Introducción
En las últimas semanas salió a la luz la crisis del Partido Obrero de Argentina. Unos de sus principales dirigentes, Jorge Altamira, denuncia su expulsión junto a Juan Ferro y Marcelo Ramal. Los diferentes escritos que circulan en papel impreso y por las redes sociales, no dan cuenta solo de la crisis del PO, sino que en sus fundamentos expresan una crisis que atraviesa al conjunto de la izquierda argentina.La “virtud” de Altamira junto a los y las militantes que acompañan este proceso político de fraccionamiento y “delimitación con su pasado reciente en la conducta del PO” deja al desnudo una tendencia orgánica dentro de las filas del trotskismo en Argentina, sus prácticas y vicios reiterados, y muestran la necesidad de un balance para arrojar luz y desentrañar los problemas que se repiten en la vanguardia que pretende subvertir de raíz al capitalismo y así parir definitivamente un partido revolucionario para lograr este objetivo tan necesario.
Cada punto de inflexión histórico importante tiende a provocar luchas internas dentro del movimiento marxista sobre perspectivas, táctica y estrategia. Una tendencia sana, cuya dirección confía en sus ideas, puede resolver estos conflictos inevitables sin crisis ni escisiones. Las tendencias burocráticas, vienen de tiempo en la dirección del PO, su propensión a la adaptación política en diferentes grados al régimen capitalista tiene su correlato en el régimen interno de Partido. En definitiva, el declive del PO indica que, en gran medida se diluyen las ideas revolucionarias. El desarrollo de “nuevas ideas”, muchas veces, los ha llevado a dejar de lado muchos de los principios que defendieron en el pasado Marx, Engels, Lenin y Trotsky.
Una actitud diferente
Los procesos de escisiones que vive el trotskismo en general, se desarrollan con expedientes en mano al mejor estilo estalinista. Así la lucha política queda reducida a la expulsión de militantes y dirigentes y a quién se queda con el aparato; en contraposición al debate de ideas y que sea el programa quien depure las filas del partido revolucionario.
Los grandes pensadores marxistas, cuando se enfrentaban a nuevas situaciones y problemas, comenzaban por reafirmar las ideas fundamentales del marxismo. La teoría como explicaba Engels, es una guía para la acción. Trotsky en los años ’30, al enfrentarse al problema de la degeneración de la Unión Soviética, se remontó a un re-examen de las enseñanzas fundamentales de Marx, Engels y Lenin sobre el Estado.
La izquierda y los tribunos en el Parlamento
La conducta de los grupos de izquierda en general se caracteriza por su política a dos caras como señalaba Lenin, por un lado, su cara sectaria y por el otro, su cara oportunista.
Trotsky sintetiza claramente los principios del marxismo al señalar que el programa hace al partido, es decir, que la finalidad estratégica determina todos los aspectos de la vida partidaria: su organización, régimen interno y trabajo en las masas. Esta definición implica que nuestra finalidad programática es la Revolución Socialista Mundial. Trotsky entendió que el marxismo solo se puede construir en estrecho vínculo con la lucha de clases, en clave de lucha política e ideológica para formar el partido revolucionario y construir el Socialismo.
El Estado capitalista y la clase dominante a través de múltiples maneras intentan asimilar a los partidos que se reclaman de la Revolución Socialista. En este sentido la vía electoral, en muchas ocasiones, juega como una bisagra para la adaptación y dilución del programa revolucionario.
La experiencia nos indica que el partido revolucionario debe mantener un control estricto sobre el trabajo parlamentario y de los tribunos revolucionarios. Las presiones son enormes y se corre el peligro al aceptar el juego de la democracia parlamentaria, de invalidar las ideas de la revolución. Para los marxistas, el Parlamento es una tribuna para la propaganda del programa socialista, pero su utilización debe estar subordinado, como ya señaló Lenin, al objetivo de los marxistas que es el derrocamiento del sistema capitalista, de sus instituciones como es el Parlamento, de la burocracia estatal y las fuerzas represivas.
Podemos expresar el programa más revolucionario que las reglas de la justicia electoral lo permitan, pero otra cosa es aceptar los límites del parlamentarismo cediendo en el trabajo revolucionario. Si tomamos el programa que el FIT-U presenta para las elecciones, no armoniza con el discurso de sus candidatos. La agitación, la cartelería, en lugar de usarla para explicar el programa, nos invita a que acompañemos a los candidatos del FIT-U ya que ”la izquierda debe estar”.
La propaganda de los grupos de izquierda que componen el FIT, queda reducida – como fue en las últimas PASO 2019 – a que “la izquierda debe estar”. Con este mecanismo se lava el Programa y se forja en sus filas la idea de que si tenemos muchos escaños seremos la garantía de las leyes que defiendan a los de abajo. Esto es un error político que violenta el programa de la revolución ya que lo subsume a la democracia parlamentaria burguesa.
