Fidel en Argentina

0
419

La jauría de sesudos analistas, improvisados comentaristas, periodistas y medios del orden, ladraban ferozmente, no pudiendo creer la verosimilitud del símbolo diabólico: en la Facultad de Derecho, pilar fundamental de la democracia de los ricos, en “su” facultad, hablaba a una multitud el “tirano”. El acto de Fidel Castro en las escalinatas, además de producir un revuelo extraordinario y congregar a miles a pesar del frío y la espera, fue un síntoma del estado de ánimo de buena parte de las masasargentinas, que buscan una salida a la crisis capitalista y tratan de forjarse una dirección revolucionaria en la lucha cotidiana, para acabar con el hambre y la degradación a la que nos vemos sometidos

multitudes para la revolución

Probablemente muchos políticos profesionales rechinaron de celos y envidia la noche del 26 de mayo, quizás recordando con angustia y temor aquellos meses posteriores al caluroso diciembre 2001, donde su única función en la vida era escapar de las masas que los perseguían incansablemente. Y probablemente, ninguna asunción presidencial fue eclipsada de tal modo por personas de “afuera”, quedando en un segundo plano lo que se pretendía de primer orden.

La jauría de sesudos analistas, improvisados comentaristas, periodistas y medios del orden, ladraban ferozmente, no pudiendo creer la verosimilitud del símbolo diabólico: en la Facultad de Derecho, pilar fundamental de la democracia de los ricos, en “su” facultad, hablaba a una multitud el “tirano”.

El acto de Fidel Castro en las escalinatas, además de producir un revuelo extraordinario y congregar a miles a pesar del frío y la espera, fue un síntoma del estado de ánimo de buena parte de las masas argentinas, que buscan una salida a la crisis capitalista y tratan de forjarse una dirección revolucionaria en la lucha cotidiana, para acabar con el hambre y la degradación a la que nos vemos sometidos.

La espera

“He vivido algunos años, pero nunca ni siquiera imaginé un acto tan azaroso y tan increíblemente emocionante como éste” fueron las primeras palabras de Fidel, ante una multitud expectante y emocionada que miraba al líder cubano después de horas de espera, de rumores contradictorios y de cambios sobre la marcha.

El acto estaba programado para las 19hs en el salón de actos, donde se esperaban a unos pocos cientos de compañeros para escuchar la viva voz de Fidel. Pero a las 17hs. en el salón de actos no entraba un alfiler y los pasillos de la Facultad eran transitados incansablemente por una marea humana que no se resignaba a perderse el evento. Afuera, bajo un cielo que empezaba a oscurecerse, miles de personas ocupaban las escalinatas mientras se levantaba una pantalla para trasmitir el discurso.

Cuando el reloj dio las 19hs, la única certidumbre nos decía que el acto era imposible de realizar en el salón, cada vez llegaban más y más gente, desde todos los ángulos y direcciones. La marea se desbordaba tenazmente. Fue ahí cuando los organizadores decidieron que Fidel no hablara desde el salón, sino que saliera a las escalinatas, donde miles de personas llevaban horas aguardando al Comandante. Se trasladaron las cámaras y los equipos técnicos, mientras el ministro de asuntos exteriores cubano, Pérez Roque, trataba de matizar la espera con algo de humor caribeño.

En sí mismo, el acto y sus peripecias desbarata aquellas ideas impresionistas del “giro a la derecha”, la incapacidad o inmadurez de las masas para la lucha por el socialismo. Las impresiones se desmoronan fácilmente: 20.000 personas en las escalinatas, jóvenes que recién dan sus primeros pasos en la lucha de clases y “viejos”que reviven su pasado combativo, trabajadores, asambleístas, piqueteros etc.

La televisión y la radio fueron obligadas a transmitir en directo el acto, que era visto por decenas de miles desde sus casas; la publicación del discurso en algunos diarios y el repentino enmudecimiento de los políticos burgueses ante las simpatías de las masas hacia Fidel, son datos de la situación concreta. Incluso el discurso fue repetido en la televisión.

