En el último año, los trabajadores del Subte han escrito una de las páginas más inspiradoras de la historia del movimiento obrero argentino de los últimos 30 años. Luego de conseguir el triunfo histórico de la jornada laboral de 6 horas para todos los trabajadores sin reducción salarial hace menos de 1 año, los trabajadores se lanzaron con todo a la pelea por la recomposición salarial. Tras 4 meses de lucha intensa que abarcó desde paros parciales de 1 hora hasta paros de 48 horas, incluyendo la amen amenaza de una huelga por tiempo indeterminado, la ocupación de las cabeceras de las estaciones, decenas de asambleas y discusiones, miles de volantes y afiches, los trabajadores del Subte consiguieron doblegar a la patronal, METROVÍAS.
Un triunfo histórico para una lucha ejemplar
En el último año, los trabajadores del Subte han escrito una de las páginas más inspiradoras de la historia del movimiento obrero argentino de los últimos 30 años. Luego de conseguir el triunfo histórico de la jornada laboral de 6 horas para todos los trabajadores sin reducción salarial hace menos de 1 año, los trabajadores se lanzaron con todo a la pelea por la recomposición salarial. Tras 4 meses de lucha intensa que abarcó desde paros parciales de 1 hora hasta paros de 48 horas, incluyendo la amenaza de una huelga por tiempo indeterminado, la ocupación de las cabeceras de las estaciones y de las vías, decenas de asambleas y discusiones, miles de volantes y afiches, y mil y una noches sin dormir los 1.900 trabajadores del Subte consiguieron doblegar a la patronal, METROVÍAS.
Una burguesía nacional explotadora y parásita
METROVÍAS, cuyo capital accionario principal corresponde el grupo Roggio, constituye el paradigma del capitalismo argentino de los últimos años: un empresariado venal, sediento de ganancias sin límites, que saqueó la riqueza nacional comprando los activos del Estado a precios de saldo en complicidad con los funcionarios y políticos burgueses corruptos, percibiendo cientos de millones de pesos en subsidios directos del propio Estado, evadiendo los capitales fuera del país o sacándolos de la inversión productiva. Todo eso al precio de miles de trabajadores despedidos, con salarios disminuidos o congelados durante años, superexplotados y trabajando en condiciones precarias en jornadas laborales interminables. Los 1.700 trabajadores muertos anualmente en accidentes de trabajo en Argentina -una de las tasas de mortalidad laboral más altas del mundo- constituyen el mayor monumento (el monumento de la infamia y del terrorismo patronal) con el que los capitalistas argentinos contribuyen al bienestar y al desarrollo de la sociedad año tras año.
El conflicto del Subte desmiente categóricamente a aquellos que, desde posiciones nacionalistas, intentan marcar una diferencia en la actitud de los capitalistas nacionales con la de los extranjeros. Los primeros demuestran ser igual de parásitos, explotadores y saqueadores de la riqueza nacional que los últimos y, por lo tanto, son igualmente enemigos de clase de los trabajadores argentinos. Como también lo demostró el conflicto con las telefónicas, empresarios nacionales y extranjeros se dan la mano en su afán por acumular ganancias a costa de la explotación de la clase obrera, de exigir aumento de tarifas y de evadir capitales.
Una gran victoria
Los trabajadores del Subte han conseguido un aumento salarial del 19% en el salario básico, al que hay que añadir los $100 otorgado por el gobierno en diciembre (y que fueron un primer fruto de la lucha de noviembre-diciembre al quedar incorporados al básico, cuando el decreto gubernamental lo otorgó con carácter no remunerativo). Esto significa que el aumento salarial directo fijado al básico oscila, según las categorías, entre un 25,5% para un conductor y un 33,6% para un boletero, la escala más baja, quedando fijado el salario básico de un conductor en $1.921 y el de un boletero en $910.
A esto hay que sumar lo conseguido por antigüedad (adicional que fue eliminado unilateralmente por la empresa cuando la privatización hace más de 10 años), y que se estima en el 1% del salario básico de un conductor ($19,2) para todas las categorías laborales. Esto significa que un trabajador con una antigüedad de, por ejemplo 10 años, sea cual sea su categoría laboral, percibirá una suma adicional de $192,1 cada mes. Lo que, unido al aumento obtenido en el básico, implica un aumento global de la masa salarial del 38% tratándose de un conductor que lleva trabajando 10 años y de un 61,8% en el caso de un boletero. Este acuerdo tiene carácter retroactivo desde el 1 de enero.