El programa que se presenta en las elecciones, debe ser el que se lleve a los mítines, el que se agita públicamente, en las fábricas, en las calles, es el que el Congreso del Partido define. Si el Partido acepta los límites que el parlamento impone, entonces es ésta institución capitalista la que hace en gran medida girar el trabajo del partido revolucionario y la consiguiente adaptación de los tribunos revolucionarios.
¿Significa entonces, que debemos renegar de dar batalla en las elecciones burguesas y perder la oportunidad de conquistar escaños y que como tribunos utilicemos esta tribuna de denuncia? En absoluto, justamente acordamos en ganar escaños como un aspecto más de la lucha por el derrocamiento del sistema capitalista. La participación en las elecciones nos permite explicar nuestro programa a una audiencia más amplia. La elección de parlamentarios revolucionarios nos proporciona un potente altavoz para agitar por un programa revolucionario de lucha. La lucha por leyes que fortalezcan la posición de los trabajadores solamente puede ser eficaz si se combina con la lucha callejera, las movilizaciones de las masas, el desarrollo de los organismos de doble poder que las masas vayan construyendo, como fueron las coordinadoras fabriles en el ’75. El bloque de tribunos de izquierda es una avanzada contra los bloques patronales, y en cierta manera muestra un grado de independencia política de los trabajadores y de los sectores más conscientes de la clase. El Parlamento burgués prepara cada una de las leyes que dan espaldas al pueblo trabajador, por esto debemos fortalecer la lucha en las calles, en las fábricas, en las universidades. El papel que deben arrogarse los tribunos de izquierda es la exposición del programa de la revolución, como única salida a la exasperante situación que viven millones de trabajadores, denunciando que el Parlamento es un ambiente hostil para el logro de una vida mejor, es un ambiente enrarecido para los trabajadores, es un ambiente de componenda entre las diferentes facciones de los capitalistas. Los tribunos de izquierda deben llamar a desconfiar de las instituciones de la burguesía.
Muchas veces nos señalan que el Programa Revolucionario es muy avanzado en relación a la conciencia de los trabajadores, que es demasiado radicalizado para las masas y sus direcciones. El Programa debe expresar las tareas objetivas que la vanguardia y las masas deben llevar adelante, materializándolo en la clase y su dirección. El Programa no debe ser adaptado a cada recorrido de la conciencia de la clase. Es un instrumento para vencer y superar el atraso. El programa, la idea, está llamada a transformar a la clase de instintiva en consciente, debe traducirse en organización, hacerse fuerza material.
Nos pueden cuestionar “¿y si los trabajadores no asumen el Programa de la revolución?” debemos señalar y decir la verdad: ¡serán aplastados por los capitalistas, sus instituciones y sus gobiernos!
Muchas organizaciones de izquierda comienzan por lavar o adaptar el discurso, en aras de un efímero éxito electoral, buscando una suerte de sucedáneo a la revolución. Incluso los tribunos más radicales no señalan la necesidad de la revolución y el Socialismo, de un gobierno Obrero y de los Trabajadores, de una nueva legalidad sostenida por las masas y sus organizaciones creadas al calor de la lucha de clases con asambleas y con la democracia directa.
Lamentablemente la izquierda y el FIT en particular se encuentran lejos de estas premisas. La crisis del Partido Obrero y la separación de dirigentes históricos muestran una tendencia a la burocratización de esa organización. Entonces debemos preguntarnos cuáles fueron y son las causas para que esto sucediera.Nuevamente la respuesta la encontramos en la revisión o como se va diluyendo el Programa Revolucionario, la adaptación del mismo a un público más “civilizado” en el plano electoral. Los grupos que se alejan de la estrategia de poder, que devalúan al programa, se condenan a sí mismo como alternativa para la clase obrera y el conjunto de trabajadores.
El peso del aparato
Otro aspecto es la denuncia o llamado de atención que hace Jorge Altamira sobre lo desmesurado del aparato de rentados: “En los últimos años, ha crecido en forma desmesurada el número de militantes rentados. Proporcionalmente a sus afiliados, el PO sostiene un número de rentados superior al que contaba la socialdemocracia alemana a principios del siglo XX. Para que esta estructura no termine constituyendo un régimen de rentados vitalicios, definitivamente apartado de la militancia partidaria, es necesario en primer lugar un balance que justifique esta situación y la carga económica que representa…”
Esta situación que describe Jorge Altamira no es nueva en la izquierda y representa una preocupación en la vanguardia revolucionaria; la dependencia financiera del Estado burgués vía parlamentaria, con el pago de rentados. Resulta preocupante cuando una organización comienza a vivir de los dineros del Estado en vez de los dineros que con esfuerzo aportan sus militantes. Entonces los diferentes mecanismos del Estado burgués comienzan a ser aceptados al interior de la organización, la adaptación política a la línea de menor resistencia implica aceptar y fortalecer una tendencia oportunista.
