Hace 150 años comenzó a circular el primer tren en nuestro país. Entonces nos interrogamos ¿Quién los puso en marcha? Nos respondemos: nosotros los ferroviarios. Por eso, nosotros los ferroviarios, vamos a contar la otra historia, la que venimos protagonizando desde hace 150 años.
El olvido es una herramienta de la clase dominante. La memoria es un proceso social. Despojados de su memoria, los pueblos se opacan, mueren. Y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que los llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido. Sin esta fidelidad no hay ética posible."
Por eso, antes de comenzar a memorizar, los ferroviarios en este 150 aniversario, no debemos olvidar, quienes fueron los sicarios y los fariseos que destruyeron los Ferrocarriles Argentinos. Es un compromiso retratarlos en esta conmemoración histórica de la instalación de las enrieladuras en nuestra geografía. Hoy, los mismos que boicotearon, que cercaron y traicionaron las gestas de los obreros que resistieron sin claudicar la defensa del ferrocarril, aparecen como defensores de ese modo de transporte. Toda una mentira fenomenal, nunca protegieron al sistema de transporte ferroviario, al contrario, justificaron su vaciamiento y saqueo, guardaron y guardan un profundo silencio por la venta de sus bienes, muebles e inmuebles a precio vil.
Hoy, montados hipócritamente en la impunidad que da el olvido y en un formidable amparo gubernamental, con aparatosidad faraónica y grandes recursos, pretenden ningunear en un festejo fatuo la verdadera historia de nuestros ferrocarriles. Coherentes, van a realizar un acto y a disertar en el lugar donde exhibe sus riquezas la oligarquía terrateniente. Los dueños del poder.
La historia de los ferroviarios es como dice Howard Fast en su libro Espartaco: una historia sobre hombres y mujeres valientes, que vivieron hace mucho tiempo, pero cuyos nombres nunca han sido olvidados. Los héroes de esta historia acariciaron el ideal humano de libertad y dignidad y vivieron noble y honradamente (…) saquen de él fortaleza para nuestro turbulento futuro y puedan luchar contra la opresión y la injusticia, de modo que el sueño de Espartaco llegue a ser posible en nuestro tiempo.
Hace 150 años comenzó a circular el primer tren en nuestro país. Entonces nos interrogamos ¿Quién los puso en marcha? Nos respondemos: nosotros los ferroviarios. Por eso, nosotros los ferroviarios, vamos a contar la otra historia, la que venimos protagonizando desde hace 150 años.
De Bertold Brescht aprendimos a preguntarnos:
¿Quién construyó Tebas, las de las siete puertas?
En los libros figura sólo nombre de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos los bloques de piedra?
Y Babilonia, mil veces destruida.
¿Quién la volvió a levantar otras tantas?
¿Quiénes edificaron la dorada Lima, en que casa vivían?
¿Adónde fueron la noche en que se terminó la Gran Muralla China
sus albañiles?
(
) A tantas historias. Tantas preguntas.
Por ese aprendizaje parafraseamos a Bertold Brescht, y nos preguntamos.
¿Quiénes tendieron los primeros rieles, quienes acostaron los durmientes, quienes enclavaron las eclisas y elevaron las señales, quienes construyeron las estaciones, quienes construyeron los puentes para cruzar vados y ríos, quienes perforaron las montañas, quienes le echaron leña al hogar de la caldera, quienes hicieron sonar las campanas de partida, quienes condujeron los trenes aguateros haciendo retroceder la sed por toda la geografía nacional?
¿Quiénes comunicaron el país? ¿Quiénes lo integraron? ¿Quiénes? ¿Quiénes construyeron locomotoras, vagones para transportar nuestras riquezas?
¿Quiénes diseñaron y montaron coches de pasajeros, dormitorios confortables para llevar con comodidad a nuestros ciudadanos? ¿Quiénes acudieron a llevar solidaridad en tiempos de sequías o de inundación?
¿Quiénes llevaron la salud a través de los trenes sanitarios por toda la geografía nacional? ¿Quiénes construyeron los policlínicos ferroviarios que atendieron, además de los ferroviarios y sus familias, a todos los pobladores del país? ¿Quiénes? Simplemente contestamos: Los ferroviarios.
¿Quiénes somos los ferroviarios? Los trabajadores del riel somos nada más ni nada menos que la carnadura imprescindible de ese medio de locomoción. Porque entre ese objeto metálico que es puesto en movimiento llamado tren, y ese carnal que lo prepara, orgulloso, y lo encaballa para que se deslice por las enrieladuras de nuestro territorio, se establece en ese obrar una relación biunívoca vital, substancial: Ocurre lo real maravilloso, entre el hierro y el ser humano, toda una correspondencia mágica. No se puede dividir esa relación biunívoca que nace y se multiplica desde la parición de ese modo de transporte. Conexión que existe entre el trabajo y el hacedor de ese trabajo que es el obrero, en este caso: el ferroviario. El ferroviario es parte indivisible del ferrocarril. El, es el ferrocarril carnal. Hierro con carnadura, unión vigorosa, eso es el ferrocarril, que se transforma en el misterio de ese ¨adiós que guarda el tren¨. Arcano que se traslada al viajero, al juglar que le canta, al cuentista que lo cuenta, al ciudadano que lo comunica, que lo sirve, que los traslada y que juntos rompen paisajes en dos dimensiones, cuando va y retorna.
