Elecciones en Venezuela: “¡No volverán!”

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Marx dijo que la revolución necesita el látigo de la contrarrevolución. Después del gran mitin de la oposición el sábado, los seguidores de Hugo Chávez respondieron masivamente el domingo en la mayor manifestación desde el comienzo de la Revolución Bolivariana. Posiblemente fue la manifestación más grande en la historia de Venezuela. La página web de izquierda Aporrea la calificó como el “tsunami rojo”. Más de dos millones de chavistas, una marea roja, llenaron la Avenida Bolívar y las calles, todo Codo Caracas, donde Chávez iba a pronunciar su discurso de cierre de la campaña electoral.

Pero las masas exigen medidas para frenar la contrarrevolución

El 3 de diciembre de 2006, quedará para la historia pintado de rojo rojito. (Hugo Chávez)

Marx dijo que la revolución necesita el látigo de la contrarrevolución. Después del gran mitin de la oposición el sábado, los seguidores de Hugo Chávez respondieron masivamente el domingo en la mayor manifestación desde el comienzo de la Revolución Bolivariana. Posiblemente fue la manifestación más grande en la historia de Venezuela. La página web de izquierda Aporrea la calificó como el “tsunami rojo”. Más de dos millones de chavistas, una marea roja, llenaron la Avenida Bolívar y las calles, todo Caracas, donde Chávez iba a pronunciar su discurso de cierre de la campaña electoral.
El 26 de noviembre de 2006 se vio el mitin de cierre de lo que ha sido, a decir de todos, una campaña electoral corriente. Según fuentes bien informadas en Caracas, toda la campaña ha estado controlada por la burocracia del MVR y, como cualquier trabajador sabe, cualquier cosa controlada por la burocracia, ya sea una huelga o una campaña electoral, terminará mal.
Esta ha sido la historia de la Revolución Bolivariana desde el mismo inicio. La fuerza motriz real han sido las masas, los millones de trabajadores y campesinos que, a diferencia de los burócratas y arribistas, están dedicados a la revolución con cada fibra de su ser. En cada coyuntura crítica en la que ha estado amenazada la revolución por las fuerzas contrarrevolucionarias, la oligarquía venezolana y sus amos en Washington, fueron las masas las que se unieron para salvarla de una derrota segura.
Ese fue el caso en el golpe de abril de 2002, en el cierre empresarial que le siguió y en el referéndum revocatorio. La fuerza de Hugo Chávez, y el secreto de su éxito, es que él encarna las aspiraciones revolucionarias de las masas y da voz a su deseo profundo de un cambio fundamental en la sociedad. Ha despertado a millones a la vida política y por primera vez les ha dado una esperanza de cambio, un sentido de dignidad y determinación.
Hay sectarios de izquierda, que por alguna extraña razón imaginan que son marxistas, que no comprenden este fenómeno. Echan pestes de manera impotente cuando las masas expresan su inquebrantable lealtad al presidente. Sacuden la cabeza con incredulidad, como el primer europeo que vio una jirafa y exclamó: “¡No lo creo!”
Pero para el trabajador y el campesino venezolano corriente, realmente es muy sencillo. La elección ante ellos este domingo es la elección entre la revolución y la contrarrevolución. En esto no hay “si” ni “pero”. Si Rosales y su camarilla consiguen derrotar a Chávez y arrebatar las riendas del gobierno, la perspectiva para las masas sería muy negra.
Para que la revolución avance primero es necesario limpiar los distintos obstáculos que hay en su camino. Es necesario infligir una derrota masiva a la oposición contrarrevolucionaria este domingo. Esto desmoralizaría y debilitaría a las fuerzas de la reacción, aumentaría la confianza y el espíritu de lucha de las masas, fortaleciendo al ala revolucionaria. Hay que estar realmente ciego para no comprender este hecho elemental. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
Los trabajadores y campesinos venezolanos, a diferencia de los ignorantes sectarios, han demostrado sistemáticamente un nivel muy alto de conciencia revolucionaria. Por eso, una vez más, han salido por millones a las calles el pasado domingo, llenando totalmente la Avenida Bolívar (la calle más amplia e importante), además de docenas de calles y avenidas vecinas.
Tan significativo como el número de participantes era el ambiente de los manifestantes. Un testigo presencial de la delegación de MFV en Caracas dice lo siguiente: “El lugar estaba totalmente abarrotado. El ambiente era eléctrico, festivo, confiado y decidido”. Este es el ambiente de la determinación revolucionaria que garantizará la victoria de Chávez el 3 de diciembre y no otra cosa.

