Nicaragua sandinista: lecciones de la revolución que no se completó

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El 19 de julio de 1979, Anastasio Somoza Debayle, el tercer Somoza en el poder, fue derrocado por la huelga general y la insurrección de los campesinos y obreros de Nicaragua. La revolución sandinista logró conquistas sociales muy importantes como el sacar del analfabetismo a un país donde la inmensa mayoría no había leído ni una sola palabra en su vida. Se nacionalizaron las propiedades de los Somoza, lo cual no fue suficiente para acabar con el capitalismo. La revolución, que tuvo su motor en las masas de campesinos y obreros, al final derivó en la ilusión de poder conciliar los intereses de las distintas clases. Su fracaso echó abajo las ilusiones de poder desarrollar una tercera vía distinta al capitalismo y al socialismo. Recordar el valeroso ejemplo y sacrificio de miles de obreros y campesinos nicaragüenses y las causas de la derrota, es vital para poder completar las tareas pendientes.

La balcanización de Centroamérica

Con la independencia de México en 1821 hubo intentos primeramente de sumar a Centroamérica, como el del imperio de Iturbide durante 1822. Aunque se dio una lucha revolucionaria de masas por la independencia en lo que hoy es México al final fracasó. La monarquía española era incapaz de sostener sus antiguas colonias y la separación de España se dio por arriba. Iturbide era un viejo realista que en el último momento cambio de bando declarando la independencia y un nuevo imperio en el que se proclamó emperador. El imperio de Iturbide fue incapaz de generar la unidad nacional y estabilidad en ese extenso territorio. No ofreció solución a los problemas heredados de la Colonia y trató de mantener la anexión de América Central por la vía de las armas. Al no ver una diferencia real con los viejos conquistadores Centroamérica finalmente se separó.

Las oligarquías centroamericanas no fueron mejores que Iturbide y fueron incapaces de llevar adelante siquiera la unidad nacional. Hubo intentos serios por consolidar la República Federal de Centroamérica, Francisco Morazán encabezó la revolución burguesa lo que implicaba primeramente quitar los privilegios de la Iglesia. Eliminó los diezmos, confiscó los bienes de la Iglesia, separó la Iglesia del Estado, se estableció el matrimonio y el divorcio secular, se decretó la libertad de culto, se construyeron carreteras y escuelas, se decretaron leyes de libre comercio, etc. Finalmente Morazán y la revolución burguesa fueron traicionados por las propias oligarquías que fueron incapaces de sentar las más mínimas bases que permitieran el desarrollo capitalista en la naciente república. Los oligarcas nicaragüenses fueron los primeros en separarse de Centroamérica en 1838, desatando la balcanización de toda la región. Partiendo el cuerpo vivo de Centroamérica, la dividieron en pequeños países débiles e inviables.

Constante acoso imperialista

La débil Nicaragua siempre estuvo expuesta al acoso de las grandes potencias tanto para saquearla y explotarla como por su importancia geográfica. Aun después de la independencia de España, la Gran Bretaña mantuvo el control hasta 1893 de una zona de la costa Atlántica conocida como Costa Mosquitía. Después fue el imperialismo estadounidense quien la mantuvo subordinada. Los imperialistas británicos y estadounidenses aspiraban a construir un canal para el transporte de mercancías similar al que se haría en Panamá, incluso hicieron planes de su elaboración sin tomar en cuenta al gobierno nicaragüense, aunque finalmente no lo realizaron.

Los imperialistas estadounidenses invadieron Nicaragua infinidad de veces. Su desprecio hacia este país se puede observar en 1855 cuando los filibusteros norteamericanos encabezados por William Walker hicieron una invasión armada cuando el país se encontraba en medio de una guerra civil. Este aventurero se autoproclamó presidente.

Otro ejemplo lo podemos ver con el derrocamiento del gobierno bonapartista de José Santos Zelaya, de tinte nacionalista burgués, que buscaba el progreso de Nicaragua y la unidad de Centroamérica y estaba tomando medidas para limitar el poder de los imperialistas, incluyendo la recuperación del Mosquitía que seguía bajo control británico. Los imperialistas estadounidenses apoyaron levantamientos armados de los conservadores y generaron acciones para desestabilizar y derrocar al gobierno de Zelaya. El 16 de noviembre de 1909, dos estadounidenses fueron fusilados por intentar destruir un barco del ejército Nicaragüense con 500 tripulantes, ese fue el pretexto idóneo para que EEUU invadiera Nicaragua, derrocando al gobierno de Santos Zelaya.

Dos años después aprobarían el tratado Brayan-Chamorro que  le daba el permiso exclusivo a EEUU para construir un canal interoceánico (lo cual eliminaba competencia con el canal de Panamá bajo su control), se arrendaba el Golfo de Fonseca a EEUU por 99 años y a cambio se daba una indemnización de 3 millones de dólares que sirvió de abono para pagar una parte de la deuda que tenía con EEUU (Enrique Camacho Navarro, Los Usos de Sandino).

Una burguesía incapaz y entreguista

La burguesía nicaragüense históricamente se agrupó en dos bloques, constituyendo los partidos conservador y liberal, que defendían los intereses de ciertos sectores de su clase pero sus programas y sus acciones al final no difirieron mucho. Durante casi un siglo sus diferencias las resolvieron con las armas en la mano, esto lo vimos con guerras civiles y disputas entre Granada y León, la primera representando a los sectores oligarcas históricos que se dedicaban a la cría de ganado y la segunda a los sectores liberales más orientados a la agricultura.

Tanto los liberales como los conservadores fueron incapaces de dar estabilidad y generar un desarrollo del capitalismo, manteniendo a Nicaragua en un profundo atraso. Si bien se desarrollaron relaciones capitalistas en el país, nunca fueron capaces de generar una industrialización manteniéndolo bajo una economía fundamentalmente agraria. Los liberales y los conservadores, es decir la burguesía nicaragüense, siempre han sucumbido de manera vergonzosa ante las presiones y los intereses de los imperialistas estadounidenses.

Nicaragua tuvo un desarrollo desigual y combinado. Como explicara Carlos Fonseca se tenía por un lado un sector capitalista “basado en la más absoluta dependencia del capital extranjero” y por el otro, relaciones de producción en el campo que no eran sino “remanentes feudales” (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

Las inversiones de los imperialistas fueron pequeñas comparadas con otras economías. En 1908 fueron de 1 millón de dólares, en 1919 de 7.3 millones de dólares y para 1929 de 17.3 millones. Para darnos una idea más clara, en ese último año los EEUU hicieron inversiones en Venezuela de 162 millones de dólares. Para los EEUU, Nicaragua tenía una mayor importancia geográfica que económica para los EEUU (Enrique Camacho Navarro, Los Usos de Sandino).

La llegada del ferrocarril a Nicaragua en 1880 permitió un desarrollo del comercio donde se vio particularmente beneficiada la industria del café, que se convirtió en la principal fuente de exportación alcanzando un 62% de este rubro en 1929. Se empezaron a desarrollar también algunas minas de oro.

Augusto Cesar Sandino

Augusto Nicolás Calderón Sandino era el nombre real de quien pasara a la historia como Augusto Cesar Sandino. De origen humilde, hijo de una empleada doméstica y campesina y de un rico hacendado que siendo adolescente lo mantuvo como empleado de su finca. A los 17 años el joven salió de su casa. En Centroamérica y México trabajaría como obrero, siendo en este último país mecánico en una empresa petrolera norteamericana, antes de que esta industria fuera nacionalizada por el general Lázaro Cárdenas.

«Soy trabajador de la ciudad, artesano, como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y ajena sangre. Que soy plebeyo, dirán los oligarcas o sea las ocas del cenagal. No importa, mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza,” dijo Sandino sobre él mismo.

La revolución mexicana causó un fuerte impacto sobre el dirigente nicaragüense. Carlos Fonseca Amador, el futuro dirigente del Frente Sandinista de Liberación Nacional, señala al respecto que cuando llegó a México “aún se olía la pólvora de las balas disparadas por los oprimidos campesinos que encabezó el guerrillero Emiliano Zapata” (Carlos Fonseca Amador, Sandino, Guerrillero Proletario). Fue justamente en este país que los obreros anarcosindicalistas le regalan una bandera rojinegra que se convertiría en su símbolo de lucha y en el futuro del FSLN.

La guerra de liberación nacional

Nicaragua vivía en inestabilidad permanente. Desde 1912 hubo invasiones constantes de los EEUU, que en realidad se prolongarían hasta 1933 cuando formaban la Guardia Nacional. Después de haberse celebrado elecciones en 1924 y formado el gobierno liberal de Adolfo Díaz, en agosto de 1925 EEUU retira sus tropas de Nicaragua. El 17 de enero de 1926, el conservador Emiliano Chamorro Vargas, hizo un golpe de estado contra el gobierno liberal, rompiendo la frágil estabilidad y desatando una guerra civil con un levantamiento liberal y poco tiempo después se vio el regreso de las tropas estadounidenses a petición de los propios conservadores. El movimiento desembocaría en una lucha de liberación nacional contra la invasión imperialista.

Sandino dejó su trabajo de obrero petrolero en México y regresó a Nicaragua. Con un grupo de cerca de 30 mineros, se fue a combatir a las Segovias. Con algunos descalabros iniciales finalmente logró levantar en armas al campesinado de la zona, integrándose al Ejercito Liberal Constitucionalista. Los dirigentes liberales traicionan la lucha y llegan a un acuerdo con los imperialistas. En el pacto conocido como del Espino Negro, se acuerda el reconocimiento del presidente Adolfo Díaz, el desarme de ambos bandos y la creación de la Guardia Nacional. Con las tropas invasoras en Nicaragua, acordar el desarme significaba una verdadera claudicación.

Carlos Fonseca lo señaló correctamente: “El traidor pacto liberal de El Espino Negro demostró que la burguesía nacional nicaragüense se asociaba definitivamente a las clases feudales y reaccionarias. Más que nunca se justificaba el dicho popular de que ‘cinco oligarcas conservadores más cinco oligarcas liberales suman diez bandidos’” (Carlos Fonseca Amador, Sandino, Guerrillero Proletario).

Sandino fue un luchador consecuente. Su lucha fue antiimperialista pero no rebasó los límites del nacionalismo. A diferencia de los traidores burgueses liberales él no claudicó frente a los imperialistas. Se negó a entregar las armas y continuó la lucha contra la ocupación llamando a sus tropas el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua (EDSN).

El comandante norteamericano G.D. Haitfield le envió una carta a Sandino invitándolo a sumarse al pacto del Espino Negro y entregar las armas. Recibió esta contundente respuesta:

“Recibí ayer su comunicación y estoy enterado de ella. No me rendiré y aquí lo espero. Yo quiero patria libre o morir; no les tengo miedo; cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan”
Sandino, el general de los hombres libres, vivió en carne propia la traición de la burguesía liberal, en 1930 declaró: “Hasta el presente nuestro ejército reconoce el apoyo que los sinceros revolucionarios le han prestado en su ardua lucha; pero con la agudización de la lucha, con la creciente presión por parte de los banqueros yanquis, los vacilantes, los tímidos, por el carácter que toma la lucha, nos abandonan, porque sólo los obreros y campesinos irán hasta el fin, sólo su fuerza  organizada logrará el triunfo” (Carlos Fonseca Amador, Sandino, Guerrillero Proletario)..

La lucha de Sandino nos deja en claro la necesidad de la independencia de clase y que no se puede confiar en ningún bando de la burguesía pues siempre terminan traicionando.

Sandino y el comunismo internacional

La lucha de Sandino recibió un importante apoyo internacional. Luchadores de diversos países de Latinoamérica se sumarían a su ejército. Entro ellos se encontraba el comunista salvadoreño Farabundo Martí. En México se formaría la campaña de solidaridad Manos Fuera de Nicaragua, donde distintas agrupaciones hicieron frente único a favor de la causa de Sandino, aunque la dirección política la llevaba el Partido Comunista Mexicano (PCM). En la misma jugó un papel importante el fundador del Partido Comunista Cubano Julio Antonio Mella. Esta campaña enviaba apoyo material al EDSN además de que hicieron agitación antiimperialista dentro del movimiento obrero.