A tantas historias. Tantas preguntas. Damos tantas respuestas.
Es necesario aclarar que trabajar en el ferrocarril no es lo mismo que ser ferroviario. El ferroviario incorporó a su Ser ese inmenso objeto metálico en movimiento, como su Sujeto: él es el ferrocarril, es de su pertenencia, no como una propiedad privada, sino porque él era parte constitutiva del ferrocarril, no está añadido, adosado, sino incluido; el ferrocarril y ferroviario constituyen un conjunto integrado, armónico. Por eso, caminar por las playas de maniobras o recorrer sus rincones es como recorrer el patio y las comisuras de su casa.
Todas estas cuestiones son las que van construyendo nuestra identidad: somos trabajadores trashumantes, solidarios. En el trabajo cotidiano, en la relación social diaria, cotidiana, permanente, repetida, que continua en el sindicato y en el barrio nos vamos consolidando y elevando nuestra conciencia de trabajadores. En esa correspondencia se establecen códigos de comportamiento, como que hay que tener una actitud correcta frente al trabajo, colaborar con el compañero que se le atrasa el trabajo, esta es una manifestación firme del sentido de solidaridad, la otra es la de enseñar el oficio al otro, apoyar al necesitado de afectos, -como dicen los libertarios: el amor viril entre los hombres- en fin… en nuestras maneras de proceder no tiene nada que ver con la estupidez esa, que se ha instalado en la sociedad, de que debemos ser competitivos, es decir, egoístas, al contrario de ser solidarios.
Esa tradición nos llega desde los socavones de la historia del movimiento obrero. Pero en 1896, cuando estalla la primera huelga general ferroviaria -que comenzó en los talleres de Tolosa y tuvo como redactor de las proclamas a José Ingenieros- los ferroviarios rechazaron con firmeza introducir en el convenio colectivo de trabajo el problema de la competitividad, que en esa época se llamaba tarea, porque creaba dentro de los trabajadores una división.
Así como se habla del ser nacional, nosotros somos seres ferroviarios, la carnadura del ferrocarril, repito: hay una relación dialéctica entre la carne y el hierro, y en esa correspondencia, nace y crece una incógnita que guarda el tren, conexión plagada de esfuerzos acumulados de trabajadores y técnicos para que esa formación eche a andar.
Somos como nuestros hermanos aborígenes, donde el árbol (objeto) es el sujeto que los penetra y lo sostiene, porque ellos son la naturaleza y no están sobre ella. Nosotros los ferroviarios somos el ferrocarril, no estamos sobre él.
El ferrocarril era una fragua donde nuestros antiguos ferroviarios nos forjaron a fuego y martillo en el yunque del trabajo. Además, el cuerpo social ferruca es como un gran caldo, mixturado con toda clase de ingredientes -peronistas, anarquistas, comunistas, socialistas, cristianos, ateos…-, todos, con un profundo respeto hacia el oficio.
La historia de los ferroviarios es un testimonio de lucha, de abnegaciones, sacrificios, rebeldías, muertes y desapariciones. Desde sus inicios el movimiento obrero ferroviario fue duramente reprimido. Nunca lo doblegaron. Todos los gobiernos de todos los signos trataron de sujetar y domesticar a los trabajadores ferrucas. Ser ferruca, es una identidad que lleva un tiempo de construcción que no admite vencidos, traidores ni quebrados y requiere en cambio de resistentes sacrificados.
Desde el comienzo de la instalación del primer metro de riel sobre nuestro territorio, los ferroviarios asumiendo la herencia histórica del movimiento obrero internacional, comenzaron a armar sus organizaciones obreras, como las Sociedades de Ayuda Mutua, Sociedades de Socorros Mutuos, Sociedades de Fomento, Cooperativas de Consumo, Centros Culturales, y así. En 1888 los ferroviarios fundan el primer sindicato de la República Argentina: La Fraternidad, que agrupaba a los maquinistas, foguistas, pasaleñas, es decir, personal de conducción. A partir de ahí, los ferroviarios han contribuido, como un gran río tributario a la formación del movimiento obrero argentino.
En 1896 la primera huelga general contra los ingleses, luego, la del 6 de enero de 1912 con 52 días de paro. 7.000 ferroviarios enfrentaron a las 18 empresas británicas, y así, hasta el advenimiento del gobierno peronista, donde son movilizados militarmente en 1950, momento en que Eva Perón concurre a los talleres Remedios de Escalada para disuadirlos, no logrando tal cometido.
