La guerra plantea todas las cuestiones de manera aguda y pone así a prueba todas las tendencias. La guerra en Ucrania ha provocado una serie de escisiones en los partidos comunistas de varios países, además de provocar divisiones entre ellos. Para avanzar es necesario volver a una auténtica política leninista, en esta y en todas las cuestiones.
En cuanto empezó la guerra en Ucrania, los partidos comunistas de todo el mundo adoptaron posiciones muy diferentes. En el ala derecha del movimiento, varios partidos adoptaron una posición de apoyo más o menos abierto a la clase dominante de su propio país y al imperialismo occidental.
Un ejemplo particularmente hipócrita de esto es la posición del Partido Comunista de España (PCE). El PCE forma parte de un gobierno español de coalición con el Partido Socialista (PSOE). La vicepresidenta española Yolanda Díaz y el ministro Alberto Garzón son miembros del partido, y el secretario general del PCE es también secretario de Estado.
Este gobierno está firmemente comprometido con el imperialismo de la OTAN y ha enviado armas y ayuda a Ucrania. Pero al mismo tiempo, el PCE emite declaraciones exigiendo la disolución de la OTAN y rechazando la guerra en Ucrania. Incluso su supuesta «oposición» puramente verbal al imperialismo de la OTAN, se formula en términos de «paz» en abstracto, y de defensa de las «instituciones internacionales» y del «estado de derecho internacional».
Una posición similar adoptó el Partido Comunista Francés (PCF), que condenó la invasión rusa de Ucrania por ser «contraria al derecho internacional» y violar «los tratados internacionales». En la misma línea, el PCF defiende la «independencia estratégica de Francia», que es la frase con la que la clase dominante francesa avanza en su pretensión de desempeñar un papel independiente en la escena mundial. Además, aunque pide la «paz», el PCF apoya plenamente las sanciones imperialistas occidentales contra Rusia, como si de alguna manera las sanciones económicas no fueran también parte de la guerra real. Toda su posición es la de ir a remolque de la burguesía francesa, que en los primeros días de la guerra también pedía «negociaciones de paz» en un intento de adoptar una posición algo independiente de la del imperialismo estadounidense.
Un gran número de los llamados partidos comunistas, habiendo abandonado el leninismo hace mucho tiempo, están hipnotizados por la idea de la «paz» en abstracto y de «las instituciones internacionales», principalmente las Naciones Unidas.
Esto está muy lejos de la posición de Lenin hacia la guerra imperialista. Lenin insistió en que los comunistas no somos pacifistas, ya que hay guerras que consideramos justificadas: guerras de liberación nacional, contra el imperialismo y guerras revolucionarias. Puesto que la guerra es la consecuencia del imperialismo, la única forma consecuente de luchar contra la guerra es luchar contra el imperialismo y el sistema capitalista del que surge. La consigna de Lenin durante la Primera Guerra Mundial no fue la de «paz», sino la de «convertir la guerra imperialista en una guerra civil». Es decir, llamaba a los trabajadores a luchar contra su propia clase dominante. Explicó que la guerra acabaría finalmente, pero que una «paz» imperialista sería sólo el período preparatorio para nuevas guerras más adelante. Por lo tanto, insistió Lenin, la única manera de lograr una paz auténtica era luchar por el socialismo.
En cuanto a las «instituciones internacionales», Lenin y los bolcheviques fueron mordaces en su rechazo a la predecesora de las Naciones Unidas, la Sociedad de las Naciones, a la que describieron como una «cocina de ladrones», es decir, un lugar donde las distintas potencias imperialistas acudían a repartirse su botín.
Lenin consideraba este punto tan importante que incluyó el rechazo a la Sociedad de las Naciones en las famosas 21 condiciones de admisión en la Internacional Comunista. Éstas pretendían limpiar la nueva organización de elementos oportunistas indignos, que se habían unido bajo la presión de las bases: «Todo partido deseoso de pertenecer a la Tercera Internacional debe denunciar tanto al socialpatriotismo confeso como al socialpacifismo hipócrita y falso; se trata de demostrar sistemáticamente a los trabajadores que sin la liquidación revolucionaria del capitalismo, ningún tribunal de arbitraje internacional, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización “democrática” de la Liga de las Naciones pueden preservar a la humanidad de las guerras imperialistas».
