Publicamos a continuación una entrevista realizada por el periódico de nuestros compañeros de España, Lucha de Clases, al escritor Isaac Rosa, efectuada antes de las elecciones del 20 de noviembre. Isaac Rosa publicó recientemente un nuevo libro, La mano invisible, dedicado al mundo del trabajo.
¿Puedes resumirnos brevemente de qué trata tu nuevo libro?
Es un acercamiento, desde la literatura, al mundo del trabajo, yendo desde lo general (una reflexión de fondo sobre las relaciones laborales en el capitalismo) hasta lo más particular (las diferentes maneras que los trabajadores tenemos de enfrentar y soportar esas relaciones). Responde a dos inquietudes: una política (abrir un debate sobre lo que viene ocurriendo desde hace años en el trabajo), y otra literaria (preguntarme sobre el lugar del trabajo en la ficción, su escasa presencia, e indagar en si es posible hacer literatura del trabajo). Se resume bien en las dos citas que acompañan el libro: una de Simone Weil que se pregunta por la docilidad, y otra de José Luis Pardo que cuestiona la posibilidad de hacer literatura a partir de un lugar en el que dejamos de ser nosotros, el trabajo.
¿Te ha empujado a decidirte a sacar un libro así la coyuntura vivida en los últimos años?
No, no es un libro surgido al calor de la crisis. Llevo años detrás de esta novela. Las reflexiones que la sostienen me las hacía en el tiempo anterior a la crisis, cuando en teoría vivíamos en el mejor de los mundos posibles (no la clase trabajadora, aunque a veces lo creyese). Las preguntas que yo me hacía entonces tienen ahora más sentido, claro, son más pertinentes, porque el deterioro laboral se ha agudizado. Pero ni la precariedad ni la explotación han surgido con la crisis. Por eso, las preguntas de mi libro son hoy más necesarias, aunque al mismo tiempo las condiciones para responderlas son hoy peores, pues en un momento en que vivimos amenazados por el paro y la degradación laboral, nada invita a replantearse el tipo de relaciones laborales en el capitalismo.
Es obligatorio preguntarte por tu opinión sobre el Movimiento 15M ¿Crees que su estallido dejó en evidencia a la izquierda política y sindical?
El 15-M ha hecho aparecer un nuevo sujeto político, y eso ya es importante. Ahora bien: no ha surgido de la nada, aunque a veces lo parezca. Quienes más han empujado en estos meses no acaban de despertar, sino que en su mayor parte es gente que ya llevaba tiempo implicado en movimientos sociales, en luchas de todo tipo. Hay mucha gente de la izquierda política y sindical en el 15-M; y ellos son los primeros que, sin romper con su militancia, defienden que el discurso transformador del 15-M no se refiere sólo al sistema democrático o al económico, sino también a las estructuras y formas de actuación de la izquierda tradicional. El 15-M habla al poder económico, habla a los partidos del sistema, pero también a esa izquierda que en un momento grave como éste no había sabido construir una respuesta a la altura. Con todo, el 15-M no está en condiciones de sustituir a la izquierda política y sindical; debe aspirar a transformarla, no a superarla. Si por ejemplo queremos convocar una huelga, que tenga la fuerza y continuidad suficientes para levantar una resistencia a los recortes y reformas antisociales, ni los sindicatos tradicionales tienen la fuerza suficiente para convocarla ellos solos, ni las asambleas surgidas del 15-M se bastan para convocarla por su cuenta. Lo mismo podríamos decir para la izquierda política: ni ésta tiene hoy fuerza para crecer electoralmente, ni el 15-M tiene capacidad para ofrecer una alternativa.
Tú participaste en la Asamblea de la Refundación de Izquierda Unida, en el otoño de 2009. Antes del verano último, participaste con otros intelectuales en otro Manifiesto… Ahora IU ha lanzado la “Convocatoria Social” y también están las “Mesas de Convergencia y acción ciudadana”. ¿Qué opinas de todos estos procesos?
Siento decirlo, pero no han madurado, se han quedado a medio camino. Si el objetivo era buscar un frente unitario de la izquierda, no sólo para las elecciones sino para resistir el ataque que los trabajadores estamos sufriendo, es evidente que no se ha conseguido. Pienso que ni Izquierda Unida ni otras formaciones políticas en la izquierda han estado a la altura, y no han sabido dar expresión política al malestar de la calle. Creo que han pesado inercias y recelos viejos, y que ha faltado generosidad y altura de miras. No culpo a nadie, creo que ha sido un fracaso de todos. Los procesos de refundación y las convocatorias unitarias, además, han pensado demasiado en el corto plazo y en lo institucional (estar en las elecciones), cuando esta lucha no termina el 20-N, apenas empieza.
