Nacionalismo de las vacunas: una enfermedad capitalista

A medida que la pandemia de COVID-19 se prolonga hacia su segundo año, continúa exponiendo e intensificando las contradicciones del capitalismo mundial. La locura del nacionalismo de las vacunas demuestra claramente que un sistema basado en la propiedad privada y la división del mundo en Estados-nación antagónicos no está equipado para hacer frente a una amenaza viral que no entiende de fronteras, márgenes de beneficio o estrechos intereses nacionalistas.

Al acaparar y disputarse las vacunas en una carrera para inmunizar primero a sus propias poblaciones, los países más ricos están arriesgando innumerables vidas y endeudando sus economías en billones de dólares. Mientras tanto, el virus continúa circulando y mutando en los países más pobres, con el riesgo de que surjan cepas nuevas, más transmisibles y letales.

No todos juntos

Constantemente se nos dice que la pandemia es una amenaza mundial y que estamos todos juntos contra ella. Uno pensaría que los líderes mundiales, por tanto, comprometerían todos sus recursos, dejarían de lado sus preocupaciones inmediatas y colaborarían para luchar contra este enemigo común.

Como advirtió en agosto Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS: “Necesitamos impedir el nacionalismo de las vacunas … Si bien los líderes desean proteger primero a su propia gente, la respuesta a esta pandemia debe ser colectiva”.

De hecho, como ya mencionamos en otros artículos, los países capitalistas avanzados se apresuraron en asegurar acuerdos con fabricantes farmacéuticos privados de vacunas, mucho antes de que se concluyeran los ensayos clínicos.

Todas estas potencias imperialistas estaban desesperadas por restaurar la normalidad económica y superar a sus rivales en el escenario mundial. Y debido a que varios medicamentos candidatos se sometieron a pruebas a lo largo de 2020, los países occidentales diversificaron su riesgo y pidieron por adelantado una variedad de medicamentos diferentes, en caso de que alguno de ellos resultara ineficaz.

El resultado es que países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá; y países líderes de la UE como Alemania y Francia, disponen de cientos de millones de vacunas excedentes. En algunos casos, esto se debe a que ciertas vacunas aún no han sido aprobadas en algunos territorios, como la vacuna de AstraZeneca en EE. UU.

Algunos gobiernos (particularmente en Europa) están teniendo problemas para utilizar su superávit debido a la incompetencia administrativa y al escepticismo de la población sobre las vacunas, avivado por la desinformación, la desconfianza en el sistema y la mala gestión de la pandemia.

Mientras tanto, a los países más pobres, incapaces de negociar acuerdos directamente con las grandes farmacéuticas, se les empujó al final de la cola. El resultado es que los países con solo el 16 por ciento de la población total del mundo se han asegurado el 60 por ciento del suministro mundial de vacunas.

Si bien los países capitalistas avanzados se proponen tener vacunadas a sus poblaciones para el verano, es poco probable que el 90 por ciento de las personas en los países pobres reciban una sola dosis este año.

Las vacunas de ARN mensajero, desarrolladas por Pfizer y Moderna (que tienen una efectividad superior al 90 por ciento después de la segunda dosis), se destinarán casi exclusivamente a los países ricos de Occidente. Estas empresas se han resistido a todos los impulsos de organizaciones como la Organización Mundial de la Salud, ONGs como Médicos Sin Fronteras (MSF) y Estados miembros de la Organización Mundial del Comercio, como India y Sudáfrica, para relajar las protecciones de patentes o hacer que sus vacunas sean de código abierto, para proporcionar al mundo versiones genéricas más baratas.

Como resultado de su despiadada especulación, los pronósticos de ventas de Moderna y Pfizer alcanzan un valor de $ 18 mil millones y $ 15 mil millones sólo en 2021. No es ni más ni menos que dinero ensangrentado.

“Los pobres esperan en la cola y mueren”

Mientras tanto, la compañía británica AstraZeneca, que se comprometió a vender su vacuna a precio de costo a Occidente (con un límite de 2,50 euros), cobró el doble por las dosis a Sudáfrica, el país más afectado de África.