La posición de los marxistas revolucionarios en la Primera Guerra Mundial (no adoptaron el nombre de «comunistas» hasta después de la guerra) se resumía en la sentencia de Karl Liebknecht: «el principal enemigo de la clase obrera está en casa».
Este principio internacionalista básico ha sido abandonado por muchos partidos comunistas de todo el mundo, no sólo en los países que forman parte de la OTAN o apoyan al imperialismo estadounidense, sino también en el otro lado de la guerra. Así, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) también ha adoptado una vergonzosa posición chovinista, defendiendo acríticamente a Putin y la guerra que está librando en interés de la clase dominante rusa.
Escisión en el Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros de La Habana
Esta capitulación abyecta condujo a un conflicto abierto en el 22º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO), que tuvo lugar en La Habana, Cuba, del 27 al 29 de octubre de 2022. El EIPCO es una conferencia anual, iniciada por el Partido Comunista de Grecia (KKE) en 1998. Los partidos comunistas de todo el mundo se reúnen para debatir y la conferencia suele terminar con una declaración conjunta, a la que se llega por consenso, en lugar de votar tras un debate.
Esta vez fue diferente. Aunque se elaboró una declaración conjunta, la misma no abordó la guerra de Ucrania, que sólo se mencionó de pasada. La declaración terminaba con las palabras: «¡Unidos en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo!». Pero los casi 60 partidos participantes estaban muy lejos de estar unidos en esta cuestión.
De hecho, la reunión estuvo muy dividida en torno a la guerra de Ucrania. En su intervención, el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR) argumentó que la guerra de Rusia era «justa y defensiva«, y que la tarea de los comunistas era apoyar al Estado burgués ruso en su lucha «para suprimir el fascismo y ayudar a la lucha de liberación nacional en Ucrania».
El PCRF, por su parte, fue acusado correctamente por el KKE de apoyar a Putin y a su partido Rusia Unida, y replicó que, de hecho, ¡era Putin quien les apoyaba a ellos! «No es que el PCFR ‘se haya solidarizado con Rusia Unida y el presidente Putin’, sino que [Rusia Unida y el presidente Putin], debido a imperativos históricos, tienen que seguir el camino que el PCFR ha reclamado insistentemente durante tres décadas».
Por lo tanto, se emitieron dos declaraciones separadas sobre la guerra. Una fue propuesta por el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR), el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) y el Partido Comunista de Ucrania (PCU), que básicamente repetía los argumentos de la clase dominante rusa para justificar su intervención en Ucrania; al tiempo que salpicaba estas justificaciones con una buena dosis de condimentos «comunistas», «proletarios» y «antifascistas». La declaración no hace ningún intento de analizar los objetivos bélicos de la clase capitalista rusa, ni una sola palabra de crítica a Putin y su reaccionario régimen capitalista. Que esto haya sido propuesto por dos partidos que se autodenominan «comunistas» de Rusia es una capitulación absolutamente escandalosa ante el socialchovinismo. Esta declaración pro-rusa fue firmada por 23 partidos participantes en el EIPCO, y otras 12 organizaciones que no participaron en la conferencia de La Habana.
En respuesta, se publicó una segunda contradeclaración, firmada por 24 partidos participantes en el EIPCO, entre los que destacaba el KKE griego, más otros cuatro. Comienza describiendo la guerra como una guerra capitalista por ambas partes. También niega cualquier afirmación de que el gobierno ruso tenga algo que ver con la lucha antifascista o con el sentimiento prosoviético, señalando correctamente que Rusia es un país capitalista, algo que algunos, increíblemente, no parecen entender:
“La Federación Rusa, siendo un estado burgués, es sólo nominalmente, en el marco del derecho burgués, la heredera de la URSS, mientras que no tiene nada en común con la URSS ni en su base ni en su superestructura. Durante los 30 años de «independencia» de la Federación Rusa, se creó un capital financiero y monopolista; se destruyeron sistemáticamente los sectores de la industria, la educación y la sanidad; aumentó el desempleo y creció la brecha entre ricos y pobres. La verdadera lucha política, tanto en las calles como en el parlamento, hace tiempo que dejó de ser posible.”
