosto se produjo una intensa lucha en el barrio de Sadr City de Bagdad, en la ciudad sureña de Basora, en Nasiriya y Samarra, al norte de Bagdad, en Faluya y en otras ciudades. La lucha incluye tanto a la comunidad sunnita como a la chiíta. Cientos de milicianos y civiles fueron asesinados. Pero a pesar de la aplastante superioridad del ejército estadounidense y sus aliados, se están enfrentando a una situación muy difícil.
Todo un pueblo, una vez movilizado, no se puede someter sólo con la fuerza bruta. Por eso tuvieron que utilizar los servicios del ala moderada del clero islámico dirigida por Al Sistani para terminar con el conflicto en Nayaf. La resistencia del Ejército Mehdi de Muqtada al Sadr en la mezquita del Imán Alí en Nayaf se ha convertido en un punto de referencia para las masas de todo Iraq. Durante tres semanas contuvieron a las tropas estadounidenses. Finalmente, Al Sadr aceptó el acuerdo propuesto por al Sistani. Pero colaborando con el gobierno y el imperialismo no puede haber solución duradera a los problemas que enfrenta la población iraquí, y por lo tanto la situación no puede mantenerse así para siempre. Las masas volverán de nuevo a entrar en acción.
Independientemente del resultado de Nayaf, permanece el deseo de la población iraquí de dirigir su propio destino. Quieren que los imperialistas se vayan. La tragedia de la situación es que el movimiento obrero iraquí no está dirigiendo el movimiento de resistencia, debido principalmente a la traición de los dirigentes del Partido Comunista Iraquí, que están colaborando con el gobierno, y a la pasividad del opositor Partido Comunista de los Trabajadores de Iraq. Eso explica que la población iraquí, especialmente las capas más pobres de la sociedad, se vuelvan hacia la única fuerza seria organizada: el clero islámico. Sin embargo, los trabajadores y jóvenes de Iraq deberían mirar a su vecino Irán para ver de lo que son capaces estos clérigos cuando llegan al poder. Allá también el movimiento de las masas fue secuestrado por el clero islámico y esto supuso la llegada al poder de un régimen monstruoso.
Por una dirección y un programa revolucionarios
Pero como hemos visto, este clero no puede dirigir un verdadero movimiento de liberación nacional. Aunque hacen discursos radicales, al mismo tiempo negocian con el gobierno y los imperialistas.
La liberación nacional de Iraq se podría conseguir más rápidamente si estuviera bajo la dirección de la clase obrera. Si los dirigentes del movimiento obrero iraquí fueran auténticos comunistas, entonces se comportarían de una forma totalmente diferente. Trabajarían para la convocatoria de una huelga general de todos los trabajadores de Iraq, haciendo también un llamado a los pequeños comerciantes y tenderos. Participarían activamente en el movimiento de resistencia, dotándolo de un contenido de clase. Una huelga general combinada con una insurrección armada en todo el país supondría el final de la ocupación extranjera.
Esto tendría que ir vinculado con un llamamiento a los trabajadores de los países circundantes. Una insurrección y una huelga general, dirigidas por los trabajadores iraquíes, tendría un impacto inmediato entre los trabajadores de Oriente Medio y más allá.
En el último año se crearon varios sindicatos en Iraq. El más grande es el IFTU, dirigido por el Partido Comunista. El otro sindicato es el FWCUI, y está bajo la dirección del Partido Comunista de los Trabajadores. El tercer sindicato es el Sindicato de Desempleados de Iraq (UUI), afiliado al FWCUI. El UUI está haciendo campaña por puestos de trabajo o subsidio de 100 dólares mensuales para los desocupados.
Mientras que la resistencia armada es necesaria en Iraq, ésta no puede contraponerse a la lucha de la clase obrera en las fábricas, en los sindicatos, las huelgas, las manifestaciones y la lucha por el poder político. Lo que hace falta es combinar las luchas por las reformas y las acciones militares con un programa transicional dirigido hacia el poder de la clase obrera.
Los marxistas en Iraq deben participar en todas las formas de lucha para construir un partido revolucionario de la clase obrera que se ponga al frente de las masas. Los dirigentes de los dos partidos "comunistas" (cuyos programas no van más allá de la democracia burguesa) no han querido participar en ninguna forma de resistencia armada, en el caso del Partido Comunista Iraquí porque ocupa cargos en el gobierno títere. Y el Partido Comunista de los Trabajadores por su rechazo a la dirección islámica, no diferenciando entre el movimiento revolucionario de resistencia y su dirección reaccionaria.
Los marxistas, además de encontrar la manera de ganar influencia en la base de estos partidos, deben esforzarse por participar en la lucha militar y ganar la dirección apartando a las masas de los clérigos reaccionarios. Trabajando dentro de las organizaciones obreras de clase y de los sindicatos es cómo surgirá una nueva dirección revolucionaria.
Dotando a la resistencia de una perspectiva de clase y socialista, los marxistas iraquíes podrían jugar un papel crucial acelerando el proceso. A partir de la barbarie creada por la guerra imperialista en Iraq, podría surgir un punto de referencia para la lucha de clases de los trabajadores de toda la región y del mundo.