La larga marcha de China hacia el capitalismo

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Desde un punto de vista marxista, la revolución china de 1949, a pesar de sus deformaciones burocráticas, fue el segundo evento más importante en la historia de la humanidad después de la Revolución Rusa. Esto condujo a la abolición del latifundio y el capitalismo y el fin de la dominación imperialista. Ahora, sin embargo, el capitalismo domina en China. ¿Cómo sucedió esto? Aquí presentamos un documento aprobado por el Congreso Mundial de ese año de la Corriente Marxista Internacional, la cual analiza los acontecimientos de la revolución hasta el final de la era de Mao

Introducción

Después de la revolución de octubre en 1917, la revolución china representó el segundo evento más importante en la historia. Significó la abolición del latifundismo y del capitalismo y, con ello, el fin de la dominación imperialista sobre una vasta porción del globo. No obstante, por un lado la revolución rusa había llevado al nacimiento de un estado relativamente sano bajo la batuta de la clase obrera dirigida a su vez por el partido bolchevique, partido de una clara vocación internacionalista, en cambio la revolución china implicó el nacimiento de un estado obrero deformado de matriz estalinista.

Las condiciones elementales para la democracia obrera estuvieron ausentes en China desde el principio. No había soviets, ni control obrero, ni verdaderos sindicatos independientes del estado, ni una verdadera dirección marxista. Esto se debía al hecho de que la revolución se había desarrollado bajo la dirección de los estalinistas al mando de un ejército campesino sin basarse en torno al proletariado concentrado en las grandes áreas urbanas. El ejército campesino es un instrumento clásico de la dominación bonapartista. Mao, empleando como instrumento al ejército campesino fiel a su persona, supo maniobrar entre las clases de forma bonapartista, primero aplastando a los terratenientes y luego a los capitalistas mismos.

La victoria de la revolución china fue posible gracias a una serie de particularidades objetivas. Antes que otra cosa, la razón principal fue la imposibilidad del imperialismo norteamericano para intervenir. El segundo factor fue la incapacidad de China de desarrollar el capitalismo con el régimen corrupto y degenerado de Chiang Kai Shek. Otro factor fundamental fue la existencia de un fuerte estado obrero en Rusia en las fronteras chinas, que pese a su carácter deformado significó un apoyo objetivo. Mao Zedong y los estalinistas chinos formaron en China un estado a la imagen y semejanza de la Rusia estalinista, una monstruosa caricatura burocrática del estado obrero, así la revolución china de 1949 comenzó donde la revolución rusa había terminado, es decir con el estalinismo no con el leninismo.

Es justo recordar que la revolución llevó adelante la destrucción del capitalismo en China a pesar de las perspectivas equivocadas de la Dirección del Partido Comunista. Mao estaba seguro que en los hechos, China necesitaría al menos de 100 años de desarrollo capitalista. Mao señalaba esto de acuerdo a la teoría estalinista de las dos etapas según la cual en un país atrasado la revolución socialista no era posible y que por lo tanto la primera fase debió haber sido democrática, o más bien burguesa. Sólo con el desarrollo pleno del capitalismo habría sido posible luchar luego por alcanzar el socialismo. Los acontecimientos inmediatamente posteriores a la toma del poder por parte de los comunistas chinos demostraron de modo incontrovertible la falsedad de las famosas dos etapas.

En un primer momento, Mao promovió la formación de un “Frente Popular” con una serie de partidos burgueses. Este hecho llevó a algunos a creer erróneamente que Mao había traicionado la revolución, o bien que Mao se estaba comportando como los partidos comunistas en la revolución española y en otros países donde el Frente Popular fue usado para atar de manos a la clase obrera. En la China de 1949 había, no obstante, una diferencia fundamental: el poder del Estado, los cuerpos de hombres armados, no respondía a las órdenes de la burguesía. Lo que quedaba de esta última había huido a Taiwán junto con Chiang Kai Sheck[1]. En términos reales no había una burguesía con la cual aliarse.

En esas circunstancias la función del Frente Popular fue la de contener a los trabajadores en las grandes concentraciones urbanas, manteniéndolos estrictamente en los límites impuestos por el régimen estalinista. No existiendo alguna «burguesía progresista con la cual construir una China «democrática» y capitalista que pudiese eficazmente guiar al país y la economía, y estando el poder estatal en manos del Ejército Rojo, los estalinistas fueron, hasta cierto punto, forzados a tomar el control de las palancas fundamentales de la economía. Este desarrollo representó en cierto sentido, aunque en modo distorsionado, la confirmación de la validez de la teoría de la Revolución Permanente.

A pesar de que la revolución china no tuvo la forma de una revolución proletaria sana, la Corriente Marxista le dio apoyo por el hecho de haber liberado las fuerzas productivas de la camisa de fuerza del capitalismo y del sistema feudal y haber colocado las bases para un desarrollo de la economía que de otro modo hubieses sido imposible. Los marxistas han igualmente explicado que, si bien el Partido Comunista y la burocracia estatal jugaron un papel relativamente progresista en el desarrollo de China, estas mismas deformaciones burocráticas llevarían inevitablemente a las masas chinas a la necesidad de hacer cumplir una segunda revolución, política, para acercarse al verdadero socialismo, al verdadero poder obrero.

Desde 1949 el crecimiento de la economía China fue espectacular. Basta comparar los inicios del desarrollo de la India y China entre 1949 y 1979. Los dos gigantes asiáticos partían en términos generales del mismo nivel, pero el crecimiento de la economía china fue muy superior. Esto solo se puede explicar a partir del hecho de que China podía valerse de una economía planificada, estatizada y centralizada. Aunque bajo el régimen de democracia obrera es factible alcanzar resultados aún mayores, pero de cualquier modo la economía planificada en los tiempos de Mao representó un inmenso paso adelante que sentó las bases constitutivas de la economía china actual.

Sin embargo, la burocracia estaba llena de muchos vicios. En particular estaba infectada de una restringida mentalidad nacionalista característica de todos los regímenes estalinistas. Si China y la URSS hubiesen sido estados obreros sanos, se habrían unido en una federación socialista en unión con las repúblicas soviéticas de Europa del Este y habrían desarrollado un plan de producción internacional que habría permitido la utilización plena, combinada y racional, de los recursos materiales y humanos presentes en cada país. Esto no sucedió, al contrario—como habíamos previsto los marxistas—la deformación nacionalista tanto de la burocracia china como de la soviética llevó al riesgo de provocar una guerra entre las dos potencias.

En 1960 se verificó la ruptura entre China y la URSS. La burocracia soviética había intentado arrastrar a China dentro de su propia esfera de influencia, cosa que la burocracia china no podía tolerar. A diferencia de las repúblicas populares surgidas bajo el cobijo del Ejército Rojo en Europa de Este, Mao había llegado al poder sobre bases independientes de la URSS, así como había sucedido en la Yugoslavia de Tito[2]. Los marxistas señalamos en esa época que Stalin se había topado en oriente con un Tito Chino. Apenas explotó el conflicto, los estalinistas rusos retiraron toda su ayuda, sus técnicos y todo lo demás, asestando un duro golpe a las posibilidades de desarrollo de la economía china en aquel momento. Después de aquellos acontecimientos la burocracia China se encaminó sobre el sendero reaccionario de la autarquía[3], aislando a China del resto de la economía mundial y por tanto de la división internacional del trabajo.

Mao trató de disimular lo que sucedía lanzando una campaña de denuncias contra el “revisionismo” de la burocracia soviética, ya que necesitaba encontrar una justificación ideológica de la ruptura con Moscú. Pese a ello en sus aspectos fundamentales la burocracia china no era distinta de la soviética. Así comenzó el intento de construir una versión propia de “socialismo en un solo país”, algo imposible de conseguir, incluso en un país de proporciones continentales.

De este modo una China atrasada y aislada fue obligada a desarrollar los medios de producción partiendo de un nivel extremadamente bajo y sin poderse valer de las técnicas más avanzadas disponibles en Rusia en ese momento. Esto significa que China se desarrolló, pero a costos incomparablemente mayores de lo que hubiese sido racionalmente necesario en términos materiales y humanos. La potencialidad de la economía planificada quedó claramente demostrada frente a todas estas adversidades ya que China se transformó, frente a los ojos de los imperialistas en una potencia mundial.

Pese a sus serias limitaciones la burocracia china logró alcanzar resultados en los cuales la burguesía china siempre fracasó pese a intentarlo, el crear una verdadera unidad nacional en los marcos de un estado moderno por primera vez en la historia del país. La reforma agraria fue conseguida rápidamente y la nacionalización de los medios de producción puso las bases de un desarrollo de la economía china a niveles nunca antes experimentados.

Entre 1949 y 1957 la tasa de crecimiento promedio fue del 11 %, y el periodo entre 1957 y 1970 la producción industrial continuó creciendo a ritmos del 9% anual, mucho más rápido que el resto del mundo capitalista (en el mismo periodo, el crecimiento promedio de la India estuvo bastante debajo de la mitad del chino). En 1952 la producción total de tractores chinos llegó a los 1,000 por año, un indicador de que la agricultura era aún bastante primitiva, en 1976 la producción era de 190,000 tractores al año.

Estos resultados formidables fueron logrados a pesar de los desastres causados por decisiones de conducción del país erradas como el «Gran Salto Hacia Adelante» de 1958 y la «Revolución Cultural» de 1966. El «Gran Salto Hacia Adelante» provocó una repentina caída de la producción agrícola, un desastre que llevó a la muerte a 15 millones de chinos. Del mismo modo entre 1967 y 1968 la producción industrial se desplomó un 15%, generando una drástica caída de los niveles de vida de las masas. Después de estos dos desastres la economía logro recuperarse sólo gracias a la planificación estatal.

Incluso en 1974, cuando el mundo vivía una profunda recesión- la primera luego de la segunda guerra mundial, en momentos cuando la economía mundial sufría una completa caída con un caída del 1% en China el crecimiento fue del 10%, análogamente a lo que había sucedido en la URSS en los últimos 30 años, se confirmaron todas las ventajas proporcionadas por la economía planificada.

Todo esto transformó a la sociedad china y la catapultó al siglo XX. Antes de 1949 la tasa de analfabetismo era cercana al 80%, en 1975 el 93% de los niños estaban integrados al sistema escolar. Se tuvo un desarrollo increíble en el campo de la sanidad, la vivienda, etc. La extrema miseria, endémica antes de la revolución, fue erradicada, con un mejoramiento general del nivel de vida y la obtención de importantes conquistas sociales. La esperanza de vida en 1945 era de 40 años pero en 1970 había llegado a los 70, un valor muy cercano al alcanzado por países capitalistas avanzados. También las condiciones de las mujeres tuvieron un drástico mejoramiento, como atestiguan numerosas reformas en esos años, entre las cuales destacó la prohibición de la costumbre de aplicar una venda ajustada a los pies de las niñas para prevenir su crecimiento y que deformaba sus pies.

Trotsky sobre la burocracia

A pesar de los enormes éxitos conseguidos, la burocracia no era una capa social históricamente necesaria para desarrollar la economía china. El plan no tenía necesidad de la burocracia para funcionar, más bien se puede afirmar que el plan funcionaba a pesar de la burocracia. En la colección de cartas y escritos de Trotsky publicada con el título de «En defensa del Marxismo», en un texto escrito en octubre de 1939, encontramos lo siguiente:

«Si la gentuza Bonapartista es una clase esto implicaría que ella no es un aborto, sino un hijo vital del proceso histórico. Si su parasitismo pernicioso es «explotación» en el sentido científico del término, esto querría decir que la burocracia poseería un futuro en perspectiva histórica como clase dominante necesaria en función de determinado sistema económico».

Trotsky explicó que, al contrario, la burocracia no tenía un futuro desde el punto de vista histórico. Era el fruto de la degeneración de la Unión Soviética, en condiciones de extremo atraso y aislamiento. El régimen chino se estaba formando sobre la base de la Rusia estalinista y la burocracia china jugaba el mismo papel que su contraparte soviética.

La existencia misma de la burocracia probaba que más allá de la retórica existían estratos sociales privilegiados y desigualdades al interior de la sociedad china. En 1976, por ejemplo, el salario mensual de un obrero que laboraba 48 horas a la semana era equivalente a $12 dólares al mes, mientras que los profesionales ganaban $120 o más, una diferencia de ingresos de 10 a 1.

En la URSS Lenin había aceptado una diferencia salarial de 4 a 1—un “compromiso burgués” según su definición—como un medio para restablecer la marcha de la economía, pero esta medida estaba considerada como temporal, en espera de una victoria de la revolución a escala mundial. Los bolcheviques actuaban en base a una perspectiva internacionalista y entendían que su salvación dependía de la revolución mundial. Su perspectiva era que, una vez que el proletariado de los países capitalistas más avanzados lograse derrocar al capitalismo, sería posible establecer un desarrollo armónico de la economía y los recursos tecnológicos de estas naciones estarían disponibles también para la Rusia atrasada. Desafortunadamente la revolución fue derrotada en un país y luego en otro por lo que Rusia permaneció aún más aislada, determinando así también el éxito final del proceso de degeneración burocrática.

La burocracia china no consideraba la diferencia marcada de los niveles de retribuciones en la misma forma en la cual la habían concebido los bolcheviques. No se entendía como temporal, como concesión «burguesa» impuesta por el aislamiento de la revolución y la naturaleza atrasada de la economía. Por el contrario se trataba de la consolidación de la riqueza y los privilegios de la burocracia, cuyos exponentes tenían un nivel de vida bastante superior respecto al común de los trabajadores. En un contexto como éste estaba implícita la posibilidad de que en un momento dado arribara la restauración capitalista.

La burocracia defendía la economía planificada en la medida en la cual tuviese garantizado el mantenimiento del poder, los privilegios, beneficios y prestigio social. Sin embargo, como había justamente revelado Trotsky respecto a la URSS, los burócratas no se contentarían simplemente de beneficios y privilegios derivados de sus posiciones administrativas dentro de la sociedad, habrían antes o después intentado convertir esos privilegios en hereditarios para asegurárselos a su descendencia. Para que esto hubiese sido posible se necesitaría un cambio en las relaciones de propiedad. En el capítulo 9 de La Revolución Traicionada Trotsky examina la cuestión en los siguientes términos:

«Sin embargo, admitamos que ni el partido revolucionario ni el contrarrevolucionario se adueñen del poder. La burocracia continúa a la cabeza del Estado. La evolución de las relaciones sociales no cesa. Es evidente que no puede pensarse que la burocracia abdicará en favor de la igualdad socialista. Ya desde ahora se ha visto obligada, a pesar de los inconvenientes que esto presenta, a restablecer los grados y las condecoraciones; en el futuro, será inevitable que busque apoyo en las relaciones de propiedad. Probablemente se objetará que poco importan al funcionario elevado las formas de propiedad de las que obtiene sus ingresos. Esto es ignorar la inestabilidad de los derechos de la burocracia y el problema de su descendencia. El reciente culto de la familia soviética no ha caído del cielo. Los privilegios, que no se pueden legar a los hijos pierden la mitad de su valor; y el derecho de herencia es inseparable del derecho de la propiedad. No basta ser director de un trust, hay que ser accionista. La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una nueva clase poseedora. Y continúa:

«Calificar de transitorio o de intermediario al régimen soviético, es descartar las categorías sociales acabadas como el capitalismo (incluyendo al «capitalismo de Estado»), y el socialismo. Pero esta definición es en sí misma insuficiente y susceptible de sugerir la idea falsa de que la única transición posible del régimen soviético conduce al socialismo. Sin embargo, el retroceso hacia el capitalismo sigue siendo perfectamente posible. Una definición más completa sería, necesariamente, más larga y más compleja». [El énfasis es nuestro]

«La URSS es una sociedad intermedia entre el capitalismo y el socialismo, en la que: a) Las fuerzas productivas son aún insuficientes para dar a la propiedad del Estado un carácter socialista; b) La tendencia a la acumulación primitiva, nacida de la sociedad, se manifiesta a través de todos los poros de la economía planificada; c) Las normas del reparto, de naturaleza burguesa, están en la base de la diferenciación social; d) El desarrollo económico, al mismo tiempo que mejora lentamente la condición de los trabajadores, contribuye a formar rápidamente una capa de privilegiados; e) La burocracia, al explotar los antagonismos sociales, se ha convertido en una casta incontrolada, extraña al socialismo; f) La revolución social, traicionada por el partido gobernante, vive aún en las relaciones de propiedad y en la conciencia de los trabajadores; g) La evolución de las contradicciones acumuladas puede conducir al socialismo o lanzar a la sociedad hacia el capitalismo; h) La contrarrevolución en marcha hacia el capitalismo tendrá que romper la resistencia de los obreros; i) Los obreros, al marchar hacia el socialismo, tendrán que derrocar a la burocracia. El problema será resuelto definitivamente por la lucha de dos fuerzas vivas en el terreno nacional y el internacional«. [El énfasis es nuestro]

«Naturalmente que los doctrinarios no quedarán satisfechos con una definición tan hipotética. Quisieran fórmulas categóricas; sí y sí, no y no. Los fenómenos sociológicos serían mucho más simples si los fenómenos sociales tuviesen siempre contornos precisos. Pero nada es más peligroso que eliminar, para alcanzar la precisión lógica, los elementos que desde ahora contravenir nuestros esquemas y que mañana pueden refutarlos. En nuestro análisis hemos, ante todo, evitado violentar el dinamismo de una formación social sin precedentes y, que no tiene analogía. El fin científico y político que perseguimos no es dar una definición acabada de un proceso inacabado, sino observar todas las fases del fenómeno y desprender de ellas las tendencias progresistas y, las reaccionarias, revelar su interacción, prever las diversas variantes del desarrollo ulterior y encontrar en esta previsión un punto de apoyo para la acción.»