Era de esperarse que Farabundo Martí tratara de influir y atraer a las ideas del comunismo a héroe de las Segovias, sin embargo esto fue fuente de desacuerdos que los llevarían al rompimiento. Farabundo dijo duras palabras contra Sandino tachándolo de un traidor, de un caudillo pequeño burgués que aspira a gobernar Nicaragua dentro de los modelos semifeudales y semicoloniales. Sandino por su parte dijo a un periodista español:

“En distintas ocasiones se ha tratado de torcer este movimiento de defensa nacional, convirtiéndolo en una lucha de carácter más bien social. Yo me he opuesto con todas mis fuerzas. Este movimiento es nacional y antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad para Nicaragua y para todo Hispanoamérica. Por lo demás, en el terreno social, este movimiento es popular y preconizamos un sentido de avance en las aspiraciones sociales. Aquí han tratado de vernos, para influenciarnos, representantes de la Federación Internacional del Trabajo, de la Liga Antiimperialista, de los Cuáqueros… Siempre hemos opuesto nuestro criterio decisivo de que esta era esencialmente una lucha nacional. [Farabundo] Martí, el propagandista del comunismo, vio que no podía vencer en su programa y se retiró” (ver Jorge Arias Gómez, Farabundo Martí, también ver  www.rebelion.org/noticia.php?id=85748).
Estos dos revolucionarios tuvieron fuertes diferencias pero también se guardaron un mutuo respeto hasta el final de sus vidas.

El rompimiento de los comunistas con Sandino coincide con el llamado tercer periodo, un giro ultraizquierdista y sectario de los estalinistas que caracterizaron a los socialdemócratas en Europa como socialfascistas. En Nicaragua a Sandino se le tachó de un pequeño burgués aventurero vendido a los intereses de los yanquis.

“La Traición de Augusto C. Sandino” fue el titular del número extra de junio de 1930 de El Machete, periódico del Partido Comunista Mexicano. El PCM denunció que Sandino se alió con el gobierno mexicano de Portes Gil y le exigía que lo denunciara públicamente como contrarrevolucionario. Señalaron que no podía haber lucha antiimperialista sin una cooperación con las organizaciones revolucionarias, obreras y campesinas, es decir que sin la alianza con el PCM no podría haber lucha antiimperialista, desde su punto de vista.

El PCM llega a poner algunas ideas correctas o casi correctas, aunque dentro de un marasmo de críticas sectarias. En El Machete del 10 de mayo de 1931 hablando sobre Sandino se dice: “hemos señalado la falta de un programa de reivindicaciones para los obreros y campesinos y hemos insistido en la necesidad de ampliar el movimiento, dándole una base de masas y una dirección proletaria clasista, única forma de asegurar la continuidad de la lucha hasta el fin”. Claro que desde su sectario punto de vista se debía separar a Sandino y poner a comunistas al frente, aunque el Partido Comunista en Nicaragua no se formó hasta 1944.

Acusan a Sandino de llegar a acuerdos con Washington, de venderse a los imperialistas, etc. Esta campaña de calumnias contra Sandino basándose en medias verdades, mentiras abiertas y calumnias es el método clásico de los estalinistas. En su lucha contra León Trotsky hicieron una campaña similar aunque aún más fuerte para llenar de tierra los ojos del movimiento obrero a nivel internacional sobre su verdadero papel.

Sandino no fue un comunista y tuvo muchas vacilaciones pero se negó a entregar las armas y dio una lucha hasta la muerte contra el imperialismo. Era completamente necesario dar un apoyo crítico y compañero a su lucha y participar activamente en la misma, sin por eso dejar de criticar sus limitaciones, luchando por conquistar la dirección política del movimiento. Esa virulenta política antisandinista sectaria del estalinismo fue asumida desde su fundación por el Partido Socialista Nicaragüense (PSN), nombre que asumiría el Partido Comunista en este país.

Una de las razones por las que Sandino tuvo que firmar un acuerdo de paz, en febrero de 1933, fue porque su movimiento se había quedado aislado internacionalmente. El PCM es claramente responsable de esto y en la práctica le hizo el juego a los imperialistas.

Augusto Cesar Sandino cometió muchos errores, pero rompió esa tradición claudicante de liberales y conservadores. Su lucha fue un ejemplo para las futuras generaciones, que supieron quitar el lodo con que lo cubrió el somocismo y el estalinismo y siguieron su ejemplo. Los sandinistas estudiaron profundamente esta lucha y continuaron su tradición, asumiendo un programa que no solo planteaba reivindicaciones inmediatas, sino la expropiación de los medios de producción y la banca y el establecimiento de una economía planificada.

El Somocismo

Las tropas estadounidenses que ya tenían bastantes problemas con la crisis de 1929 y la lucha antiimperialista en Nicaragua finalmente tuvieron que abandonar el país en enero de 1933.  Se firma la paz con Sandino que mantiene a un grupo de 100 hombres armados como protección aunque esto no le salvó de la muerte. Tendiéndole una trampa, Sandino fue asesinado el 21 de febrero de 1934 lo que bastó para dispersar a su ejército.

El imperialismo aliandose a los conservadores y liberales forma la Guardia Nacional, reclutando a campesinos bajo el mando de oficiales norteamericanos. Al frente de la misma se puso a un hombre gris llamado Anastasio Somoza García quien en poco tiempo se apoderaró por completo del poder. El ascenso de la lucha de las masas combinado con la incapacidad de la burguesía de dirigir a la sociedad derivó en un gobierno bonapartista.

El bonapartismo es un fenómeno que se da dentro del Estado cuando la burguesía pierde el control político del mismo y domina la fuerza bruta expresada como el poder de un solo hombre. Este fenómeno puede surgir en momentos de gran polarización social. El objetivo del bonapartismo es mantener al sistema capitalista, de tal forma que la burguesía sigue siendo la clase dominante. La burocracia estatal exige mayor riqueza y su poder se incrementa, maniobra entre las clases y puede incluso llegar a reprimir a la propia burguesía o a un sector de la misma. En el caso de Nicaragua el bonapartismo sirvió para que la alta burocracia estatal se convirtiera a su vez en el sector dominante de la burguesía.

El primer Somoza en el gobierno hizo un esfuerzo por unificar a los distintos sectores de la burguesía para que convivieran pacíficamente. Hizo también algunas concesiones a obreros y campesinos. Aunque podía balancearse entre las clases al final defendía los intereses del sistema en su conjunto. A la par de que hacía concesiones era muy duro y represor contra sus opositores. Franklin D. Roosevelt diría: «Puede que [Somoza] sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Un Estado formado bajo la tutela de los imperialistas y que protegiera sus intereses, era mejor que una invasión directa como había hecho en el pasado. El estado somocista también jugaba un roll contrarrevolucionario ayudando a hacer el trabajo sucio del imperialismo en Centroamérica y el Caribe.

De 1933 a 1979 la familia Somoza gobernó Nicaragua, aunque por breves periodos de tiempo dejaron la presidencia mantenían en realidad el control del Estado. Anastasio Somoza García fue asesinado en la ciudad de León en 1956 por Rigoberto López Pérez, su hijo Luis Somoza Debayle asumiría la presidencia y más tarde haría lo propio Anastasio Somoza Debayle, quien sufriría un destino similar al de su padre. Desterrado después de la revolución de 1979, cae abatido en su exilio en Paraguay por las balas de una guerrilla argentina.

Mientras gobernó Nicaragua la familia Somoza aprovecha el control estatal para fortalecer su poder, convirtiéndose en los principales terratenientes y burgueses del país; se calcula que eran dueños del 30% de las tierras cultivables y su fortuna ascendió a 650 millones de dólares, más del triple del presupuesto nacional evaluado en 200 millones de dólares; eran dueños de decenas de grandes empresas. Esto contrastaba con la inmensa pobreza de los campesinos y obreros. Un 70% de la población era analfabeta (Hedelberto López Blanch, Las mascotas de la guerra).

Ya desde la década de 1950 se empieza a implementar un nuevo cultivo en el país, el algodón. Este tuvo un impacto negativo entre los pequeños propietarios de tierras y un efecto mayor de proletarización en el campo, más que con cualquier otro producto agrícola en el pasado. A mediados de los años 70, el 90% de la superficie algodonera pertenecía a grandes latifundistas. La entrada del algodón afianza las relaciones capitalistas en el campo, mientras se incrementaba la desigualdad. En 1963 el 0.1% más rico de la población rural poseía el 20% de las tierras, mientras que el 50% más pobre apenas poseía el 3%.

Con la expansión capitalista venida después de la segunda guerra mundial, sumado a la formación del Mercado Común Centroamericano, Nicaragua tiene un cierto desarrollo, aunque mucho menor al de otros países de la región. La población de Managua se duplicó durante los años 50 y prácticamente ocurrió lo mismo durante la siguiente década. En 1969 una cuarta parte de los habitantes de la capital vivian con menos de 100 dólares al mes. A finales de los años 70, la mitad de la población vivía en zonas urbanas (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

El impacto de la revolución Cubana

Cuba, un pequeño país con una economía agrícola y un capitalismo poco desarrollado, vivía bajo la dictadura de Fulgencio Batista. La revolución cubana que derrocó a este régimen fue un enorme imán y ejempló en Latinoamérica, más aun para un país como Nicaragua que vivía condiciones similares. Se puso sobre la mesa la lucha armada y por consiguiente el rescate de la figura y tradición de Augusto Cesar Sandino. Había un enorme entusiasmo en el país que se reflejó con manifestaciones de apoyo, sumado a un ambiente de conspiración contra el somocismo entre la población.  Se dieron diversos intentos de golpes de Estado y pequeños levantamientos armados. El viejo Ramón Raudales cercano a los 70 años, quien combatiera en el ejército de Sandino, con unos 25 jóvenes se alzó en armas pero pronto fueron derrotados y Raudales muerto en combate.

Diversos nicaragüenses de oposición fueron a la misma Cuba a ver la revolución y en busca de apoyo. Viniendo Fidel de un partido burgués, el ortodoxo, y  planteando en el primer momento un programa que no trascendía a la revolución democrático burguesa con concesiones sociales para las masas, incluso un sector de la burguesía nicaragüense vieron en un inicio a Cuba como el referente a seguir. Pedro Joaquín Chamorro encabezó un grupo organizado dentro de un Directorio Revolucionario y un Comité Revolucionario, que solicitaron a los revolucionarios cubanos apoyo para organizar una invasión armada a Nicaragua. El Che Guevara en persona los atendió y les dijo con franqueza: “Miren ustedes. Yo pienso lo mismo que Fidel. Me parece que ustedes no son capaces de hacer una revolución en Nicaragua. Más bien soy partidario de dar ese apoyo a otros grupos de tendencia progresista. Sin embargo, si ustedes están decididos a hacer su movimiento, pues háganlo y cuando ya estén metidos en territorio nicaragüense y hayan liberado una franja del mismo, seriamos unos canallas si no los apoyáramos” (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

El grupo al que finalmente apoyaron los revolucionarios cubanos fue el Comité para la Liberación de Nicaragua. Prepararon la invasión desde Honduras pero antes de poderla realizar fueron emboscados en El Chaparral el 24 de junio de 1959, sin poder los guerrilleros presentar resistencia. 9 combatientes fueron asesinados mientras los emboscaban o ejecutados posteriormente, otros 15 fueron llevados al hospital de la prisión de Tegucigalpa, incluyendo a Carlos Fonseca Amador. Rafael Somarriba, quien dirigía esta empresa, huyó y así este movimiento fue desbaratado sin hacerle un solo rasguño al gobierno de Somoza.

La revolución Cubana también abrió un conflicto en el PSN. Para darnos una idea del papel del estalinismo habría que señalar que el PSN fue fundado en un mitin en apoyo a Somoza. Como el resto de los partidos estalinistas a nivel internacional defendía una política de alianza con la burguesía “progresista”. Esta posición había llevado a un PSN oportunista, conservador, burocrático e incapaz de llevar adelante una lucha revolucionaria. El PSN descartaba la posibilidad de que en Nicaragua se pudiera realizar la revolución socialista. Fonseca no vio el rompimiento con el PSN como un alejamiento de la teoría marxista sino como una reafirmación de las auténticas ideas marxistas, aunque en realidad Fonseca no logró sacar todas las conclusiones de éste pensamiento.