Entendemos que no hay atajos para la construcción de una organización revolucionaria. La misma requiere de paciencia y formación ya que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria como Lenin lo señaló.
A esto se suma, la ausencia de un genuino trabajo internacionalista por parte del FIT o de quienes lo integran, que tenga como objetivo la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista basado en la concepción bolchevique de partido. Las “Internacionales” de los partidos que integran el FIT se parecen más a una Federación de Partidos que una organización basada en los principios del Centralismo Democrático.
Frentes de masas – frente único – e independencia de clases
El Frente Único y los marxistas
Alan Woods sintetizaba la concepción de partido revolucionario para la Corriente Marxista Internacional, en ocasión de una entrevista: “Trotsky, como Marx, Engels, y Lenin, sí entendía perfectamente el papel de las organizaciones políticas de masas. Y él explica que la creación del partido tiene dos partes, si quieres. La primera parte es la elaboración del programa, de las ideas, la teoría, sin la cual obviamente un partido revolucionario jamás puede existir. Sí, pero eso sólo es la primera parte, la formación de cuadros revolucionarios. Y el mismo Trotsky explica que hay una segunda parte que es cómo vincular estas pequeñas fuerzas marxistas con las masas, y ahí entramos en el tema de las organizaciones reformistas, como puede ser el Partido Laborista en Gran Bretaña, incluso el kirchnerismo en Argentina, el peronismo antes, o Podemos en España, o incluso, como no, el movimiento bolivariano en Venezuela. Es muy fácil criticar estos movimientos, a sus dirigentes, a la carencia en sus programas e ideas, eso es muy fácil de hacerlo, pero no cambia el tema de que son movimientos que agrupan a millones de trabajadores. Y la primera tarea nuestra no es la conquista del poder, es precisamente la conquista de las masas, llegar a las masas, establecer lazos profundos con las masas, establecer un idioma común con las masas, porque sin eso, francamente, no vamos a ninguna parte. Incluso en el documento fundacional de nuestro movimiento, que es el Manifiesto Comunista de Carlos Marx, que, por cierto, parece que fue escrito ayer, es totalmente relevante, y mantiene su vigencia y su actualidad, incluso en estos momentos. Ahí Marx explica que los comunistas no formamos partidos separados y opuestos a otros partidos obreros, somos, si quieres, una corriente, por eso nuestro movimiento se llama la Corriente Marxista Internacional, la corriente más avanzada, más consciente, más internacionalista, pero eso sí, siempre dentro del movimiento general de las masas, sin esto, francamente, seríamos impotentes para cambiar la sociedad.” ([Centenario de la revolución rusa] Entrevista a Alan Woods
“El objetivo de los marxistas en toda experiencia de frente único es destacarse como los mejores luchadores y los más comprometidos con la unidad del movimiento, y al mismo tiempo demostrar en la práctica la superioridad de sus tácticas, consignas, programa y métodos de lucha para vencer. Se trata, pues, de ganar para la organización marxista a la mayor cantidad posible de trabajadores de otras tendencias o sin organizar, en base a una experiencia práctica de lucha que los une a todos.
La táctica del frente único no es una opción, entre otras. Se impone a los marxistas en casi todas las circunstancias, por una razón muy básica: sin una mayoría decisiva de la clase obrera a favor de la revolución socialista, ésta es imposible. La mejor manera de ganar la mayor cantidad posible de obreros reformistas y de otras tendencias hacia las ideas del comunismo es emplazando y comprometiendo a sus dirigentes y organizaciones a una lucha común, para que sean probados en la práctica y la experiencia les haga ver a esos trabajadores la superioridad de las tácticas y programa de los marxistas.
Por eso, el sectarismo ultraizquierdista que rehúye el contacto y la lucha común con las organizaciones y obreros reformistas es el mejor aliado de los dirigentes socialdemócratas y reformistas, porque impide al obrero con ilusiones reformistas probar y comparar, simultáneamente, en una experiencia concreta común la política de sus dirigentes y la de los marxistas.” (1919 -2019 Centenario de la Internacional Comunista IV – Las Tesis sobre el Frente Único. David Rey)
Tenemos ante nosotros un problema en relación a las pequeñas fuerzas del marxismo y el movimiento vivo del proletariado y sus organizaciones históricas. Este problema pasa por toda una serie de etapas, con cambios constantes, reflejo de los flujos y reflujos de la lucha de clases. La clase obrera no llega automáticamente a conclusiones revolucionarias. Si así fuera, la tarea de construir el partido sería superflua, nuestra tarea sería sencilla si el movimiento de la clase obrera se produjera en línea recta. Pero eso no ocurre.
