Política Obrera, las tesis de la guerra mundial y el conflicto nuclear

La guerra que se desenvuelve en Ucrania es, sin duda alguna, de características imperialistas.

Es una expresión, por un lado, de la política internacional del imperialismo norteamericano y sus aliados europeos, y por el otro, de los intereses del capitalismo ruso, una potencia regional imperialista. Aunque es claro que Estados Unidos sigue siendo, de lejos, el país imperialista más poderoso del planeta, a pesar de su declive relativo.

En última instancia, esta guerra ha surgido, al igual que otras guerras imperialistas de rapiña, como consecuencia del agotamiento del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el estrecho marco de la propiedad privada y los Estados nacionales.

Ciertamente, este marco fue relativa y parcialmente “flexibilizado” gracias a la restauración capitalista en China y en la URSS, y a la entrada masiva de los capitales imperialistas de occidente en la India. Pero sólo iba a ser cuestión de tiempo para que la inevitable imposibilidad de expandir por siempre los mercados a nivel internacional, se expresase en la forma de crisis económicas, políticas y conflictos militares.

La Segunda Guerra Mundial permitió a los EEUU erigirse como la potencia mundial primordial. A partir de la derrota del fascismo, gozó de las mejores condiciones históricas para conquistar el mercado mundial, por supuesto, de la mano de una larga carrera de invasiones e intervenciones en países semicoloniales y de capitalismo atrasado, y la toma de territorios para la explotación de recursos.

Del otro lado de trinchera, Rusia, que con la Revolución de Octubre de 1917 y la consecuente planificación de la economía, pasó de ser un imperio semifeudal de segundo orden con una base industrial poco desarrollada en el occidente del país, a convertirse en la segunda potencia industrial mundial. Hoy, luego de la caída de la URSS, Rusia es un Estado burgués con una base industrial importante y capital concentrado en el sector bancario, así como un desarrollo armamentístico considerable.

La guerra no ha sido un accidente. Es un síntoma innegable de la actual época de crisis del sistema capitalista. Esta guerra es un punto de inflexión y ruptura de las relaciones sociales capitalistas en su máximo grado de desarrollo, y hay que tener muy presente el carácter de los intereses de clase presentes en esta guerra, para, sobre esa base, poder hacer delimitaciones políticas correctas a fin de no caer en caracterizaciones impresionistas.

Tremendismo e impresionismo ante la guerra: ¿Ha iniciado la tercera guerra mundial? ¿Hay una guerra nuclear en ciernes?

En los años 30, en el contexto del surgimiento del fascismo en Alemania, Trotsky criticó en algunos de sus escritos a aquellas organizaciones y corrientes del movimiento obrero que caracterizaban de fascistas a ciertos regímenes que en realidad no eran fascistas, aunque su carácter bonapartista y su misma existencia eran parte de una cadena de acontecimientos que derivaría ulteriormente en el auge del fascismo.

Trotsky criticaba la caracterización que hacían tales organizaciones porque, señalar a un régimen de fascista o plantear la existencia de un auge del fascismo, cuando en realidad esto no ocurría aún, significaba malgastar las armas de la agitación y la propaganda revolucionarias en denunciar una amenaza inminente que no era tal, lo que desarmaba a las organizaciones obreras a la hora una amenaza real que demandase enfrentarla con acciones audaces y contundentes.

Es decir, no se trataba de una mera cuestión de correcta caracterización teórica, de clasificación escolástica de los regímenes o movimientos burgueses, ni de abstracta taxonomía política. No. Se trataba de una cuestión de relevancia de cara a la práctica y la acción política de las organizaciones obreras.

Aunque la guerra en Ucrania es un evento enmarcado en un contexto histórico claramente distinto, vemos que un sector de los partidos y corrientes nacionales e internacionales que se reivindican socialistas, han cometido -al dejarse arrastrar por la ola de histeria promovida por la prensa burguesa- un error similar al de la caracterización anticipada del fascismo, pero en relación al inicio de la tercera guerra mundial.

Tal es el caso, por ejemplo, del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (ICFI, por sus siglas en inglés), con base en los EEUU, o, en la Argentina, Política Obrera.

En el caso de este último, Jorge Altamira, su principal referente teórico, ha señalado en reiteradas oportunidades que, palabras más palabras menos, el conflicto armado en Ucrania ha dado inicio a la tercera guerra mundial (https://politicaobrera.com/7271-jorge-altamira-en-santa-fe-estamos-viviendo-una-guerra-mundial-que-no-se-discute) y hay un conflicto nuclear en ciernes. Esta tesis tremendista evidencia una fuerte influencia de las caracterizaciones expresadas en un sector de las editoriales de la prensa burguesa.

