Debemos rechazar todos los intentos de que renunciemos a nuestra independencia de clase, para poner nuestra fe en tal o cual político capitalista. Debemos ser audaces en las ideas y amistosos en nuestros discursos, explicando pacientemente a nuestros compañeros de trabajo, amigos y vecinos la necesidad de construir un partido basado en los sindicatos.
Las elecciones presidenciales de EEUU muestran lo mucho que los trabajadores norteamericanos necesitan su propia representación política. Este hecho se expresa de manera cínica en el lema de la campaña Barack Obama: "El Cambio. Podemos creer en él." Incluso un "dinosaurio" como el candidato republicano, John McCain, ha tenido que plantear la idea de cambio en la retórica de su campaña.
Los trabajadores norteamericanos nos hemos enfrentado durante décadas a la disminución de nuestro nivel de vida: ataques a los derechos sindicales, reducción de salarios, más horas de trabajo, deterioro de las condiciones laborales, vaciamiento de los servicios sociales, endeudamiento, el pago de hipotecas y la cada vez peor atención de la salud, sólo por nombrar algunos de los mayores problemas. Además, está la perpetua "Guerra contra el Terror", que ha costado cientos de miles de vidas y miles de millones yendo por el desagüe. Iraq y Afganistán se encuentran en el caos y la ruina, y aún se habla de la apertura de nuevos frentes de guerra.
Por lo tanto, no es de extrañar que millones de trabajadores estadounidenses busquen desesperadamente un cambio.
Ni Obama ni Mc Cain son la alternativa de los trabajadores
Los altos índice de abstención son normales en las elecciones norteamericanas. En el 2004 sólo votó el 29,7% del padrón. A pesar de todo su parloteo acerca de la "democracia", lo cierto es que el bajo nivel de votantes favorece a los que realmente controlan el país.
Es probable que haya esta vez una mayor participación debido al mensaje de Cambio de Obama y a la frustración contra los republicanos después de 8 años de Bush. Sin embargo, su elección está lejos de estar garantizada, teniendo en cuenta el caos político que ha provocado la irrupción de la crisis económica y el apoyo de ambos candidatos al plan de salvataje del gobierno de Bush a favor de los grandes bancos, que es rechazado con odio por la clase trabajadora.
Y esto no es de extrañar ya que, pese a todo, tanto Barack Obama como Mc Cain responden a los intereses de las corporaciones. Es lo mismo cuando se trata de muchas otras cuestiones urgentes: su apoyo a la medicina privada, garantizando sus beneficios, su oposición a la legalización de los trabajadores inmigrantes y sus familias, sus posiciones son casi idénticas.
Sobre el tema de la guerra en Iraq los dos candidatos tienen sólo ligeras diferencias sobre la mejor manera de dominar Oriente Medio. Ninguno de los dos está por la completa e inmediata retirada de todas las tropas de Oriente Medio o de poner fin a la llamada guerra contra el terror.
La necesidad de un partido obrero independiente
Hay una enorme presión para apoyar a los Demócratas el 4 de noviembre por parte de los dirigentes sindicales y de los reformistas de las organizaciones que participan en las diversas luchas (movimiento anti-guerra, ecologistas, organizaciones de inmigrantes, etc.). Otra vez dirán a los trabajadores y jóvenes que deben conformarse con votar a Obama porque es "menos malo" que McCain.
Debemos rechazar todos los intentos de que renunciemos a nuestra independencia de clase, para poner nuestra fe en tal o cual político capitalista. Debemos ser audaces en las ideas y amistosos en nuestros discursos, explicando pacientemente a nuestros compañeros de trabajo, amigos y vecinos la necesidad de romper con los Demócratas y construir un partido basado en los sindicatos. Aquí, en los EEUU, los sindicatos son nuestras únicas organizaciones de masas. Sólo ellos tienen la base social y los recursos necesarios para organizar un auténtico y eficaz combate en toda la nación contra los partidos patronales. Esta idea puede aún no obtener un gran eco. Sin embargo, sobre la base de su propia experiencia, millones de trabajadores llegarán a la conclusión de que esta es la única manera de avanzar.
Mientras tanto, podemos prestar nuestro apoyo a candidaturas independientes como las de Cindy Sheehan (madre de un soldado muerto en Iraq) o de "Poder para el Pueblo", de Cynthia McKinney, que dejan entrever lo que sería posible si tuviéramos en EEUU un partido basado en los sindicatos. Incluso un modesto programa que incluyera derechos sindicales y básicos para todos los asalariados, la atención de la salud universal y la educación, y el fin inmediato a la guerra, podría reunir rápidamente enormes apoyos, por no hablar de un programa para la transformación socialista de la sociedad.