La continuidad de las huelgas y movilizaciones de los trabajadores, las protestas masivas contra el gobierno derechista y la integración capitalista de Europa, y las rebeliones de la juventud de los barrios postergados, han colocado a Francia en la primera fila internacional de las luchas sociales. La continuidad de las huelgas y movilizaciones de los trabajadores, las protestas masivas contra el gobierno derechista y la integración capitalista de Europa, y las rebeliones de la juventud de los barrios postergados, han colocado a Francia en la primera fila internacional de las luchas sociales.
Durante el mes de noviembre una multitud de jóvenes en cientos de barrios de las principales ciudades francesas protagonizaron una rebelión histórica contra una organización social, la capitalista, que los condena a la marginalidad, la precariedad laboral y la falta de oportunidades. La discriminación alentada por el gobierno (muchos son hijos o nietos de inmigrantes de África) y la represión policial calentaron la situación durante años y la muerte de dos jóvenes que huían de la policía produjo la explosión: una revuelta poca veces vista, de varias semanas, con miles de autos incendiados y negocios apedreados. El gobierno debió apelar al “estado de emergencia” que no se decretaba desde mayo del 68, saturando los barrios pobres, donde el desempleo llega al 33%, con efectivos de las fuerzas represivas.
El gobierno derechista ya había recibido en el 2004 una aplastante derrota en las elecciones regionales y europeas. Su política de privatizaciones, corrupción, concentración empresarial y de la riqueza, recortes a los gastos sociales y desempleo crónico produjo un estancamiento histórico de la economía. Todos los analistas prevén que la derecha perderá la presidencia en el 2007.
El rotundo triunfo, el pasado 29 de mayo, del No a la Constitución Europea, apoyada por el gobierno, los empresarios y la dirigencia del opositor Partido Socialista, generó una ola continental de rechazo a su contenido reaccionario: ataca derechos laborales, favorece la relocalización de empresas en los lugares de Europa con más bajos salarios, las privatizaciones y el militarismo. La CGT fue obligada por sus bases a encabezar la oposición. El resultado del referéndum hizo caer al gobierno de Raffarin y tambalear todo el acuerdo de la Unión Europea.
Sin embargo, esto no nos debe hacer perder de vista el rol central que la clase obrera está desempeñando en estas movilizaciones sociales. Más de un millón de trabajadores y jóvenes participaron en las manifestaciones de masas en doce ciudades durante el día nacional de protesta que se celebró el 4 de octubre. La huelga, en defensa del empleo y los servicios públicos, fue la mayor en 10 años y paralizó todo el país. Se reclamaba también contra la precarización laboral, el aumento de la edad jubilatoria, la disminución de las pensiones y la privatización de los servicios de gas y electricidad. La protesta se extendió varias semanas en el espectacular movimiento huelguístico de Marsella y Córcega contra la privatización del servicio de transporte marítimo.
La huelga del 22 de noviembre de cuatro de los ocho sindicatos ferroviarios, rechazando la privatización del servicio (SNFC) generó un gran caos con dos tercios de los trenes paralizados. Cuando otros sindicatos como los del metro y el RER amenazaban con sumarse a la lucha, el gobierno calmó la situación con la promesa de no privatizar y con una suma de 120 euros para cada trabajador.
Para mantener las conquistas históricas de los trabajadores y ofrecer un futuro digno a la juventud es necesario pasar de esta etapa de resistencia al ajuste capitalista a una ofensiva de los obreros y la juventud postergada. En esta tarea tienen un rol central las bases de las organizaciones históricas de los trabajadores en Francia: la CGT, el PCF y el ala izquierda del socialismo.
Es necesario dotarse de un programa, audaz y revolucionario, que incorpore las reivindicaciones mencionadas y, a la vez, explicar la imposibilidad de conseguir verdaderas conquistas perdurables bajo la dictadura de las grandes empresas y los bancos europeos. Para solucionar las necesidades sanitarias y educativas de los barrios postergados, generar empleo y mejorar los niveles de vida de los trabajadores es necesario ligar las luchas de ambos sectores, generando organismos de autogobierno en los suburbios y en las fábricas. Además de exigirles a los dirigentes de la CGT, el PCF y la izquierda del PS este programa, es necesario agruparse construyendo una tendencia socialista genuina al interior de estas organizaciones para ganar la mayoría de sus bases.