Perú: la sorpresiva victoria de un dirigente sindical combativo en las elecciones presidenciales reflejo de la crisis de régimen

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Las elecciones en Perú el domingo 11 de abril produjeron una sorpresa mayúscula, la victoria contra todo pronóstico en la primera vuelta de Pedro Castillo, el dirigente de la huelga magisterial de 2017. En la segunda vuelta se va a enfrentar a la candidata fujimorista de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, en una expresión clara de la enorme polarización política en un país azotado por la crisis económica y la pandemia del Covid-19.

Que Pedro Castillo, de Perú Libre, haya quedado primero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales es un síntoma muy significativo de la crisis de legitimidad de las instituciones y partidos burgueses que es un aspecto central de la crisis de régimen que vive Perú. La misma también se expresó en las movilizaciones explosivas de noviembre en las que la irrupción de las masas rompió el frágil equilibrio institucional.

Pedro Castillo es conocido por ser el dirigente sindical magisterial que se puso al frente de la huelga indefinida de 2017, en una rebelión de las bases contra la dirección burocrática y entreguista del sindicato SUTEP (controlada por el Partido Comunista del Perú – Patria Roja).

Una de las consignas centrales de su campaña – “No más pobres en un país rico”- expresa el enorme malestar acumulado en Perú por las masas en contra de los capitalistas, las multinacionales y las élites políticas que representan sus intereses, que además están permeadas por un racismo y un desprecio de clase hacia los indios, hacia las masas pobres obreras y campesinas de las regiones y también hacia las zonas rurales. Perú Libre además se describe a sí mismo como un partido “marxista-leninista-mariáteguista” y utiliza claramente la palabra socialista en su programa y agitación.

El llamado a la Asamblea Constituyente, que ha sido un punto central de la campaña, conecta muy bien con el rechazo general, no solo a la Constitución vigente, elaborada bajo la dictadura de Fujimori, sino a todas las instituciones podridas y corruptas de la democracia burguesa. Castillo ha declarado que si el Congreso no acepta la convocatoria a una Constituyente, lo disolverá.

En la misma línea ha prometido disolver el Tribunal Constitucional, implicado en escándalos de corrupción, y elegir uno nuevo “por mandato popular y cada uno de los magistrados no va a depender de una bancada que lleva intereses políticos y económicos de su entorno; sino que tiene que convertirse en los verdaderos tribunos del pueblos para defender no una Constitución mafiosa, sino los derechos del pueblo.”

Este lenguaje de enfrentamiento frontal contra las corruptas instituciones burguesas es lo que le ha ganado al dirigente sindical magisterial el apoyo de importantes sectores de la clase trabajadora, de los maestros y de los campesinos pobres en las provincias del país, no solo en su Cajamarca natal, en el norte, sino también por todo el sur andino.

La victoria de Castillo representa el voto hacia el candidato que aparece como el más alejado y opuesto a la política oficial. El sindicalista ha anunciado que renunciará a su sueldo de presidente y vivirá con su sueldo de maestro, y que va a reducir a la mitad los sueldos de ministros, congresistas y altos cargos públicos.

Su programa además anuncia la nacionalización del “gas de Camisea gas de Camisea para todas las familias del Perú. Los pozos petroleros, el oro, la plata, hay que recuperar Machu Picchu y Perú Rail.” Propone la revisión de todos los contratos con las multinacionales para que en lugar de recibir el 70% de las utilidades y dejar al estado el 30%, sea al revés. Con ese dinero se financia un programa ambicioso de inversión y servicios públicos, dedicando el 10% del presupuesto nacional a educación, organizando una campaña de alfabetización y garantizando el derecho a la salud.

Con un programa así, no es sorprendente que los medios de comunicación burgueses se unieron en un coro para acusarle (falsamente) de estar manejado por Sendero Luminoso. La acusación no tiene base, Castillo perteneció y reivindica las rondas campesinas, nacidas en su provincia natal de Chota, en Cajamarca, para defender a los campesinos de la delincuencia y también de la penetración de Sendero Luminoso. En realidad, la organización política que los medios de comunicación acusan de ser el brazo político de Sendero hoy en día, el Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), llamó al voto nulo o abstención en las elecciones. En respuesta a las acusaciones Castillo dijo “cuando vas a decir la verdad, te dicen terrorista. Terrorismo es el hambre, es la miseria, es el abandono, son las grandes desigualdades, injusticias que se cometen en el país”. En cualquier caso, esta situación revela que agitar el fantasma del terrorismo ya no tiene el mismo impacto que pudo tener en el pasado.

