LOS PRIMEROS AÑOS DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO

En 1919 los sectores políticamente más avanzados del proletariado mexicano, influidos por la revolución rusa, ven la necesidad de dotarse de un instrumento para la lucha por la transformación socialista de la sociedad y fundan el Partido Comunista Mexicano, cuyos años dorados de una política bolchevique transcurrirían de 1924 a 1928 aproximadamente durante los cuales el PCM se convertiría en el partido comunista más exitoso de América Latina, con una serie de conquistas en las bases de las organizaciizaciones de masas En 1919 los sectores políticamente más avanzados del proletariado mexicano, influidos por la revolución rusa, ven la necesidad de dotarse de un instrumento para la lucha por la transformación socialista de la sociedad y fundan el Partido Comunista Mexicano, cuyos años dorados de una política bolchevique transcurrirían de 1924 a 1928 aproximadamente durante los cuales el PCM se convertiría en el partido comunista más exitoso de América Latina, con una serie de conquistas en las bases de las organizaciones de masas (los obreros mineros, telefonistas, panaderos, obreros textiles en los primeros años y dentro de la CGT, el movimiento ferrocarrilero) del movimiento campesino (Ligas campesinas) e inclusive, del movimiento estudiantil.

Lamentablemente la venenosa influencia del estalinismo y su loca política ultraizquierdista (o del llamado “tercer periodo”) y oportunista después (“frentes populares”) dinamitarían todas las conquistas del PCM hasta convertirlo en una secta incapaz de dar una lucha seria contra el capitalismo. Estas duras lecciones tanto positivas como negativas, representan un arsenal de experiencias que deben ser estudiadas por todo trabajador conciente frente al proceso revolucionario que se ha abierto en América Latina y que más pronto que tarde llegará a nuestro país.

La tragedia de la revolución mexicana, como la de muchas revoluciones, fue la falta de una dirección revolucionaria que fuera capaz de agrupar a la revolución campesina y a las masas obreras hacía la expropiación de la burguesía y al socialismo como condición elemental para que las conquistas de la revolución, sobre todo en lo referente al reparto agrario, fueran de carácter permanente y no sucumbieran ante la permanencia del sistema capitalista; la clase obrera, que ya jugaba un papel fundamental en la economía (minería, ferrocarriles, jornaleros) era el único que podía dotar la guerra campesina (encabezada por Zapata y Villa) de una alternativa a la reaccionaria oligarquía capitalista y terrateniente -a pesar de que su peso numérico era mucho menor en relación a el campesinado-.

Las comunidades campesinas, que jugaron un papel fundamental en la revolución, no podían por sí mismas romper a escala nacional con el poder de la oligarquía, fundamentalmente por el papel que jugaban en la producción como pequeños propietarios o como poseedores colectivos de tierras fundamentalmente de autoconsumo que no jugaban un papel decisivo en el conjunto de la economía. Y por otro lado el papel del anarquismo, con sus característicos prejuicios contra la lucha política y la lucha por el poder (toda lucha por el poder es una lucha política), descabezó al movimiento obrero y creó un vacío que fue llenado por la política burguesa de Carranza y Obregón que, en uno de los episodios más vergonzosos de la historia del movimiento obrero mexicano, utilizaron al movimiento obrero, con demandas muy sentidas como la jornada de 8 horas, como un grupo de choque contra las bases zapatistas. A pesar de ello, el movimiento obrero juega un papel muy importante en el proceso revolucionario al encabezar la primera huelga general en 1917 y ser el peso decisivo para imponer los artículos progresistas en la constitución de 1917 que aunque importantes, serían simple papel mojado dentro del capitalismo.

Ante la falta de una dirección obrera a la altura de las tareas de la revolución, constituye un paso histórico la fundación del Partido Comunista Mexicano. Fundado en 1919, y como casi todas las primeras células de los partidos comunistas surgidos al calor de procesos convulsivos (e inspirados por la gran revolución rusa), durante sus primeros 5 años de existencia el PCM tuvo que pasar por un duro proceso de lucha tanto interna como externa contra el pensamiento pequeño burgués anarquista y sindicalista del que había surgido, sobre todo al interior de la CGT; y por otro lado a la política represiva de la rebelión reaccionaria de De la Huerta y la del mismo Obregón.

Los primeros años son los de una política ultraizquierdista combinada con prejuicios anarquistas; así en 1921 el PCM sale de la CGT por pugnas con los anarquistas sin tomar en cuenta la necesidad de romper políticamente con el anarquismo y al mismo tiempo permanecer dentro de la CGT para ganar a la base obrera; estas pugnas y el desbarajuste organizativo impidieron al PCM influir en mayor medida en el histórico movimiento inquilinario en Veracruz a principios de 1922. Sin embargo a principios de 1923 la política sectaria va cediendo paso a la política bolchevique de trabajo en la organizaciones de masas para arrebatar desde la base a los trabajadores de la influencia reformista; comenzaron a surgir pequeños núcleos marxistas al interior de la anarquista CGT y, sobre todo, de la CROM encabezada por uno de los primeros “charros” mexicanos, Luis N. Morones.

