La casa de Coyoacán

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Recientemente visité México invitado por Esteban Volkov, nieto de Trotsky, para participar en el rodaje de un documental sobre la vida y la muerte del gran revolucionario ruso. El documental, hecho por el director argentino-mejicano, Adolfo Videla, fue filmado en la casa de Coyoacán donde Trotsky vivió los últimos años de su vida, junto con su fiel compañera y camarada, Natalia Sedova. El documental ha utilizado importantes documentos e incluye valiosas contribuciones de personas como el historiadortrotskista Pierre Broué. Está previsto que el documental se proyecte en la televisión mexicana en el próximo otoño.

Reflejos de los últimos años de Trotsky

Recientemente visité México invitado por Esteban Volkov, nieto de Trotsky, para participar en el rodaje de un documental sobre la vida y la muerte del gran revolucionario ruso. El documental, hecho por el director argentino-mejicano, Adolfo Videla, fue filmado en la casa de Coyoacán donde Trotsky vivió los últimos años de su vida, junto con su fiel compañera y camarada, Natalia Sedova. El documental ha utilizado importantes documentos e incluye valiosas contribuciones de personas como el historiador trotskista Pierre Broué. Está previsto que el documental se proyecte en la televisión mexicana en el próximo otoño.
La historia de los últimos días de Trotsky, su exilio y asesinato, ha sido contada ya muchas veces, normalmente de una forma trivial. La última vez fue la reciente película sobre Frida Kahlo. Esteban Volkov, que conoció bien a Frida, considera la película como una falsificación histórica de Hollywood. “Frida no se parecía en nada a como se muestra en la película (…) En realidad, era una persona manipuladora que veía a las personas que la rodeaban como instrumentos para sus intrigas. Era como si el mundo fuese un enorme teatro en donde pudiese dirigir la acción, siendo las personas meros títeres, y siempre reservándose el papel principal para ella. Era una especialista en provocar escándalos que llamasen la atención”.
A aquellas personas que no tienen vida propia les encanta leer las llamadas “historias privadas” sobre personajes importantes. Éstas forman un subgénero literario que es típico de un cierto tipo de periódicos. De este tipo de lecturas la gente puede derivar hacia un tipo de placer puramente sensacionalista. Para ellos, la historia comienza y termina ahí mismo. En realidad, estas cosas no tienen nada que ver con la historia. Pertenecen al mundo de las anécdotas, accidentes y ficción barata. Hegel ya criticó esta forma de “historia psicológica”:
“Estos psicólogos tienden particularmente a concentrarse en las particularidades de grandes personajes históricos, examinando su vida privada. Todo hombre necesita comer y beber, necesita mantener relaciones con amigos, tiene impulsos y brotes de ira. ‘Para su ayuda de cámara ningún hombre es un héroe’, dice un conocido refrán francés, al cual yo le añadiría (también Goethe insistió en ello): no porque no sea un héroe, sino porque el ayuda de cámara se encuentra en una posición inferior. Le quita sus botas, le asiste en su lecho, sabe que prefiere el champagne, etc., Si se evaluase la vida de los personajes históricos importantes a partir de las historias privadas de sus ayudas de cámara, entonces serían historias muy pobres”. (Hegel, La filosofía de Historia, p.32)
En otra parte Hegel escribe lo siguiente de este tipo de aproximaciones a la historia: “apenas percibe una fugaz vista de un mundo enorme a través de una miserable ranura.”(Ibíd., 4.) ¿Qué tienen que ver estas cosas con la violenta tragedia de León Trotsky, que es a su vez un reflejo del trágico destino de la Revolución Rusa? Al lado de los importantes acontecimientos de la época, las aventuras amorosas de dos individuos, aunque sean de un gran revolucionario ruso y una artista mexicana, son meras trivialidades. En una época de mano de hierro, en donde miles de personas eran asesinadas y la voluntad de hombres y mujeres era doblegada por la tortura de la GPU que utilizaba los métodos de la Inquisición española, a aquellos que están más interesados en las debilidades de los individuos sólo se les puede responder con un encogimiento de hombros.
Trivializar de esa manera la historia de esa época resulta tan ofensivo como estúpido. Eran años en donde la clase obrera estaba luchando contra la marea negra del fascismo, cuando se estaba enterrando a la Revolución Rusa con una pila de cadáveres. Y en el centro de este remolino estaba el hombre que junto a Lenin dirigió la Revolución de Octubre: León Trotsky. El objetivo de este documento es rescatar la verdad, es decir al verdadero León Trotsky, de las manos de los falsificadores y de aquellos que quieren trivializar su figura.