Las etapas de la revolución

Toda revolución en la historia pasa a través de etapas bien definidas. Aunque la Revolución Bolivariana ciertamente tiene peculiaridades y características únicas (¿qué revolución no las tiene?), comparte con las revoluciones pasadas las características esenciales que se repiten en cada caso con una regularidad extraordinaria. Los nombres de los dirigentes individuales y partidos cambian, como la velocidad con la que se desarrollan los acontecimientos (alguien me dijo que la Revolución Bolivariana era “una revolución de movimiento lento”). Pero los procesos subyacentes son muy similares.
En cada revolución hay una fase inicial de euforia, donde las masas imaginan que se ha conseguido la victoria y solucionado todos sus problemas. Existe una especie de atmósfera carnavalesca en la que casi todo el mundo parece participar. Predomina la idea de unidad nacional. Este era el ambiente que vimos en Rusia en febrero de 1917, en España tras la caída de la monarquía en abril de 1931 e incluso en la Revolución Francesa (que tiene ciertas similitudes con Venezuela) tras la caída de la Bastilla en julio de 1789.
Pero después de algún tiempo, las masas aprenden, a través de su experiencia, algunas verdades difíciles de aceptar. Comienza a tomar forma la idea, empezando en la vanguardia, de que no todo va bien, que los objetivos reales de la revolución no se han conseguido, que las aspiraciones de las masas no se han materializado. El ambiente de euforia se disipa, como los efectos del alcohol la mañana siguiente a la fiesta. La experiencia de la resaca nunca es muy agradable. Pero sirve para preparar una valoración más realista y sobria de las realidades de la vida.
En Venezuela, la primera fase de la revolución ya ha pasado a la historia y no regresará. Existe una creciente conciencia de que las batallas más decisivas son las que están por llegar, que los problemas fundamentales siguen sin resolver. Eso se pudo ver recientemente con la manifestación de campesinos organizada por el Frente Nacional de Campesinos Ezequiel Zamora. Tras ocho años de Revolución Bolivariana, aproximadamente el 75 por ciento de la tierra está en manos de los grandes terratenientes, 166 activistas campesinos han sido asesinados por matones a sueldo de los terratenientes y ninguno de los asesinados ha sido enviado a prisión. Ninguno de los responsables del golpe de abril de 2002 está entre rejas. La gente se está preguntando: ¿es este el camino por el que debe dirigirse la revolución?
Existe un ambiente cada vez más crítico entre las masas, y especialmente entre los activistas que temen una victoria de la contrarrevolución. Pero este ambiente de crítica no está dirigido contra el presidente, al que la mayoría de las personas reconocen como un hombre sincero y valiente que está dispuesto a enfrentarse a la oligarquía y el imperialismo. Pero sí existe un odio implacable hacia los terratenientes y los capitalistas, y hacia los burócratas corruptos que constituyen la Quinta Columna de la contrarrevolución. Existe una profunda y creciente desconfianza hacia aquellos que rodean al presidente y lo apartan de la población, que intentan diluir el mensaje socialista y hacer retroceder la revolución.
Los críticos de “izquierda” de Chávez señalan sus vacilaciones e inconsistencia. Pero los mensajes contradictorios que salen de Miraflores reflejan las contradicciones que existen en el propio Movimiento Bolivariano. La base de los bolivarianos está profundamente enraizada en la clase obrera, el campesinado y los pobres urbanos. Instintivamente apoyan las ideas del socialismo revolucionario y exigen enérgicamente que se tomen medidas serias contra la oligarquía.
Sin embargo, cuanto más alto te diriges, más difuso es el mensaje revolucionario. Mientras que un sector de los ministros y diputados está a favor del socialismo, el ala de derecha afianzado en la burocracia, en lo que el propio Chávez ha descrito como una burocracia contrarrevolucionaria y el mayor peligro al que se enfrenta la revolución. Esta burocracia contrarrevolucionaria refleja la presión de la oligarquía y el imperialismo.
Sería una locura imaginar que la CIA no está directamente implicada en tramar complots y conspiraciones en este ala, haciendo uso de unos recursos considerables para corromper a una capa de funcionarios (muchos de los cuales necesitaban poca persuasión) para implicarlos en intrigas contrarrevolucionarias contra la revolución y el presidente. La consigna de estas personas es “Chavismo sin Chávez”, a lo que responden las masas con consignas como las que coreaban en la reciente manifestación de 12.000 activistas en Mérida: “¡Con Chávez hacia el socialismo!” e incluso más significativo: “¡Con Chávez contra la burocracia!”

