Negritud: una herencia romántica de la izquierda identitaria

“Porque todu é bodarrada!” (Luiz Gama) [1]

No hay duda de que la lucha contra el racismo debe ser eje central para toda la izquierda; pero toda lucha contra el racismo que, al mismo tiempo, no lo haga contra el racialismo se reduce al trabajo de Sísifo [2]. La reaccionaria idea de que la humanidad está dividida en razas, el racialismo, fue la base para el racismo y la seudocientífica justificación del colonialismo. Hoy en día esta percepción se encuentra, de manera reformulada, en boga dentro de la producción de diversos activistas de izquierda. Dicha concepción, definitivamente, precisa ser combatida si de hecho anhelamos la emancipación de negros, mestizos e indígenas y la construcción de una sociedad comunista. 

Romanticismo y Volksgeist

A finales del siglo 18 y principios del 19, el Romanticismo alemán – que surgió en reacción a los ideales más progresistas de la Ilustración y la Revolución Francesa – se convirtió en el germen de la idea de razas. En contraposición a los ideales de la Revolución en Francia, que declaraba la igualdad universal entre los hombres, el Romanticismo en voz de Johann Gottfried Herder, planteaba una relación esencial para el Estado Nación, más allá de lo territorial. A pesar de Alemania aún no haberse unificado, para los románticos alemanes era necesario, además, establecer la idea de lo que era el Volk (pueblo) Alemán.

Ese ideal romántico, aleja al Estado Nación de la relación puramente territorial y política y lo coloca bajo la égida protectora de la esencia cultural, el mito fundacional y las raíces étnico-sanguíneas; en otras palabras, le quitó al Estado el universalismo humanista y dejó en su lugar el nacionalismo étnico.

Los revolucionarios franceses, entendieron a su pueblo como los hombres – de las diversas clases – que habitaban en aquella delimitación territorial; pero los alemanes, incluso sin tener unidad territorial, irían más lejos buscando la esencia del pueblo en la cultura. Con esto, los pueblos ya no serían unas agrupaciones de hombres iguales a todos los demás del mundo – diferentes solo por la delimitación territorial con fines de administración del Estado – sino por personas que, por sus diferentes prácticas culturales, tenían un linaje, una descendencia ancestral y una serie de características particulares. En otras palabras, para estos, cada pueblo tenía rasgos específicos que los diferenciaban. 

La búsqueda por definir lo que era el pueblo alemán, qué tenía de especifico y esencialmente diferente de los demás, era necesariamente fracasada; la búsqueda esencial de un pueblo compuesto, en su origen, por tantos otros como: los anglos, sajones, godos, suevos, vándalos, lombardos, etc. no podía llegar a ningún otro lugar que no fuera una posición reaccionaria frente a la Ilustración.

El encontrar ese Volksgeist (espíritu/esencia de un pueblo) no es en sí racialismo, pues no divide la humanidad en razas, pero es el impulso de una necesidad que lo generará como su forma más acabada. Este impulso, es la imperiosidad de encontrar aquello que sería la naturaleza del pueblo, para poder así, delimitar los grupos humanos con un fin determinado: en el caso de los primeros románticos, la unidad nacional de un pueblo sin nación; posteriormente, la justificación para el colonialismo y la esclavitud de los negros.

Racismo Científico

Mientras el Romanticismo trataba de dividir la humanidad en un sentido filosófico, una serie de científicos colocaban la cuestión a nivel biológico; dando paso al llamado racismo científico. Científicos como Georges Cuvier, James Pritchard y otros, cimentaron firmemente lo que Herder dejó en un plano abstracto. Ahora, la búsqueda por la diferenciación de los colectivos humanos había salido del ámbito de la cultura y se trasladó a lo biológico. Las agrupaciones humanas fueron racializadas, es decir, se les atribuyó una raza. Estos científicos, desarrollaron varios estudios para demostrar que había diferencias raciales entre la especie humana. Se realizaron mediciones anatómicas y disecciones que sirvieron como pruebas de tesis pseudocientíficas: 3, 7, 12 o más de 100 razas, para todas ellas había una tesis que justificaba los números. Esta clasificación, obviamente, no se realizó sin juicios valorativos.  La división de la especie humana en razas le atribuyó características y una jerarquización, por lo que estas catalogaciones justificaron la colonización de pueblos considerados racialmente inferiores.