Si estuviéramos frente a un giro a la derecha, ante una derrota del Argentinazo, la magnitud del acto no rebasaría unos pocos cientos y algún comentario perdido en las notas editoriales de la prensa del poder, quedando como una anécdota sin brillo. La cantidad de compañeros y la incapacidad de la reacción por hacerse oír, es un síntoma de que el reflujo en el movimiento de masas no es absoluto, sino parcial, y mientras el proceso siga su curso de avances y retrocesos, tarde o temprano, debido a la incapacidad del régimen por solucionar sus contradicciones, saldrá a la calle nuevamente con la experiencia acumulada, la conciencia fogueada en la lucha y la determinación ganada en las calles. El problema es que para algunos compañeros el movimiento real no es demasiado “marxista” o “revolucionario” como quisieran, por eso ahora regalan actas de defunciones. Y esas bonitas frases sobre la “inmadurez”, no son más que la incomprensión de la dinámica que sufre la conciencia de las masas en un proceso revolucionario, dando por estático lo que es vitalmente móvil y contradictorio.

Nosotros decimos que la contradicción del movimiento de masas es la falta de dirección, la ausencia de un partido revolucionario reconocido por la clase obrera, los piqueteros y demás sectores en lucha, que sea “su” partido para transformar la barbarie capitalita, para impulsar la conciencia y lucha de millones hacia delante. Por más que haya millones de compañeros en un acto o dispuestos a luchar por el socialismo, esto por si mismo no resuelve la cuestión, sino que la plantea todavía con más fuerza y necesidad. Las aspiraciones genuinas de las masas empobrecidas, sus ganas de luchar por un país y un mundo diferentes, tienen que plasmarse en una organización revolucionaria para llevar a la practica esas ideas. Incluso aquellos sectores de la población, que comprensiblemente mantienen expectativas con el gobierno Kirchner, verán que la solución a sus problemas acuciantes no depende de la voluntad de un hombre, sino que hay razones más profundas que hacen que el pan no llegue a su mesa. Esta contradicción, suprema lección de diciembre, pudo quedar reflejada en el acto con miles de compañeros que simpatizan con la revolución y el socialismo, fuertemente anti-imperialistas; Son la materia prima a partir de la cual surgirá la herramienta de los oprimidos, no sólo en Argentina sino en toda Latinoamérica.

El discurso: la fuerza de las ideas

Ante la muchedumbre, Fidel habló largo y tendido, en un clima de respeto y admiración pocas veces visto. Para explicar la expectativa generada por su visita y la solidaridad del pueblo argentino con la Revolución Cubana: “la fuerza que dan las ideas, que da la verdad y que da una causa justa es que los pueblos se vuelven invencibles”. Relató algunas anécdotas sobre el Che Guevara, y dijo sobre el revolucionario: “digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones y millones en las masas.”

Luego comentó extensamente los logros sociales llevados a cabo por la Revolución, entre ellos la infancia de los niños, un gravísimo problema para la América Latina capitalista: “En nuestro país nosotros le garantizamos un litro de leche a cada niño hasta los siete años;… pero en nuestro país no se encontrará un niño sin escuela, uno solo no se encontrará sin escuela… los niños de cuarto y quinto grados, en lenguaje y en matemáticas, casi duplican los conocimientos de los niños del resto de América Latina y de Estados Unidos también, no vayan a creer que sólo de América Latina”

