MANIFIESTO CONTRA LA GUERRA IMPERIALISTA EN IRAK¡Hay que movilizarse contra la guerra y el capitalismo! ¡La lucha contra el imperialismo es la lucha contra el capitalismo!

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Declaración de la Corriente Marxista Internacional

La guerra que está preparando EEUU es un acto flagrante de agresión contra el pueblo iraquí. No tiene ni un solo átomo de contenido progresista. Todos los argumentos utilizados para justificar esta monstruosa guerra son falsos de principio a fin. Elenvío de los inspectores de armas fue simplemente un pretexto para engañar a la opinión pública mundial mientras los estadounidenses seguían acumulando soldados en el Golfo. No tiene nada que ver con las armas de destrucción masiva. No importa lo que hagan los iraquíes, serán bombardeados e invadidos

Declaración de la Corriente Marxista Internacional

¿Está justificada la guerra?

La guerra que está preparando EEUU es un acto flagrante de agresión contra el pueblo iraquí. No tiene ni un solo átomo de contenido progresista. Todos los argumentos utilizados para justificar esta monstruosa guerra son falsos de principio a fin. El envío de los inspectores de armas fue simplemente un pretexto para engañar a la opinión pública mundial mientras los estadounidenses seguían acumulando soldados en el Golfo. No tiene nada que ver con las armas de destrucción masiva. No importa lo que hagan los iraquíes, serán bombardeados e invadidos.

La farsa de la “inspección” ha demostrado ser lo que es. No se ha encontrado ni una sola traza de evidencia creíble. El último equipo de inspectores de la ONU dijo que habían destruido el 95 por ciento de las armas de destrucción masiva que había en Irak. Muy poco puede haber quedado. En cualquier caso, después de más de una década de sanciones, el potencial militar del ejército iraquí está muy mermado. No puede representar una amenaza seria para EEUU, que posee un enorme arsenal de armas de destrucción masiva.

Antes de Navidades ya existían planes detallados para la invasión y ocupación de Irak, es decir, antes de que Blix y su equipo hubieran comenzado su tarea. Por lo tanto, está absolutamente claro que la cuestión de las armas de destrucción masiva no tiene nada que ver con la agresión estadounidense a Irak. La cuestión central fue siempre el cambio de régimen, es decir, la destitución de Sadam Hussein y su sustitución por un títere de EEUU.

Blix y su equipo, a la par que pretenden ser imparciales, están provocando constantemente a los iraquíes con la esperanza de que respondan con un acto de fuerza, que indudablemente sería utilizado como pretexto para el comienzo de las hostilidades. Bagdad los ha acusado de espiar, y seguramente es cierto. Su verdadero propósito no es evitar la guerra, sino proporcionar una excusa para ella.

El intento de presentar el ataque a Irak como parte de la “guerra contra el terrorismo” es igualmente hueco. No existe la más mínima prueba que vincule a Iraq con Al Qaeda. Los intentos de la CIA de establecer un vínculo rayan el ridículo. La “célula de Al Qaeda” que dicen haber descubierto en el norte de Irak no está ni siquiera en el territorio controlado por el gobierno de Bagdad. Esto no es sorprendente porque el régimen de Bagdad es conocido por ser laico y nunca ha tenido relaciones amistosas con los fundamentalistas.

Año y medio debería haber sido tiempo suficiente para encontrar alguna prueba de la implicación iraquí en los acontecimientos del 11 de septiembre. Pero esta evidencia no se ha producido. Entre los terroristas que secuestraron los aviones que atacaron el World Trade Centre no había ningún ciudadano iraquí, se trataba de ciudadanos sauditas ¡Por eso preparan el bombardeo de Bagdad y no el de Riad!

El argumento de la “democracia”

El otro argumento, que también es infundado, es que se trata de una guerra para restaurar la democracia en Irak. La idea de que el imperialismo estadounidense va a llevar la democracia al pueblo de Irak resultaría cómica si las implicaciones no fueran tan serias. El objetivo de Bush y compañía no es introducir un régimen genuinamente democrático en Bagdad sino instalar un gobierno títere, como hicieron en Afganistán, que dependería de Washington y por lo tanto obedecería su voluntad. Los ataques a la dictadura iraquí en boca de George W. Bush suenan a la más descarada hipocresía.

Bush y Blair derraman lágrimas de cocodrilo ante la ausencia de democracia en Irak pero, aparentemente, no observan la falta de democracia en Arabia Saudita, uno de sus aliados clave en la región, donde las elecciones y la libertad de expresión son algo desconocido, las mujeres ni siquiera pueden conducir un automóvil, son lapidadas hasta la muerte por cometer adulterio y a los ladrones se les amputan los miembros. ¿Y qué decir del otro principal aliado de EEUU, Turquía?

El régimen burgués turco cuenta con un espantoso expediente de violación de los derechos humanos. Ha asesinado, torturado y encarcelado a miles de sindicalistas, masacrado a prisioneros en sus celdas y llevado a cabo durante décadas una guerra sangrienta contra los kurdos. Y ahora está preparándose para situarse al lado de EEUU y Gran Bretaña para formar parte de la cruzada por la democracia y ¡los derechos de los kurdos! Este pequeño detalle en sí mismo es un testimonio suficiente de la bancarrota moral y la repugnante hipocresía de toda la empresa.

El argumento de que Sadam Hussein es un dictador violento no iría más allá si no fuera porque EEUU y Gran Bretaña siempre lo supieron, y continuaron apoyando, financiando y armando a Sadam, incluso cuando sabían que bombardeaba a los kurdos con armas químicas. En realidad, una gran parte de su armamento procede de EEUU y Gran Bretaña, incluido el suministro del mortal ántrax.

Toda la historia demuestra que el imperialismo estadounidense no tiene ningún problema en apoyar dictadores, a condición de que éstos apoyen los objetivos e intereses de EEUU. El argumento de la democracia no puede tener ninguna validez cuando lo plantean estas damas y caballeros. Derrocar a Sadam Hussein es tarea del pueblo iraquí, y de nadie más.

La cuestión nacional

Los intereses del pueblo de Irak ciertamente no entran en estas ecuaciones. En ninguna parte los imperialistas son los amigos del pueblo. Algunas veces utilizan las aspiraciones nacionales de pueblos como los kurdos y chiítas iraquíes para sus propios objetivos, pero estos pueblos no pueden confiar nunca en la buena voluntad de los imperialistas, que son completamente indiferentes a sus sufrimientos o intereses.

No debemos olvidar que los estadounidenses y británicos guardaron silencio ante el bombardeo de civiles kurdos en Irak con armas químicas en los años ochenta, aunque estaba muy bien documentado en la prensa de la época. Su lucrativo comercio de armas con Sadam Hussein estaba primero y por esa razón, en aquel momento, no mostraron el más mínimo interés por el sufrimiento de los kurdos.