La bancarrota del reformismo

Lenin dijo en cierta ocasión que para las masas una onza de práctica era más valiosa que una tonelada de teoría (y él era un gran teórico). Las masas en general no aprenden de los libros sino de su propia experiencia. Como en una revolución la experiencia de las masas se acelera enormemente, ellas aprenden muy rápidamente. En estas circunstancias, los trabajadores y los campesinos aprenden más en 24 horas que en diez años de vida normal.
En los últimos años un verdadero ejército de “intelectuales” reformistas ha desembarcado en Caracas como si fuera una plaga bíblica de langostas. Son ex comunistas (algunos de ellos, aunque no muchos, tienen todavía la audacia de denominarse comunistas), ex maoístas, ex trotskistas, ex guerrilleros, ex cualquier otra cosa. También son socialdemócratas, ya sea con la marca habitual o disfrazados de socialdemócratas de organizaciones como Attac o Le Monde Diplomatique. Todos tienen una cosa en común: su hostilidad violenta hacia el marxismo y el socialismo revolucionario.
Estas damas y caballeros sienten un profundo desprecio hacia las masas, a las que consideran insuficientemente cultas como para llevar a cabo la revolución social. Constantemente hacen referencia al supuesto “bajo nivel de conciencia de las masas” como un argumento contra la viabilidad de la revolución socialista en Venezuela. Otros nos dicen que aún estamos en “la etapa de la revolución democrático burguesa” (a pesar de las repetidas declaraciones del presidente Chávez a favor del socialismo). Otros intentan asustar a las masas con el espectro de la intervención imperialista (“si intentamos ir demasiado lejos y rápido”), etc., etc.
Los reformistas nunca carecen de argumentos contra la viabilidad del socialismo. Pero ya hemos escuchado esto antes. Los mencheviques rusos (y el ala de derecha bolchevique incluido Stalin) nunca se cansaron de aconsejar a Lenin en 1917 que no había “condiciones objetivas para la revolución socialista”, que “todavía estaban en la etapa de la revolución democrático burguesa” y así sucesivamente. Y visto superficialmente, estos argumentos tenían algo de base. La Rusia zarista era un país extremadamente atrasado donde la clase obrera industrial era sólo de cuatro millones sobre una población total de 150 millones de personas. Lenin y Trotsky no hicieron caso de las funestas advertencias de los reformistas y dirigieron a la clase obrera hacia la conquista del poder.
Las condiciones en Venezuela son infinitamente más favorables para la revolución socialista de lo que eran en la Rusia de 1917. La clase obrera es mucho más numerosa y las masas han aprendido en la escuela de ocho años de revolución. La gran mayoría está dispuesta para la transformación revolucionaria de la sociedad. Lo que falta precisamente es la presencia de un partido y dirección revolucionaria como el Partido Bolchevique con Lenin y Trotsky.
