El pasado 20 de febrero un auténtico terremoto sacudió Portugal. Por primera vez desde la revolución de los claveles de 1974 las organizaciones de izquierda se alzaron con un triunfo histórico, alcanzando casi el 60% de los votos. No es posible encontrar precedentes en la historia reciente de Europa de un triunfo semejante. Ni en Francia en 1981, ni en el Estado Español en 1982, los organizaciones socialistas y comunistas habían obtenido resultados tan contundentes.
Elecciones legislativas en Portugal
El pasado 20 de febrero un auténtico terremoto sacudió Portugal. Por primera vez desde la revolución de los claveles de 1974 las organizaciones de izquierda se alzaron con un triunfo histórico, alcanzando casi el 60% de los votos. No es posible encontrar precedentes en la historia reciente de Europa de un triunfo semejante. Ni en Francia en 1981, ni en el Estado Español en 1982, los organizaciones socialistas y comunistas habían obtenido resultados tan contundentes. El vuelco político portugués forma parte del giro a la izquierda que se está desarrollando en Europa, mostrando el fracaso de las políticas capitalistas de recorte de gastos sociales y ataques a los derechos conquistados por la clase obrera en los decenios anteriores. Pero sobre todo muestra las condiciones tan favorables para el desarrollo de una alternativa marxista de masas basada en un programa de clase y socialista.
Es sorprendente el escaso eco que estas elecciones han tenido en la prensa burguesa. Si atendemos a las crónicas de los principales diarios españoles durante la campaña electoral, era imposible hacerse una idea real de lo que verdaderamente estaba sucediendo. El diario El País informó reiteradamente de la crisis de los partidos incluyendo en esa afirmación, obviamente, a la izquierda. En las crónicas de su corresponsal se pintaba un panorama de apatía, decepción y abstencionismo, describiendo una atmósfera de pasotismo y abandono que nada ha tenido que ver con lo ocurrido. Está claro que las agencias de desinformación capitalista hacen todo lo que pueden por ocultar la realidad de la lucha de clases. Y es muy sintomático que a pesar de estar tan cerca geográficamente, los medios de comunicación españoles crean un circulo de silencio en torno a las luchas de los trabajadores portugueses o marroquíes. En definitiva no conviene que la clase obrera conozca la verdad de lo que ocurre y se inspire en la lucha de sus hermanos de clase.
Los resultados electorales del 20 de febrero reflejan el odio, la rabia y la oposición acumulada durante años contra los gobiernos de derecha. La derrota sin paliativos del PSD (Partido Social Demócrata) y sus coaligados del CDS-PP (Centro Democrático Social Partido Popular) marca la auténtica actitud de los trabajadores portugueses. Lejos de aceptar los consejos del voto en blanco que algunos honestos intelectuales de izquierdas propusieron como método para regenerar la vida pública portuguesa, los trabajadores y la juventud ha optado por el camino correcto: participar políticamente derrotando a las fuerzas de la reacción.
El Partido Socialista (PS) liderado por José Sócrates ha conseguido 2.575.000 votos, el 45,1% y 120 escaños, cuatro más de los necesarios para la mayoría absoluta en el Parlamento. Estos resultados suponen 25 diputados y medio millón de votos más que en 2002. El PSD de Santana Lópes sufre una derrota escandalosa con una pérdida cercana a los 400.000 votos pasando de 102 a 72 diputados, y en términos porcentuales del 40,15% alcanzado en 2002, al 28,7%. Esto supone una perdida de 30 diputados con respecto a los comicios anteriores. El otro partido de la derecha y socio del PSD, el CDS-PP, obtiene el 7,26% y 414.855 votos cuando en 2002 obtuvo un 8,75% y 475.436 votos. Pierde dos diputados, pasando de 14 a 12 escaños.
Con todo, no es sólo la derrota histórica de la derecha y la mayoría absoluta del PS lo único sobresaliente de estos resultados electorales. Se destaca también el ascenso del Partido Comunista Portugués (PCP) y del Bloco dEsquerda (BE). El PCP gana casi un punto porcentual y llega al 7,57%, lo que significa 432.139 votos frente a los 378.629 de 2002 pasando de doce a catorce escaños, convirtiéndose así en la tercera fuerza política del parlamento. El PCP gana un diputado más por el distrito de Lisboa y añade otro en el de Oporto.
Por su parte el BE, integrado por diferentes grupos provenientes de la izquierda del PCP, experimentan una suba porcentual de casi cuatro puntos hasta alcanzar el 6,38% y pasan de tres a cinco diputados. En votos la suba del BE es muy notable pues dobla los obtenidos en 2002: pasa de 149.533 votos a 364.296. Ambos partidos suman 800.000 votos, 250.000 más que en 2002. Para hacerse una idea más grafica del vuelco histórico, la derecha pasa de tener en el parlamento 116 escaños a 84, mientras la izquierda pasa de 110 a 142.
En cuanto a la participación, ha sido más alta que en anteriores consultas alcanzando el 65%, frente al 62% de 2002, y frenando la tendencia abstencionista en las zonas más obreras del país.