Esta segunda resolución también critica acertadamente «la militarización de Ucrania, la promoción de una ideología nacionalista extremadamente reaccionaria, la incitación al odio interétnico, la creación de grupos militantes nacionalistas.», así como la supresión de los derechos laborales y políticos. Pero quizá la parte más interesante de la resolución sea el punto cinco (en inglés), que explica cómo poner fin a la guerra en Ucrania:
«Estamos seguros de que sólo la clase obrera ucraniana unida al proletariado ruso y apoyada por los trabajadores del mundo es capaz de detener la matanza imperialista. La burguesía ucraniana, rusa y mundial movilizó y armó a los trabajadores. Es necesario que estos armamentos se dirijan a los gobiernos de guerra, para convertir la guerra imperialista entre los pueblos en una guerra civil entre clases. Sólo así la clase obrera podrá acabar con el imperialismo como fuente de guerras y formar organismos de poder obrero, así como transformar los Estados combatientes en interés de los trabajadores.»
Esto es absolutamente correcto, y de hecho es una repetición de los argumentos esgrimidos por Lenin durante la Primera Guerra Mundial.
Es notable, sin embargo, que en la versión española de la declaración, que también se ha publicado en el sitio oficial del EIPCO, falte toda esta sección, siendo sustituida en su lugar por una que habla de «negociaciones de paz inmediatas», un «alto el fuego», la «investigación de los crímenes de guerra cometidos por todas las partes en el conflicto» (sin decir quién va a llevar a cabo tal investigación), etc. Esto contradice la versión inglesa, que explica correctamente que es tarea de la clase obrera luchar contra el imperialismo y la guerra.
La segunda resolución, internacionalista, lanza entonces un correcto y agudo ataque frontal contra los partidarios de la primera resolución prorrusa:
«Es vergonzoso y criminal que los comunistas de todo el mundo vayan detrás de los gobiernos de los países burgueses y trabajen por los intereses de su burguesía nacional, que apoyen a uno u otro bloque de países burgueses. Nuestra tarea inmutable es ayudar a los trabajadores de todo el mundo a darse cuenta de que las guerras imperialistas no conducen a la emancipación del trabajo, sino que, por el contrario, lo esclavizan aún más; que en el conflicto imperialista la clase obrera no tiene aliados entre los círculos dominantes, sino sólo enemigos; que sus amigos son sólo los proletarios, sean de la nacionalidad que sean. «
Estamos totalmente de acuerdo. Por supuesto, se pueden hacer algunas críticas a la resolución internacionalista. El análisis de las causas y el carácter de la guerra en la primera parte es muy esquemático y poco desarrollado. No dice nada sobre el papel del imperialismo estadounidense y su provocativa expansión de la OTAN hacia el este durante 30 años; no trata del reaccionario movimiento Maidan de 2014 y el régimen que estableció, etc. Muchos de estos puntos se explican en la declaración conjunta de la reunión de La Habana, pero la resolución internacionalista se habría reforzado incluyéndolos.
Cómo no construir una internacional comunista
Esto es sintomático de un problema importante en el método utilizado para construir el EIPCO. El hecho de que partidos que están completamente en desacuerdo puedan firmar una declaración conjunta evitando las cuestiones en disputa, aunque éstas sean centrales para la situación mundial, y luego producir dos declaraciones adicionales con puntos de vista opuestos, convierte en una farsa la idea de construir una organización comunista internacional. De hecho, el EIPCO se basa en la diplomacia, más que en una discusión y lucha franca de ideas.