Como podemos ver, en las perspectivas de Trotsky el regreso al capitalismo era una posibilidad concreta. Trotsky había señalado de forma preventiva que la economía nacionalizada y planificada no estaría segura en las manos de tal burocracia y que ésta implicaba la amenaza de la restauración capitalista, en un determinado momento.

Un Estado obrero deformado es por definición un régimen en transición entre el capitalismo y el socialismo, que podría ser derribado, ya sea por una revolución política hacia el socialismo o por una contrarrevolución hacía el capitalismo. De un punto de vista histórico tal régimen de transición surgió debido a la degeneración de la revolución rusa. Se trata de una fase innecesaria en el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas. No era inevitable, ni se trataba de una formación social necesaria. Si la revolución, iniciada en Rusia, hubiese triunfado en los países capitalistas avanzados en los años 20, el estalinismo jamás se hubiera desarrollado

No obstante a pesar de sus limitaciones, estos regímenes lograron desarrollar las fuerzas productivas en un modo nunca experimentado. En tal sentido tenían un carácter progresista. Esta cualidad les venía conferida de la propiedad estatal de los medios de producción y de la economía planificada. Trotsky examinó este aspecto en la revolución traicionada y de esto realizó una predicción: Mientras que el régimen desarrollase la economía partiendo de un país atrasado, habría ciertos éxitos, pero en la medida de que la economía alcanzase un nivel mucho más sofisticado, la burocracia se convertiría en un obstáculo absoluto para su posterior desarrollo.

De forma paralela al desarrollo de la economía, la burocracia fue incrementando su cuota de saqueo de la riqueza producida por la clase obrera y los campesinos. El despilfarro, la corrupción y el robo se difundieron así a gran escala. Un hecho aún más relevante, en la medida en la cual la economía se desarrollaba y adquiría un carácter más diverso se hacía evidente que el sistema de dirección burocrática de tal régimen no podía dirigir hasta el mínimo detalle una economía de ese grado de complejidad. La burocracia, paso de ese modo de un freno relativo a un obstáculo absoluto de las fuerzas productivas.

Trotsky hizo especial énfasis en la cuestión de la productividad. Como veremos este factor se convirtió en clave para entender en qué modo y porqué los regímenes de Europa del Este y la URSS colapsaron. Trotsky lo explicó ya en el primer capítulo de La Revolución Traicionada:

“Los coeficientes dinámicos de la industria soviética no tienen precedentes. Pero no bastarán para resolver el problema ni hoy ni mañana. La URSS se eleva partiendo de un nivel espantosamente bajo, mientras que los países capitalistas, por el contrario, descienden desde un nivel muy elevado. La relación de fuerzas actuales no está determinada por la dinámica del crecimiento, sino por la oposición de la potencia total de los dos adversarios, tal como se expresa con las reservas materiales, la técnica, la cultura, y ante todo con la productividad del trabajo humano. Tan pronto como abordamos el problema desde este ángulo estático, la situación cambia con gran desventaja para la URSS.”

Agregaba más adelante una cuestión muy significativa:

“En última estancia la pregunta era: ¿quién prevalecerá? No sólo desde un punto de vista militar sino por encima de todo económico—contemplando a la Unión Soviética sobre escala global. Una invasión militar es un peligro. La invasión de mercancías a bajo precio principales armas de un ejército capitalista, serían una amenaza incomparablemente mayor.” (La Revolución Traicionada, capitulo 9).

Trotsky ya en agosto de 1925 había escrito una análisis profundo y agudo sobre los problemas que debía enfrentar el joven Estado soviético, (¿A dónde va Rusia? Más tarde conocido con el título ¿Hacia el capitalismo o hacia el socialismo?). En este escrito Trotsky ponía de modo concreto la pregunta: ¿Cuál es nuestra tasa de desarrollo si tomamos como punto de comparación la economía mundial?. En el dar una respuesta a su misma pregunta, señala lo siguiente:

“Justo gracias a nuestros éxitos estamos entrando en el mercado mundial, eso significa que estamos entrando en el sistema de la división internacional de trabajo. Al mismo tiempo continuamos cercados por doquier por el capitalismo. En tales condiciones nuestra tasa de desarrollo económico determinará la fuerza de nuestra resistencia a las presiones económicas del capitalismo mundial y a las presiones militares y políticas del imperialismo mundial.” (El desafío de la Oposición de Izquierda-1923-25, Pathfinder, 1975, Pág. 330).

Trotsky en 1925 subrayaba con fuerza la importancia decisiva de la tasa de crecimiento de la economía soviética. ¡La tasa de crecimiento es precisamente el elemento decisivo! y añade:

“Es del todo evidente que en la medida en la cual nos integramos al mercado mundial, no solo nuestras posibilidades sino también nuestros peligros crecerán. Las bases, así como por muchas otras condiciones precarias, la forma dispersa de nuestra economía campesina, nuestro retraso tecnológico y la actual inmensa superioridad productiva del capitalismo mundial, nos impone enromes retos…” (Ibíd., Pág. 344)

“La superioridad económica fundamental de los estados burgueses consiste en el hecho de que el capitalismo en el momento actual aún produce mercancías mejores a menor costo respecto al socialismo. En otras palabras, la productividad del trabajo en los países que siguen viviendo en sintonía con la ley de inercia de la vieja civilización capitalista es por ahora considerablemente más alta que la del país en el cual se está comenzando a aplicar los métodos socialistas sobre la base de condiciones heredadas casi de barbarie.”

“Estamos de acuerdo con la ley fundamental de la Historia: la victoria en última instancia recae en el sistema que ponga a disposición de la sociedad humana un nivel económico más elevado”.

“La disputa histórica será decidida y naturalmente no por casualidad- del enfrentamiento entre los respectivos coeficientes de productividad del trabajo”. (Ibíd. Pág. 345).

Todo cuanto Trotsky dice aquí es de fundamental importancia para entender lo que ha sucedido decenios después en los países dominados por el estalinismo. Si bien la economía planificada permitió a la URSS lograr increíbles progresos en el desarrollo de las fuerzas productivas, el país debía aún alcanzar una significativa diferencia histórica respecto a los países capitalistas avanzados. En la medida en la cual la burocracia lograba desarrollar las fuerzas productivas el régimen estalinista podía gozar de una relativa estabilidad. En efecto, en el curso de los años treinta no sólo se desarrollaron las fuerzas productivas, sino que lo hicieron a un ritmo extremadamente más veloz respecto al modelo capitalista. Esto explica la capacidad de resistencia del régimen estalinista durante aquel periodo y también porque las tendencias procapitalistas a lo interno de la burocracia no se pudieron cristalizar de manera decisiva.

Trotsky; sin embargo, explicó que también la burocracia en un determinado estadio de su crecimiento, se transformaría de un freno relativo a un obstáculo absoluto para el desarrollo de las fuerzas productivas. La tasa de crecimiento debilitaría su ritmo y esto abriría la posibilidad de una restauración capitalista. Esto fue lo que aconteció entre los años sesenta y setenta. Antes de ello el crecimiento de la URSS comenzó a ralentizarse hasta niveles parecidos al occidente capitalista, posteriormente se fue deteniendo hasta estancarse definitivamente.

Una vez llegado ese punto, según Trotsky, la sociedad se encontraría de frente a un dilema: o los trabajadores lograrían derrocar a la burocracia, preservando al mismo tiempo la economía planificada y poniendo la producción bajo control y gestión democrática de los trabajadores, o bien se sentarían las bases para un retorno contrarrevolucionario al capitalismo.

La historia ha demostrado que esta última fue la suerte de aquellos regímenes. En Rusia y en Europa del este, donde la crisis se hizo sentir a partir de los años setenta, asistimos al colapso del sistema inmediatamente después que quedo claro que no podría más asegurar en el futuro un desarrollo de la economía. En Rusia el sistema colapsó de manera fulminante y se necesitaron varios años antes de que la economía se estabilizase y finalmente retomase el crecimiento ahora sobre bases capitalistas.

La burocracia china aprende de la historia

En China las cosas se desarrollaron bajo algunos aspectos bastante distintos. La burocracia china observaba atentamente lo que sucedía en Rusia. En particular fue la facción burocrática representada por Deng[4] la que se rebeló capaz de traducir las enseñanzas de los acontecimientos rusos y de su misma experiencia inmediata. China es de dimensiones continentales y con una población inmensa, pero ni siquiera un país de estas proporciones puede permitirse un desarrollo aislado. “El socialismo en un solo país” ha demostrado haber fracasado. La burocracia bajo Mao había intentado construir un régimen autárquico. Este experimento al final demostró todos sus límites.

La facción de Deng tuvo la oportunidad de observar la crisis de Rusia y de los países de Europa del Este que culminó en los acontecimientos tumultuosos de 1989-1991 cuando uno tras otro estos regímenes colapsaron. Dejando el campo abierto a la restauración capitalista. Contemplaron a la burocracia soviética, antes omnipotente y monolítica, derrumbarse como un castillo de naipes. En todos los países exestalinistas de la Unión Soviética y Europa el este—especialmente en la URSS—la economía fue impulsada brutalmente hacía atrás por medio de una destrucción masiva de las fuerzas productivas y la burocracia perdió el control del proceso. Fue necesario un largo periodo antes que la economía se estabilizase y comenzara nuevamente a crecer. La casta dirigente china miró estos acontecimientos como una persona que contempla su propio futuro. Así extrajeron la conclusión de no poderse permitir que esto sucediese también en China y, para evitar que un parecido colapso pudiese repetirse, decidieron hacer una corrección de su propia política.

Precisamente en el mismo periodo la revuelta de la plaza Tian An Men evidenció el peligro de que la burocracia china terminase del mismo modo de la rusa. Todo esto tuvo una influencia tremenda sobre las orientaciones de la casta dirigente china que fue impulsada a revisar su política, que en esos momentos ya estaba orientada a la introducción de elementos del mercado en la economía para dar impulso al crecimiento de la productividad, pero en la lógica de preservar el principio de dominio del sector estatal. La orientación nueva fue encaminada a acelerar el proceso de introducción del capitalismo hasta el punto de que hoy, es el sector privado el que ha tomado la delantera.

En modo similar a lo acontecido en la URSS, también en China el apetito de los burócratas estaba creciendo exponencialmente con la expansión de la economía en los tiempos de Mao, aunado a esto, de forma paralela el crecimiento económico ponía en evidencia cada vez mayor la falta de armonía y coordinación entre el desarrollo de diversos sectores. Esto explica fenómenos como el ”Gran Paso Hacia Adelante” y la “Revolución Cultural”. Recurriendo e estos métodos Mao intentaba desarrollar la economía y al mismo tiempo limitar los excesos de la burocracia que podían poner en riesgo la estabilidad del sistema.

Los excesos de algunos sectores de la burocracia pueden poner en riesgo los intereses del conjunto de la casta burocrática. Hay bastantes similitudes con respecto a lo hecho por Stalin en los años 30, cuando golpeó duramente a algunos sectores de la burocracia, pero con el objetivo de preservar la estabilidad del régimen en su conjunto. Stalin no tuvo consideraciones al mandar a algunos burócratas al frente del pelotón de fusilamiento golpear a los más corruptos para salvar a la burocracia en su conjunto. En la “Revolución Cultural” se podía recocer elementos de estas purgas, cuando un sector de la burocracia fue puesto bajo el ataque. Demagógicamente, Mao descargó su furia contra los “seguidores de la senda capitalista” para consolidar su propia posición y al mismo tiempo poner un freno a las formas más evidentes de corrupción que amenazaban al sistema en su conjunto.

La naturaleza de la “Revolución Cultural” no era, como estaban proclamando algunos en occidente, la de un movimiento de trabajadores y jóvenes que buscaba imponer su propia voluntad sobre los burócratas. Mandel[5] y sus compañeros la compararon con la Comuna de Paris, demostrando su completa incapacidad de comprender lo que estaba sucediendo. Estaban haciendo similitudes entre la verdadera insurrección obrera parisina de 1871 y un movimiento dirigido y desencadenado por un ala de la burocracia en contra de otra. No habían entendido que el control del proceso siempre se mantuvo en manos de Mao, arbitro supremo. Como habíamos dicho ya, los métodos de Mao, al contrario de dar un impulso a la economía, produjeron desorganización y caos. Pro tres años se registró una profunda caída de la producción agrícola e industrial y todas las escuelas y universidades fueron cerradas. El sector burocrático en torno a Deng Xiaoping pese a su involucramiento logro sobrevivir del proceso y extrajo lecciones de ello.

Debemos entender que una economía planificada puede funcionar en forma eficiente sólo si es puesta bajo el control de la clase obrera en todos los niveles. La democracia obrera, el control y la gestión de parte de los trabajadores son elementos esenciales para el funcionamiento de la planificación. Los trabajadores al mismo tiempo son los que consumen sus productos. Tienen un interés material en el asegurar que el plan funcione a todos los niveles. Los burócratas están interesados en alcanzar solo los objetivos asignados independientemente de la calidad o del hecho de que su actividad se armonice con el resto de la producción- de modo tal que pueda garantizar una posición social cómoda y estable. Dicho esto hay que añadir que una burocracia centralizada no puede decidir todos los aspectos de la producción. Si todo depende de una dirección burocrática centralizada es inevitable que se produzcan distorsiones e ineficacias colosales. El plan global debe estar bajo el control de los trabajadores a todos los niveles. La falta de un control de ese tipo explica por qué el “Gran Salto Hacia Adelante” o la “Revolución Cultural” fracasó. No se puede combatir la burocracia con métodos burocráticos. Estos dos episodios provocaron conmociones que se fueron añadiendo a las fallas que ya provocaba la gestión burocrática.