Estalinismo y bolchevismo

Después de la muerte de Lenin en 1924, Trotsky y la Oposición de Izquierda llevaron a cabo una valiente lucha para salvar la revolución de la degeneración burocrática. Esta lucha titánica era, en última instancia, un reflejo de la lucha de clases. No fue un debate político cortés, como algunos se imaginan, sino una lucha a muerte en donde perdieron la vida millones de personas, entre ellas la flor y la nata del movimiento revolucionario ruso. Este hecho suele ser omitido por aquellos cínicos profesionales que ahora escriben voluminosos tomos intentando “demostrar” que no había ninguna diferencia entre el bolchevismo y el estalinismo, y que si Trotsky hubiera ganado habría actuado de la misma forma que Stalin.
La respuesta a estas calumnias es muy sencilla. Si estalinismo y bolchevismo son la misma cosa, por qué Stalin, con el fin de consolidar el régimen burocrático-totalitario, ordenó asesinar a todos los viejos bolcheviques. El régimen establecido después de la Revolución de Octubre no tenía nada en común con el monstruoso estado policial de Stalin y sus herederos. Era un régimen de democracia obrera, el régimen más democrático jamás visto en la historia desde el punto de vista de la clase obrera. Este régimen fue destruido por Stalin y la casta burocrática en la que se basó. Esto incluyó la eliminación física del partido de Lenin, que era una barrera en el camino de Stalin. El último acto de este drama fue el asesinato en México de León Trotsky en agosto de 1940.
La decisión de asesinar a Trotsky se tomó en secreto con bastante tiempo de antelación. Ya en los años veinte Zinoviev y Kámenev le avisaron a Trotsky. Le dijeron lo siguiente: “Crees que Stalin va a luchar contigo en el terreno de las ideas, Stalin utiliza otras armas. Te atacará en la cabeza”. Pero en 1927, cuando Trotsky fue expulsado del Partido Comunista, todavía el dominio de la burocracia no estaba consolidado. Era demasiado pronto para asesinar a una persona que junto con Lenin, y mucha gente lo sabía, había sido el principal arquitecto de la Revolución de Octubre y el fundador del Ejército Rojo. Stalin tuvo que contentarse con exiliar a Trotsky a Turquía.
Stalin no consiguió silenciar a su enemigo con estos métodos. Desde el exilio, primero en Turquía y después en Francia, Trotsky continuó con la tarea de defender las ideas de Lenin y de la Revolución de Octubre contra los usurpadores estalinistas. Organizó la Oposición de Izquierda Internacional apelando a la base de los partidos comunistas para que éstos volvieran a los principios e ideas del bolchevismo-leninismo.
Trotsky no podía contar con la ayuda de ningún gobierno burgués. Lo odiaban y le temían por ser un revolucionario y un bolchevique comprometido. Incluso una de las llamadas democracias burguesas cerró las puertas en la cara al gran revolucionario ruso. Gran Bretaña, que en el pasado había proporcionado asilo a Marx y a Lenin, lo rechazó. El poeta surrealista francés Andre Breton, que en aquel momento simpatizaba con Trotsky, hablaba del “planeta sin visado”.