Como justificación, explicó que los países de altos ingresos “han invertido en [investigación y desarrollo], de ahí el descuento sobre el precio”. A pesar del hecho de que 2.000 sudafricanos participaron en ensayos clínicos en 2020, ofreciendo sus cuerpos como terreno de prueba para una vacuna por la que sus fondos públicos deben pagar ahora mucho dinero.

El programa COVAX, respaldado por la ONU, se desarrolló para proporcionar a los países más pobres un suministro de vacunas, pero tiene un alto riesgo de fracasar debido a la falta de fondos y a la negativa de EE. UU. a participar durante el mandato del expresidente Donald Trump.

Aunque el actual presidente Joe Biden está ahora a cargo, ha promulgado nuevas restricciones a la exportación de materiales para la producción de vacunas con el fin de proteger la cadena de suministro estadounidense. A pesar de que las advertencias de la OMS sugieren que las brechas en la cadena de suministro están detrás de muchas de las escaseces de suministro que afectan a las campañas de vacunación.

Trump se ha ido, pero sigue siendo “Estados Unidos primero”.

El COVAX está sufriendo un importante déficit de fondos en 2021 y actualmente tiene un objetivo muy modesto de distribuir 2000 millones de dosis para finales de año, una fracción de la población que tiene como objetivo. Recientemente, recibió otro golpe tras el anuncio del Serum Institute of India (su mayor contribuyente) de detener las exportaciones de vacunas debido a un aumento en las infecciones en el país.

A pesar de que el programa multilateral COVAX se encuentra en un estado lamentable, los países occidentales están vendiendo parte de sus excedentes a aliados y socios comerciales que no tienen problemas para abastecerse o pagar las vacunas, en lugar de ofrecerlas directamente a los países pobres. Por ejemplo, la Unión Europea ha exportado 34 millones de dosis a Singapur, Arabia Saudita y Hong Kong.

Hay ejemplos especialmente sádicos de nacionalismo de las vacunas, como el caso de Israel, que obsequió con un excedente de vacunas de Moderna a países que aceptaron trasladar sus embajadas a Jerusalén, como Hungría, República Checa y Honduras, pero le ha negado la vacuna a la población palestina que vive bajo su ocupación militar.

Cuando se le preguntó sobre esto, el Ministro de Salud israelí se burló de que Israel no tenía la obligación de vacunar a los palestinos, y (en un comentario igualmente cruel y extraño) preguntó si los palestinos tenían alguna obligación de cuidar delfines en el Mediterráneo.

Fatima Bhutto (escritora y nieta del asesinado primer ministro paquistaní Zulfikar Ali Bhutto) resumió la situación de manera sucinta en The Guardian:

“Fueron los hipercapitalistas quienes propagaron la plaga, se enriquecieron con la vacuna y ahora se curarán cómodamente, siendo los primeros en la cola de las mejores vacunas que ni siquiera quieren. Los pobres que trataron de comer y sobrevivir, encierro tras encierro, esperarán en la cola y morirán”.

Europa y Gran Bretaña: disparos

El fiasco sobre el lento lanzamiento de la vacuna en Europa y la disputa proteccionista de la UE con Gran Bretaña y AstraZeneca por dosis limitadas (que cubrimos la semana pasada) continúa escalando.

El jueves 25 de marzo, los líderes de la UE se reunieron en una cumbre online para discutir nuevas restricciones a la exportación a países que ya tienen un suministro adecuado de vacunas. En su discurso de apertura, la comisaria Ursula von der Leyen señaló que la UE ya había exportado 21 millones de dosis de vacunas al Reino Unido y que era necesario proteger el suministro europeo.

Las restricciones se basan en reglas establecidas después de la primera disputa de AstraZeneca en enero, que anteriormente permitía a la UE suspender las exportaciones de proveedores de vacunas que no habían cumplido con sus obligaciones contractuales. Ahora, el bloque podrá detener las exportaciones incluso si se están cumpliendo los objetivos. Claramente, Gran Bretaña estaba en la mira.

El primer ministro británico, Boris Johnson, insistió en que no quería una lucha proteccionista de ojo por ojo, diente por diente. Y en un devastador ataque al sucesor de von der Leyen, el ex comisionado de la UE Jean-Claude Juncker, dijo que la UE debería abstenerse de librar una “estúpida guerra de vacunas” con Gran Bretaña. Pero es exactamente hacia donde se dirigen las cosas, cada uno acusándose mutuamente de practicar un nacionalismo de las vacunas.

