El gran revolucionario Emiliano Zapata fue asesinado hace 100 años de manera cobarde por la contrarrevolución constitucionalista. En la historia que narraremos él es una figura central, aun cuando su nombre no aparece demasiado. A 100 años de su asesinato es importante reflexionar sobre las ideas del zapatismo, su gobierno campesino revolucionario en Morelos y las causas de la derrota de los ejércitos dirigidos por el Atila del sur y el Centauro del norte.
Diciembre de 1914: la cúspide de la revolución
La foto más famosa de la revolución mexicana (quizás de toda la historia del país) es aquella donde Francisco Villa está sentado en la silla presidencial al lado de Emiliano Zapata. Es muy significativa porque refleja el momento cúspide de la revolución mexicana; donde gente común, campesinos, se sentaron en el centro del poder que habían ocupado las clases enemigas de los explotados. Ese 6 de diciembre de 1914, habían entrado triunfalmente a la capital de la república las tropas de estos dos dirigentes revolucionarios para instaurar el gobierno de la Convención Revolucionaria. En ese momento Villa era el más grande jefe militar de la revolución, mientras que el zapatismo era quien había enarbolado el programa más firme a favor de las masas campesinas. El viejo régimen y su Estado habían sido barridos por la revolución. En el panorama político también se encontraba el bando constitucionalista, encabezado por Venustiano Carranza que representaba a la naciente burguesía. Ellos, en retirada y divididos, le habían declarado la guerra a la Convención, ya para entonces teniendo en mayoría a villistas y zapatistas.
La revolución estaba en la antesala de las batallas más crudas en las que los sectores más representativos de las masas trabajadoras serían derrotados. En medio de las más sangrientas batallas, veríamos en el zapatismo y el villismo la búsqueda de un programa revolucionario nacional a favor de obreros y campesinos y también la gloriosa experiencia del gobierno regional campesino zapatista, conocido comúnmente como la Comuna de Morelos.
Las fuerzas en disputa y la Convención
Recapitulemos un poco. El asesinato de Francisco I. Madero, tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta, sería el detonante de una lucha armada de enorme alcance que recorrió el norte y sur del país que barrería completamente con todo lo que quedaba del viejo Estado porfirista. Eso generó un vació del poder a nivel nacional que de alguna forma debía ser llenado. Las únicas fuerzas armadas eran las de los ejércitos revolucionarios, los tres predominantes fueron: el constitucionalista subordinado a Venustiano Carranza, la División del Norte de Pancho Villa y el Ejército Libertador del Sur dirigido por Emiliano Zapata.
“El constitucionalismo carrancista dominaba Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sonora, Sinaloa y partes del centro y occidente del país; el villismo era amo y señor de Chihuahua y Durango; el zapatismo, por su parte, controlaba Morelos, Guerrero y los municipios colindantes del Estado de México y Puebla, así como partes de Tlaxcala y el sur del Distrito Federal. En esas regiones cada una de las fracciones tenía el control del territorio y de la población, ejercían el gobierno y la administración pública, tenían su propio ejército, dirigían la economía o tenían en su poder las principales actividades productivas y comerciales, administraban la justicia e incluso, acuñaban su propia moneda. Tenían pues el monopolio de la violencia, y el dominio del territorio, de la población, del gobierno, de la justicia y de la economía”.1
En la lucha contra Huerta las divergencias de clase se expresaron como diferencias militares y en conflictos entre caudillos. Venustiano Carranza no quería llevar adelante reformas sociales a favor de las masas sino sólo cambios políticos en el país. Enfureció cuando Lucio Blanco, después de tomar la ciudad de Matamoros, hizo el primer reparto agrario de la revolución. A los villistas les odiaba y temía. Pancho Villa, cuando fue gobernador de Chihuahua, extendió un decreto para confiscar los bienes de los oligarcas locales (la familia Terrasas) para que se vieran beneficiados los pobres. Carranza no quería expropiar a su propia clase, quería potenciarla y Villa le estorbaba en sus objetivos.