Una guerra civil unilateral

Mientras Stalin se preparaba para su terrible venganza contra los líderes del partido de Lenin. La consolidación del régimen totalitario y burocrático en la URSS requería destruir todas las tradiciones democráticas e igualitarias de Octubre, y Stalin no quería ningún recuerdo o testigo del pasado. La victoria de la contrarrevolución política de Stalin se completó mediante el exterminio físico de los viejos bolcheviques. Esto lo consiguió mediante las Purgas, caracterizadas por Trotsky como una guerra civil unilateral contra el Partido Bolchevique. Entre 1937 y 1938 fueron arrestadas por orden de Stalin entre 5 y 5,5 millones de personas. De éstas, por lo menos un tercio fueron asesinadas y otra gran parte pereció en los campos de concentración. Con relación a esto Trotsky escribió lo siguiente:
“Stalin ha destruido por completo a toda la vieja guardia bolchevique, todos los colaboradores y asistentes de Lenin, todos los luchadores de la Revolución de Octubre, todos los héroes de la guerra civil. Pasará a la historia con el despreciable nombre de Caín”.
Pero Stalin no estaba satisfecho. Sabía que su enemigo más peligroso se había escapado y estaba trabajando en el reagrupamiento de todos los comunistas que permanecían leales a los principios del leninismo. En realidad, la figura central de las purgas fue Trotsky, que era repetidamente acusado de dirigir la oposición, ¡en colaboración con Hitler y el Mikado! Se inventaron las más grotescas acusaciones para desacreditar a Trotsky y a sus colaboradores “contrarrevolucionarios”. Todo esto tenían la intención de preparar el terreno para el futuro asesinato de Trotsky. A principios de 1935 el agente soviético Mikhail Shpigelglas recibio órdenes verbales de Yagoda, que a su vez las recibía directamente de Stalin, para “acelerar la eliminación de Trotsky”. Shpigelglas movilizó a la agencia entera en Francia, incluyendo a un comunista polaco llamado Ignace Reiss, que había trabajado para la GPU desde 1925. Pero Reiss no era un típico mercenario de la GPU. Era un comunista genuino que estaba harto de los crímenes de Stalin.
Haciendo gala de gran coraje, Ignace Reiss se posicionó a favor de Trotsky y escribió una carta al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética: “He venido hasta aquí con ustedes, pero no daré un paso más (…) Permanecer en silencio equivale a ser cómplice de Stalin y un traidor a la causa de la clase obrera y del socialismo”. Devolvió su Orden de la Bandera Roja que había recibido por ser un “luchador heroico del comunismo” y comentó que “llevar la insignia cuando los ejecutores de los mejores elementos de la clase obrera también la llevan está por debajo de mi dignidad personal”. Seis semanas más tarde, el 4 de septiembre, se encontró el cuerpo asesinado de Reiss.
Trotsky fue advertido de los planes de Stalin por Ignace Reiss antes de su asesinato, por lo que Trotsky abandonó apresuradamente Francia antes de que lo pudieran asesinar. Se fue a Noruega, pero lo persiguieron los agentes de Stalin. En ese momento los juicios de Moscú estaban en su punto culminante y los estalinistas exigían que Trotsky fuera entregado a las autoridades soviéticas. Consciente de la hipocresía y cobardía de los dirigentes pequeño burgueses de la socialdemocracia escandinava, Trotsky temía ser entregado ante el chantaje de Stalin. En una conversación con uno de estos dirigentes le preguntaron a Trotsky si pensaba que ellos estarían dispuestos a venderle, ante lo cual Trotsky respondió de forma muy diplomática: “No, pero Stalin seguro que me quiere comprar”.
La cuestión del asilo político adquirió una importancia enorme. Al final, sólo México estaba dispuesto a darle la bienvenida. Octavio Fernández, el veterano trotskista mexicano, que desafortunadamente murió poco después de rodar este documental, fue el responsable de organizar el asilo para Trotsky. Recuerda las circunstancias:
“El Viejo corría peligro de ser entregado a la GPU (la policía secreta de Stalin) por las autoridades noruegas. Hubo muchos intentos de obtener un visado por todo el mundo, pero en ningún sitio lo conseguimos. Por el contrario, había amenazas de grupos fascistas, que apoyaban a Stalin ante la posibilidad de extraditar a Trotsky de Noruega”.