También hay que señalar que hubo una serie de partidos que firmaron la declaración final teniendo una posición puramente pacifista burguesa, de confianza en las «instituciones internacionales», e incluso algunos (como el PCE en España) que son partícipes de gobiernos que forman parte de la OTAN y están enviando armas y financiación a Ucrania. Al PCE y a otros partidos que comparten una posición similar se les permite entonces firmar la declaración conjunta del EIPCO de La Habana hablando de la lucha por el socialismo, los intereses del proletariado mundial y la promoción del marxismo y el leninismo, mientras están sentados en un gobierno proimperialista.
Incluso entre las organizaciones que firmaron la segunda declaración, más principista, hay mucha hipocresía. De qué otra manera se puede explicar el hecho de que el Partido Comunista Sudafricano (SACP) -que ha tenido una política etapista durante décadas y ha formado parte del gobierno capitalista del Congreso Nacional Africano (CNA) durante casi 30 años (un gobierno que ordenó a las fuerzas de seguridad abrir fuego contra los mineros en huelga en Marikana, en defensa de los intereses de las multinacionales mineras), ¿se le permite poner su nombre a una resolución que dice que «Es vergonzoso y criminal que los comunistas de todo el mundo vayan detrás de los gobiernos de los países burgueses y trabajen por los intereses de su burguesía nacional»?
Esto habría sido impensable en la Internacional Comunista de Lenin. Hubo muchos debates agudos mientras Lenin vivía, y hubo ocasiones en las que el propio Lenin estaba en minoría. Pero nunca se le ocurrió decir: «bueno, podemos tener una declaración conjunta que evite las cuestiones polémicas, y luego cada fracción puede tener sus propias declaraciones separadas sobre las cuestiones con las que discrepamos». Semejante procedimiento es una burla a la idea misma de una internacional comunista, que debe basarse en principios centralistas democráticos, no en la «unanimidad» y mucho menos en el «consenso».
La virulencia de la ruptura que tuvo lugar en la reunión de La Habana es el resultado de la guerra de Ucrania, que puso sobre la mesa cuestiones cruciales, pero también del método de disimular las diferencias utilizado anteriormente en estas reuniones del EIPCO.
También estuvieron presentes en la reunión varios partidos que no parecen haber firmado ninguna de las dos declaraciones sobre la guerra en Ucrania, como el Partido Comunista de Británico, el Partido Comunista de Francia, el Partido Comunista de España (PCE) y el Partido Comunista de Cuba, entre otros.
La disputa en la reunión de La Habana continuó con una serie de ataques de los partidos participantes entre sí, y declaraciones públicas del PCFR, el PCOR, el KKE, etc. La división revelada en la reunión de La Habana tuvo graves consecuencias para varias de los partidos implicados.
Provocó una escisión en el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR), que afectó especialmente a su ala juvenil y a su frente sindical. El partido quedó reducido a un grupúsculo. La posición social chovinista que adoptó la dirección del PCOR respecto a la guerra de Ucrania, contraria a su afirmación de defender los principios marxistas y leninistas, lo ha destruido completamente. Anteriormente, la dirección podría afirmar que se situaba a la izquierda del PCFR, pero ahora ha adoptado exactamente la misma posición chovinista. La hipocresía y los dobles estándares de la dirección del partido en público y hacia sus propios miembros han quedado finalmente al descubierto.
La división entre los participantes del EIPCO ha llevado ahora a la decisión, tomada por el KKE, de disolver la Iniciativa Comunista Europea, el equivalente europeo del EIPCO, y probablemente llevará a la disolución del propio EIPCO en su próxima reunión en Turquía. Hay que sacar lecciones. Una internacional sólo puede construirse sobre la base de la clarificación política y el acuerdo de principios, no de la diplomacia y los discursos vacíos.