La División del Norte mostró hasta entonces ser el ejército revolucionario más capacitado, dejándolo claro en la toma de la ciudad de Torreón. Carranza extendió una serie de órdenes, militarmente absurdas, para obstaculizar que Villa tomara la ciudad de Zacatecas (algo que al final no pudo evitar) y luego para facilitar que fuera Álvaro Obregón, y no Villa, quien entrara primero en la capital. Eso enfureció a Pancho Villa, la situación era tan tensa que un importante sector de los constitucionalistas temía que, ya caído Huerta, se desatara una guerra contra la División del Norte y trataron de evitarla. Esta ala pacificadora empujó a la realización de una convención revolucionaria. Ya reunidos dijeron que no estaría completa la Convención sin la presencia de los zapatistas y una comisión encabezada por Felipe Ángeles fue en su búsqueda.
Los zapatistas también desconfiaban de Carranza y se oponían a su imposición como primer jefe. Así que pusieron dos condiciones para integrarse a la Convención: primero el desconocimiento de Carranza como primer jefe y en segundo término que la convención aceptara el Plan de Ayala. La primera condición fue aceptada diciendo que ninguno de los tres caudillos principales podría ser el dirigente del nuevo gobierno. Eso alimentaba las aspiraciones de algunos dirigentes constitucionalistas. La segunda condición fue aceptada, aunque como un programa mínimo que tendría que desarrollarse. El Plan de Ayala reflejaba las condiciones de los campesinos del sur; aunque no expresaba del todo la problemática del campesino norteño, ellos se identificaban con el reparto agrario; pero no se decía nada de los problemas de la clase obrera y otros problemas nacionales.
En términos reales, la Convención significó la unidad de los dos ejércitos más representativos del campesinado pobre, la unión de los auténticos revolucionarios del norte con los del sur, la unidad de los villistas y zapatistas.
La Convención debatió quien sería el nuevo presidente. Suele decirse que la debilidad de la revolución mexicana es que el campesino no aspiraba a tomar el poder, debido a su carácter de clase, además que no tenía un programa revolucionario claro con el cual dirigir a la nación. Lo que sí es verdad es que los villistas renunciaron a tener un candidato propio a la presidencia y con ello renunciaron también a poner a algún elemento que llevara adelante de manera consecuente sus demandas. Los zapatistas, sin tener aún derecho a voto en la Convención, tampoco hicieron ninguna propuesta concreta y se limitaron a vetar al principal candidato de los constitucionalistas: Antonio I. Villareal. Con eso, tanto zapatistas como villistas, cedieron el mando a sus oponentes. Fue así que Eulalio Gutiérrez, el gobernador de San Luis Potosí, fue electo con el voto de los constitucionalistas como el primer ministro, lo cual costaría caro a la revolución campesina.
Eso simplificó la lucha a dos bandos en disputa: aquellos que expresaban la aspiración de una revolución social profunda, lo cual sólo era posible trastocando la propiedad privada de terratenientes y burgueses y tomando el poder los obreros en alianza con los campesinos, y el otro bando que sólo quería cambios políticos, sin llegar a reformas sociales serias (aunque poco tiempo después se verían obligados a incluirlas en su programa), lo que en última instancia expresaba esa fuerza era el ascenso de una naciente burguesía que se quería poner a la cabeza de la nación. Esa contradicción no se resolvería con un debate amistoso, sino con una lucha revolucionaria.
La aceptación del plan de Ayala y el no reconocimiento de Carranza como principal jefe, hizo que éste desconociera a la Convención y le declarara la guerra, pues había llegado a puntos que él no podía tolerar. Aquí no podría haber centro, el ala pacificadora se partió, regresando en su mayoría con su jefe Carranza, incluyendo a Álvaro Obregón.
La alianza villista-zapatista
La lucha de clases tiene su propia lógica. La Convención Revolucionaria, con todas sus contradicciones, se convirtió en el instrumento del poder naciente de los ejércitos más representativos del campesinado, que se combinaba con el reparto agrario a los campesinos pobres que estaba llevando a cabo el zapatismo en su gobierno. Emergía un poder de los campesinos revolucionarios que aún no lograba consolidarse. Por otro lado el enemigo constitucionalista, donde se asomaba a su vez una naciente burguesía, se reagrupaba y les declaraba la guerra. Había en realidad una dualidad de poderes y uno de los dos bandos al final triunfaría a costa del otro. De esta lucha general dependía el triunfo o derrota de las clases trabajadoras y de la comuna de Morelos.