Esto no es todo, además la empresa asume el compromiso de pagar los días caídos (los días de huelga) y ve fracasado su intento de colocar las máquinas expendedoras de boletos. Tampoco hay ningún compromiso de paz social por parte de los trabajadores, salvo en el hecho de que este acuerdo salarial tiene una vigencia anual hasta el 31 de diciembre del 2005 como es usual en unas paritarias.
A todo ello hay que sumar las pequeñas pero importantes conquistas arrancadas en la primera parte de la lucha desarrollada en noviembre-diciembre como fueron los adicionales por Jardín Maternal y los $5 por nocturnidad por cada año de servicio (este último concepto fue eliminado unilateralmente por la empresa tras la consecución de la jornada laboral de 6 horas).
Sin ninguna duda, estas conquistas salariales, en el actual contexto económico y social argentino, representan una victoria extraordinaria de los trabajadores del Subte. Es muy instructivo comparar estas conquistas logradas con los resultados de otras paritarias en sectores tan importantes como, por ejemplo, los metalúrgicos de la UOM. El aumento de entre $100-$150 NO REMUNERATIVOS conseguidos por la dirigencia de la UOM (sin lucha, a espaldas de los trabajadores, sin votaciones en asambleas) palidecen de manera insultante en comparación al acuerdo arrancado por los trabajadores del Subte a METROVÍAS.
El único punto ambiguo que se desprende del acuerdo es aquel que plantea que las partes convienen que en caso de que circunstancias extraordinarias e imprevisibles de la economía nacional impongan la reconsideración de las condiciones económicas, se comprometen a mantener tratativas a los efectos de considerar la cuestión. De la aceptación de este punto en nada se puede culpar al Cuerpo de Delegados ya que la redacción del Acta del acuerdo fue responsabilidad de la dirección de la UTA que lo hizo sin conocimiento o aprobación del Cuerpo de Delegados. En cualquier caso, este punto solamente plantea, bajo unas condiciones hipotéticas que no dejarían de ser muy subjetivas y arbritarias, reiniciar tratativas sobre lo acordado pero no la caída automática de las conquistas alcanzadas con esta lucha; y en cualquier caso si hay disputa se resolverán con una nueva lucha.
Otra cuestión que queda por resolver tras este acuerdo es si METROVÍAS y el Gobierno pactaron un arreglo o negociación secreta para compensar a la empresa con un aumento en los subsidios estatales o de las tarifas. El Cuerpo de Delegados ya rechazó cualquier concesión a la empresa en este sentido, por lo que deberán permanecer vigilantes para impedirlo, no dudando en hacer un llamado general a los trabajadores y usuarios a movilizarse en contra, en el caso de que se diera esa situación, haciendo énfasis, como se hizo a lo largo de la lucha, en la necesidad de la reestatización del servicio de subterráneos, a lo que debemos añadir que debería hacerse sin compensación de ninguna clase, que ya METROVÍAS se embolsó cientos de millones durante todos estos años.
Una lucha ejemplar
Qué duda cabe que, además de la capacidad de lucha, entrega y sacrificio de los trabajadores, la labor del actual Cuerpo de Delegados del Subte ha resultado decisiva para orientar las energías y ganas de luchar de los trabajadores a la culminación de una lucha exitosa.
La primera condición ha sido mantener una autoridad sindical y moral ante el conjunto de los trabajadores, basada en el método democrático en las discusiones y toma de decisiones. Tanto la elaboración del pliego de reclamos, la elección y decisión de cada medida de fuerza, como la negociación o la firma de cualquier acuerdo con la patronal o el gobierno, todo eso pasó por la más amplia discusión previa en las asambleas de trabajadores y su votación democrática en las mismas.
Tener un Cuerpo de Delegados honesto y luchador, que demostró en los últimos años, en todo momento, estar a la altura de las circunstancias, y bajo cuya dirección los trabajadores del Subte consiguieron las conquistas más importantes en la historia de la empresa, creó tal confianza en el conjunto de los trabajadores que hizo que éstos respondieran a las medidas de fuerza con una unidad granítica, como un solo puño. Unidad que ni las trampas de la empresa, ni los alaridos de indignación hipócrita de los medios de comunicación burgueses ni, lamentablemente, las maniobras de la burocracia sindical de la UTA consiguieron quebrarla.
