Durante las últimas semanas, el Consejo de Seguridad de la ONU tenía la misma apariencia que un viejo municipio corrompido el día de las elecciones. Sólo que aquí, estaban en juego miles de millones de dólares y no unos cuantos tragos de ginebra barata. En la ONU se podían ver escenas caóticas con gente luchando para comprar votos. Hasta ayer, los diplomáticos británicos y estadounidenses en la ONU luchaban para conseguir el número de votos necesarios en el Consejo de Seguridad. En el siglo XVIII, las elecciones en Inglaterra eran algo muy divertido. En lugar de pronunciar discursos largos y aburridos, los políticos, invitaban a los votantes a la taberna para que estuvieran bebidos el día de las elecciones y comprar sus votos en los que eran conocidos como “municipios corrompidos”, pequeñas zonas rurales de las que nadie había oído hablar y en las que nadie quería vivir, pero que tenían derecho a voto y enviaban representantes al parlamento de su Santa Majestad.
Durante las últimas semanas, el Consejo de Seguridad de la ONU tenía la misma apariencia que un viejo municipio corrompido el día de las elecciones. Sólo que aquí, estaban en juego miles de millones de dólares y no unos cuantos tragos de ginebra barata. En la ONU se podían ver escenas caóticas con gente luchando para comprar votos. Hasta ayer, los diplomáticos británicos y estadounidenses en la ONU luchaban para conseguir el número de votos necesarios en el Consejo de Seguridad.
Sin embargo, esta operación era vista de forma diferente en Downing Street y en la Casa Blanca. Para Blair, prácticamente, era una cuestión de vida o muerte. Para Bush, era algo irritante, pero una maniobra diplomática necesaria. “Si pudiéramos conseguir una resolución del Consejo, mucho mejor, pero por esta cuestión no vamos a comprometer ninguna acción militar”. Por otro lado, los británicos intentaban desesperadamente encontrar una fórmula de compromiso para asegurar la mayoría en el Consejo de Seguridad, el gobierno creía que calmaría las críticas en casa.
Esta es la esencia del problema. Existe una creciente divergencia en la opinión pública británica y estadounidense. En Gran Bretaña, sólo el 19 por ciento de la opinión pública apoyaría la participación británica en un ataque a Iraq sin una nueva resolución de la ONU. Sin embargo, de acuerdo con una reciente encuesta publicada por New York Times/CBS News, en EEUU el 55 por ciento apoyaría una invasión estadounidense incluso sin el voto del Consejo de Seguridad, Aquí está la fuente de las crecientes tensiones existentes entre Londres y Washington y cada vez son más evidentes las diferencias en cuestión de tácticas.
Hasta ayer, EEUU y Gran Bretaña en el Consejo de Seguridad sólo contaban con el apoyo de España y Bulgaria, dos de los diez miembros no permanentes. De los otros miembros no permanentes, Alemania y Siria se han alineado con los franceses. Pakistán ha enviado mensajes contradictorios sobre cuál será su voto. Eso deja a Chile, México, Angola, Camerún y Guinea como potenciales “votantes”. Sin embargo, incluso si consiguen los nueve votos necesarios para la nueva resolución, cualquiera de los cinco miembros permanentes (EEUU, Gran Bretaña, China, Francia y Rusia) podrían utilizar su derecho a veto para bloquearla, Francia y Rusia ya han anunciado explícitamente que están dispuestos a utilizarlo.
Blair, personalmente, llamó a los líderes de estos seis países para pedirles su apoyo. Por su parte, el presidente Bush también ha gastado mucho dinero en llamadas telefónicas a México y Chile. El presidente Fox antes estaba próximo a Bush, pero fue ultrajado por la negativa de Bush a conceder una amnistía a los inmigrantes mexicanos en EEUU. Por lo tanto, aquí podría haber margen para el regateo. Pero las cosas no son tan simples. La opinión pública en Chile y México está mayoritariamente en contra de la guerra. Y ¿por qué deberían votar a favor de una resolución y granjearse todo el odio cuando los franceses ya han dicho que utilizarán el veto?
The Economist señalaba el dilema al que se enfrentaban estos países indecisos: “A ninguno de ellos le entusiasma la idea de estar en la lista negra de EEUU, la potencia militar más fuerte del mundo, y el mayor contribuyente de los prestamistas multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Cuando Yemen se negó a apoyar una resolución que autorizaba la Guerra del Golfo de 1991, EEUU canceló la ayuda anual de 24 millones de dólares. Muchos de los miembros no permanentes son igualmente reticentes a alinearse con Francia, el líder de la coalición contra la guerra, por temor a las consecuencias políticas internas que tendría el apoyo a una guerra a la que se oponen la mayoría de sus votantes”.
También hay problemas con los africanos. El presidente de Guinea, después de haber sido cortejado por Washington y Francia, parecía que estaba cerca del primero cuando de repente negó que su país tuviera decidido ya el voto. Esto implicaba que los países africanos, después de las llamadas telefónicas todavía dudaban entre Francia y EEUU. Bush estaba furioso. Probablemente fue lo que hizo pensar a Washington que la segunda resolución promovida por Blair era una pérdida de tiempo.
Al final, aparecían problemas por todas partes. Algunos países querían que los inspectores de armas continuaran con su trabajo un mes o más, pero los estadounidenses inmediatamente descartaron la idea de dar más tiempo a Iraq, ni siquiera diez días más de la fecha propuesta ¾ 17 de marzo ¾ por la enmienda británica a la segunda resolución.