En efecto desde la invasión rusa, como explicamos desde la Corriente Marxista Internacional (CMI) (https://argentinamilitante.org/conflicto-en-ucrania-es-este-el-comienzo-de-la-tercera-guerra-mundial/), se ha difundido el temor entre las masas de occidente ante la posibilidad de un escalamiento del conflicto, de la que sectores de la prensa y los políticos burgueses, ajenos a una comprensión científica de los procesos históricos y políticos, también se han hecho eco.

Ante ello, desde el inicio de la guerra, en la CMI hemos desarrollado una labor de análisis para clarificar la situación, y evitar caer en el absurdo del inicio de la guerra mundial o un conflicto nuclear y por ende el fin de la humanidad, como consecuencia de la guerra en Ucrania.

Las y los militantes revolucionarios no podemos olvidar que la construcción de perspectivas correctas es fundamental, para la construcción de una organización revolucionaria internacional. Se trata de una tarea que requiere una actitud seria, científica, y combatiendo todo tremendismo.

En una ponencia dictada en la Universidad de Buenos Aires hace un año, Altamira expresó claramente que hay una guerra mundial en curso, y que además la izquierda mira para otro lado o es incapaz de reconocer el fenómeno. Hay otras citas que plantean ideas similares, pero a efectos de este trabajo hemos escogido la siguiente:

“Esta conclusión está manifiestamente ausente en la izquierda mundial, para la cual el mundo asiste a un conflicto geopolítico, o a la oposición entre dictaduras y democracias, o una lucha por hacer valer las independencias nacionales. En contraste con estos juicios, algunos superficiales, otros impresionistas, nosotros hemos caracterizado el estallido de una guerra imperialista mundial. La independencia de Ucrania es un factor secundario o terciario en una guerra mundial entre las grandes potencias, que la llevará, cualquiera sea el resultado de la guerra, a una mayor dependencia, sea de Rusia o de la OTAN. Es decir, es una guerra mundial y esta guerra mundial se viene desarrollando sistemáticamente en muchos aspectos.” (https://politicaobrera.com/8061-la-guerra-imperialista-mundial-una-crisis-humanitaria/)

Más aún -lo cual resulta contradictorio-, Altamira señala que en Política Obrera se han mantenido ajenos a los análisis tremendistas, cuando en realidad ocurre todo lo contrario, como puede constatarse claramente en relación a la cuestión del conflicto nuclear.

El compañero Altamira confunde aspectos distintos de la lucha entre las potencias imperialistas. Una cosa son los medios de guerra económica y comercial, las sanciones, los aumentos en los aranceles y las medidas proteccionistas, por ejemplo, y toda la expresión política y diplomática de ello, y otra cosa distinta, aunque no inconexa, es un conflicto armado y los medios militares empleados a tal fin

Sí. Claro que hay un conflicto a escala global en términos de la cantidad de países involucrados, las consecuencias de las medidas económicas contra Rusia sobre el mercado y la economía mundial, y la provisión de armas a Ucrania por parte de la OTAN. Pero, otra cosa muy distinta, es que haya un conflicto armado abierto y directo entre varias potencias imperialistas, y que se libre en sus territorios. Esto, hasta ahora, no ha ocurrido. No obstante, Altamira confunde ambas cuestiones.

La lucha por la expansión del intercambio comercial ante el agotamiento de los mercados nacionales se expresa en las medidas de guerra económica y comercial. Las tensiones de estas relaciones son constantes y tienen límites propios en el desarrollo de sus fuerzas no solo productivas sino también en el campo de la defensa territorial cuando se ven amenazadas. Esto no es algo nuevo en la historia.

Como dice Lenin, la política es economía acumulada, y como señaló Von Klausewitz, la guerra es la política por otros medios. En consecuencia, ciertamente la guerra actual es una expresión, en última instancia, de las propias contradicciones inherentes al sistema capitalista, en el que las fuerzas productivas no pueden desarrollarse más, atadas bajo las relaciones sociales del sistema. El mercado mundial se ha quedado “chico” para el desarrollo actual y potencial de las fuerzas productivas del mundo, y ello se expresa en la creciente guerra comercial entre los países capitalistas avanzados.

Pero, pasar de allí a considerar medidas de guerra comercial o competencia en un mismo nivel a acciones armadas y militares, es otra cosa.

El planteamiento de la guerra mundial sobre la base de que hay varios Estados capitalistas colaborando con Ucrania o Rusia, es meramente literatura o fraseología. O, por el contrario, ¿hay alguna fuerza productiva nacional dentro del régimen capitalista que no esté vinculada a otras naciones? Claramente no, esa es una de las características centrales de esta fase superior de desarrollo capitalista, aquella que Lenin caracterizó como Imperialismo.