Trotsky en México

Finalmente, con la ayuda del famoso pintor y comunista mexicano Diego Rivera, consiguieron persuadir al gobierno de Lázaro Cárdenas para que concediese asilo a Trotsky. Octavio Fernández lo recuerda en el documental:
“Fuimos recibidos por Cárdenas, y nos dijo que como la vida de Trotsky estaba en peligro el gobierno le daría asilo. Para nosotros eran noticias maravillosas ya que habíamos conseguido salvar a Trotsky de las garras de Stalin. Los periódicos publicaron las noticias del acuerdo con Cárdenas”.
“Trotsky no sabía nada del acuerdo. Más tarde supimos que el Viejo pensaba que todo formaba parte de un plan para asesinarlo, ya que le habían dicho que viajaría en un petrolero: el Ruth. Pensaba que habían planeado el hundimiento del barco para terminar con él. Aún así, embarcaron en el Ruth y llegó a Tampico junto con Natalia, que pensaba que había llegado al paraíso, a un país de otro mundo.
Sin embargo, la última fase del exilio de Trotsky fue cualquier cosa menos un paraíso. Al llegar, fueron recibidos con un majestuosa ceremonia y fueron llevados a la capital en el tren del presidente: el Hidalgo. Cárdenas era un nacionalista burgués radical, que defendía ferozmente la independencia nacional de México y se enfrentó con gran coraje al imperialismo estadounidense. Por supuesto, no era un socialista, aunque generalmente defendía un programa progresista dentro de los límites del capitalismo. En 1938 llevó a cabo la nacionalización de la industria petrolera en un claro desafío a Estados Unidos y sus grandes compañías petroleras.
En octubre de 1939 la vida solitaria de Trotsky se alegró con la llegada de su nieto, Sieva, que tenía trece años. Después de perder a sus dos hijos, él y Natalia rebosaban de alegría cuando dieron la bienvenida a Sieva (Esteban Volkov), que había perdido a su madre, su padre y su abuela (todos victimas del baño de sangre que ordenó Stalin). Su hermana menor, de quien había sido separado desde una edad muy temprana, desapareció en el sistema de gulags. Esteban pensaba que también había muerto. Pero se volvieron a ver en unas condiciones muy trágicas. Ella estaba viva pero muriéndose de cáncer. Trágicamente no se podían comunicar debido a que Esteban había olvidado el idioma ruso y ella no hablaba español ni inglés. Murió poco después.
Siempre ha sido interesante hablar con gente que ha vivido importantes episodios históricos y conocen a los protagonistas personalmente. Esteban Volkov recuerda que Lázaro Cárdenas trataba con gran generosidad y cariño la familia de Trotsky. Lázaro, dice él, era básicamente una persona a la cual le gustaba mezclarse con su gente, dormir en las tiendas de los indios, hablar con ellos de sus problemas. De niño, Esteban solía jugar con el hijo del presidente, Cuhatemoc Cárdenas, ahora líder del PRD. Lázaro se puso furioso al conocer el asesinato de Trotsky y acusó a los estalinistas mexicanos de traicionar a la patria.
Según dice Esteban después de la muerte de Trotsky siguió tratando a su familia con consideración y cariño. Me enseño viejas fotos suyas de niño cuando iba de picnic junto con Lázaro y el joven Cuhatemoc. “Pero en una ocasión tuve una desagradable sorpresa cuando salí de su casa. Mientras él salía vio entrar a Lombardo Toledano”. Este viejo estalinista del bloque duro se había opuesto a la petición de asilo por parte de Trotsky y entonces presionaba a Cárdenas para que expulsara al “jefe de la vanguardia contrarrevolucionaria”. Después participó activamente en la preparación del asesinato de Trotsky, lanzando una serie de ataques difamatorios en su periódico El Popular. Trotsky comentaba lo siguiente: “La gente sólo escribe así cuando está preparada para cambiar el bolígrafo por la ametralladora”.
Estas palabras demostraron ser proféticas. Trotsky sabía que estaba viviendo en tiempo prestado. Stalin había decidido que tenía que morir y no escatimaría esfuerzos para llevar a cabo su plan. Uno de los factores que aceleraron su muerte fue que Trotsky estaba trabajando en la biografía de Stalin. Según Dimitri Volkogonov todas las mañanas Stalin tenía ante su mesa del Kremlin los últimos artículos de Trotsky, en muchas ocasiones antes de que salieran publicados. En marzo de 1938, en medio de los juicios de Moscú, en una carta al editor del Boletín de la Oposición, Trotsky escribió lo siguiente:
“Estoy dedicándome a escribir un libro sobre Stalin y quiero terminarlo en los próximos 18 meses. Todo mi tiempo, por lo menos en los próximos meses, estará dedicado a este trabajo. (…) Necesitaré tu ayuda para el libro de Stalin. Mañana te enviaré una lista de los libros que tengo sobre Stalin. Te puedo decir ahora que no tengo el libro de Barbusse. No se si hay alguna carpeta especial sobre Stalin en el archivo de Lev”.
Volkogonov señala: “No es muy difícil imaginar el efecto que tuvo en Stalin cuando vio esta carta sobre su mesa. En 18 meses se iba a publicar un libro sobre él y escrito por su enemigo mejor informado. No podía consentirlo. Fue precisamente en ese momento, durante los últimos meses de 1938, cuando Stalin dio órdenes verbales para liquidar a Trotsky. (Volkogonov, Trotsky, p. 197.)
Shpigelglas, el agente encargado del asesinato de Trotsky, fue arrestado, condenado y fusilado. La razón era muy simple como confirmó su sucesor, el oficial de la NKVD Pavel Sudoplatov: “No llevó a cabo la misión de matar a Trotsky. Por lo que no podía ser perdonado”. (Ibíd., p. 443.). Sudoplatov fue puesto a cargo del departamento encargado de asesinar a Trotsky. Recibía las órdenes desde arriba, es decir, del propio Stalin al cual tenía que informar de sus progresos. En 1989, en una carta al Procurador General de la URSS, Sudoplatov escribió:
“Durante los treinta años o más que trabajé para la agencia, todas las operaciones a las cuales estaba designado, no por Beria, sino que lo estaba por el Comité Central del Partido (…) Todos mis informes sobre operaciones especiales se podían encontrar en el Departamento General del Comité Central y uno de esos informes esta escrito a mano.” (Ibíd.pp 440-1). Ese informe escrito a mano trataba sobre el asesinato de León Trotsky.

