Tras la consulta electoral que le permitió al presidente Mesa “ganar” el referéndum, (a pesar de que el 66% del padrón se abstuvo, o votó nulo, en contra y en blanco), las aguas vuelven a agitarse en Bolivia una vez que las masas comienzan a ser conscientes del engaño sufrido.
El referéndum tramposo de Mesa no le sirvió de nada
Un referéndum tramposo
Tras la consulta electoral que le permitió al presidente Mesa "ganar" el referéndum, (a pesar de que el 66% del padrón se abstuvo, o votó nulo, en contra y en blanco), las aguas vuelven a agitarse en Bolivia una vez que las masas comienzan a ser conscientes del engaño sufrido.
La convocatoria de este referéndum fue en realidad una maniobra para legitimar el control de los hidrocarburos bolivianos en manos de las multinacionales, con preguntas formuladas de manera tramposa para engañar a las masas. El objetivo era claro, quería encontrar un medio para desmovilizar a los trabajadores y campesinos que estaban amenazando seriamente a los poderes que gobiernan el país, al mismo tiempo hacer creer a los votantes que se trata de una nueva ley que les permitiría recuperar el gas.
Aunque la principal organización obrera, la COB, llamó correctamente a boicotear la consulta, el apoyo al Referéndum de los dirigentes reformistas del principal partido de la izquierda, el MAS, y su llamado a votar afirmativamente a tres de las cinco preguntas formuladas, asegurando que era un voto a favor de la nacionalización del gas, jugó un papel muy pernicioso al crear una enorme confusión que arrastró a una parte importante de trabajadores y campesinos bolivianos.
El paro indefinido convocado por la COB contra la Ley de Hidrocarburos del gobierno de Mesa y contra el referéndum, tuvo un acatamiento parcial y limitado porque los mineros, trabajadores industriales y sectores de las masas campesinas no se movilizaron debido a que los dirigentes no demostraron suficiente firmeza, convicción y resolución en la preparación y organización del mismo. Además, los dirigentes del MAS se posicionaron en contra, apareciendo como rompehuelgas y traidores, lo que también aumentó la confusión y la turbación en las bases, y que provocó la expulsión de Evo Morales (principal dirigente del MAS) de la COB.
Las masas retoman la lucha por la nacionalización del gas
Sólo unos días después, el presidente Mesa renovó sus compromisos con las multinacionales, aprobando un contrato con Repsol y Petrobras para vender 6,5 millones de metros cúbicos diarios de gas a la Argentina que significa un nuevo saqueo de los recursos gasíferos del país a favor de las multinacionales. También se iniciaron conversaciones con Perú para sacar el gas por el pacífico, y no por Chile. Esto no es más que un truco. Aunque les resulte algo más costoso, el gas y sus beneficios seguirán en manos de las multinacionales.
Sin embargo, no pasaron dos meses desde la "victoria" de Mesa en el Referéndum y de nuevo volvieron las protestas populares a la calle exigiendo la efectiva nacionalización del gas.
Esto se vio acelerado por la decisión de Mesa de presentar un decreto para desarrollar la Ley de Hidrocarburos que representaba una auténtica burla a lo aprobado en el Referéndum y que coloca a la petrolera estatal YPFB bajo el control de las multinacionales, y la propiedad del gas en manos de las multinacionales desde el momento de su extracción. Además de decretar una suba del carburante que en Bolivia se paga a las multinacionales a precios internacionales.
Esto desató una huelga de 48 horas de los choferes y camioneros los días 25 y 26 de agosto, que fue acompañada con movilizaciones de masas convocadas por la COB y el resto de organizaciones populares, marchando 100.000 personas por las calles de La Paz, El Alto y Cochabamba, la movilización más grande desde la caída de Goñi. Días antes las comunidades campesinas en el sur y el este del país ocuparon varios campos y pozos de gas y petróleo.
Para recuperar una parte de la credibilidad perdida, y sintiendo la presión de sus basas, Morales y el MAS también convocaron movilizaciones y marchas el 30 de agosto exigiendo la nacionalización del gas, con la participación de decenas de miles de personas en todo el país.
También se sumaron con movilizaciones o anunciaron acciones en septiembre los campesinos sin tierra del MST, los panificadores de La Paz, los comerciantes minoristas y las organizaciones vecinales agrupadas en la Fejuve. También la COB anunció la convocatoria de un ampliado para discutir un nuevo plan de movilizaciones en demanda de la nacionalización de los hidrocarburos.
El gobierno ha tenido que recular anunciando el congelamiento del precio de los carburantes durante 100 días y la "revisión" por el Congreso (donde los partidos burgueses y patronales tienen mayoría) del decreto que desarrolla la Ley de Hidrocarburos. De esta manera, el gobierno de Mesa intenta ganar tiempo.
Ante el nuevo ascenso de la lucha de clases, las diferentes oligarquías donde se asientan los campos y reservas de gas y petróleo, como Tarija y Santa Cruz están amenazando con exigir "autonomía" e, incluso la "secesión" para negociar directamente con las multinacionales. Aquí se ve como la oligarquía boliviana no se detendrá ante nada, incluso amenazando con desmembrar el país, para defender sus privilegios.
La lucha por la nacionalización y el desarrollo de los recursos energéticos debe transformarse en una lucha ofensiva por la nacionalización de toda la economía boliviana. Es una utopía pensar que el movimiento puede conseguir el control de la industria del gas mientras que el resto de la economía permanece en manos de la oligarquía y sus apoyos imperialistas. Para conseguir el control de la industria del gas es necesario tener el control de toda la economía, con un gobierno obrero en el poder.
Los trabajadores y campesinos bolivianos han demostrado una y otra vez que están dispuestos a luchar. Lo que se necesita es una dirección revolucionaria. Las luchas y acontecimientos de este período crearán las condiciones para construir esa dirección. El esbozo de esta dirección ya está presente. Está en los dirigentes socialistas conscientes y valerosos que existen a nivel local. Deben unirse bajo un programa revolucionario para derribar a la oligarquía y nacionalizar las grandes corporaciones que actúan en Bolivia.