Son los grandes acontecimientos de la lucha de clases, donde la clase obrera comienza a crear organizaciones de masas para defender sus intereses. Estas organizaciones históricas – los sindicatos, las cooperativas y los partidos obreros – representan el germen de una nueva sociedad dentro de la vieja. Sirven para movilizar, organizar, formar y educar a la clase obrera.
Tras un largo período histórico, la clase obrera llega a comprender la necesidad de la organización. Sin organización la clase obrera no es más que carne de explotación. Mediante la creación de organizaciones, tanto de carácter sindical como, a un nivel superior, político, empieza a expresarse como clase, con una entidad independiente. En palabras de Marx, pasa de ser una clase “en sí” a ser una clase ” para sí”.
“Sin embargo, estas organizaciones se han formado en el seno de la sociedad capitalista, y están sujetas a las presiones del capitalismo, que inevitablemente produce deformaciones burocráticas. Las organizaciones nacidas en la lucha tienden a degenerar cuando desaparece la presión de las masas. Estas presiones se intensifican en períodos de auge económico o incluso durante booms temporales.
“Cuando los capitalistas pueden dar concesiones y reformas, la mayoría de los trabajadores no ve la necesidad de participar activamente en el movimiento. Eso produce aún más degeneración en la dirección que, a su vez, se convierte en un factor que produce un aumento de la apatía, el escepticismo y el desprecio de amplias capas de trabajadores hacia sus organizaciones tradicionales.” (La Enfermedad infantil de la izquierdismo en el comunismo, prólogo de Alan Woods)
Uno de los elementos más monstruosos ha sido el papel jugado por el estalinismo en el movimiento obrero. La Internacional “Comunista” pasó de ser un poderoso agente de la revolución a transformarse en una gigantesca agenda de contrarrevolución, sobre todo en el periodo que va de 1943 en adelante. Esto intoxicó y deformó a los millones de trabajadores más avanzados durante casi tres generaciones, complicando enormemente la tarea de la transformación socialista de la sociedad.
Pero la historia muestra que ninguna fuerza sobre la tierra puede destruir la voluntad instintiva de la clase obrera por cambiar la sociedad. Los trabajadores se movilizarán inevitablemente y en el proceso tratarán de transformar una y otra vez sus organizaciones o crearán otras nuevas en períodos revolucionarios.
Un partido revolucionario, para un marxista, es en primer lugar Programa, Método, Ideas y Tradiciones, Y sólo en segundo lugar, una organización y un aparato (que sin duda tienen su importancia) para llevar estas ideas a amplias capas de los trabajadores.
El partido marxista, desde sus inicios, debe basarse en la teoría y el programa, que es el resumen de la experiencia histórica general del proletariado. Sin esto no seríamos nada. Empezamos con el lento y doloroso trabajo de la formación de cuadros; que forman el esqueleto del partido a través de toda su vida.
Esto es la primera parte del problema. Pero sólo la primera parte. La segunda parte es más complicada: ¿cómo llegar a las masas de los trabajadores con nuestro programa y nuestras ideas? No es una cuestión fácil.
Para los sectarios, por supuesto, esto no es ningún problema. Basta con citar a Lenin sobre la necesidad de “un partido revolucionario independiente”. ¡Simplemente nos proclamamos como tal y llamamos a los trabajadores a que se nos unan!
La necesidad de construir un partido revolucionario independiente es el ABC para los marxistas. Pero además del ABC hay otras letras en el abecedario, y un niño que sólo repitiese las tres primeras después de algunos años de colegio no sería considerado muy espabilado.
En su artículo Sectarismo, Centrismo y la Cuarta Internacional (1935), Trotsky caracteriza a los sectarios de esta manera: “El sectario ve la vida de la sociedad como una gran escuela, en la que él es el maestro. En su opinión, la clase obrera debería dejar aparte otras cosas menos importantes y sentarse ordenadamente alrededor de su tarima. Entonces la tarea estaría resuelta. “A pesar de que jura por el marxismo en cada frase, el sectario es la negación directa del materialismo dialéctico, que toma la experiencia como punto de partida y siempre vuelve a ella. Un sectario no entiende la acción y reacción dialéctica entre un programa acabado y la lucha de masas viva -es decir imperfecta, inacabada. El sectarismo es hostil a la dialéctica (no en palabras, pero si en los -hechos) en el sentido en que vuelve la espalda al desarrollo real de la clase obrera.” (Trotsky. Escritos, 1935-36).