Esa incapacidad de enfrentar consistentemente al somocismo también era cierto para los partidos tradicionales burgueses tanto el liberal (en el que se apoyaba Somoza) como el conservador. Una nueva generación de revolucionarios debía asumir las riendas de cambiar la historia y así fue asumida por los jóvenes de vanguardia.

Carlos Fonseca Amador había sido un destacado dirigente estudiantil, tanto de secundaria como de la universidad. El 23 de julio de 1959, después de la masacre de El Chaparral, los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) realizaron una manifestación exigiendo el respeto a su vida y en protesta a esta masacre.  Los jóvenes que entrarían a la lucha en ese periodo se conocerían como la generación del 23 de julio.

La fundación del FSLN

El FSLN se forma al calor del ímpetu de la lucha, bajo la necesidad de unir los esfuerzos de quienes veían en la vía armada la alternativa, aunque políticamente eran heterogéneos. Sobre esto Carlos Fonseca diría:

“El Frente no nació de una asamblea o de un congreso, ni lanzó una proclama anunciando su creación. Ni tampoco presentó un programa. En el Frente primero fue la acción y en base a sus primeras experiencias fue formulando y reformulando, porque siempre ha tenido un gran sentido autocrítico, su programa, su estrategia y su táctica. El FSLN es un producto genuino de la historia popular de Nicaragua”.
Esta falta de formación, que generaría serios errores tácticos y de orientación política, le dio al Frente Sandinista un carácter heterogéneo desde el inicio. Mientras vivió Carlos Fonseca, pudo dar una cierta consistencia política y un carácter claramente revolucionario y socialista a la organización, pero esto cambiaría cuando ya no estuvo presente.

Había una búsqueda incesante, sobre todo entre los jóvenes, por construir una organización más amplia que siguiera los ideales de la revolución cubana. Un grupo proveniente del PSN, quienes habían construido, todavía dentro del  partido, la Juventud Democrática Nicaragüense (JDN), asistieron a un encuentro de exiliados nicaragüenses el 21 de febrero de 1960 en Maracaibo, Venezuela, donde entrarían en contacto con nuevos jóvenes que a la postre formarían el FSLN.

Algunos de los miembros de la JDN, incluyendo a Carlos Fonseca y Silvio Mayorga, formarían en el exilio en Cuba, en Costa Rica y México la Juventud Revolucionaria Nicaragüense (JRN), quienes desarrollaron algún trabajo entre obreros costarricenses pero sin tener presencia en la propia Nicaragua. Entre la juventud conservadora también se da un proceso de radicalización y rompimiento, quienes constituyen la Juventud Patriótica Nicaragüense que entraría en contacto con la JRN sentando las bases para un trabajo a lo interno del país, desarrollando distintas movilizaciones anti-somocistas en Managua, Matagalpa y Carazo.

Finalmente estas iniciativas derivarían en la conformación del Movimiento Nueva Nicaragua (MNN). Su base era principalmente de estudiantes destacando Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, Tomás Borge y Julio Buitrago, pero también se encontraban obreros como José Benito Escobar, campesinos como Germán Pomares, algún pequeño empresario como Julio Jerez Suárez y Santos López, antiguo combatiente del ejercito del general Augusto Sandino.

En sus estatutos se puede leer que “El Movimiento Nueva Nicaragua tiene como misión histórica organizar al pueblo nicaragüense para que ocupe el puesto de vanguardia en la patriótica lucha por lograr una profunda transformación revolucionaria del país”… “Lucha por realizar una verdadera Revolución. Por liberar al país de la opresión del imperialismo extranjero que ha padecido por más de cuatro siglos. Por verificar una Reforma Agraria Revolucionaria que liquide el feudalismo. Todo ello para impulsar impetuosamente el progreso material y espiritual de la nación y poner fin para siempre a la tremenda miseria que sufre el pueblo y al criminal despilfarro de la oligarquía”. Señala la necesidad de estudiar la ideología revolucionaria, sin especifica alguna en particular, pero reivindica el ejemplo de diversos héroes nicaragüenses, en particular Augusto C. Sandino (Estatutos del Movimiento Nueva Nicaragua, cedema.org.)

El MNN desapareció, pero gran parte de sus integrantes constituirían en el año 1961 o 1962 el Frente de Liberación Nacional que poco después se le añadiría en sus siglas la palabra Sandinista, constituyendo el FSLN. Tomás Borge habla que fue en una reunión en la que se constituyó la nueva organización, pero es probable que esta no hubiera existido en realidad. La organización, creada al calor de la lucha y de los acontecimientos, no contó en un inicio con programa, ni una ideología definida. No fue sino hasta 1969 que el FSLN redactaría su llamado programa histórico.

La formación del Frente coincidió con el auge de la revolución Cubana que al llevar adelante el programa democrático y las reformas sociales generó de inmediato un choque con la burguesía, si la revolución quería mantenerse en píe frente al acoso de la contrarrevolución burguesa debía ir a la ofensiva y así fue, se nacionalizaron las empresas y la banca y se acabó con el capitalismo, estableciendo una economía planificada. En marzo de 1961 Fidel Castro declaró el carácter socialista de la revolución. Los años 60 en Cuba fueron años de polémicas y debates, de vitalidad de la discusión revolucionaria y de genuino entusiasmo entre las masas por la construcción de la nueva sociedad. Esto sin duda ayudó a definir al FSLN en sus primeros años como socialista.

Dirigentes como Carlos Fonseca ya habían leído a Marx. Mientras realizaba sus estudios secundarios consiguió una copia del Manifiesto Comunista en francés y aprendió esa lengua para poderlo estudiar. Fonseca entró al PSN, aunque ellos no le daban mucha atención al estudiantado al que consideraban pequeñoburgués. En algún momento también fue influenciado por el pensamiento estalinista, como quedó reflejado en la crónica de su viaje al Encuentro Mundial de la Juventud y los estudiantes en el año 1958 titulada: “Un Nicaragüense en Moscú,” un escrito lleno de alabanzas acríticas a la Unión Soviética. Pero Fonseca en lo general tenía un pensamiento revolucionario propio lo cual a la larga lo llevó a conflictos con los estalinistas, aunque no llegó a sacar las conclusiones plenas de la degeneración burocrática de la URSS y de la Internacional Comunista, de la cual la política del PSN solo era un reflejo.

Cuando Fonseca se encontró con el estalinismo lo definió como Browderismo, dado que la línea venía del secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos, Earl Browder, pero no comprendió que en realidad un proceso más general que carcomía al conjunto del movimiento comunista. Cabría hacer un paréntesis para comprender lo que ocurría en el movimiento comunista internacional y la importancia de la revolución de octubre.

Las enseñanzas de la revolución rusa

La Rusia de inicios del siglo XX era un país muy atrasado, semi-feudal y con un proletariado industrial muy débil que no representaba más que 10% de la población. El socialismo se debe erigir sobre los grandes avances del capitalismo. Solo con el gran desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo avanzado poniéndolas bajo propiedad y control colectivo de la sociedad puede iniciar la construcción del socialismo. En un país atrasado como Rusia no existían estas condiciones.

Entre los revolucionarios rusos hubo diferencias. El Partido Socialdemócrata Ruso tenía dos alas principales, los mencheviques y los bolcheviques. Ambas tendencias coincidían en que debido al atraso de la economía, las tareas de la revolución tenían un carácter democrático burgués. Los mencheviques mecánicamente decían que por tanto la burguesía debía llevar adelante esta revolución y que primeramente se debía transitar por un largo periodo de desarrollo capitalista antes de poder realizar la revolución socialista. Lenin rechazaba la alianza con la burguesía y planteaba la necesidad de un gobierno obrero y campesino, sin dejar claro qué clase tendría la dirección.

León Trotsky fue el que desarrolló un análisis más acabado, conocido como la teoría de la revolución permanente, que se ratificaría plenamente con los acontecimientos de 1917, explicando que las ataduras de la burguesía “progresista” con los terratenientes y el imperialismo siempre tendían a la traición. Era la clase obrera quién debía encabezar la revolución en alianza con el campesinado. Un gobierno obrero aliado a los campesinos llevaría adelante el programa de la revolución democrático burguesa, pero desde el inicio entraría en choques con la burguesía y no podría quedarse ahí y llevaría adelante el programa de la revolución socialista.

Si bien las condiciones para el socialismo no existían en Rusia si existían a nivel internacional, la revolución socialista la podían iniciar los obreros rusos pero solo se culminaría si se extendía al resto de los países, principalmente a las grandes potencias capitalistas desarrolladas.

La clase obrera tomó el poder en octubre de 1917, expropió las grandes industrias y la banca, permitiendo así planificar la economía, repartió la tierra a los campesinos ganando un enorme apoyo entre ellos y materializando esa alianza obrero-campesina. La revolución Rusa tuvo un enorme impacto a nivel internacional y en Europa en particular. En un país tras otro, dieron inspiradoras luchas revolucionarias que fueron derrotadas por la traición de los Partidos Socialistas y la inexperiencia de los jóvenes Partidos Comunistas. La revolución rusa quedó aislada, las masas habían vivido en carne propia una guerra mundial, dos revoluciones y una guerra civil y ante la imposibilidad de extender la revolución, cayeron en desmoralización y cansancio, permitiendo que el aparato estatal con su burocracia se pusiera por encima de la sociedad. Aún así, la burocracia sólo pudo consolidarse en el poder dirigiendo una guerra civil unilateral contra el partido de Lenin y Trotsky, eliminando a todos aquellos que se oponían a su auge incluso a aquellos que sólo representaban un peligro potencial. Trotsky definió al régimen estalinista resultante como Bonapartismo Proletario, es decir, un régimen dictatorial que nada tenía que ver con la auténtica democracia obrera, pero que se levantaba sobre la propiedad estatal de los medios de producción y la planificación de la economía.

A la burocracia rusa no le interesaba la revolución mundial y por el contrario temía que el surgimiento de un Estado obrero sano podría ser un ejemplo para la propia URSS dando ánimo a los trabajadores para recuperar la democracia obrera y acabar con los privilegios de la burocracia. Los estalinistas inventaron la teoría del socialismo en un solo país y adoptaron las ideas de los mencheviques. En países atrasados económicamente se debía primero hacer una revolución democrático-burguesía en alianza con una supuesta burguesía “progresista” y en un futuro lejano se podría luchar por el socialismo.

La degeneración de la revolución rusa tuvo un impacto negativo en la revolución mundial y en el conjunto de la internacional Comunista, incluyendo al Partido Socialista Nicaragüense. La aplicación de esta teoría conocida como la de las dos etapas significó un rotundo desastre llevando a una serie de revoluciones a derrotas sangrientas. Aunque cubierta con una fraseología marxista y apoyándose en la enorme autoridad de la revolución de la revolución de Octubre, la burocracia estalinista fue un monstruoso aparato contrarrevolucionario. Sobre sus espaldas se encuentra no solo el sepultar la tradición de Lenin, sino también el haber asesinado a lo mejor de los comunistas en la URSS y llenar de lodo el papel de León Trotsky, quien dirigió la toma del poder en octubre de 1917 y fue el fundador del Ejército Rojo.

El marxismo y la guerrilla

La emancipación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera, sentenciaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, no hay atajos para hacer la revolución. En un país como Nicaragua con un gran campesinado el triunfo revolucionario no podía venir sin una alianza de la clase obrera con el campesinado. La revolución Cubana fue un gran acontecimiento, pero dio la falsa impresión de que se podían encontrar atajos para la revolución y que bastaba con que un pequeño grupo se armara y sustituyera el papel de las masas en la revolución.

Hay quien piensa que la guerrilla es el método de lucha del marxismo, pero los marxistas rusos se formaron justamente en contra de estos métodos en oposición a los narodnikis y en el mejor de los casos lo vieron como un auxiliar.