Lo sucedido en el curso de la Revolución Cultural es significativo para comprender los acontecimientos desarrollados una vez que Deng se encontró en el poder. La burocracia maoísta se había apoyado sobre la fuerza de las masas para asestar golpes en contra de sectores de aparato de estado burocrático. Al alcanzar su objetivo, al estilo bonapartista, liberaron fuerzas desde abajo, pero corrieron al mismo tiempo los riesgos que ello conlleva. Permitir a las masas proceder más allá de los límites establecidos habría significado una posible pérdida de control por parte de la burocracia. Una vez redimensionados los excesos de un sector de la burocracia, Mao y sus seguidores pusieron freno en 1969 al movimiento que habían desatado y lo hicieron entrar en orden. Así la frase de moda pasó de ”Las masas tienen razón, lo que dice el pueblo es justo” a “Lo que es justo es lo que piensa el Presidente Mao”.

Una vez que las masas fueron calladas, inevitablemente las relaciones de fuerza retornaron a ser favorables al ala procapitalista. Una vez que Mao había puesto freno a las masas, a continuación, se determinó la correlación de fuerzas dentro de la burocracia. Pese a basarse en las masas, Mao tenia bastantes motivos para temerle a la movilización independiente. El período de la Revolución Cultural fue también un periodo de auge de las huelgas y movimientos espontáneos, especialmente en el bienio 1966-1967 y después, aún en 1976, cuando estalló una revuelta de las organizaciones obreras en demanda de aumentos salariales y en protesta por las condiciones de vida consideradas injustas. En estos movimientos se veía claramente que la clase obrera tendía a sobrepasar los límites de la burocracia. El punto que debemos tener claro es que la burocracia maoísta, incluso asumiendo la tarea de defender la planificación estatal, no podía ir hasta el grado de entregar el poder a los trabajadores. De hacerlo, los burócratas hubieran perdido todos sus privilegios.

En todo caso quedaba el problema del desarrollo de la economía. Desde un punto de vista marxista la única solución hubiese sido la introducción de una verdadera democracia obrera, pero esto era exactamente la última intención de la burocracia. No debemos olvidar que el sector de la burocracia que defendía la economía planificada lo hacía en defensa de los privilegios que de su papel de administradores emanaba. Trotsky explica esta contradicción brillantemente en el ya citado En Defensa del Marxismo. Él planteaba que “La burocracia está antes que nada y sobre todo preocupada de su poder, de sus privilegios, de sus beneficios. Se defiende a si misma mucho mejor de lo que podría defender a la URSS. Se defiende a si misma a expensas de la URSS y de los intereses del proletariado mundial”. Esta es la esencia, la naturaleza de la burocracia.

Un amplio sector de la burocracia tomo un profundo respiro de alivio apenas fue sofocada la Revolución Cultural, querían el retorno a la estabilidad para poder gozar sus privilegios en paz. Lo que resulta claro es que ya entonces tomaba forma entre un sector de la burocracia la idea de introducir algunos elementos de mercado para estimular la economía.

El Fin de la era de Mao

Una vez muerto Mao, el sector de la burocracia favorable a una “senda al capitalismo” pasó a la ofensiva, poniendo la cuestión de abrirse al mercado mundial. En términos muy concretos Deng Xiaoping y los suyos se basaron en una idea central, es decir para ellos era imposible separar a China de la economía mundial y que por lo tanto debía participar en dicho mercado. Este era el punto de partida. Ante la ausencia de democracia obrera el mercado mundial puede servir de un instrumento brusco de control sobre la ineficacia y la mala gestión.

En las condiciones prevalecientes en China en los 70`s, la elección de aplicar una especie de Nueva Política Económica (NEP) no podía ser excluida ni siquiera por un verdadero partido revolucionario marxista. Así como los bolcheviques la habían empleado en los primeros años de los veintes. Mientras que las palancas fundamentales de la economía se conserven firmemente bajo control del Estado y estén guiadas por un plan, se puede recurrir a tales métodos para estimular y desarrollar la economía en un estado obrero aislado.

Lenin se basó en consideraciones análogas cuando ofreció a los capitalistas occidentales concesiones en Siberia, donde se concentraban enormes cantidades de materias primas pero la economía era muy atrasada. El joven y débil estado obrero no tenía a disposición los medios para desarrollar Siberia, así Lenin defendió la idea de que en tal situación la única manera de obtener las inversiones y tecnología necesarias para desarrollar las fuerzas productivas era la de dar concesiones al capital extranjero. La idea era que al garantizar beneficios capitalistas, se desarrollaría la región, obteniendo nuevas fuerzas productivas, tecnología, etc. Esto habría significado beneficios para la revolución.

En 1918, en su Infantilismo de Izquierda Lenin explicó: “Nosotros, el partido del proletariado, no nos queda otro camino que la capacidad de organizar la producción sobre gran escala sobre el modelo de los Trust, así como son organizados los Trust, adquiriéndola de los mejores expertos del capitalismo”. El 4 de febrero de 1919 presentó una resolución al Consejo de Comisarios del Pueblo, en la cual afirmaba que: “El Consejo de Comisarios del Pueblo considera, desde un punto de vista general y en línea de principio, admisible la llegada de concesiones en relación con representantes del capital extranjero en el interés de desarrollar las fuerzas productivas del país”. La diferencia, naturalmente, consistía en el hecho de que en aquel entonces nadie ponía en duda que la naturaleza de la Unión Soviética del periodo de 1918-1919 era un verdadero estado obrero sano—o al menos relativamente sano—y que por lo tanto tales concesiones se usarían para fortalecer no para debilitar al estado obrero.

Debemos recordar también que fue el retraso de la revolución mundial lo que obligó a los bolcheviques a acceder a estos compromisos, aceptándolos mientras que el poder estatal permaneciese en las manos de la clase obrera y mientras que el Estado mantuviese el control de las palancas fundamentales de la economía. En todo caso, el problema era que los capitalistas estaban bien lejos de considerar posibles acuerdos económicos con la Rusia de los Soviets en 1921, más bien estaban inclinados a destruirla. En el caso de la burocracia china la cuestión se ponía distinta porque con esta casta privilegiada los capitalistas podían tranquilamente realizar pactos, tanto que incluso el ultrareaccionario Richard Nixón no tenía ningún problema en firmar acuerdos con la burocracia china.

Después de la muerte de Mao la idea de abrir los confines del país a las inversiones extranjeras tomaron gran fuerza en la casta dirigente y Deng Xiaoping se convirtió en su representante más avanzado. La parte más decisiva de la burocracia había llegado a la conclusión de que la autarquía fracasó en sus objetivos, que China no podía desarrollar en el aislamiento.

Deng había sido ya Secretario General del partido, pero había sido removido de su cargo durante la Revolución Cultural. En enero de 1974, no obstante, fue colocado nuevamente en el buró político. Antes de ser despojado de nuevo de todas sus posiciones de poder Deng había sido no sólo Premier Ministro, sino que también Vicepresidente del partido y Jefe del Comando Supremo Militar, el segundo hombre en la jerarquía después de Mao. No obstante su alto rango en la escala jerárquica fue denunciado como un ”monstruo”, el jefe de una conspiración contrarrevolucionaria que estaba siguiendo ”políticas capitalistas”. Es digno de mencionar el hecho que, en tales circunstancias, fue capaz de mantener su afiliación al partido. Por estatuto cualquiera que hubiese caído en desgracia frente a Mao habría sido expulsado o habría tenido una suerte aún peor. Esto no sucedió en el caso de Deng porque gozaba de un notable apoyo dentro del aparato del partido. Con este antecedente podemos intuir que ya entonces tenía un apoyo mayoritario de la burocracia—al menos en las altas esferas—aunque este apoyo no podía hacerlo avanzar debido a la posición que aún ostenta Mao.

El amplio apoyo que tenía Deng entre las filas de la burocracia se confirmó luego de la muerte de Mao. La ”Banda de los Cuatro”, entre las cuales figuraba la misma esposa de Mao, intentaba jugar aún con la continuación de la Revolución Cultural, pero la orientación real dominante en la burocracia estaba muy clara. La ”Banda de los Cuatro” fue arrestada el 6 de octubre de 1976 y nunca logró recobrar sus posiciones de poder, mientras Deng emergió como líder del partido en 1978.

En este periodo nacen las raíces de la situación actual. El debate en el Partido Comunista sobre la necesidad de abrir la economía a las inversiones extranjeras comenzó en el periodo 1977-78. La facción de Deng acuño la expresión ”socialismo de mercado” para sintetizar su propuesta. Argumentaron que la era de Mao había lanzado a la economía al caos. Esto no respondía completamente a la verdad porque—a pesar de las constantes convulsiones—por más de 25 años la economía creció a un ritmo alto y sostenido.

Lo que resultaba verdad era que, en la medida que la economía se hacía cada vez más compleja, el sistema de dirección burocrática comenzaba a evidencias sus límites. Así como en el caso de la URSS, se mostraba una creciente falta de coordinación entre los diversos sectores, niveles de inversiones desequilibradas, producción excedente de algunos bienes y escasa en otros. Se extendía la corrupción, el sabotaje, torpezas, el desperdicio y el caos a gran escala. La productividad en la industria estaba bajando. Tendencias inflacionarias, escasez de productos de gran consumo y malestar social completaban un cuadro de crisis.

Todo esto comenzaba a tener un efecto sobre las necesidades de los trabajadores y campesinos, que mostraba signos de irritabilidad. Estos problemas habrían podido ser resueltos con la introducción de un verdadero control obrero y de la gestión de la economía por los trabajadores, pero para ello era necesaria una verdadera revolución política; la burocracia tendría que ser removida del poder. La casta dirigente; sin embargo, no iba a renunciar tan fácilmente. El punto de vista de Deng, y del sector de la burocracia que representaba, era que para desarrollar las fuerzas productivas y dar impulso a la productividad era necesario recurrir a estímulos del mercado.

Si bien ya habían superado en términos de producción absoluta a países como Gran Bretaña. Por lo que correspondía a los índices de productividad ya sea China o la URSS se encontraban muy por detrás del occidente capitalista. En Rusia la crisis se había ya manifestado con una significativa reducción del crecimiento. El ala dirigida por Deng comprendió la necesidad de introducir tecnología más avanzada en la economía china. Esto sólo era posible abriendo el país a las inversiones extranjeras y participando directamente en el mercado mundial.

Si el poder estatal hubiese estado en las manos de los trabajadores ellos habrían podido neutralizar las tendencias favorables a la restauración capitalista, pero el poder estaba en manos de la burocracia; en esta situación la introducción de incentivos capitalistas estableció el peligro real de la destrucción de la economía planificada de todo un periodo.

No debemos sin embargo tener una aproximación mecanicista a tal cuestión. Sería fácil afirmar que con la llegada de Deng al poder en 1978 la burocracia tenía claro el objetivo de introducir el capitalismo; pero esta afirmación estaría equivocada. La burocracia procedió empíricamente, respondiendo a las necesidades del momento. Incluso en la Rusia estalinista hubo periodos de extrema apertura a las fuerzas del mercado y descentralización, seguidos de periodos de centralización. Se trataba de intentos de reimpulsar la economía. La burocracia estaba consciente del hecho que, si no tenía la capacidad de desarrollar los medios de producción, su misma posición privilegiada estaría en riesgo.

Las primeras «reformas» de Deng Xiaoping iniciadas a finales de 1970 estaban destinadas a mejorar la eficiencia de la economía. Pero una vez que la burocracia china se había embarcado en el camino de los incentivos capitalistas, todo el proceso tuvo una lógica propia, absorbiendo a China cada vez más en el camino de la restauración capitalista. Esto no sucedió de una vez por todas. Hubo varios puntos de inflexión claves que vamos a analizar en esta parte.

1978: el giro de Deng

Fue tal la evaluación efectuada por el PCCH a finales de los años 70 que lo llevó a concluir que era necesario abrir a China a las inversiones extranjeras. En diciembre de 1978 se efectuó el Tercer Pleno del PCCH, donde surge la discusión sobre el nuevo giro. En aquella ocasión se convino en que, si bien la planificación centralizada debía permanecer como economía dominante, se introducirían elementos de descentralización y se impulsaría la formación de empresas privadas. La idea era que la introducción de las fuerzas del mercado aseguraría la obtención de lo que necesitaba la economía.

Esta nueva orientación fue lo que llevó a Deng a sugerir en 1979 la definición de cuatro zonas económicas especiales en torno a Hong Kong y Macao, en las provincias de Guangdong y Fujian sobre la costa del sur. Tales zonas serían abiertas a las inversiones extranjeras. Al inició se establecieron severas reglas sobre los niveles y características de las inversiones que podían admitirse de inversionistas extranjeros. Este hecho demuestra lo que habíamos señalado al respecto, que incluso el sector cercano a Deng concebía estas medidas sólo como tácticas para modernizar las fuerzas productivas, manteniendo el plan centralizado y la naturaleza estatizada de la economía. En un primer periodo fueron muy cautos e hicieron concesiones bastante limitadas.

Sin embargo; a causa de las restricciones impuestas, las cuatro zonas especiales no obtuvieron importantes éxitos, por esto en 1983 algunas limitaciones se tuvieron que atenuar y, por ejemplo, se admitieron empresas totalmente controladas por capital extranjero. Aquí veíamos el empirismo de la burocracia y la ausencia de un plan predeterminado. Sin embargo, apenas la burocracia se inició en este camino, los acontecimientos comenzaron a desenvolverse con su propia lógica. Poco a poco se fue volviendo más difícil imponer la voluntad de la burocracia a las fuerzas del mercado. Si de verdad se quería que los capitalistas invirtieran sus capitales, se debían crear condiciones para sus primeros intentos.

Mientras se daba rienda suelta a las zonas económicas especiales, un proceso paralelo se echaba a andar en el sector agrícola. El viejo sistema colectivo se estaba desmantelado para dejar su lugar a la lógica de la producción privada. Se entregaron tierras en arrendamiento a las familias—situación que se mantiene hoy en día—desde un punto de vista legal la tierra continuaba en manos estatales, aunque para efectos prácticos no había diferencias con la privatización, ya que la tierra arrendada podía heredarse. Este cambio llevó a una situación en la que ya a finales de la década de 1980 los que habían alquilado la tierra podrían incluso vender el contrato de alquiler o dejarla como herencia.

Así emergió una diferenciación entre los campesinos, con algunos que se enriquecían mientras otros perdían sus fuentes de subsistencia y por lo tanto se encontraban obligados a emigrar hacia las ciudades. El crecimiento de la productividad en la agricultura precedió al paulatino empobrecimiento de un gran sector de campesinos, lo que garantizo un creciente flujo de mano de obra de bajo costo, la base necesaria para el desarrollo del capitalismo en la ciudad.

Todo esto presentaba semejanzas respecto a lo acontecido en Rusia después de 1861, con la disolución del Mir, antigua comuna agrícola. Poco a poco las comunidades se disgregaban y los campesinos se vieron obligados a emigrar a la ciudad proporcionando la fuerza de trabajo con la que el capitalismo se desarrolló entre 1980 y 1912. Pero el moderno proceso chino se da a una escala mucho mayor respecto a la registrada en Rusia. Hay similitudes también con el proceso de formación del capitalismo británico, con la brutal expulsión de campesinos de las tierras obligándolos a abandonar las villas para trasladarse a vivir en condiciones brutales a la ciudad, o bien con el periodo de expansión hacia el salvaje oeste del capitalismo norteamericano. Lo que resulta sorprendente en el caso Chino no es el proceso en sí, sino sus proporciones y la velocidad con la que se realiza, la cual no tiene precedentes.

Una de las primeras medidas que el régimen chino introdujo para buscar atraer inversiones extranjeras fue la creación de un “mercado de trabajo”. De esto se derivaron distintas reformas que permitieron a los gerentes de algunas empresas estatales poner fin a relaciones de trabajo consideradas hasta aquel momento como de “tiempo indefinido” de los empleados. Se estableció la regla, desconocida hasta entonces, de la posibilidad de ser despedidos.