La alianza villista-zapatista inició en la reunión de la Convención de Aguascalientes. Antes de tomar la Ciudad de México juntos, decidieron reunirse en Xochimilco, territorio zapatista, sus dos principales líderes. En la reunión de Villa y Zapata identifican como el problema principal el reparto agrario (sin mencionar explícitamente, por ejemplo, las demandas de los obreros). Expresan su rechazo a Carranza y su desconfianza a los políticos (entiéndase en gran medida los constitucionalistas) y la negativa de ambos a asumir el poder, al menos en lo individual. Había un sentimiento de clase a favor de los pobres que los identificaba y unía. No se debe sacar una mala lectura de esta conversación, pues no significa que ellos no lucharan por el poder para sus organizaciones o que no quisieran la aplicación de sus programas e ideas, ni que se limitaran a ir a defender sus territorios. Villa y Zapata tienen una reunión privada en donde solo está presente Manuel Palafox.
“Roque Gonzáles Garza recuerda que Villa le contó que se había llegado a un pacto de cuatro puntos: 1) Alianza formal militar entre la división del Norte y el Ejército Revolucionario del Sur. 2) Adopción del Plan de Ayala por los norteños excluyendo los ataques a Madero que el plan contenía. 3) Villa proporcionaría armas y municiones a los zapatistas. 4) Promoción de un civil a la presidencia de la república”.2
Por su correspondencia se sabe que establecen un plan militar que buscaba cercar en Veracruz a Carranza, plaza que los imperialistas gringos mantenían en su control y amablemente cedieron al jefe constitucionalista.
Después de esa reunión, deciden entrar juntos a la capital villistas y zapatistas, lo cual va fortaleciendo su alianza. Ellos fueron consecuentes con los acuerdos de la Convención y simplemente instalaron a Eulalio Gutiérrez como presidente, aun cuando quienes votaron por él ya se habían escindido. No dieron una lucha por poner a un personaje de sus grupos que fuera más afín; finalmente Eulalio no sería un factor de unidad sino de división, pues boicotearía a los mismos villistas y zapatistas que lo soportaron.
La Comuna de Morelos
El zapatismo había mostrado debilidad militar comparada con los ejércitos del norte, pues mientras ellos lograron extenderse a los estados vecinos en un largo tiempo, no fueron capaces de tomar la capital por ellos mismos. Sin embargo su batalla en el centro contribuyó en la debilidad del gobierno de Huerta y su extensión en el centro sur del país le posicionaría como uno de los tres ejércitos más importantes del país. Pero más importante que el avance militar en sí mismo, fue la revolución social radical que aplicaban los zapatistas mientras conquistaban el terreno. Incluso los villistas en Chihuahua no repartieron la tierra a los campesinos, mientras que los zapatistas sí.
Desde 1911, la lucha de los zapatistas había regresado las tierras a los campesinos; con la caída de Huerta en 1914 esto se generalizó a todo Morelos. Los zapatistas expropiaron sin indemnización la tierra y la repartieron a los campesinos, al igual que la poca industria que eran los ingenios azucareros y las destiladoras de alcohol.
La Comuna de Morelos pudo desarrollarse porque por primera vez a los zapatistas se les dejó tranquilos, ya habían tenido que luchar durante los gobiernos de Porfirio Díaz, el interinato de Francisco León de la Barra, en el de Madero, Victoriano Huerta y teniendo roces con los constitucionalistas. Las batallas decisivas se libraban en el norte, y de eso dependía el triunfo zapatista; pero por el momento tenían un tiempo para llevar adelante su política revolucionaria.
Los pueblos indígenas guardaban celosamente los títulos de propiedad, extendidos durante la corona española, que les acreditaban como los legítimos dueños de la tierra. Pero la geografía ya había cambiado, nuevos pueblos se habían formado y a veces los propios títulos daban fracciones de tierras comunes a más de un pueblo. También había pueblos que no eran dueños de ninguno de esos títulos, pero no por ello quedaban exentos del reparto agrario, también se les distribuían tierras expropiadas. La forma de resolver los límites territoriales era a través de asambleas democráticas, sino había acuerdo entre los pueblos se podría tener como mediador al mismo Emiliano Zapata.
El programa zapatista conocido como el Plan de Ayala fue superado en la práctica, pues en este sólo se planteaba la expropiación del 30% de la tierra de los hacendados y a los enemigos de la revolución. Lo que hizo el zapatismo fue acabar con la gran propiedad en la industria y la tierra y con ello con el elemento de dominio terrateniente en el campo que era el latifundio.