En la primera revolución Rusa durante los años de 1905-06 los grupos guerrilleros pudieron jugar un papel auxiliar al movimiento de masas pero cuando se separaron de este jugaron un papel perjudicial, agrupando a todo tipo de elementos desclasados y aventureros y dando argumentos para la represión. Cuando el movimiento de masas entró en declive, Lenin planteó la disolución de todos los grupos guerrilleros y fue muy duro contra quienes se negaron a hacerlo. Los asaltos a bancos fueron un desastre haciendo que algunos buenos revolucionarios pasaran años encarcelados.

“Lenin insistía en que la lucha armada debía formar parte del movimiento revolucionario de masas, y especificaba las condiciones en las que ésta era permisible: ‘1) que se tenga en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas; 2) que se tomen en consideración las condiciones del movimiento obrero local; 3) que se procure no dilapidar inútilmente las fuerzas del proletariado’. Y también dejó claro que, lejos de ser una panacea, la guerra de guerrillas era sólo un método posible de lucha permitido sólo ‘cuando el movimiento de masas ha llegado realmente al punto de una insurrección’” (Alan Woods, Bolchevismo: El Camino a la revolución).
Como Alan Woods señala en su historia del Bolchevismo: “La historia del siglo XX nos suministra algunas lecciones trágicas de lo que ocurre cuando los revolucionarios tratan de sustituir el movimiento consciente de la clase trabajadora por las acciones heroicas de una minoría armada. Muy frecuentemente, como con Naródnaya Volya, el intento de desafiar al poderoso Estado con semejantes métodos lleva a una derrota terrible y al fortalecimiento del mismo aparato de represión que se pretendía derrocar. Pero incluso en estos casos donde, por ejemplo, una guerra de guerrillas tiene éxito en derribar el viejo régimen, nunca puede llevar al establecimiento de un Estado obrero sano, y, no digamos, al socialismo. Como mucho, llevará a un Estado obrero deformado (un régimen de bonapartismo proletario) en el que los trabajadores estarán sometidos al dominio de una élite burocrática. De hecho, semejante resultado está predeterminado por la estructura militarista de las organizaciones terroristas y guerrilleras, por su estructura de mando autocrático, por la falta de democracia interna y, sobre todo, por el hecho de que funcionan al margen de la clase trabajadora e independientemente de ella. Un partido revolucionario genuino no se establece a sí mismo como un grupo de salvadores auto elegidos para el rescate de las masas, sino que trata de dar una expresión organizada y consciente al movimiento de los trabajadores” (Alan Woods, Bolchevismo: El Camino a la revolución).

Nuestra posición con respecto a guerra de guerrillas no obedece a consideraciones morales. El régimen somocista era sanguinario y aun haciéndolo a un lado era evidente que la burguesía y los terratenientes no dejarían sus privilegios sin luchar. La violencia puede jugar un papel progresista en la historia y romper las barreras que impiden el desarrollo de la sociedad. Engels decía que la violencia es la partera de la historia.

La lucha guerrillera es un método revolucionario, pero del campesinado. Históricamente esta clase no ha logrado jugar un papel independiente ni asumir un programa propio. Esto lo pudimos ver en la misma revolución mexicana, una de las más grandes revueltas campesinas, donde las tropas de Villa y Zapata abandonaron el poder en 1914 porque no sabían qué hacer con él.

El marxismo plantea la importancia de la clase obrera como vanguardia revolucionaria no porque se tenga una visión idealizada. Puede haber obreros inteligentes o tontos, egoístas o solidarios, revolucionarios o reaccionarios, pero en su conjunto juegan un papel determinante en la producción y su trabajo social permite también que juegue un papel político vital y pueda desarrollar una conciencia colectiva. Cuando la clase obrera toma conciencia de sí, se convierte en un factor revolucionario.

Bajo ciertas condiciones la guerra de guerrillas puede ser un complemento a la lucha de los trabajadores en la ciudad pero es necesaria la entrada del movimiento obrero en la escena política jugando un papel de vanguardia y aplicando sus clásicos métodos de lucha.

Primeros fracasos del FSLN

Algunos jóvenes sandinistas se integraron a los grupos que combatieron a la contrarrevolución en Cuba para adiestrarse en el arte militar. El FSLN inicia su actividad guerrilla dentro de Nicaragua, entre río Coco y río Bocay al norte de Matagalpa, en una zona montañosa, aislada y poco poblada, con una población indígena. Los guerrilleros no hablaban la lengua nativa y tenían una cierta idealización del campesinado que se reflejaría también otras campañas militares. Pensaron que solo por el estado de pobreza de las comunidades de la zona obtendrían un apoyo para quienes los iban a liberar de la opresión. En realidad la población no supo nunca con claridad que era ese grupo extraño de hombres armados.

Esta operación fue mal planificada y organizada. Los guerrilleros rondaban los 20 años de edad, incluso vicios del movimiento estudiantil se incrustaron, planteando mandos rotativos en lugar de un mando centralizado y estable. Como habíamos señalado se tenía la ilusión de que bastaba con que un grupo de personas valerosas tomara las armas para hacer la revolución, pero la realidad era algo diferente a estas ilusiones. El resultado fue un rotundo fracaso. Lograron estar en las montañas escasos 4 meses, cuando un comando guerrillero fue emboscado por la Guardia Nacional, lo que basó para dispersar al resto de la guerrilla.

En ese periodo los EEUU aplicaron en América Latina la llamada Alianza para el Progreso, que tenía el objetivo de combatir la influencia de la revolución cubana. La ayuda económica que EEUU dio a Nicaragua en 1968 fue 27 veces mayor a lo que había sido en 1960. Además significó cierta apertura democrática que permitió, por ejemplo, que los sandinistas regresaran a la legalidad. Anastasio Somoza Debayle se mantenía al frente de la Guardia Nacional, pero se maquilló al régimen poniendo en la presidencia a René Schick.

Después del primer descalabro militar el FSLN se integró al Movimiento Radical (MR) que dirigía políticamente el PSN, que además tenía las mayores bases de oposición entre las distintas clases y sectores oprimidos, solo en el movimiento estudiantil el FSLN podía competir. Ingresar al MR no fue un error en sí mismo, sí lo fue la forma en que trabajaron los sandinistas, en la vía de los hechos adaptándose oportunistamente. Una organización no se puede desarrollar bajo una táctica única, se debe tener una gran flexibilidad y de haber actuado correctamente el FSLN podría haber salido fortalecido.

Las siglas sandinistas se perdieron, los artículos publicados en la prensa del MR nunca mencionaban al FSLN aunque fueran escritos o hablaran de sus miembros. Un ejemplo de ello fue cuando se escribió un artículo sobre el funeral Marvin Guerrero, un fundador del FSLN al que solo lo mencionan como miembro del MR. Esto solo era un reflejo de la falta de una política propia defendida de manera organizada en el MR. Algunos dirigentes sandinistas llegaron a jugar un papel destacado en el MR, pero debieron haberse mostrado como su ala de izquierda defendiendo un programa y una clara política marxista, lo que hubiera permitido atraer a los mejores elementos de la juventud y de los trabajadores del campo y la ciudad. Hicieron justo lo contrario, en palabras de Fonseca Amador: “Aunque se levantaba una bandera antiimperialista y de emancipación de las clases explotadas, se vaciló en presentar una ideología claramente marxista-leninista”… “La realidad demostró que el trabajo legal realizado de esa manera no sirvió para acumular fuerzas y que fue mínimo el progreso que se realizaron” (Carlos Fonseca Amador, Nicaragua, año cero).

La lucha de masas vista como auxiliar de la guerrilla

La vía armada nunca dejó de estar fuera de los planes de los sandinistas como el elemento rector de su lucha. De tal forma que el frente decide replegarse del MR y organizar una nueva expedición guerrillera en la que agrupó a alrededor de 40 personas, lo cual refleja la debilidad en que se encontraban en aquellos años. Esta vez la base fue en Pancasán, una amplia región al norte de Nicaragua pero con una población muy pequeña. Aunque se dieron avances organizativos, el resultado final fue similar al de Coco y Bocay. La Guardia Nacional masacró a una columna completa, muriendo cuadros importantes como Silvio Mayorga y Carlos Reyna, el obrero de Managua.

Fonseca criticaba  que por mucho tiempo el sectarismo del FSLN no les permitió reclutar suficientes cuadros del movimiento obrero y estudiantil. También señalaría que “No se vinculó el trabajo insurreccional a la lucha popular general, especialmente a la lucha campesina, estudiantil, obrera”… “El trabajo organizado de masas (estudiantil, campesino, obrero) se paralizó. Por un lado, se carecía de la cantidad de cuadros necesarios para atender tal trabajo, por otro, se menospreciaba la importancia que esta actividad podía desempeñar en el curso del desarrollo de la lucha armada” (Carlos Fonseca Amador, Nicaragua, año cero).

Estas derrotas reflejaban que los sandinistas no tenían una base de apoyo dentro las clases explotasdas. Después de Pancasán de manera consciente buscaron establecer lazos enviando comunicados y haciendo acciones para ganar simpatías, apoyos y adeptos para la lucha guerrillera. A esta etapa se le conoce como la de acumulación de fuerzas en silencio. Tomás Borge lo explica:

“El objeto de este trabajo fue organizar a los barrios para que lucharan por mejores condiciones de vida a partir de reivindicaciones inmediatas, es decir, luchando por el agua, por la luz, los servicios médicos etc., sin caer en el reivindicacionismo, en la reivindicación como fin. A diferencia de otros grupos que convertían la reivindicación en un objetivo en sí mismo, para nosotros realmente era un medio para buscar, detectar dentro del pueblo a sus mejores hombres e inculcarles a esos hombres que debían organizarse para la toma del poder” (Tomás Borge, Apuntes iniciales sobre FSLN).
El FSLN, incluyendo a Fonseca, veía al trabajo de masas como un mero auxiliar de la lucha guerrillera a la que se le subordinaba. Nuestro punto de vista es precisamente el contrario. Como se demostraría en 1979, fue el movimiento de masas y de la clase obrera lo determinante para la victoria, al igual que lo fue en la revolución cubana.

Humberto Ortega lo reconocería: “La verdad es que siempre se pensó en las masas, pero se pensó en ellas más bien como un apoyo a la guerrilla, para que la guerrilla como tal pudiera quebrar a la Guardia Nacional, y no como se dio en la práctica: fue la guerrilla la que sirvió de apoyo a las masas para que éstas, a través de la insurrección, desbarataran al enemigo” (Marta Hernecker, entrevista a Humberto Ortega, rebelión.org).

Dentro del FSLN vimos a jóvenes que son una gran inspiración y ejemplo revolucionario. Los sandinistas tenían que liderar con los encarcelamientos, con las torturas físicas y sicológicas, violaciones sexuales y la muerte. Si toda esa determinación y sacrificio se hubiera destinado a construir un partido revolucionario en base a las ideas del auténtico marxismo, el resultado hubiera sido mucho mejor. Los bolcheviques en Rusia también tuvieron que liderar bajo condiciones de represión muy difíciles en un país con un proletariado muy pequeño, lo cual no les impidió construir un partido con arraigo entre las masas obreras y con una política corecta que permitió que la revolución no solo se quedara en el derrocamiento del Estado zarista, sino que acabó con el capitalismo e inició la revolución socialista estableciendo un Estado Obrero en alianza con los campesinos que se basó en la democracia de los soviets.

Con todos los errores que hemos explicado, los sandinistas no deja de ser admirable su arrojo y entrega. Eran jóvenes que entregaban su vida y sus energías a la revolución, que creían en sus ideas y luchaban decididamente por materializarlas. Un ejemplo de ese heroísmo se puede ver con el comandante Julio Buitrago, que defendió a sus compañeros para que escaparan del ataque de la Guardia Nacional cuando descubrieron la casa de seguridad donde se resguardaban. Buitrago, el responsable de la resistencia urbana, resistió solo durante horas a la Guardia Nacional, que movilizó tanques y helicópteros mientras se televisaba en vivo el ataque. Pensaban encontrar a decenas de guerrilleros defendiendo la casa, su sorpresa es que solo se encontraba Buitrago que finalmente cayó en combate.