Los aplausos se sucedían permanentemente, junto con el “Cuba, Cuba, Cuba el pueblo te saluda”. Se refirió a los programas educacionales que se están desarrollando en la isla, la enorme cantidad de universitarios- “desde el momento en que 800.000 ciudadanos cubanos son graduados universitarios o intelectuales. De modo que hoy hay dos graduados universitarios por cada graduado de sexto grado que había al triunfo de la Revolución “- las nuevas investigaciones científicas- “se hacen investigaciones para curar enfermedades tan duras como la meningitis meningocócica, la hepatitis, a través de vacunas que produce por técnicas de ingeniería genética”- y otros gloriosos logros de la Revolución, como por ejemplo: “En nuestro caso, el 100% de la población tiene garantizada la seguridad social; en nuestro caso, el 85% es dueño de las viviendas, y no paga impuesto por la propiedad de la vivienda. Fíjense bien, quiero aclarar que no estoy recomendando nada, yo simplemente deseo explicarles qué estamos haciendo, y por qué estamos sobreviviendo, y por qué el pueblo en masa apoya la causa revolucionaria.”

Criticó lúcidamente al imperialismo en sus arrebatos sangrientos por controlar los recursos económicos de países débiles: “No es exageración, ni uso excesivo de palabras, por nuestra parte, cuando escuchamos un día decir que 60 países o más podían ser blancos de ataques sorpresivos y preventivos; nadie jamás en la historia, ningún imperio, hizo semejante amenaza… ¿Qué derecho tiene alguien para amenazar de esa manera a los pueblos? Me pregunto si también aquí, en este acto, porque no hay mucha luz, hay que encender muchos más bombillos para que no seamos un oscuro rincón del mundo que atacar sorpresiva y preventivamente”, y la espantosa deuda externa que expolia a nuestros pueblos “es el Fondo Monetario y qué es el Banco Mundial y qué significa una deuda de 800.000 millones de dólares en América Latina…hace 40 años la deuda de América Latina era de 5 000 millones de dólares; hoy es ciento sesenta veces mayor”

Con respecto al ALCA sintetizó brillantemente: “quieren garantizar de nosotros tres cosas: materia prima, fuerza de trabajo barata, y, además, clientes”.

Oponiendo a la naturaleza del imperialismo Fidel lanzó ante los miles que lo escuchaban las enormes diferencias de un sistema social y otro: “Decenas de miles de médicos cubanos han prestado servicios internacionalistas en los lugares más apartados e inhóspitos. Un día dije que nosotros no podíamos ni realizaríamos nunca ataques preventivos y sorpresivos contra ningún oscuro rincón del mundo; pero que, en cambio, nuestro país era capaz de enviar los médicos que se necesiten a los más oscuros rincones del mundo”

Es imposible transcribir todo lo dicho por Fidel en esas dos horas y veinte minutos, en que permaneció de pie frente a una masa de personas que sólo rompían el silencio respetuoso para animar al líder Cubano o lanzar consignas contra el imperialismo.

Algunos comentarios

Fidel Castro tomó muchas precauciones a la hora de armar su discurso, cuidándose casi detalladamente en las palabras a utilizar. Remarcó una y otra vez que no quería inmiscuirse en asuntos internos y recalcó su calidad de invitado y los límites “diplomáticos” que esto supone. Discursivamente, es interesante ver que al repasar todos los males de nuestro continente y del mundo, haya nombrado una sola vez su verdadera causa: el capitalismo.

Nadie esperaba, sinceramente, que Fidel lanzara una arenga para derribar el sistema que oprime y hambrea a nuestros pueblos. Pero otra cosa muy distinta es afirmar, como hizo Fidel: “Nosotros no recomendamos fórmulas dogmáticas, no nos ponemos a recomendar que tengan tal y más cual sistema social. Conozco países con tantos recursos, que con el uso adecuado de los recursos no tendrían ni necesidad, vean, de hacer un cambio revolucionario con relación a la economía, de tipo radical, como el que ha hecho nuestro país”

