El horrendo e infame flagelo de la violencia criminal que castiga a la ciudad de Rosario, ha cobrado importancia en los últimos días, para el circo mediático de cínicos plumíferos. Pero en realidad son unos hipócritas. Aunque los funcionarios de la prensa burguesa se muestren algo sorprendidos o conmovidos por esta espantosa realidad, en lo absoluto es este fenómeno algo nuevo.
Estos personajes viven de convertir el sufrimiento cotidiano de la clase trabajadora en comidilla y chismorreteo barato. Tratan estas cuestiones como si tratara de asuntos de farándula, y no de la vida y muerte de gente real que padecen las miserias del capitalismo.
Rosario es una ciudad llena de la vida vigorosa y vibrante de los cientos de miles de mujeres y hombres trabajadores que la habitan, y que día a día salen a luchar por el pan y por las rosas, en las fábricas, en los talleres, en las oficinas y en el sector informal. Sin embargo, por muchísimos años ha estado sitiada y azotada sin piedad, por el engendro capitalista del narcotráfico.
La cosa es que la reciente amenaza del narco a Messi y su familia ha puesto el tema sobre el tapete.
En pocas horas la noticia dio la vuelta al mundo y ahora parece que la prensa burguesa se ha dado cuenta que todos los días se ejecuta a las hijas e hijos del proletariado rosarino, aunque en silencio, y sin que le importe a nadie entre la clase dominante y sus círculos.
Hace unos días se sumó a todo este macabro circo de horror de pseudo periodismo –y al horror real de carne y sangre que se vive en la ciudad-, las imágenes de periodistas que, blindados con chalecos antibalas, cubrían el levantamiento del barrio Empalme Graneros contra los dos bunkers que demolieron a mazazos y lo incendiaron. Un enfrentamiento entre narcos cobró la vida de un niño de 11 años, y puso en estado de peligro crítico a tres de sus primos que resultaron heridos. Esto encendió como una chispa sobre un polvorín la indignación y furia de la comunidad, que cobró venganza colectiva contra los traficantes que utilizaban los infortunados domicilios como centros de comercio de droga.
Horas después del episodio, durante la madrugada del pasado domingo -como parte de una larguísima lista de espantosos eventos que sigue creciendo sin freno-, bandas narcos opuestas que se disputan control del territorio, abrieron fuego contra la escuela Nro. 6430 Isabel La Católica ubicada en Grandoli y Ayolas.
No obstante, las balaceras donde las víctimas directas e indirectas han sido niños pobres, a los quienes la burguesía les está robando el futuro, no han causado esa misma repercusión en la prensa burguesa. ¿La razón? Seguramente estos mercaderes del periodismo piensan que les ocurrió porque les toco nacer ahí. Estos niños y niñas, para decirlo en palabras de Galeano, son para la clase dominante, sus políticos, su Estado y su prensa, más números de una estadística que seres humanos.
Pero no se trata sólo de lo que dice la prensa burguesa o la prensa de las organizaciones obreras militantes, o la percepción que se construye en el consciente e inconsciente colectivo, a partir de la tragedia diaria que se torna cada día más dura, cada día más cruda y sangrienta.
Incluso las cifras oficiales del propio Estado capitalista dan cuenta indiscutible del peligroso descenso hacia la barbarie que vive la sociedad argentina, en el caso específico de la criminalidad organizada, delincuencia y violencia en Rosario.
El informe anual de homicidios de la provincia de Santa Fe publicado en 2022, señala que aunque entre 2014 y 2017 hubo un descenso del total de homicidios anuales, de 463 en el año 2014 a 306 en el año 2017, de ahí en adelante ha habido un nuevo crecimiento en la provincia en la tasa de homicidios y en el número total de homicidios hasta la actualidad: 306 homicidios en 2017, 358 en 2018, 338 en 2019, 377 en 2020, 361 en 2021 y 406 en 2022, una cifra que se va acercando a los 463 asesinatos de 2014.
Ahora bien, estas primeras cifras corresponden al orden provincial.
En el mismo informe, también se ofrece el porcentaje de asesinatos ocurridos tanto en la capital de provincia como en Rosario. Son esas cifras las que muestran el espeluznante auge de la violencia narco policial en la ciudad.
En el año 2014 el 50,9% de todos los homicidios de la provincia ocurrieron en Rosario, mientras que el restante 33,5% tuvieron lugar en la capital de provincia, y el restante en el resto de las ciudades y poblados.
Sin embargo, de 2016 hasta la fecha la brecha entre el porcentaje de asesinatos en Rosario y la Capital ha tenido un marcado aumento. En 2022, el 70,7% de los homicidios de la provincia ocurrieron tan sólo en Rosario, y apenas el 16,3% en la Capital.