Los fundadores del socialismo científico siempre partían del movimiento tal como era, y aplicaban las tácticas más hábiles para conectar con el auténtico movimiento de las masas y fertilizarlo con el programa del marxismo revolucionario.
Para la clase obrera en Argentina las fuertes tradiciones de sindicalización chocan con el conservadurismo de las clases dominantes. El peronismo avanza sustancialmente en el proceso -ya iniciado en la década del ’30- de integración de los sindicatos al Estado Burgués para contener las luchas crecientes del proletariado.
Este proceso de integración, en una relación dialéctica, se inficiona con la ideología de conciliación de clases del peronismo que fue jalonada por luchas, marchas y contramarchas. En verdad, no se trata de la “particular” experiencia argentina sino de un fenómeno mundial, propio de la fase imperialista del capitalismo: la tendencia a la integración de los sindicatos al Estado, usando como correa de transmisión al interior de las organizaciones obreras a los jefes sindicales. Lenin decía que son el principal apoyo social de la burguesía. Se trató de un proceso contradictorio, que de ningún modo se ha consumado completamente. En distintos períodos históricos, bajo formas de dominación de clase de civiles o militares, se mantuvo una constante en esta lucha de contrarios: por un lado, las estructuras sindicales de primero, segundo y tercer grado (CGT, sindicatos o federaciones nacionales y regionales), que manejan los fondos y controlan obras sociales, mantuvieron siempre fluidos lazos con las patronales y los gobiernos de turno. Por otro lado, las organizaciones sindicales de fábrica o empresa, los cuerpos de delegados y comisiones internas fueron el obstáculo fundamental, en las distintas etapas, para que la burguesía pudiera completar su cara aspiración de integrar totalmente a las organizaciones sindicales al Estado patronal. Fueron esas estructuras las que presentaron batalla y resistencia a la política de Perón en la década del ’50. Fueron esas estructuras la base de la resistencia a la Fusiladora (Golpe del ’55) y de los sucesivos gobiernos (Frondizi, lllia, etc.). Fueron estas estructuras la base organizativa del extraordinario movimiento que pasó a la historia con el nombre de clasismo en los ’60 y ’70. Fueron los miles de delegados de fábrica y empresa las víctimas fundamentales de la dictadura genocida del ’76/’83 y quienes la resistieron.
Todo esto se ratifica en las luchas fundamentales de las últimas décadas. Desde la toma de Ford del ’85, el maestrazo del ’88, las luchas ferroviarias y de choferes, los movimientos de “autoconvocados”, hasta las de ahora en Subte y Terrabusi-Kraft, PepsiCo, Telefónicos en 2005, Astilleros Río Santiago, Lear, Donnelley, las Universidades, etc. La base estructural de dichas peleas fueron los delegados y comisiones internas. Es por estas estructuras de base de los sindicatos que se expresan las tendencias de independencia de clase de los obreros, al punto que esas tradiciones influyen en movimientos de base social no proletaria, como son los docentes, los estudiantes, etc.
No se comprende el manejo por parte de los grupos que integran el FIT de la consigna de luchar por la independencia de clase y la táctica del frente único. La experiencia concreta muestra que estos grupos en relación al frente único que no pasa de una declamación. Por el lado de la independencia de clase respecto a los partidos del régimen y de sus gobiernos, no estamos mejor ya que lo que estos grupos sostienen es su independencia de la propia clase, manteniéndose en los márgenes del movimiento. La propia experiencia de los últimos años muestra al FIT en marchas separadas regalando a cientos de miles de trabajadores, de obreros y jóvenes, que aún no ven a la izquierda como una alternativa válida, al dominio ideológico y político de una de las facciones burguesas, el peronismo.
En el escrito de “Por qué Fracción Pública del Partido Obrero”, Altamira reconoce que, “El kirchnerismo se empeñó en la defensa consecuente del gobierno y del régimen político con el slogan de esperar a 2019 y, luego, “tenemos 2019”. Solamente un litigante faccioso puede sostener que Fuera Macri, Constituyente Soberana, Gobierno de Trabajadores, es “funcional” al kirchnerismo. Es al revés, el método mismo de diferenciación con el kirchnerismo, porque contrapone dos programas y dos métodos de acción en la oposición al gobierno macrista. El procedimiento de diferenciación que consiste en denunciar a todos los protagonistas de la política (Macri, K, Massa, Gobernadores, Intendentes, el Papa, Lavagna, etc.) marca un nivel grosero de despolitización, y funciona como autoproclamación de una izquierda que sigue siendo el extremo minoritario de todo el arco político. En la lucha contra el gobierno hambreador, el PO plantea una alternativa de clase (Constituyente Soberana, Gobierno obrero); esa es la diferenciación política. La tosquedad del planteo del oficialismo partidario bloquea la posibilidad de ganar a los trabajadores que se inclinan a los K, como salida inmediata al llamado ajuste. La inexistencia del FIT como fuerza unificada militante, concurre para que las masas no vean otra salida al impasse.”