Un nombre que ciertamente merece ser destacado de ese grupo de autores, es el francés Arthur de Gobineau quien escribió el Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanas, de 1855, libro que expresa las concepciones más odiosas del racialismo y el racismo. En el mencionado texto, diferenció los seres humanos por razas atribuyéndole inferioridad a todos aquellos no blancos y adjudicó la decadencia de Europa al mestizaje, entre otras barbaridades. Es en este autor que Hitler encontrará un gran sustento, especialmente en lo que respecta al concepto de raza aria.

A pesar de que el desarrollo de los estudios genéticos de finales del siglo 19 demostró que el racialismo era anticientífico y que la división de la humanidad en razas se fundamentaba en diferencias fenotípicas muy superficiales – no en diferencias genéticas considerables – la ideología racista no desapareció pues ya estaba socialmente entronizada. 

Sin lugar a dudas, la derrota del nazismo fue fundamental para sacudir el racialismo. El nazismo, expresión de la reacción burguesa ante el reflujo del movimiento obrero en Alemania, combinó el Romanticismo alemán – la búsqueda del Volksgeist – con las tesis racistas de Gobineau, concluyendo que el pueblo alemán era ario y no podía mezclarse con otras “razas”, esto, porque representaría la decadencia de un pueblo superior. Adicionalmente, necesitaban deshacerse de la influencia de las producciones científicas, artísticas y filosóficas de otros, ya que lo que produce una raza es traspasado por el espíritu/forma de ser de ésta. 

Ciencias sociales y la reinvención del racialismo

El estremecimiento sufrido por el racialismo tras la derrota de Hitler, a manos de los trabajadores soviéticos, fue grande pero no lo suficiente como para ponerle fin de una vez y por todas ya que el capitalismo se beneficia de las distinciones raciales. Por mucho que la UNESCO, a través de declaraciones, haya sido obligada a reconocer lo torpe que era la idea de las razas, la burguesía simplemente no abandonaría esta idea, sino que la reinventaría fuera del ámbito biológico. 

En un comunicado de la propia UNESCO, en 1949, Arthur Ramos escribió “The question of race and the democratic world”, donde señaló la necesidad de que se prestase atención a la Antropología:

“En cualquier discusión sobre la reorganización del mundo posguerra, se debe prestar especial atención a la antropología. Ninguna otra ciencia se ha desviado tanto de sus verdaderos fines. En su nombre, naciones enteras han recurrido a los conflictos para defender el falso ideal de la supremacía racial o étnica. Es, por lo tanto, totalmente natural que la antropología se devuelva al lugar adecuado, libre de los mitos que la han arropado y pueda ahora transmitir su mensaje científico al mundo” [3]

La preocupación del antropólogo brasileño por la cientificidad de la Antropología – y el papel que podría desempeñar para socavar las nociones racialistas – era justa pero, bajo el régimen capitalista de posguerra, la Antropología fue una herramienta muy útil en la fabricación de ideologías verdaderamente suicidas para los diversos grupos oprimidos y sus luchas a nivel internacional.

En lugar de derribar el concepto erróneo de raza, que sirvió como herramienta de división y explotación de la burguesía, la Antropología lo trasladó de las ciencias biológicas a las ciencias sociales, y aquí llamamos a eso ciencia solo por convención. Una muestra de este barbarismo fue ofrecida por el prof. Antonio Sérgio Alfredo Guimarães, del Departamento de Sociología de la Universidad de São Paulo (USP) que, diferenciando la raza como concepto nativo de la biología y como concepto analítico de la sociología, defendió la distinción como algo científico:

“¿Qué significa la no existencia de razas humanas para la biología? Significa que las diferencias internas, digamos aquellas relativas a las poblaciones africanas, no son mayores que las diferencias externas, las existentes, por ejemplo, entre poblaciones africanas y poblaciones europeas. Es decir, es imposible definir genéticamente razas humanas que correspondan a las fronteras edificadas por la noción vulgar, nativa, de raza. Dicho de otra manera: la construcción basada en rasgos fisionómicos, de fenotipo o de genotipo, es algo que no tiene el menor respaldo científico.

Es decir, las razas son, científicamente, una construcción social y deben ser estudiadas por una rama propia de la sociología o las ciencias sociales, que se ocupa de las identidades sociales […] ¿Qué son las razas para la sociología, entonces? Son discursos sobre los orígenes de un grupo, que utilizan términos que remiten a la transmisión de rasgos fisionómicos, cualidades morales, intelectuales, psicológicas, etc., a través de la sangre (concepto fundamental para entender razas y ciertas esencias). [4]

La transferencia del concepto de raza de las ciencias biológicas a las ciencias sociales no lo hizo más científico, fue solo un malabarismo frente a la falta de soluciones de la burguesía para resolver el problema del racismo. Por no colocar en cuestión lo que produce el racismo y perpetuar esa odiosa ideología, que es la división de la sociedad en clases y el régimen de la propiedad privada de los medios de producción, el racialismo apareció reinventado como una posible alternativa para combatir el racismo; ignorando, que el racialismo es uno de los fundamentos de su existencia.

