Cuando se cumplen más de dos meses desde el golpe de Estado contra el presidente Zelaya, el pueblo hondureño mantiene un movimiento de resistencia que la represión no ha podido aplastar. Ante esto, las maniobras diplomáticas continúan para tratar de buscar una "salida negociada" que frene la posibilidad de una insurrección popular.
Cuando se cumplen más de dos meses desde el golpe de Estado contra el presidente Zelaya, el pueblo hondureño mantiene un movimiento de resistencia que la represión no ha podido aplastar. Ante esto, las maniobras diplomáticas continúan para tratar de buscar una "salida negociada" que frene la posibilidad de una insurrección popular.
El papel de EEUU en el golpe
Los datos sobre la participación del imperialismo americano en el golpe son reveladores. El presidente nicaragüense Daniel Ortega, ya ha denunciado que el vuelo en que Zelaya fue expulsado salió de la base militar de los EEUU en la Palmerota.
Asimismo, dos colaboradores cercanos de los Clinton. Bennett Ratcliff y Lanny Davis, han aparecido públicamente como asesores del gobierno golpista de Micheletti.
Si el propio Obama quisiera seguir una política de diplomacia hacia América Latina, es cuestionable el control que pueda ejercer sobre el aparato estatal de los EEUU, cuyos funcionarios han mantenido vínculos directos con la oligarquía hondureña tras años de negocios en común. De hecho, aunque las palabras de Obama han ido en apoyo formal a la legitimidad de Zelaya, los hechos y las declaraciones oficiales de los organismos del Estado han sido mucho más cautelosos.
Varias cosas están claras: Washington quería sacar a Zelaya del poder; ellos preferían la vía constitucional, pero los golpistas llevaron adelante el golpe con el visto bueno de piezas clave en los EEUU; una vez realizado el golpe, Washington no le hace ascos, pero trata de buscar una solución diplomática que asegure tres cosas: la desmovilización de la resistencia hondureña, la desactivación de Zelaya y un triunfo diplomático en América Latina.
Las conversaciones de San José
Durante el mes de julio se celebraron en San José (Costa Rica) conversaciones entre el gobierno de Zelaya y el régimen golpista de Micheletti. Básicamente, el acuerdo propuesto sugería la restitución de Zelaya en la presidencia bajo la conformación de un "Gobierno de Unidad" integrado por los principales partidos políticos; el adelantamiento de las elecciones y supervisión de las Fuerzas Armadas en dicho proceso; la amnistía para los golpistas, y la intervención de la OEA para la supervisión del cumplimiento de los acuerdos.
Ante esto, el Frente Nacional de Resistencia no desistió de las movilizaciones durante el período de diálogo y exigió como punto irrenunciable la restitución del presidente Zelaya. Los golpistas comprendieron que, incluso con el poder que les cedía el acuerdo y las limitaciones impuestas a Zelaya, el aceptarlo significaría dar la victoria al pueblo hondureño y ello podría servir como referencia para la continuación de la lucha. Frente a esto, el rechazo de los golpistas fue inminente.
La resistencia nacional no se detiene
Al expulsar a Zelaya, la oligarquía ha conseguido precisamente lo que quería evitar: el desencadenamiento de un movimiento popular masivo.
Las movilizaciones han sido organizadas a través del Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado, que agrupa a todas las fuerzas del país opositoras al golpe.
A finales de julio, el régimen golpista de Micheletti confiaba en que las maniobras de San José, la represión y la desinformación de los medios, unidas al cansancio de un movimiento que cumplía un mes de lucha, habrían desgastado ya la resistencia. No obstante, el pueblo respondió con una marcha nacional a la capital Tegucigalpa y a la segunda ciudad del país, San Pedro Sula, que inició el 6 de agosto y culminó en una gran manifestación el 11 de ese mes. A pesar de la reaparición de escuadrones de la muerte, atentados a sedes organizativas, infiltración de agentes provocadores en manifestaciones, etc., este impresionante movimiento de masas se mantiene y no desiste.
¿Qué estrategia y qué programa seguir?
El movimiento ha llegado a un punto de inflexión. La oligarquía no es capaz de imponerse sobre la resistencia, pero todavía no se ha podido derrotar a los golpistas.
¿Qué estrategia puede llevar al movimiento a la victoria? En primer lugar, el llamamiento del Frente a la huelga general es totalmente correcto y necesario. En manos de los trabajadores está la capacidad de paralizar la vida económica y social del país, y así detener a la oligarquía sostenedora del golpe.
En segundo lugar, hay que mantener la presencia masiva de pueblo en la calle, tal como lo ha hecho el Frente. Sin embargo, con la creciente represión es urgente organizar la autodefensa a través de piquetes que estén bajo el control de las propias organizaciones, evitando la formación de grupos armados aislados de las masas.
Tercero, el Frente, muy correctamente, hizo un llamado al boicot obrero internacional contra el régimen golpista. Ante esto, los trabajadores de Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua tienen la responsabilidad, dada su posibilidad física, de bloquear el comercio internacional de Honduras.
En cuarto lugar, es importante comprender que el régimen golpista no va a caer a no ser que se logre quebrar el aparato represivo del Estado. El Frente debe de organizar una campaña consciente hacia la base del ejército y la policía, para reinsertarlos al movimiento popular.
El programa del que se dote la resistencia tiene una importancia decisiva a la hora de aglutinar a los sectores más amplios de los trabajadores y el pueblo. El Frente ha dejado en claro que, si bien es una reivindicación democrática básica, ya no se trata solamente de la restitución de Zelaya, sino que la convocatoria de una Asamblea Constituyente que permita cambiar las estructuras políticas del país. No obstante, una asamblea constituyente no soluciona los problemas de fondo que aquejan a las masas hondureñas. En Venezuela, Bolivia, Ecuador, se han convocado asambleas y aprobado nuevas constituciones, pero el poder económico sigue en manos de la oligarquía. No basta con cambiar las estructuras políticas, sino que los trabajadores y campesinos deben de tomar el poder y sustituir la democracia burguesa por la democracia obrera. Esto sólo se puede garantizar de manera permanente mediante la expropiación de las 12 familias que controlan Honduras en colaboración y al servicio del imperialismo.
En estos meses el pueblo hondureño y su clase trabajadora al frente, han escrito una página gloriosa de lucha y resistencia. Es responsabilidad de los activistas más avanzados, y particularmente aquellos que provienen de una tradición socialista, el levantar claramente la bandera de la lucha por el socialismo como única salida para el pueblo hondureño.