Dentro del zapatismo lucharon juntos indígenas y mestizos, la identificación de clase era más poderosa que la de raza y fue la razón por la que también buscaron su alianza villistas y zapatistas. El poder político de la Comuna se sustentaba en gran medida en las propias comunidades con métodos de toma de decisiones como las asambleas. El zapatismo había sido capaz también de atraer a una capa de intelectuales, provenientes en su mayoría de la pequeña burguesía, que basándose en el sentir de las comunidades y expresando sus demandas, redactaban manifiestos y pronunciamientos. Ellos también jugarían un roll destacado en la Convención Revolucionaria en sus distintas etapas y en el propio gobierno revolucionario.
El ministro de agricultura de la Convención, el zapatista Manuel Palafox, ayudado con un grupo de estudiantes de agronomía (dentro de los que se encontraba el futuro gobernador socialista de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto), se dio a la ardua tarea de llevar adelante la reforma agraria con medidas revolucionarias. Existe una descripción muy gráfica de un agente estadounidense, que decía que Palafox repartía la tierra “independientemente de si pertenecían a norteamericanos o a chinos”. Agregando que: “Es intratable y sus rabiosas ideas socialistas no ayudarán a resolver los problemas de manera beneficiosa para su país”.3
Mientras la revolución avanzaba, la Comuna de Morelos trajo enormes beneficios; la productividad aumentó y la gente mejoró sus niveles de vida. Se declararon leyes que daban libertades políticas a los pueblos, dándoles mayores libertades de organización y decisión. Los gobernadores trabajaban bajo el control y subordinados al poder del pueblo, que tenía la fuerza de destituirlos.
El zapatismo puso el dedo en la llaga al cuestionar la gran propiedad privada; no solo en la tierra sino en la industria. Existe una diferencia entre el campesino y el obrero; al primero le puedes repartir los medios de producción (la tierra) individualmente y puede producir de esa misma manera: existían casos de propiedad comunal agraria, que son un paso más avanzado, aunque en términos generales no se dejaba de tener una visión un tanto individual y localista entre el campesino promedio; al obrero, en cambio, no puedes repartirle un pedazo de fábrica cuando la producción por naturaleza es colectiva, si se acaba con la propiedad privada de la industria la producción debe ser social.
Si bien los zapatistas tenían en sus manos lo poco de la industria local, en particular los ingenios azucareros, varios de estos estaban en mal estado siendo afectados por la propia guerra revolucionaria. Los que se pusieron a andar tuvieron la limitante de contar con poca materia prima a disposición. Como Adolfo Gilly señala:
“esta especie de socialismo empírico apoyado por Zapata, tenía sus tropiezos con las costumbres e inclinaciones de pequeño propietario de la base campesina. Dueños nuevamente de sus tierras, los campesinos tendían a volver a los cultivos de sustento: frijoles, garbanzos, maíz, hortalizas o la cría de pollos, todos productos fáciles de vender en los mercados locales”4 .
La caña de azúcar fue un producto impuesto por los conquistadores y explotadores y los campesinos lo rechazaban. Zapata mismo intentó persuadirlos, explicando con paciencia. Sin embargo el gobierno campesino nunca pudo aprovechar su capacidad industrial lo que limitaba su actuar militar, pues esa era una fuente de financiamiento importante para el desarrollo de la guerra que aún se libraba. Algo similar pasó con la fábrica papelera que tenían bajo su control y que podía ser un buen instrumento político usado para la propaganda, algo que los zapatistas visualizaron. Les propusieron a los hermanos Flores Magón editar su periódico Regeneración en tierras morelenses, algo que ellos inexplicablemente no aceptaron.
La guerra civil
El futuro de la comuna, estaba determinado por el triunfo de la División del Norte en la guerra contra los constitucionalistas. El plan militar establecido por Zapata y Villa no logró concretarse, aunque los zapatistas cumplieron con su parte tomando Puebla y dificultando el avance de Obregón. Villa tuvo que cambiar de estrategia ante el peligro de perder sus fuentes de aprovisionamientos en el norte. Un factor en la ecuación que iría en contra del villismo fue que la lucha de las masas campesinas entró en reflujo en ese periodo.