El miércoles las negociaciones cada vez parecían más sombrías. Paradójicamente, los estadounidenses mostraban su confianza en conseguir la mayoría. Este “alegre optimismo” tiene una explicación simple. Los diplomáticos estadounidenses sólo estaban dispuestos a pasar por esta farsa para complacer a “sus aliados más cercanos” en Londres. Básicamente, lo que menos les importa es el resultado. Los británicos eran más pesimistas, pero después, realmente se tomaron las cosas en serio.
“Les hice una oferta que no podían rechazar”
Tony Blair está actuando como un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad. En su desesperación por conseguir una resolución en el Consejo de Seguridad, Blair intentó enmendarla para que fuera aceptable para los estados indecisos. Los “seis puntos” de la enmienda llevaban todas las marcas de la prisa y la improvisación, ni siquiera sus autores se lo tomaban en serio, y menos aún los demás. Las condiciones fueron redactadas cuidadosamente para que no pudieran ser aceptadas, y al final el documento dice que si se aceptan todas las condiciones, el Reino Unido, comenzará a considerar que Sadam Hussein está colaborando. Ni una palabra de EEUU o España. Pero es EEUU quien decide todo.
Todo esto iba destinado al consumo interno. El primer ministro en la Cámara de los Comunes dijo que Gran Bretaña estaba trabajando “a todo gas” para conseguir una segunda resolución que pudiera mantener la autoridad de la ONU. De paso, espera que también haga algo con su propia autoridad que cae según pasan los minutos. Pero si la ONU se niega a mantener su propia autoridad, ¿entonces qué? Blair propuso nuevas condiciones que Sadam Hussein debe cumplir si quiere evitar la guerra. Pero Bush y Blair llevan tiempo diciéndole a Sadam que es lo que debe hacer sin conseguir ningún avance destacado.
Blair dijo que la segunda resolución propondría “una serie de pruebas claras que Iraq debería cumplir si quiere demostrar que está colaborando plenamente”. Según estas nuevas condiciones, Sadam debe declarar (en televisión y en árabe) que ha ocultado armas de destrucción masiva y que ahora está dispuesto a entregarlas. Debe permitir que treinta científicos y sus familiares vuelen a Chipre para mantener reuniones con los inspectores de armas de la ONU. Debe “inmediatamente” (no después, sino ¡inmediatamente!) destruir 10.000 litros de ántrax y otros materiales biológicos y químicos que los iraquíes supuestamente todavía tienen. Debe prometer en la televisión iraquí y en árabe, que se desarmará. Iraq debe dar explicaciones de un supuesto zumbido aéreo sin identificar y no declarado que han descubierto los inspectores. Debe destruir todos (no algunos, sino todos) los mísiles al-Samoud 2 y, finalmente, debe explicar sus unidades químicas móviles.
El tono insistente de esta declaración demuestra su impotencia interna. ¿Por qué Iraq “debe” hacer alguna de estas cosas? En general, un estado soberano no tiene que hacer nada en contra de su voluntad. Según el criterio aceptado generalmente, Iraq es un estado soberano. Dice que no tiene las armas que supuestamente dicen que tiene. ¿Por qué debe destruirlas? Y la única forma de obligarle a hacer algo que no quiere es utilizando la fuerza, eso significa la fuerza militar. En este sentido, Búfalo Bush, tiene una posición más fuerte. Pero en este punto, de acuerdo con su lógica primitiva, que el problema se resuelva es sólo el principio.
El problema es que según las normas existentes, no se puede atacar a un estado soberano a menos que sea un caso de autodefensa o si representa un peligro real para ti. En el momento actual, un país abatido, pobre, hambriento y desangrado no representa una amenaza para nadie. No ha atacado a EEUU o Gran Bretaña. Por esa razón, la acción planificada de EEUU y Gran Bretaña simplemente es un acto de agresión descarada, no provocada e imperialista.
El fracaso de la enmienda de Blair y su contenido deliberadamente provocador, estaba claro incluso para un viejo halcón de la Guerra Fría como Zbigniew Brzezkinski. Éste culpaba tanto a la administración Bush como a Tony Blair de “despilfarrar” el apoyo de EEUU en el mundo. En cuanto a la enmienda británica, la calificó de “frívola”. Un niño de seis años de edad podía ver que estaba redactada de tal forma que los iraquíes nunca podrían aceptarla. Como dijo Brzezhinski en las noticias de la BBC 2, la primera exigencia ¾ que Sadam Hussein aparezca en la televisión iraquí y diga en un árabe claro que tiene armas de destrucción masiva y que va a destruirlas ¾ estaba “destinada a humillar” y provocar su rechazo.
¿Qué significado tiene esta exigencia? Obligar a Sadam Hussein a admitir que tiene las armas de destrucción masiva que niega tener, que los inspectores de la ONU no han encontrado y que ni EEUU, ni Gran Bretaña, han podido demostrar. Se trata de una provocación y una trampa. Incluso si Sadam Hussein hubiera aceptado hacer esto, ¿cuál sería la respuesta de EEUU? Su repuesta sería que esto demuestra que ha estado mintiendo todo el tiempo, que no se puede confiar en él, que no se puede tratar con esta clase de hombres y que se debe cambiar el régimen. En pocas palabras, “todos los caminos conducen a Roma”.
En el momento de escribir este artículo, las seis naciones indecisas todavía no han aceptado la enmienda, a pesar de contener dos concesiones británicas clave: ampliar la fecha tope del 17 de marzo para que Iraq cumpla las condiciones y una lista de las exigencias de desarme. Ahora parece descartada la perspectiva de una segunda resolución del Consejo de Seguridad que de luz verde a la acción militar.