Las tendencias

Después del segundo fracaso militar se abrieron diferencias en la organización.  Se debate sobre los ritmos de la lucha, sobre el peso de las distintas clases, la relación entre el trabajo de masas y el militar, etc. El FSLN se dividió primeramente en dos tendencias, la llamada Guerra Popular Prolongada (GPP) y la Tendencia Proletaria (TP), más tarde surgiría la Tendencia Insurreccional (TI) conocida también como Tercerista.

Las primeras acciones del FSLN se enmarcan más en la óptica del foquismo guerrillero del Che Guevara, es probable que en un primer momento la organización en su conjunto girara hacia la táctica de la Guerra Popular Prolongada, y de esta se desprenderían las otras dos tendencias. El GPP asumía una línea maoísta, poniendo énfasis en el trabajo en el campo y señalando que la lucha tendría una larga duración. Carlos Fonseca en realidad no estuvo completamente integrado a ninguna de las tendencias, difería de la GPP en la duración de la lucha y planteaba un mayor equilibro entre el trabajo hacia las masas de la ciudad y el campo.

La Tendencia Proletaria ponía el énfasis en el trabajo en la ciudad y en la clase obrera, algo 100% correcto. Esta tendencia se acerca más a una línea marxista.  Llegaron a plantear el abandono de la lucha guerrillera y la orientación a la lucha de masas. La TP realizó un trabajo en el movimiento estudiantil y en los barrios obreros, pero en los sindicatos se mantuvo la presencia del PSN. Fonseca además de ver como algo central la estrategia de las armas, criticaba cierto esquematismo de la TP. En realidad el marxismo no niega ni desprecia el papel del campesinado, el del movimiento estudiantil, el de las mujeres, el de los indígenas, etc. pero considera que ningún sector o clase oprimida puede sustituir el papel dirigente que debe jugar la clase trabajadora por lo que el trabajo en esta clase resulta estratégico.

Si la Tendencia Proletaria se hubiera basado en un auténtico programa y táctica marxista, desarrollando cuadros sólidos arraigados en el movimiento obrero y de masas, podrían haber jugado un papel para mantener en pie la revolución, pero la realidad fue otra. Su dirigente Jaime Wheelook, diría en una entrevista en vísperas del derrocamiento de Somoza:

“Nosotros consideramos que la tarea política de primer orden de los trabajadores, y de nuestra organización sandinista es la de derrocar a la Dictadura Militar Somocista, y abrir para nuestra pueblo sin exclusiones un proceso de verdadera democracia”… “Para nosotros la Dictadura era y es el obstáculo principal”… “Por eso nosotros hemos llamado, los primeros, a la unidad no sólo de las fuerzas democráticas y progresistas, sino de todo el pueblo sin excluir a la propia burguesía. Porque es necesario afirmar que el proletariado jamás es sectario, busca el interés de la nación siempre, sin llevar intenciones particulares o poner sus intereses de por medio” (Revista Dialogo Social, entrevista a Jaime Wheelok Román, cedema.org).
Estas declaraciones son menchevismo puro y están a años luz del auténtico marxismo.

Entre los Terceristas se encuentra la posición de mayor desprecio al movimiento de masas de los campesinos y obreros. Ponen su confianza en la pequeña burguesía, tendiendo a un excesivo militarismo que cae en abierto terrorismo. Llegaron a plantear que debía destruirse las fábricas de Somoza. Los terceristas fueron la tendencia que más rápidamente degeneró, planteaban una unidad oportunista con las otras fuerzas, el PSN y el burgués Partido Conservador. En esa alianza, el frente tendría a su cargo la lucha armada pero dejaría las tareas políticas a la oposición burguesa. Francisco Rivera recuerda como Humberto Ortega, dirigente tercerista le decía que en sus comunicados solo debía mencionar los hechos militares porque “si nos metíamos a usar un lenguaje muy radical en esos partes, podríamos perjudicar todo el complejo trabajo que se estaba haciendo, de conciliar a distinta gente de fortalecer las alianzas” (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

Uno de los elementos cruciales que hay sobre la mesa es la independencia de clases y la colaboración con la burguesía, al final todas las tendencias claudicaron frente a la burguesía. Este debate en realidad se dio en las cúpulas del FSLN, su estructura militar no le permitía tener un debate abierto en sus filas. Mientras que en el partido bolchevique de Lenin las diferencias políticas eran una oportunidad para educar a los cuadros, en el FSLN las discusiones quedaron siempre limitadas a un círculo muy reducido y la mayoría de la organización aprendió e intervino muy poco en el debate. Las tendencias se integraron más por fidelidad a un dirigente o por accidente, al encontrarse con algún grupo determinado a la hora de ingresar al frente.

La acumulación de fuerzas en silencio

Fonseca decía que Nicaragua se encontraba en un atraso político profundo. Las ideas del marxismo llegaron con retraso y la dictadura Somocista limitó mucho su penetración, sumado a las distorsiones hechas por el estalinismo. Este retraso político, sin embargo, en cierto sentido permitió a una organización como el FSLN tener un desarrollo vertiginoso. Frente al oportunismo del PSN, el sandinismo era visto como la única tendencia revolucionaria, cuando las masas giraron a la izquierda ellos llenarían ese vacío.

A inicios de los años 70 el FSLN incrusta una base guerrillera en las montañas de Matagalpa y Zelaya, con un trabajo más sistemático al campesinado. Son pocos los enfrentamientos en esa época, la Guardia Nacional no los tomaba como un serio peligro.  Eso no significa que la represión fuera cosa menor, la persecución y detenciones a militantes sandinistas continuaba, fueron varios los casos que un preso terminaba asesinado en la oscuridad y el silencio de una celda. Eso obligaba al frente a hacer un mayor trabajo entre las masas, tanto para generar una red de apoyo a la guerrilla en la ciudad y el campo como para realizar acciones de protesta contra la represión y tratar de resguardar las vidas de sus compañeros.

En 1972 hay un fuerte terremoto donde morirían entre 20 y 30 mil personas. El FSLN hace acciones de solidaridad con la población mientras Somoza utiliza la situación para acrecentar su poderío, roba mucho del apoyo que de manera externa se envió para ayudar a sanear el desastre y ayudar a los afectados.

Hay un incremento de la oposición a Somoza en todas las clases de la sociedad. En 1972-73 se da un auge de la lucha obrera con huelgas de trabajadores de la salud, maestros y trabajadores de la construcción, el movimiento estudiantil también estaba en agitación.

Se abren fisuras en el régimen, el exceso de poder de Somoza no era bien visto por gran parte de la burguesía que quedaba relegada. Eso trajo la ilusión, entre algunos sectores del FSLN, de entrar en una alianza con un sector de la burguesía. Ya para el año 1973 un sector del FSLN (la tendencia GPP para ser exactos) entabló un plan para apoyar un golpe militar en que quedaría de gobernante el político burgués opositor Joaquín Chamorro. Pero bajo la dirección de Fonseca esas orientaciones fueron rechazadas contundentemente.

El auge capitalista de mediados de los 70 le dio un respiro a Somoza, pero al final agudizaría sus contradicciones que llevarían a su abrupta caída.

Fonseca concebía que en su organización podían convivir distintas tenencias y pensamientos. “Sean cuales sean las diferencias entre los nicaragüenses, cada uno tiene lugar en las filas del Frente Sandinista. Tal característica es compatible con la posición de vanguardia del sector que se identifica con la clase obrera y la clase campesina, y que se guía en la acción con la filosofía del socialismo científico” (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

Fonseca tenía su confianza puesta en la clase obrera y campesina, identificaba a la primera como la vanguardia pero su estrategia se basaba en el método de lucha del campesinado, que tenía una tradición importante en Nicaragua. Retomaba aquella frase de Sandino, “solo los obreros y campesinos llegarán hasta el final”. Por eso desconfiaba de la burguesía opositora a Somoza.

Fonseca le daba un gran peso al origen de clase, por eso llamaba a Sandino el guerrillero proletario, pero un obrero en la montaña puede sufrir un proceso de desclasamiento, tendencias individualistas se pueden comenzar a desarrollar. Muchos de quienes toman el fusil son en realidad pequeñoburgueses que desconfían en la fuerza de los trabajadores y piensan que unos individuos heroicos pueden llevar adelante la revolución.

La lucha en las montañas implicaba mucho esfuerzo para poder simplemente sobrevivir, sin duda eso tiene un efecto en la formación política de los cuadros. Fonseca siempre insistía, aun en las condiciones de la lucha guerrillera, en la necesidad de vincularse a las clases explotadas y a sus luchas. También insistía y le daba gran importancia a la formación política. Pero los métodos guerrilleros tienen una lógica y la tendencia es a poner la acción por encima de la formación y eso facilita el terreno para la degeneración política. A esto hay que sumar que la estructura necesariamente vertical y militar de una organización guerrilla limita un debate democrático en el conjunto de la organización y facilita un proceso de burocratismo y caudillismo. La revolución socialista debe ser llevada a cabo por la clase obrera en alianza con el campesino, no existen atajos para la revolución y cualquier intento por sustituir el papel de la clase obrera siempre terminará en burocratismo.

La acciones guerrilleras y la represión somocista

En diciembre de 1974 miembros del GPP y TI realizaron un exitoso secuestro en una fiesta en honor al embajador estadounidense en la casa del empresario somocista, Chema Castillo. Esperando a que se fuera el embajador toman de rehenes al ministro de defensa y al cuñado de Somoza, entre otros. Con esto logran intercambiar a los rehenes por una docena de dirigentes sandinistas encarcelados. La acción militarmente fue un gran éxito, la Tendencia Proletaria, sin embargo, critica esta acción porque daría un pretexto a Somoza para incrementar la represión, cosa que ocurrió.

En 1975 el FSLN incrementa sus acciones militares, ataca sin sufrir bajas el cuartel Waslala y por breve tiempo toman el poblado Rio Blanco. La Guardia Nacional incrementa su represión, no solo contra el FSLN sino contra la población, bombardearon comunidades que colaboraban con la guerrilla o bajo la simple sospecha de que les brindaban apoyo. Miles de campesinos inocentes, incluyendo ancianos, mujeres y niños, murieron.

La situación para el FSLN se complicaba más, las diferencias políticas no se resolvían sino que se agudizaban. Fonseca regresó de su exilio en Cuba y fue en persona al terreno de lucha clandestina en la ciudad y la montaña para buscar una solución al creciente conflicto interno. Fue justo en un periodo de intenso acoso que Carlos Fonseca Amador cayó por las balas enemigas el 7-8 de noviembre de 1976, en esas mismas horas fueron asesinados otros miembros de la Dirección Nacional, Roberto Huembes y Eduardo Contreras, entre otros cuadros importantes que mueren en ese periodo.

El FSLN terminó por escindirse y en realidad no actúo como una sola organización con tendencias distintas sino como tres organizaciones separadas. Fue un periodo oscuro, donde permeó la desmoralización y el somocismo creía que había asestado el golpe de gracia al sandinismo. Sin su principal dirigente, el proceso de degeneración de las tendencias, empezando por la tercerista, se profundizó.

Pese a todo esto, las acciones de mediados de los 70, después de años de actividad visible, mostraron ante las masas que el FSLN aún seguía vivo y luchando contra el somocismo. La represión fortaleció el rechazo a Somoza ya incrementada después del terremoto del 72. Quedaba claro que no era posible vivir bajo su régimen y debía irse.

A finales de los años 70 el fermento entre las masas iba en ascenso, se forman agrupaciones como la  Asociación de Trabajadores del Campo (ATC). Había un ambiente de fermento revolucionario en Centroamérica, en El Salvador el arzobispo del Opus Dei y amigo personal de los oligarcas, Oscar Arnulfo Romero, es impactado por el ambiente revolucionario del pueblo y da un giro de 180° haciendo de sus homilías tribunas para dar voz al pueblo en su combate la dictadura militar. Se estaban construyendo fuertes organizaciones de masas como el FAPU, el LP-28 y el BPR.