En 1983, el actual Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, visitó a Sadam en Bagdad, cuando estaba lanzando ataques con gas contra los soldados iraníes. En la medida que Sadam Hussein asesinaba a iraníes, era considerado un aliado fiel. Los estadounidenses y británicos dieron créditos a Sadam Hussein para comprar armas y le prestaron todo tipo de ayuda militar. De la misma forma, EEUU también apoyó, armó y financió a Bin Laden y los talibanes cuando asesinaban rusos. Los imperialistas estadounidenses son los directos responsables de haber creado a estos locos a quienes ahora demonizan como terroristas y el Eje del Mal.

Un año antes de la Guerra del Golfo, EEUU le envió a Sadam motores de helicópteros de comunicaciones, veintiún lotes de ántrax y cientos de toneladas del mortal gas nervioso sarín. Y le suministraban información desde sus bases sauditas. Los estadounidenses y los británicos no pueden decir que lo ignoraban. Lo sabían todo acerca de los crímenes de la dictadura. Justo antes de que aplastara a los kurdos en Halabja, en 1988, un ministro británico fue enviado a Bagdad para mantener conversaciones comerciales con Sadam. Después de que gaseara a 5.000 kurdos, le concedieron un nuevo crédito comercial de 340 millones de libras, y los estadounidenses le dieron mil millones de dólares extras.

El pasado diciembre, el gobierno estadounidense confiscó un documento iraquí de 12.000 páginas que informaba sobre su programa de armas. La excusa fue que era “información sensible” que necesitaba una “pequeña corrección”. La “corrección” supuso que ¡los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU sólo pudieron acceder a una cuarta parte del documento original! La verdadera razón fue que querían ocultar que nada menos que 150 empresas (estadounidenses, británicas y de otros países) habían vendido a Irak su tecnología química, nuclear y de misiles, frecuentemente con transacciones ilegales, como el escándalo del “supercañón” en Gran Bretaña. Querían encubrir las pruebas que desenmascararían su complicidad, durante un largo período de tiempo, con el régimen de Sadam Hussein y su programa armamentístico.

Así que todas las protestas sobre los crímenes de la dictadura iraquí son pura hipocresía. La prevista invasión de Irak no tiene nada que ver con la democracia o el humanitarismo. Sencillamente, es un ejercicio cínico en la política de las grandes potencias. En realidad, los imperialistas británicos fueron los primeros que en los años veinte del siglo pasado iniciaron la brutal política de bombardear las aldeas kurdas. Es un hecho conocido que, en 1919, Winston Churchill (entonces Secretario de Estado para la Guerra) defendió el uso del gas mostaza contra las que llamaba “tribus incivilizadas”. Este fue el primer bombardeo sistemático de civiles de la historia.

En 1991, después de la derrota iraquí, la población chiíta del sur de Irak fue alentada a alzarse contra el poder central. Pero bajo la presión de Arabia Saudita, que temía el crecimiento de la influencia chiíta (e iraní) en Irak, los estadounidenses miraron para otro lado y permitieron que las fuerzas de Sadam se desplazasen al sur de Irak y masacraran a los chiítas. ¿Cómo puede alguien decir que a los imperialistas le importa el destino de las minorías nacionales de Irak?

Una guerra de conquista en Irak, encabezada por EEUU, no ayudará a las nacionalidades oprimidas de ese país. Serán manipuladas y utilizadas para derrotar a las fuerzas iraquíes sobre el terreno, limitando así el número de bajas estadounidenses (eso esperan…). Pero al día siguiente, se encontrarán, una vez más, abandonadas y traicionadas.

Debemos dejar claro lo siguiente: es un acto de traición presentar esta guerra de agresión como un medio de conseguir la autodeterminación kurda. Turquía, el principal aliado estadounidense en la región, nunca lo permitirá. La burguesía turca no contempla la idea de unirse a la guerra en aras de la democracia, ¡y menos aún en aras de los kurdos! Ha puesto los ojos en los campos petrolíferos de Kirkuk y Mosul, que también pretenden los kurdos. Ankara ha diseñado un plan en caso de que los kurdos intenten tomar los campos petrolíferos, el ejército turco los invadirá y aplastará, ante la mirada de los estadounidenses.

Defendemos el derecho del pueblo kurdo a tener su propia patria, pero también decimos que sólo es posible a través del derrocamiento revolucionario de los reaccionarios regímenes de Bagdad, Teherán y Ankara. Bajo el capitalismo no puede haber una solución real al problema kurdo. Los kurdos deben unirse con los trabajadores de Turquía, Irak e Irán para luchar por el poder de los trabajadores y campesinos. Sobre la base de una federación socialista, sería posible conseguir una República Socialista Kurda autónoma, con plenos derechos democráticos y nacionales, incluido el derecho a separarse, si así lo desean.

Aquellos que defienden que la única forma de conseguir la autodeterminación nacional es apoyando al imperialismo contra Bagdad están engañando a la población. Esta es una política reaccionaria y criminal que llevará a los kurdos y chiítas, una vez más, a un callejón sin salida. Sobre esas bases no hay salida para los kurdos, chiítas y otros pueblos de la región.

¿Una guerra sin víctimas?

Puesto que los imperialistas estadounidenses y británicos se han encontrado con una inesperada y feroz resistencia en casa, intentan convencer a la opinión pública de que se tratará de un “golpe quirúrgico” dirigido exclusivamente a objetivos militares. La población civil no sufrirá y saldrá a la calle, con lágrimas en los ojos y ramos de flores en las manos, para dar la bienvenida a sus “libertadores” extranjeros. Sin embargo, como siempre, la distancia entre la propaganda oficial y la realidad es abismal.

Aunque no se ha publicado en la prensa, la aviación británica y estadounidense llevan bombardeando continuamente Irak desde hace más de diez años. Sólo el año pasado, Gran Bretaña gastó cuatro millones de libras semanales en estas actividades criminales. En el mismo período, más de un millón de niños iraquíes murieron debido a las crueles sanciones que han arruinado la economía y empujado a una nación antes próspera a unas condiciones de pobreza y desesperación. Ahora, no contentos con esto, Bush y Blair están preparando un nuevo ataque sangriento.

Los estadounidenses, por supuesto, están preocupados y quieren minimizar el número de bajas, es decir, el número de bajas norteamericanas. Por esa razón, quieren empezar, como es habitual, con una campaña devastadora de bombardeos para “debilitar” (léase pulverizar) las defensas aéreas, las comunicaciones y los cuarteles generales iraquíes antes de que las fuerzas estadounidenses y aliadas pongan un pie firme dentro de Irak, como parte de una campaña donde los estrategas estadounidenses esperan “aislar” a los dirigentes en unas bolsas de resistencia que rápidamente estrangularían. El plan prevé cuatro divisiones estadounidenses más una división acorazada británica. La fuerza británica incluirá la 7ª Brigada Acorazada ¾ las Ratas del Desierto ¾ y más de 200 tanques Challenger, así como elementos de las SAS.