No es espacio para hablar a detalle de la guerra civil de 1915 que determinaría el destino de la revolución; Pedro Salmerón ha explicado que la correlación de fuerzas entre el ala convencionista y constitucionalista era más pareja de lo que se suele decir y que el constitucionalismo tenía las mejores zonas con reservas económicas, la afirmación de este historiador de que las guerras se ganan con “dinero, dinero y dinero” nos parece una simplificación absurda cuando se trata de una guerra revolucionaria. Es verdad que las zonas de aprovisionamiento carrancista fueron mejores, lo que les ayudó a su triunfo; pero Díaz y Huerta fueron derrotados porque representaban un régimen desgastado y no pudieron ante el impulso de las masas. Si fuera el elemento militar el predominante ninguna guerra revolucionaria de los oprimidos hubiera ganado en la historia. El programa y la alianza con la clase obrera, era determinante para el triunfo.
El constitucionalismo estaba lejos de ser una fuerza del pasado, lo que veíamos eran fuerzas vivas y poderosas en disputa que reflejaban en uno u otro sentido un cambio revolucionario. La guerra campesina, con batallas épicas, con los enfrentamientos entre Obregón y Villa fueron determinantes, sobre todo en Celaya. Era posible que Villa y la División del Norte hubieran ganado.
Con fuerzas tan parejas en disputa, la unidad de los villistas y zapatistas era fundamental. Si uno lee la correspondencia entre Villa y Zapata, se pude ver que buscaron mantener una alianza política hasta el final. Pero la unidad fue efímera en el terreno práctico, en parte por la naturaleza y tradiciones diferentes de estos dos ejércitos y por las diferencias políticas en la convención. En el momento que el villismo más necesitaba de apoyo no llegaron a auxiliar los zapatistas, lo cual hubiera podido ser un peso a favor del campesinado pobre en la balanza.
La alianza con los obreros
Cuando se dio la revolución rusa, Lenin sabía que no se podría vencer sin una alianza de obreros y campesinos. En México, el no conseguir esa alianza los convencionistas y si lograrlo los constitucionalistas (al menos evitando que estos fueran atraídos por el bando opuesto) fue otro elemento para la derrota de los primeros. El gobierno de la Convención durante su ocupación de la Ciudad de México buscó respetar a la población, los excesos y abusos fueron menores. Buscaron aumentar el salario de los obreros y realizaron mítines con los agremiados de la Casa del Obrero Mundial tratando de atraerlos. Los líderes de esta agrupación anarcosindicalistas jugaron un papel lamentable al rechazar esta alianza debido a sus prejuicios contra la participación política.
La Convención asumió como suyo el Plan de Ayala, al menos formalmente, que, aunque no abarcaba el conjunto del problema campesino, era un imán para las masas que buscaban justicia social. El constitucionalismo sabía bien que la guerra no se ganaría solo militarmente y el 14 de diciembre de 1914 se hacen reformas al Plan de Guadalupe en las que Carranza se ve obligado a incluir reformas sociales a favor de los campesinos y obreros donde se pronuncia por: “leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados” y por “hacer las expropiaciones por causa de utilidad pública, que sean necesarias para el reparto de tierras, fundación de pueblos y demás servicios públicos”5. Pone como candado que su aplicación está subordinado a la autorización del primer jefe de la nación, ósea del mismo Carranza. Habla también de mejoras a la clase proletaria en su conjunto. El 6 de enero de 1915, en ese mismo sentido, Venustiano Carranza decreta una ley agraria donde habla de la restitución de las tierras, aguas y montes a los pueblos y rancherías.
Carranza se vio obligado a actuar de esa forma, contra su voluntad, bajo la presión del gobierno constitucionalista y del Plan de Ayala. Necesitaba evitar que los obreros y campesinos fueran atraídos por los convencionistas pues los zapatistas tenían un programa más radical y lo estaban llevando a la práctica. El verdadero punto de inflexión fue que el constitucionalismo logra hacer una alianza, firmada el 17 de febrero de 1915, con la Casa del Obrero Mundial, algo que Obregón con audacia, olfato y demagogia venía trabajando meses atrás. Ese pacto, si bien no fue sólido, pondría una cuña que separaría al movimiento obrero organizado del movimiento campesino más revolucionario.
El programa de la convención villista-zapatista
Eulalio Gutiérrez fue destituido el 16 de enero de 1915 como presidente, al descubrirse su doble juego, interceptando correspondencia donde coqueteaba con los constitucionalistas. Fue así que asumió la presidencia el villista Roque Gonzáles Garza.