Si ahora miramos los datos por año tan sólo en Rosario, veremos que en 2017 el 53,9% de los homicidios ocurrieron en esta ciudad, para un total de 164; en 2018 ocurrieron el 57,0% de homicidios, equivalente a 204; en 2019 el 50% equivalente a 169; en 2020 hubo un 56,8% de asesinatos que se traduce en 214, en 2021 un 67,6% equivalente a 244 homicidios y finalmente el 70% en 2022, es decir, a 287 asesinatos.
Estas últimas cifras muestran que, en los últimos tres años, la violencia criminal homicida -que en última instancia es una más de las horrendas lacras sociales del podrido y decadente modo de producción capitalista-, ha dado un salto cuantitativo y cualitativo del 58,8% en el número de homicidios totales en la ciudad en dicho período. Y, en lo que va del 2023, -apenas 64 días- llevamos 62 asesinatos. De mantenerse esa cifra, este año podría cerrar con más de 350 asesinatos en la ciudad.
A pesar que durante años los trabajadores y sus hijos han tenido que esquivar las balas en las barriadas alejadas del centro, ahora finalmente los representantes políticos de ambos bandos de la clase dominante, ven con preocupación las balaceras y el “delivery de sicarios”, la dinámica de los narcos, la alta circulación de armas y la logística que desarrollan desde las cárceles los jefes narcos, dando órdenes de ataques y crímenes, indiscriminadamente.
La mayoría de todos estos crímenes han sido cometidos con el sello del sicariato en Rosario.
Estos últimos acontecimientos que hemos relatado no auguran un buen pronóstico, y, en correspondencia con las cifras presentadas, el Ministerio de Seguridad de Santa Fe y el Ministerio Público de la Acusación estiman – con total tranquilidad-, que el 2023 va a superar con creces la cantidad de crímenes del año anterior.
El gobierno municipal le pide ayuda a la provincia y el gobernador le pide ayuda a la nación. No paran de enviar agentes de todas las fuerzas de seguridad, pero todo resulta insuficiente para detener esta dinámica que han impuesto los narcos. Pero, ¿Por qué? Es esa la pregunta que debemos plantear desde la izquierda y el conjunto del movimiento obrero. ¿Por qué bajar a la federal hasta la ciudad o movilizar a los militares, no resolverá en última instancia el problema?
La respuesta puramente punitoria no funciona ahora, ni tampoco funcionará en el futuro, porque está dada por una mirada clasista, y son otros componentes los que se deben considerar, además de los “soldaditos” y los “sicarios”. Por ejemplo, la corrupción policial y la activa connivencia corrupta de los representantes políticos de los capitalistas, que son parte del problema. Tampoco podemos olvidar la participación activa de la justicia burguesa encubridora, junto a empresarios que lavan el dinero del narcotráfico.
Por ejemplo, el 5 de septiembre del 2017 el macrismo implementó la SOCIEDAD POR ACCIONES SIMPLIFICADA (SAS), como nuevo tipo societario, creado según ellos por una necesidad de los emprendedores de tener un tipo societario más flexible para combatir la informalidad. En realidad, el resultado de tal medida fue el blanqueo de millones de dólares del narcotráfico.
El gobernador pone en funciones el 5to ministro de seguridad en 4 años de gobierno, pero ninguno parece comprender la profundidad de la crisis porque el narcotráfico se enlaza con el todo juego capitalista: la especulación inmobiliaria, la especulación financiera, el control de puertos, la banca extranjera, el aparato policial, la bolsa de comercio, etc.
Otro ejemplo de la corrupción política en el Estado capitalista, que genera condiciones favorables para el desarrollo del narco, es el caso del senador Armando Traferri. Este senador fue acusado por dos fiscales como jefe de una banda de juego ilegal, y sin embargo, sigue en funciones porque sus compañeros del Senado y la mismísima vice gobernadora no permitieron que le quitaran los fueros para que así no sea juzgado. Es decir, lo blindaron para mantenerlo en la impunidad. En otros episodios que la misma prensa burguesa ha descrito, se relatan casos de policías e hijos de policías en vinculaciones con las bandas narcos. Inclusive, un jefe de drogas peligrosas fue condenado a 6 años de prisión por sus vínculos con estas bandas.
Los verdaderos empresarios que se enriquecen con esta disputa del “mercado de drogas”, operan a través de los puertos de la provincia para traer y enviar droga al por mayor a Europa.
Son casi 70 km de distancia por río a lo largo del Paraná, desde la localidad de Timbúes hasta Arroyo Seco. En este trayecto hay 29 terminales portuarias que operan todo tipo de cargas sin ningún control, más que el “control” que se realizan los actores mismos del negocio.