El Cuerpo de Delegados manejó las medidas de fuerza con gran habilidad e inteligencia, así como la pugna con la empresa en relación a la opinión pública. Cuando la empresa acusó a los trabajadores de cobrar super sueldos, los dirigentes obreros además de demostrar su falsedad contraatacaron acusando a los máximos directivos de percibir haberes de $20.000 y $40.000 al mes. Cuando la empresa se quejaba diciendo que no tenía plata para afrontar las demandas salariales, el cuerpo de delegados demostró con datos, cifras y argumentos todo lo contrario, invitando a la empresa a que hiciera públicos sus libros de contabilidad para que demostrara ante la opinión pública sus afirmaciones.
Ante las inevitables molestias causadas a los usuarios al verse impedidos de usar un medio de transporte tan esencial para moverse por la ciudad de Buenos Aires, molestias que los medios de comunicación burgueses se encargaron de amplificar y exagerar hasta niveles grotescos para enfrentar a trabajadores contra trabajadores, el Cuerpo de Delegados apeló en todo momento a la comprensión y la solidaridad de clase, a demostrar que era la empresa quien trataba de utilizar como rehenes a trabajadores y usuarios para forzar aumentos de tarifas o de los subsidios estatales, y a que una lucha exitosa en el Subte debería estimular al resto de la clase para que siguiera su ejemplo. Además los trabajadores insistieron en que no solamente luchaban por salarios sino que también exigían mayores inversiones de la empresa para mejorar la seguridad del servicio que enfrentaba deficiencias muy graves en el estado de las vías y del material rodante.
Lejos de quemar las energías de los trabajadores con medidas de fuerza precipitadas, el Cuerpo de Delegados procedió gradualmente, con paros de algunas horas los primeros días. Sólo cuando la lucha alcanzó el momento decisivo fue cuando, correctamente, se declararon paros escalonados de 24 horas primero y 48 horas después, dejando caer la amenaza de una huelga por tiempo indeterminado si METROVÍAS no presentaba una oferta seria a favor de los trabajadores. Esta determinación de los trabajadores del Subte de ir hasta el final es lo que terminó de convencer a la empresa y al gobierno de que tenían que presentar una oferta razonable para destrabar un conflicto que amenazaba alargase en el tiempo con el peligro de que se extendiera a otros sectores.
El papel de los dirigentes de la CGT y la CTA
Hay que decir que los trabajadores del Subte tuvieron que encarar su lucha bajo condiciones de gran dificultad. Además de las complicaciones que supone un paro en el Subte, que no se da en otros sectores, como son las ya referidas a las inevitables molestias que puedan sentir los usuarios, estaba el peligro de un aislamiento de la lucha.
Mientras que en los meses de noviembre y diciembre coincidieron varios conflictos gremiales de gran envergadura: telefónicos, estatales y docentes, ferroviarios, y el propio inicio de la lucha del Subte, lo que tuvo un indudable efecto en la culminación de forma más o menos victoriosa en varios de ellos, como los telefónicos por la recomposición salarial y contra los despidos en ferroviarios, los trabajadores del Subte debieron desarrollar su lucha de manera aislada. No por casualidad, el conflicto de telefónicos fue destrabado conscientemente por el gobierno y las empresas telefónicas, con el concurso de las direcciones de CGT y CTA, para que no confluyera con la lucha del Subte que recién se iniciaba. Para la readmisión de los trabajadores ferroviarios despedidos y la liberación de los detenidos también jugó un papel, además de la determinación de los ferroviarios de las líneas exMitre y exSarmiento, la amenaza de un paro solidario de los obreros del Subte.
En ese sentido, a diferencia de lo que ocurrió al final de la lucha de los telefónicos, lamentablemente se echó en falta un posicionamiento público y firme de las direcciones de la CGT y la CTA en favor de los trabajadores del Subte. Mientras que en la lucha de los telefónicos, gracias a la extraordinaria lucha y ocupación de las instalaciones que desarrollaron los trabajadores, la presión de las bases obligó a Moyano y De Gennaro a dar medio paso al frente para apoyar la lucha, al menos públicamente y de palabra, llegando hasta el punto de amenazar con una jornada nacional de lucha en solidaridad, el silencio que mantuvieron ambos dirigentes, desde el primer día del conflicto del Subte hasta el último, resultó ensordecedor.