El movimiento campesino buscó dar solución, más allá de la reforma agraria, a los problemas de los obreros y el establecimiento de un programa nacional. La convención ya era villista y zapatista y fue más radical que su primera versión. La lucha definitiva se libraba en el campo de batalla y los mejores hombres del villismo se fueron al combate, quedando en la convención su ala moderada con los que entrarían en disputa los convencionistas zapatistas.
Un acalorado debate se da precisamente sobre la cuestión obrera. El delegado villista, Federico Cervantes, se opuso al derecho a los obreros a organizarse, declarando:
“El socialismo predica el establecimiento del mismo nivel, como si fuera un rasero bajo la mano del Estado… los socialistas predican que la sociedad debe ser rehecha a fuerza de decretos y aprovechan como una ocasión refulgente la de las revoluciones triunfantes… le atribuyen a las leyes un poder fenomenal, se imaginan que las costumbres de un pueblo se modifican por la producción inconsiderada de leyes y no quieren convencerse de que a un pueblo se le eleva cuando se le educa… pretenden que el capitalismo es el origen de todos los males… que el Estado sea quien administre y que su administración sea tan pura y tan igualitaria que los productos se repartan igualmente entre todos los ciudadanos”.
Luis Méndez respondió:
“Por capital entendemos la tierra… el subsuelo… las máquinas… los medios de transporte y los instrumentos de trabajo… todo eso es obra de los trabajadores… no queremos destruir a los capitalistas pero sí al capitalismo, pero si esas personas se oponen tendrán que ser fatalmente arrollados… vivimos en un siglo que mira al socialismo… y llegaremos a él… El ideal sindicalista no es tan sólo hacer resistencia por medio de huelgas, no es tan sólo elevar el salario ni siquiera indefinidamente. Es mucho más que todo eso: es la abolición del salario, o bien, la apropiación de la maquinaria; no tuerca a tuerca ni tornillo a tornillo, ni pedazo a pedazo los rieles de los ferrocarriles, sino en masa, la industria, los medios de comunicación, para que estén en poder de los que trabajan”5 .
Otro delegado Villista, Quevedo, dijo que no se podía retomar las ideas del socialismo más avanzado que era el de Marx porque estaba fuera de moda y de nuestro medio actual y que aunque tenía millones de adeptos en ningún país se habían aplicado.
El acuerdo fue:
“Artículo 6. Precaver de la miseria y del futuro agotamiento a los trabajadores por medio de oportunas reformas sociales y económicas, como son: una educación moralizadora, leyes sobre accidentes del trabajo y pensiones de retiro, reglamentación de las horas de labor, disposiciones que garanticen la higiene y seguridad en los talleres, fábricas y minas, y en general, por medio de una legislación que haga menos cruel la explotación del proletariado”.
“Artículo 7. Reconocer personalidad jurídica a las uniones y sociedades de obreros para que los empresarios, capitalistas y patrones tengan que tratar con fuertes y bien organizadas uniones de trabajadores, y no con el operario aislado e indefenso”.
“Artículo 8. Dar garantías a los trabajadores, reconociéndoles el derecho de huelga y de boicotaje”.
“Artículo 9. Suprimir las tiendas de raya, el sistema de vales para el pago del jornal, en todas las negociaciones de la República”6 .
El programa de reformas político sociales de la convención no es socialista, plantea el derecho de la pequeña propiedad, combate a los monopolios y da algunos derechos a las mujeres, por ejemplo al divorcio. Busca avanzar en el terreno educativo, fomentando la creación de escuelas normales en cada Estado. Plantea como forma de gobierno el parlamentarismo (eliminando al aristotélico senado).
El debate de estas reformas, en medio de una situación tan tensa, bloqueo el establecimiento de leyes sociales urgentes y medidas políticas que contribuyeran más eficazmente a la batalla contra el constitucionalismo. Al terminar este debate del programa, la División del Norte ya había sido derrotada y con ella la Convención; los delegados norteños regresaron a sus tierras y de la convención quedó sólo el Consejo Ejecutivo, formado por los zapatistas. En medio de la ofensiva de Carranza, siguieron discutiendo y estableciendo leyes. Vale la pena analizarlas pues son las conclusiones de un movimiento revolucionario de gran trascendencia en la historia de Latinoamérica.