La llamada Plataforma Antiimperialista
La escisión entre los partidos comunistas que salió a la palestra en la reunión de La Habana había sido anticipada por la formación de la llamada Plataforma Mundial Antiimperialista (PMAI), promovida por el Partido de la Democracia Popular de Corea y con la participación de varios de los partidos del EIPCO. La organización de la Plataforma parece contar con muchos recursos, y ha organizado cinco reuniones internacionales en el espacio de un año con todos los gastos pagados (dos en París, una en Seúl, una en Belgrado y una en Caracas).
La línea política de esta Plataforma se expone muy claramente en su «Declaración de París» fundacional. Los puntos principales son: «no hay datos económicos que justifiquen caracterizar a China o Rusia como imperialistas»; «que Rusia, China y la RPDC son el blanco de la agresión imperialista porque representan una seria amenaza para la hegemonía mundial de los imperialistas»; «Debemos desafiar la práctica engañosa y peligrosa de ciertas fuerzas que se autodenominan ‘comunistas’ y ‘socialistas’ que han declarado que la guerra en Ucrania es un conflicto ‘interimperialista’ en el que ambas partes son igualmente agresoras y culpables», y además: «Rusia y China, en particular, son capaces no sólo de defenderse del acoso imperialista, sino también de ayudar a los países en desarrollo pequeños o económicamente débiles a defenderse por sí mismos y liberarse de la colonización imperialista y de la esclavitud de la deuda.» Y como consecuencia de ello, la Plataforma sostiene que el pueblo «debe ser educado» en estas cuestiones y los antiimperialistas deben defender la victoria de Rusia y China: «¡Victoria de las fuerzas de liberación nacional y resistencia antiimperialista!».
Los grupos implicados en esta Plataforma son una extraña amalgama de pequeñas sectas maoístas, organizaciones titoístas, algunas agrupaciones marginales italianas, etc. El PCOR ha jugado típicamente al gato y al ratón con ellos. Aunque ha participado en las reuniones y ha defendido públicamente las ideas principales de la Plataforma, se ha abstenido de firmar la declaración en un intento de cubrirse las espaldas.
Además de algunos partidos que, de una u otra forma, pueden considerarse de izquierdas, en la Plataforma también hay algunas organizaciones abiertamente reaccionarias. Entre ellas está Vanguardia Española, una secta chovinista española, que mezcla el apoyo a la colonización española de América con referencias al marxismo. Esto no es totalmente sorprendente. Una vez que se abandona un punto de vista de clase y se adopta una posición chovinista, todo es posible.
De hecho, uno de los detonantes de la escisión del PCOR fue el paso de su dirección hacia el trabajo conjunto con el grupo de Limonov, el Partido Nacional Bolchevique de Rusia, una organización abiertamente fascista. Mientras tanto, el Partido «Comunista» (Italia) de Marco Rizzo (también parte de la PMAI) tenía una alianza electoral con personas que habían estado vinculadas al partido fascista Forza Nuova, todo en nombre de la «defensa de la soberanía nacional».
También forma parte de la Plataforma el partido gobernante venezolano, el PSUV, que en los últimos años ha llevado a cabo una política contraria a la que condujo a todas las conquistas y avances de la revolución bolivariana bajo Chávez. Su política ha consistido en privatizar fábricas que antes estaban nacionalizadas; arrebatar tierras a los campesinos para devolvérselas a los antiguos terratenientes; encarcelar a activistas sindicales y aplicar un brutal paquete monetarista para hacer pagar a los trabajadores el precio de la crisis capitalista.
Más aún, en los últimos meses, el PSUV ha utilizado el aparato del Estado para lanzar un ataque contra el Partido Comunista de Venezuela (PCV), que ha llegado al punto de que el Tribunal Supremo ha destituido a la dirección electa del PCV y la ha sustituido por una junta ad hoc formada por personas ajenas al partido. Esto se hizo con el fin de hacerse con el control de la tarjeta electoral del partido y quitarsela a su dirección electa.
En términos de tamaño, la llamada PMAI es bastante irrelevante. Pero las posiciones que defiende están más extendidas, en particular la idea de que, de alguna manera, China y Rusia son antiimperialistas y desempeñan un papel progresista en las relaciones mundiales.