La revolución obrera y campesina

En realidad ese periodo de intensa represión a una escala tan masiva estaba reflejando la pérdida de puntos de apoyo del somocismo en la sociedad. En un ambiente así cualquier accidente podría generar una abierta lucha revolucionaria. Ese accidente fue el asesinato el 10 de enero de 1978 de Pedro Joaquín Chamorro, editor del diario La Prensa, y uno de los más connotados políticos burgueses conservadores anti somocistas.

La burguesía llamó a una huelga, a un lock out, pero los trabajadores  lo utilizaron para expresarse y pese a los llamados de mantenerse en casa, la clase obrera salió a la calle y empezó a formar milicias. Los burgueses le temían más a la clase obrera que a Somoza y desconvocaron esa “huelga”. El movimiento de masas era incontenible y no obedecía a los dictados de la burguesía. Se extendió una verdadera rebelión popular, los barrios se llenaron de barricadas para defenderse de los ataques de la Guardia Nacional.

Los estudiantes en el mes de abril fueron a una huelga que abarcó el 80% de las universidades y escuelas secundarias.

El 20 de agosto de 1978 una operación del FSLN toma el Palacio Nacional de Managua y captura a 3,500 rehenes que intercambió por 59 guerrilleros presos, dentro de los que se encontraban dirigentes como Tomás Borge. Esta acción se le llega a llamar operación chanchera, ya que a los miembros del parlamento se les conocía como chanchos (puercos). La Comandante Dos, Dora María Téllez, se encumbra con esta acción. Esta operación tendría un fuerte elemento sicológico para el movimiento de masas.  Cuando los guerrilleros liberados pasaban por los barrios obreros eran recibidos con júbilo y con gritos de “¡Muerte a Somoza!”

La dirección de la tendencia tercerista intentó desviar la revolución de manera evidente. Construyó el grupo de los 12, que eran intelectuales, supuestamente independientes que mostraban su apoyo al FSLN. Con este grupo se estableció una primer alianza pública con la burguesía constituyendo el Frente Amplio Opositor (FAO), donde participarían sectores opositores de la burguesía y que buscaba con esta hacer un contrapeso al FSLN. En contraposición las organizaciones populares sandinistas bajo la dirección de la TP y GPP se unificaron en el Movimiento Pueblo Unido (MPU). Bajo la presión de los acontecimientos la FAO se fracturó y se dio una reagrupación con las distintas tendencias sandinistas y algunos otros, teniendo una FAO debilitada y una coalición radical más poderosa. La burguesía no pudo incidir en los acontecimientos revolucionarios que se desarrollaron y en realidad fueron espectadores de la revolución de las clases explotadas.

Una acción significativa fue la insurrección de Matagalpa en septiembre de 1978, con una gran base estudiantil, donde participarían 500 alumnos de secundaria. Esta no fue una acción organizada realmente por el FSLN, lo cual demostraba que los acontecimientos y las masas iban muy por delante que la dirección. Sin embargo las pañoletas y banderas rojinegras inundaron la ciudad que estuvo tomada por 5 días. Esta insurrección fue aplastada por la Guardia Nacional, pero fue una anticipación de los acontecimientos que se avecinaban.

La tendencia tercerista llamó a una insurrección alrededor de Managua. La represión se intensificaba y cayeron 5 mil compañeros bajo las balas de la Guardia Nacional.

Eso no detuvo la rebelión de las masas, ahora no veías un proceso aislado de grupos guerrilleros con algún apoyo en alguna zona, sino un verdadero proceso insurreccional de las masas. Matilde Zimmermann calcula que en 1977, poco antes de iniciar la revolución, el FSLN contaba solo con 150-200 militantes. Cita en su libro estas palabras de un académico estadounidense reflejando el ambiente de la revolución del 78-79:

“Tan masivo, tan popular, que los miles de milicianos con sus pañuelos rojo y negro y surtido de pistolas, escopetas, rifles, cocteles Molotov y bombas de contacto nunca fueron completamente organizados por los cuadros del Frente ni siempre guiados por sandinistas reconocidos. En realidad, a la hora de la victoria, cualquiera que había construido una barricada, lanzado una bomba, disparado un revólver, llevado un mensaje, o cuidado a los heridos se había ganado el derecho –al menos temporalmente- de llamarse sandinista”.
En las calles combatían sin distingos y hombro a hombro los miembros de las distintas tendencias sandinistas, el enorme impulso del movimiento de masas empujó a la izquierda a las direcciones del FSLN y a la unidad, miles fueron reclutados en ese periodo. El 7 de marzo de 1979 se declara la reunificación del FSLN y el establecimiento de la Dirección Nacional, con 3 comandantes de cada una de las 3 tendencias. Un proceso similar se daría en El Salvador con la formación del FMLN.

Se forman distintos frentes armados bajo el nombre de mártires sandinistas que irían a la conquista del país. Aunque hubo algunas batallas importantes, la Guardia Nacional se desmoronaba incluso antes de que llegaran los frentes a sus destinos.

El movimiento obrero fue la clave

Los marxistas no nos oponemos a la lucha armada, pero no coincidimos con el método de la guerrilla de que un pequeño grupo tome las armas al margen de las masas. La lucha armada puede ser necesaria, pero esta acción es correcta cuando son las masas quienes las empuñan en un momento decisivo de su historia. Lo que vimos en la revolución nicaragüense fue un levantamiento armado fundamentalmente de carácter obrero obrero.

Se calcula que 50% de los muertos en la insurrección eran obreros, 29% más eran estudiantes en su mayoría de familias obreras. Los bombardeos también era evidente que iban orientados a los barrios obreros, eso fue claramente notorio en una ciudad como Managua donde hay una clara división de clase entre los barrios. Cuando las bombas alcanzaron alguna fabrica no es porque se quisiera atacar a un opositor burgués sino porque estaban inmersas en estas zonas proletarias, por eso incluso fábricas de Somoza fueron destruidas (Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador).

El 8 de julio la Dirección Nacional del FSLN convocó a una huelga general, el juego para los Somoza había terminado. La economía, el comercio y el transporte se paralizaron y fue solo cuestión de tiempo para que el gobierno cayera.  Antes de caer hizo su última maniobra, 16 de julio Anastasio Somoza Debayle nombra como sucesor a Francisco Urcuyo en la madrugada del día siguiente sale huyendo. Basto con que los sandinistas nombran como capital provisional a la ciudad de León para que cayera este efímero gobierno. El día 19 de julio, en medio de un enorme jubilo, las columnas guerrilleras entran a Managua.

Se puede argumentar que la estructura guerrillera permitió dar una ofensiva armada final al régimen de Somoza, pero incluso estas labores las puede dirigir el partido proletario en el momento de la revolución. En Rusia se formó el Comité Militar Revolucionario. Este comité, que fue el instrumento para tomar el poder, fue dirigido por uno de los más importantes cuadros del partido bolchevique, León Trotsky, quien después también formaría el Ejército Rojo.

La revolución avanza

La burguesía y la clase obrera se oponían al somocismo, pero por razones completamente distintas y las contradicciones de clase se manifestaron muy prontamente. La burguesía veía que el somocismo no podía mantener bajo control a los trabajadores y veía con desagrado la enorme acumulación de riqueza de la familia Somoza que limitaba el poder de gran parte de la burguesía. Los trabajadores y campesinos no solo querían democracia, querían mejorar sus vidas y eso entraba en clara contradicción con los intereses de la burguesía.

Desde el inicio el gobierno nacido de la revolución realiza medidas sociales muy avanzadas. Apenas unos días después de la derrota de Somoza reparte 2400 manzanas de tierra a 10 mil campesinos; el 10 de abril se inicia la campaña de alfabetización a 650 mil nicaragüenses; se crea el Sistema Nacional Unido de Salud; se electrifican barrios y regiones marginadas; son expropiadas 168 industrias, 159 casas, 40 vehículos, 19 haciendas y 13 bienes varios propiedad de la familia Somoza. (Fabián Escalante Font, Nicaragua Sandinista ¿Un conflicto de baja intensidad?).

“La esperanza de vida aumentó de 55.3 [años] en 1978 a 64.2 en 1989, mientras la tasa de mortalidad infantil se redujo en el mismo periodo de 120 por cada 1000 nacidos a 74 por 1000 nacidos en 1987. A mediados de la década del 80 más de 2,200 médicos y técnicos de la salud prestaban servicios en lugares tan remotos como Bocay, Raytí, Punta Gorda, Wiwilí y el departamento de Zelaya donde antes era nula la presencia de este personal” (Hedelberto López Blanch, Las mascotas de la guerra).
El impulso de este proceso lo ponían las masas en movimiento, que son la fuerza motriz sin la cual no hay revolución. En esos años se forma la Central de Trabajadores de Nicaragua. Las milicias populares se convierten en la base del nuevo ejército llamado ahora Ejército Popular Sandinista que sustituiría a la reaccionaria Guardia Nacional.

La clase obrera y los campesinos habían derrocado a la odiada dictadura somocista. Si la revolución hubiera estado dirigida por auténticos marxistas los días del capitalismo hubieran estado contados. La expropiación de los bienes de la familia Somoza solo era medio paso al frente, era necesario expropiar también el resto de las grandes empresas y bancos de la burguesía, incluyendo aquellos que querían montarse en el carro de la revolución para descarrilarlo.

Con una economía planificada se hubiera podido empezar la revolución socialista, pero en un país tan pobre como Nicaragua ésta no podía concluir sino se extendía en primera instancia a Centroamérica y a México. Era necesario hacer un llamado revolucionario internacionalista al resto de los trabajadores en Latinoamérica a seguir el ejemplo de la clase obrera nicaragüense. La revolución nicaragüense era parte de un proceso más general en Centroamérica y su triunfo generó un impulso irresistible, principalmente en El Salvador que rápidamente entró en una situación abiertamente revolucionaria. Con revoluciones triunfantes en El Salvador, Guatemala y el resto de Centroamérica se podría haber establecido primeramente una federación socialista de Centroamérica, lo cual hubiera impactado a otros países como México.

Las maniobras de la burguesía

Los imperialistas tenían miedo de que se acabara definitivamente con su sistema y se extendiera la revolución. Durante décadas los imperialistas avalaron y protegieron a regímenes represores brutales, en Nicaragua. Al no poder contener la revolución con la represión el camino era desviarla a canales democráticos burgueses. De un día para otro cambiaron su discurso hablando ahora de las bondades de la democracia. Desde un inicio hicieron campaña a favor de realizar elecciones, buscando con ello quitar en las urnas lo que los trabajadores habían conquistado en las calles.

Los imperialistas hubieran preferido que la oposición burguesa fuera la que dirigiera la caída de Somoza, pero no jugaron un papel relevante en la revolución y la dirección del FSLN era indiscutible. Carlos Fonseca ya había advertido que “Hay que estar alerta contra el peligro de que la insurrección revolucionaria sirva de escalera a la fuerza reaccionaria de oposición al régimen somocista. La meta del movimiento revolucionario es doble. Por un lado, derrocar a la camarilla criminal y traidora que durante largos años usurpa el poder y, por otro, impedir que la fuerza capitalista de la oposición, de probada sumisión al imperialismo yanqui, aproveche la situación que desencadena la lucha guerrillera, y atrape el control del poder” (Carlos Fonseca Amador, Nicaragua, año cero).

En la primera etapa de una revolución hay un ambiente de gran unidad e ilusiones donde la revolución parece imparable. Después del derrocamiento de Somoza se forma la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional con 3 representante sandinistas Daniel Ortega, Sergio Ramírez y Moisés Hassan y 2 representantes burgueses, Alfonso Robelo que era el líder del FAO y Violeta Barrios, viuda de Joaquín Chamorro. Esta junta era acompañada por un consejo de Estado que integrarían representantes sandinistas, de las organizaciones obreras, empresariales, de la iglesia, la universidad nacional, etc.