Lo mismo hay que decir de los dirigentes de la UTA, quienes en ningún momento hicieron declaraciones públicas de apoyo ni tomaron medidas gremiales de solidaridad con otros sectores del transporte y que al final, cuando el resultado de la lucha ya estaba decidido, escenificaron un espectáculo vergonzoso con la patronal y la complacencia del gobierno, firmando un acuerdo a espaldas del Cuerpo de Delegados y de los trabajadores del Subte, para intentar atribuirse la responsabilidad del éxito de la lucha. No obstante, también aquí el Cuerpo de Delegados actuó inteligentemente desconociendo el Acta y negándose a levantar el paro hasta que el Acta no fuera conocida en todos sus detalles por los trabajadores y votada democráticamente en las asambleas, que fue lo que sucedió. La victoria de los trabajadores fue fruto único y exclusivo de ellos mismos y no iban a permitir que nadie se la apropiara.
Afortunadamente, los trabajadores del Subte no estuvieron solos, sino que se sintieron acompañados en todo momento por cientos de miles de trabajadores que simpatizaban con su causa. Recibieron decenas y cientos de resoluciones de apoyo de delegados y comisiones internas, gremios, activistas sindicales y juveniles, tanto de Argentina como de gran cantidad de países del extranjero en los que el conflicto del Subte también tuvo una repercusión.
Pero también es de justicia (si bien la responsabilidad principal, fundamental y decisiva en el triunfo de la lucha se debió a los propios trabajadores del Subte) reconocer el importante papel que jugó el activismo de izquierda (tanto gremial como juvenil) y sus organizaciones en rodear de solidaridad y apoyo esta lucha desde el comienzo. Ellos colaboraron activamente, de acuerdo en todo momento con el Cuerpo de Delegados, en la campaña de solidaridad nacional e internacional, en la recogida de dinero para el fondo de huelga, en el reparto de miles de volantes dirigidos a los usuarios y trabajadores, participando en los piquetes en las cabeceras de las estaciones, etc. En última instancia, la izquierda demostró ser capaz de articular un verdadero y genuino Frente Único para ayudar a la culminación exitosa de esta lucha; experiencia que esperamos no caiga en un saco roto y que de ahora en más continúe y se profundice tanto en la lucha gremial, como piquetera, y también en la lucha política.
Conclusiones
El resultado de la lucha del Subte va a tener efectos muy importantes en el conjunto del movimiento obrero argentino. Lo que tanto temía la patronal al inicio de este conflicto se ha cumplido: que un resultado exitoso de esta lucha pudiera tener el efecto de estimular y animar a otros sectores de la clase a seguir la senda abierta por los trabajadores del Subte. Los trabajadores del Subte han establecido un piso en las paritarias que va a ser asumido como propio por miles de trabajadores de todo el país. Mientras que una derrota del Subte habría tenido inevitablemente un efecto depresor en el conjunto de las luchas y habría envalentonado a la patronal para pasar a la ofensiva, un resultado exitoso va a tener el efecto contrario.
Otras de las lecciones que se desprenden de esta lucha es que no da igual quien esté al frente de las luchas, de los Cuerpos de Delegados, de las Comisiones Internas, de los sindicatos. Una dirección honesta y luchadora siempre estará en condiciones de arrancar, con el apoyo y el protagonismo de las bases, más a la patronal que una dirección burocrática, que transa y desconfía de la fuerza y la capacidad de lucha de los trabajadores.
En este sentido, es interesante notar que la mayoría del actual Cuerpo de delegados del Subte son compañeros identificados con posiciones de izquierda socialistas y revolucionarias, sean o no militantes de partidos. Esto desmiente ese lugar común tan extendido entre los escépticos, pusilánimes y reformistas dentro del movimiento obrero que afirman que los socialistas revolucionarios y los marxistas sólo sirven para hablar sobre la revolución, pero no son capaces de luchar por reformas y conseguir conquistas prácticas y concretas para los trabajadores. Al contrario, sólo los dirigentes obreros que comprenden los intereses opuestos que existen entre obreros y patrones, que entienden que la ganancia del capitalista es el salario no pagado al trabajador, que saben que la emancipación de los trabajadores sólo puede basarse en la fuerza, la unidad y la intervención conscientes de los mismos, estarán en condiciones de llevar la pelea hasta el final y de arrancar el máximo de conquistas a la patronal. Los reformistas y burócratas en cambio, en la medida que aceptan como irreversible la propiedad privada capitalista y el derecho del patrón a obtener ganancias explotando a los trabajadores, se entregan ante la primera dificultad, ceden a las presiones patronales o gubernamentales, o traicionan las luchas. Esto ya lo vimos muchas veces.