En realidad, a pesar de los gemidos de los reformistas, las condiciones objetivas para llevar a cabo la revolución socialista en Venezuela son extremadamente más favorables. Dentro de Venezuela el resurgimiento de la oposición es más aparente que real. Con unos considerables recursos financieros a su disposición (generosamente ayudados por una inyección de dólares procedentes de Washington), la oposición ha conseguido crear la ilusión en sectores de la clase media de que ellos pueden derrotar a Chávez. Animados por esta ilusión, sectores acomodados de la sociedad caraqueña se reunieron para aplaudir a Manuel Rosales el pasado sábado.
Pero esta ilusión rápidamente se desvaneció con la enorme muestra de fuerza de las masas al día siguiente. Incluso numéricamente, la manifestación de los escuálidos quedó empequeñecida por los chavistas. Sin embargo, la cuestión de la correlación real de fuerzas no se puede reducir a una cuestión de aritmética parlamentaria. La pequeña burguesía multicolorista, heterogénea, no se puede comparar con una fuerza de lucha, con la masa compacta de trabajadores y campesinos. Es como comprar una mariposa con un toro. Si se someten a una prueba seria las fuerzas, los héroes de la clase media de la contrarrevolución quedarían destrozados como la paja barrida por el viento. Además, saben esto muy bien.
Detrás de los estridentes gritos de la oposición está la desesperación, el miedo y un profundo sentimiento de impotencia. Los líderes de la oposición están firmemente convencidos de que serán sólidamente derrotados en las urnas el 3 de diciembre. Hace mucho tiempo que abandonaron toda esperanza de derrotar a Chávez mediante las votaciones y elecciones parlamentarias. Han llegado a la conclusión de que la cuestión del poder se decidirá fuera del parlamento, en las calles, en las fábricas, en la tierra y en los barracones del ejército.
Se debe admitir que, en sus cálculos, los representantes políticos de la clase dominante son mucho más realistas y perspicaces que los teóricos del reformismo. Estos últimos están hipnotizados por el juego de la política parlamentaria. Creen que la lucha de clases entre intereses mutuamente irreconciliables se puede decidir por las leyes y las constituciones, de la misma manera que el juego de ajedrez está regulado por reglas antiguas o un partido de béisbol por el árbitro. Pero la revolución no es un juego, no tiene otras reglas que las determinadas por la correlación de fuerzas de clase en un momento dado.
La Constitución Bolivariana en muchos sentidos es un documento excelente (aunque con una debilidad fatal en la cuestión de la propiedad privada). Pero es el reflejo de la correlación de fuerzas de clase en el momento en que se aprobó y puede ser echado al cubo de la basura cuando la correlación de fuerzas cambie. ¿Cuánto tiempo duraría la Constitución una vez que los contrarrevolucionarios hubieran regresado a Miradores? La pregunta se responde por sí misma. Por lo tanto, aquellos que tienen puesta toda su fe en las leyes y constituciones, no comprenden la mecánica de la lucha de clase que determina que este tipo de cosas se apoyen en una paja rota. Cicerón dijo hace mucho tiempo que la ley suprema es el bien del pueblo. Sacaremos a relucir a Cicerón para decir sinceramente: la ley suprema es el bien de la revolución, a la que todo se debe subordinar. Adoptar otro punto de vista es tener una actitud frívola hacia la revolución y que sólo puede acabar en la mayor de las calamidades.