Dejando de lado por un momento el debate que tenemos sobre la consigna de “Asamblea Constituyente Libre y Soberana” (1), acordamos con Jorge Altamira cuando se delimita del oficialismo del PO por su grosería y despolitización, haciendo grotescamente una tabla rasa entre los partidos del régimen: quien se encuentra frente al timón del Estado como es el caso de Macri Cambiemos, con el kirchnerismo. Este método lo inhabilita para acercarse a la clase obrera y la juventud.
Marx, Lenin, Trotsky señalaron que debemos tomar a los trabajadores tal cual es su conciencia, permitiendo de este modo ver los obstáculos que tenemos por delante y abordar con los mejores métodos y herramientas a las masas y su vanguardia. Además, no debemos pasar por alto que éstas vienen con sus direcciones en los sindicatos, sean reformistas o liberales. Por lo tanto, para los revolucionarios el Frente Único resulta una necesidad por lo minoritario de la tendencia revolucionaria. Ya dijimos que tanto Lenin como Trotsky señalaron dos fases, la formación de los cuadros, el manejo de las ideas revolucionarias y la otra, ganar a las masas, a la inmensa mayoría de obreros y jóvenes que aún adhieren, en este caso al kirchnerismo.
Sin embargo, pareciera que Jorge Altamira, no haya sido parte de la dirección histórica del PO junto a Ramal y Ferro, ni hubieran tenido un peso histórico como dirección, pareciera que la delimitación con la actual política de PO, los exime de la responsabilidad de las políticas sectarias y burocráticas que mantuvieron tanto oficialistas y la fracción pública.
Otro aspecto del documento de la fracción de Altamira aborda la política hacia el Polo Obrero, agrupación del PO desde finales de los ’90, donde revela (2) que el programa revolucionario es condicionado a la desesperante situación de los sectores más castigados de la sociedad. Siendo una agrupación del PO, las palabras de Altamira muestran con claridad como el trabajo hacia los desocupados trajo consigo toda una serie de dificultades que devaluó el programa de la revolución.
El trabajo hacia los sectores más castigados de la sociedad capitalista es siempre difícil. La perspectiva política del movimiento piquetero se encuentra condicionada a la lucha de clases de conjunto. La solución definitiva solo será posible en la medida que seamos capaces de vincular a estos movimientos con la lucha de la clase obrera ocupada y sus organizaciones hacia el triunfo de la Revolución Socialista.
Sabemos que la formación del partido revolucionario resulta un proceso doloroso, se trata de la formación del Estado Mayor de la Revolución Socialista. Pensamos que el trabajo en los sectores populares castigados y degradados por el hambre del capitalismo, se debería encarar a través de los sindicatos en donde la izquierda tenga un peso relevante, llevando la tarea de vincular, de politizar, de formación y de organizar a lo más decidido y aptos que se vuelquen a la transformación revolucionaria de la realidad. Así fue la experiencia de los bolcheviques en el periodo de reacción por el cierre empresarial masivo organizado en San Petersburgo y los centros industriales como Moscú y Odessa con acuerdo de las autoridades zaristas desde 1905 a 1906.
Los ’90 fue una inmensa escuela para los revolucionarios. No podemos olvidar las enormes dificultades en el trabajo revolucionario en los movimientos de desocupados. Partimos de la experiencia viva y de lucha para organizar y politizar a estos sectores de la sociedad, que en definitiva terminaron sujetos a la presión que inevitablemente ejercen las condiciones de hambre y desesperación, condicionando a las organizaciones de izquierda.
El partido revolucionario no debe perder de vista el concepto de partido de vanguardia, que es inseparable del concepto de partido de combate, porque la vanguardia se nutre de las experiencias de la lucha de clases, a la cual transforma y así, se transforma a sí mismo. Pero decir esto no supone el trabajo en todos lados, supone un trabajo discutido en los organismos de la organización dirigiéndolo principalmente, hacia la juventud obrera.
Se suma a esta realidad el concepto del PO de “reclutar masivamente” que lo llevó desde los ’80 hasta hoy, a Jorge Altamira a formular la idea de “un periódico más un austral igual a un militante”, que tiene en cualquier caso y situación política, consecuencias nefastas, simplemente porque ubica en un marco de igualdad política, organizativa y de responsabilidades, a compañeros que tienen distintos grados de comprensión y acuerdo con el programa.