Negritud: el Volksgeist Negro

La expresión más sólida de la reinvención del racialismo en el campo cultural – o mejor dicho su forma inicial – la romántica concepción de esencia/modo de ser de un pueblo, es la Negritud, concepto acuñado por Aimé Césare, Léopold Senghor y Léon-Gontran Damas.

Aimé Césaire

Por mucho que haya disputas sobre el concepto de Negritud, es posible entenderlo como una forma de ser específicamente negro, que es compartido por todos. El sector de la izquierda que defiende ese movimiento, atribuye las conclusiones reaccionarias de esta idea solo a Senghor – que incluso llega a afirmar cosas como “La emoción es negra y la razón es helena” – pero no reconocen que sus perspectivas parten del mismo fundamento reaccionario.

Kabengele Munanga, antropólogo y ahora profesor emérito de la USP, destaca dos abordajes de Negritud, uno místico (atribuido generalmente a Senghor) y otro ideológico (atribuido generalmente a Césare).

“La primera [mística] se llama así, en función del descubrimiento del pasado africano anterior a la colonización, la perpetuidad de las estructuras de pensamiento y una explicación del mundo; anhelando, un retorno a los orígenes para revitalizar la realidad africana, perturbada por la intervención occidental. La segunda [ideológica] propone esquemas de acción, una forma de ser negro, imponiendo una negritud agresiva al blanco, respuesta a situaciones históricas, psicológicas y otras, comunes a todos los negros colonizados”. [5]

Ahora bien, por mucho que la primera sea abiertamente romántica y esencialista, la segunda no se distancia tanto como puede parecer en un primer momento. El “enfoque ideológico” de la negritud parte también de la esencia de ser negro, algo común a todos los negros, forjado por la historia compartida colonial.

El concepto de negritud es el esfuerzo por forjar el Volksgeist negro como alternativa para combatir el racismo, es la expresión mejor acabada de las ideas de valorización de los negros: sus rasgos fenotípicos, su música y demás expresiones artísticas hechas por los negros africanos, americanos o de cualquier otro continente, la visualización de África como tierra de todos éstos y la concepción de que los que están fuera son hijos lejos de su madre. Sigue siendo un concepto elástico, al servicio de las ideas más  reaccionarias e irracionales: la preferencia por las así llamadas relaciones afrocéntricas, el retorno al misticismo de raíz africana, entre otros.

Políticas afirmativas

La necesidad del concepto de Negritud surge del vacío político generado por la contrarrevolución estalinista en la URSS. Después del retroceso del movimiento obrero y la posibilidad de presentar una alternativa socialista al mundo, y el abandono de la táctica del frente único – que ponía al conjunto de trabajadores y oprimidos en unidad por sus reivindicaciones – la lucha contra el racismo tuvo que forjar tácticas ajenas a la clase trabajadora, y el esfuerzo de la idea de negritud cayó perfectamente en el regazo de la pequeña y gran burguesía.

El vacío político abrió la posibilidad de ser llenado por la burguesía y ésta no vaciló. La concepción que dividió a la humanidad en razas, y no en clases, fue útil para transformar el movimiento negro en uno de carácter policlasista, subordinando las reivindicaciones de los trabajadores negros a la pequeña burguesía negra. 

Las reivindicaciones de derechos democráticos extendidos a todos: la educación, el pleno empleo y los reclamos del movimiento negro estadounidense – que tomó las calles de Washington en 1963 – fueron sustituidos por las políticas afirmativas. ¡La burguesía dio un golpe maestro!

Las políticas afirmativas, promulgadas por el demócrata Lyndon Johnson en 1964 y el republicano Nixon – a través del cerebro de Arthur Fletcher, el “padre de las acciones afirmativas” – en 1969 y difundidas por el filantropismo de la Fundación Ford, no resolvieron los problemas de los trabajadores negros en Estados Unidos ni en otros países donde se aplicaron, como es el caso de Brasil y Sudáfrica; lo que sí lograron fue contener los reclamos de ese movimiento. 

El sistema capitalista, incapaz de proporcionar servicios públicos y empleo a todos, vio en las acciones afirmativas el maquillaje ideal: ábranse algunos espacios en universidades y den preferencia a negros en puestos de trabajo… ¡así no tendremos que ofrecer educación y empleo para todos!