“É finita la commedia”
En Londres el ambiente rayaba en la desesperación. En Washington, al contrario, el ambiente era de frustración y enfado ante este nuevo retraso. Bush considera que el retraso es una imposición intolerable. Ya ha descartado la propuesta de los miembros indecisos del consejo que planteaba prolongar el plazo de las inspecciones otros 45 días. La Casa Blanca ni siquiera acepta una prórroga de un mes por que, en realidad, Bush ya hace mucho tiempo que tiene todo decidido.
La poderosa maquinaria militar estadounidense ya está rodando. Pronto estará preparada para entrar en acción. Cuando llegue el momento (ya se ha retrasado un poco debido a la oposición de Turquía al despliegue de tropas estadounidenses, pero eso puede cambiar) no va a tolerar la más mínima resistencia. Los jefes militares estadounidenses, ansiosos por evitar la lucha en las altas temperaturas primaverales del desierto iraquí, dicen que ya están preparados para invadir. Bush dice que no necesita una segunda resolución que le conceda la autoridad para lanzar un ataque, porque ya tiene ese mandato con la resolución 1.441, aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad el pasado mes de noviembre.
Al final, Tony Blair se está aferrando a una segunda resolución como un hombre que se está hundiendo y se agarra a una paja para salvarse. Bush tiene prisa. Blair está en apuros. Una prueba de la desesperación fue que incluso Blair fue a Alemania, donde Schröder, quien parece tener un sentido del humor macabro, le llevó a ver una exposición de pintura del bombardeo de Dresden (por los británicos). Esperan que el primer ministro británico esté agradecido por esa lección tan instructiva en arte e historia, porque eso es todo lo que va a conseguir. Alemania votará en contra de una segunda resolución. Es decir, votarán en contra si la cuestión finalmente se somete a votación.
Quien decide no es Blair sino el Ranger Solitario de la Casa Blanca. Nos podemos imaginar la conversación telefónica entre ellos: “Tony, quiero este asunto listo para el fin de semana. Y cuando digo este fin de semana no es el próximo. Es decir, en cuarenta y ocho horas.
Por supuesto, todavía hay unos poco cabos por atar. Los turcos nos están poniendo las cosas difíciles porque se niegan a permitirnos el acceso a su territorio para nuestros objetivos legítimos. Pero les hemos amenazado con cerrarles el grifo del dinero así podrán ver la luz. Si no es así, peor para ellos. Su economía se arruinará. Las cosas empeoran según pasan los días. También hay que esperar y ver que ocurrirá cuando cerremos el grifo económico a los africanos. No tienen suficiente para comer. Se creen con el derecho de ponerse en el camino de la única superpotencia mundial”.
Frustrado por la ausencia de espíritu de lucha de Londres, Bush busca un títere más flexible en Madrid. Ana Palacio, la ministra española de exteriores, una dama con una capacidad intelectual limitada y muy bocazas, públicamente sugirió que la guerra podría comenzar antes de que se celebrase la votación en el Consejo de Seguridad. Como Palacio no es la más elegante de un gobierno de derechas particularmente obtuso, sus palabras fueron escritas por alguien y ese alguien se sienta en Washington.
El mensaje de Washington es alto y claro. La diplomacia se ha agotado. Ha pasado el tiempo de los juegos. Los estadounidenses mueven la mano y sus fieles servidores le prestan atención. De repente el tono de la discusión ha cambiado. En lugar de sonrisas y abrazos ahora es el momento de presionar al “aliado más cercano” de EEUU.
El corte más cruel de todos
“Muy bien, si tenemos que ir, vayamos”, esto es lo que dijo el loro al gato que estaba arrastrándole por la cola escaleras abajo. Estas son las palabras que vienen a la mente cuando observamos la conducta del primer ministro británico durante las últimas veinticuatro horas. Por primera vez, se pueden ver síntomas de desesperación. La cara angelical, a menudo adornada con una sonrisa de autosatisfacción, ahora es una cara contrariada. Y tiene una buena razón para estar preocupado. El aliado más fiel de EEUU y el perro faldero más obediente, recientemente ha sufrido un golpe duro en los dientes. El Secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, ha anunciado al mundo que “EEUU iniciará la guerra sin Gran Bretaña”.
En una conferencia de prensa le preguntaron si EEUU iría a la guerra con o sin Gran Bretaña, el Secretario de Defensa estadounidense respondió con su estilo habitual: “La decisión final todavía no está clara, igual que su papel [el de Gran Bretaña] en caso de que se decida utilizar la fuerza”. Además añadió unas palabras dirigidas al Pentágono: “Hasta que no conozcamos la resolución, no sabemos cuál será su papel y el grado en el que están dispuestos a participar”.
Pero Gran Bretaña ha apoyado incuestionablemente a Bush desde el principio. En la actualidad hay más de 25.000 soldados en el Golfo, más de una cuarta parte del total de las fuerzas armadas de Su Majestad. También es verdad que las fuerzas estadounidenses superan los 200.000 soldados, casi diez veces más. Pero debemos ser justos: Gran Bretaña ha tenido muchos problemas y gastos, y nuestro amigo estadounidense no ha puesto un solo centavo. En contraste, los amigos de Washington en el Consejo de Seguridad, no han hecho otra cosa que gemir y quejarse desde el primer día y ahora quieren conseguir grandes sumas de dinero a cambio de sus votos.