El nivel real de bajas civiles es mucho más elevado de lo que se sugiere. Sólo en las primeras cuarenta y ocho horas, según un informe filtrado del Pentágono, caerán sobre Irak 800 misiles crucero. Esta cantidad es dos veces superior al número total de misiles lanzados durante los 40 días que duró la campaña de 1991. Todo lo que se dice de las bombas inteligentes simplemente es un engaño para que la opinión pública piense que no habrá apenas bajas civiles. Esto es una estupidez. Ahora ya se sabe que la propaganda sobre las “bombas inteligentes” en Yugoslavia fue diseñada para confundir a la opinión pública.

El verdadero objetivo de los invasores fue revelado por un portavoz del Pentágono, quien dijo que intentarían aplastar a Irak “física, emocional y psicológicamente”. Un estratega militar llamado Harlam Ullman ha dicho lo siguiente: “No habrá un lugar seguro en Bagdad. El tamaño de esta operación no se ha contemplando antes (…) Tendrá el mismo efecto simultáneo que las armas nucleares lanzadas en Hiroshima, pero no en días o semanas, sino en minutos”. Y George Bush dice que está dispuesto a utilizar armas nucleares en Irak “si es necesario”. Esta es la cara brutal y horrible que se esconde detrás de la máscara sonriente de la “democracia humanitaria”.

El coste de vidas humanas probablemente será horrible. Un informe confidencial de la Organización de la Salud de la ONU, citado por John Pilger en The Daily Mirror (29 de enero de 2003), calcula que “500.000 personas necesitarán tratamiento debido a las heridas directas e indirectas”. Además, la cantidad de muertos y el sufrimiento será mayor que los causados directamente por las bombas.

Después de la pasada Guerra del Golfo, los estadounidenses y sus aliados dejaron tras de sí en los campos de batalla de Iraq entre 300 y 800 toneladas de uranio enriquecido en los proyectiles antitanque y otros explosivos. Las consecuencias para la población iraquí fueron horribles. El uranio enriquecido provoca cáncer en la sangre, en los huesos y en los riñones, además se emitió en nubes de pequeñas partículas radiactivas que pueden ser respiradas por los pulmones. Es prácticamente imposible destruirlo y, por lo tanto, gran parte de Irak está permanentemente contaminada por la radiactividad.

Los pediatras de Basora han informado que desde la pasada guerra la incidencia de cáncer y leucemia ha aumentado un 1.200 por cien. El número de nacimientos con malformaciones se ha duplicado en aquellas zonas donde se utilizó el uranio enriquecido. Nacen niños sin ojos o cerebro. Antes de 1991 apenas se oía hablar de esta clase de cosas. Debido a las monstruosas sanciones impuestas a Irak después de aquella guerra, los médicos iraquíes son incapaces de obtener máquinas anti-radiactividad, antibióticos, fármacos para quimioterapia u otro equipamiento necesario para tratar a estos niños.

Estos efectos son conocidos por los expertos de la ONU, que ya los estudiaron antes de la pasada guerra. Esto dice mucho sobre los sentimientos humanitarios de los líderes de nuestra civilización occidental. Ahora planean infligir nuevos horrores a la población de ese desafortunado país.

En los últimos meses se ha producido un aumento superior al 40 por ciento de las misiones de bombardeo en las zonas de exclusión aérea del norte y el sur iraquíes, lo que ya ha debilitado las defensas antiaéreas, las antimisiles y los puestos de mando, hasta el punto de que las tropas podrían adentrarse rápidamente en Irak. Ya hemos señalado hace algún tiempo que el reciente bombardeo de objetivos iraquíes representaba los primeros disparos de la guerra contra Irak. Ahora esto se ha confirmado. Todo el lío sobre la ONU es sólo una cortina de humo tras la cual Washington ha seguido avanzando en sus preparativos militares para la invasión. En realidad, la guerra ya ha comenzado.

Métodos gangsteriles

En el período de la decadencia del Imperio Romano, el gobierno estaba en manos de emperadores corruptos e ilegales que se comportaban como vulgares bandidos. En la actualidad, los representantes políticos de la clase dominante estadounidense son una pandilla de gamberros, estafadores y ladrones corporativos que han forjado sus valores morales a partir del mundo empresarial: la moral de la jungla que vimos en Enron, ahora la vemos aplicada a la vasta arena de la política mundial.

Estas personas son advenedizos ignorantes, estrechos e indecentes, como la clase de la que proceden. Carecen de la sutileza de los antiguos patricios, los Roosevelt y los Kennedy. En el pasado, estos últimos hacían lo mismo, pero con mayor habilidad. El puño normalmente estaba envuelto en el guante aterciopelado de la diplomacia. Ahora golpean brutalmente sobre la mesa y en la cara de las personas. Esto tiene la ventaja de demostrar la verdadera naturaleza del imperialismo a aquellos que tienen ojos para ver y cerebros para comprender. Los líderes de hoy son hombres y mujeres adinerados cuya visión política no va más allá de su cuenta corriente y cuya comprensión de la política mundial no va más allá del recurso a la violencia bruta. Más de uno debería estar en prisión acusado de malversación de fondos. En su lugar, están a la cabeza de la nación más poderosa del planeta. Este es el espectáculo que presenta la política mundial en la primera década del siglo XXI.

La conducta de la camarilla mafiosa de la Casa Blanca se parece mucho a la conducta de los barones ladrones medievales (los auténticos antecesores históricos de la mafia), pero mientras que los antiguos barones ladrones tenían un ámbito un poco más limitado, debido a la naturaleza primitiva de sus armas y al tamaño limitado de sus reinos, nuestros condottieri modernos están armados con las más poderosas armas de destrucción masiva jamás vistas en la historia del mundo. Sus herramientas son la política cínica del poder, respaldada con la diplomacia de los cañoneros. Rompen tratados sin pestañear. Declaran la guerra a un país sin ni siquiera una excusa o sin levantarse de la cama, donde su sueño no se ve interrumpido por los escrúpulos de la conciencia. ¡Estos son los hombres y mujeres que ahora tienen en sus manos nuestro destino!
No es casualidad que la camarilla dominante de Washington sean todos hombres, y mujeres, del petróleo. George W. Bush, aparte de ser hijo de un magnate del petróleo, George Bush padre, es el fundador de la empresa petrolera Arbusto. También es un antiguo accionista de Spectrum 7 Energy, otra empresa petrolera, y antiguo director de Harken Oil and Gas. Su vicepresidente, Dick Cheney, es un antiguo ejecutivo de Halliburton Industries y está implicado en Unocal, Exxon, Shell y Chevron, un auténtico listín telefónico de grandes empresas petroleras. Y no debemos olvidar a Condoleeza Rice, antigua directora de Chevron Oil y Caspian Oil. Está tan estrechamente relacionada con la industria del petróleo que incluso le pusieron su nombre a un petrolero. Esta estrecha relación con las grandes corporaciones petroleras sin duda juega un papel importante en sus cálculos.