Toda la situación mundial, en la medida en que el capitalismo no sea echado abajo, se está moviendo progresivamente hacia mayor conflicto entre las potencias mundiales. De eso no hay duda. Una profunda crisis capitalista, y crecientes medida de proteccionismo y guerra comercial precedieron la Segunda Guerra Mundial. Un mayor conflicto armado entre los países imperialistas

Luego, en diciembre, el propio Altamira planteó:

“El choque entre los objetivos de la OTAN, de un lado, y de Putin, del otro, plantea la cuestión de una guerra nuclear. El gobierno de Estados Unidos acaba de aprobar una resolución estratégica, la Revisión de la Postura Nuclear (NPR en inglés), que abandona la disuasión nuclear por la posibilidad de un ataque preventivo contra los centros de comando del enemigo, para privarlo de la capacidad de contraatacar. Una fuerte corriente del ‘establishment’ norteamericano impulsa la estrategia de neutralización del enemigo mediante un ataque nuclear preventivo planificado. Estados Unidos ha anunciado el envío de misiles Patriot, para interceptar los del enemigo, aunque también para disparar trayectorias largas (“El más sofisticado sistema que EEUU haya provisto a Ucrania desde el comienzo de la guerra” – The Wall Street Journal).” (https://politicaobrera.com/8539-de-nuevo-adonde-va-la-guerra)

Esta posibilidad de avanzar hacia una guerra nuclear fue también planteada por los medios de comunicación y los políticos burgueses, incluyendo a los propios Biden y Putin, y Política Obrera, lamentablemente, parece colgarse de esta posición para plantear un extremismo sensacionalista.

Pero, la guerra es una disputa por la expansión de las potencias en sus esferas de influencia. Se disputan el control político y militar de territorios porque ello deriva en control de mercados, materiales primas y fuerza de trabajo disponible.

Aparte de ello, no existe ninguna razón altruista ni ética o moral en la guerra, o, para ser más rigurosos, la moral y la ética de la OTAN y de Putin están dictadas por intereses indiscutiblemente mezquinos. Los capitalistas hacen la guerra por el capital.

 En tal sentido, la posibilidad de una guerra nuclear, propiamente dicha, está descartada por los imperialistas, porque ello conduciría a una destrucción mutua asegurada, o MAD, por sus siglas en inglés (Mutual Assured Distruction).

Los banqueros y capitalistas no juegan con sus beneficios, son conscientes de los límites que no pueden o no deben traspasar si no quieren llegar a ese punto de no retorno. La destrucción mutua asegurada no beneficiaría en nada a ninguno de los sectores de las burguesías imperialistas en pugna, contrario a lo que Altamira piensa.

En base a esta perspectiva, los países de la OTAN brindan apoyo logístico a Ucrania a costa de la sangre de los ucranianos. Colaborando con el objetivo de EEUU de debilitar a Rusia en los campos militar, político y económico, pero sin traspasar los límites señalados.

Política Obrera hace un esfuerzo para delimitarse de las demás izquierdas, pero utilizando métodos impresionistas, fatalistas y tremendistas a la hora de analizar la situación internacional, y particularmente, la guerra. Lamentablemente, construyen sus perspectivas sobre esa base, y de esa forma, terminan por desorientar a su militancia y al sector de la vanguardia sobre el que tienen una autoridad histórica. En lugar de contribuir al avance del movimiento obrero y su vanguardia, los debilitan a tal fin.

Como señalamos en la apertura del Congreso Mundial de la CMI en agosto de este año (https://www.marxist.com/alan-woods-on-world-perspectives-clear-the-decks-for-communism.htm), cualquier navegante que se respete sabe que para navegar un barco necesita de un mapa y de una brújula. Sin esos instrumentos cualquier navegante se desorientaría, y, de la misma forma, sin una perspectiva clara, una internacional revolucionaria también se desorientaría.

Por eso las perspectivas son tan importantes. Hay que comprender las tendencias generales que tienen lugar a nivel mundial, porque de ellas depende la exactitud de la estrategia y las tácticas de una organización revolucionaria.

La construcción de perspectivas debe llevarse a cabo con rigor científico. No es una cuestión secundaria, ni tampoco debe tomarse a la ligera.

La difusión de las ideas revolucionarias deben ser claras ante las masas y sobre todo en la vanguardia. Los intereses detrás de las guerras son totalmente capitalistas. Nuestro principal enemigo de clase está en casa. Hay que desenmascararlo para que los trabajadores y socialistas puedan desarrollar la formación de una dirección revolucionaria. Debemos ponernos en pie contra las propias burguesías nacionales, sus instituciones internacionales y el imperialismo.

La dirección de la clase obrera se forjará en la lucha de clases contra toda forma de opresión y explotación. Defender los principios de clase es dar fuerza a las ideas del marxismo revolucionario. Está planteada la necesidad urgente de la construcción de una internacional revolucionaria del proletariado, y es posible, empezando por casa. Cuando todas las contradicciones y presiones capitalistas se han acumulado la revolución que parece imposible se torna inevitable. Hay que preparar a nuestra clase de cara estas perspectivas.


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