¡Que rechazo tan cruel! Es la misma vieja historia. La relación amorosa de Gran Bretaña con EEUU no es correspondida. Rechazan cruelmente todos nuestros progresos, no agradecen ni miran todos nuestros regalos. No abren nuestras cartas. Y lo peor de todo es que a Bush y Rumsfeld les importan más las opiniones de Francia, Alemania y Rusia que lo que pueda decir la pobre y vieja Gran Bretaña. Después de todo, nuestros esfuerzos se dan por sentados, mientras que ellos deben correr detrás, lisonjeados, sobornados y cortejados, mientras que siempre se puede confiar en Gran Bretaña, la vieja y buena Gran Bretaña.
La dependencia servil de Gran Bretaña
Detrás de esta pelea se encuentra el abismo que se ha abierto entre Europa y EEUU, y la posición especial que tiene Gran Bretaña entre los dos. Como hizo la ignorante Thatcher antes que él, Blair cree que existe una “relación especial” entre Gran Bretaña y EEUU, cuando esta relación lo único que expresa es el colapso de Gran Bretaña como potencia independiente en el mundo y su completa dependencia de EEUU.
El capitalismo británico lleva más de un siglo de lento e ignominioso declive. Después de la Primera Guerra Mundial perdió su estatus de “taller del mundo”. Su base manufacturera se ha reducido drásticamente, igual que su parte del comercio mundial. A pesar de todos sus aires y adornos en Europa, la relación de Francia y Alemania es muy pobre. Al final, estos dos países son las potencias decisivas de la UE. Gran Bretaña no. Y los cálculos a largo plazo de Washington, París y Berlín, en última instancia, son más importantes que Londres.
Sin embargo, una cosa es despreciar a los británicos y otra cosa es que conozcan este desprecio. Los comentarios de Rumsfeld eran un ejemplo típico de la mezcla de arrogancia de gran potencia, crudeza y estupidez que caracteriza a la política exterior de la administración Bush.
Los británicos, en privado horrorizados, en público quitan importancia a las palabras de Rumsfeld, profesando optimismo en que Gran Bretaña y EEUU están “en el camino de conseguir los nueve votos del Consejo de Seguridad” necesarios para asegurar al menos una “mayoría moral”, a pesar de las amenazas de veto de Francia y Rusia. El portavoz de Blair dijo que el punto central de Blair seguía siendo conseguir una segunda resolución de la ONU e insistía en que “entre nosotros y los estadounidenses existe una cooperación total en los planes militares”. El hecho de que nadie se crea esto, no quita el mérito a aquellos que tienen el valor (o el cinismo descarado) de decirlo.
Los comentarios de Rumsfeld provocaron llamadas frenéticas a Washington del gobierno de Tony Blair, que se enfrenta a una crisis política por la implicación británica en cualquier campaña bélica contra Irak sin el apoyo de la ONU. Más tarde, Rumsfeld, publicó una declaración donde respaldaba la sugerencia de que las tropas británicas no lucharían en la región del Golfo junto con el ejército estadounidense.
Pero en Whitehall, la sede del gobierno, había pánico. Las palabras de Rumsfeld provocaron tal consternación que la oficina de Rumsfeld tuvo que publicar una declaración escrita clarificando la cuestión e insistiendo en que su objetivo principal era conseguir una segunda resolución porque “es importante para el Reino Unido” y ambos países están trabajando para conseguirlo. […] En caso de tomar la decisión del uso de la fuerza, tenemos razón para creer que habrá una contribución militar significativa del Reino Unido”.
Sin embargo, Sir Chistopher Meter, embajador británico en Washington, admitió que nadie realmente duda de que EEUU seguiría adelante sin Gran Bretaña. Dijo lo siguiente en Channel 4 News: “Tengo muy claro que irán a la guerra bajo cualquier circunstancia”.
Es obvio que los cometarios de Rumsfeld no eran accidentales. Al hacer esta amenaza, Bush (es decir, sus asesores) demostraba una comprensión profunda de la psicología humana. Como todos los reformistas de derechas, Tony Blair tiene una actitud completamente servil hacia las grandes empresas, los ricos y los poderosos, y este servilismo se multiplica por cien cuando se trata de la guerra, que afecta a los intereses fundamentales de la clase dominante. Blair despliega una actitud particularmente servil y pelotillera hacia la gran potencia imperialista: EEUU. Este pelotilleo refleja, por un lado, la posición subordinada del imperialismo británico a escala mundial y, por el otro lado, el servilismo típico de los dirigentes obreros de derechas en presencia del poder. No pueden evitarlo, es como una aguja magnética que apunta siempre al norte.
Estos dirigentes laboristas de derechas realmente les gusta actuar como hombres de estado mundiales y participar en la guerra. Es un pasatiempo inofensivo (excepto para los que se encuentran en la línea de frente) ¡y es bueno para su imagen! Por esa razón, los comentarios de Rumsfeld fueron particularmente dañinos. No podían llegar en peor momento para Blair, que acababa de reunir por primera vez un “gabinete de guerra” embrionario con ministros y personal militar. Supuestamente, tenía que tener un efecto galvanizador en la opinión pública británica. Las pantallas de televisión mostraban juicios, generales y funcionarios civiles saliendo y entrando de las oficinas del gabinete, como en una guerra verdadera.
Después, los estadounidenses dejaron caer una bomba política no menos potente que la bomba BOAB que probaron recientemente. El ejército británico, es hermoso cuerpo de lucha de hombres y mujeres, de ahora en adelante, sólo será necesario para servir el té y las galletas a la agradecida población iraquí, para dirigir el tráfico en Bagdad ¾ después de ser “liberada” por el ejército estadounidense ¾ . Fue una humillación pública.
Así es como entiende la diplomacia el actual inquilino de la Casa Blanca. A través de la agencia de su amigo Donald, George W. Bush, simplemente cogió a Tony Blair por una delicada parte de su anatomía y apretó.