Estos bandoleros imperialistas sólo buscan un pretexto para atacar. Ya los contratistas y empresas petroleras están preparándose para el saqueo a gran escala de Irak. Si están dispuestos a dar más tiempo y jugar al juego de la ONU, se debe sólo a que necesitan un poco más de tiempo para colocar en posición a sus tropas. Por supuesto, toda clase dominante en la historia necesita una ideología para justificar sus actos. Al final de la Edad Media, los actos de los gobernantes sin escrúpulos que utilizaban todo tipo de métodos para hacerse con el poder y mantenerlo (el asesinato con veneno o una daga, la intriga, los complots y las mentiras) encontraron una justificación muy adecuada en los escritos de Maquiavelo. Aunque carecen de la profundidad del gran florentino, el ejército de escritores a sueldo y propagandistas, las prostitutas a sueldo de las camarillas dominantes en Washington y Londres, tienen que trabajar duro para inventarse mil y una razones plausibles para justificar la crucifixión de Irak.

Contradicciones en el campo imperialista

Los estadounidenses, que muestran un completo desprecio por la opinión pública mundial, se encuentran aislados, excepto por Gran Bretaña, pero esto les es más o menos indiferente. Saben que su aislamiento será temporal, que sus dubitativos “aliados” pueden ser ganados con una mezcla de sobornos y amenazas. Los funcionarios estadounidenses han dejado claro que la resolución 1.441 proporciona a Washington las bases legales para ir unilateralmente a la guerra si el Consejo de Seguridad no está de acuerdo en cómo responder a nuevas violaciones de Bagdad. El ataque, por lo tanto, comience probablemente antes de finales de marzo, porque el intenso calor del desierto provocaría serios problemas después.

En esta aventura del imperialismo estadounidense, el gobierno británico está jugando un papel despreciable. Londres ha enviado 40.000 soldados, un tercio del total de las fuerzas armadas británicas. Tony Blair está actuando como el perrito faldero de Washington, dispuesto a saltar en cuanto el amo le da la orden. La ridícula pretensión de que Gran Bretaña es un socio en pie de igualdad con EEUU no se la cree nadie, ni siquiera el propio Blair. Todo lo contrario, este servilismo ante Washington es un claro reflejo de la posición subordinada de Gran Bretaña en los asuntos mundiales. Se ha visto reducida a un satélite virtual del imperialismo estadounidense, sin voluntad propia.

Está claro que hay profundas divisiones y contradicciones entre las diferentes potencias imperialistas. EEUU, Francia y Rusia están maniobrando para conseguir una posición en la escena mundial y, particularmente, en Oriente Medio. Todavía están peleándose por el mandato que debe dar el Consejo de Seguridad para que se esfuerce en desarmar a Sadam. Pero estas peleas realmente son irrelevantes. El tiempo de las delicadezas diplomáticas ha pasado. Las protestas de París y Berlín no tienen efecto. En las próximas semanas cada vez serán menores. Ya los rusos han cambiado el tono y los franceses están en el proceso de cambio. Después de todo, ¡la discreción es la mejor parte del valor!

En realidad, no pueden hacer mucho más, a menos que quieran ir a la guerra contra EEUU. Una acción unilateral de EEUU sacaría a la luz la total impotencia del Consejo de Seguridad y el farol de París y Moscú. Frente a los hechos consumados, los rusos ya han tratado con Washington para dar su apoyo a la invasión de Irak a cambio de contratos, dinero y un poco de “comprensión” con su pequeño problema checheno.

Los rusos, por lo tanto, han hecho mucho ruido, y están dispuestos a dar un giro cuando llegue el momento de la verdad. Tendrán que ofrecerles alguna pequeña concesión bajo la mesa, para recompensarles por sus problemas. Los franceses son un poco más complicados. Quieren tener su propio papel en el mundo y tienen intereses en Irak que no coinciden con los planes de los estadounidenses. Pero también saben muy bien que si vetan los planes de Washington en el Consejo de Seguridad, los estadounidenses y los británicos atacarán Irak de cualquier forma, y ellos (los franceses) se sentirán humillados (que es malo) y sin contratos petroleros (que es mucho peor). Están también preparando el cambio de tono.

Los europeos no son más morales y pacíficos que los estadounidenses, sólo más débiles. Su adhesión a la paz y la diplomacia se debe a su carencia de un arsenal militar que les permita imponer su voluntad al estilo yanqui. EEUU se abre paso a codazos en el mundo, echando a un lado toda oposición e imponiendo sus posturas con una mezcla de rufianería, amenazadas y sobornos. Es como si el mundo de El Padrino se hubiera transportado a la arena de la política mundial.

La ONU, al descubierto

No hay nadie más ciego que el que no quiere ver. A pesar de todas las evidencias proporcionadas por los sentidos, existen almas simples que aún creen en algo llamado “ley internacional”. Estas personas bienintencionadas todavía, increíblemente, apelan a la ONU para evitar la guerra.

Mientras que los reformistas de derechas, como Blair, apoyan abiertamente al imperialismo, los reformistas de izquierda están exigiendo que cualquier medida de fuerza contra Sadam Hussein debe contar con la aprobación del Consejo de Seguridad. No dicen “no a la guerra”, sino “no a la guerra sin el apoyo de la ONU”. ¡Las mismas personas que no hace mucho tiempo pensaban que la aprobación de la resolución 1.441 era una victoria para la paz! Pretenden que la resolución 1.441 no habla de acción militar, ¡sólo de “inspección” y “desarme”! Piden a Sadam que coopere con el jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix. Y así sucesivamente.
Aquellos que han estado pidiendo la implicación de la ONU durante los últimos meses han conseguido lo que querían. La ONU votó la resolución 1.441, que en la práctica preparó el camino para una acción militar agresiva contra Irak y proporciona a EEUU una excusa adecuada para una futura agresión. No se había secado la tinta de la resolución de la ONU cuando ya había comenzado una campaña en plan “no se puede confiar en Sadam”. Horas después de la aprobación unánime, Bush ya estaba aconsejando al Consejo de Seguridad que no “volviera a debates improductivos sobre si los casos específicos de no cumplimiento iraquíes son serios”.
Es imposible decir de qué forma ha servido todo esto a la causa de la paz. Inmediatamente después de conseguir la sanción de la ONU para una nueva acción contra Irak, George Bush aceleró los planes para un ataque militar masivo contra Bagdad. Bush y Blair han dejado reiteradamente claro que cualquier incumplimiento por parte de Irak podría llevar inmediatamente a una acción militar sin necesidad de una nueva resolución del Consejo de Seguridad. Bastante antes del viernes en que el Consejo de Seguridad votó a favor del desarme de Iraq, Bush ya había aprobado un plan para echar del poder a Sadam Hussein.