Esto hizo que el movimiento negro en todo el mundo perdiera el carácter de clase. En Brasil, el Movimiento Negro Unificado (MNU), nacido de las huelgas obreras de ABC [6], se adaptó a la política petista [7] de acciones afirmativas e integración. Actualmente, ni siquiera el MNU es el mayor representante del movimiento negro brasileño; en la UNEafro, organización centrada principalmente en cursos preuniversitarios, son académicos e intelectuales negros los que la dirigen. 

Protesta del Movimiento Negro Unificado en Brasil

El conjunto de los trabajadores negros no se ven representados por esos lideratos; porque los académicos negros y la pequeña burguesa negra son incapaces de proponer un programa que sea una alternativa a los problemas más candentes de la vida de este sector de la clase trabajadora.

Es por ese motivo que existe un claro contraste entre la movilización de la clase trabajadora, los negros que exigen derechos civiles y el antiguo MNU en Brasil. Estos fueron ejemplos que se guiaron por un programa clasista y que por eso tuvieron movilizaciones masivas, contrario al de las acciones afirmativas, que nunca se basaron en movimientos de masas.

¡Por el socialismo!

Por muy buenas que hayan sido las intenciones de los creadores del concepto de negritud – o de sus actuales defensores (como Kabengele Munanga) – al separar a los negros del conjunto de la sociedad, rescatando la lógica romántico-racialista, y atribuir al negro una esencia fundamentalmente diferente a la del blanco e incluso del indígena, empujaron a los negros hacia un programa político pequeño burgués como, por ejemplo, el de las acciones afirmativas. 

La lucha contra el racismo en vez de ser tratada con medidas dentro de un programa que propone la revolución socialista – que articule y explique como es que la lucha contra el capitalismo y el racismo están fundamentalmente entrelazadas – planteando la urgencia del pleno empleo, el fin de la policía, entre otros; es tratado como un problema de integración de los negros a la sociedad de clases. 

La lucha de los negros, indígenas y todas las minorías, no debe ser la integración a la sociedad capitalista; por el contrario, debe ser la superación de esa sociedad. Los postulados racialistas que se presentan como progresistas, por más que aparenten ser radicales para muchos, son verdaderamente útiles para el capitalismo. La mayoría de esos teóricos – que plasman su antirracismo en libros para enriquecer grandes y medianas editoriales (o posiblemente la suya propia) – componen una pequeña burguesía negra que no tiene ninguna relación con la clase trabajadora. 

Negros, mestizos e indígenas deben luchar bajo la bandera del comunismo, pero para eso, es necesario que los comunistas presenten un programa contundente contra el racismo y el racialismo. Ese programa, no puede titubear en las justas reivindicaciones de estos grupos; claro está, sin abandonar la perspectiva de clase. Eso es fundamental para que el movimiento negro y el indígena estén nuevamente entrelazados con la lucha de toda la clase trabajadora. 

Notas:
[1] Luiz Gama (1830-1882) fue un importante líder abolicionista negro, periodista y poeta brasileiro. Esta frase, es parte del poema, “Quem sou Eu?” (¿Quién soy yo?) Poema popularmente conocido como “Bodarrada” que significa: rebaño de cabras o chivos. En el Brasil del siglo XIX era común llamar, despectivamente por supuesto, a las comunidades negras de esta manera. Entonces, la frase significa: ¡Todos somos un rebaño!
[2] Sísifo es un personaje de la mitología griega al que se le adjudica haber sido una persona sumamenta astuta. Su astucia, lo llevó a engañar a los dioses; hecho que le mereció el castigo de subir una piedra por una colina y cada vez que llegaba hasta la cúspide la piedra rodaba hacia abajo. A esto se le conoce como: el trabajo de Sísifo. Esta frase, se refiere a tratar de hacer cosas sin sentido, inútiles o inservibles.
[3] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000074130.nameddest=74163
[4] Raza: nuevas perspectivas antropológicas. Orgs: Osmundo Pinho; Livio Sansone. Ed: EDUFBA. pp. 65-66
[5] Negritud: Usos y sentidos. Kabengele Munanga. Ed: Auténtico
[6] Se refiere a las huelgas de los obreros metalúrgicos en 1978 – en plena dictadura – en la región industrial conocida por “ABC”, formada por siete municipios de la región metropolitana de São Paulo.
[7] Se refiere a la política del PT (Partido de Trabajadores)

Fuente: Esquerda Marxista
Traducción: Jesús Cabrera