Pero quizás una de las lecciones más importantes de esta lucha es que la experiencia del Subte no puede quedar como patrimonio exclusivo de los trabajadores del subterráneo. Si en el Subte se puede luchar y ganar, en los demás sectores y empresas también se puede y se debe hacer. La autoridad ganada por el Cuerpo de Delegados del Subte debe servir para agitar en las empresas y dentro de cada gremio por un sindicalismo diferente al que predomina en el movimiento obrero argentino actualmente. Necesitamos un sindicalismo como el del Subte, es lo que se estarán planteando ahora miles de trabajadores y luchadores honestos.
Es por eso que desde hace bastante tiempo los compañeros y colaboradores de nuestra corriente, El Militante, estamos insistiendo en la necesidad de que se organice una Corriente Sindical dentro de la CGT y la CTA que aglutine a los activistas y gremialistas combativos en cada sindicato y empresa que pueda aparecer como una alternativa de dirección a las actuales direcciones burocráticas que predominan en la mayoría de nuestros sindicatos y empresas. Si los trabajadores del Subte, junto a lo sectores combativos y clasistas que existen en ferroviarios, gráficos, alimentación, estatales, docentes, metalúrgicos, comercio, bancarios, petroquímica, etc levantaran la bandera en cada sindicato particular, y a nivel nacional dentro de la CGT y la CTA, de una Corriente Sindical común y unificada esto tendría un impacto y una simpatía enorme dentro del movimiento obrero, dado el descrédito que despiertan las actuales direcciones sindicales y la existencia de una camada de jóvenes obreros ante los cuales las viejas direcciones no despiertan entusiasmo alguno. En la actual etapa de incorporación creciente a la lucha de la clase obrera por la recomposición salarial, por la reducción de la jornada laboral y contra el empleo en negro y precario, el éxito en la organización y extensión de esta corriente sindical estaría garantizado.
Las ideas escisionistas, abandonar los actuales sindicatos con la pretensión de formar sindicatos puros y revolucionarios son un grave error. Porque tendrían el efecto de separar a los elementos más avanzados de los trabajadores de los más atrasados o de aquellos que todavía no sacaron todas las conclusiones y necesitan más experiencia para sacar la conclusión de que necesitan una nueva y mejor dirección. La tarea es dar la pelea dentro de los sindicatos y ganar pacientemente la confianza de las bases. Indudablemente, luchas exitosas como las del Subte son la mejor propaganda para ganar esta confianza y estar en las mejores condiciones para disputar mañana el control de los sindicatos a las actuales direcciones burocráticas.
Finalmente, la última lección importante que podemos extraer de la lucha del Subte es que cuando la clase obrera lucha unida, con determinación, y con una dirección valiente y decidida no hay fuerza en la Tierra capaz de detenerla. También pone de manifiesto la extraordinaria fuerza y poder que descansa en las manos de los trabajadores: sin su amable permiso no se mueve una rueda ni se prende una lámpara. Este hecho, y la identidad de intereses que se derivan de su carácter de asalariados y la solidaridad y simpatía innata que sienten los trabajadores con las luchas de sus hermanos de otros sectores, es lo que nos permite afirmar a los marxistas que no existe fuera de la clase obrera, otra clase con la fuerza, el tamaño y el papel en la sociedad que pueda dirigir el proceso de la transformación de la sociedad; de una sociedad basada en el lucro, la explotación y la miseria de unos pocos sobre la inmensa mayoría en otra basada en la cooperación, la fraternidad, la solidaridad humanas y la búsqueda del bien común. Pero este tipo de sociedad solo puede ser el socialismo, donde toda la riqueza creada y puesta en funcionamiento por los trabajadores (que somos además la mayoría aplastante de la sociedad) nos pertenezca a todos en común y sea gestionada y administrada democráticamente por el conjunto de la sociedad para satisfacer todas las necesidades sociales como única manera de terminar con la explotación, la miseria, las guerras y el sufrimiento al que nos condena este sistema inhumano llamado capitalismo.
En este sentido, agrupar a los sectores más avanzados de los trabajadores y la juventud para las ideas genuinas del socialismo es una necesidad ineludible y la construcción de una herramienta política de masas que sirva para ese objetivo es una tarea impostergable que debemos acometer y que se desprende de toda la situación que hemos descrito.