¿Son Rusia y China antiimperialistas?
Hemos tratado estas cuestiones en detalle en otro lugar (véase: El imperialismo hoy y el carácter de Rusia y China), pero debería estar claro para todos que ambos países son capitalistas. En Rusia, el capitalismo fue restaurado después de 1991 por la degenerada dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética, una capa burocrática que no se contentó con obtener enormes privilegios de la economía planificada y de propiedad estatal y, en su lugar, quiso convertirse en propietaria privada de los medios de producción. Esto lo consiguieron mediante el saqueo al por mayor de la propiedad estatal en un proceso reaccionario, que condujo a un colapso brutal de los niveles de vida y cultura, haciendo retroceder a la clase obrera décadas.
Tras un periodo en el que la nueva clase dominante capitalista rusa estuvo completamente bajo el dominio del imperialismo occidental (representado por los años de Yeltsin), luego ganó confianza y empezó a hacer valer sus propios intereses, primero en el ámbito regional (Georgia, Ucrania, Cáucaso), y luego, aunque en menor medida, en la arena mundial (Siria, África).
En China, el proceso de restauración capitalista tuvo lugar a lo largo de un prolongado período de tiempo en el que el Partido «Comunista” permaneció firmemente en el poder. Ahora, sin embargo, el estado chino está al servicio de unas relaciones de propiedad completamente diferentes: ya no las de la economía planificada, sino las de una economía capitalista. Al principio, esta transición se produjo permitiendo la entrada de capital extranjero. Pero progresivamente, la clase capitalista china empezó a hacer valer sus propios intereses independientes, bajo la protección del Estado chino. China se ha convertido cada vez más en una potencia imperialista, aunque relativamente débil en comparación con el imperialismo estadounidense. Exporta capital, que invierte en el extranjero para asegurarse fuentes de energía y materias primas, proteger sus rutas comerciales y controlar campos de inversión y mercados para sus exportaciones. En este proceso, ha entrado en conflicto con el imperialismo estadounidense, la potencia mundial dominante. Este es el significado de las tensiones comerciales y militares entre ambos.
Sin embargo, debemos tener sentido de la proporción. El imperialismo estadounidense sigue siendo la potencia dominante en el mundo debido a su peso económico y al control del sistema financiero internacional. Su poderío militar se deriva de su poder económico y de la superior productividad del trabajo que es capaz de alcanzar. Sí, el imperialismo estadounidense está en declive relativo, pero sólo en declive relativo. Sí, China y, en menor medida, Rusia son potencias imperialistas en ascenso, pero siguen siendo mucho más débiles que Estados Unidos.
La tarea de los comunistas no es apoyar a un bloque contra el otro, sino defender los intereses de la clase obrera en todas partes contra los de la clase dominante, principalmente contra nuestra propia clase dominante en nuestro país.
La escisión del Partido Comunista Brasileño
La consecuencia políticamente más interesante del conflicto entre los diferentes partidos comunistas sobre la guerra en Ucrania es la reciente escisión del Partido Comunista Brasileño (PCB), provocada directamente por la participación de su dirección en estas reuniones de la Plataforma Mundial Anti Imperialista, una medida contraria a la política del partido acordada en su último congreso.
Dentro del PCB se creó una oposición de izquierdas contra la política de apoyo a los intereses de la clase dominante capitalista de China y Rusia. El antiguo secretario general del PCB, Ivan Pinheiro, criticó la participación del partido en las reuniones de la PMAI y las declaraciones realizadas en ellas por la dirección del partido. Después de que se le impidiera burocráticamente expresar internamente sus opiniones críticas, decidió publicar un documento en junio.
La dirección del PCB respondió al creciente apoyo a la oposición de izquierda en torno a Pinheiro, especialmente fuerte entre las juventudes del partido, recurriendo a medidas burocráticas y expulsiones. La oposición de izquierda exigió que se convocara el congreso del partido, que debía haberse celebrado hace tiempo, para que todas las diferencias pudieran debatirse democráticamente. Esto era lo último que quería la camarilla dirigente, pues temía convertirse en minoría si se producía un debate democrático en las filas. Las cosas llegaron a un punto crítico a finales de julio, cuando la dirección decidió expulsar a cinco miembros del CC, incluido el propio Pinheiro, por motivos espurios.