Nosotros no estamos de acuerdo en este punto. El problema central del capitalismo no es la desigual distribución de la riqueza ni cómo se emplean los recursos, sino que esa riqueza producida por el sudor y sacrificios de obreros y campesinos, esos recursos que se mueven gracias a la mente y las manos de los trabajadores, todo lo producido por la sociedad va a parar a los bolsillos de unos pocos, y no por ninguna razón extraña o incapacidad de los gobernantes de turno, sino por la propiedad privada de los medios de producción, el carácter privado de esos recursos. Es la apropiación individual de la riqueza social lo que genera guerras, y es la causa de las crisis económicas que golpean la vida de los trabajadores. Si aceptamos el criterio del Comándate, la revolución socialista no sería necesaria, con lo cual deducimos que al no ser necesaria, no estaría engendrada por las causas objetivas del sistema capitalista, y sería solamente una buena idea sobre la que reflexionar los ratos libres. Entonces bastaría un poco de cordura y mesura. Apelar a la buena voluntad de los gobernantes, al siempre pretérito sentido común de los que mandan las fábricas y los campos, es realmente inocuo.

La paradoja nos muestra que Cuba necesitó una revolución y la expropiación de los capitalistas, terratenientes y multinacionales para salir de la barbarie capitalista y de las garras del imperialismo y para que esas propiedades fueran del pueblo, para que esa riqueza producida por el pueblo sea verdaderamente del pueblo. Hoy Cuba puede pararse ante el mundo y presentar sus logros sociales, pero estos logros serían impensados sin la socialización de las fabricas y las tierras, base de la revolución. Es singularmente llamativo, que al referirse tan detalladamente como lo hizo a los logros revolucionarios, nunca nombró la verdadera causa que permitió y permite que Cuba sobreviva y se mantenga con la dignidad intacta. Incluso, no estamos de acuerdo con la apreciación implícita que hizo sobre Kirchner. Fue tremendamente positivo la derrota de Menem para las masas argentinas. Pero Kirchner, aunque algunos consideren que tiene “buena voluntad”, no puede cambiar las reglas del juego del capitalismo, y solamente puede sobrevivir en el gobierno basándose en salarios de hambre y exportaciones, cuyo fruto no llega a las barriadas obreras. En la Casa Rosada siempre pesará más el interés privado de los banqueros y de los capitalistas antes que los niños desnutridos, los desocupados o los inundados de Santa Fe. Feroces enemigos de Cuba también están dentro de nuestras fronteras: Techint, Pérez Cómpanc, Macri, Telefónica, banqueros y hacendados para los que el sistema cubano es la negación de los intereses de su clase.

La ausencia de formulaciones concretas a los problemas más urgentes de la humanidad, no tienen nada que ver con la soberbia ni con injerir en asuntos internos. Bastaba citar el ejemplo de la praxis revolucionaria en Cuba, qué es lo que se hizo y cómo se hizo. Como marxistas afirmamos que bajo el capitalismo no hay ninguna solución posible para los trabajadores. Ni en Argentina ni en el mundo. Sí estamos de acuerdo en que cada pueblo debe encontrar su camino, que el movimiento real de las masas no se puede determinar ni prefijar. Los marxistas no nos pasamos la vida anticipando revoluciones ni colocándole moldes, sino de prepararnos para ellas, inevitables como son. Pero la experiencia histórica nos dice que la única alternativa viable y real para las aspiraciones de las masas, es el socialismo internacional, que los recursos económicos y todo lo producido no tenga más dueños que los pobres y trabajadores del mundo.

Conclusiones. En defensa de Cuba

La visita de Fidel dejó en claro la inmensa solidaridad de las masas argentinas hacia la gesta revolucionaria cubana. Desveló el verdadero estado de ánimo de los luchadores argentinos, así como la parcialidad del reflujo, la necesidad de dirección y la orfandad política que reina en nuestro proceso revolucionario. La autoridad moral de Fidel es indiscutible, y la atracción que ejerce sobre las masas bien puede compararse con la de los grandes revolucionarios del mundo.