La desesperación por “crecer”, -concepto atravesado por el papel que juega la izquierda con sus tribunos parlamentarios y de las elecciones-, lleva a la disolución el concepto de un partido revolucionario, ya que su reclutamiento es indiscriminado. El intento de buscar atajos electorales a la construcción del partido es otra cara de esta política que lleva también, como hemos visto, a rebajar el programa.
Nahuel Moreno, con anterioridad a Altamira, en su texto “Problemas de Organización” expresaba con matices, lo mismo: “Se ha hecho un fetichismo, sobre todo por parte del estalinismo, de que la forma socialista revolucionaria de organización es una, fija e inmutable; la organización a través de pequeñas células…. Aún no hemos terminado de romper con él. Los cambios en la forma organizativa del partido son determinadas por la combinación de dos factores fundamentales: la situación de la lucha de clases y la situación o grado de desarrollo del movimiento obrero revolucionario”.
En el informe al Congreso de 1986 de PO, Altamira, coincide con Moreno en este punto al decir “El partido ‘de masas’ y el partido ‘de cuadros’ no solamente reflejan diferentes situaciones políticas y distintas realidades nacionales, también expresan distintas fases de desarrollo del movimiento obrero revolucionario”. Resulta indispensable e impostergable el balance de la construcción del partido de la Revolución Socialista
Régimen interno, necesidad de un régimen sano
El régimen interno del partido está reglado por la estrategia. La toma del poder a manos de la clase obrera supone un régimen interno de partido basado en la democracia, disciplina y acción unitaria hacia afuera.
Un régimen sano de democracia interna, no supone la eliminación de las tendencias, el Partido es lucha de tendencias, si fuera de otra manera no habría vida partidaria. Es la estrategia, el programa, el método y las tradiciones la que hace posible un régimen sano en cualquier organización que pretenda subvertir de manera radical a la sociedad y conquistar una nueva legalidad, el Socialismo.
A cada concepción razonada del mundo le corresponde una forma característica de resolver sus propios problemas. Así, una organización revolucionaria tendrá una manera particular de resolver sus asuntos, que no será la misma de una organización liberal o de una libertaria como el anarquismo.
No conocemos los detalles y circunstancias que hicieron posible la separación de Altamira y demás compañeros del Partido Obrero, pero entendemos que el proceso de adaptación no data del 2013 o 2015. Es un proceso largo, de tiempo que se entrelaza con una serie de posiciones políticas que hizo posible que el PO diluya el programa de la revolución. Lo demás es una consecuencia dialéctica que se expresa en lo organizativo. Incluso la idea de una “Fracción Pública” se encuentra reñida por la concepción bolchevique de organización. No se trata para nuestra Corriente política de ubicarnos en un lado u otro del debate. Entendemos que es un debate que excede las filas del PO y del FIT, es un debate que atraviesa a toda la izquierda.
Nos encontramos ante una situación mundial inestable, hemos señalado en diversos escritos que el capitalismo ha roto el equilibrio mundial. Vivimos una fase de guerra comercial, luego de la crisis de las hipotecas basura en 2008, la quiebra de los Estados al salir al rescate de los bancos que caían en picada libre y la posterior descarga de la crisis sobre las familias obreras. Es el período más tormentoso y convulso de la historia. El escenario político mundial está dominado por la lucha de clases. La manifestación más llamativa de la nueva situación es el surgimiento de un movimiento de protesta en todo el mundo que rechaza, aunque todavía de manera instintiva y confusa, el capitalismo en todos sus aspectos.
En Argentina la realidad se agrava día a día. La situación en las mesas obreras es exasperante, las variables que se presentan ante los explotados, obliga a los revolucionarios a poner todo el arsenal teórico, político y organizativo que dejaron como legado tanto Marx, Engels, Lenin y Trotsky, ante la vanguardia revolucionaria.La posibilidad de una revolución triunfante no va a devenir del bloque de tribunos parlamentarios. La misma está ligada a la lucha política y teórica y a preparar de la mejor manera las herramientas para la conquista de las masas y posibilitar una revolución triunfante.
Entendemos que Jorge Altamira como dirección, sufre lo que, en varias ocasiones propició hacia otros disidentes. Solo basta recordar la crisis del PO surgida en el Congreso de 1986. El famoso documento de tapas amarillas que fue repartido en el Congreso y retirado al salir del mismo por la dirección. En el mismo, se fundamentaba la necesidad de extirpar la “carne podrida” haciendo una incisión hasta el hueso.Lo que se encontraba en debate en aquellos años era el balance de la desestructuración de los trabajos en los frentes de masas, que quedaron subsumidos a la legalización electoral del Partido Obrero; la ausencia de un trabajo internacionalista y el régimen interno de partido. Aquellos militantes que fueron expulsados por poner en debate estos temas, chocaron contra la línea oficialista de la dirección integrada por Altamira, Ferro y Ramal. Quienes en aquellos años buscaban una síntesis superadora sobre la base de desenvolver el debate como una genuina organización bolchevique, por cierto, no sucedió. Por el contrario, las acusaciones bloquearon el debate.