Interferencia imperialista

Los imperialistas están siguiendo los acontecimientos en Caracas con creciente alarma y desazón. El tono de las declaraciones procedentes de Washington cada vez son más beligerantes. En enero de 2005, Condoleezza Rice dijo: “Chávez es una fuerza negativa en la región”. La misma melodía se ha repetido en diferentes tonos en los medios de comunicación estadounidenses y entre funcionarios del gobierno estadounidense. En enero de 2006, el Director de Inteligencia Nacional de EEUU, John Negroponte, y el entonces Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, compararon a Chávez con Hitler, lo acusaron de ser una de las fuerzas más peligrosas y desestabilizadoras de la región.
Este es el tipo de lenguaje que normalmente está asociado con la diplomacia de los preparativos de guerra. En el pasado, el imperialismo norteamericano habría intervenido militarmente contra la Revolución Bolivariana. Pero los tiempos han cambiado. A pesar de todo su poder y riqueza, los imperialistas estadounidenses no están en posición de emprender una intervención militar directa. Están atrapados en un cenagal en Iraq que ya ha costado la vida de 3.000 soldados norteamericanos y que está costándoles más de mil millones de dólares semanales.
Las recientes elecciones en EEUU fueron un golpe devastador contra Bush y el Partido Republicano, que ha perdido el control de las dos cámaras. Existe un claro ambiente en la opinión pública norteamericana a favor de acabar esta ocupación desastrosa, aunque una retirada ahora sería una derrota humillante que tendría consecuencias serias para EEUU en Oriente Medio y a escala mundial. Cualquier cosa que hagan ahora en Iraq estará equivocada. Y lo mismo ocurre con Afganistán. Por lo tanto, es impensable que comiencen otra aventura militar en Venezuela, particularmente si se tiene en cuenta que el 70 por ciento de la población latina de EEUU (la mayor minoría étnica actualmente) votó en contra de Bush en estas elecciones.
¿Eso significa que los imperialistas han desistido en sus intentos de derrocar a Chávez? ¡Por supuesto que no! EEUU ya ha lanzado una invasión de Venezuela, como me dijo un funcionario de izquierda del gobierno: una invasión en dólares. La CIA está dedicada activamente a corromper a ciertos elementos del Estado, incluidos algunos “bolivarianos”.
Esto es confirmado por Eva Golinger en su nuevo libro: ¨Bush vs. Chávez: La guerra de Washington en Venezuela¨, donde detalla las actuales amenazas de EEUU a Venezuela. En una reciente entrevista Eva Golinger declaraba que el imperialismo norteamericano estaba financiando a la oposición: “Esto ha aumentado durante el año pasado, en algunos casos se ha duplicado. En realidad, la financiación por parte del USAID [la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional], a través de su Oficina para Iniciativas de Transición (creada aquí después del golpe), ahora supera los 7,5 millones de dólares al año. Pero, más interesante aún, son los receptores de la ayuda, los que han aumentado espectacularmente.
“Hace dos años, había unas 63 organizaciones que recibían financiación y hoy, según los últimos documentos a los que he tenido acceso bajo la Ley de Libertad de Información de EEUU, son 32 más los grupos. Cuando hablamos de poder económico, no sólo es dinero, también es la penetración en la sociedad venezolana utilizando el dinero para entrar en diferentes sectores. Se encuentran grupos que supuestamente son grupos de derechos humanos, grupos que trabajaban en el sistema educativo y otros similares, pero que en realidad están trabajando para la oposición.
“Básicamente, EEUU está financiando a estas organizaciones en la sociedad civil… para conseguir el control en diferentes partes del país. Hay grandes concentraciones de programas en Mérida, por ejemplo, también en Tachira, Zulia y después en el interior del país, lugares como Barquisimeto, los estados de Lara, Monagas y Anzoátegui”. (¨Green Left Weekly¨. Número 691. 22/11/2006).
El nuevo plan de Bush para la Transición en Cuba está siendo financiado con unos 80 millones de dólares. En Venezuela, la cantidad total de dinero procedente de Washington se puede calcular en 9 millones de dólares anuales. Pero no es sólo el dinero (que realmente la oligarquía no necesita) sino también los contactos políticos, como señala Eva Golinger:
“También son los contactos políticos. Por ejemplo, el 28 de octubre un grupo de expertos de derecha, estrechamente vinculados al Partido Republicano, es anfitrión de un acto en Washington llamado: ‘¿Se puede salvar Venezuela?’ Y el único orador es Julio Borges, que es el candidato a vicepresidente con Manuel Rosales [el candidato presidencial]. Todo tipo de cosas están implícitas en lo que yo llamo el ‘frente financiero’”.
Aunque una invasión directa parece descartada, hay otras opciones. Una es el asesinato: Sabemos que la CIA está entrenando terroristas en Miami con el propósito de asesinar a Chávez. Los paramilitares colombianos están activos en suelo venezolano y no están allí para jugar. Eva Golinger dice lo siguiente:
“Entrevisté a un paramilitar aquí en Caracas. Me dijo que todos los paramilitares trabajan conjuntamente con EEUU y las Fuerzas Especiales en Colombia. Están entrenados por ellos, en operaciones de mando y control […] son los enviados para intentar asesinar a Chávez. Pero el mando y control está dirigido y controlado por las Fuerzas Especiales de EEUU. Las fuerzas norteamericanas están en territorio colombiano, pero envían a los paramilitares a hacer el trabajo sucio, junto con el ejército colombiano”. (Ibíd..)
Un líder paramilitar dijo a Eva Golinger que hay más de 3.000 sólo en la región de Caracas. EEUU ha convertido Colombia en un campo armado, donando 4.500 millones de dólares en armas al régimen reaccionario de Uribe. Esto se supone que es para luchar contra la droga, pero en la práctica es contrainsurgencia. Es posible que la CIA pueda provocar una guerra entre Colombia y Venezuela.