Crisis económica y vuelco a la izquierda
Portugal entró en recesión a finales del año 2002. Todas las recetas económicas de los gobiernos de Durao Barroso y Santana Lopes (PDS) en estos dos últimos años no han logrado sacar al país de la crisis pero si han supuesto un engorde de los beneficios empresariales a costa del recorte de los gastos sociales, de la contención salarial y de la pérdida de derechos de la clase obrera. La reacción en el gobierno ha basado su programa en varios pilares: las rebajas fiscales para los empresarios, con un recorte del impuesto de sociedades del 30% al 25% (con la pretendida ilusión de favorecer la inversión productiva y la generación de empleo); los topes salariales para los empleados públicos y la privatización del Servicio Nacional de Salud (con el fin de recortar el déficit presupuestario, objetivo también incumplido); el incremento del IVA del 17% al 19%; el cierre de más de 40 empresas y servicios públicos; y, especialmente, la contrarreforma laboral con la introducción de la nueva ley del Código del Trabajo que provocó finalmente la convocatoria a huelga general por parte de la CGTP (Confederación General de Trabajadores de Portugal) el 10 de diciembre de 2002.
La situación económica es un auténtico calvario para miles de familias portuguesas: la tasa de desempleo se ha incrementado del 4,2% en 2001 al 7,1% en 2004, al tiempo que según datos de entidades independientes el 20% de los más de 10 millones de habitantes de Portugal continúan viviendo en condiciones precarias y 200.000 de ellos pasan hambre. Portugal se encuentra a la cola de Europa en renta per capita, salario mínimo y gastos sanitarios y educativos. Una gran parte de las conquistas sociales alcanzadas en los años posteriores a la revolución se han suprimido, no sólo por la acción de los gobiernos de la derecha, también por las políticas capitalistas aplicadas por los diferentes gobiernos del PS.
José Sócrates ha anunciado una política económica basada en la lucha contra la corrupción, la contención del gasto y en inversiones en I+D. Es decir, una continuidad en las políticas capitalistas que mostrarán de nuevo su fracaso para resolver los acuciantes problemas de la mayoría de la población. En el marco del débil capitalismo portugués, cualquier reforma en beneficio de los trabajadores y sus familias choca frontalmente con los intereses de los grandes empresarios y del capital imperialista. En una época de crisis económica y lucha despiadada por los mercados, la formula de bajos salarios ya no es tan atractiva para la llegada de capitales foráneos. La ampliación al este europeo de la UE ha supuesto para muchas multinacionales un terreno más atractivo para la inversión, disponiendo de mano de obra calificada a bajo costo y con rutas de transporte y comercialización muy favorables. Además, al igual de lo que ocurre con el Estado Español, una cantidad significativa de los fondos de cohesión y de desarrollo regional provenientes de Bruselas dejaran de afluir a Portugal. Continuar con en ese modelo de bajos salarios, choca con la actitud de la clase obrera portuguesa, harta de tantos sacrificios y recortes sociales. Una clase obrera además con fuertes tradiciones revolucionarias que ha vuelto a dar una oportunidad a la izquierda reformista para resolver la situación.
El margen de maniobra del nuevo gobierno del PS, como en el caso de Zapatero, poco tiene que ver con el de anteriores gobiernos socialistas. La clase obrera está muy escarmentada de la política socialdemócrata de contrarreformas. Ha dado un nuevo voto en la perspectiva de resolver sus problemas y todo apunta a que el gobierno de José Sócrates elegirá una senda ya fracasada. En este contexto las oportunidades para el PCP serán excepcionales.
El Partido Comunista Portugués tiene una gran responsabilidad no sólo porque un sector considerable de la clase obrera y la juventud portuguesa ha depositado su confianza en él, mostrando como se está desarrollando la conciencia clasista y la necesidad de una salida auténticamente socialista a la crisis. También porque en los próximos meses y años tendrá la oportunidad de agrupar a decenas de miles de trabajadores desengañados con las políticas socialdemócratas si es capaz de levantar un programa de lucha y ruptura con el capitalismo. Las lecciones de estos resultados son asimismo evidentes para la izquierda española y más concretamente para Izquierda Unida. A pesar de toda la distorsión que suponen las leyes electorales de la democracia burguesa, es posible obtener resultados electorales dignos con una política más diferenciada de la socialdemocracia y basada en una defensa intransigente de los derechos de los trabajadores.
No obstante la disyuntiva para el PCP es similar a la que se plantea para la izquierda no socialdemócrata del conjunto de Europa: sólo con un programa revolucionario, con un trabajo serio en el movimiento sindical, en los barrios y en los centros de estudio defendiendo una alternativa de clase y socialista se puede modificar la correlación de fuerzas. El incremento notable del apoyo al BE (que se queda a tan sólo 68.000 votos del PCP), aunque proviene fundamentalmente de la juventud de las ciudades, de franjas de las capas medias que han girado a la izquierda y, en menor medida, de los trabajadores, muestra que hay sectores que desconfían y son muy críticos con la política del PCP, una política que en ocasiones clave no se ha movido en dirección al socialismo sino a la de la colaboración de clases.
Un hecho es evidente: Portugal entra en una época de grandes convulsiones sociales. Es fácil predecir movilizaciones de la clase obrera exigiendo un cambio de rumbo en la política económica y social, como las elecciones han puesto de manifiesto. Por eso se hace necesario reagrupar a la vanguardia obrera y de la juventud con un programa genuinamente marxista, y las posibilidades para hacerlo en el seno del PCP y en el conjunto de la izquierda son hoy mucho más favorables.