La UE sigue estando muy por detrás de sus objetivos de vacunación; y hasta ahora, AstraZeneca ha reducido sus envíos previstos en tres cuartas partes.

Especialmente irritante para Europa es el hecho de que las plantas y componentes de AstraZeneca desarrollados en los Países Bajos y Bélgica se han dirigido a Gran Bretaña, mientras que los envíos de las principales plantas británicas a Europa se han reducido a un mínimo. Ahora se han impuesto prohibiciones de exportación a estas plantas europeas.

Está claro que AstraZeneca prometió masivamente, dadas sus obligaciones contractuales con Gran Bretaña, no exportar ninguna vacuna hasta que se cumplieran sus pedidos para el NHS (Servicio Nacional de Salud británico, NdT).

Si bien el contrato se negoció en secreto, se habla de una “cláusula de castigo” en caso de que AstraZeneca se retrase en sus compromisos con Gran Bretaña. Esto explica por qué no está dispuesta a desviar ninguna de sus dosis fabricadas en el Reino Unido. No obstante, la empresa se ha embolsado miles de millones en dinero público que la UE gastó en pedidos anticipados.

Los líderes de la UE no se molestan en ocultar su frustración. Philippe Lamberts, colíder del grupo Verde en el Parlamento Europeo, dijo sin rodeos: “AstraZeneca nos trata como un trozo de mierda”.

La Comisión Europea comenzó a sospechar profundamente de que AstraZeneca estaba ocultando grandes arsenales de vacunas en Europa con destino a Gran Bretaña.

Esto condujo a una situación ridícula cuando los Carabinieri italianos allanaron una fábrica cerca de Roma por orden de la UE. Si bien efectivamente encontraron 29 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca, la compañía afirmó que estaban esperando un “control de calidad” y que estaban destinadas a los Estados miembros de la UE y países del programa COVAX.

Todo este drama también está comenzando a ser contraproducente para AstraZeneca, que a pesar de su muy celebrado papel “heroico” en la campaña de vacunación, es simplemente otra gran empresa farmacéutica que se beneficia, y con algunas prácticas comerciales muy dudosas.

El circo en Europa fue seguido de las críticas del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., según las cuales AstraZeneca habría proporcionado un análisis “engañoso” de sus ensayos clínicos, que parecen mostrar una eficacia ligeramente inferior a la sugerida inicialmente.

El efecto acumulativo de todo esto es que las acciones de la empresa han bajado una quinta parte y se habla de que el director ejecutivo podría verse obligado a dimitir. Con las prohibiciones a las exportaciones de Europa ahora sobre la mesa, la compañía se encuentra bajo una inmensa presión para romper su acuerdo contractual con Gran Bretaña, que es precisamente la intención que hay detrás de la UE.

Miopía

En el fondo, el choque entre Gran Bretaña, AstraZeneca y la UE es de naturaleza política. La UE está sufriendo la humillación de ver a una Gran Bretaña post-Brexit vacunar ya a la mitad de su población adulta, mientras lucha con su propio despliegue.

Los nacionalistas rabiosos del número 10 de Downing Street no han perdido tiempo en regodearse a costa de Europa. El secretario de Salud, Matt Hancock, se jactó de que las compañías farmacéuticas deberían establecerse en Gran Bretaña en el futuro, en lugar de en una UE proteccionista, porque: “en el Reino Unido se puede exportar a cualquier parte del mundo, nunca vamos a poner obstáculos a eso”.

Como siempre, estos repulsivos hipócritas no están en condiciones de presumir de nada, dada la mala gestión criminal de la pandemia por parte de los conservadores, que se ha cobrado tres veces más vidas británicas que el Blitz [los ataques aéreos alemanes. NdT] de la Segunda Guerra Mundial.

La mala relación con el arrogante gobierno británico fue obviamente un factor en la suspensión infundada de la vacuna AstraZeneca por parte de 17 países de la UE durante dos semanas por asociaciones (no probadas) con casos de trombosis. En represalia, Johnson y los Tories están haciendo todo lo posible para defender la vacuna AstraZeneca, de fabricación británica, como parte de su “guerra cultural” patriótica en curso.