El programa zapatista
El Plan de Ayala solo fue el inicio del programa zapatista. En la convención no se desarrollan todas las ideas del zapatismo; es cuando el movimiento estaba herido de muerte y refugiado en la región morelense donde desarrolla de manera más plena el programa zapatista; sin embargo esta sería descuartizada muy pronto, que. Manuel Palafox sería el corazón y la cabeza de la ley agraria que buscaba extender el reparto de tierra más allá de las fronteras morelenses. Cuando se decretó ya no había gobierno central que garantizara su ejecución. Se establece también una Ley General de Trabajo, que dice:
“el Estado, cuyo único objeto debe ser la felicidad y el perfeccionamiento del pueblo, está obligado a garantizar a todos los trabajadores el ejercicio de su derecho al producto íntegro de su trabajo, procurando de una manera paulatina y progresiva, atendiendo a las condiciones sociales y políticas establecidas, la socialización de los medios de producción y de cambio en favor de las sociedades cooperativas que formen las clases productoras”7 .
Establece una serie de reformas como el descanso dominical, la jornada laboral de 8 horas, la prohibición del trabajo infantil, el trabajo nocturno y durante la gestión de las mujeres, el establecimiento de un salario mínimo suficiente para la supervivencia, entre otras medidas.
El zapatismo se oponía a un ejército permanente, decía que éste había sido “‘un instrumento de asesinato manejado por los gobiernos para oprimir y explotar al pueblo indefenso’. En consecuencia, este sería sustituido en sus funciones de defensa de la Patria por el pueblo en armas, pero de ningún modo sería otra vez una institución permanente. En tiempos de paz, las funciones de seguridad y protección a la sociedad, serían realizadas por las fuerzas de la gendarmería pertenecientes a la Federación, a los estados y a los municipios”8 .
Se declaran también leyes que obligan al Estado, en sus distintos niveles, a impartir educación básica gratuita y laica. Se planteaba la reorganización de la educación media y superior, priorizando la enseñanza de carreras técnicas a las humanísticas, algo completamente entendible por la necesidad de desarrollar la técnica del país.
El zapatismo estaba decidido a llevar justicia para el pueblo, para los obreros y campesinos. Sus ideales venían de lo hondo de la lucha de los pueblos campesinos, pero con influencias socialistas de carácter utópico. Cuando tuvieron oportunidad de llevar adelante su programa, su práctica fue más radical que sus ideales. La base campesina ponía su sello en la ecuación y mostraba potencialidades y sus límites. No se concibe como medida la nacionalización del conjunto de la industria bajo control democrático de los trabajadores en base a una planificación económica en beneficio del conjunto de la sociedad (como poco tiempo después harían los obreros y campesinos rusos), así que se inclinaban más al cooperativismo.
En cuanto al tipo de gobierno rechazaban la columna vertebral del estado feudal y burgués: al ejército permanente, llegando a la misma conclusión en esto con los marxistas. En la Comuna de Morelos lo que existió fue el pueblo en armas, ligado a la organización de las comunidades campesinas. Los zapatistas (y villistas) pugnaban por un gobierno parlamentario, que era más avanzado que el régimen presidencialista que se acordó en la constitución de 1917. Pero también aquí la practica fue más lejos, pues en Morelos eran las asambleas de los pueblos donde, en interacción con los dirigentes, se tomaban muchas de las decisiones. En realidad aquí había un gobierno superior al parlamentarismo y podría haber sido la base para construir un Estado de obreros y campesinos, donde los parlamentarios surgieran de los trabajadores sin contar con privilegios y sin separarse de la base trabajadora.
¿Era posible que Villa y Zapata vencieran?
No hay una respuesta simple ni un factor único que explique por qué Villa y Zapata perdieron la revolución, pero en gran parte fue porque no pudieron establecer una alianza práctica duradera en el terreno político y militar y no contaron con un programa revolucionario que ofrecer a las masas del país, más allá del plan de Ayala que no planteaba el problema obrero, la reorganización de la economía y la necesidad de un gobierno nacional de los trabajadores. Cuando debatieron sobre un programa más general ya era demasiado tarde. Eso jugaría un papel en no lograr concretar la alianza con la clase obrera y arrebatar la base campesina al constitucionalismo. Todo esto, contribuiría a la derrota militar y de la revolución del campesinado pobre.