A modo de ejemplo, el puerto de Rosario es manejado por un ente de nombre Administración del Puerto Rosario (ENAPRO), que durante años tuvo como máxima autoridad al gerente general de la Aceitera Vicentín, el máximo fugador de divisas de la Provincia de de Santa Fe, con u$s 300 millones fugados, que fueron comprobados por la justicia burguesa. Ante ello, este personaje se vio obligado a abandonar el puesto de administrador por las numerosas causas judiciales en su contra.
Por otro lado, el 15 de septiembre de 2022 se incautaron $6.700.000-, u$s30.000, €700- y decenas de cheques, dinero por el que detuvieron a 5 personas de una mutual del centro de Rosario vinculada a bandas narco. En octubre del 2022, Gustavo Shanahan, ex titular del puerto de Rosario, fue detenido y procesado por lavado de dinero y vínculos con el narcotráfico.
Como vemos, el régimen capitalista de producción e intercambio, constituye un marco propicio para que el narco pueda desarrollar su negocio y su poder político sobre sectores de la sociedad.
Los negocios de la burguesía financiera, que existen para y por el lucro, por un lado, y la naturaleza corrupta del Estado capitalista -en el que cualquier funcionario puede ser comprado, no importa si son cobanis, gendarmes, milicos, jueces, directores de puertos, ministros o hasta el presidente-, por el otro, permiten que el narco extienda sus tentáculos por doquier en la sociedad. Aunado a esto, la naturaleza también antidemocrática del Estado capitalista, sobre cuyo funcionariado no tiene control directo –y en la mayoría de los casos tampoco indirecto-, ni la clase obrera ni el conjunto de las masas oprimidas, niega de facto cualquier transparencia real en los negocios y actividad económica y financiera del Estado y sus funcionarios, poniendo en última instancia fuera del alcance de las masas trabajadoras los negocios que precisamente existen entre estos funcionarios y los capos del narco.
Sí, en ocasiones hay funcionarios de distinto rango que caen en las redes de la justicia burguesa, como en los ejemplos señalados más arriba, pero esto nunca resolverá el problema de forma definitiva.
Asimismo, junto a la cuestión del Estado, hemos señalado el papel de la burguesía financiera, que es clave en todo esto. Mientras exista el negocio de la banca, existirá el negocio del lavado de dinero. Y mientras exista el lavado de dinero, existirá el narcotráfico. La burguesía no produce –ni comercia, ni presta dinero- para beneficiar a la sociedad con su producción o su capital, ni para compartir su riqueza con los desposeídos. La burguesía produce y comercia y presta dinero porque es un buen negocio hacerlo.
De la misma forma, a la burguesía no le importa producir armas utilizadas para matar a inocentes, ni tampoco le molesta producir químicos que contaminan el aire, las aguas y los suelos, ni menos aún le molesta guardarle dinero –y prestarlo a su vez, para sacarle más ganancia aún- a los narcos.
Al contrario, a la burguesía le hace feliz hacer dinero del dinero –como dijo Marx alguna vez-. No importa si viene de la prostitución infantil, del trabajo esclavo, de la venta de armas o de la venta de cocaína. En este juego, no hay dinero sucio, para los capitalistas el dinero es dinero, y punto. El narcotráfico y el contrabando de armas alimentan el corazón del capitalismo local, provincial y nacional. Hoy por hoy, uno se alimenta del otro; uno fortalece al otro. La burguesía financiera e incluso la industrial, se dan la mano con los narcos en ése gran juego macabro llamado mercado.
Por eso creemos que se debe comenzar con nacionalizar la banca, los puertos y las vías navegables, pero bajo el control democrático de la clase obrera. Sólo el control democrático de los concejos y asambleas obreras en los puertos, puede lograr una administración realmente transparente de la actividad portuaria, libre de drogas y armas.
Por otra parte, debemos comprender a fondo la cuestión de las drogas y la juventud. En primer lugar, el contexto de derrumbe descomunal del salario y del trabajo, empuja a muchos jóvenes hacia las fauces del negocio narco. El hambre, la miseria, la falta de laburo y de oportunidades, los empuja a convertirse en defensores del enorme monedero que llega a los rincones más inesperados de los de arriba.
En segundo lugar, ante el propio deterioro de las condiciones de vida de las familias trabajadoras y en particular de las y los jóvenes de estas familias, los estupefacientes y demás sustancias psicotrópicas, o las drogas en general, juegan un cierto papel de instrumento de escape psicológico temporal, que les permite evadir o suavizar –aunque sea por unas horas- la realidad de horror y miseria a la que nos somete el capitalismo.