Preparativos contrarrevolucionarios

Los planes inmediatos de los imperialistas, no obstante, están conectados con las elecciones presidenciales. El candidato de la oposición, Manuel Rosales, ha estado continuamente un 20-30 por ciento por detrás de Chávez en las encuestas. Algunos sectores de la oposición -Acción Democrática (AD) y la Alianza Bravo Pueblo de Antonio Ledesma- se han negado a participar en las elecciones y defienden la abstención. Las credenciales democráticas de Rosales no son mucho mejores que las suyas. Participó en el golpe de estado de 2002. Obviamente jugueteó con la idea de la retirada de las elecciones, pero es demasiado tarde. Retirarse ahora lo desacreditaría completamente y desmoralizaría a sus seguidores.
Los escuálidos y sus apoyos imperialistas se están preparando para una gran derrota electoral el domingo. Han decidido por adelantado gritar “fraude” y utilizar la situación para intentar provocar la máxima desestabilización dentro del país y la mayor confusión fuera. Ya se han descubierto 30.000-40.000 camisetas negras con la palabra “¡fraude!”. Esta es una pequeña indicación de lo que se está preparando.
Organizaciones como el Centro Hannah Arendt (que está vinculado directamente con el jefe del equipo de campaña de Rosales) están siendo utilizadas para sembrar dudas sobre las elecciones incluso antes de que se abra el primer colegio electoral. Este es un ingrediente esencial en el plan par desestabilizar Venezuela después del 3 de diciembre:
La oposición se está aglutinando alrededor de la consigna: “defender el voto”. En un artículo publicado en ¨Counterpounc¨, un académico estadounidense, George Ciccariello-Maher, escribe lo siguiente:
“Esta consigna vaga tiene algunas consecuencias claras, como quedó en evidencia cuando el ideólogo de la oposición Rafael Poleo apareció recientemente en Globovisión. Poleo, que tiene vínculos con el clan Bush y la CIA y que estuvo totalmente implicado en el golpe de abril de 2002, y cuya hija ha estado directamente implicada en el asesinato de Danilo Anderson, el fiscal que estaba recogiendo pruebas contra los golpistas, preparó la estrategia de la oposición radical en términos muy claros el 6 de noviembre: ‘El día 3, para que los ciudadanos se alineen con la oposición, necesitan ir y votar El 4, es Manuel Rosales quien dirigirá las protestas contra el fraude cometido. Y el 5, serán las fuerzas armadas quienes decidan si continuarán obligando a los que están en la oposición venezolana a seguir con un régimen vergonzoso’.
“Según Poleo, Rosales podría ser el venezolano más importante del siglo XXI ‘si hace lo que necesita hacer’. La Comisión Electoral (CEN) ‘anunciará la victoria de Hugo Chávez, independientemente de los números’ y ‘a las 6 de la mañana del día 4, las calles se llenarán de gente gritando fraude, y después veremos la estatura real de Rosales’. De modo revelador, Poleo declara que “ese día después, el 4 de diciembre, será aún más importante que el 3 de diciembre. El 4 es cuando el pueblo hará lo que los ucranianos hicieron, llevar a cabo la ‘revolución naranja’, salir a las calles porque el fraude ya se había cometido, los números estaban preparados de antemano. ‘Los chavistas no abandonarán el poder por la simple razón de que son nazis’”.
Estas palabras no son otra cosa que un llamamiento abierto al golpe de estado en Venezuela. Rosales se ha negado a dar respuestas claras y diáfanas a preguntas sobre el reconocimiento de los resultados electorales. Simplemente reitera que los resultados deben ser justos. Como para Rosales y sus jefes en Washington el único resultado justo es una victoria de la oposición contrarrevolucionaria, la conclusión es bastante clara. Si el sistema democrático no puede cumplir “un resultado justo”, entonces debe ser derrocado por la fuerza.
