Katrina, Rita, Guerra de Iraq… EEUU enfrenta un huracán social

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Una vez más una masacre ha conmocionado al mundo. Miles de muertos, decenas de miles de refugiados, miseria, destrucción y sufrimiento. Esta catástrofe y esas imágenes se producen en la mayor potencia económica y militar del planeta: EEUU. Una vez más una masacre ha conmocionado al mundo. Miles de muertos, decenas de miles de refugiados, miseria, destrucción y sufrimiento. Esta catástrofe y esas imágenes se producen en la mayor potencia económica y militar del planeta: EEUU.

La mayor catástrofe en la historia de EEUU

Las escenas de sufrimiento han sacado a la luz la naturaleza real de la clase dominante, la negligencia de una administración que es capaz de transportar en pocos días miles de tropas y millones de toneladas de material bélico hasta el otro lado del planeta para llevar a cabo una guerra imperialista de ocupación y defender los intereses de un puñado de corporaciones capitalistas, pero que es incapaz de llevar agua, comida y medicinas al sur de su país dejando que miles de personas mueran literalmente de hambre y sed.

Misissipí, Alabama y Louisiana son tres de los estados más pobres de EEUU. Nueva Orleans (Louisiana) tiene una tasa de pobreza infantil del 40,5%. Cientos de miles de personas malvivían en casuchas de madera y caravanas que fueron arrastradas por el huracán. La pobreza se ceba sobre todo con la población negra que supone dos tercios de la población total.

Como es habitual los grandes medios de comunicación de la burguesía intentan hacer creer a la población que nada puede detener a la naturaleza. Es una especie de fatalismo que tiene la intención de que las personas se enfrenten a este sufrimiento con resignación. Es verdad que no se puede detener un huracán ni un terremoto, pero sí es cierto que existe la tecnología para prevenir y mitigar los efectos destructores de este tipo de fenómenos naturales. En el caso de Nueva Orleans se podría haber evitado simplemente reforzando los diques e instalando un sistema adecuado de bombas y generadores.

Esta catástrofe también sacó a la luz el enorme costo social y económico que la guerra de Iraq está representando para los trabajadores estadounidenses.

Aunque el gobierno no se atreve a dar las cifras de muertos, la Cruz Roja hizo un cálculo inicial de 45.000 y el intendente habla de 10.000 muertos. Las pérdidas económicas superarán los 100.000 millones de dólares. Actualmente hay casi 500.000 refugiados dispersos por todo el país alojados en albergues improvisados. Se trata de una catástrofe humanitaria sin precedentes para EEUU.

El único responsable es el sistema capitalista

Ahora es evidente que el saqueo de Iraq iba acompañado del saqueo a los propios trabajadores en casa. Antes de la catástrofe la oposición a la guerra de Iraq había ganado terreno y más del 53% de los norteamericanos estaban en contra de la política de Bush. Y esto sólo recién empieza. Muchos estadounidenses relacionan ya el costo de la guerra con la situación social y económica que están padeciendo.
La oposición a la guerra y a la política antisocial del gobierno Bush están en aumento. El pasado 24 de septiembre 200.000 personas participaron en una marcha en Washington contra la guerra de Iraq, una cantidad sin precedentes desde que se inició el conflicto. Otras 50.000 personas tomaron las calles en Los Ángeles.

La clase dominante estadounidense es consciente de las implicancias que tiene esta situación, por eso pretende echar arena a los ojos de los trabajadores apelando a los sentimientos patrióticos. Pero Katrina será recordado como un punto de inflexión decisivo e histórico en la conciencia de la clase obrera norteamericana. Las elecciones amañadas del año 2000, los ataques del 11 de septiembre, el colapso de Enron, las guerras en Afganistán e Iraq, todo ha sacudido la conciencia de la clase obrera estadounidense. Las telarañas acumuladas durante décadas de relativo letargo e indiferencia hacia la política estadounidense y mundial de repente se han sacudido de una manera violenta. Millones de trabajadores y jóvenes norteamericanos comienzan a abrir los ojos a las realidades del mundo, tomando un interés cada vez mayor en la política, tanto local como global.