Es un testimonio de la miopía de estos políticos burgueses el hecho de que estas pequeñas disputas se desaten mientras Europa se enfrenta a un nuevo aumento en las tasas de infección, incluso en países que anteriormente evitaron lo peor de la pandemia.

Hungría, Montenegro, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Bulgaria han ingresado dentro de las 10 naciones más afectadas del mundo, con Eslovaquia y Polonia entre las 25 principales. Esta tercera ola se debe en gran parte a la propagación de la denominada variante Kent del virus, que mutó en Gran Bretaña y se extendió al continente durante el período invernal, durante el cual el gobierno conservador dudó sobre la promulgación de un nuevo bloqueo.

Gran Bretaña, por su parte, ya ha visto una de las peores tasas de mortalidad del mundo y no está fuera de peligro de ninguna manera. Dado que los conservadores ya están considerando sus opciones en términos de permitir los viajes al extranjero durante el verano, la historia se repetirá si el virus no puede controlarse en ambos lados del canal.

Todas estas damas y caballeros están levantando nuevas fronteras comerciales precisamente en el momento en que más se necesita el intercambio abierto de recursos, experiencia y vacunas. Mientras discuten, los trabajadores de ambos lados del canal están muriendo, ya que la pandemia se prolonga innecesariamente.

UE: una casa dividida

Aparte del antagonismo entre Gran Bretaña y Bruselas, la llamada Comunidad Europea está desgarrándose por dentro debido al nacionalismo de las vacunas.

A pesar de que von der Leyen y el presidente francés Emmanuel Macron impulsaron nuevos controles de exportación, los dirigentes políticos de Alemania, Bélgica, Finlandia, Suecia y los Países Bajos dieron marcha atrás el jueves. Todos estos países están profundamente involucrados en las cadenas de suministro para la producción de vacunas, y sus economías corren el riesgo de sufrir grandes pérdidas debido a las restricciones comerciales.

Lejos de ser un frente unido, los líderes de la UE están desesperadamente divididos. Antes de la cumbre, ya había mucha inquietud entre los Estados miembros por el acceso desigual a las dosis.

Según una investigación del New York Times, la Comisión Europea asignó dosis a sus Estados miembros, proporcionales a la población, fuera de su acuerdo conjunto con las grandes empresas farmacéuticas.

Muchos países de la UE, particularmente aquellos con poblaciones más grandes o más difíciles de alcanzar, y economías más débiles, buscaron la vacuna AstraZeneca para mantener bajos los costos. Los Estados miembros más ricos tenían preferencia por las vacunas de ARN mensajero de Pfizer y Moderna. Esto llevó a un arbitraje informal en el que los países cambiarían sus vacunas por su opción preferida.

Cuando la UE se encontró con su desastre de suministro con AstraZeneca, esto provocó un problema importante para los países que habían comercializado sus vacunas de Pfizer y Moderna. Estas fueron acumuladas en gran medida por los Estados miembros más ricos, que también fueron más allá de sus dosis asignadas al asegurar acuerdos directos separados con compañías farmacéuticas.

Por ejemplo, Alemania llegó a un acuerdo paralelo con Pfizer-BioNTech (compañía que es un 50% alemana), por 30 millones de dosis adicionales en 2021.

Esto provocó rabia y acusaciones de hipocresía de las naciones más pobres de la UE que (correctamente) señalaron que Berlín había liderado el camino en términos de asegurar un acuerdo conjunto para el bloque y luego utilizó su influencia financiera para acumular millones de vacunas adicionales para sí misma.

En un intento por suavizar las cosas, Bruselas dispuso que el 30 por ciento de las 10 millones de dosis adicionales de vacunas compradas a Pfizer (que está sacando un beneficio muy rentable) se distribuyeran a los Estados miembros que luchan por contener el virus.

Pero esto fue impulsado por el reaccionario canciller austríaco y ferozmente anti-UE, Sebastian Kurz, quien objetó que su país quedara fuera del acuerdo.