Existe una similitud con lo que ocurrió en la revolución rusa de febrero de 1917, donde los soviets de obreros y campesinos tenían el real poder en sus manos, pero se lo entregaron a la burguesía. En momentos como estos un sector del partido revolucionario puede ceder ante las presiones de la burguesía, en Rusia Stalin, Zinoviev y Kamenev planteaban abiertamente apoyar al gobierno provisional burgués, afortunadamente Lenin, que mantenía una posición igual a la de Trotsky, permitió que el partido se mantuviera firme en la independencia de clases y del programa marxista. La revolución rusa terminó con la toma del poder de los trabajadores solo porque existió Lenin, Trotsky y el partido bolchevique con una política correcta de independencia de clase que en los meses que van de febrero a octubre de 1917 conquistó la mayoría en los soviets.. Por el contrario, en la revolución sandinista, los dirigentes de todas las tendencias del FSLN claudicaron ante la burguesía y eso marcaría la derrota de la revolución.

Existe una reconstrucción de una charla entre el ex Secretario de Estado de EEUU, Cyrus Vence y el Secretario para América Viron Vaky, que es muy ilustrativa:

“Los jóvenes líderes nicaragüenses, a pesar de sus discursos izquierdistas, podían ser moderados; incluso el embajador Pezullo como él [Viron Vaky] consideraban se podía influir sobre ellos para limitar la ‘solidaridad’ con sus vecinos, los revolucionarios salvadoreños. El asunto era utilizar correctamente el garrote y la zanahoria” (Fabián Escalante Font, Nicaragua Sandinista).

Polarización

Mientras los dirigentes sandinistas se esforzaban por mostrar su pluralidad incluyendo a todos en el nuevo gobierno, la burguesía no dejaba de verlos como elementos hostiles y peligrosos. Mientras hacían llamados a elecciones democráticas, boicoteaban económica y militarmente al gobierno.

En Mayo se cambia la correlación de fuerza del gobierno al darle representación a las nacientes organizaciones de masas de los trabajadores en el Consejo de Estado, los elementos burgueses abandonan la junta de gobierno mientras intensificaban la campaña de desprestigio contra la revolución, apoyándose en sus medios de comunicación encabezados por el diario La Prensa. La burguesía daba también una guerra económica sacando sus divisas, despidiendo trabajadores, abandonando cultivos, deteriorando maquinaria, etc.

La lucha también se dio en el terreno militar, se empezaba a construir la llamada contra, grupos paramilitares que intentaban derrocar con las armas a los sandinistas.

La economía mixta

El estalinizado PSN había asumido la posición de los mencheviques de conciliación de clases e imposibilidad de la revolución socialista. Carlos Fonseca difería en esto con ellos y elaboró en 1969 un programa que buscaba en esencia iniciar la revolución socialista en Nicaragua. En este se dictaba la expropiación de los bienes de la familia Somoza y de los militares y políticos cómplices del régimen, así como la nacionalización del sistema bancario y las compañías extranjeras. Se plantea la expropiación del latifundio capitalista y feudal. Se establecía el control obrero de las empresas nacionalizadas y el control Estatal del comercio exterior. Se planteaba establecer derechos laborales, eliminación del desempleo, acabar con el analfabetismo, dar derechos a las mujeres para su emancipación. Se planteaba el establecimiento de una economía planificada. Este programa sin embargo, tenía una ambigüedad, sin proponérselo dejaba abierta la posibilidad del respeto a la propiedad de la burguesía urbana no somocista cuando el problema no era el somocismo en sí mismo sino el sistema capitalista.

Es sabido que Carlos Fonseca Amador tenía un gran odio de clase a la burguesía, le repugnaba particularmente Pedro Joaquín Chamorro a quien veía como uno de los elementos burgueses más peligrosos. Pero los sandinistas en el poder abandonaron la idea de luchar por el socialismo y albergaron esperanza de poder conciliar las clases y sistemas sociales bajo una economía mixta, donde conviviera el libre mercado con un sector amplio de la economía nacionalizada, a la que llamaron área de propiedad del pueblo. Como explicamos la burguesía estaba boicoteando económicamente a la revolución. Aun con ello se tenía ilusiones en el que llamaran sector patriótico de la burguesía.

En esto jugó un papel importante la burocrácia soviética que quería impedir a toda costa la repetición de una nueva Cuba en Centroamérica, e insistió en el mantenimiento de una “pluralidad política” (léase democracia burguesa) y una “economía mixta” (léase una economía capitalista de mercado).

El propio Tomás Borge, uno de los líderes más populares del sandinismo y antiguo dirigente de la tendencia GPP, declaraba el 19 de julio de 1981:

“Dirán que ya terminó la economía mixta, el pluralismo político. Nosotros reafirmamos lo que dijo nuestro hermano Daniel [Ortega]: el proyecto revolucionario sigue adelante. Los propietarios y los empresarios honestos y patriotas tendrán, no solo el derecho a integrarse a las tareas productivas, sino al apoyo de la Revolución. Y en esos mismos términos podríamos hablar de pluralismo político”.

“La Revolución ha planteado la estrategia de la economía mixta, para que los señores empresarios produzcan su propio beneficio y contribuyan a levantar la producción del país”.
Sin embargo las masas, con un fino instinto de clase, recelaban. Tomás le pregunta al pueblo reunido multitudinariamente: “¿Quiénes calumnian la Revolución y ultrajan con epítetos repugnantes a las organizaciones de masas? ¿Quiénes piden consejos y reciben órdenes de los representantes del imperio, del mismo imperio que nos quiso avasallar sembrando la muerte, destrucción y vergüenza a nuestra patria? (El pueblo responde repetidas veces: ¡La burguesía!)” (Tomás Borge, Los primeros pasos: la Revolución Popular Sandinista).

Daniel Ortega declaró la nacionalización de las minas y la reforma agraria. Era claro que los capitalistas tenían un carácter contrarrevolucionario y que obligaba a la revolución a profundizarse, pero incluso en ese momento los dirigentes sandinistas se seguían abrazando a la sombra de la burguesía en vez de acabar definitivamente con la propiedad privada de los grandes medios de producción y grandes latifundios para establecer de forma real una economía planificada.

En 1982 el sector estatizado de la economía representaba el 39% del PIB, pero eran dominantes solo en el sector comercio y servicios, más de la mitad del sector agropecuario y manufacturero pertenecía al sector privado (Héctor Pérez Brignoli, Breve historia de Centroamérica). Sin tener control del sector clave de la economía era imposible planificar la economía y se le otorgaba a la burguesía un fuerte poder que usaron eficazmente en su lucha contrarrevolucionaria.

El sandinismo y el Estado

En el programa histórico del FSLN se establecía la eliminación de la Guardia Nacional y su sustitución por un Ejército Popular Revolucionario. Plantea el servicio militar obligatorio y el armamento de los estudiantes, campesinos y obreros organizados en milicias populares para la defensa de sus derechos conquistados. Estas son medidas muy avanzadas. Engels define al Estado capitalista como un cuerpo de hombres armados en defensa de la propiedad, eso era la Guardia Nacional. El marxismo plantea la eliminación del ejercito permanente y su sustitución por el pueblo en Armas. Eso ocurrió en la revolución sandinista, pero el problema del Estado no termina ahí.

El programa histórico del FSLN plantea que dará al poder revolucionario una estructura que permita la participación de todo el pueblo, pero no plantea con claridad la sustitución del Estado Burgués por un Estado Obrero. Sabemos que Fonseca tenía su esperanza puesta en los obreros y campesinos que creía eran los únicos que podían llegar hasta el final pero esta ambigüedad también dejaba abierta la puerta a la conciliación de clases aunque no era lo que Fonseca tenía en mente cuando redactó el programa. Los sandinistas intentaron formar un gobierno donde convivieran las organizaciones campesinas, obreras y empresariales.

Es ABC del marxismo el saber que el Estado capitalista no sirve a los fines de la clase obrera y debe ser destruido y sustituido por un Estado Obrero. Este Estado defenderá los intereses de las grandes mayorías de trabajadores del campo y la ciudad y reprimirá a la pequeña minoría de capitalistas que pretenden evitar el cambio revolucionario. Lenin, basándose en la experiencia de la Comuna de París, establece 4 condiciones, no para el socialismo sino para establecer un gobierno obrero el día después de la toma del poder:

1) Elección democrática y revocabilidad de todos los funcionarios.

2) Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado.

3) No al ejército permanente sino el pueblo en armas.

4) Gradualmente, todas las tareas de la administración deben ser realizadas por todos a turnos (“¡cuando todo el mundo es un burócrata, nadie es un burócrata!”).

Un Estado Obrero sano es en realidad una democracia más plena, pero para eso es necesaria la participación de la clase obrera con sus métodos. El FSLN ni siquiera tenía un proceso de elección de su dirección. Los métodos de la guerrilla también muestran sus limitaciones para llevar adelante el socialismo porque son incompatibles con el establecimiento de un Estado Obrero sano al trasladar su estructura vertical al nuevo gobierno. Los métodos guerrilleros en la política facilitaban la campaña de desprestigios contra la revolución.

Durante su época de clandestinidad Carlos Fonseca y los Sandinistas rechazaban la participación en las elecciones burguesas. Incluso en regímenes totalitarios bajo ciertas condiciones es correcto participar en elecciones, como los bolcheviques lo hicieron para usarlas como espacios donde de forma legal podían hacer agitación de las ideas revolucionarias.

Ante la campaña de la burguesía sobre la necesidad de elecciones burguesas, los dirigentes sandinistas deberían de haber respondido dando pasos decididos hacia la construcción de una auténtica democracia obrera. Existían ya organismos con rasgos soviéticos como los Comités de Defensa Sandinista que agrupaban a las más amplias masas. Después de años de lucha contra la dictadura, era normal que existieran ilusiones democráticas entre las masas. Lo que había que hacer no era negar cualquier tipo de elección, sino convocar a un congreso nacional de representantes de los CDS, las organizaciones obreras y campesinas y de masas, para ratificar democráticamente la revolución y asentarla firmemente sobre un régimen de democracia directa de las masas obreras.

Otra condición para la construcción de un Estado Obrero sano es que ningún funcionario tenga privilegios por encima de la población. Debe haber salarios no mayores al de cualquier trabajador cualificado, se deben eliminar cualquier otro tipo de privilegio. Un guerrillero que ha sufrido las privaciones de la montaña o un obrero o campesino que han vivido en la miseria y que de un día a otro vive en cómodas casas, comen buena comida a la que el resto de la población no tiene acceso pueden corromperse.

La mayoría de los sandinistas entregaron sus vidas a la realización de la revolución, haciendo esfuerzos sobrehumanos sin que esto significara privilegios económicos por encima de las conquistas para el conjunto. Pero la falta de elementos de elección, revocación y control obrero hacia los dirigentes permitió que un pequeño sector se privilegiara de la administración Estatal. El proceso de degeneración inicia justo con la toma del poder cuando los dirigentes sandinistas se empiezan a repartir mansiones, pero fue evidente cuando se perdieron las elecciones de 1990 y los dirigentes empezaron a poner a sus nombres las casas y a comprarse autos con el presupuesto estatal. Este proceso conocido como la Piñata, profundizó el ambiente de desmoralización y desanimo.

El sandinismo acabó con la odiada Guardia Nacional y formó un ejército del pueblo lo que nos muestra que el poder real estaba en manos de los obreros y campesinos, pero no acabó con el resto de la estructura del Estado burgués y la falta de mecanismos de participación y control obrero facilitó la degeneración. El Estado burgués reaccionó en contra de los sandinistas hasta que finalmente los expulsó de su cuerpo. La revolución sandinista nos deja claro que no es posible usar al Estado capitalista para los fines de la clase trabajadora.

La Contra

Al iniciar 1981 entra al gobierno de EEUU el halcón republicano Ronald Reagan, con una política de ataque frontal a la revolución sandinista. Desde el triunfo de la revolución los viejos somocistas, apoyados por los imperialistas y asesorados por cuadros de la CIA, de la dictadura militar Argentina y  posteriormente de la contrarrevolución Cubana, iniciaron planes y acciones armadas contra el nuevo gobierno. A la contrarrevolución se sumaron elementos aventureros y traidores del sandinismo, como Edén Pastora, el comandante Cero, quien dirigió la operación Chanchera.