Crisis en el Partido Laborista
Era la primera vez que EEUU sugería que Gran Bretaña podría ver reducido su papel en la guerra contra Iraq ¾ o no tomar parte en absoluto ¾ debido a las dificultades políticas de Tony Blair. Cuando se preguntó la razón, Rumsfeld dijo que la situación de Gran Bretaña era “distintiva”, que tenía un parlamento electo y que (horror de los horrores) este parlamento estaba exigiendo que el primer ministro no siguiera adelante con sus planes belicistas.
Sí, ese es realmente el gran problema, cuando el electorado comienza a hacer pregunta delicadas sobre la conducta de los gobiernos y sus representantes en el parlamento, entonces, realmente empiezan a escucharles. Eso no tiene nada que ver con la concepción que Bush y Rumsfeld tienen de la democracia (“los gobiernos deben dirigir, la opinión pública debe callar y seguirles”).
Rumsfeld está claramente preocupado con la oposición que existe a una invasión de Iraq entre la opinión pública británica y los parlamentarios laboristas. Según pasan las semanas todos los intentos de Blair y compañía de cambiar esta opinión lo único que consiguen es endurecer la opinión contra la guerra de Iraq.
Esta fue la razón por la cual Blair estaba tan desesperado por conseguir una segunda resolución de las Naciones Unidas. La presión sobre Blair aumentó cuando cuarenta parlamentarios laboristas públicamente le pidieron que se retirara. Es la primera vez que la dirección de Blair recibía este tipo de desafíos en público. Es un síntoma del crecimiento tremendo de la oposición dentro del laborismo y del movimiento sindical británico. Incluso antes del discurso de Rumsfeld, Blair ya estaba hundido en un pantano político. Después, sus “buenos amigos” de Washington le empujaron un poco más. Pero entonces, ¿quiénes son los buenos amigos?
El objetivo de esta amenaza estadounidense era presionar a Blair y recordarle quién es el jefe. El mensaje de la Casa Blanca era: no importa la opinión pública británica, no importa el Partido Laborista, olvidad la segunda resolución. ¡Seguimos adelante! Al día siguiente, Blair dijo que estaba dispuesto a ir la guerra junto con EEUU sin una resolución de la ONU.
Esto profundizará las divisiones que ya se han abierto en el Partido Laborista. Pero Blair todavía tiene algunas cartas en la manga. La maquinaria del partido puede engatusar, amenazar y bravuconear. La presión sobre los parlamentarios laboristas se ha intensificado. Se hacen llamamientos de “apoyo a nuestros chicos” enviados al Golfo como carne de cañón para Bush. Por lo tanto, es posible que durante algún tiempo puedan restaurar la disciplina de partido. Clare Short, la ministra de desarrollo exterior, ha acusado a Blair de imprudencia y de destruir el Partido Laborista.
No importa lo que diga Blair en las reuniones de gabinete o en los pasillos góticos de Westminster, el ambiente de la opinión pública británica está firmemente en contra de la guerra. Según las encuestas, el 75 por ciento de la población no apoya la guerra sin una resolución dela ONU. Y como no habrá tal resolución, el hueco que se ha abierto ente la camarilla de Blair y sus votantes pronto se convertirá en un abismo.
Si la guerra es breve, como esperan fervientemente Bush y Blair, pueden superar la crisis durante un tiempo, pero esto no está claro. Lo que sí es cierto es que la oposición a esta guerra es más profunda e importante que en cualquier otro momento del pasado. Incluso durante la guerra de Vietnam, la oposición tardó años en desarrollarse hasta convertirse en un movimiento de masas. Al principio no existía una oposición visible. Pero ahora, la guerra está actuando como un poderoso catalizador de la furia acumulada y de la frustración de millones de personas.
Durante un período temporal, Blair puede que tape la olla a presión del Partido Laborista, pero sólo temporalmente. Ocurra lo que ocurra, las heridas en el Partido Laborista son profundas y duraderas. Mañana se producirán nuevas crisis y divisiones. Se preparará el camino para el surgimiento de una corriente de masas de izquierda en el Partido Laborista y en los sindicatos. Es el principio del fin del Nuevo Laborismo.
Los límites del poder estadounidense
Están equivocados aquellos que defienden que todo esto “es por el petróleo”. Si ese fuera el caso, EEUU podría conseguir el control del petróleo iraquí sin recurrir a la guerra. Hay medios más económicos de conseguir ese objetivo particular. Es verdad, el petróleo está en la ecuación, como otros muchos factores, incluida la ambición personal de Bush, su deseo de venganza y otras cosas por el estilo. Pero no es la explicación fundamental de por qué EEUU está decidido a invadir Iraq.
Por primera vez está claro que todo esto es por el poder de EEUU. El cambio en la correlación de fuerzas en todo el mundo desde la caída de la Unión Soviética, ha concentrado un poder colosal en manos de EEUU. Tiene un enorme poder pero no ha aprendido a utilizarlo con moderación. Esto le puede llevar a excederse. Corea del Norte le desafía abiertamente, y no hace nada. Como un matón de colegio sólo ataca a los niños más débiles. Pero tarde o temprano, este matón recibirá un golpe aún más fuerte.
Bush ha solicitado un aumento del presupuesto militar en 380.000 millones de dólares lo que llevaría a EEUU a tener la supremacía sobre sus rivales. Para subrayar este punto, el Pentágono acaba de probar una nueva arma de destrucción masiva, la añadirá a su enorme colección. Se llama MOAB, el arma convencional más grande jamás fabricada por EEUU. Una bomba que pesa aproximadamente 10.000 kilogramos, guiada por satélite hasta su objetivo, forma una nube visible a millas de distancia, como una bomba nuclear. Podrían utilizar este pequeño juguete en su ataque a Iraq. Tiene más peso que todos los argumentos de los abogados y todo el jaleo del Consejo de Seguridad.