Algunos años después, en 1983, el Estado incluso dio algunos pasos más rumbo al capitalismo. Las empresas estatales podrían contratar personal por periodos de tiempo limitado sin posibilidad de recontratarlos. El nuevo sistema implicó que los trabajadores empleados con esos nuevos contratos estarían excluidos de la seguridad social que hasta entonces estaba garantizada a los trabajadores estatales. En 1987 los trabajadores empleados con estos contratos eran 7.5 millones y a otros 6 millones les habían sustituido sus contratos indefinidos por contratos por periodo fijo.

En el mismo periodo la fuerza de trabajo en el sector privado comenzó crecer. De solamente 150 mil en 1979 pasaron a 3.4 millones en 1984, principalmente en empresas de dimensiones minúsculas. Inicialmente estaba previsto un límite máximo de trabajadores que podían ser empleados en las empresas privadas, pero en 1987 este tope fue abolido. Para completar el cuadro, fue permitida una forma enmascarada de empresa privada, los supuestos ”colectivos urbanos” o ”Empresas de la ciudad y la aldea” (TVEs por sus siglas en inglés), que estaban controladas o dependían de los municipios locales, pero eran sociedades con el objetivo de obtener ganancias, por lo tanto operaban como empresas capitalistas. Del desarrollo de este tipo de empresas hablaremos más tarde.

No obstante estos cambios, el sector estatal a lo largo de todo este periodo continuó dominando y guiando los procesos económicos fundamentales. A la mitad de los años 80 el sector estatal empleaba aún al 70% de la mano de obra de las ciudades, pero el estatus de estos trabajadores sin embargo estaba cambiando con la difusión de contratos por tiempo definido.

El cierre de empresas estatales significó la aparición de un fenómeno, antes desconocido: el desempleo. Una vez que se introdujeron las primeras “reformas de mercado” la inflación comenzó a despegar, provocando un amplio malestar social. Por miedo a las consecuencias políticas de este malestar, en 1981, el régimen decidió hacer más lento el proceso, una línea que se confirmó en cada ocasión que se observó la posibilidad de una crisis social, pero en todas las ocasiones—como veremos más adelante—la burocracia después de una pausa para calmar ánimos y estabilizar la situación, decidió acelerar el proceso. Nunca dio un paso atrás.

En 1982 el partido seguía afirmando que sector estatal tenía el control. En la actualidad aún nos encontramos en el marco de una burocracia dentro de un estado obrero deformado que recurre a métodos capitalistas para desarrollar la economía en su conjunto. En el curso de 1984 vimos una nueva aceleración en la dirección de dar mayor libertad de movimiento a un desarrollo de tipo capitalista. Cada vez aumentaba el énfasis en la producción privada y el mercado. Los precios de la mayor parte de los productos agrícolas y de consumo fueron liberados dejando desde ese momento que el mercado decidiera los precios de las mercancías.

El XII congreso del PCCH introdujo en ese año la idea de una ”economía planificada de mercado”. En esta definición vemos expresada también en la terminología usada por el régimen la incipiente contradicción entre la economía planificada y el capitalismo. El área cubierta por las zonas económicas especiales fue incrementada añadiendo otras 14 ciudades de la costa. Un año después se añadieron las regiones del delta de tres ríos importantes como en Yangtse, el Min y el Río Blanco. Básicamente toda la zona costera de China fue abierta a las inversiones extranjeras.

El proceso siguió acelerándose en 1986 con la introducción de un nuevo paquete de medidas destinadas a facilitar posteriormente las inversiones extranjeras: reducción de los impuestos, mayor libertad de contratar y despedir, acceso más fácil a moneda extranjera. Estas medidas fueron acompañadas de muchos otros cambios: la abolición del sistema igualitario de salarios, de los contratos permanentes, se establecieron salarios en función de la productividad y la generalización de contratos a plazos determinados, y tantas cosas ya familiares para los trabajadores occidentales.

En el XIII Congreso del partido en 1987 se aprobaron otras propuestas para desarrollar una “economía orientada a la exportación”. El crecimiento de la capacidad productiva exigía la importación de maquinaria y otras mercancías, así a la mitad de los años 80 se desató un aumento del déficit comercial chino, que se combinó con un aumento de la inflación. En el bienio 1988-1989 la tasa anual de inflación llegó al 18% y en consecuencia el poder adquisitivo real de las familias obreras sufrió un duro golpe.

La inestabilidad social de este periodo obligó al régimen a suavizar una vez más el proceso. A fines de 1988 el régimen bajo presión debió detener la aplicación de las llamadas “reformas” y, en un intento de establecer un control de la inflación, redujo la circulación monetaria, pero esto provocó un fenómeno totalmente nuevo para la economía china; una recesión que apareció en 1989. El creciente malestar social finalmente explotó en una oleada de huelgas. En este contexto estalló el movimiento de protesta cuyo principal escenario fue la Plaza Tian An Men (Tiananmén) en Beijing.

¿Qué representó el movimiento de la Plaza Tian An Men? No hay duda alguna que los elementos característicos de una revolución política estaban presentes claramente en 1989. Los estudiantes entraron en lucha masivamente con cantos como «La Internacional», para dejar claro al régimen y a la opinión pública internacional: ”Miradnos no estamos a favor del capitalismo, no somos contrarrevolucionarios”.

La que había iniciado como una protesta estudiantil y de la juventud comenzó a incluir a los trabajadores. Esta perspectiva atemorizó al régimen y convenció al ala estalinista de ahogar el movimiento en sangre. Gracias a esta dura represión el régimen se aseguró de mantener un férreo control sobre la sociedad. Algunos podrían preguntarse sobre el antecedente que significó el punto de inflexión en el proceso de restauración capitalista. Dado que estamos examinando un proceso prolongado de más de treinta años no es posible fijar un solo momento de transformación, más bien lo que tenemos es una sucesión de eventos decisivos que han contribuido a acelerar el proceso o, más correctamente, una serie de momentos de cambio. Uno de estos sin duda fue Tian An Men.

Después de la represión de las protestas de la Plaza Tian An Men, el péndulo se movió hacia la derecha. El movimiento había despertado las esperanzas de muchos trabajadores y jóvenes, pero las masas fueron derrotadas. Después de Tian An Men el régimen no dio tregua a ninguno de los dirigentes en lucha. Muchos de los cuales desaparecieron o pasaron muchos años en presión. Al mismo tiempo el ritmo de aplicación de las reformas de mercado sufrió una paralización momentánea mientras la situación se volvía más estable, pero como otras veces, una vez que sintió tener la situación controlada, el movimiento hacia el capitalismo recomenzó con renovados bríos.

Tenemos también que tener en cuenta lo que estaba sucediendo en este periodo de tiempo en la URSS y en Europa del Este. En el curso de 1989 todos los regímenes estalinistas de Europa oriental colapsaron uno detrás del otro. La burocracia perdió totalmente el control y así la transición hacia el capitalismo se afirmó de modo caótico. La URSS resistió un poco más. Más al final sucumbió al mismo destino, con el colapso del régimen estalinista en 1991. Como hemos ya dicho estos regímenes estaban totalmente condenados a colapsar sin algún tentativo de resistencia de parte de la casta dirigente. En Rusia, donde la perspectiva de una guerra civil era más que posible, los dirigentes estalinistas duros se mostraron tan corruptos que no fueron capaces de dar una oposición seria. El sistema del cual eran representantes había llegado a sus límites.

Estos eventos sin duda tuvieron una gran influencia sobre las orientaciones de los estalinistas chinos. Hasta ese momento habían introducido profundas reformas de mercado, abriendo grandes áreas de China a las inversiones extranjeras, pero el sector estatal era aún dominante y la posición del PCCH era que eso debía permanecer así. Las palancas fundamentales del control económico se mantenían en las manos de burocracia. En ese punto del proceso había la posibilidad de un viraje en sentido contrario, pero el problema era que la burocracia no tenía intenciones de retornar a la situación precedente. Como hemos ya subrayado, en todos los casos de inestabilidad no hubo un solo intento de retroceder. El proceso de desarrolló con más cautela pero en la misma dirección.

1992: «Economía socialista de mercado con características chinas»

El efecto combinado de la protesta de la Plaza Tian An Men y del colapso del estalinismo en Europa del este y la URSS tuvo un impacto profundo en la casta dirigente china. Luego de estos eventos el Partido Comunista decidió acelerar el proceso de «reformas de mercado». Comenzaron a concebir la restauración capitalista como una solución a su propia crisis, pero estaban, al mismo tiempo, determinados a mantener un estricto control del proceso. En esencia esto significaba que la burocracia debería preparar el terreno con el fin de convertirse en una nueva clase capitalista.

El sólo hecho que la burocracia se moviese en esta dirección no era una garantía de éxito para los proyectos de restauración capitalista. Una cosa es tener intenciones, otra es lograr el resultado. Si el occidente capitalista hubiese entrado en una seria crisis de proporciones similares a las de la caída financiera de 1929, el proceso habría podido tomar otra dirección. Pero esto no sucedió. El boom en los principales países capitalistas se prologó a causa de diversos factores que hemos analizado en otros documentos. La crisis se aplazó por un periodo a costa de acumular nuevas contradicciones que preparan unja crisis más profunda en el futuro, pero la burocracia china no lo entendió, no tenía ni tiene una comprensión marxista des estos procesos y reacciona sobre bases totalmente empíricas. El capitalismo atravesaba un boom a nivel mundial mientras que el estalinismo colapsaba, esto era lo único que podían ver.

Las conclusiones que la burocracia extrajo de todos estos eventos fueron más evidentes en 1992, en ocasión del XIV Congreso del Partido. La idea de que el sector estatal debía dominar fue oficialmente abandonada. Se anunció un plan de construir una «economía socialista de mercado con características chinas». El mismo año Deng lanzó una nueva etapa para el «programa de reformas». Durante una visita oficial en la zona especial de Shenzen lanzó el famoso discurso en el cual aprobaba el giro acontecido en el seno del régimen «Mientras se hagan fortunas a la China le irá bien.»

Los mecanismos de mercado estaban ya funcionando desde hacía tiempo en China. El giro de 1992 consistía en el abandono oficial del empeño de la burocracia por mantener la posición dominante del sector estatal. Ahora se había tomado la decisión de avanzar en la dirección de privatizar las empresas de propiedad pública. Fueron seleccionadas 2,500 empresas públicas de carácter local y 100 de carácter nacional como el primer lote de esta conversión. Para 1998 el plan estaba completo.

Durante 1994 el programa fue extendido. A parte de una lista de 1,000 entre las principales empresas que deberían continuar como de carácter estatal, todas las demás quedaron a disponibilidad del mejor postor o se privatizó su gestión. Para fines de los años 90 las empresas estatales empleaban a 83 millones de personas, pero esta cifra significaba sólo el 12 % del total de la fuerza de trabajo disponible, y sólo una tercera parte de esto estaba en las zonas urbanas. Para comprender el drástico vuelco de esta relación basta dar un vistazo a las cifras de empleo en las empresas estatales de las ciudades que era alrededor del 78% del total.

Para fines de los años 90 la proporción del Producto Interno Bruto (PIB) proveniente de las empresas estatales había caído al 38%. En septiembre de 1999 en el cuarto pleno del XV congreso del PCCH se anunció otra medida. Le llamaron la postura de «dejar de lado la política», en otras palabras el estado debería aflojar sus propios controles con el fin de que las empresas privadas asumieran la hegemonía. El primer paso fue en las empresas estatales de pequeñas y medianas dimensiones. En julio del 2000, por ejemplo, el gobierno de la ciudad de Beijing, que administraba una gran área del territorio, anunciaba que la propiedad estatal y colectiva se eliminaría gradualmente en todos los terrenos estatales de pequeñas y medianas dimensiones en el lapso de tres años. Ya en el 2001 las empresas estatales empleaban sólo el 15% de la mano de obra industrial total y menos del 10% de los empleados del comercio.

China había sobrevivido a la caída de las bolsas de valores del Sudeste de Asia, en parte porque todavía tenían un cierto grado de control estatal del comercio exterior y la moneda era no convertible. Estos dos factores representaron un escudo para China de los efectos de esa crisis. De hecho salió fortalecida después y asumió un papel dominante en la región. A raíz de esto, en el período de entre 1998 hasta 2001 hubo una nueva aceleración del proceso. La dirección del proceso ahora estaba muy clara. La jerarquía del Partido Comunista había sido completamente convencida de que las empresas privadas eran más eficientes que las estatales. El único tipo de industrias estatales que podían imaginar eran las que existían bajo el plan burocrático, con toda la mala gestión que éstas implicaban. No podían concebir en sus mentes el hecho de industrias eficientes de propiedad estatal bajo control obrero.

Se proporcionan algunas cifras interesantes en un documento llamado La Transformación de la Propiedad China, publicado en 2005, que citamos a continuación. El documento fue escrito por Ross Garnaut, Ligang Song, Stoyan Tenev y Yang Yao de la Corporación Financiera Internacional, la Universidad Nacional de Australia, el Centro de China para la Investigación Económica y la Universidad de Pekín; publicado por la Corporación Financiera Internacional, filial del Banco Mundial y disponible en Internet en www.ifc.org.

Los autores subrayan que la privatización se inició formalmente en 1992. En relación a 1995, dice, «el Estado decidió mantener una cantidad entre 500 y 1000 grandes empresas estatales y permitió que las empresas más pequeñas fuesen arrendadas o vendidas». En él se explica que había una buena razón para esto debido a que en 1997 las 500 mayores empresas estatales—la mayoría de ellos controladas por el gobierno central—mantenían el 37% de los activos industriales del estado, que proporcionaban grandes ingresos para el Estado y así sucesivamente.

El documento, al referirse a la época en que estaban acelerando el proceso, explica que «la tendencia refleja la creencia de que para que una empresa sea transformada verdaderamente, es necesario que la gerencia posea la mayoría de las acciones». Y en la tradición china el lema ahora se convirtió en «el Estado se repliega y el sector privado avanza». E inventaron dicha consigna para hacer llegar el mensaje a las masas.

Una gran cantidad de cifras se han proporcionado las cuales describen el proceso y revela su ritmo acelerado. Por ejemplo, el documento explica que «si esta actuación tipifica la del resto del país [en referencia a la muestra de seis ciudades] entonces la privatización en China ya ha ido más lejos que en muchos países de Europa Oriental y los países exsoviéticos.»

Sin embargo, no es un proceso simplemente de vender todo lo que fuera. No es simplemente una cuestión de mirar los porcentajes de Estado y de la propiedad privada (aunque en última instancia se trata de un factor decisivo). No se trata simplemente de cuánta cantidad está en manos del Estado, sino también la forma en que el sector que sigue en manos del Estado está funcionando, y con qué objetivo. También es necesario tener en cuenta la dirección general del proceso, y ésta ha ido inexorablemente hacia el capitalismo.

Aunque, en el proceso de transformación capitalista aún no han desarrollado plenamente una burguesía que sin la ayuda del Estado sea capaz de dirigir las grandes empresas en la escala de algunas de las multinacionales americanas y japonesas. El Estado seguirá desempeñando un papel clave durante algún tiempo, pero con el tiempo una poderosa burguesía surgirá de todo este proceso.

La burocracia ha estado vendiendo la mayor parte de las pequeñas y medianas empresas y al mismo tiempo está fomentando el desarrollo de empresas privadas que no estaban en manos del Estado. En la actualidad 450 de las 500 multinacionales más importantes operan en China. Así que un elemento importante en la ecuación es el hecho de que el sector privado ha estado desarrollándose más rápido que el sector estatal. Y si nos fijamos en lo que queda del sector estatal, veremos que una parte se está preparando para su posterior privatización. Los grandes conglomerados estatales se dividen en diferentes empresas, dentro de las cuales los sectores ineficientes son cerrados y los sectores más rentables son vendidos.