El argumento a favor de la ONU no sólo es ingenuo y limitado, también es perjudicial. El voto en el Consejo de Seguridad fue simplemente una cortina de humo, detrás de la cual continuaban con un ritmo febril los preparativos de guerra. Mientras que la opinión pública mundial es desviada hacia las payasadas del Consejo de Seguridad, Bush y sus funcionarios ya habían aprobado las líneas generales de un plan que supone un ataque terrestre a Irak con 200.000 soldados.

Hace mucho tiempo, Lenin criticó contundentemente a aquellos que apelaban a la Liga de las Naciones para “detener la guerra”. Lenin describió este organismo como “una cocina de ladrones”. Pero la ONU no es mucho mejor que la Liga de las Naciones. Donde intervino la ONU, como en Corea y el Congo, ha jugado un papel abiertamente contrarrevolucionario. Las cosas no van a ser diferentes en Irak.

La ONU no es un árbitro, sino un foro de las potencias capitalistas. En algunas ocasiones puede llegar a un acuerdo sobre alguna cuestión secundaria, pero en las cuestiones fundamentales no sirve para nada. El contraste entre la inactividad supina de la ONU con relación a Palestina y su abierta defensa de la agresión estadounidense a Iraq es manifiestamente obvio. La ONU se cruza de brazos mientras Sharon masacra a civiles palestinos desarmados y cínicamente desafía sus resoluciones. Mientras tanto, George W. Bush, que muestra un gran celo en sostener la autoridad de la ONU contra Irak, ni siquiera menciona el hecho de que Israel lleva incumpliendo sus resoluciones durante décadas. Todo lo contrario, apoya a Sharon.

Todo esto demuestra, una vez más, la naturaleza completamente reaccionaria de las Naciones (des)Unidas, y la actitud inútilmente quimérica de aquellas personas de izquierdas y pacifistas que siempre apelan a la ONU para “defender la paz”. Sin embargo, no resulta inconcebible que EEUU, con una combinación de sobornos y amenazas, pueda obtener una nueva resolución del Consejo de Seguridad que se ajuste a sus propósitos.
La lección de todo esto es evidente incluso para un ciego: al igual que no puede existir un árbitro imparcial entre las clases, tampoco lo hay entre las naciones. Por lo tanto, para un socialista es completamente inaceptable, bajo ninguna circunstancia, tener ilusiones en la ONU o apelar a ella. Condenamos que las intrigas de la ONU condicionen el destino del pueblo iraquí. Este sinsentido sólo sirve para confundir y, potencialmente, proporciona una excusa para la guerra. Nos oponemos completamente a cualquier ataque a Irak, lo bendiga o no el Consejo de Seguridad.

Democracia e imperialismo

La concentración de riqueza y poder en pocas manos es una consecuencia inevitable de la etapa actual de capitalismo monopolista e imperialista, cuando un puñado de gigantes monopolios poseen y controlan la gran mayoría de los medios de producción.

El comercio mundial está controlado por no más de doscientas grandes empresas, la gran mayoría estadounidenses. Todas las decisiones importantes se toman en los consejos de administración de estos grandes monopolios. Pequeños grupos de hombres y mujeres, a los que nadie eligió y que no responden ante nadie, deciden el destino de naciones enteras. Deciden si millones trabajan o están parados, comen o pasan hambre, viven o mueren.
Comparado con esto, los poderes de los gobiernos elegidos son realmente algo insignificante. George W. Bush es el presidente de la nación más poderosa del planeta, pero en realidad es sólo la criatura de los grandes monopolios y debe servir a sus intereses. Lo hace gustosamente ¾ aunque no siempre de manera inteligente ¾ porque él mismo es miembro de la clase adinerada de magnates del petróleo, que constituye una parte esencial de la oligarquía estadounidense. Su última reducción de impuestos ha beneficiado a los ricos. El 45 por ciento del importe total de la reducción ha ido a parar al 1 por ciento más rico de la población.

Todo la palabrería sobre la democracia intenta ocultar la fea realidad del capitalismo monopolista y el imperialismo estadounidense, que busca dominar el mundo y obligar a todos los países a someterse a su voluntad.

En los labios de Bush y Blair, la palabra “democracia” es sólo un seudónimo de la dictadura de los grandes bancos y monopolios, la “paz” que califica el dominio militar de EEUU y el desarme de sus enemigos y el “humanitarismo” es la hoja de parra con la que justifican la más brutal intervención militar.

En la época del imperialismo, la democracia está desprovista de contenido real. Las decisiones realmente importantes se toman fuera de los parlamentos, en los consejos de administración de las grandes empresas. En el parlamento británico, el poder ha pasado del parlamento al gabinete, y del gabinete a una pequeña camarilla de funcionarios no elegidos y asesores que rodean a Tony Blair. En EEUU el poder está en manos de la camarilla que rodea a Bush. Lo mismo ocurre en todos los demás países capitalistas que se dicen democráticos. A la opinión pública se la trata con desprecio. Sólo importan el complejo industrial-militar y las grandes empresas petroleras. Pero en EEUU está empezando a cambiar la situación. Las manifestaciones de masas en Washington y San Francisco, incluso antes del inicio de las hostilidades, son un aviso de lo que está por venir.

En todas partes los derechos democráticos son atacados y el aparato del Estado se está reforzando con nuevas medidas represivas. Se han dado prisa en aprobar leyes antiterroristas que mañana pueden ser utilizadas contra el movimiento obrero. En nombre de la “guerra contra el terrorismo” se están recortando los derechos democráticos y se están gastando enormes cantidades de dinero en servicios de seguridad que han demostrado su total ineptitud el 11 de septiembre, y cuyas actuaciones ahora nadie se atreve a cuestionar. El horrible tratamiento a los prisioneros de la base estadounidense de Guantánamo demuestra la fría crueldad calculada de los imperialistas estadounidenses. Esto significa la tortura sistemática, la humillación y el maltrato a prisioneros desarmados que nunca serán sometidos a juicio. Todo esto es aceptado sin ningún cuestionamiento por nuestra “prensa libre” porque los prisioneros son considerados terroristas.

Debemos luchar contra todos los intentos de limitar los derechos democráticos, especialmente el derecho a huelga y manifestación, derechos conquistados con lucha por el movimiento obrero, ante la feroz resistencia de los capitalistas que ahora se presentan como “verdaderos demócratas”. En realidad, la élite adinerada siempre ha sido la enemiga de la democracia y sólo la toleran de una forma restringida y mutilada, en la medida que se ve obligada a hacerlo debido a la presión de las masas. El movimiento obrero no puede aceptar ninguna restricción a nuestros derechos democráticos en nombre de la guerra contra el terrorismo. Estamos interesados en la más amplia extensión de los derechos democráticos porque proporcionan a la clase obrera unas condiciones más favorables para luchar por el cambio de sociedad. Sin embargo, comprendemos que ninguno de estos derechos está a salvo mientras la tierra, los bancos y las grandes empresas sigan siendo un monopolio privado de una oligarquía poderosa de ricos.