De manera oficial el IV congreso del PCM (1926) llamó a tomar los sindicatos desde adentro con una política flexible hacia su base obrera e inflexible en los principios. Con esta política el PCM empezó a tener influencia significativa en los sindicatos ferrocarrileros afiliados a la CROM (sobre todo en la huelgas del 26-27). También entre el campesinado el PCM empieza a tener una influencia importante a través de la Liga Nacional Campesina cuyos principales líderes eran comunistas (Ursulo Galván, Primo Tapia, entre otros) sobre todo en Michoacán y Veracruz; también aquí la política sectaria de rechazo a la pequeña propiedad es sustituida por la incorporación de esta sentida demanda del campesinado como una consigna de transición para la unión de obreros y campesinos con la perspectiva de ganarlos para la revolución socialista y con vistas a la gradual cooperativización e industrialización del campo bajo un gobierno obrero. Así, a finales de 1928, el PCM se atribuía más de dos mil miembros y 22 grupos de base (secciones) y presencia en más de 13 estados. La circulación de El Machete aumentó de 3000 en 1927 a 11500 en 1928.

Sin duda el PCM se constituyó como el partido comunista más exitoso de América Latina. Sin embargo estas conquistas del movimiento obrero serían tiradas a la basura por el estalinismo, aunado a la feroz represión de “El Maximato”. A partir del giro estúpido y ultraizquierdista, el llamado “tercer periodo” (en 1928), en donde la paciente labor en las bases de las organizaciones obreras sería sustituida por la lunática estrategia de denunciar a todos los partidos reformistas de “socialfascistas”, política sectaria que prepararía el asenso del nazismo en Alemania; el PCM, con apenas dos mil miembros, se lanzó a la aventura de lanzar su propio bloque electoral (BOC), y tachar a toda reforma, que pudiera servir como puente para conectar con las masas, como fascista, así se calificó, por ejemplo, a la Ley Federal del Trabajo de 1931. Las plataformas de solidaridad internacionalista, por ejemplo para con la revolución en Nicaragua, fueron tiradas vergonzosamente por la borda; se acusó a Sandino de traidor a la lucha por la liberación nacional, en vez de tener una actitud paciente y firme para con los simpatizantes con Sandino.

Pero los crímenes más bárbaros del estalinismo contra el comunismo mexicano, del que nunca se recuperaría y que condenarían al PC al papel de una secta, dando bandazos periódicos del ultraizquierdismo al oportunismo más vil de acuerdo con los caprichos de Stalin, serían: 1 la salida de los sindicatos de masas, en los que el PCM había tenido sus más grandes frutos, para formar su propio sindicato en “las nubes”; 2 la malograda “Confederación Sindical Unitaria de México”; 3 las criminales expulsiones de todas las figuras dirigentes (Ursulo Galván, Manuel Almaza, etc.) de la prometedora Liga Nacional Campesina, en cuyo seno el PCM tenía su mayor influencia; 4 el descuido del exitoso “El Machete” que seria rebajado aun nivel teórico deplorable y vergonzoso y 5 la aún más vergonzosa y criminal campaña (inclusive organizando atentados terroristas) para el asesinato de Trotsky, líder de la revolución rusa y organizador del ejército rojo.

El trágico destino del PCM trae lecciones tanto en sentido positivo como negativo. En sentido positivo podemos señalar la lucha ideológica interna, diferenciación entre los elementos verdaderamente revolucionarios y elementos pequeño burgueses, lucha que se expresó políticamente entre la línea bolchevique y la línea anarquista (este proceso se extiende desde 1919 a 1924 aproximadamente), a partir de esta clarificación el elemento fundamental fue el trabajo paciente en las bases de las organizaciones obreras independientemente de su dirección, un trabajo con una política independiente que ayuda a sacar conclusiones revolucionarias a esas bases en función de su propia experiencia y con el objetivo de crear núcleos obreros dentro del movimiento que prepare las condiciones para ganar al resto del movimiento, unificarlo y encaminarlo a la destrucción del capitalismo y la construcción del socialismo.

Este trabajo titánico es el que el PCM había comenzado con éxito durante los años (1924-1928), la política sectaria de estalinismo mostraría lecciones en negativo, lecciones de cómo no se debe hacer el trabajo revolucionario, la criminal política sectaria y de separación del resto del movimiento obrero impediría a la vanguardia ayudar al resto de la clase a sacar conclusiones y aislaría al PCM de las masas, condenándolo a convertirse en una secta que combinaba elementos ultraizquierdistas con lamentables elementos de oportunismo y reformismo.

La historia del PCM dota al movimiento obrero de valiosas lecciones de heroísmo y ejemplo de trabajo revolucionario y también ejemplo de lamentables errores. Su historia constituye parte de la memoria del movimiento obrero, el mejor homenaje que podemos hacer a los camaradas que dieron su sangre para la construcción del PCM es luchar por el socialismo y aprender de las caras y a veces amargas lecciones de la lucha de clases.