Los directivos de las empresas de propiedad estatal están involucrados afanosamente en la liquidación de activos. Ellos tienen amigos en el sector privado, y permiten que tengan las mejores máquinas, los mejores repuestos y así sucesivamente, mientras dejan que la empresa entre en mal estado y se deteriore. El sentimiento entre estos gestores es «esta fábrica va a ser privatizada, tarde o temprano y me la van a ofrecer». Así que la idea es reducir a la empresa a un estado en el que no valga la pena su funcionamiento para que se pueda comprar muy barata. En muchas ciudades los ayuntamientos llegan a la conclusión que la mejor manera de conseguir que compañía sea productiva es venderla a bajo precio a los gerentes para detener la liquidación de activos, la idea es que una vez que los gerentes se convierten en propietarios van a utilizar los activos para desarrollar las empresas mientras que cosechan los beneficios.

En este proceso, los trabajadores han pagado un alto precio, con la pérdida de millones de puestos de trabajo. En el período de 1990 a 2000, fueron destruidos 30.000.000 empleos en el sector estatal. Un llamado «cinturón de herrumbre» apareció en las zonas industriales tradicionales, como el noreste, el centro del viejo plan estatal de China. Aquellos que aún mantenían sus trabajos vieron destruidos todos sus beneficios que por tanto tiempo mantuvieron. Durante un período de varios años todas las conquistas de la revolución de 1949 se fueron reduciendo gradualmente. Esto significó una resistencia por parte de la clase obrera, pero la burocracia avanzó implacablemente.

Introdujeron el libre mercado en el sistema de salud, vivienda y el laboral. Incluso la educación ahora se tiene que pagar. A principios de la década de 1990 ya había fuertes elementos de capitalismo. En 1992, el 40 por ciento de las ventas provino del sector privado. En 1991 había 13.000.000 industriales privados con 21.000.000 trabajadores—en gran medida en pequeñas empresas—pero esto fue sólo el comienzo. En los pueblos introdujeron concesiones a los agricultores más ricos: el alquiler de tierras y permitieron que los productos fuesen vendidos en el mercado, se habían roto las granjas colectivas y se produjo una mayor diferenciación entre campesinos ricos y pobres. En 1998 todavía había unas 238.000 empresas controladas por el Estado, pero en 2003 esta cifra había bajado a 150.000.

Las empresas de la ciudad y la aldea (TVEs)

Como ya lo hemos mencionado, otro elemento en el desarrollo del capitalismo fue el crecimiento de las empresas de la ciudad y la aldea (TVEs). Las TVEs ahora representan el 30% del PIB, pero su naturaleza no siempre es clara y son de un carácter contradictorio. Hubiera sido imposible para los burócratas simplemente pasar a la privatización estas empresas sin que se produjera un caos económico y político. Simplemente el privatizar todo de una sola vez habría significado que muchas empresas, y de hecho muchos sectores, fuesen cerrados o se hayan ido a la quiebra. Esto habría significado el fin de la dominación del PCCH.

La introducción de las TVEs fue, por tanto, más que una etapa de transición en la ruta para completar la privatización. Le da tiempo a los gerentes y otros sectores parasitarios de la sociedad de acumular el capital necesario para asumir la propiedad de estas empresas. Este es un ejemplo perfecto de cómo las antiguas empresas estatales y el sector estatal ahora sirven a los intereses del capitalismo en China, al respaldar y apoyar a los elementos burgueses nacientes de la sociedad hasta que puedan asumir la propiedad directa. En algunos casos, las TVEs son empresas municipales, en otros casos son empresas conjuntas con capitalistas privados. En cualquier caso, todas ellas funcionan como empresas capitalistas y han estado cayendo poco a poco en manos de los capitalistas privados.

Las TVEs a veces se incluyen en las estadísticas para demostrar que la mayoría de la economía es de propiedad pública, y algunos incluso las utilizan para tratar de argumentar que es una forma de «socialismo». Pero una mirada más cercana revela una imagen diferente. El número de TVEs pasó de 1,5 millones en 1987 a 25 millones en 1993, empleando a 123 millones de trabajadores, pero desde 1996 su número ha ido disminuyendo a medida que están totalmente privatizadas. Incluso cuando aún son empresas estatales o municipales, éstas funcionan como empresas privadas y la gerencia tiene el derecho de contratar y despedir a los trabajadores.

Según Hart-Landsberg y Burkett, los estudios han demostrado que «…los trabajadores de las TVEs pueden ganar en promedio salarios básicos que son inferiores al salario mínimo y tienen que ganar el resto a través de horas extras y de bonificaciones sobre la base de retribuciones por unidad producida. Incluso el salario básico no está garantizado ya que el salario mínimo es fijado por las autoridades municipales locales cuyos intereses materiales—tanto a nivel institucional como privado—están enfocados en la maximización de las ganancias. De hecho, «los márgenes de competitividad y ganancias de las TVEs son en gran parte cubiertos por el ‘suministro abundante de mano de obra baratísima proveniente del campo’ que se ha liberado por la disolución del sistema de comunas y el empobrecimiento de las familias de agricultores individuales». (China y el Socialismo – Mercado, Reformas y Lucha de Clases, página 45)

El destino de las TVEs estaba estrechamente ligado a los procesos generales que tienen lugar en la economía. A medida que el sector privado se convirtió en dominante por lo que las TVEs han tenido que adaptarse a esto. Como los mismos autores explican, «Igualmente es devastador para las TVEs, ya que con nuevas oportunidades para beneficiarse de la producción privada, muchos gerentes comenzaron transferir ilegalmente activos o productos de las TVEs a las empresas privadas donde podían ganar una mayor rentabilidad. Esta liquidación de activos se aceleró a mediados de la década de 1990 después que el partido se comprometiera con la privatización de las pequeñas empresas estatales… Frente a la disminución de los beneficios y la desindustrialización, los funcionarios del municipio y el pueblo tomaron el ejemplo de los funcionarios estatales y comenzaron una venta rápida de las TVEs a partir de 1996». (Ibídem).

La utilización del Estado en la construcción de un fuerte capitalismo chino

La burocracia en China no quiere llegar a ser presa de la dominación imperialista. Y no van a permitir que eso suceda. Ellos saben que deben mantener un sector capitalista chino fuerte y de hecho lo están haciendo a través de la construcción y el fortalecimiento de algunas de las empresas estatales. Tienen una enorme cantidad de capital disponible. Los bancos estatales son utilizados para inyectar dinero en estas corporaciones estatales.

Según los autores de La Transformación de la Propiedad China, «China ha alimentado a más de 20 grandes corporaciones y conglomerados que han demostrado ser competitivos en el mercado internacional. Algunas de estas empresas están despidiendo a decenas o cientos de miles de empleados, no porque se encuentran en dificultades financieras, algunas de ellas son altamente rentables, sino porque desean posicionarse como importantes corporaciones internacionales. A partir de 2002, las 12 principales empresas transnacionales chinas, principalmente empresas de propiedad estatal, controlaba algo más de $30 mil millones de activos en el extranjero y tenía unos 20.000 empleados extranjeros y obtenía alrededor de $33 mil millones en ventas al exterior».

Así que, aunque estemos hablando de que son empresas de propiedad estatal, están siendo preparadas así como las grandes empresas estatales de China para competir con los EE.UU. y los japoneses, etc., sobre bases capitalistas. El documento ofrece una tabla llamada «La Composición del PIB de China Según los Tipos de Propiedad». Vemos que ya en 1988 el sector estatal se redujo a 41% del PIB. Para 2003 había descendido a más de un 34%. Lo que ellos llaman el «Sector Privado Real», en el mismo período de 1988 a 2003, hubían pasado de 31% a 44%. Pero si nos fijamos en el conjunto del sector no estatal, en 2003 representó el 66% del PIB. Y concluye el documento, «el sector privado es ahora el sector dominante de la economía china». Continúa, «la participación del sector privado es aún mayor si tenemos en cuenta que un porcentaje significativo de las granjas colectivas están, en efecto, bajo control privado y que el sector privado es en general más productivo que los demás sectores de la economía.»

Hemos visto que esto ha ocurrido antes en otras latitudes en una escala más pequeña. En Corea del Sur, el estado desarrolló las grandes empresas, pero de ninguna manera eso fue definido como un estado obrero deformado, o incluso un estado en transición. Era un capitalismo débil que sólo podía ser construido sobre la base de la inversión de capital por parte del Estado, ya que la burguesía era demasiado pequeña y demasiado débil para hacer eso. En el contexto de China, vemos un proceso similar a una escala mucho más grande. Aunque se está creando una burguesía mucho más fuerte en China, todavía no cuenta con los recursos para ejecutar y desarrollar las grandes empresas, muchas de las cuales todavía son estatales. Por lo tanto, es el Estado el que gobierna China y este Estado está construyendo el capitalismo y a la burguesía.

Si uno mira a la estructura legal en China podemos ver los cambios importantes que se han realizado en los últimos tres o cuatro años para que el marco jurídico coincida con las nuevas relaciones de propiedad. En 2004 se hicieron importantes cambios a la Constitución, haciendo hincapié en el papel del sector no estatal en el apoyo a la actividad económica en el país y la protección de la propiedad privada contra el embargo arbitrario.

Hasta hace poco había leyes en China que regulaban o prevenían que las empresas privadas entrasen en sectores como los servicios públicos y los servicios financieros. En 2005 se abolieron estas leyes, lo que permite a las empresas privadas entrar en estos sectores. Lo mismo está sucediendo ahora en el sector bancario. Están empezando a privatizar y están permitiendo que el capital extranjero entre en los bancos. De hecho, los analistas burgueses, cuando escriben sobre la China de hoy, entran en gran detalle sobre las leyes y la estructura legal que necesitan para estar en consonancia con las nuevas formas de propiedad. Ellos miran dicho marco jurídico como restos del pasado que hay que remover para facilitar el funcionamiento de las empresas privadas.

En China las relaciones de propiedad han cambiado; pero aunque ya se ha cambiado gran parte de la estructura legal para que esté en consonancia con las nuevas formas de propiedad, todavía hay restos del antiguo sistema. El desarrollo de nuevas relaciones de propiedad de hecho puede entrar en conflicto con las viejas formas jurídicas; no necesariamente entran en línea con la base económica de forma inmediata. Tarde o temprano, sin embargo, esta «superestructura» debe coincidir con la base económica. Como Karl Marx señaló en 1859 en su prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política:

«En cierta etapa de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes—lo que simplemente se expresa en términos legales—o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta ahora. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en sus propias trabas. Entonces comienza una era de revolución social. Los cambios en la base económica más o menos se dirigen rápidamente a la transformación de toda la inmensa superestructura”. [El subrayado es nuestro]

En China no estamos tratando con el contexto de una revolución social, sino una contrarrevolución. No obstante, el punto de Marx sigue siendo válido. Una vez las relaciones de propiedad cambien, la superestructura legal debe seguir su ejemplo. Por lo tanto, podemos esperar que el proceso de adaptar la «superestructura» legal con la base económica que se está siguiendo continúe a buen ritmo. Aunque existe cierta oposición dentro de ciertas capas de la burocracia, «tarde o temprano», las dos deben armonizarse. Ya han avanzado bastante, así como lo atestiguan los cambios hechos a la Constitución.

La entrada en la OMC

Otro punto de inflexión estaba por venir en noviembre de 2001 cuando China decidió unirse a la Organización Mundial del Comercio. La cuestión de la entrada en la OMC es muy importante. Al incorporarse a la OMC, China se comprometió a abandonar todo control sobre el comercio exterior desde de los primeros años de su ingreso y ha estado cumpliendo su compromiso poco a poco desde entonces. La razón por la que China se adhirió a la OMC es obvia. La actual economía china sólo puede existir si está estrechamente vinculada a la economía mundial. Depende en gran medida de las exportaciones y tiene que someterse a los acuerdos internacionales sobre comercio. Debe participar plenamente en la economía mundial. Esto a su vez acelera el proceso de transformación capitalista dentro de China.

El abandono del control estatal del comercio exterior es un elemento importante en la apertura de China al mercado mundial. Recordemos que uno de los elementos clave en el programa bolchevique—y que Trotsky firmemente defendió contra Stalin y Bujarín[6]—era que un estado obrero rodeado de un mundo capitalista debe tener el monopolio estatal del comercio exterior. Este era el caso sobre todo en un país subdesarrollado.

Bujarín también sostuvo la idea de que el desarrollo de la economía era necesario para permitir que una capa del campesinado se enriqueciera a sí misma. Él creyó con esto que los incentivos materiales producirían una mayor eficiencia y producción. Bujarín, sin embargo, no tenía ni idea de hasta dónde podrían llegar sus ideas. Él no contempló su propuesta como algo que daría lugar al retorno de las relaciones capitalistas. Pero si su posición hubiese prevalecido, el capitalismo en la Unión Soviética habría incluso retornado tan pronto como en 1928. De hecho en ese momento las presiones del capitalismo se hicieron sentir con mucha fuerza. Hay muchos paralelismos entre Deng y Bujarín. Incluso el lenguaje que utilizaban era similar. Deng usó el lema ¡»enriquecerse es glorioso»!, mientras que el lema de Bujarín era ¡»hacerse rico»!

El monopolio estatal del comercio exterior era en esencia una medida de protección contra la incursión de influencias capitalistas desde fuera. Si uno mira la historia del capitalismo en los países avanzados, uno ve que el proteccionismo se utilizó en una etapa para proteger sus mercados y el libre comercio sólo se convierte en la política predilecta de la burguesía en las etapas posteriores. Incluso la burguesía británica protegía su mercado mientras ellos estaban desarrollando su industria. Una vez que ya habían desarrollado industrias modernas y competitivas, ya no necesitaron el proteccionismo. En esta etapa su industria era lo suficientemente fuerte como para dominar el mercado mundial. Como Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista, en referencia a la burguesía, «Los bajos precios de los productos básicos son la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas chinas…”

Hasta hace poco esto era también el caso en los países subdesarrollados de hoy. Pakistán, por ejemplo, tenía un montón de aranceles y medidas proteccionistas hasta hace unos 20 años. Pero en los últimos tiempos se ha visto obligado a abrir su mercado interno. Los imperialistas están dictando la política de estos países y que no pueden tolerar las medidas proteccionistas, aunque, al mismo tiempo guardan celosamente sus propios mercados en la agricultura, etc. Tienen una necesidad apremiante para abrir todos los mercados para sus productos.

La diferencia entre China y Pakistán es que la imposición del llamado mercado libre en Pakistán ha significado la destrucción de miles de industrias y fábricas. El nivel de desarrollo de la industria paquistaní era demasiado baja para resistir la competencia exterior. Sin embargo China no es Pakistán y el gobierno chino debe estar pensando: «Somos lo suficientemente fuertes ahora, tenemos la productividad para hacer frente a la competencia exterior.» Esto, sin embargo, está provocando medidas de represalia sobre todo por parte de los EE.UU., donde se busca el proteccionismo como medida para defender el mercado de Estados Unidos contra los baratos productos chinos.

¿Una transición fría?

Ahora está claro que ha habido una transición al capitalismo, pero ¿cómo sucedió esto? No ha habido una contrarrevolución armada, ni tan siquiera una gran confrontación entre las diferentes alas de la burocracia. Trotsky utilizó una vez la idea de que la película del reformismo se está reproduciendo al revés. Explicó que para que una contrarrevolución tenga lugar habría alguna forma de conflicto violento. Sólo entonces habría un posible retorno al capitalismo. Lo que estaba diciendo es que el sistema no podía ser «reformado» en el capitalismo.

Aquí hay que aprender de Trotsky. Debemos tomar de Trotsky no sólo frases aisladas de aquí y allá, sino que también el método que usó. Se estaba refiriendo a una Rusia en la década de 1930, donde las tradiciones de la revolución todavía estaban vivas. La clase obrera rusa había jugado el papel principal en la revolución y estaban conscientes de lo que hubiera significado un retorno al capitalismo. Esa clase obrera había resistido a la restauración capitalista. También la situación internacional determinó un equilibrio diferente de fuerzas dentro de la Unión Soviética. Una capa significativa de la burocracia tenía interés en mantener el plan estatal.