El asesinato

En la noche del 24 de mayo de 1940 una banda de estalinistas mexicanos dirigidos por el pintor David Alfaro Siqueiros irrumpió en la casa en medio de la noche y dispararon con ametralladoras a las habitaciones. El mismo Trotsky describió el ataque:
“Estaba durmiendo pues había tomado una pastilla contra el insomnio después de un día duro de trabajo. Me despertó el sonido de las balas, pero debido a que mi mente estaba confusa, imaginé que estaban lanzando cohetes con motivo de la celebración de una fiesta nacional. Pero las explosiones sonaban demasiado cerca. Estaban dentro de mi habitación, muy cerca, cercanos a mi cabeza. El olor a pólvora era especialmente penetrante. Era obvio que algo que siempre habíamos estado esperando estaba ocurriendo en ese mismo momento: nos estaban atacando. ¿Pero donde estaban los policías que protegían la entrada? ¿Y los guardias de dentro de la casa? ¿Atados? ¿Secuestrados? ¿Muertos? Mi mujer había saltado de la cama. La ráfaga de balas continuó. Mi mujer me dijo después que me había empujado al suelo para que me metiese en el espacio entre la pared y la cama. Era perfecto. Se puso encima mío a la largo de la pared, con la intención de protegerme con su cuerpo. Susurrándole y gesticulando la convencí para que se tumbase en el suelo. Las balas estaban impactando en todos los sitios. Era difícil saber de donde venían. Trozos de cristales de las ventanas y yeso de las paredes volaban en todas direcciones. Un poco después me di cuenta de que me habían hecho dos heridas en la pierna.
Cuando cesaron los disparos oí la voz de mi nieto del cuarto de al lado: “¡Abuelo!” La voz del niño en la oscuridad en medio de todos los disparos permanece como el recuerdo más trágico de esa noche”.
Esteban Volkov recuerda que se despertó por el sonido de los disparos que venían de diferentes direcciones. “Estaba bien planeado, como una maniobra militar”. Pero cometieron un error: No encendieron las luces. Puede que no quisieran ver las caras de sus víctimas. Por la razón que fuese, dispararon en la absoluta oscuridad. Si hubiera habido luz no habrían fallado en sus objetivos. Luego los disparos cesaron y oí una voz al otro lado de la puerta. Escuché la palabra “bombas” y comprendí que iban a lanzar bombas dentro de la habitación para terminar con su misión. Conseguí escapar corriendo al cuarto de al lado y luego lanzaron las bombas incendiarias”.
Después del ataque, uno de los guardias, un joven americano llamado Robert Sheldon Harte, desapareció. Posteriormente la policía encontró su cuerpo. Harte estaba de servicio esa noche y había abierto la verja a los asesinos. La policía creía que era un agente al servicio de Stalin, pero Trotsky, que siempre había sido leal a sus camaradas, se negaba a creerlo. Esteban está ahora convencido de que a Harte lo había comprado la GPU. Hay varios hechos circunstanciales que apuntan en esa dirección, incluyendo el hecho de que se lo había visto con grandes sumas de dinero. Si esto es cierto, pagó un alto precio por su traición. Esteban piensa que Siqueiros y los otros lo utilizaron como chivo expiatorio ante su fracaso en matar a Trotsky.
Pese al enorme peligro que pesaba sobre él, Trotsky continuó trabajando con normalidad, incluso hacía excursiones en busca de cactus, conduciendo veinte o treinta kilómetros hasta las montañas o las praderas. Rechazó tener que vivir como un animal encarcelado. Sabía que tarde o temprano su vida estaba perdida, que finalmente Stalin podría decir que había acabado con su víctima más importante. El tiempo restante debía utilizarlo para escribir y educar a los jóvenes cuadros de la nueva generación de bolcheviques-leninistas.