La sorpresiva victoria de Castillo en la primera vuelta, un candidato al que los medios de comunicación tachan de “ultraizquierdista” sólo puede entenderse como resultado de la profunda crisis del régimen que vive Perú. Los últimos cinco presidentes del país han sido juzgados por corrupción, cuatro de ellos por haber recibido coimas del gigante brasileño de las obras públicas Odebrecht. Alan García se suicidó en 2019, en medio de acusaciones de corrupción. Alejandro Toledo está encarcelado en EEUU con pedido de extradición. Pedro Pablo Kuczynski cumple arresto domiciliario condenado por lavado de activos. Martín Vizcarra, el presidente anti-corrupción, fue también cesado, con acusaciones de corrupción, en una maniobra parlamentaria que desencadenó el movimiento de masas de noviembre pasado. También el ex-presidente nacionalista Ollanta Humala está investigado por el caso Odebrecht, y el dictador Alberto Fukimnori completa la lista, encarcelado por varios delitos, incluyendo el de corrupción.

Crisis económica y pandemia

Perú es un país rico, como señala Castillo, que se benefició durante casi 15 años del ciclo alcista de los minerales y materias primas. Entre 2003 y 2014 el PIB se multiplicó por cuatro, y también el PIB per cápita se multiplicó por tres. Sin embargo, ese aumento de la riqueza no hizo más que aumentar la polarización entre ricos y pobres, en una auténtica orgía de corrupción y dinero fácil que las élites se llevaron a sus bolsillos.

En el último año, Perú ha quedado devastada por la crisis económica y la pandemia Covid-19. La desastrosa gestión de la pandemia por parte del gobierno ha llevado a cifras espantosas de 55.000 muertos oficiales, y más de 1,6 millones de casos acumulados (con una población de 32 millones de habitantes. Perú es el país del mundo con el mayor porcentaje de exceso de muertes (140% comparado con un año normal), y el país del mundo con mayor número de muertes por millón de habitantes. Teniendo en cuenta ese parámetro, muertes en exceso, la cifra total sería de 150.000 fallecidos.

Para añadir insulto a injuria, el país se vio envuelto en el escándalo del vacunagate, por el que altos funcionarios del gobierno se vacunaron antes que la población, saltándose las prioridades médicas y utilizando en secreto dosis que estaban destinadas a los análisis clínicos.

El PIB cayó en 2020 en un 11.1%, la peor recesión en 30 años, siendo el segundo país más golpeado por la crisis de toda América Latina. Se destruyeron dos millones de empleos, duplicando la tasa de desempleo a un 14,5%. Sin embargo, estas cifras solamente reflejan el empleo formal, en un país donde el 70% de los trabajadores no tienen contrato. 1,8 millones de personas engrosaron las listas de la pobreza que afecta al 27,5% de la población, un aumento de 6 puntos desde 2019.

Las zonas más golpeadas por la crisis y la pandemia han sido las que han dado un mayor porcentaje de voto a Castillo: 54% en Huancavelica donde la pobreza supera el 35%, 51% en Ayacucho, 53% en Apurímac, 44% en su región natal de Cajamarca donde la pobreza alcanza al 38% de la población, 47% en Puno, 37% en Cusco (donde la otra candidata de la izquierda Verónika Mendoza de Juntos Por Perú, consigue un 20%), etc. En total Castillo gana en 17 de los 26 departamentos del país, y sus peores resultados son en la capital Lima, donde queda quinto con un 7,88%.

De los resultados también hay que destacar la gran cantidad de votos nulos y blancos que son también una expresión del hartazgo con la política oficial. Se contabilizaron más de dos millones de votos blancos (el 12% de los emitidos), lo que en realidad colocaría al voto blanco como segundo en la elección presidencial, por detrás de Castillo (que recibió 2,6 millones, un 19% de los votos válidos).

Los tres partidos que formaron los últimos gobiernos de Perú han quedado por debajo del 5% necesario para mantener el registro electoral.

El programa de Perú Libre

Es cierto, el programa de Perú Libre no es un programa socialista, que plantee la nacionalización de los medios de producción y la expropiación de los capitalistas. Es un programa nacionalista que se inspira explicitamente en la experiencia de los gobiernos de Evo y Correa, con la idea de usar los recursos naturales del país para financiar el desarrollo nacional y la salud y la educación del pueblo.

Se plantea revertir los contratos con las multinacionales, y sólo en caso de que se nieguen serían nacionalizadas. A pesar de todas las palabras acerca del marxismo y del socialismo, es un programa reformista, que se mantiene dentro de los límites del sistema, y habla de rechazar el “neoliberalismo” pero apoyar al empresariado nacional.

El principal problema es que los límites del sistema, en un país dominado por el imperialismo como Perú, y en medio de una crisis económica mundial sin precedentes como la que estamos viviendo, son muy, muy estrechos.

Si Castillo gana las elecciones presidenciales y trata de llevar a la práctica el programa que defiende, inevitablemente se va a enfrentar con la reacción virulenta de los capitalistas y el imperialismo, para quienes incluso este programa limitado es una amenaza a sus intereses y privilegios. No solamente por el hecho de que promete revertir las relaciones con las multinacionales, sino por las expectativas que puede levantar entre la mayoría de trabajadores y campesinos pobres. En una situación como la que ya vive el país, de efervescencia social, lo que más teme la clase dominante es que un enfrentamiento entre un gobierno de Castillo pueda abrir el camino a la acción de las masas en las calles.