Esta tendencia orgánica dentro del PO se ha cristalizado con el agravante que implica que una organización viva en gran medida de los dineros del Estado. Pareciera que Jorge Altamira y demás compañeros no llegan a dimensionar las consecuencias que llevaron a la definición política de luchar por la legalidad electoral, lo que significó con aquel salto a la legalidad electoral, como una suerte de bisagra en el proceso de asimilación por múltiples lazos de los grupos revolucionarios al Estado capitalista.
El centrismo político, el alejamiento del programa de la revolución, el tipo de tribunos revolucionarios que quedan atrapados en la lógica parlamentaria como un fin en sí mismo, un régimen interno que no es sano como práctica cotidiana y la política perniciosa de prestigio de muchos dirigentes, se encuentra estrechamente relacionada con la ambición personal, la autoproclamación y los delirios de grandeza, estos aspectos mantienen una relación dialécticas con la disolución del programa y de la estrategia.
Por una salida revolucionaria
Las fuerzas productivas no pueden ser desarrolladas bajo las actuales relaciones de producción. Argentina no podrá desarrollar sus fuerzas productivas bajo las relaciones de producción capitalistas, no podrá convertirse en un país capitalista pleno. El lento desarrollo de las fuerzas productivas ha sido determinado por su condición de colonia y luego de país capitalista atrasado, con relación a las necesidades del capital financiero internacional y sus socios criollos.
La envergadura de la crisis del sistema imperialista mundial, la explotación capitalista y la opresión nacional, crearon las condiciones objetivas en el país para que surja el Argentinazo, la inevitable movilización de masas contra la explotación capitalista y la opresión imperialista sobre el país, las asambleas populares surgidas en 2001/2, volverán a repetirse.
En los últimos meses el PTS convocó a la formación de un Partido de Izquierda Unificado (PIU), iniciativa que saludamos desde la Corriente Socialista Militante, hemos leído la negativa de los grupos que componen, y no, al FIT a la formación del PIU, incluso Jorge Altamira en su urgentísimo por la caracterización de la situación política, ya que contrapone la formación de un Partido Revolucionario que conlleva a un proceso de formación y debate, versus la Asamblea Constituyente. Entonces lo que leemos es que sin partido revolucionario la revolución puede triunfar.
Debemos sumar el ninguneo a nuestros planteos y propuestas políticas, que estábamos dispuestos a ser parte de esta convocatoria, a condición de un debate fraterno y democrático y la definición de un programa revolucionario. Luego de pasar más de seis meses, llegamos a la conclusión que el propio PTS no estaba convencido de su propuesta, parece más a una jugada de las internas que existen en el FIT dentro del entorno del frente electoral, que una verdadera y genuina propuesta ante la flagrante crisis de dirección.
El problema de la construcción del partido revolucionario se ha convertido entonces en una cuestión de vida o muerte para el proletariado y sectores populares. De esta cuestión y de ninguna otra depende que un nuevo movimiento de masas de contenido antiimperialista no termine en una nueva frustración histórica como ocurrió en el pasado. La construcción del Partido de la Revolución, depende de que sea capaz de superar las limitaciones que provocó diluir el programa revolucionario, a la capacidad de aplicar de manera correcta el Programa de Transición. Trotsky señaló con justeza “…lo más importante y lo más difícil en política es, en mi opinión, por una parte, definir las leyes generales que determinan la lucha a vida o muerte de todos los países del mundo moderno; por otra parte, descubrir la especial combinación de esas leyes que se dan en cada país” Sobre la Liberación Nacional
La situación es apremiante. No tenemos tiempo que perder: ¡Avancemos hacia la construcción de un partido revolucionario!
Desde la Corriente Socialista Militante, sección Argentina de la Corriente Marxista Internacional nos ponemos a disposición de todas las organizaciones, compañeros y compañeras que quieran discutir estas ideas y dar pasos firmes en su concreción.
(1) Leer: Sobre la consigna de la Asamblea Constituyente
(2) “El Polo Obrero necesita de un plan de politización que desarrolle una fuerte conciencia de clase y que convierta a estos sectores más conscientes en militantes cuartainternacionalistas. El Polo Obrero no es un fin en sí mismo -debe converger, por medio de la acción del partido, a la formación de comité de lucha, de acción y de consejos obreros, con el conjunto de la clase. Esta estrategia debe ser promovida por medio de una capacitación política y reclutamiento al partido en torno a nuestro programa.” Las negritas son nuestras.