Desconociéndolo Trotsky, Stalin había conseguido infiltrar a uno de sus agentes en el corazón de su organización internacional en París, que sabía todo sobre lo que estaba ocurriendo. Mark Zborowski, que estaba representando los intereses de Trotsky en París después del asesinato de León Sedov, era un agente de la GPU. Había otros más, como Silvia Franklin, la secretaria personal de James Cannon, líder del SWP americano. Por último, aunque no por ello menos importante, estaba Ramón Mercader (“Jacson”), consiguió infiltrarse en la propia casa de Trotsky estableciendo una relación con Silvia Agelov, la hermana de una de las secretarias de Trotsky.
Esteban Volkov recuerda muy bien a Ramón Mercader. Era un agente muy bien entrenado que pasaba fácilmente desapercibido y nunca intentaba hacer el más mínimo acercamiento a Trotsky que pudiese levantar sospechas. En cambio se concentró en establecer buenas relaciones con los guardias. “Iba siempre bien vestido, tenía dinero y un buen coche” recuerda Esteban, “y estaba siempre haciendo favores. Invitaba a los guardias a restaurantes y les prestaba el coche para que Trotsky saliese de excursión. Era siempre muy diplomático, con lo que siempre consiguió evitar cualquier sospecha.”
La historia del asesinato se ha contado ya muchas veces y no hay ninguna necesidad de repetirla aquí. Demostró que las medidas de seguridad para proteger a Trotsky tenían graves carencias. En el momento de la verdad dejaron a solas a Lev Davidovich junto con un extraño, al cual, increíblemente, los guardias habían dejado entrar con un abrigo largo, en donde llevaba escondidos un piolet, una daga larga y una pistola. Los guardias no llegaron ni a “cachearlo” antes de dejarlo pasar al estudio de Trotsky. Una precaución tan elemental que por sí sola hubiera valido para hacer abortar la misión. Pero aquellos que supuestamente debían defender a Trotsky no tomaron las precauciones elementales.
Ted Grant me contó que cuando llegaron las noticias del asesinato de Trotsky, los camaradas de Gran Bretaña se quedaron horrorizados. Les sorprendió mucho que el SWP americano hubiera permitido que ocurriese tal cosa en esas circunstancias. Más tarde Healy intentó “probar” que el líder del SWP Joseph Hansen también era un agente de la GPU. Ted nunca aceptó eso, considerándolo nada más que otra maliciosa intriga por parte de Healy contra sus rivales políticos, pero por otra parte consideraba culpables a los líderes del SWP por haber cometido una grave irresponsabilidad.
Pongo estas palabras por Esteban Volkov que siempre ha tenido muchos recuerdos personales sobre los guardias estadounidenses. Pensó por un momento y dijo: “Sí, es verdad, eran realmente unos aficionados” pero luego añadió pensativo “Pero sabés, no había manera de escapar. Mi abuelo sabía muy bien que un solo hombre no podía derrotar el enorme aparato de la URSS. Tarde o temprano lo iban a matar. Si Jacson hubiera fallado, habrían lanzado una bomba sobre nosotros y ahora no estaría aquí hablando contigo”.
El día del asesinato Esteban volvía del colegio cuando vio a una muchedumbre delante de su casa. Entró y vio la situación: Jacson estaba en un estado lamentable, lloriqueando como un cobarde, mientras Natalia intentaba consolar a su marido. Sorprendentemente, pese a la gravedad de sus heridas, Trotsky usó sus últimas fuerzas en insultar y forcejear con su atacante, que no pudo escapar como estaba planeado. Natalia recuerda que gritó: “Me han obligado a hacerlo, tienen a mi madre”. Pero nunca volvió a decir eso, tenía instrucciones de mantener el mito de que era un seguidor desilusionado con Trotsky.
Cuando Trotsky se dio cuenta de que el niño estaba en la sala ordenó que se lo llevasen: “Sólo le interesaba protegerme” dice Esteban.
Cuando Stalin mató a Trotsky sabía muy bien lo que hacía. Las jóvenes fuerzas de la IV Internacional eran aún débiles e inmaduras. La muerte del Viejo privó a la Cuarta Internacional de su figura más inspiradora y de su líder teórico. Sin su guía, los líderes de la Cuarta estaban perdidos. Al final, la Cuarta Internacional estaba muerta.