La propaganda y la diplomacia

Antes del estallido de cada guerra hay una avalancha de propaganda destinada a confundir a la opinión pública y justificar una agresión, demonizando al enemigo y echando la culpa al otro bando. Es necesario seguir los enredos de la diplomacia internacional y descubrir las maniobras e intereses que se ocultan detrás de las frases altisonantes.

Probablemente en ningún otro momento de la historia la manipulación informativa haya sido mayor. Nunca la libertad de prensa ha sonado tan vacía como en el momento actual. Están movilizando a los medios de comunicación en apoyo de la guerra. En EEUU la prensa ha sido generalmente servil y manipulada por la Casa Blanca, que ahora constituye un aparato formidable. Cuando las armas comiencen a sonar, incluso esas voces que expresan dudas serán silenciadas.
En la época del imperialismo, es inútil esperar que la prensa y el resto de los medios de comunicación preserven su independencia. En una situación donde los principales periódicos son propiedad de un puñado de magnates de la prensa, la idea de libertad editorial sólo puede provocar una sonrisa cínica. Aquellos periódicos que ofrecen cierta oposición en cuestiones secundarias, pueden hacerlo sólo porque en el momento de la verdad, ante cuestiones realmente importantes, se pondrán firmemente al lado del capitalismo y el imperialismo.

Los trabajadores avanzados tienen el deber de interesarse por los giros y vaivenes de la diplomacia, deben intentar ver los verdaderos intereses de clase defendidos por su propio gobierno. Deben recordar en todo momento que el principal enemigo es su propia clase dominante y que bajo ninguna circunstancia podemos confiar en la burguesía para defender la causa de la paz, la libertad y la democracia en ningún lugar del mundo.

Si aceptamos la dirección de la burguesía en las cuestiones internacionales, inevitablemente tendríamos que aceptar la dictadura del capital en casa. La política exterior sólo es la continuación de la política interior. La guerra es la continuación de la política por otros medios. No hay una política para los tiempos de paz y otra completamente distinta para los tiempos de guerra. Tanto en la guerra como en la paz nos oponemos implacablemente a los empresarios y luchamos para defender los intereses y la independencia de la clase obrera y sus organizaciones.

Los reformistas intentarán convencernos de que, en tiempo de guerra, es necesario detener la lucha de clases, “por el bien de la nación” y para “apoyar a nuestras tropas”. Este es un truco cínico. Todos los gobiernos están reduciendo el gasto social con el argumento de que no hay dinero para pagar guarderías, profesores y bomberos, para construir escuelas, viviendas y hospitales, o para pagar pensiones decentes. Pero siempre hay dinero, y mucho, para construir bombarderos y misiles o para invadir Afganistán o Iraq, como siempre hay mucho dinero para pagar sumas escandalosas a los parásitos de las corporaciones empresariales y a los accionistas de empresas en bancarrota.

No podemos defender la colaboración de clases ni en la guerra ni en la paz. Debemos decir la verdad a los trabajadores: esta guerra es una guerra que sólo interesa a los magnates del petróleo, al complejo industrial-militar y al imperialismo estadounidense, cuyos intereses son totalmente contrarios a los de la clase obrera y los pueblos del mundo.

En cuanto a las tropas, se les está vergonzosamente pidiendo que derramen su sangre en beneficio de las grandes empresas petroleras y los fabricantes de armas. Los intereses de los soldados sólo pueden ser defendidos por la lucha implacable contra el imperialismo y el militarismo. Esta es una prioridad para el movimiento obrero en el momento actual.
Sólo la clase obrera de todos los países no tiene interés en las guerras y la opresión de un pueblo por otro. El capitalismo origina inevitablemente el imperialismo y la lucha por los mercados extranjeros, las materias primas y las esferas de influencia. El capitalismo significa guerra. La lucha contra la guerra es inseparable de la lucha contra el capitalismo, de la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

El capitalismo significa guerra

Enfocar la guerra desde un punto de vista puramente sentimental o pacifista es un ejercicio inútil. Sería como un médico que, en lugar de hacer un diagnóstico seguro y recetar una medicina adecuada, se limitase a llorar por los síntomas del enfermo. El paciente puede que le esté muy agradecido por sus muestras de simpatía, pero éstas no le curarán.

Para llevar adelante una lucha eficaz contra la guerra, primero es necesario comprender sus causas, y esto sólo es posible si comprendemos los intereses de clase que hay detrás de ellas. Lenin explicó hace mucho tiempo que el capitalismo significa guerra. En la época actual de declive capitalista, eso es más verdad que cuando se escribió. La crisis global del capitalismo se expresa en la inestabilidad general: económica, política y militar.

Las guerras no se pueden evitar con la ONU o con llamamientos pacifistas a favor de la paz. La guerra sólo se puede evitar con la acción de masas y con la lucha revolucionaria contra el imperialismo y el capitalismo. A pesar de los cuidadosos preparativos del Pentágono, este conflicto todavía puede provocar muchas sorpresas. Los estrategas militares estadounidenses quieren que la guerra termine rápidamente. Cuentan con una rápida conquista de terreno, que se convertiría en la base que permitiese la penetración de las fuerzas estadounidenses en el país.
La razón de esto es evidente. EEUU está presionado por los países vecinos, incluido Arabia Saudita, para que actúe rápidamente y con el mínimo de objetivos civiles. El despliegue de un gran número de tropas estadounidenses en la región está provocando una profunda alarma en los regímenes árabes pro-occidentales, que temen la reacción de las masas.

La Casa Blanca y el Departamento de Estado están discutiendo lo que un veterano funcionario llamó una “transición sin costuras” del ataque a la ocupación militar de parte del país. Parecen tener mucha confianza, probablemente exceso de confianza. Pero la ecuación de la guerra está llena de incógnitas y nadie puede predecir el resultado con certeza. Ya Napoleón dijo hace mucho tiempo que la guerra es la más compleja de todas las ecuaciones.
Es imposible juzgar por adelantado la moral del ejército y las masas iraquíes. No está claro hasta dónde está dispuesta a luchar por el actual régimen la población iraquí. Sin embargo, los iraquíes no lucharán en Kuwait, sino para defender su propio país. Odian al imperialismo estadounidense y este odio se puede expresar en un espíritu combativo que puede dar a los invasores sorpresas desagradables.