En una primera etapa (1981-1982) estas fuerzas estaban dispersas y divididas en medio del periodo de ascenso revolucionario y poco daño pudieron hacer. Entre 1982 a 1985 se da una nueva etapa conocida como la Guerra Relámpago, que pretendía derrocar al gobierno sandinista con una guerra frontal.  Durante ese periodo murieron 11,251 personas, 5,365 fueron heridas, hubo más de cinco mil secuestradas y otras 240 mil quedaron sin hogar, quedando 7,599 niños huérfanos. Hubo 63 planes terroristas en ciudades del pacifico; 321 escuelas destruidas; 50 centros de salud arrasados; 16 maniobras militares norteamericanas de gran envergadura; perdidas económicas para Nicaragua con valor de más de mil millones de dólares; 60 violaciones fronterizas del ejército hondureño; 37 ataques contra pesqueros, cinco buques averiados con minas y dos hundidos y más de 2,200 combates entre fuerzas sandinistas y los contras (Fabián Escalante Font, Nicaragua Sandinista, ¿Un conflicto de baja intensidad?).

El imperialismo estadounidense es la maquinaria contrarrevolucionaria más grande de toda la historia que tiene una fuerza colosal, pero esa fuerza tiene límites. Con todo su poderío no podían derrotar al pueblo nicaragüense que había despertado y estaba llevando adelante una revolución que iniciaba la transformación social.  En 1984 los sandinistas arrasaron en las elecciones dando el triunfo a Daniel Ortega con casi 67% de los votos, dejando en clara la verdadera correlación de fuerzas.

La contra era una maquinaria reaccionaria, la CIA incluso elaboró un manual llamado “Operaciones sicológicas en la guerra de Guerrillas” que explicaba cómo hacer sabotaje, torturas, secuestros, como atemorizar y atacar a la población, etc. La contrarrevolución operaba inicialmente en una base llamada El Aguacate, en territorio Hondureño. EEUU creó una base militar en Palmerola, en ese mismo país, para organizar la contrarrevolución en Centroamérica.

Entre 1985 y 1990 se vivió otra etapa de la contrarrevolución armada, denominada por la CIA como “Guerra de desgaste prolongado” que buscaba como objetivo desmoralizar y doblegar a la población, destruir la infraestructura, desacreditar al sandinismo y hacer capitular a sus dirigentes.

Este periodo implicó una intensificación del conflicto armado, la contra financió sus operaciones con apoyo norteamericano y del anticomunismo internacional, pero también con el tráfico de drogas y armas.

EEUU también financiaba a la oposición legal, solo ente 1988-1989 la CIA le destinó 16 millones de dólares, mientras la Fundación Para el Desarrollo de la Democracia les daba 12.5 millones de dólares. Con todo  su aparato EEUU no logró derrotar militarmente al pueblo Nicaragüense, ante los ojos del mundo EEUU quedaba desnudado, un tribunal de la Haya lo enjuició y pidió indemnizar a Nicaragua. Finalmente en 1989 se llega a un acuerdo de paz, pero el desarme de la contra no vino en realidad sino hasta después de la derrota electoral de 1990.

La guerra había generado pérdidas económicas de 13 millones de dólares para Nicaragua, además de alrededor de 50 mil vidas perdidas en un pequeño país que no juntaba 3 millones de habitantes.

¿Por qué fue derrotada la revolución?

La pequeña y pobre Nicaragua sufrió un gran acoso imperialista y es obvio que la guerra sangrienta y el boicot económico tuvieron un efecto. El problema, sin embargo, radica en que la revolución no tomó todas las medidas para defenderse, no terminó de nacionalizar la economía condición para planificarla y no terminó de destruir al Estado burgués sustituyéndolo por uno obrero. Ese fue el gran error del sandinismo, hacer solo media revolución y cuando esto ocurre inevitablemente la revolución será aplastada por un medio u otro. El respeto a la legalidad burguesa y a la propiedad privada en la práctica significaba que la revolución combatía a la contra-revolución con una mano atada a la espalda. Mientras la contra, financiada y organizada por el imperialismo y la burguesía aplicaban una sanguinaria política de tierra quemada y sabotaje, sus representantes políticos tenían control de medios de comunicación, partidos políticos legales desde los que agitar y desmoralizar, y utilizaban su propiedad de fábricas, bancos y empresas para sabotear la economía.

Ante la sorpresa de todos, incluyendo a la contrarrevolución, las elecciones de febrero de 1990 son ganadas por Violeta Barrios de Chamorro, quien fuera candidata de una coalición de partidos burgueses en la que ingresó también el PSN. La política histórica de los estalinistas de coalición de clases los llevó a pasarse abiertamente al lado de la contrarrevolución. La UNO obtendría el 54.74% y el FSLN 40.82%. La revolución sandinista no sustituyó la democracia burguesa por una nueva democracia de los trabajadores y cayó víctima de sus errores.

Pese a la derrota se demuestra que el sandinismo tenía una gran base militante, la campaña y su cierre fueron demostraciones de convicción militante de las masas, pero también se refleja que el boicot económico y la guerra tuvieron un efecto en los sectores menos conscientes.

El no tener una económica planificada hacia que los problemas del capitalismo no se eliminaran, el córdoba colapsó frente al dólar, la inflación creció abruptamente. Por supuesto que la situación económica se agravaba por el boicot de la burguesía, por eso fue un error dejarles mantener el control de sectores importantes de la economía

Los gobiernos abiertamente burgueses de Violeta Barrios, Arnaldo Alemán y Enrique Bolaños fueron una pesadilla, viejos demonios regresaron a Nicaragua, profundizando la pobreza y viniéndose abajo varias conquistas.

“Entre 1990 y 2006, más de 2 millones de personas se han incorporado a la pobreza. El 82 por ciento de la población, es decir, más de 4.2 millones de personas, sigue viviendo por debajo del umbral de la pobreza y más de 2.1 millones de nicaragüenses malviven en la indigencia. Estas cifras, tremendas e insoportables, se dan en el marco de la subida relativa, pero descenso absoluto, del gasto social y de una caída significativa en la eficacia de su empleo. Así, según la CEPAL, los recursos por habitante dedicados a salud, educación, vivienda y protección social han disminuido desde 1990” (Oscar René Vargas, El fracaso Neoliberal).
El recuerdo de esos grandes acontecimientos de 1978-1979 y las posteriores conquistas estaban muy marcadas en la mente de las masas y finalmente en 2006 el FSLN gana nuevamente las elecciones, sin embargo las tareas de acabar con el capitalismo siguen estando pendientes, poniendo en una situación de fragilidad las conquistas conseguidas.

La tarea es completar la revolución socialista
La revolución sandinista es fuente de inspiración. Nos demostró que la fuerza motriz de la transformación social son las masas en movimiento y el papel de vanguardia que juega la clase obrera. Pero también deja lecciones acerca de las limitaciones de una política que no ponga la organización de las masa del proletariado en el centro de su estrategia. Nos demuestra el fracaso de la conciliación de clases y el papel traidor de la burguesía, completamente incapaz de desarrollar incluso las tareas de su propia revolución. Nos muestra la necesidad de una dirección y un programa marxista y que no es posible una vía diferente al capitalismo o el socialismo.

Muchos de los mártires sandinistas querían un cambio profundo y real, en líneas socialistas. Si bien diferimos con los métodos y estrategia que Carlos Fonseca Amador desarrolló, coincidimos plenamente en que nuestra lucha debe basarse plenamente en la independencia de clase y debe ir claramente al socialismo. En la actualidad la guerrilla está fuera de la orden del día en Nicaragua pero no así la necesaria lucha por el socialismo que sigue estando pendiente. La transformación profunda de la sociedad nicaragüense pasa por un regreso al marxismo y al programa socialista dentro del FSLN que después de la oscura noche iniciada en 1990, nuevamente regresó al gobierno en 2007.

El contexto es diferente al de 1979, la correlación de fuerzas nunca había sido tan favorable a nivel internacional como ahora, hemos entrado en un proceso revolucionario no solo en una pequeña región como Centroamérica sino a nivel mundial. En un país tras otro nuevas oportunidades se abren a la clase obrera para tomar el poder y realizar la revolución socialista.

El principal error de los dirigentes sandinistas fue el tratar de conciliar a la burguesía con el proletariado. Aunque un breve vistazo a la historia puede mostrarnos que esta es una idea absurda, sigue siendo defendida por la mayoría de los dirigentes de los partidos de trabajadores de América Latina y del mundo. Podemos anticipar que esta política estará condenada al fracaso. Es fundamental la recuperación las ideas, métodos y el programa marxista por parte de la juventud revolucionaria y la clase obrera.

La revolución sandinista tenía todas las posibilidades de acabar con el capitalismo, lo único que le faltó fue contar con un partido marxista con una dirección bolchevique. Que hoy estemos viviendo luchas revolucionarias a nivel mundial no es garantía de que concluirán en triunfo. Los jóvenes y trabajadores debemos prepararnos para la historia, la tarea sigue siendo la construcción de un partido revolucionario firmemente arraigado en la clase obrera, el campesinado revolucionario y la juventud. No hay atajos.

Hoy el pueblo nicaragüense cuenta con una mayor experiencia y organización. El FSLN dejó de ser un grupo minúsculo, la revolución hizo que se convirtiera en la organización de los obreros y las masas oprimidas de Nicaragua. En la clandestinidad se podía justificar hasta cierto punto que el partido tuviera que limitar la democracia interna, pero ahora debe prevalecer la mayor libertad en la discusión, como pensaba Fonseca Amador, todas las tendencias que estén a favor de la causa de la clase obrera y campesina y que defiendan la ideología del socialismo deberían tener cabida y el derecho a expresar sus ideas en el FSLN. Fonseca ponía gran énfasis en la formación política y el estudio del marxismo, no repitiendo simplemente las frases revolucionarias, sino bajo una comprensión profunda de la realidad.

En Nicaragua y más allá de sus fronteras debemos retomar las enormes tradiciones de lucha de la juventud revolucionaria y de la clase obrera Nicaragüense, pero bajo un estudio profundo de las ideas del marxismo. La primera tarea es construir una tendencia auténticamente marxista no solo en Nicaragua sino a nivel mundial. Necesitamos construir cuadros marxistas arraigados en la juventud y el movimiento obrero.  La tarea es completar la tarea iniciada en Nicaragua, el mejor homenaje a los mártires sandinistas que nos dieron un valeroso ejemplo es luchar por el triunfo de la revolución socialista, acabando con el sistema capitalista, mandando definitivamente a la propiedad privada de los medios de producción y al Estado burgués al basurero de la historia.

Bibliografía

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Fabián Escalante Font, Nicaragua Sandinista, ¿Un conflicto de baja intensidad?, Editorial Ciencias Sociales, Cuba, 2009
Matilde Zimmermann, Carlos Fonseca Amador. Entre las banderas de Che y Sandino, Editorial Ciencias Sociales, Cuba, 2004
Oscar René Vargas, El Sandinismo 20 años después, ANE, Nicaragua, 1999
Oscar René Vargas, Nicaragua: el fracaso neoliberal
Héctor Pérez Brignoli, Breve historia de Centroamérica, Alianza Editorial, España 1985
Carlos Fonseca Amador, Nicaragua, año cero, cedema.org
Carlos Fonseca Amador, Sandino, guerrillero proletario
Otros escritos de Fonseca Amador, comunicados del FSLN y entrevistas a dirigentes sandinistas, cedema.org
Marta Harnecker, entrevistas a Humberto Ortega, rebelión.org
Marta Harnecker, El pueblo en armas, rebelión.org
Tomás Borge, Los primeros pasos. La revolución popular sandinista, Siglo XXI editores, sexta edición, México 1993
Tomás Borge, Apuntes iniciales sobre FSLN, filmfonseca.wordpres.com
Hedelberto López Blanch, Las Mascotas de la Guerra, Casa Editorial Abril, Cuba, 2010
Jorge Arias Gómez, Farabundo Martí, esbozo biográfico, EDUCA, Centroamérica, 1972