En diferentes países los partidos obreros, o de izquierda, están rompiendo barreras al superar el bipartidismo tradicional dominante ejercido por partidos burgueses que monopolizaron el poder durante décadas: en Canadá, el NDP se colocó en segundo lugar en intención electoral; en Irlanda, el Partido Laborista marcha en segundo lugar en las encuestas y recientemente salió elegido como presidente un dirigente de la izquierda del partido; en Uruguay pasó lo mismo con el Frente Amplio… Por otra parte, nunca en la historia hubo tantos países gobernando para la izquierda en Latinoamérica ¿Qué crees que refleja eso?
Es lógico, fruto de ese descontento que no es sólo hacia el poder financiero, los mercados o los organismos económicos, sino hacia una democracia y unos partidos del sistema que nos han dejado desprotegidos ante el peor ataque a los trabajadores en décadas. En general, en toda Europa hay un rechazo a los partidos gobernantes, sean del color que sea; se trata de quitar al que esté, para que pague por la crisis, y desde el estallido de 2008 ya ha caído más de una docena de gobiernos. La diferencia en las respuestas viene por el trabajo que los partidos de izquierda venían haciendo ya antes de la crisis, y por eso en algunos países esos partidos suben con fuerza, mientras en otros no. Me apena el caso español: que con una situación tan grave, y con un PSOE en caída libre, no se logre un apoyo mayor a las fuerzas de izquierda, debería abrir una profunda reflexión en la militancia. Por otra parte, creo que la decadencia europea no es sólo económica, también política, y por eso deberíamos mirar en otras direcciones, como América Latina, donde existe una izquierda transformadora que no se queda en el discurso, que es capaz de alcanzar el poder y romper viejas hegemonías.
Sin embargo, también hay países como el nuestro donde la izquierda tocó el poder sin distinguirse en lo fundamental de la derecha. Parece que hay una falta de referentes, incluso por parte de IU que no aprovecha lo suficiente el desgaste del PSOE…
Bueno, a mí siempre me gusta distinguir entre el poder y el gobierno. En España la izquierda (aunque la denominación ya sería discutible) ha gobernado, pero no ha tenido el poder, que desde la Transición está en las mismas manos. Eso ya lo supo el PSOE en 1982, y no ha cambiado demasiado la situación. El núcleo del poder es la política económica, y en ese aspecto ha habido pocas sorpresas en los últimos cuarenta años, todo ha sido ortodoxia económica. Mientras eso siga así, la izquierda, incluída Izquierda Unida, sólo puede aspirar a administrar, a gestionar el sistema económico, introduciendo mecanismos correctores, aliviando algunas situaciones, moderando, pero no mucho más. No puede extrañarnos por tanto la derechización de la sociedad.
Quizás Grecia sea un modelo donde quizás nos vayamos a ver reflejados más de un país. Allí, el PASOK ha sufrido ya varias escisiones por la izquierda, los dirigentes del PASOK hacen llamamientos a un Gobierno de unidad nacional con una derecha muy parecida a nuestro PP ¿No crees que es un reflejo del fracaso de la socialdemocracia? ¿Qué opinas del socialismo y del marxismo?
La actual crisis puede suponer la derrota definitiva de la socialdemocracia en Europa. Si en un momento así los partidos socialdemócratas no son capaces de defender el Estado del Bienestar, que habían convertido en su seña de identidad y que era la respuesta de contención a los impulsos revolucionarios de las fuerzas a su izquierda, ya me explicarán para qué sirve la socialdemocracia. Lo que está ocurriendo hoy no deja de ser consecuencia de la derrota del bloque socialista en la Guerra Fría. Durante ésta, el temor a una revolución socialista en Europa y en el resto del mundo era real, por la existencia del referente soviético, con todos sus problemas, y por eso hubo un avance en derechos y libertades, y se reforzó el Estado de Bienestar. Pero al desaparecer ese referente, y tras el desmantelamiento ideológico del marxismo, el poder económico no tiene ya necesidad de aplacar esa revolución con un Estado del Bienestar, y éste se derrumba.