Muchos de esos compañeros que le dijeron no a Eva Perón, más tarde, en 1955, integraron la Resistencia Peronista. Eran jóvenes peronistas en esa huelga, pero tenían metido dentro de su ser la pertenencia: la de corresponder a la clase obrera. Luego, después del golpe de estrado de 1955, vino la represión, movilización, Plan Conintes en tiempos de Frondizi. Dura huelga resistente fue la de 1961, fueron 42 días de paro férreo contra el primer intento de desguace ferroviario de la mano del general Larkín.
La dictadura de Onganía militarizó a los ferroviarios mediante el decreto 5324, todos teníamos grado militar. La repuesta obrera fue la formación de las Comisiones Clandestinas Ferroviarias, y así, resistiendo todos los intentos represivos.
La genocida dictadura militar de 1976, a través de ese holocausto nacional, crea un vacío generacional entre los ferroviarios. Aproximadamente son 89 los compañeros ferroviarios y compañeras ferroviarias desaparecidos, por todo el territorio se instalaba el terror, a pesar de ello los ferroviarios nunca dejaron de luchar, resistieron la embestida.
El regreso de estas democracias relativas encuentra a la sociedad en su conjunto, en palabras de John William Cooke, blanda. Los factores de poder adueñados y consolidados dentro del aparato del Estado ejecutan el desguace del ferrocarril. Primero son los intentos de Alfonsín de la mano del eficiente Terragno y luego Menem, con toda la iconografía peronista y el embuste cierra los ferrocarriles y expulsa a 85.000 ferroviarios a la calle.
Con el ferrocarril desintegrado, más los ferroviarios expulsados, el sistema comete en un mismo acto un gigantesco Ferrocidio.
150 años, tiempo surcado por las luchas que comenzaron en el siglo XIX. Más de un siglo y medio, tiempo que les costó a los explotadores pretender domesticar la rebeldía ferroviaria, no pudieron. Hoy la realidad lo confirma, y nos permite afirmar que todo germina de nuevo, la clase obrera y los ferroviarios en forma particular, que en su dimensión dialéctica, renacen de sus cenizas demostrando que no hay un fin, sino un recomienzo más dinámico. Hoy, los ferroviarios están de nuevo en el riel, como la clase obrera remontado la lucha en las calles.
Se sabía que después de la derrota ferroviaria se intentaría la extinción de toda cultura obrera, empezando por la palabra. Los ferroviarios vivieron a través de la palabra por todo este tiempo; recorrieron el país montados en trenes de palabras. Ella fue y es la transmisora de ideas, historias, triunfos, derrotas, pero nunca acarreó historias de vencidos, porque siempre se resistió, siempre. Los ferroviarios nunca se dieron por derrotados ni aún derrotados, porque no estaban vencidos, conservaron la palabra, y mientras haya guardapalabras que las cobijen, la vida continúa.
En este aniversario, fecha donde pretenden olvidar a los hacedores del riel, los ferroviarios, han tratado de borrarlo de todas las maneras posibles, porque según dicen: no hay nada que recordar de ellos. El olvido, aún mantiene un cierto campo conquistado sobre la memoria en este simbólico aniversario. Dura lucha es la que han protagonizado, tercamente, los memoriosos ferroviarios en el intento por hacer recular ese vacío, llamado olvido. Primero en la cabeza de los nuevos ferroviarios y luego en la sociedad. Hoy es un día de militante recordación para los ferroviarios veteranos, que engrosan el ejército de desocupados y jubilados 85.000 ferroviarios a la calle y el ferrocarril saqueado, desintegrado, anulado, pasto de comerciantes y corruptos, políticos y gremialistas cipayos.
Ellos, los que cercaron la Ciudadela Ferroviaria sabían, y se propusieron: ¡hay que arrebatarle la palabra a los ferroviarios! para vaciarles el lenguaje aquel. Nunca lo lograron.
Hoy, los que minaron la Ciudadela Ferroviaria festejan, no los 150 años del comienzo de su andar, sino de su cerramiento. Esa es la verdad.
Existen fenómenos que ocurren en el seno del pueblo, y hay que divulgarlos, porque son almacenamientos de vida. Durante la dictadura y los gobiernos democráticos serviles, los trabajadores ferroviarios escondieron el fuego sagrado de sus luchas. Cobijaron y clandestinizaron la palabra entre los rescoldos de las cenizas de la devastación ferroviaria. Los nuevos compañeros volvieron a soplar la brasa -es lo real maravilloso de la clase obrera-, dando nacimiento a nuevos retoños tibios, que encarnan la certeza de que la lucha continúa.
No se puede hablar de los 150 años del ferrocarril e ignorar a sus protagonistas principales, los ferroviarios.
"Hay miles y miles de hombre Que solo conocieron la derrota Pero lo que no conocieron Fue el deshonor."
John William Cooke
Juan Carlos Cena es miembro fundador del Mo.Na.Re.FA (Movimiento Nacional por la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos)
– Autor de: El Guadapalabras (memorias de un ferroviario)
– El Cordobazo, una rebelión popular.
– El Ferrocidio.
– Crónicas del Terraplén.