Nota: Este artículo fue redactado antes de la segunda vuelta de las elecciones francesas, pero analiza todos los escenarios posibles y las perspectivas que se abren para Francia
La presidencia francesa se decidirá en segunda ronda entre Nicolas Sarkozy y el candidato del Partido Socialista, François Hollande. Las encuestas sugieren que será probablemente Hollande quien gane, aunque el elevado resultado conseguido por la candidata del ultraderechista Frente Nacional en la primera ronda, indican que Sarkozy tiene todavía reservas considerables a las que recurrir. La principal ventaja de Sarkozy, aparte de su propia actitud beligerante y combativa, es el carácter pro-capitalista del programa del Partido Socialista, que podría conducir a un proceso de desmovilización de los votantes de la izquierda.
Gran éxito del Frente de Izquierda
El candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, consiguió en la primera vuelta el 11,1%. Esto es menos de lo que las encuestas sugerían, pero aún así representa un fuerte aumento en el apoyo a la izquierda. En 2007, la candidata del Partido Comunista (que ahora integra el Frente de Izquierda), Marie-George Buffet, sólo obtuvo el 1,93% de los votos. Este notable resultado refleja la radicalización política de una capa de la clase obrera francesa, teniendo en cuenta que muchos votantes que apoyaban Mélenchon terminaron votando a Hollande, tras caer en el argumento falaz del “voto útil”.
La campaña de Mélenchon marca un punto de inflexión en la historia política reciente de Francia. Ha habido actos de masas a una escala nunca vista desde la victoria histórica de François Mitterrand en 1981. La campaña movilizó la energía de decenas de miles de militantes que participan en el PCF, el Partido de Izquierda, y los sindicatos, particularmente en la CGT.
El papel personal de Mélenchon fue, sin duda, de una importancia decisiva. En las mismas circunstancias, otro candidato no habría tenido el mismo éxito. Mélenchon encabezó una campaña enérgica y combativa en defensa de los intereses de la clase obrera. Sus discursos han inspirado y entusiasmado a millones de trabajadores. Sin duda, esta campaña dejará una huella en los corazones y las mentes de los activistas de la clase trabajadora durante las luchas de los próximos meses y años.
Suba del Frente Nacional
En la derecha, el aspecto más importante de los resultados de las elecciones fue el muy alto resultado conseguido por la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen. En los últimos años, ha tratado de alejarse de las políticas racistas agresivas y extremadamente reaccionarias defendidas por su padre cuando estaba al frente del partido. Ella consiguió un 17,9% de los votos, lo que equivale a 6,421,773 electores, en comparación con 3.834.530 en 2007.
El apoyo a Le Pen es un síntoma de la profunda crisis social y económica que ha tenido consecuencias desastrosas para millones de personas. Le Pen jugó deliberadamente sobre temas raciales, pero basó su campaña en la hostilidad a las “élites” y al “sistema”. Esto, junto con su oposición nacionalista a la Unión Europea, encontró un eco entre amplias capas de trabajadores y desempleados políticamente atrasados, llevados a la desesperación por la caída constante de su nivel de vida, y por los fracasos de los anteriores gobiernos de izquierda y derecha. El Frente Nacional también ha ganado el apoyo entre los pequeños empresarios y las capas medias de la sociedad en general.
En los últimos cinco años, el gobierno de Sarkozy ha utilizado las políticas y la propaganda racistas como un medio de dividir a los trabajadores con el fin de desviar la atención de las verdaderas causas de la crisis. Esto ha contribuido al éxito del Frente Nacional en las elecciones.
Crisis del capitalismo francés
Los resultados de la primera vuelta muestran una polarización de la sociedad, en un contexto de profundización de la crisis económica y social. El movimiento obrero se está desplazando hacia la izquierda, mientras que la extrema derecha se está abriendo camino en el campo contrario.
El capitalismo francés se encuentra en un callejón sin salida. La producción está estancada. El desempleo está aumentando. Las fábricas y las empresas están cerrando y se desplazan al extranjero. La situación económica y la creciente brecha entre las clases están preparando el terreno para grandes acontecimientos en el próximo período, sea cual sea el nombre del próximo gobierno.
El Frente de Izquierda ante el nuevo gobierno
Sarkozy podría ser derrotado. Pero en la situación actual, un gobierno “socialista” aplicaría políticas muy cercanas a las del propio Sarkozy. Mélenchon ha pedido una movilización masiva de los sindicatos y de los partidos de izquierda el 1º de mayo, y una participación masiva en las elecciones del 6 de mayo con el fin de derrotar a Sarkozy. La Riposte, corriente marxista del PCF, lanza un llamamiento en el mismo sentido. Tal derrota sería un paso adelante en la lucha contra el capitalismo.
Pero sólo un paso. La lucha tendrá que continuar en los planos sindical y político, cualquiera que sea el gobierno que esté en el poder. Mélenchon ha dejado muy claro que el Frente de Izquierda no entrará en un futuro gobierno socialista, sino que concentrará sus esfuerzos en “organizar la resistencia al capitalismo”. Esto es absolutamente correcto. El programa del Frente de Izquierda ahora debe completarse con la inclusión de medidas decisivas contra los intereses capitalistas. Sobre la base de una política revolucionaria, será capaz de fortalecer aún más su posición y jugar un papel central en la lucha por una sociedad socialista.