Líbano: las disputas religiosas opacan la lucha de clases

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En todo el mundo árabe la población comienza a ser consciente de que los movimientos islámicos no son la solución. En Egipto, Jordania, Irán e Iraq comienza a verse al poderoso proletariado preparándose para la siguiente fase de su batalla contra elimperialismo y las elites locales reaccionarias que le sirven. Esta es la única esperanza para el sufrimiento de las masas trabajadoras de Líbano y demás países. El pasado mes de mayo, el enfrentamiento entre las guerrillas de Hezbolá y las fuerzas gubernamentales acapararon la atención en todo el mundo, tras la decisión del gobierno de cerrar la red de telecomunicaciones de Hezbolá y cesar al responsable del aeropuerto de Beirut (capital del Líbano), simpatizante de Hezbolá.

Pero se ocultó que la chispa inicial de este enfrentamiento fue la convocatoria de una huelga general por los sindicatos que exigían un aumento del salario mínimo, entre otras reivindicaciones.

Lamentablemente, Hezbolá se subió al caballo de este movimiento y lo secuestró para sus propios objetivos políticos, eligiendo el día de la huelga general para iniciar su levantamiento armado contra el gobierno.

Durante los combates, quedó en evidencia la impotencia absoluta del Estado libanés. Hezbolá sólo tardó dos días en conquistar Beirut. Finalmente, el gobierno retrocedió totalmente y anunció que la red de telecomunicaciones de Hezbolá permanecería intacta.

Los recientes acontecimientos demuestran que hoy Hezbolá es el movimiento político más poderoso de Líbano. Desde el final de la guerra de 2006 contra Israel, no existe nada que haya podido impedir a Hezbolá tomar el control del Estado y echar el gobierno minoritario de la oligarquía maronita. Sin embargo, Hezbolá parece respetar las «reglas del juego» libanesas.

Líbano es un estado artificial creado por el imperialismo francés, donde los líderes de la secta religiosa francófila -los cristianos maronitas- controlan el Estado, pese a ser una minoría frente a una población mayoritariamente musulmana. Mientras que los líderes musulmanes sunníes en su mayor parte fueron cooptados por los maronitas, los chiíes permanecieron como el grupo social más numeroso y oprimido.

Durante décadas, las potencias imperialistas han intervenida decididamente para mantener en el poder a la oligarquía pro-occidental y luchar contra la izquierda libanesa que levantaba la bandera progresista de la unidad del mundo árabe en un Estado único laico, e impedir que tomara el poder. Muchos libaneses desencantados por los fracasos de la izquierda se volvieron hacia la religión.

Hezbolá, que emergió como el grupo islámico más fuerte entre la población chií, desvió la lucha de clases libanesa hacia líneas étnicas reaccionarias. Sólo desea un pedazo de la torta del poder político. El objetivo de Hezbolá en este último conflicto no fue tomar el poder, sino oponerse a los intentos de alterar el status quo.
Cuando el gobierno dio marcha atrás en sus intenciones, Hezbolá anunció el alto el fuego y se retiró de Beirut. Incluso ha dado su apoyo al cristiano maronita Michel Suleiman, como nuevo presidente del país.

La única esperanza para Líbano es el resurgimiento de la lucha de clases que supere esta vía muerta de enfrentamientos religiosos.

En todo el mundo árabe la población comienza a ser consciente de que los movimientos islámicos no son la solución. En Egipto, Jordania, Irán e Iraq comienza a verse al poderoso proletariado preparándose para la siguiente fase de su batalla contra el imperialismo y las elites locales reaccionarias que le sirven. Esta es la única esperanza para el sufrimiento de las masas trabajadoras de Líbano y demás países.