Es importante mencionar, que hay también otros aspectos del programa de Perú Libre que reflejan prejuicios reaccionarios, como la oposición al matrimonio igualitario, el ataque xenófobo a los extranjeros “delincuentes”, el rechazo a una supuesta “ideología de género”, su postura poco clara respecto al aborto (él lo ha rechazdo públicamente, luego dice que sería materia a decidir en la Constituyente, pero el programa oficial habla de “despenalización”). Hay que combatir esos prejuicios.

En estos aspectos, Castillo está en el extremo opuesto a la otra candidata de la izquierda, Verónika Mendoza, de Juntos Por Perú, que pone todo el énfasis en cuestiones de derechos democráticos y de identidad, pero al mismo tiempo rebajaba su programa y trata de apaciguar a los empresarios (a los que denominó como “aliados estratégicos para el desarrollo del país”). No es casualidad que, conforme avanzaba la campaña y Mendoza rebajaba sus postulados, caía su intención de voto y aumentaba la de Castillo. Otro aspecto que minó la campaña de Mendoza fue su falta de vinculación con las luchas concretas de los trabajadores (a pesar de contar con el apoyo oficial de la dirigencia de la CGTP), algo que sí estaba muy claro en el caso de Castillo, cuyo principal autoridad proviene de su papel dirigente en la huelga indefinida magisterial de 2017, contra la dirección burocrática del sindicato. En resumen, Mendoza no logró conectar con el Perú profundo obrero y campesino, con los más oprimidos, su lenguaje y propuestas conectaban más con la juventud urbana.

Bajo presión de la opinión pública burguesa Mendoza se ha apresurado a desmarcarse de Venezuela, denunciando “la dictadura” de Maduro, mientras que Castillo se ha negado a hacer concesiones y ha expresado su apoyo a Venezuela ante el imperialismo.

Finalmente, hay que mencionar, que las posturas políticas del dirigente de Perú Libre, Vladimir Cerrón, en el fondo tienen un fuerte elemento heredado del etapismo estalinista-maoista, combinado con cuestiones aberrantes como el apoyo abierto a Stalin y a Putin, ambos colocados en el mismo plano. Esta política, a pesar de que el partido se reivindique mariateguista, es contraria al pensamiento del amauta Mariátegui, que en Aniversario y balance dijo claramente “la revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista.” (ver Mariátegui y la revolución permanente)

La segunda vuelta va a enfrentar a Pedro Castillo contra la candidata de la derecha fujimorista, Keiko Fujimori, y será un reflejo de la polarización política en Perú, y del colapso del centro.

La clase dominante va a tratar de derrotar a Castillo por todos los medios, aunque Fujimori no representa más que a un sector de la burguesía. Al mismo tiempo, ante la posibilidad de que Castillo pueda ganar las elecciones van a ejercer toda la presión posible para moderar su programa y su lenguaje. Ya podemos ver indicios de esto. En una de sus primeras declaraciones postelectorales, Castillo declaró: “Basta de modelos, no se encierren, no se encasillen, no se aíslen […] Creo que no hay que pensar en derecha o izquierda, porque eso le queda pequeño, reducido, a los grandes problemas que tiene el país.”

Tenemos que decir claramente que la crisis a la que se enfrenta Perú es parte de la crisis capitalista mundial. Esa es la causa de la crisis, no la corrupción, ni el “neoliberalismo” que son solo expresiones y síntomas de la misma. La solución por lo tanto no es cambiar la Constitución, aunque ciertamente es un escándalo que la Constitución de Fujimori de 1993 siga vigente. La solución no es ni siquiera cambiar los contratos con las multinacionales. No se trata de ajustar las aristas del sistema, es el propio sistema el que está podrido hasta el tuétano.

La solución es en primer lugar poner la riqueza del país en manos de la clase trabajadora y eso requiere la nacionalización de las multinacionales pero también la expropiación de los grandes grupos empresariales representados en la CONFIEP. Sobre esa base se puede lograr que “no haya pobres en un país rico”. Para eso tiene que gobernar la clase trabajadora con el apoyo del campesinado pobre con una perspectiva revolucionaria e internacionalista.

En la medida en que no existe una alternativa socialista revolucionaria clara, es obvio que sectores muy amplios de obreros y campesinos han expresado y expresarán a través de la candidatura de Castillo su rechazo al orden establecido y su búsqueda de soluciones que favorezcan a los intereses de la mayoría.

Esa va a ser una etapa necesaria en el proceso de toma de conciencia. Las masas van a tener que poner a prueba las ideas y el programa de Castillo y Perú Libre. Los marxistas revolucionarios tenemos la obligación de acompañar a las masas en esta experiencia, hombro con hombro, explicando pacientemente las limitaciones del programa, animando a las masas a confiar solamente en sus propias fuerzas, a la lucha obrera y de los oprimidos y ayudando a sacar las conclusiones necesarias.

No más pobres en un país rico, expropiar a las multinacionales y los capitalistas, por un programa de revolución socialista.