La tasa de vacunación de Austria está en realidad ligeramente por encima de la media de la UE, y Kurz claramente está explotando la situación para provocar un ataque interno en la UE, emitiendo una declaración conjunta contra la decisión con líderes de Bulgaria, República Checa, Eslovenia, Croacia y Letonia. Al hacerlo, pretende llevar a cabo su propia agenda estrecha a expensas de la UE.

Los elevados ideales del libre comercio, la democracia y la globalización se han convertido en una sucia lucha proteccionista, mientras que los nacionalistas demagógicos y de derecha explotan la reputación disminuida de Bruselas para su propio beneficio. Lejos de ser una comunidad europea, frente a la pandemia de coronavirus, cada uno va por su lado.

Todo esto simplemente muestra a la UE como lo que es: un club de negocios, ya en declive terminal, en el que cualquier apariencia de unidad se echa por la borda cuando las fichas están bajas.

Rusia, China y la diplomacia de las vacunas

Con los países imperialistas occidentales envueltos en el nacionalismo de las vacunas, las potencias rivales están involucradas en un juego diferente. Mientras que EE. UU. y Europa acumularon sus suministros y erigieron nuevas barreras comerciales para protegerse, China y Rusia enviaron millones de vacunas Sinovac y Sputnik V a América Latina, África, Asia y Medio Oriente. Entre los dos, han suministrado 800 millones de dosis a 41 países.

Además, las empresas rusas y chinas han estado dispuestas a cerrar acuerdos de licencia para permitir que los fabricantes en países como Indonesia, los Emiratos Árabes Unidos y Malasia produzcan parcial o totalmente vacunas COVID-19 localmente a bajo costo, en marcado contraste con las empresas occidentales que celosamente defienden su propiedad intelectual.

La extrema hipocresía de Occidente se pone de manifiesto cuando los comentaristas occidentales se burlan de la política de vacunas de China y Rusia, cuando ellos mismos se oponen a dar un alivio real a los países pobres. En realidad, preferirían que millones de personas mueran, en lugar de ver socavada su propia influencia sobre estos países.

Por supuesto, esta diplomacia de las vacunas no es un gesto humanitario de Beijing o Moscú. En primer lugar, buscan el reconocimiento como países a los que acudir ante las crisis de salud pública y pandemias, que probablemente serán más frecuentes en el futuro.

“A partir de ahora veremos con buenos ojos si una empresa china anuncia: tenemos una buena vacuna para la difteria, la poliomielitis o la hepatitis”, dijo Najwa Joury-Boulos, profesora de enfermedades infecciosas, que asesora al gobierno jordano sobre la pandemia. “Puede que no cambiemos lo que compramos, pero lo miraríamos con más respeto que antes”.

China también ha incorporado su campaña de vacunación a su iniciativa One Belt, One Road, utilizando cumbres en el Medio Oriente y África para ofrecer acceso preferencial a las vacunas junto con inversiones en carreteras, puertos, redes 5G y energía renovable, creando nuevas avenidas y mercados para el capital chino.

Aquí hay una agenda geopolítica. China está expandiendo su influencia en países que no han podido obtener dosis de empresas como Pfizer o AstraZeneca. En otras palabras, están llenando el vacío dejado por el nacionalismo de las vacunas de Estados Unidos y las principales naciones europeas. Este es también un medio para que China salga de la guerra comercial, que la UE y EE. UU. están librando en su contra.

China ha probado su vacuna y ha llegado a acuerdos para suministrarla a países como Brasil, justo en el patio trasero de Estados Unidos. Esto se resolvió después de que las condiciones económicas que Pfizer pidió a Brasil, incluida la entrega de activos estatales como garantía contra el costo de las demandas en caso de efectos secundarios, demostraran ser demasiado onerosos.

Mientras tanto, tras la catástrofe de AstraZeneca, Rusia ha estado presionando a Europa con su Sputnik V.

La empresa farmacéutica italo-suiza Adienne, en Lombardía, anunció el primer acuerdo de producción para fabricar vacunas a partir de julio. Una crisis política en toda regla ha estallado en Eslovaquia. El primer ministro, Igor Matovic, dijo estar dispuesto a dimitir después de que su decisión de comprar la vacuna de Rusia sumiera a su gobierno de coalición en la confusión.