Muchos jóvenes buscan en las drogas –sean del tipo que sea, aunque ahora mismo nos referimos específicamente a las que comercian los narcos- un elemento que les permita soportar o hacer más llevaderos los dolores espirituales causados por los flagelos de la crisis capitalista: violencia doméstica –en particular contra las mujeres-, abusos sexuales, prostitución, hambre, desempleo, pobreza en general y carestía de la vida, falta de oportunidades de estudio, sobreexplotación laboral, etc.
Es cotidiano el consumo entre ciertas capas de la clase obrera, para soportar las duras condiciones del laburo en las fábricas y los lugares de trabajo. De hecho, esto continúa ocurriendo en todo el mundo en la actualidad. De la misma forma, la ausencia de trabajo digno y el hambre, también pueden empujar a la juventud al consumo de drogas, como medio para encontrar una suerte de falsa alegría en medio de la pesadilla en que viven, como ocurre con tantos pibes sin padres ni hogar que vagan por las calles de Rosario, pero también en todas las grandes ciudades del mundo.
La solución ante esta trágica lacra social, y ante la violencia y el control político y social que ejerce el narco, no puede ser la militarización.
Es una verdad indiscutible que las bandas narcos hacen padecer enormes sufrimientos a los trabajadores, trabajadoras y a sus hijos en los barrios, pero la solución no es que se militarice la ciudad.
No puede serlo, porque la experiencia histórica, en casos como la llamada guerra contra el narcotráfico en México, ha significado en la práctica mayor represión contra la clase obrera y sus hijos e hijas, y mayores asesinatos y desapariciones de estos.
Como ha señalado por años el compañero Carlos Del Frade, esto sólo traerá más asesinatos sumariales de jóvenes inocentes en los barrios. En México, esta experiencia ha dejado un saldo de casi medio millón de personas, entre ejecuciones y desapariciones. Si el ejército baja finalmente a Rosario, podría haber una mejoría de la situación de violencia al principio, pero sólo por un corto plazo. A la larga, esta medida significará la presencia de mayor poder fuego del Estado capitalista en las calles contra la clase obrera, un Estado cuyo funcionariado, ya lo hemos dicho, es fácilmente corrompible por el dulce aroma del asqueroso dinero de los narcos, que está manchado con la sangre de la clase trabajadora y sus hijos. Un funcionariado que no quiere resolver el problema de raíz porque es parte del negocio. El ejército en las calles de Rosario, significaría un paso más en el disciplinamiento, control y desmantelamiento de las organizaciones del movimiento obrero y la izquierda por el Estado, como se ha logrado en el caso de la Túpac Amaru en Jujuy, a través del juicio farsa contra Milagros Sala.
Desde la izquierda y el movimiento obrero debemos construir un plan de lucha contra los capitalistas utilizando nuestras propias fuerzas, una lucha que en principio debe ser social y política, no utilizando las fuerzas represivas del Estado.
Es necesario la retoma de los barrios por el movimiento obrero y popular, por los colectivos y organizaciones culturales y educativas, por los clubes deportivos y demás agrupamientos. Hay que ofrecer una alternativa a la juventud que está entre la espada y la pared de la crisis capitalista, la miseria, la inflación y el desempleo, por un lado, y los nefastos pero dulces cantos de sirena del narco por el otro.
La imposición del ejército en las calles, es una medida que además significaría un retroceso histórico hacia los tiempos de las juntas militares, justo cuando faltan además pocos días para un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, cuando se abrió uno de los peores momentos de la clase obrera, los trabajadores y la juventud. No podemos olvidar que en la última dictadura el ejército tomó las calles del país, hace casi exactamente 47 años, y desaparecieron a 30000 trabajadores y trabajadoras, militantes revolucionarios y luchadores sociales.
Fue justamente durante la dictadura que se sucedieron envíos masivos de cocaína a través de la ruta 34 (un extremo se encuentra en La Quiaca, al límite con Bolivia y el otro se encuentra en Rosario) resultado de oscuros negociados entre el empresariado que apoyaba a Hugo Banzer y Videla, sendos responsables de las dictaduras de Bolivia y Argentina.
La solución no será jamás fortalecer la represión clasista en los barrios, sino recuperarlos con trabajo político, social y cultural revolucionario y proletario. Hay que arrancarle la juventud de las manos al narco, y propiciar la organización de esa misma juventud con el propósito legítimo y urgente de echar abajo al capitalismo.
Es necesario que dar una vuelta política hacia el socialismo y la lucha de clases. Esa es la única y verdadera lucha que nos podrá dar la victoria definitiva contra la violencia y el terror a los que nos somete este sistema que sólo ofrece explotación, miseria, muerte y barbarie.
Socialismo o barbarie