Sin embargo, Rosales es bien consciente de que carece de una base de masas lo suficiente fuerte para derrocar a un gobierno elegido democráticamente. Su única esperanza es provocar un golpe militar con el apoyo de los oficiales del ejército reaccionarios. Por lo tanto, no es una sorpresa que el 5 de diciembre convocará una reunión con el alto mando militar, una petición que fue rechazada por el ministro de defensa, el general Raúl Baduel, sobre la base de que esa reunión constituiría una intervención anticonstitucional del ejército en el proceso electoral. No obstante, las cosas no se detendrán ahí. Néstor González González, líder militar del golpe de abril de 2002, ha publicado una cinta de audio defendiendo la intervención del ejército.
Estos planes descarados de la contrarrevolución se han encontrado con una respuesta firme de Chávez. Ha avisado de que los intentos imperialistas para desestabilizar Venezuela pueden encontrarse con un corte de los suministros de petróleo. Avisó a la oposición en un discurso el 17 de noviembre: “no me obliguéis a tomar medidas drásticas para salvaguardar la soberanía y la estabilidad del país”. Los intentos de desestabilización se encontrarían con la firmeza, ya que “el Chávez permisivo quedó atrás, aquella noche de 2002”. Chávez concluyó: “No permitiremos que Venezuela de nuevo se llene con un derramamiento de sangre”.
Si las palabras del presidente son duras, la reacción de la base lo es mucho más. Según el artículo de George Ciccariello-Maher, la amenaza de la contrarrevolución está despertando a los activistas bolivarianos. Los anteriormente difuntos Círculos Bolivarianos están reviviendo y la cuestión de la autodefensa armada está saliendo a la superficie. Hace referencia a la “organización autónoma de los chavistas para defender su revolución. Así que no debería sorprendernos encontrar que los sectores más radicales del chavismo están también haciendo planes. Específicamente, varias organizaciones armadas de autodefensa enraizadas en el movimiento Tupamaro y en los anteriormente difuntos Círculos Bolivarianos, que dicen tener un seguimiento particularmente poderoso en los barrios al oeste de Caracas, están preparando planes para la defensa de los barrios chapistas.
“Estos planes están centrados en el barrio históricamente revolucionario de 23 de Enero, en las colinas del oeste de Caracas. 23 de Enero ha representado el ‘cerebro’ radical de Caracas, cuando se opuso al ‘cogollo’ de rebelión representado por los suburbios de Petare, que ese barril de pólvora al este de la ciudad que vio surgir las revueltas épicas del Caracazo en 1989. El espíritu de rebelión ha menudo se ha iniciado en la absoluta miseria de los suburbios más grandes y peligrosos de Caracas, pero la estructura organizativa que enciende las llamas en general se puede encontrar en 23 de Enero”.
¡Aquí tenemos la respuesta de las masas a los complots de los contrarrevolucionarios! Cualquier intento de repetir la experiencia del 11 de abril de 2002, se encontrará con una insurrección de las masas que harán palidecer el 13 de abril. ¡Esto podría perfectamente dar a los contrarrevolucionarios motivos para pensar! El autor continúa:
“Se debería señalar que, mientras que la oficina del Alcalde Metropolitano ha ‘cumplido un papel de apoyo necesario’ proporcionando apoyo logístico a los barrios radicales (celulares, motocicletas), este papel es precisamente ese: apoyo. Es decir, estas organizaciones de barrios están más consideradas como ‘movimientos de base’ implicadas en el proceso revolucionario de la administración local. En palabras de uno de los participantes, la resistencia a las amenazas de la oposición ha llevado a estos grupos a ‘crear nuevas formas de organización de la autodefensa local de la soberanía’”.
Estos planes de resistencia no se limitaban a las zonas urbanas. El Frente Nacional de Campesinos Ezequiel Zamora, varios miles de los cuales marcharon por la ciudad en formación militar el 20 de noviembre, ha tomado la iniciativa de organizar un frente único de organizaciones revolucionarias, en donde el Freteco y la CMR están de acuerdo en participar. El frente ha pedido el apoyo de Manos Fuera de Venezuela, que está organizando acciones de solidaridad en muchos países para este fin de semana.