Nuestras críticas a la Revolución Cubana ya las planteamos extensamente en otros artículos. La defensa de la revolución es inseparable del examen critico de la realidad, y la situación objetiva de la sociedad cubana no podemos falsearla en pro de un defensismo a ultranza mal entendido. Hay cierto grado de escasez entre las masas cubanas, crecen las diferencias sociales mientras el aparato del Estado cobra volumen. La preponderancia en la dirección y planificación, gestión y control de la sociedad la tienen los cuadros del gobierno. El peligro de la contrarrevolución es mortal y las contradicciones propias de la sociedad cubana no hacen más que potenciarlo. Negar que el terreno real de la isla es el mejor caldo de cultivo para la demagogia reaccionaria del capitalismo es vedar la situación objetiva; el capital imperialista busca y buscará por todos los medios minar la conciencia de las masas para instalar sus cantos de sirena.

Si el imperialismo y sus secuaces no se deciden acabar con Cuba no es solamente por la determinación de las masas cubanas, sino por el apoyo masivo de los trabajadores latinoamericanos y del mundo. La debilidad de Cuba es su aislamiento y toda las deformaciones que éste engendra, no hablamos del aislamiento de los mercados económicos y del “progreso” capitalista con su democracia de bolsillo, sino de la revolución socialista internacional. Por eso es crucial para el destino de Cuba y de las masas trabajadoras y campesinas de América Latina, extender la revolución en nuestro continente. Cuba no está a salvo en los abrazos de liberales y burgueses, sino en el grito de rebeldía de los pobres que quieren tomar el cielo por asalto, o mejor dicho, las riendas de su vida. Pero para esto necesitamos organizarnos masivamente, tendencias marxistas en cada uno de los países para luchar implacablemente por el socialismo, cada pueblo por su camino pero todos hacia el mismo fin: terminar con la explotación y la opresión, por la unidad de América Latina sin privilegiados ni ricos. Ninguna Revolución es un fin de sí mismo, un hecho estático que puede preservarse intacto guardándolo en el cajón de la historia, sino un hecho dentro de una totalidad, un pagina de la que aprender para extenderla hacia delante.

Hay que reconocer la ausencia en Cuba de una genuina democracia obrera y campesina. Pero reconocer un inconveniente es la mejor manera de empezar a transformarlo en su contrario. El bloqueo, la escasez, la contrarrevolución, son razones válidas para cerrarse y hacer frente al enemigo, pero esto no es absoluto. Tenemos confianza en que los marxistas cubanos, gracias a la experiencia y a la dura escuela de la vida, verán como nosotros que la situación requiere un cambio de estrategia. La hora de los pueblos se marca en la construcción del féretro del capitalismo, y esas manos que los construyen tiene que ser internacionalistas. Cuba adolece muchas dificultades y para superarlas no basta con un Chávez o un Lula, híbridos o medias tintas, la ayuda vendrá de los obreros y campesinos cuando sean participes de su emancipación con la revolución socialista en América Latina. Los amigos y acérrimos defensores de la Revolución Cubana están en las huelgas de Perú, Uruguay y Brasil, en las heroicas luchas de las masas de Venezuela y Bolivia, en las fabricas bajo control obrero y los piquetes en Argentina.

Desde una perspectiva revolucionaria, la heroica gesta del pueblo cubano, con Fidel y el Che a la cabeza está lejos de ser un proceso concluido al que admirar pasivamente y defender en caso de peligro contrarrevolucionario. No, nosotros afirmamos que el proceso Cubano es una aspiración para millones de oprimidos y hambrientos que pueblan nuestro continente. Las masas obreras y campesinas son la única garantía real que tiene el pueblo cubano para resistir al imperialismo. No existen principios abstractos o metafísicos sobre la humanidad o la libertad, el poderoso lazo que nos une con Cuba es el internacionalismo proletario y la solidaridad de clase, la única manera de defenderla es organizándonos en nuestros países e internacionalmente para luchar contra la explotación y el capitalismo; porque como dice Alejo Carpentier “Quienes hablan de revoluciones se ven llevados a hacerlas.”

¡Viva la Revolución Socialista en América Latina!
¡Viva la lucha antiimperialista del pueblo cubano!
¡Por una Federación Socialista de América Latina y el Caribe!