Incluso hubo rumores de que se habían llegado a acuerdos con empresas de España, Francia y Alemania (pendiente de su aprobación en la UE) para fabricar Sputnik V en el corazón de la UE con el fin de suplir el déficit de la disputa con AstraZeneca.

Esto habría supuesto un tremendo golpe para la posición de la UE como potencia mundial. La posibilidad fue descartada apresuradamente por el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, que encabeza el grupo de trabajo sobre vacunas del ejecutivo de la UE y declaró sobre la vacuna rusa: “No la necesitaremos en absoluto”.

No obstante, la UE se encuentra bajo una inmensa presión derivada de la crisis actual. Para salvar su economía y mantener la estabilidad política, la UE necesita más vacunas. Pero recibir vacunas de Rusia, vacunas que vendrían con demandas de suavizar la actitud de la UE hacia Rusia, la enfrentaría a Estados Unidos, que busca aislar a Rusia a nivel internacional.

Tablero geopolítico

Esta crisis se ha visto agravada por el severo impacto de la pandemia en Europa y Estados Unidos. Mientras que China, por ejemplo, se ha recuperado relativamente rápido y está registrando un crecimiento económico nuevamente. Esto crea un margen de maniobra para que utilice su suministro excedente de vacunas como instrumento diplomático, en lugar de tener que acumular cada dosis para su propia población.

En una afirmación de fuerza, China ha reanudado el procesamiento de visas para visitantes extranjeros, pero solo si se les ha inyectado Sinovac, excluyendo efectivamente a la mayor parte de Occidente, donde la vacuna no ha sido aprobada.

Este tipo de poder blando podría ser parte de un intento de presionar a América del Norte y Europa para que aprueben la vacuna de China. Pero la idea que debate la UE y Gran Bretaña de crear pasaportes de vacunas para permitir que las personas viajen libremente, podríamos imaginar un escenario en el que las potencias rivales usen la aprobación selectiva de vacunas para limitar los viajes al extranjero en otra lucha proteccionista.

No hace falta decir que las vacunas que salvan vidas no deberían ser un tablero geopolítico. Ni siquiera debería haber varias vacunas que, en última instancia, sirvan para el mismo propósito. La situación actual es un testimonio de la irracionalidad y el despilfarro capitalistas.

Bajo un sistema socialista global, se podría haber desarrollado y distribuido una sola vacuna a todo el mundo, en lugar de una serie de productos vendidos en el mercado abierto y explotados para satisfacer los intereses de las potencias capitalistas competidoras.

Un vistazo de lo que es posible se puede ver en Cuba, que se ha negado a comprar vacunas a las grandes empresas farmacéuticas. En cambio, está llevando a una de sus candidatas a vacunas desarrolladas a nivel nacional, Soberana 02, a su fase III de ensayos clínicos.

El país confía en que tendrá suficientes dosis para vacunar a su población en el verano, con excedentes de sobra. Ha indicado que esta vacuna será gratuita para cualquier persona: incluidos todos los visitantes extranjeros que lleguen al aeropuerto de La Habana.

Y todo esto a pesar de las continuas sanciones occidentales y de la crisis económica más grave desde el “período especial” de la década de 1990. Incluso en un Estado obrero deformado, vemos las claras ventajas de una economía planificada sobre una economía capitalista cuando se trata de enfrentarse a una crisis de salud pública de esta naturaleza.

No puedes tener inmunidad en un solo país

Hemos dicho antes que el enfoque de “nosotros primero” de los países capitalistas avanzados es un ejercicio contraproducente. Al virus no le importan las fronteras nacionales. Inmunizar a un puñado de países ricos no impedirá que el virus circule, mute y regrese en el futuro de una forma más virulenta.

Como advirtió la OMS: “En verdad, nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo”.

Dejando de lado la catastrófica pérdida de vidas que se prolongará hasta que esta pandemia esté bajo control en todo el mundo, en una escala más amplia, el nacionalismo de las vacunas no tiene sentido ni siquiera sobre una base capitalista.

Un estudio encargado por la Fundación de Investigación ICC concluyó que la economía global podría perder $ 9,2 billones si los gobiernos no aseguran que los países pobres tengan acceso a las vacunas COVID-19. Hasta la mitad de estos costos recaerían sobre las economías avanzadas.