Sin embargo, en la Unión Soviética el estalinismo sobrevivió durante varias décadas, mucho más tiempo del que incluso Trotsky podría haber previsto, de hecho duró durante más de 70 años. Los cambios cuantitativos determinan los cambios cualitativos. En ese período las tradiciones revolucionarias fueron erradicadas de la conciencia de los trabajadores. La generación que había vivido la revolución había muerto. Las nuevas generaciones fueron testigos de una burocracia voraz alzándose más y más por encima de las masas. Ellos vieron nada más que la completa mala gestión, el despilfarro y la corrupción a todos los niveles y al final lo único que quedaba frente a ellos era un sistema que estaba a punto de quedar paralizado. A veces, un régimen puede estar tan podrido que la clase dominante—o de la casta gobernante—es incapaz de resistir incluso la presión más mínima una vez que el movimiento se desata desde abajo.

La idea de que para construir la base del capitalismo es necesario llevar a cabo una revolución burguesa, proviene de la experiencia de la revolución burguesa clásica en Francia en 1789 o en Inglaterra en 1640. La burguesía se había desarrollado, creando su riqueza dentro de los límites del feudalismo y, finalmente, tuvo que romper esos límites. La clase burguesa joven condujo a la nación contra la aristocracia terrateniente y derrocó el feudalismo, creando las condiciones para un desarrollo capitalista moderno. Sin embargo, una vez que el capitalismo se había desarrollado en unos pocos países claves (Gran Bretaña, Francia, EE.UU.,) esto significó que una repetición de la forma en que el capitalismo se había desarrollado en estos países se hizo prácticamente imposible en los demás países menos desarrollados. Marx pudo apreciar esto en el caso de Alemania, donde declaró que la burguesía alemana se había vuelto reaccionaria incluso antes de que hubiera llegado al poder.

Los mencheviques no entendieron esta situación. Esperaban que todos los países pasaran por las mismas etapas. Rusia era subdesarrollada, con un enorme campesinado y los terratenientes. De este modo quisieron aplicar mecánicamente lo que había sucedido en Francia y Gran Bretaña a la atrasada Rusia. Por lo tanto, para ellos, la tarea de los comunistas rusos era apoyar a la «burguesía progresista». Ellos no entendieron lo que Trotsky explicó en su teoría de la Revolución Permanente. En la época del imperialismo la burguesía de los países subdesarrollados no podía jugar el papel progresista que habían jugado en Francia o Gran Bretaña.

Esto también explica por qué el desarrollo del capitalismo en otros países no siempre resulta a través del mecanismo clásico de la revolución burguesa y con la misma burguesía dirigiendo a las masas. No es así como el capitalismo entró en vigor en Japón o Alemania, por ejemplo. Hoy en día estos son dos de los países más poderosos del mundo. En Japón fue la burocracia del Estado feudal, bajo la presión del capitalismo estadounidense, que guió el movimiento hacia el capitalismo, hay que tener en cuenta que la burguesía era débil y decadente en dicha época. ¿Por qué era esto así? Porque los acontecimientos mundiales dominan todos los procesos. El futuro de Japón como una nación poderosa sólo podría mantenerse si desarrollaban el capitalismo. Por lo tanto, debido a que la burguesía en Japón no fue capaz de llevar a cabo su papel histórico, otra clase llevó a cabo las tareas. En Alemania fueron los Junkers del viejo aparato del Estado feudal, quienes controlaron un proceso similar.

Sin embargo, precisamente dado el hecho que no hubo revolución, quedaban restos del antiguo sistema feudal. En Alemania estas contradicciones sólo fueron finalmente resueltas como resultado de la abortada revolución proletaria de 1918, que al menos completó las tareas pendientes de la revolución burguesa. En Japón, la misma tarea se llevó a cabo por las fuerzas de ocupación estadounidenses después de 1945. McArthur forzó el proceso de la revolución agraria en Japón por temor a los efectos de la revolución china en las masas japonesas.

En estos casos no hubo ninguna «revolución burguesa», sino una especie de «fría transición” de un sistema a otro. Lenin hizo hincapié en que la historia conoce todo tipo de mutaciones y transformaciones. ¡El proceso de la vida real no siempre se corresponde necesariamente con cada detalle de los libros de texto! No hay una regla rígida de cómo se produce una transformación social. Como marxistas debemos ser conscientes de ello, de lo contrario seremos arrojados de aquí para allá por los acontecimientos que no corresponden a las vistas mecánicas y preconcebidas.

Por lo tanto, tenemos que colocar la postura de Trotsky sobre la «fría transición» en el contexto histórico en el que se planteó la idea. También tenemos que ver, sin embargo, que Trotsky nos dio una idea de cómo la burocracia podría adaptarse fácilmente a una restauración capitalista. Explicó que si hubiera una contrarrevolución burguesa en la Unión Soviética, la nueva clase dominante tendría que purgar muchos menos elementos del Estado que en el caso de una revolución política. Esto es precisamente lo que ocurrió con la antigua burocracia soviética cuando Yeltsin llegó al poder, y la burocracia china no es diferente. Las palabras exactas de Trotsky en su libro de La Revolución Traicionada fueron:

«Si al adoptar una segunda hipótesis, el partido burgués fuese a derrocar a la casta soviética dirigente, se encontraría con no pocos de los funcionarios dispuestos entre los actuales burócratas, administradores, técnicos, directores, secretarios del partido y los altos círculos privilegiados en general. Una depuración del aparato estatal, por supuesto, será necesaria también en este caso. Pero una restauración burguesa probablemente tendría que limpiar menos gente que un partido revolucionario. La tarea principal del nuevo poder sería restablecer la propiedad privada de los medios de la producción. En primer lugar, sería necesario crear las condiciones para el desarrollo de fuertes productores campesinos que viniesen de las granjas colectivas débiles, y convertir los colectivos fuertes en cooperativas del tipo burgués en sociedades anónimas agrícolas de los productores. En el ámbito de la industria, la desnacionalización comenzaría con las industrias ligeras y los que producen alimentos. El principio de planificación se convertiría en el período de transición en una serie de compromisos entre el poder del Estado y de las «corporaciones» individuales de propietarios potenciales, es decir, entre los capitanes de la industria soviética, los antiguos propietarios emigrantes y los capitalistas extranjeros. A pesar de que la burocracia soviética ha hecho mucho por la restauración burguesa, el nuevo régimen tendría que introducir en la cuestión de las formas de propiedad y los métodos de la industria no una reforma, sino una revolución social”.

La base social de la Unión Soviética fue la de un estado obrero, con una economía planificada centralizada de propiedad estatal, y sin embargo, si se hubiera transformado en un régimen burgués no habría tenido que purgara a demasiada gente. Esto se debió a que eran ya elementos privilegiados y se habrían transformado a sí mismos de burócratas privilegiados del Estado obrero en siervos privilegiados del capitalismo. Por otra parte, una revolución política habría tenido que imponer a muchos de esos burócratas los salarios de un trabajador y quitar sus privilegios. Por lo tanto un conflicto más grande habría ocurrido. La situación actual en Rusia demuestra que Trotsky tenía razón.

El análisis de Trotsky de la URSS proporciona elementos importantes que nos ayudan a entender el proceso de hoy en día en China. También en este caso se trata de una casta privilegiada, que como Trotsky subrayó, querrá en cierto momento convertirse en los dueños de los medios de producción como una garantía de sus privilegios.

Ha habido varios factores que han empujado a la burocracia china en esta dirección. Como por ejemplo el enorme auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial en el occidente capitalista, con un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas. Esto fue seguido por la crisis de los regímenes estalinistas en Europa del Este y la Unión Soviética. La Corriente Marxista Internacional fijó su postura sobre esto en la década de 1970. Los burócratas chinos tomaron nota de ella también. La tasa de crecimiento en la Unión Soviética bajó a 3%, 2% y luego a cero. El sistema se había estancado. Finalmente la Europa del Este se derrumbó y luego dos años más tarde la Unión Soviética se derrumbó también. La Unión Soviética perdió grandes extensiones de su territorio.

Estos fueron factores muy poderosos que determinaron la forma de pensar de los burócratas chinos. Comenzaron con lo que era básicamente una versión china de la NEP[7], tratando de hacer que la economía fuese más eficiente, más productiva. Ellos estaban observando los acontecimientos mundiales y toda la situación los empujaba en una dirección determinada. Al otro lado de la frontera, en la Unión Soviética pudieron ver el caos absoluto y el desastre. Debieron haber pensado: «No vamos a permitir que eso suceda aquí. Tenemos que introducir métodos de mercado, pero vamos a controlar el proceso nosotros mismos». Así lo hicieron poco a poco, paso a paso, pero una vez que se habían embarcado en ese camino, el proceso asumió una lógica propia, finalmente, se enfrentaron con la situación actual.

Ahora en China existen intereses burgueses muy poderosos. La nueva burguesía está utilizando el Partido Comunista para defender sus intereses de clase. En estas condiciones, ¿podría la burocracia revertir el proceso y llevarlo a cabo con éxito? Creemos que el proceso ha ido más allá de la etapa en la que podría ocurrir sin un conflicto mayor. Si un ala de la burocracia china decidiera ir por ese camino, eso implicaría una gran confrontación con el ala pro-capitalista. Así, una «transición fría» de regreso a alguna forma de economía burocráticamente planificada no sería posible. Pero esta es una perspectiva hipotética ya que no hay indicios de que exista dicha tendencia.

Un elemento importante en la ecuación de China es el tamaño y la experiencia de la clase obrera. Cualquier movimiento contra el capitalismo en estos momentos tendría que estar basada en una movilización de la clase obrera y los trabajadores chinos no aceptarían un movimiento de regreso al estalinismo; tenderían a avanzar hacia el verdadero socialismo, al poder real de los trabajadores.

Sin lugar a dudas, en este escenario una sección del partido se vería afectada. Tomando como referente cartas y artículos que han aparecido en la prensa china, parece que todavía hay gente en el Partido Comunista de China que creen en los ideales de la revolución de 1949, y estos serían afectados por un movimiento revolucionario de la clase obrera y serían impulsados a una confrontación con el ala pro-capitalista dominante. Esto implicaría una división entre diferentes capas, con la capa que está el poder defendiendo las nuevas relaciones capitalistas, y algunas de las capas inferiores siendo atraídas por detrás del movimiento de la clase obrera.

Trotsky se refirió a la existencia de un «ala Reiss» en la burocracia rusa, es decir, un ala que quería volver a los ideales de la revolución de octubre, al genuino bolchevismo. En la década de 1930 existía dicha ala. La revolución era todavía un acontecimiento relativamente reciente y muchos de los miembros del partido desde el período anterior a la revolución podían ver las diferencias entre el estalinismo y el genuino bolchevismo.

Sin embargo, el régimen estalinista en la Unión Soviética sobrevivió durante décadas. Stalin destruyó gradualmente cualquier vínculo con los ideales de octubre. A pesar de ello en el momento de la caída de la Unión Soviética en 1991 había un ala, aunque era una pequeña minoría, que buscaba las ideas del verdadero leninismo.

En China, la situación es algo diferente. Un «ala Reiss» según lo descrito por Trotsky está descartada. La revolución de 1949 no se basó en las ideas de Lenin. El Partido Comunista Chino se había transformado en una organización estalinista mucho antes de que llegara al poder. Por lo tanto, incluso aquellos que provienen desde el período anterior a 1949 tienen al estalinismo como su punto de referencia.

Tenemos que entender la diferencia entre un «estado obrero degenerado» y un «estado obrero deformado». Un degenerado estado obrero es, obviamente, un estado que se ha convertido en un estado obrero deformado. Pero el único «estado obrero degenerado» que se ha conocido en la historia fue la Unión Soviética. Empezó como un Estado relativamente saludable de los trabajadores y por el aislamiento de la revolución sufrió una degeneración con la burocracia usurpando el poder. Para completar este proceso, la burocracia estalinista tuvo que eliminar físicamente a miles y miles de auténticos comunistas que entendían la diferencia entre lo que los bolcheviques habían luchado por construir y la caricatura monstruosa que evolucionó a partir del aislamiento de la revolución en un país subdesarrollado.

En China no hubo un período en que el Estado hubiese sido un estado obrero sano. Nunca hubo un período de auténtica democracia obrera, de poder obrero. El Estado chino comenzó desde el primer día en que el Partido Comunista llegó al poder como estado obrero deformado. En realidad, el Partido Comunista heredó el viejo aparato estatal mandarín. Incluso en los primeros días de la Rusia Soviética, Lenin señaló que si se raspaba la superficie del estado obrero se podía encontrar el mismo viejo aparato estado zarista, y sobre todo en un país atrasado, el nuevo Estado tuvo que tomar en cuenta a muchos antiguos funcionarios. Pero al menos en los tiempos de Lenin los trabajadores, a través de sus órganos de poder, los Soviets, podían frenar las tendencias conservadoras de este estrato. Pero en China este no era el caso.

A pesar de ello, aunque de una manera distorsionada, debe haber elementos dentro del Partido Comunista Chino que miran con horror la transición hacia el capitalismo. Ellos ven cómo los trabajadores han perdido todos sus derechos y todos los ideales de la revolución han sido pisoteados. Se remontan a la China Maoísta que ven como una sociedad donde eran mucho más «iguales». Pero en el contexto actual, con el desarrollo de un gran proletariado, la vieja idea maoísta de basar todo en el campesinado no tendría sentido para los trabajadores de hoy en día. Hoy el proletariado se ha convertido en una fuerza dominante, por lo tanto, los trabajadores de las ciudades que buscan una salida a través de un «retorno a Mao» se encontrarían con el planteamiento de la cuestión del poder obrero. Tal desarrollo podría tener un impacto en el partido que inevitablemente se rompería en líneas de clase.

Entre las capas superiores de la burocracia, sin embargo, no hay evidencia de un ala que quiera volver a la antigua empresa estatal, la economía de planificación centralizada. Desde el punto de vista de la burocracia el sistema está «funcionando». ¡Lo está haciendo muy bien, de hecho! Hemos señalado lo que dijo Trotsky acerca del deseo de la burocracia de transmitir sus privilegios a sus descendientes. Hoy en día muchos de los hijos e hijas de los burócratas se han transformado en los propietarios de los medios de producción. Entre esta capa no hay un deseo de volver a una economía nacionalizada y planificada. No hay ninguna base material para que ellos deseen hacer esto. Al contrario resistirán cualquier intento de dar marcha atrás, y tendrían el respaldo del Estado.

Aunque el desmantelamiento de la antigua economía planificada de propiedad estatal fue un enorme paso reaccionario que hizo retroceder a China y los marxistas estamos totalmente opuestos a ello, hay un elemento positivo en el proceso: la creación del proletariado más grande en el mundo. El desarrollo del capitalismo en China trae contradicciones de clase que están preparando un nuevo levantamiento revolucionario en la sociedad china. Una vez que este masivo proletariado chino se mueva con decisión hará temblar al mundo entero.

China es ahora la cuarta potencia mundial más grande

Las últimas cifras muestran que China se ha convertido en la cuarta potencia económica del mundo después de los EE.UU., Japón y Alemania y es el tercer mayor productor de bienes manufacturados en el mundo después de Estados Unidos y Japón. En 2004 China consumió la mitad del hormigón utilizado en el mundo. Se está convirtiendo en una fuerza importante, no sólo militarmente, cosa que ya era, sino también económicamente.

Inicialmente los capitalistas extranjeros pensaban que podían obligar a China a abrir su mercado y luego la inundarían con mercancías. Sin embargo, China se ha desarrollado de manera diferente de lo que se esperaba por los imperialistas. China es ahora un gran exportador. Los EE.UU. tienen un déficit de mercancías con China, que ha alcanzado un récord de US $205 mil millones. Ellos se quejan de que China está exportando mucho, exportando a Europa, a los EE.UU., a todo el mundo. Discuten regularmente sobre aranceles, tratando de limitar las importaciones desde China. Pero con el objetivo de detener los productos chinos tendrían que dar una bofetada a las tarifas extremadamente altas, ya que el nivel de productividad de China es tan alto y sus bienes son tan baratos.