Formaba parte de su programa de fabricación de armas de destrucción masiva, que, en manos de EEUU, como todo el mundo sabe, están dedicadas exclusivamente para la causa de la paz, la armonía y la hermandad humana. Los generales estadounidenses ¾ bien conocidos por su humanitarismo y su amor a la paz ¾ ahora se frotan las manos ante la perspectiva de probar estos juguetes en una “teatro de guerra” real, como ellos lo llaman.
Guerra y revolución
Ocurra lo que ocurra, la guerra es sólo cuestión de días. Pero el resultado de la guerra no será el esperado por Bush y Blair. Una guerra en Iraq tendrá consecuencias internacionales serias. Provocará numerosas bajas civiles y desestabilizará Oriente Medio. Sus repercusiones se dejarán sentir en todo el mundo, abriendo una nueva página de inestabilidad, sin paralelos, a todos los niveles, política, militar, diplomática, económica y financieramente. Las ondas sísmicas pueden duran un tiempo hasta que se consiga recuperar de nuevo un equilibrio inestable. Esto creará nuevas amenazas y peligros para el capitalismo y el imperialismo.
El problema con el poder imperial es que constantemente necesita sobrepasarse. Está muy claro en el caso actual de EEUU. La insolencia de los imperialistas estadounidenses es asombrosa. Ahora dicen que se negarán a pagar la reconstrucción de la posguerra en Irak después de haberla devastado ellos, dejando esta cuestión a los “donativos de las naciones”. Es decir, EEUU tiene mucho dinero para atacar a la población, pero nada en absoluto para alimentarla, proporcionar una vivienda o curar sus heridas. Esta es la expresión fiel del humanitarismo imperialista.
En este caso se aplica el antiguo refrán: “El orgullo precede a la caída”. La camarilla de Bush que gobierna la nación más poderosa sobre el planeta está henchida con su propia importancia. Pero en esencia son seres pequeños, personas con un intelecto limitado y piensan que con un puñetazo pueden resolver cualquier problema. Si se resisten, les aplastarán. Pero no es tan fácil.
Un puñetazo puede ser útil en determinadas circunstancias, pero no ayudará a escapar de un campo de minas. Por esa razón es necesario tener un mínimo de tacto. Un elefante en un campo de minas se destruirá debido a su propio peso. Y para EEUU el mundo ahora es un campo de minas muy grande e inestable. El caos provocado por el capitalismo global en todo el mundo no se puede curar con bombas e invasiones: sólo provocarán más caos.
La inestabilidad global se ha adueñado del mundo y ha tomado posesión de él. Todo aquello que antes parecía estable ahora ya no lo es. Todo lo que parecía ha salvo ya no lo está. Sobre todo, la psicología de millones de personas ha comenzado a cambiar de una forma dramática. El descontento ya estaba presente, como las fuerzas colosales, pero invisibles, que se acumulan debajo de la superficie del planeta antes de que se produzca el terremoto. Cuando estas fuerzas alcanzan un punto crítico, cualquier pequeño alboroto puede ponerlas en movimiento con resultados catastróficos. La guerra venidera desatará fuerzas en todo el mundo que hasta el momento actual eran impensables.
Están apareciendo nuevas grietas en todas partes. El primer efecto de la política de Bush ha sido fracturar completamente occidente. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la OTAN, la UE, EEUU y Europa, todo está profundamente dividido. Las tensiones entre Europa y EEUU son particularmente serias. La burguesía europea ya no confía en los estadounidenses para representar sus intereses. Los estadounidenses maldicen a los franceses, pero Chirac sólo dice lo que otros están pensando. La verdad es que son cosas que llevan ya tiempo diciéndolas, aunque sólo en privado. Ahora, los antagonismos entre Europa y EEUU se han abierto. Y no va a ser fácil que desaparezcan.
A la amenaza de guerra hay que añadir la perspectiva de una nueva recesión en la economía mundial. Aquellos que ayer hablaban de recuperación de la economía mundial se han confundido. En la City londinense, los inversores han sufrido duras pérdidas después de que el índice FTSE 100 cayera cien puntos. Los precios de las acciones en la bolsa londinense han perdido 40.000 millones de libras. Las acciones de las aseguradoras y los bancos son las que más han sufrido, mientras que las grandes petroleras como Shell y BP han subido. El FTSE 100 está en su nivel más bajo en ocho años. Hace unos años alcanzó el nivel record de los 7.000 puntos, ahora, está por debajo de la mitad y los expertos dicen que en un futuro próximo bajará de los 3.000 puntos.
Si la bolsa se puede considerar algo parecido a un termómetro que indica aproximadamente la salud de la economía capitalista, o al menos la situación de los inversores, entonces, demuestra que tiene una fiebre alta. Este fenómeno no se limita a la bolsa de Londres. Se están registrando resultados similares en París, Frankfurt y otras bolsas europeas. No se puede atribuir sólo al nerviosismo ante la perspectiva de una guerra. Aquí también la guerra (y la subida de los precios del petróleo) es sólo un catalizador que expresa un problema subyacente más serio. La economía mundial sufre sobreproducción (“sobrecapacidad”), además de una enorme deudas y desequilibrios que son herencia del período pasado y que todavía no han desaparecido. Las cifras de los beneficios empresariales indican que la tan cacareada recuperación realmente no existe, como ya pronosticamos. El aumento del desempleo, los cierres de fábricas y las bancarrotas están en el orden del día.