En lugar de desmoralizarse, los expulsados montaron una contraofensiva, lanzando un Manifiesto por la Reconstrucción Revolucionaria del PCB. Con el paso de las semanas, un número creciente de organizaciones del partido, locales y regionales, células y organizaciones de la juventud (UJC) declararon su apoyo a la oposición de izquierdas y se pronunciaron a favor de la RR del PCB. Como explica Ivan Pinheiro
«Creo que el estallido de la guerra en Ucrania fue la mecha que encendió esta intensa polarización… nos ha obligado a debatir cuestiones que muchos nos resistíamos a afrontar, como el carácter del Estado chino y la relevancia del imperialismo, la ilusión de clase de la llamada multipolaridad, el papel de los comunistas ante una guerra entre burguesías nacionales que convierten a sus proletariados en carne de cañón y que es inseparable de las disputas interimperialistas.»
El giro a la derecha de la dirección del PCB no se limitó a los asuntos internacionales. Como señaló la oposición de izquierdas a Pinheiro, el giro derechista en asuntos internacionales fue de la mano de una creciente adaptación a la democracia burguesa y al gobierno de Lula, que es de abierta colaboración de clases. El hecho de que el PCB reciba financiación estatal electoral para los partidos políticos ayuda a la burocracia del partido a ganar cierto grado de independencia de las filas del partido, solidificando así sus tendencias reformistas.
Saludamos la lucha emprendida por la oposición de izquierda expulsada del PCB y sus esfuerzos de reconstrucción revolucionaria. Estamos muy de acuerdo con los camaradas en cuestiones clave de política internacional y nacional, y esto sienta las bases para una colaboración fraternal, como colaboramos hace una década cuando Pinheiro era el secretario general del partido. Esa colaboración se extendió a la cuestión de Ucrania y la lucha contra el régimen de Maidan en 2014. Por supuesto, hay diferencias entre nuestras organizaciones -inevitablemente-, pero estamos de acuerdo en una cuestión fundamental: nos mantenemos firmes en el principio de la lucha de clases proletaria, contra cualquier colaboración con la burguesía y cualquier forma de «etapismo», que aplace la revolución socialista a un futuro lejano y distante.
Una rebelión de la juventud: ¡vuelta a Lenin!
La disputa sobre la postura ante la guerra de Ucrania no fue el único elemento de la crisis del PCB. Hay otro elemento, que es común a la crisis de varios otros partidos comunistas de todo el mundo.
En los últimos tiempos, y sobre todo durante la pandemia y el confinamiento, una capa de jóvenes se unió al partido, atraídos por su nombre comunista. Eran capas nuevas y frescas, imbuidas de un espíritu revolucionario, y pronto chocaron con la dirección, incapaz de ofrecerles inspiración o educación política. Algunos de los nuevos jóvenes que reclutaron se hicieron muy populares en distintas plataformas de medios sociales por su defensa de las ideas del comunismo. Su prominencia fue vista como una amenaza para la dirección del partido, por lo que se convirtieron en los primeros afectados por las medidas burocráticas. El uso de medidas administrativas para resolver los debates políticos es una clara señal de una dirección que no confía en sus propias ideas.
Este fenómeno -la afluencia de jóvenes a los partidos comunistas, atraídos por el nombre y los símbolos, su rechazo a las políticas reformistas y al cretinismo parlamentario de la dirección y al uso de medidas burocráticas para reprimirlos- está bastante extendido. El Partido «Comunistade Rizzo en Italia perdió su organización juvenil. El Movimiento Juvenil Connolly (CYM) rompió con el Partido Comunista de Irlanda a principios de 2021, tras una serie de escisiones y conflictos. En España, el PCE acaba de expulsar a toda la dirección de su movimiento juvenil, UJCE, y nombró una dirección ad hoc, después de que los jóvenes desarrollaran una fuerte crítica al reformismo de la dirección del PCE y fueran silenciados en el último congreso del partido. La lista sigue.