El potencial revolucionario de las masas

¿Qué sugiere todo esto? Ciertamente nada agradable, ni el escenario pacífico tan querido por todos los reformistas, sino una lucha feroz entre las clases, que debe ser resuelta después de las elecciones. George Ciccariello Maher concluye correctamente: “la resistencia de la base ante cualquier intento de poner frenos al proceso revolucionario es omnipresente”. La fuerza de la Revolución Venezolana sigue estando en las masas, que una vez más el pasado domingo han demostrado su determinación y espíritu de lucha revolucionario.
La consigna más popular era “¡No volverán!” ¿Qué demuestra esta consigna? Se podría decir que las masas aún no saben exactamente qué quieren. Pero saben muy bien lo que no quieren. No quieren un regreso al gobierno de sus enemigos más encarnizados. Están decididas a luchar con toda su fuerza para defender las conquistas de la revolución. Pero en la guerra las luchas defensivas a menudo se pueden volver ofensivas. En palabras de Winston Churchill, la mejor defensa es un ataque.
Esta es la tierra de Simón Bolívar, la primera línea del frente de la revolución en América Latina. Simón Bolívar, a pesar de la extrema debilidad de las fuerzas con las que disponía originalmente, no dudó en enfrentarse a las poderosas fuerzas del imperio español. No se quejaba de las “condiciones desfavorables” sino que pasó al ataque y ganó. Si, en lugar de Bolívar, el movimiento hubiera estado dirigido por un tipo como Heinz Dietrich, los pueblos de América Latina todavía languidecerían bajo el yugo del imperio español.
En todas partes vemos un continente en estado de fermento revolucionario. Hay un movimiento de masas que implica a millones de trabajadores y campesinos en México, que todavía no ha agotado su curso. Los trabajadores de Bolivia protagonizaron dos huelgas generales y dos insurrecciones en pocos años. En el plano electoral, las masas de Ecuador han demostrado su deseo de cambiar la sociedad. El resultado en Nicaragua demostró lo mismo, a pesar de la política inadecuada de Ortega.
En todas partes el mismo problema. No es un problema de las masas, que han demostrado su deseo de cambiar la sociedad en muchas ocasiones. ¡No! Es la ausencia del factor subjetivo, el partido y la dirección revolucionaria. Si existiera esta dirección la tarea de llevar a cabo la revolución sería mucho más fácil. Sería más rápida y sin dolor, con mínimo de violencia y sacrificios. La naturaleza prolongada de la revolución es precisamente el reflejo del hecho que, por un lado, las fuerzas de la reacción son demasiado débiles para un derrocamiento contrarrevolucionario (al menos por ahora), mientras que las masas, carecen de un partido revolucionario con la visión y audacia necesarias para dirigirlas hacia la conquista del poder. Esto significa que el resultado decisivo se pospone. Sin embargo, la situación actual de equilibrio inestable no puede durar indefinidamente. Tarde o temprano, la contradicción central debe resolverse, de una u otra manera.
Ahora lo que hace falta es una dirección clara y audaz de la clase obrera. Existen razones para creer que después de estas elecciones habrá un nuevo avance explosivo de la lucha de clases. Los trabajadores ya no están dispuestos a aceptar las imposiciones de los empresarios, en particular los cierres de fábricas. La ocupación de Sanitarios de Maracay demuestra el camino a seguir. La formación del Freteco, el frente revolucionario, proporciona el vehículo necesario para dar una expresión organizada al movimiento de ocupaciones de fábrica y control obrero.
¿Puede la clase obrera de Venezuela resolver la cuestión del poder sin la firme guía de un partido marxista? Teóricamente, esto no se puede descartar. Los trabajadores de París (que en su momento también eran mucho más débiles que los trabajadores de Venezuela hoy) tomaron el poder en la Comuna de París sin el beneficio de un partido marxista (aunque los seguidores de Marx estuvieron presentes en la Comuna). Pero no se debe olvidar que perdieron el poder principalmente debido a los errores que una dirección experimentada les podría haber ayudado a evitar. En cualquier caso, las masas no pueden esperar hasta que hayamos superado nuestra debilidad organizativa. En Venezuela se debe crear una corriente revolucionaria en el transcurso de la propia lucha. Es una necesidad urgente y debe ser emprendida urgente y decididamente por los marxistas venezolanos.
Al calor de los acontecimientos la creación de una dirección revolucionaria se puede conseguir más rápidamente de lo que se podría imaginar. La amenaza de la contrarrevolución en Venezuela está galvanizando a la vanguardia revolucionaria. Los activistas se están reuniendo, discutiendo, colaborando en la lucha, armándose. ¡Ese es el camino! ¡Por un frente único revolucionario para combatir la contrarrevolución y empujar a las fuerzas revolucionarias! Las masas han demostrado una y otra vez su voluntad de luchar. Una vez estén armadas con las ideas y el programa del marxismo revolucionario, ninguna fuerza sobre el planeta podrá detenerlas.

¡No a la oligarquía contrarrevolucionaria!
¡No al imperialismo!
¡Manos Fuera de Venezuela!
¡Hacia la República Socialista Bolivariana!
¡Hacia la Federación Socialista de América Latina!