Al otro lado del Atlántico, las últimas cifras de EEUU demuestran un aumento inesperado del paro. Esto es sólo el principio. La guerra en Iraq, llega después de la “huelga” en Venezuela, y los preparativos bélicos del ejército estadounidense están disparando el consumo de petróleo y gasoil, lo que está empujando al alza los precios del petróleo. Inevitablemente, subirán aún más durante los próximos meses, ejerciendo un efecto depresor sobre los márgenes de beneficio que ya estaban deprimidos debido a la sobreproducción y a la mala situación de los mercados mundiales.
Las promesas de Arabia Saudí de aumentar la producción no serán suficientes para contrarrestar la escasez global de petróleo. La producción petrolera de Kuwait ya ha caído debido a los preparativos de guerra. Como ocurrió en 1973-74, un aumento profundo de los precios del petróleo puede ser el “accidente” que hunda al mundo en una severa recesión. De este modo, una crisis alimenta a otra, preparando el camino para un estallido masivo de la lucha de clases en un país tras otro, en un continente tras otro.
Auge de la lucha de clases
La situación actual no tiene paralelo en la historia. Hay muchos imponderables que hacen difícil pronosticar de forma exacta cómo se desarrollarán los acontecimientos. Pero una cosa está clara: la crisis del capitalismo es profunda y global. Esta situación puede provocar cambios bruscos y repentinos en la conciencia de la clase obrera. Y este proceso ya ha comenzado.
En primer lugar, tuvimos las manifestaciones de masas contra la globalización, fueron un síntoma del cambio de ambiente entre la juventud, particularmente entre los jóvenes de clase media y los estudiantes. Pero como ocurre a menudo en la historia, el viento primero llega a la copa de los árboles. El fermento entre los estudiantes y la clase media, es una anticipación del movimiento de la clase obrera. Éste ha comenzado con las huelgas generales de masas que recorrieron Europa el año pasado. Esto supuso la entrada en escena decisiva de la clase obrera.
Ahora es una realidad el movimiento del proletariado, algo que habían desechado todos los cínicos miserables, escépticos y renegados. La profundidad y el alcance del movimiento es mayor que todo lo que hemos presenciado desde la tormentosa década de los años setenta. La situación prebélica actual ha afectado a la clase de una forma sin precedentes. Incluso antes de que se dispare el primer tiro ya hay síntomas claros, en un país tras otro, de movimientos de protesta en las fábricas.
Esta oposición a la guerra entre los trabajadores normales, normalmente no conocidos por su militancia, ha obligado a la CES (Confederación Europea de Sindicatos) a convocar un paro de quince minutos el viernes 14 de marzo. A pesar de su limitado alcance, este acto, convocado bajo la consigna de “No a la guerra”, es algo tremendamente significativo y demuestra claramente que la CES está sufriendo una enorme presión desde abajo. Incluso los dirigentes sindicales españoles han amenazado con la convocatoria de una huelga general contra la guerra.
Ya informamos de los dos maquinistas de tres británicos que se negaron a transportar material bélico en Escocia, a principios de esta semana hubo una huelga de una hora de los trabajadores portuarios italianos que también se niegan a cargar material bélico. En muchos países europeos, los sindicatos están discutiendo acciones huelguísticas para cuando comience la guerra. Es el caso de los sindicatos ferroviarios y de comunicaciones de Gran Bretaña. Incluso en EEUU, la moderada dirección del AFL-CIO, que ha apoyado todas las guerras imperialistas en las que ha participado EEUU, ha criticado (aunque tímidamente) los planes bélicos de Bush.
Es una situación realmente extraordinaria. En el pasado, los marxistas siempre han defendido que la consigna de una huelga general contra la guerra no era apropiada, porque en el caso de una guerra, cuando comienza la movilización general y la sociedad cae presa de sentimientos patrióticos, es el momento menos favorable para esta consigna. Eso ocurrió en 1914, 1939 y cuando comenzó la guerra del Vietnam. En ese momento esta consigna simplemente sería algo ultra-izquierdista.
Pero la situación ahora es completamente diferente. El ambiente de la aplastante mayoría en Europa está en contra de la guerra. Los ejemplos anteriores demuestran que capas de la clase obrera están dispuestas a responder cuando llegue el momento. Los marxistas en los sindicatos y en los centros de trabajo deben estar en la primera línea de lucha, dirigir una agitación sistemática contra la guerra vinculándola a las reivindicaciones de clase y a la perspectiva del socialismo.
En esta situación hay que poner en el orden del día la cuestión de la huelga. Donde los sindicatos todavía están a medio camino, debemos apoyar activamente esta consigna e intentar generalizarla tanto como sea posible en el movimiento. La consigna de los comités de acción debe ser un punto central, para desarrollar y extender el movimiento huelguístico. Por supuesto, no se trata de defender consignas aventureras que pasan por encima de la cabeza de los trabajadores y que no conectan con los deseos de la mayoría de los trabajadores. Debemos intentar ganar a la mayoría a través del trabajo paciente, basado en los hechos, las cifras y los argumentos.
Las tareas de los marxistas en los sindicatos es doble: conseguir la acción más amplia posible contra la guerra y a través de la acción colectiva y la discusión, elevar el nivel de la clase, comenzando con la vanguardia activa en los sindicatos y comités de empresa. Hay que organizar reuniones de masas para discutir nuestra actitud hacia la guerra durante las horas de trabajo. Hay que presentar resoluciones que no sólo condenen la guerra, sino que pidan una acción decisiva. Nuestra consiga debe ser la de Lenin: explicar pacientemente.