Ocupar un país como Irak no es tarea sencilla, como saben muy bien los miembros más perspicaces del estado mayor. La CIA lo comprende y tiene serias reservas con el plan. Si los estadounidenses no aprovecharon su ventaja en 1991 para marchar sobre Bagdad, no fue por razones sentimentales, sino por miedo a las consecuencias. Dick Cheney dijo hace doce años que sería peligroso invadir Iraq. Puede tener razón. Es verdad que en la Guerra del Golfo de 1991 el ejército iraquí colapsó muy rápidamente. Pero esta vez el escenario es diferente.
Algunos generales estadounidenses ya están avisando de que, si se enzarzan en una lucha callejera en Bagdad, las bajas norteamericanas pueden ser altas. Los iraquíes lucharán en su propio terreno. En el caso de Sadam Hussein y la camarilla dominante, lucharán por su supervivencia. Y aunque los iraquíes no posean las cantidades de armas de destrucción masiva que les atribuye Bush, sí que poseen armas suficientes para provocar serios daños.

Esto no significa que EEUU será derrotado en Irak. La colosal superioridad de su armamento sería suficiente para garantizar la victoria, aunque no está claro el precio que tendría que pagar. Pueden encontrarse con sorpresas desagradables. Esto se pudo ver de la forma más peculiar en julio del año pasado, durante los maniobras militares conocidas como Millennium Challenge ¾ el mayor juego de guerra de todos los tiempos ¾ , que constaron la insignificante cantidad de 250 millones de dólares. En esas maniobras, basadas en el escenario de una guerra en Irak, al poder combinado del ejército estadounidense se le opuso un solo hombre, Paul van Riper, un teniente general de la Marina jubilado. El resultado, el ejército estadounidense fue duramente derrotado, con 15 barcos “hundidos” y miles de soldados “muertos” antes de que las maniobras fueran canceladas apresuradamente.

La cuestión de la moral no es algo unilateral. También hay que tener en cuenta la moral de las tropas estadounidenses y británicas. Esta no es una guerra popular, ni siquiera entre los oficiales occidentales, que han expresado abiertamente sus dudas. Recientemente se informó que el 65 por ciento de los pilotos de combate se oponían a la guerra. Si la pérdida de vidas es mayor de lo esperado (y no se puede descartar), tendrá un efecto serio sobre la moral de las tropas estadounidenses e incluso, más importante, en los propios EEUU. El juego de Bush es arriesgado y se le puede complicar bastante.

Incluso en caso de victoria estadounidense, los problemas sólo habrían comenzado. En el pasado, las guerras han sido a menudo la partera de la revolución, y también lo serán en el futuro. Los monstruosos actos de agresión perpetrados por el imperialismo norteamericano sin duda tendrán serias consecuencias que no pueden ser previstas por sus perpetradores. Sea cual sea el resultado del conflicto militar inmediato (que también es impredecible), el caos está asegurado.

La invasión de Irak tendrá consecuencias de largo alcance en todo Oriente Medio. Los regímenes árabes pro-occidentales, como Egipto, Jordania y Arabia Saudita, están aterrorizados ante la posibilidad de que la guerra eche a las masas a las calles y pueda llevar al derrocamiento de estos regímenes corruptos. Por esa razón esperan que no haya guerra. Sin embargo, se trata de una esperanza vana.

Ya los trabajadores y jóvenes de los países árabes se están movilizando contra el imperialismo. Sin embargo, esto no es suficiente. Durante los últimos cincuenta años, el enorme potencial de Oriente Medio y África del Norte se ha malgastado en manos de regímenes burgueses degenerados que han actuado como agentes locales del imperialismo. Todos los enormes sacrificios de las masas en el pasado en la lucha por la liberación nacional no han conducido a nada. El mundo árabe depende ahora más del imperialismo que en cualquier otro momento del pasado. ¡Es el momento de cambiar el rumbo! La revolución antiimperialista sólo puede triunfar si se transforma en una lucha anticapitalista de los trabajadores y campesinos, para derrocar a los monarcas, terratenientes y capitalistas árabes.

La enorme riqueza petrolera y el potencial económica de esta zona sólo puede alcanzar su pleno potencial en una federación socialista de los países de Oriente Medio y el Norte de África. La balcanización del mundo árabe lo vuelve débil y vulnerable frente al imperialismo. La revolución socialista derribaría todas las fronteras artificiales que separan a millones de personas que tienen un idioma, una historia y una cultura comunes y crearía las condiciones para el florecimiento de la economía y la cultura. Sólo una federación socialista puede resolver los problemas a los que se enfrentan los palestinos, judíos, kurdos, coptos, drusos, armenios, bereberes y otros pueblos de esta tierra. El capitalismo ha fracasado con todos los pueblos de Oriente Medio y el Norte de África. Sólo el socialismo les puede ofrecer una salida.

“¡Armas en vez de mantequilla!”

Al mismo tiempo que el tobogán de la guerra adquiere una índole irresistible, las bolsas del mundo están registrando profundas caídas. Los precios del petróleo están subiendo y lo harán aún más. Los inversores están nerviosos. El desempleo subirá aún más. Los sueños de una pronta recuperación de la economía mundial se pospondrán indefinidamente. La crisis económica significa que los ingresos fiscales se reducen y que los déficit comerciales aumentan. El enorme gasto militar se traducirá en nuevos recortes del gasto público, recortes que querrán hacer pagar a los trabajadores y la clase media.

Ante las quejas de la población, los gobiernos imperialistas responden: “Estos son tiempos difíciles y crueles. Todos debemos estar preparados para hacer sacrificios por el bien de la nación”. Pero para ellos el interés de la nación son los grandes bancos y empresas que poseen y controlan cada nación. La riqueza de la nación, explican, no es ilimitada. Debemos elegir algunas opciones duras y es nuestro deber hacerlo. Sin embargo, los beneficios de los ricos son sagrados, ¡no se deben tocar! Las “opciones duras” afectarán sólo a los sectores más pobres de la sociedad.
En otras palabras, esto significa “armas en vez de mantequilla”. Utilizan la amenaza terrorista como una excusa adecuada, mientras que emprenden un programa monstruoso y colosal de rearme. Las sumas de dinero de este juego mortal son realmente escalofriantes. El argumento de que no hay dinero para las necesidades de la población es completamente falso.

La derecha acusa a los marxistas de querer dejar a la nación indefensa. Esto es completamente falso. No somos pacifistas y aceptamos la necesidad de un ejército, pero el tipo de ejército necesario para defender los intereses de los trabajadores, no el monstruoso ejército permanente de las naciones más modernas.

El actual nivel de armas no es para “defender a la nación”, su propósito es el saqueo y prestigio imperialista, así como una forma de aumentar los beneficios de las grandes empresas armamentísticas. Engendra una burocracia parasitaria e inflada que absorbe una gran parte, y cada vez mayor, de la riqueza creada por la clase obrera de cada país. La cantidad de dinero gastada en armas es realmente escalofriante.