El verdadero monumento de Trotsky

La principal razón del hundimiento la Cuarta se encuentra en las difíciles condiciones que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, que cortaron el camino a las fuerzas del trotskismo. Los trabajadores permanecieron bajo las direcciones estalinistas y socialdemócratas. Los acontecimientos se desarrollaron de forma diferente a como Trotsky había pronosticado en 1938. Al final, tanto el estalinismo como el capitalismo salieron reforzados. Incluso si Trotsky hubiera seguido viviendo, hubiera sido un periodo difícil, aunque hubiéramos podido mantener a nuestros mejores cuadros y preservar la organización, a la espera de que cambiase la situación.
Existen muchos paralelismos entre la lucha de clases y la guerra entre naciones. Durante las guerras hay momentos en donde un ejército puede avanzar y en ese momento es importante contar con buenos generales. Pero en momentos de grandes dificultades, cuando un ejército se tiene que retirar, la importancia de buenos generales es aún mayor. Con buenos generales un ejército se puede retirar ordenadamente, preservando la mayor parte de sus fuerzas para luchar en la siguiente batalla. Pero con malos generales, la retirada puede convertirse rápidamente en una derrota total. Esto es exactamente lo que paso con la Cuarta Internacional después de Trotsky.
No obstante, nada permanece estático en la naturaleza o en la sociedad. Con un retraso de varias décadas, la perspectiva de Trotsky para la Unión Soviética, escrita en La Revolución Traicionada, ha quedado confirmada de una manera brillante. La burocracia, que no estaba satisfecha con sus poderes y privilegios, se transformó en una clase capitalista particularmente corrupta y reaccionaria. Pero el colapso de la URSS no ha resuelto los problemas del capitalismo, que está experimentado ahora una crisis a escala global, amenazando a la humanidad con futuras guerras, desempleo masivo y pobreza. Las ideas, el programa y el método de Trotsky constituyen la única manera para alcanzar el socialismo a escala mundial.
Marx dijo en una ocasión que las ideas se convierten en una fuerza material cuando se apoderan de las masas. Pese a todas las derrotas y vicisitudes de la historia, la clase obrera siempre volverá al camino de la lucha. Los acontecimientos de estos últimos dos años son una prueba suficiente, si es que se necesitaba alguna prueba más. En todos los lugares los jóvenes y los trabajadores están girando hacia la lucha, desafiando al anticuado y podrido sistema capitalista.
Las viejas organizaciones del estalinismo y de la socialdemocracia están en crisis. Sus líderes han abandonado hace tiempo la causa del socialismo y del comunismo y se pliegan a los caprichos del mercado, justo en el momento en que está dando claros signos de que el contenido progresista que tuvo ha dejado de existir. La base de los sindicatos y de los partidos de masas está muy descontenta con la actual dirección y su política. Están buscando una alternativa. La única alternativa al capitalismo es el socialismo y la única defensa coherente y consistente se encuentra en los escritos de Marx, Engels, Lenin y por último, aunque no por ello menos importante, el gran líder, teórico y mártir de la clase obrera, Lev Davidovich Trotsky.
Un poeta romano una vez escribió un famoso trabajo llamado Exigi Monumentum (He alzado un monumento). El monumento al que se refería no era de piedra ni de bronce, sino sus propias obras poéticas. El verdadero monumento de Trotsky no es tampoco de piedra, ni se encuentra en una casa en Coyoacán. El verdadero monumento de estos revolucionarios se tiene que construir todavía. Es un monumento imperecedero que se construye en torno a un partido revolucionario y a una Internacional, que pondrá fin a las monstruosidades del capitalismo de una vez por todas y creará la base para una nueva fase de desarrollo que experimentará la humanidad, mediante una federación socialista mundial. Nosotros, los militantes de la Tendencia marxista internacional, nos brindamos con energías renovadas y dedicación a la lucha por reclamar las ideas y el programa de Lenin y Trotsky.
Londres, 30 de Junio de 2003.