Para ofrecer otro ejemplo, se estima que una inversión de 27.200 millones de dólares por parte de los países capitalistas avanzados, el actual déficit de fondos que enfrenta COVAX, generaría retornos de hasta 166 veces la inversión. $ 27 mil millones es una gota de agua en el océano en comparación con los billones de dólares que los Estados están gastando en apuntalar sus economías.

El problema es que los representantes políticos degenerados de la burguesía no están pensando en el bienestar humano, ni siquiera en la salud del sistema capitalista a largo plazo, sino solo en sus intereses inmediatos: sus carreras y las ganancias a corto plazo de los capitalistas a quienes representan.

Esta ha sido su forma de pensar desde el primer día de la pandemia, razón por la cual muchos de ellos se negaron a tomar medidas efectivas tempranas de confinamiento, intentando proteger sus economías por encima de las vidas humanas, y finalmente fracasaron en ambos aspectos.

Además, el capitalismo está constreñido por el Estado-nación: una institución podrida y anticuada que está ejerciendo un impacto terrible en la especie humana, al frustrar cualquier posibilidad de cooperación internacional.

Unido a los intereses privados de las empresas lucrativas que controlan los medios de producción médica, los trabajadores del mundo quedan atrapados en esta pesadilla mientras los dirigentes burgueses defienden sus recursos e intercambian críticas.

Ya hemos advertido que el escandaloso fracaso del capitalismo para hacer frente a esta crisis plantea la posibilidad de que el coronavirus se vuelva endémico. Sectores de la burguesía están dispuestas a aceptar esta nueva normalidad, como afirma un artículo publicado en Bloomberg, titulado: “Debemos empezar a prepararnos para una pandemia permanente”:

“Consideremos dos caminos evolutivos alternativos. En uno, un virus se vuelve más severo, pero no más transmisible. Causará más enfermedades y muerte, pero el crecimiento será lineal. En el otro camino, un virus mutante que no se vuelve ni más ni menos virulento, sino más contagioso. Causará aumentos en las enfermedades y muerte, que serán exponenciales en lugar de lineales …”

“Si esta es la trayectoria evolutiva del SARS-CoV-2, nos esperan ciclos aparentemente interminables de brotes y remisiones, restricciones sociales y relajaciones, cierres y reaperturas. Al menos en los países ricos, probablemente nos vacunaremos un par de veces al año, contra la última variante en circulación, pero nunca lo suficientemente rápido o lo suficientemente completo como para lograr la inmunidad colectiva …

“También debemos ser realistas. La resiliencia exige que incluyamos este nuevo escenario en nuestra planificación”.

Este derrotismo estrepitoso refleja la incapacidad de los capitalistas para manejar esta situación. Pero una pandemia permanente no es inevitable: con medidas de confinamiento, coordinadas y adecuadas, apoyo económico para los trabajadores y un programa de vacunación eficaz, podríamos poner fin a este desastre.

Debemos nacionalizar las grandes empresas farmacéuticas. Su investigación, financiada con fondos públicos, debería convertirse en propiedad pública. La capacidad de fabricación necesaria para la rápida creación de suficientes dosis, jeringuillas e instalaciones de refrigeración debe obtenerse mediante la expropiación de las instalaciones existentes. La producción debería incrementarse y llevarse a cabo un plan coordinado internacionalmente de vacunación global rápida. Pero para que esto suceda debemos quitar el manejo de la pandemia de las manos de los capitalistas y sus representantes políticos. Solo la clase trabajadora en el poder puede lograr esto a través de una federación socialista mundial.

Esta pandemia, y la respuesta de los gobiernos a ella, han puesto a prueba el sistema capitalista hasta sus límites. El resultado ha sido muerte y privaciones a un nivel espantoso, los países más ricos han dejado de lado a los pobres, abandonados a su suerte, en una búsqueda imprudente del interés propio por parte de los líderes mundiales.

El nacionalismo de las vacunas es una acusación del sistema en el que vivimos. Requerimos una sociedad basada en el internacionalismo, la solidaridad y la satisfacción de las necesidades humanas. Para que esto se logre, es imperativo que el capitalismo sea arrojado al basurero de la historia.