La Guerra del Golfo de 1991 sólo le costó a Gran Bretaña 2.500-3.000 millones de libras, al valor actual. En aquel entonces, Gran Bretaña tuvo que pagar la mayor parte de la factura a los otros aliados. Ahora, Gordon Brown, el ministro británico de Economía, ha dispuesto 1.000 millones de libras para cubrir el coste de la próxima guerra en Iraq. Pero los expertos han calculado que, en caso de un conflicto prolongado, la cifra podría ascender a 5.000 millones. Para darse una idea de sus prioridades, con esa cantidad se podría aumentar un 7 por ciento el gasto sanitario.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, EEUU gastó 19 billones de dólares en armas. Si durante los últimos dos mil años se hubieran gastado 26 millones de dólares diarios, la cantidad sería inferior a lo que los norteamericanos se han gastado en armas desde 1945. Con la cantidad gastada por EEUU se podrían transformar las condiciones de vida de los habitantes del planeta. Este detalle, por sí solo, demuestra la naturaleza corrupta y reaccionaria del capitalismo en su período de decadencia senil.

El objetivo principal de los militaristas no es defender a la nación, sino crear una maquinaria estatal monstruosa y opresiva diseñada para guerras en el extranjero con capitalistas rivales. Esta es una parte del sistema capitalista y uno de sus principales “gastos generales”. Y se supone que los trabajadores y la clase media deben, sin cuestionarse nada, pagar esa enorme e inflada maquinaria, además de los caros juguetes de los generales. Pero esta enorme maquinaria demostró ser particularmente ineficaz el 11 de septiembre y desde entonces se ha implicado en actividades que, lejos de reducir el riesgo de nuevos ataques terroristas, lo han incrementado.
El argumento de la “guerra contra el terrorismo” se responde por sí solo. ¿Para qué sirve un enorme ejército con misiles nucleares y bombardeos frente a una pequeña banda de fanáticos armados con navajas y cortapapeles? Para nada.

De cualquier forma, la agresión no provocada contra Iraq no tiene nada que ver con la “guerra contra el terrorismo”, sino con las ambiciones estadounidenses de conseguir el dominio global y el control monopolista de la riqueza petrolera de todo Oriente Medio. Nuestra actitud hacia esta guerra está muy clara: oposición total y activa.

¡Ni un soldado, ni un euro ni una bala para la guerra imperialista en el Golfo! No al derroche en gasto armamentístico. En su lugar, reivindicamos un programa a gran escala de obras públicas útiles. Más gasto en vivienda, escuelas, hospitales y pensiones.

Por la nacionalización inmediata de la industria bélica y la confiscación de los beneficios de los fabricantes de armas.

Por una economía nacionalizada y planificada bajo el control democrático de la clase obrera.

¡Contra el imperialismo, el militarismo y el capitalismo!

Una cosa es absolutamente cierta: esta guerra no le interesa a nadie excepto a los imperialistas y a las grandes empresas petroleras que están detrás de la camarilla de la Casa Blanca. Incluso en EEUU las cosas no son tan simples como piensa Bush. Si el ejército estadounidense comienza a sufrir bajas serias, el ambiente favorable a la guerra se evaporará rápidamente. Los actuales éxitos electorales pronto se convertirían en su contrario. No hay mucho entusiasmo en EEUU por esta guerra, más bien existe cierta conformidad reticente. Esa es la situación incluso antes de que se suenen los primeros disparos. Según se desarrollen los acontecimientos, la oposición crecerá.

En otros países, el ambiente es de abierta oposición. En Gran Bretaña la guerra cuenta con muy poco apoyo, aparte de la pequeña camarilla de Blair, que está totalmente aislada del ambiente real del país. En la mayoría de los países europeos hay una hostilidad abierta que puede crecer y convertirse en un movimiento serio contra la guerra durante los próximos meses.
Todo auténtico socialista, todo trabajador y sindicalista consciente, todo joven que quiera luchar por un mundo mejor, debe unirse a la lucha más activa y combativa contra esta guerra imperialista injusta. Es necesario crear un movimiento de masas lo más amplio posible para luchar contra el imperialismo y el militarismo. Es necesario oponerse a la monstruosa agresión contra el pueblo de Iraq con todos los medios a nuestro alcance.

Una prioridad clave es la formación de comités de acción contra la guerra en cada pueblo y ciudad, en los que participen sindicalistas, socialistas, comunistas, activistas juveniles, estudiantes, inmigrantes y cualquier persona que quiera llevar adelante una lucha constante y combativa.
Debemos unirnos para organizar una campaña masiva de agitación contra la guerra, con manifestaciones, piquetes, panfletos y actos de masas en cada centro de trabajo, escuela e instituto. ¡Nuestra voz debe ser escuchada!

Debemos denunciar todos los intentos de los imperialistas de utilizar los recursos de los diferentes países para sus planes agresivos. La campaña en Bélgica para denunciar el uso de los puertos para los barcos de guerra es un buen ejemplo de lo que se puede hacer. En otros países se debe seguir este ejemplo. La iniciativa del Sindicato de Estudiantes en España de llamar a una lucha unificada de los estudiantes de todos los países para oponerse a la guerra debe ser apoyada y conocida en todas partes.

Sobre todo, debemos luchar para ganar el apoyo del movimiento obrero para la campaña contra la guerra. Se deben presentar resoluciones en cada agrupación sindical y en cada comité de empresa para exigir que los sindicatos se opongan a la guerra. Donde sea posible, debemos plantear la cuestión de huelgas contra la guerra. Esta cuestión debe ponerse en el orden del día y discutida en todos los centros de trabajo.

Allí donde exista una dirección audaz y se planten claramente todas las cuestiones, los trabajadores responderán. Ya hemos visto la postura valerosa de dos maquinistas de tren británicos que se negaron a transportar material destinado a la guerra. Este es un síntoma importante del ambiente que se está desarrollando entre la clase.

El lanzamiento de una campaña dentro del movimiento obrero es particularmente importante en Gran Bretaña, donde el ambiente de la opinión pública está aplastantemente en contra de la guerra y de la política belicista de Blair, el perro faldero de Bush. El escandaloso comportamiento de Blair y su camarilla de derechas ha ultrajado al movimiento obrero. Antes de que se dispare el primer tiro, 49 parlamentarios laboristas han votado en contra del gobierno.
Debemos luchar contra la guerra, pero debemos hacerlo con métodos, tácticas y políticas correctas: las tácticas del movimiento obrero y la política del socialismo y el internacionalismo, que vincula la lucha contra el imperialismo mundial con la perspectiva de la transformación socialista de la sociedad, en casa y en el extranjero.

¡Opongámonos a esta guerra criminal!

¡Abajo con el imperialismo y el capitalismo!

¡No a la guerra, sí a la lucha de clases!

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