Lecciones de la lucha de los trabajadores telefónicos

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Como lo demuestran muchos dirigentes sindicales hoy día, incluso entre algunos que son honestos, lo que prima en la conciencia de éstos es su profunda desconfianza y temor a los trabajadores a la hora de enfrentar a la patronal. Frente a la lógica reacción negativa de las patronales ante los reclamos obreros, los dirigentes sindicales tratan de explicarles a éstos de que la empresa “está dura” y hay que dar marcha atrás y aceptar lo que la misma otorgue. Por eso, al poco tiempo de empezar las medidasdidas de fuerza, los dirigentes de FOETRA ya tenían los argumentos de la derrota, y sembraron más temor entre los trabajadores que la patronal misma. Como lo demuestran muchos dirigentes sindicales hoy día, incluso entre algunos que son honestos, lo que prima en la conciencia de éstos es su profunda desconfianza y temor a los trabajadores a la hora de enfrentar a la patronal.
Frente a la lógica reacción negativa de las patronales ante los reclamos obreros, los dirigentes sindicales tratan de explicarles a éstos de que la empresa “está dura” y hay que dar marcha atrás y aceptar lo que la misma otorgue. Por eso, al poco tiempo de empezar las medidas de fuerza, los dirigentes de FOETRA ya tenían los argumentos de la derrota, y sembraron más temor entre los trabajadores que la patronal misma.
Al contrario, los trabajadores no son ingenuos y saben que se enfrentan a luchas muy duras con consecuencias con final abierto, salen a la lucha muy pese a ello; lo que buscan es organizar la lucha de la mejor manera para obtener sus reclamos, no de que los convenzan de que han llegado muy lejos y hay que retroceder por muy justas que sean sus exigencias.
Estos dirigentes, pese a la honestidad de algunos, le temen más a ser desbordados por los trabajadores que a la “dureza” misma de las empresas, declarando su impotencia por ello frente a los patrones en las mesas de negociación.
Para ellos, la culpa siempre la tendrán los trabajadores, que no dan la medida necesaria –en conciencia y combatividad- para una lucha exitosa, pese a los riesgos y sacrificios que éstos asumen.

Busquemos oro, que tal vez encontremos cobre

Aunque no es el único caso, resulta insólito salir a pelear por 25% de aumento salarial y terminar firmando por el 16% (11% al básico y 5.5% no remunerativo, más $1.800 pagados por única vez, no remunerativo y en cuotas) más la rediscusión de cláusulas –reducción horaria y guardias mínimas- que ya habían sido discutidas, acordadas y, hasta aprobadas, tiempo atrás en el Ministerio de Trabajo.
Es sabido que la “matemática gremial” de nuestros dirigentes sindicales es muy peculiar: se burlan de los trabajadores aceptando salir a “pelear” por lo que se necesita, para terminar firmando por lo que no alcanza ni se pidió, con el argumento de que para que te den $100 hay que pedir $200. Los trabajadores no especulan, toman la lucha en serio y si de manera colectiva se pide 25% es porque es lo que se necesita, y están dispuestos a pelear por ello.
En cambio, los dirigentes tenían claro desde el principio que el 16% tenía que ser la resultante de cualquier negociación y no más; porque ese era el techo salarial impuesto por el gobierno, la patronal y la burocracia sindical en el pacto social. Si una lucha importante lograba (como algunas lo hicieron) romper ese techo, el peligro de un efecto dominó en la clase obrera era importante.
Por tanto, ese 16%, no fue el acuerdo que pudo lograr la lucha contra las telefónicas (Telefónica y Telecom), fue una cifra impuesta aun antes de que el conflicto comenzara. La posibilidad temprana de su imposición, hizo incluso que la empresa redoblara la apuesta y sumara a la discusión la movilidad funcional.

Quién es quién en la sociedad

Luego de 4 meses de lucha desgastante y de medidas de poca efectividad, sumado a la división de los trabajadores (por el sindicato y por la empresa), la firma de un acuerdo desfavorable era previsible aunque no inevitable.
Los trabajadores telefónicos, como el resto de la clase obrera, son el alma y corazón de la empresa donde trabajan; es más, ellos “son” la empresa en los hechos.
Sin su labor, complementándose con la ocupación de sus lugares de trabajo, los “dueños” de la empresa no son nada; las comunicaciones se caerían y también la actividad de muchos otros sectores económicos de peso.
Y esta correlación de fuerzas es la que necesitamos imponer a nuestros patrones: quién es quién en la sociedad, quién tiene las llaves.
Pero también lo que debemos imponer en nuestros sindicatos es que quienes vamos a la lucha decidamos democráticamente, y si no se impone la voluntad de la base, que los dirigentes se vayan, abriendo lugar a dignos representantes. Que la organización, oficina por oficina, edificio por edificio, tiene que superar todas las maniobras burocráticas habidas y por haber. Y que la única forma de acabar con ellas es con la construcción de una dirección sindical alternativa, una oposición antiburocrática al interior de las centrales sindicales y de todos los sindicatos que la conforman.
La lucha dejó un sabor amargo, pero sacar las lecciones necesarias y reflexionar al respecto encontrará, a lo mejor, a los trabajadores telefónicos unidos y con la experiencia acumulada para un próximo conflicto (que sin duda llegará más temprano que tarde), para que logre el éxito en los reclamos y exigencias que necesitan los trabajadores, y sume al mismo tiempo en la construcción de nuevos dirigentes sindicales, clasistas, antiburocráticos, como viene mostrándose en la experiencia del MIC.