Con el enorme desarrollo de sus fuerzas productivas, el enorme cambio en su economía, la consolidación de las relaciones capitalistas, es lógico que ahora China se esté comportando como una potencia imperialista. Está importando materias primas y exportando productos manufacturados y de capital. Uno de los factores que determina el aumento en el precio del petróleo es la enorme demanda de China, que se ha convertido en el segundo mayor consumidor de petróleo del mundo y un importador neto. También importa grandes cantidades de mineral de hierro, cobre, bauxita, madera, zinc, manganeso, estaño y soja.

Su relación con América Latina y el Caribe pone de relieve el carácter imperialista de China. En 1999, por ejemplo, China exportó bienes a un valor de $5 mil millones a América Latina y el Caribe e importó $3 mil millones. Para el año 2004, exportó bienes por un valor de $18 mil millones de dólares y sus importaciones fueron de $ 22 mil millones de la misma región. América Latina exporta principalmente alimentos y materias primas a China, mientras que China exporta a América Latina textiles, ropa, zapatos, maquinaria, televisores y plásticos. En 2004 China invirtió $6, 320 mil millones en América Latina. Casi la mitad de la inversión extranjera de China se encuentra en América Latina y el Caribe. Sólo en petróleo venezolano tienen previsto invertir otros $350 millones. China también ha establecido una «alianza estratégica» con Brasil, donde ya hay fábricas de propiedad china. El quince por ciento de las exportaciones brasileñas van a China, y la cifra va en aumento. China también está compitiendo con la India por los recursos petroleros en Asia. Se ha convertido en un competidor importante a escala mundial. En 2004 el comercio mundial creció un 5%. China fue responsable del 60% de este crecimiento. Casi dos tercios del crecimiento del comercio mundial se deben a China.

En línea con este desarrollo, vemos que China incluso ha enviado tropas para «colaborar» con la fuerza de ocupación de la ONU en Haití. Están construyendo una gran fuerza naval. La razón de ello es que en el futuro tendrán que controlar las rutas marítimas en el Pacífico y en otros lugares. Esto les traerá un conflicto abierto con los EE.UU. De hecho, congresistas estadounidenses ya se están poniendo cada vez más preocupados por el nivel de participación de China en América Latina y están citando de nuevo la «doctrina Monroe», que establece el principio de que ningún poder debe tener más influencia que los EE.UU. sobre América Latina.

El fortalecimiento de la clase trabajadora

Este enorme desarrollo de la economía china tiene otra cara. Junto con el desarrollo masivo de las fuerzas productivas vino un enorme fortalecimiento de la clase obrera. Las personas se están mudando a las ciudades a un ritmo de 20 millones al año. China ha sido transformada rápidamente con un gran desarrollo en las áreas urbanas, en la medida que los campesinos extremadamente pobres tratan de escapar de la pobreza de las zonas rurales. Hasta el 40 por ciento de la población vive en ciudades. Hay 166 ciudades en China con más de un millón de habitantes. Durante los próximos 15 años, se espera que 300 millones se trasladen a las ciudades. La industria de la construcción en China está en auge. Se registran 38.000.000 trabajadores de la construcción sólo en esta área. En más de 80 ciudades están construyendo sistemas de transporte subterráneo. Todo esto tiene un efecto en la economía, con un aumento en la demanda de acero, hormigón, y así sucesivamente. Esta es la proletarización de la sociedad china en una escala nunca antes vista.

Dentro de 15 años se estima que habrá 800 millones de habitantes urbanos. Se trata de la mayor concentración proletaria de la historia. Esto sería un fenómeno sin precedentes. Sería el mayor movimiento de su tipo en la historia. Y significaría dar a luz al proletariado más grande que jamás se haya visto en la historia. Será el más poderoso del mundo.

Estos campesinos que están fluyendo hacia las ciudades estaban viviendo en condiciones terribles en la agricultura. Los colectivos han sido destruidos. Estos solían proporcionar toda una serie de beneficios, salud, pensiones, etc. Dos tercios de la población rural de China, de hecho, no tienen planes de pensiones. Así que están buscando trabajo en las ciudades.

Hemos visto este fenómeno antes: en los EE.UU. y Europa con los inmigrantes de América Latina, África y Asia. Ellos están dispuestos a hacer los peores trabajos y viven en condiciones terribles, con tal que reciban un ingreso, dinero que es utilizado para enviar a sus familias. Para ellos es una forma de escapar de la pobreza. Dicho esto, muchos de ellos están apenas sobreviviendo. Obtienen muy pocos beneficios de la enorme riqueza que están produciendo. Esta situación conlleva en su interior el potencial de los movimientos revolucionarios en el futuro.

El único elemento progresivo en todo esto es la creación de millones de «sepultureros» del capitalismo, de millones de proletarios. En ese sentido acogemos con beneplácito el desarrollo de la industria. Aunque a un precio terrible, está creando a la clase que va a llevar a cabo la transformación de la sociedad. Inmensos barrios obreros se están creando en las ciudades, con una acumulación de enormes contradicciones.

Aunque el capitalismo chino se está desarrollando a una velocidad vertiginosa, el desmantelamiento de la economía planificada fue un retroceso muy reaccionario. El desarrollo económico actual podría ser fácilmente igualado y hasta superado, y los desequilibrios, la naturaleza caótica del crecimiento, la creciente polarización social se podría evitar si hubiera un régimen de genuina democracia obrera.

Hay una enorme polarización entre las clases, entre la ciudad y el campo, entre las zonas capitalistas y las antiguas zonas industriales de propiedad estatal. Hay enormes desigualdades sociales. El 10% más rico en las ciudades poseen el 45% de la riqueza. El 10% más pobre tiene sólo el 1,4%. Mientras se está creando una nueva clase burguesa acomodada al mismo tiempo hay hasta 200 millones de desempleados.

El desarrollo desigual también afecta a diferentes regiones de China, algunas de las cuales no se benefician del crecimiento que se está desarrollando en el Este y las regiones costeras. Este desarrollo desigual lleva implícito el riesgo de encender la cuestión nacional en China. Hay 100 millones de personas que pertenecen a una minoría nacional (tibetanos, turcomanos, mongoles, uigures[8]) y se tienen enfrentamientos regulares con la policía. En esta situación de polarización, la cuestión nacional puede ser agudamente planteada de nuevo.

Es cierto que el desarrollo económico ha elevado el nivel de vida para algunos, pero hay otra cara de la realidad. El crecimiento económico, lejos de garantizar la estabilidad, está causando una mayor militancia obrera y fermento social. Las condiciones de vida y de trabajo, y la forma en que la riqueza se distribuye son la causa principal. Las masas desprecian a los burócratas que están destruyendo todas sus conquistas.

Las condiciones de la clase obrera en China son similares a las condiciones en Inglaterra descritas por Engels en el siglo XIX. El 80% de las muertes por la industria minera en el mundo se producen en China—sin embargo, produce sólo el 30% de carbón del mundo. En el año 1991; 80,000 trabajadores perdieron la vida en accidentes de trabajo. Para el año 2003 esa cifra se había disparado hasta 136.340 [China Daily, 03/12/2004]. Hay presiones increíbles sobre la clase obrera. Esta no es una sociedad feliz y estable que desea un futuro cómodo. Entre los mayores de 20 a 35 años, el suicidio es la primera causa de muerte. Cada año hay 250.000 suicidios—y otra 2.5 a 3.5 millones han intentado quitarse la vida. Millones de personas han perdido sus puestos de trabajo. Hay grandes protestas, pero el proceso implacable hacia el capitalismo continúa.

Hemos señalado que lo que está sucediendo en China hoy en día tiene algunas similitudes sorprendentes con el temprano desarrollo del capitalismo en Rusia hace más de cien años. La disolución de las antiguas comunas agrícolas, seguida por el desarrollo de la industria en la última parte del siglo 19 trajo a la existencia de un proletariado fresco compuesto por campesinos que abandonaron la tierra. La creación de un proletariado de estas características y las terribles condiciones creadas por este proceso condujeron a la revolución de 1905 y más tarde a la Revolución de Octubre de 1917. Las condiciones para el conflicto de clases en China se están desarrollando, eso finalmente conducirá a un resultado similar, a un levantamiento revolucionario.

Ya hemos tenido algunas huelgas combativas. El número de conflictos laborales de todo tipo aumentó en un 12,5% en 2000, y un 14,4% en 2001, para llegar a la cifra de 155.000. En 1999 había cerca de 7,000 «acciones colectivas», como suelen llamarle, que por lo general eran huelgas abiertas o de brazos caídos, con un mínimo de hasta tres personas que participaban hasta llegar a más de 250.000 personas. Esto representa un aumento del 900% desde 1992. Desde 1999, el número de conflictos colectivos ha aumentado en un 20% por año. Aunque las cifras absolutas siguen siendo bastante bajas, estos movimientos son una indicación de lo que está por venir. Esto es una indicación de que el crecimiento económico no se traduce mecánicamente en una estabilidad social. De hecho lo que tenemos es el caso opuesto.

La economía china está regida por las leyes del capitalismo. Ha habido inversión masiva, que se basa en la perspectiva de un mercado mundial cada vez mayor. Pero no es posible sostener esto para siempre, y por lo tanto en cierta etapa China también se enfrentará a una crisis. No podemos poner un tiempo en eso y decir exactamente cuándo sucederá esto. Pero va a venir, y cuando suceda, será una crisis profunda y tendrá un impacto en todo el mundo.

La clase obrera china es nueva y con aires frescos. Había, y sigue habiendo, un importante número de trabajadores que labora en las industrias estatales. Esta capa, a pesar de la burocracia, había ganado unas condiciones muy favorables. Ahora las están perdiendo. La relación entre los trabajadores y las empresas para las que trabajan es más parecida a lo que tenemos en Occidente. Las consecuencias a un cierto nivel será la de una explosión de la lucha de clases.

La posición del Partido Comunista Chino

Por el momento el Partido Comunista domina y tiene el control sobre la situación. Pero ¿qué está sucediendo con el Partido Comunista? El Partido Comunista tiene entre 60 y 70 millones de miembros. Eso es más o menos el cinco por ciento de la población. En el pasado, el partido era un instrumento de la burocracia estatal; pero en los últimos tiempos a los capitalistas chinos se les ha permitido incorporarse. Ahora el 30% de los capitalistas chinos son miembros del Partido Comunista, lo que demuestra que sienten que sus intereses pueden ser mejor defendidos por estar en el partido. Los capitalistas siguen siendo una pequeña minoría en términos absolutos, pero es muy significativo que un número tan grande de capitalistas se les haya permitido entrar.

Hace unos años, casi la mitad del Comité Central fue cambiado, obviamente, algunos de los burócratas de más edad que se consideraban un impedimento y un obstáculo para el movimiento hacia el capitalismo fueron expulsados. Por lo tanto, el Partido Comunista está siendo utilizado por los capitalistas como un instrumento para la defensa de sus intereses de clase. Dentro de las filas inferiores del Partido o sus bases, debe haber muchos que creen en «el comunismo», o por lo menos lo que perciben como comunismo y algunos de ellos se familiarizarán con las ideas de Marx. Pero los que están en la parte superior del partido son los que tienen las palancas del poder en sus manos, y están guiando el proceso hacia el capitalismo.

¿Cuál es el futuro del Partido Comunista de China? Mientras la economía continúe desarrollándose al ritmo actual la dirección del Partido Comunista será capaz de mantener la situación y mantener una cierta estabilidad en la sociedad y dentro del Partido. Pero frente a una grave agitación de características importantes, una gran crisis económica, grandes conflictos de clase, conflictos nacionales, conflictos sociales de todo tipo, podría generar una tendencia a que las diferentes facciones se rompan. Tenemos que tener en cuenta que debido a que el Partido Comunista de China no es un partido como tal y por lo tanto no se puede comparar con los partidos comunistas de Occidente. El Partido Comunista de China es parte del aparato estatal desde 1949, cuando llegó al poder.

Sin embargo, sobre la base de los hechos su control sobre el Estado podría ser roto. En el caso de la burocracia rusa esto ocurrió de manera convulsiva. El viejo partido Estalinista monolítico se dividió en muchas partes en representación de los diferentes grupos de interés. Como resultado de esto aparecieron también varios Partidos Comunistas, que se convirtieron en partidos genuinos de los trabajadores. Pero este proceso en China es algo para el futuro. Por el momento la burocracia china está en control de la situación. Y el Partido está siendo utilizado para desarrollar el capitalismo.

Lo único que es cierto es que esto no será un proceso fácil. A medida que la nueva economía capitalista produzca nuevas contradicciones esto provocará divisiones dentro de la jerarquía del partido. De hecho ya existen esas divisiones como el actual conflicto sobre más cambios en las leyes que rigen los derechos de propiedad actuales. ¿Cómo interpretamos estas divisiones dentro del PCCh? Tenemos que empezar desde el proceso global y ver a dónde va. Se ha llegado al punto en el que se han establecido las relaciones capitalistas. Existe la diferenciación entre el trabajo asalariado y el capital, la competencia en el mercado, el afán de lucro y así sucesivamente. Todavía hay fuertes vestigios del viejo sistema, pero éstos ya sea que se están preparando para la privatización o funcionan como empresas capitalistas estatales. Tenemos que tomar este sector estatal en cuenta, pero tenemos que entender que ahora el sector privado es la parte más dinámica de la economía y el cambio hacia el capitalismo se ha consolidado.

Dentro de la burocracia de un país tan grande, inevitablemente van a existir contra-corrientes, diferentes facciones con diferentes puntos de vista e intereses. Hay un ala que está observando el proceso general y que está preocupada por la inestabilidad que se está provocando. El Primer Ministro y el Presidente comparten estas preocupaciones ya que ven los peligros de los desequilibrios continuos y la polarización. Esta ala quiere introducir reformas sociales para amortiguar el impacto en las masas. Temen a la revolución desde abajo por lo que exigen algún tipo de inversión en las áreas menos desarrolladas y el aumento del gasto social.

Ellos no cuestionan la esencia del capitalismo y no intervendrán activamente para detener el desarrollo y consolidación del capitalismo, pero les preocupa que las desigualdades, la creciente tensión social, en algún momento conduzcan a un movimiento revolucionario del proletariado. Por supuesto, tienen razón. El problema es que el mantenimiento de la vieja estructura Estalinista también dará lugar a un movimiento de las masas en algún momento y el eventual colapso del sistema. Por lo tanto esta ala de la burocracia no va a impulsar el proceso hacia atrás; pero tratará de introducir algunas reformas sociales para tratar de suavizar el impacto para las masas.

La burocracia del Este de China, que está mucho más ligada estrechamente a la nueva clase capitalista ve esto como el desvío de recursos esenciales lejos del desarrollo de la industria. En lugar de ralentizar el proceso, esta ala está a favor de acelerar el proceso y poner fin de una vez por todas a los restos del antiguo sistema. El conflicto actual, por tanto, no está entre los que quieren «volver» y aquellos que quieren el capitalismo. Se trata de la estabilidad del sistema en su conjunto. La ironía es que a largo plazo este proceso podría romper al PCCh lo que conduciría a una inestabilidad aún mayor.

Las contradicciones dentro de la burocracia por lo tanto reflejan un conflicto sobre la siguiente etapa de las reformas legales que gobiernan las relaciones de propiedad. Bajo la presión de algunos sectores, este proceso se ha ralentizado. Esto pone de relieve el hecho de que el proceso no es lineal. En más de una ocasión, como ya hemos visto, ha habido períodos en los que la burocracia ha tenido que retrasar el proceso; pero sin tener que deshacer cualquiera de las «reformas» de mercado.