Entre los ideólogos del zapatismo hubo grandes revolucionarios, pero también mucho empirismo en su actuar. A la par de ligarse a las masas y comprender las condiciones concretas de la lucha y el país, una teoría revolucionaria coherente como el marxismo hubiera dado mayor claridad. Eso fue lo que en Rusia le dio la enorme fuerza a la corriente más revolucionaria que terminaría triunfando: la existencia de un partido revolucionario, del partido bolchevique.
Si los ejércitos de Villa y Zapata hubieran triunfado, no se hubiera establecido, al menos en lo inmediato, un gobierno socialista. Era posible que incluso eso nunca ocurriera y se estableciera una democracia burguesa avanzada, aunque hubiera tenido un claro carácter antiimperialista debido al actuar de los EEUU. El ideario de estos ejércitos, y sobre todo de los zapatistas, fue más radical que el ala izquierda del constitucionalismo y la revolución hubiera partido desde un punto muy superior.
Un gobierno campesino sería vacilante ante las presiones de clase de los capitalistas nacientes y sus hermanos obreros. Un gobierno campesino hubiera defendido el derecho de la propiedad individual, no aboliendo por tanto el carácter burgués de la economía. La tendencia individualista del campesino también generaría una tendencia de acumulación manteniendo relaciones capitalistas y generando a la larga nuevas desigualdades. La única forma en que la revolución diera plena justicia social a las masas trabajadoras del campo y la ciudad era con un Estado en transición al socialismo, es decir donde se expropiara la industria y se planificara la economía bajo una administración democrática de los trabajadores. Esta debería ser sólo el primer paso para la revolución socialista internacional. En ese sentido no era suficiente una alianza de campesinos y obreros, la clase obrera debería asumir la dirección del Estado y establecer un programa socialista.
En la experiencia más gloriosa de la revolución mexicana, la comuna de Morelos, se abolió la gran propiedad privada y se expropió la industria. Así como en Morelos, el nuevo Estado revolucionario podría haber entrado en una batalla abierta contra la burguesía. En Morelos el campesino mostró sus límites, estaban más preocupados por su situación individual que por echar a andar las industrias que podrían traer un beneficio colectivo mayor. Por eso un gobierno de alianza obrero-campesina también debía mostrar cual era la clase hegemónica que determinaría el rumbo del proceso. Para llevar adelante una revolución que diera justicia social consecuente, la clase obrera debía ponerse al frente estableciendo un Estado obrero en alianza con los campesinos pobres que acabara con el capitalismo e iniciara la revolución socialista.
Los obreros aliados a los campesinos tomaron el poder en Rusia en 1917, ese acontecimiento tuvo un fuerte impacto en México. La revolución en Yucatán fue influenciada por ésta y el gobierno de Felipe Carrillo Puerto se declaró socialista. La revolución rusa hubiera sido un imán para un hipotético gobierno de campesinos revolucionarios en México. Zapata diría al general Amezcua:
“Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta, son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos”9 .
Las revoluciones surgen tarde o temprano de manera inevitable, no podemos improvisar en la lucha. Hoy la clase obrera es más poderosa en México y tendremos mejores condiciones para el triunfo en la futura revolución mexicana. Debemos avanzar en construir una organización revolucionaria ligada al movimiento vivo de los trabajadores, con un programa coherente y socialista y cuadros que tengan una visión científica de la historia y la lucha de clases, que sólo el marxismo nos brinda.
Fuentes:
1.- Felipe Ávila y Pedro Salmerón, Breve historia de la revolución mexicana, Crítica, 2017.
2.- Paco Ignacio Taibo II, Pancho villa una biografía narrativa, Ciencias Sociales, 2007.
3.- John Womack jr, Zapata y la revolución mexicana, Siglo XXI editores, 1976.
4.- Adolfo Gilly, La revolución interrumpida, Ediciones el caballito, 1979.
5.- Arnaldo Córdova, La ideología de la revolución mexicana La formación del nuevo estado, Ediciones Era, 1974.
6.- Felipe Ávila, Las corrientes revolucionarias y la soberana convención, H. Congreso del estado de Aguascalientes, UAA, El Colegio de México, INEHRM y SEP, 2014.
7.- bibliotecas.tv/zapata/1915/z07nov15.htm
8.- Ver nota 6
9.- Ubaldo Oropeza, El impacto de la revolución rusa en México, Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, 2017.