¡Por una política militante contra la guerra!
El movimiento hacia la guerra plantea la necesidad de reivindicaciones específicas, como la paralización de todas las mercancías destinadas a la guerra. ¡Ferroviarios! ¡Estibadores! ¡Camioneros! ¡No toquéis el material destinado para la guerra!
Se deberían presentar inmediatamente resoluciones en este sentido, en cada sección sindical y comité de empresa. Cualquier intento de disciplina obrero ante las acciones contra la guerra debe contar con el pleno apoyo del movimiento. Debemos recordar la vieja consigna de los pioneros del movimiento obrero: una ofensa a uno de nosotros, es una ofensa a todos.
Esta guerra, como cualquier otra guerra, significa muerte y destrucción para muchos y enormes beneficios para unos pocos. Exigimos la confiscación de los beneficios de guerra de los manufactureros de armas, y que se pongan a disposición de la comunidad, los ancianos, los enfermos, los niños, los sin techo y los parados. ¡Ni un penique ni un centavo para esta guerra criminal! ¡Exigimos un programa de obras públicas útiles!
La clase obrera debe defender los derechos democráticos. ¡Ninguna restricción de los derechos democráticos con la excusa de la guerra! ¡Exigimos la derogación de todas las leyes antisindicales! ¡Defender el derecho a huelga y manifestación! En el pasado sólo el uso de estas armas han conquistado la democracia y ¡sólo con ellas podemos defender nuestros derechos ahora!
Blair, Aznar, Berlusconi, todos estos “demócratas” han ignorado las opiniones de la mayoría. Han ignorado las voces de millones de manifestantes. Debemos organizar nuevas e incluso más masivas manifestaciones. Pero los trabajadores deben organizar manifestaciones que realmente puedan dañarles: debemos plantear la cuestión de las huelgas y las huelgas generales contra esta política reaccionaria.
El poder del movimiento obrero es imponente. Ninguna rueda gira, ninguna bombilla se enciende, ningún teléfono suena, sin el permiso de la clase obrera. Es el momento de hacer realidad ese poder. Nuestra consigna debe ser: “Somos muchos, ellos pocos”. ¡Hay que hacer oír la voz de la clase obrera!
En última instancia, la única forma de parar la guerra es a través de la transformación socialista de la sociedad. Pero esto no es cosa de un día. La forma de preparar las fuerzas para la revolución socialista es a través de la organización de toda una serie de acciones políticas, a través de las cuales la clase obrera y la juventud ganen experiencia y aprendan las lecciones que puedan prepararles para cosas mayores.
Una parte vital de la lucha por la transformación socialista de la sociedad es la lucha por la transformación de las organizaciones de masas de la clase obrera, los sindicatos, el Partido Laborista y los partidos comunistas y socialistas. Las burocracias que han tomado el poder en estas organizaciones y que las han apartado de su objetivo histórico, sólo representan a una pequeña capa. Están en el poder debido a la apatía y la inercia de los trabajadores. Debemos luchar para reclamar que estas organizaciones queden libres de burócratas y arribistas, debemos volver a convertirlas en vehículos reales para la transformación de la sociedad.
¡Sindicalistas! ¡Socialistas! ¡Comunistas! Exigid la convocatorio de una conferencia para discutir la cuestión de la guerra y la elaboración de un programa militante para llevar a cabo una acción contra la guerra. Sobre todo en Gran Bretaña, es necesario pedir la convocatoria de una conferencia del Partido Laborista para exigir la destitución de los parlamentarios que han votado a favor de la guerra, empezando con Tony Blair.
El momento actual puede sentirse como la hora en que la oscuridad está cerniéndose sobre la faz del planeta. Las fuerzas de la reacción se pueden ver en todas partes. Pero después de la oscuridad siempre viene el amanecer. Este carnaval de reacción y guerra está preparando el terreno para acontecimientos explosivos en todo el mundo. En estos acontecimientos la clase obrera y sus organizaciones jugarán un papel clave, y dentro de ellas, la tendencia marxista estará en primera línea. La audiencia para nuestras ideas se doblará, triplicará y cuadruplicará, cuando las masas, comenzando con la vanguardia, asimilen las lecciones de los grandes acontecimientos. La sociedad y el movimiento obrero se verán sacudidos de arriba a abajo. Tarde o temprano, en uno u otro país, estarán preparadas las condiciones para la revolución social.
Los imperialistas estadounidenses creen que pueden hacer lo que quieran en cualquier parte del mundo y en cualquier momento. El resultado final será caos en todos los frentes. Habrá posibilidades revolucionarias en todas partes. Para aquellos reaccionarios que identifican revolución con caos les decimos: es vuestro sistema lo que está en bancarrota en todo el mundo. Eso es lo que está provocando el caos. La revolución no provoca el caos, sólo pone fin al caos actual creando un orden social nuevo que abolirá radicalmente las causas del caos.
La ciencia moderna nos dice que después del caos llega el orden. Pero para que esto ocurra es necesario un catalizador, como en la química. Este catalizador no es otro que un partido y dirección revolucionaria de la clase obrera. A aquellos que miran la próxima guerra con temor y sacan conclusiones pesimistas sobre el futuro de la humanidad debemos decirles: La guerra es mala, pero es el producto de las contradicciones del capitalismo global. Si quieren erradicar la guerra, únete a la tendencia marxista internacional y lucha por la transformación del movimiento contra la guerra en una lucha consciente contra el capitalismo, por la transformación socialista de la sociedad en todo el mundo. La única forma de luchar contra la guerra es con la guerra de clases
Londres, 13 de marzo de 2003