Este equilibrio temporal e inestable puede mantenerse tanto tiempo como el PIB crezca a una tasa anual de alrededor del 9 por ciento. Millones de empleos se pierden cada año en la industria estatal, pero al mismo tiempo millones más se crean en los sectores capitalistas. Del mismo modo el flujo de trabajadores rurales a las ciudades puede ser absorbido en gran parte. Aunque los puestos de trabajo que se están creando ofrecen salarios muy bajos, éstos siguen siendo muy superiores a lo que existen aún en las zonas rurales. Así, los trabajadores migrantes, a pesar de trabajar en condiciones terribles, pueden obtener un ingreso, enviar dinero a casa, y así sucesivamente.

Como hemos visto, la mayor parte de la economía china está ahora funcionando sobre una base capitalista. Sólo alrededor de 1/3 del PIB se produce ahora en el sector estatal. Todavía queda mucho camino por recorrer para privatizar lo que queda, pero el sector estatal ya no domina. En la medida que procedan a reestructurar y privatizar aún más de lo que queda de los sectores estatales se perderán otras decenas de millones de puestos de trabajo. En tal situación crecimiento sostenido es una necesidad absoluta.

Si pudieran tener otros 10 a 20 años de crecimiento anual al 7%-10%, podrían ser capaces de alcanzar este nivel de urbanización e industrialización relativamente sin problemas. Pero esto depende del mercado mundial. China exporta más del 50% de su PIB. Cuenta con costos laborales muy bajos y con medios muy modernos de producción—es decir, niveles muy altos de productividad. Sin embargo, China se encuentra bajo presión. Hay señales de una desaceleración en algunos sectores de la economía mundial, las economías de la Zona Euro se están estancando o crecen lentamente. Hay inicios de sobreproducción a nivel mundial—en parte debido al crecimiento chino. Cualquier disminución significativa en los mercados mundiales por lo tanto afectará drásticamente el crecimiento de la economía china, como le sucedió a Corea del Sur en el pasado. China ya se enfrenta a la perspectiva de la sobreproducción de acero, mineral de hierro y carbón, y también en los bienes de consumo. Las señales de una futura crisis de sobreproducción están presentes.

Esto es causa de alarma para el FMI, que a pesar de toda la retórica acerca de la eficiencia del mercado, se da cuenta de que el problema clave que enfrenta la economía mundial es la sobreproducción. Según los economistas del FMI, más del 75% de las industrias chinas tienen problemas de exceso de capacidad productiva, que está ejerciendo presión sobre la tasa de ganancia. Esto es inevitable, dado el frenesí de inversión en el país, donde un increíble 45% del PIB se compone de inversiones, un nivel de inversión que históricamente no tiene precedentes; ni siquiera Japón alcanzó estos niveles durante el boom de la posguerra. En tanto que las exportaciones sigan creciendo y Occidente sigua hundiéndose en la deuda, pueden vivir con esto, pero con este ritmo de crecimiento en los niveles de inversión de China están duplicando su capacidad productiva cada 4-5 años, una tasa de crecimiento que conducirá inevitablemente a una crisis masiva de la sobreproducción. En julio de 2005, el FMI publicó un informe general sobre la situación en China (FMI, Informe de Calificación para 2005, 07.08.2005) que se centra totalmente en el problema del auge de la inversión, que ha aumentado enormemente lo que Marx define como la composición orgánica del capital (la relación capital-trabajo se ha incrementado en un 450% desde 1984), lo que reduce los rendimientos de las inversiones del 16% al 12%.

La campana de la sobreproducción repicará en primer lugar en los bancos, que comenzarán a acumular préstamos insolventes. A partir de aquí el problema se trasladará a los niveles de empleo y por lo tanto a los conflictos sociales.

China está también bajo la presión de los EE.UU. para que revalúe su moneda o enfrentará altos aranceles ​​en sus exportaciones. En la actualidad un proyecto de ley se está debatiendo en el Congreso de Estados Unidos que impondría un arancel del ¡27,5% a las importaciones chinas! En 2008, China planea emitir acciones. Sin embargo China no es Haití o Nigeria, donde el FMI puede venir y decirles qué hacer. China es una gran potencia y por lo tanto habrá grandes conflictos en torno a esta cuestión.

En 2005 se produjo un aumento masivo de las exportaciones chinas a los EE.UU. El Acuerdo Multifibras puso fin al acuerdo de cuotas textiles en enero del año anterior; no hay más cupos a las exportaciones. Como resultado, en los primeros cuatro meses del año pasado, las exportaciones de textiles de China aumentaron un 70%. China produce más textiles de forma más barata y esto significa el fin de esta industria en Europa. Hoy en día, China está al tope en las preferencias para la inversión extranjera directa. En 2004 China recibió $54 mil millones de inversión extranjera, una indicación clara de la confianza de la clase capitalista internacional en las nuevas relaciones capitalistas que prevalecen.

China y los EE.UU.

¿Cuál es la perspectiva para los próximos años? Algunos dicen que se está preparando una crisis económica al estilo de 1997, de que la economía es un tren fuera de control. Una crisis de sobreproducción se avecina, que expresa un cambio fundamental en el sistema. La sobreproducción es una característica del capitalismo, no de una economía planificada. Si China se ralentiza, tendrá un gran impacto en los EE.UU. y los países asiáticos. Malasia ha aumentado las exportaciones a China a partir de $1 mil millones a $7 mil millones en 5 años. Japón también tiene enormes intereses en China, a estas alturas alrededor de 16.000 empresas japonesas operan allí.

Debido a la industria altamente competitiva de China ahora está entrando en conflicto con el imperialismo norteamericano. Sin embargo, existe una contradicción en la relación entre las dos potencias. Entre los mayores propietarios de bonos del Tesoro estadounidense están China y Japón. Por lo tanto, los chinos tienen un interés en el mantenimiento a flote de la economía americana, ya que es uno de sus mayores mercados de exportación. Ellos no quieren ver una crisis en los Estados Unidos. Ellos prefieren una relación agradable y acogedora, pero eso está fuera de la cuestión. Ellos están en conflicto por los mercados mundiales; hay una enorme balanza de déficit comercial y una gran parte de ella es con China. Esto está provocando contradicciones dentro de los Estados Unidos. Las empresas estadounidenses que han invertido en China están cosechando grandes ganancias. Ellos están produciendo a bajo precio en China y están vendiendo sus productos en los EE.UU. a precios determinados por el mercado mundial. Prácticamente todas las grandes multinacional tienen presencia en China. Entonces, ¿cómo pueden los EE.UU. frenar el poder de China cuando su economía y sus principales empresas dependen de la economía china? Existen pues, contradictorias presiones en juego, y el conflicto seguirá creciendo en el futuro.

La revolución se está preparando

Junto con el desarrollo del capitalismo también viene el crecimiento de una enorme diferenciación de clases. Esto está sentando las bases para la lucha de clases en China. En realidad, se ha convertido en una de las sociedades más desiguales del mundo. Ya hemos mencionado las desigualdades en las ciudades. El panorama general es que el 20% de la población consume el 50% del ingreso nacional total, mientras que el 20% sólo tienen apenas un 4,7%.

Estas cifras fueron tomadas de un informe de la ONU y publicadas en un artículo de la Agencia de Noticias Xinhua. (http://news.xinhuanet.com/english/2005-09/27/content_3549257.htm). El mismo artículo continúa diciendo que, «un informe del Instituto de Trabajo y Estudios de Salarios del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social señala que desde 2003, la desigualdad del ingreso de China ha empeorado rápidamente y ahora ha alcanzado el nivel ‘naranja’, el segundo más grave para los estándares del Instituto. Si no se toman medidas eficaces, podría empeorar hasta alcanzar el nivel más grave, el ‘rojo’ «.

El informe de la ONU se basa en el coeficiente de Gini, una medida estadística de la desigualdad en un país determinado. Cero expresa «plena igualdad» y uno representa «la desigualdad completa». En China este coeficiente ha alcanzado 0.45. De acuerdo con las normas internacionalmente aceptadas cuando el coeficiente de Gini para cualquier país va más allá de 0.40 la situación podría volverse inestable. En China no sólo se tiene el 0,40 sino que se ha superado el coeficiente, que sigue creciendo.

Como la agencia Xinhua dice: «Si la tendencia no se controla, no se logrará la meta de la prosperidad común para todos sus habitantes del país y la brecha cada vez mayor puede provocar malestar social.» Vemos nuevos rascacielos gigantes que brotan por todas partes en las ciudades modernas de China, rodeados de inmensas zonas de pobreza urbana. Esto por sí solo es suficiente para provocar la lucha de clases en China.

¿Cuáles serían las tareas de los marxistas en esta situación? Obviamente, la primera tarea es explicar lo que está sucediendo. Si queremos entrar en un diálogo con los trabajadores, los estudiantes, los miembros honestos del Partido Comunista de China, debemos asegurarnos de que nuestro análisis se corresponde con la situación real y concreta. Por lo tanto hay que estudiar en detalle todos los aspectos de la economía china, la sociedad y la política.

Sería un grave error el tratar de hacer frente a un proceso complejo, contradictorio y sin precedentes históricos sobre la base de una fórmula ya hecha que no corresponde a lo que los trabajadores y los jóvenes están viviendo. Con este enfoque no llegaremos a ningún lugar.

Tenemos que tener en cuenta las tradiciones de China. Los rusos tenían la tradición de los bolcheviques, de Lenin y Trotsky. En China esa tradición está ausente. La principal tradición china es la maoísta. Sin embargo, no es la única tradición. También existe la importante tradición de Chen Tu Hsiu (1879-1942), uno de los fundadores del Partido Comunista Chino, que en cierta etapa se movió hacia el trotskismo.

Chen fue fuertemente influenciado por la Revolución de Octubre en 1917 de la que saca las conclusiones que el progreso social sólo era posible por el derrocamiento del latifundismo y el capitalismo. Era el líder de los Movimiento Anti-imperialista del Cuatro de Mayo en 1919. Al año siguiente se unió a fuerzas con otros revolucionarios para fundar el Partido Comunista de China que iba a celebrar su primera conferencia nacional en Shanghai en julio de 1921.

Su destino sería trágico. Después de haber seguido el consejo de Stalin en 1926, la Revolución China fue derrotada. La Comintern sin embargo no tomó ninguna responsabilidad por el fracaso y culpó de todo a Chen y en 1927 fue retirado de la dirección del partido. Chen exigió una nueva evaluación seria de la política de la Internacional Comunista, lo cual condujo a su expulsión en 1929, acusado de ser un Oposicionista. Posteriormente se unió a la Oposición de Izquierda Trotskista.

Es algo positivo que en la actual China hay sociedades Chen Tu Hsiu específicamente creadas para estudiar sus obras. En los últimos tiempos, sobre todo entre los estudiantes, se han establecido también los círculos de discusión Marxistas. Hay una sed entre algunas capas de descubrir las verdaderas ideas del marxismo. Esto refleja el deseo de avanzar hacia una sociedad verdaderamente igualitaria, que sólo puede ser una sociedad socialista basada en la democracia obrera.

Para estas capas más avanzadas y para la clase obrera y la juventud en general, debemos decir claramente lo que pensamos sobre lo que ha sucedido en China, explicando la superioridad de una economía planificada, pero además debemos analizar la crisis de la burocracia china y por qué ha sucedido esto, porqué el régimen maoísta no sobrevivió.

Aunque todavía hay restos del antiguo sistema, tanto en términos del sector de propiedad estatal y del aparato estatal, la tarea fundamental a la que ahora se enfrenta China es la revolución social. La mayor parte de la economía está en manos privadas. El movimiento hacia el capitalismo es un hecho ineludible. Todos hablan del «socialismo con características chinas» esto es una hoja de parra que nadie cree más, ni siquiera la burocracia china. Aunque hay tendencias opuestas consideramos que el proceso ha llegado al punto de no retorno.

El aparato estatal era y es aún el antiguo y monstruoso régimen burocrático totalitario y esto se ha fusionado con las características más repulsivas del capitalismo y el Estalinismo. La capa externa, es decir la forma, es la del aparato del Estado estalinista, pero el contenido es burgués. Esta situación está produciendo contradicciones que deben producir un movimiento revolucionario en algún momento.

China se ha convertido en una potencia mundial en todo su derecho. Su destino está ligado al desarrollo a escala mundial, en particular para la economía mundial. De la misma manera, los acontecimientos en China pueden tener un impacto a nivel mundial, tanto económica como políticamente.

En particular, la clase obrera china está destinada a jugar un papel clave en el próximo período. Napoleón es conocido por haber dicho esto una vez: «China es como un gigante dormido. Y cuando despierte, asombrará al mundo.» Parafraseando a Napoleón podemos decir que hoy el gigante dormido es el proletariado chino. Cuando se levante ninguna fuerza en el planeta será capaz de detenerlo y va a transformar toda la situación mundial.

[Nota: El proyecto original de este documento fue escrito en abril de 2006 y se discutió y votó entonces en el Congreso Mundial de la CMI en julio de 2006]

Leer tambien

[1] Chiang Kai-shek o Jiang Jieshi (Xikou, 31 de octubre de 1887 – Taipéi, 5 de abril de 1975) fue un militar y estadista chino. Sucedió a Sun Yat-sen como líder del Partido Nacionalista Chino Kuomintang y fue el líder máximo, bajo diversos cargos, de la República de China fundada en Nankín en 1927. Tras la derrota de los nacionalistas frente al ejército de Mao en 1949, se refugió con su gobierno en la isla de Taiwán.

[2] Josip Broz, «Tito» (7 de mayo de 1892 – Liubliana, RFS Yugoslavia —actual Eslovenia— 4 de mayo de 1980), conocido por su título militar Mariscal Tito, fue un político y militar croata, jefe de Estado de Yugoslavia desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte a los 87 años.

[3] Sistema económico en el que un estado se abastece con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones.

[4] Deng Xiaoping. (Sichuan, 22 de agosto de 1904 – Pekín, 19 de febrero de 1997) fue un político chino, máximo líder de la República Popular China desde 1978 hasta los últimos años de su vida.

[5] Ernest Ezra Mandel (Frankfurt, Alemania, 5 de abril de 1923 – Bruselas, 20 de julio de 1995) fue un economista, historiador y político belga. Fue uno de los representantes del trotskismo después de la muerte de Trotsky.

[6] Tras la muerte de Lenin en 1924, Bujarín encabezó el ala «derecha» del partido, a la cual alineó con Stalin en la lucha sucesoria contra Trotski; pero una vez derrotado éste, Stalin apartó a Bujarín del poder acusándole de «desviacionismo de derechas» (1929). Aunque reapareció colaborando en la redacción de la Constitución de 1936, fue detenido al año siguiente y murió ejecutado en una de las purgas de Stalin, después de una farsa de juicio encaminada a eliminar a un posible rival político.

[7] La Nueva Política Económica (NEP) trató de revertir la crisis en la que se encontraba sumida Rusia a causa de la guerra civil y la agresión extranjera. La revolución había logrado sobrevivir, pero a costa de un enorme coste: la producción agrícola había descendido respecto a 1914 en un 60%, la producción industrial había quedado reducida a un 15%, la emigración al campo y el despoblamiento de las ciudades era galopante y el nivel de vida de la población estaba bajo mínimos. En palabras de Lenin, la NEP constituía un sistema transitorio y mixto, un “obligado paso atrás” en el que la economía permanecería bajo la dirección y planificación del Estado, aunque secundada por la iniciativa privada. Era el restablecimiento de un capitalismo limitado y controlado cuyo objetivo era reconstruir la maltrecha producción.

[8] Los uigures, uygures o uighures, son un grupo étnico que vive en las regiones del noroeste de la República Popular China, principalmente en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang. También se encuentran miembros de este pueblo en Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán. Otro grupo habita en la zona de Hunan. Son uno de los 56 grupos étnicos reconocidos oficialmente por el gobierno chino.