En varios de estos casos, los elementos nuevos, jóvenes y radicales han gravitado hacia la figura de Stalin como reacción contra el reformismo de la dirección del partido. Esto es comprensible, pero erróneo.
Un examen superficial de las políticas de Stalin revelaría que representan una ruptura fundamental con Lenin y el leninismo. Mientras que Lenin defendió firmemente una estrategia de no confianza en los liberales burgueses y la necesidad de que la clase obrera tomara el poder, Stalin recuperó la teoría menchevique de las «dos etapas» de alianza con la «burguesía progresista», que condujo al desastre en China, España y otros lugares. Mientras Lenin se opuso a las «instituciones internacionales» como la Sociedad de Naciones, que describió como una «cocina de ladrones», Stalin metió a la URSS en la Sociedad de Naciones en 1934. Lenin abogaba por el internacionalismo proletario, pero Stalin cortejó a las distintas potencias imperialistas, y luego disolvió la Internacional Comunista en mayo de 1943 como gesto de buena voluntad hacia ellas.
Sobre la cuestión de los métodos de la democracia partidaria y el centralismo democrático, tenemos que decir que en muchos casos, estos jóvenes han recibido el impacto de los métodos burocráticos, que son típicos del estalinismo y no tienen nada que ver con la limpia bandera del centralismo democrático leninista. Mientras Lenin vivía, hubo debates enconados en el seno de la Internacional Comunista y del partido ruso sobre muchas cuestiones diferentes: las negociaciones de Brest-Litovsk, la cuestión sindical, la Nueva Política Económica, el Frente Único, la participación en el parlamento y en los sindicatos, etc. Estos debates fortalecieron al partido y a la Internacional, y no lo contrario.
Pedimos a los camaradas que militan en partidos comunistas, y que con razón han pasado a la oposición, que examinen detenidamente estas cuestiones, ya que no tienen un interés meramente histórico. Por el contrario, son extremadamente relevantes para los debates que tienen lugar hoy entre los partidos comunistas sobre el imperialismo, el carácter de Rusia y China, el papel de los BRICS y la idea de un mundo llamado «multipolar».
Por supuesto, algunos dirán: «¡Pero sos trotskistas!» Y lo somos. Defendemos las ideas y tradiciones de Trotski, pero pensamos que no son diferentes de las ideas y tradiciones de Lenin. En todas las cuestiones mencionadas (independencia de la clase obrera, oposición a la colaboración con la burguesía, internacionalismo proletario y una forma de organización centralista democrática) no había diferencias entre Lenin y Trotski después de 1917.
Es cierto que muchos que se autodenominan «trotskistas» han capitulado de hecho ante la clase dominante, y en relación con la guerra de Ucrania han adoptado una posición traicionera proimperialista. Este es el caso, por ejemplo, de la llamada ‘Cuarta Internacional’, cuya consigna escandalosa es «sanciones a Rusia, armas para Ucrania». Están de facto en el mismo bando que el imperialismo de la OTAN, es decir, su propia clase dominante, en esta guerra.
Esto no tiene nada que ver con las ideas genuinas de Trotski y es el resultado de haber abandonado un punto de vista de clase, del mismo modo que aquellos partidos «comunistas» que apoyan a su propia clase dominante imperialista no tienen nada que ver con Lenin ni con el leninismo, independientemente de cómo pretendan definirse. Estamos firmemente convencidos de que en todas estas cuestiones, cruciales para los comunistas de hoy, es necesario romper con el reformismo, el chovinismo y adoptar un punto de vista de clase principista. Es decir, es necesario volver a Lenin. De este modo, se pueden sentar las bases para la reconstrucción de una auténtica y revolucionaria internacional comunista que sólo puede crearse mediante la lucha política y no mediante combinaciones diplomáticas.
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