ELECCIONES EN BRASIL, ECUADOR Y NICARAGUA

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Los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en Brasil, Ecuador y Nicaragua reflejan la etapa convulsionada que atraviesa América Latina.

Se profundiza el giro a la izquierda en América Latina

Los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en Brasil, Ecuador y Nicaragua reflejan la etapa convulsionada que atraviesa América Latina.
En Brasil, la victoria de Lula en la segunda vuelta–con un 62%- mostró, pese a la campaña furibunda de la burguesía y la derecha brasileña, cómo las masas todavía ven al PT como al único instrumento para intentar cambiar la realidad e impedir la vuelta de la derecha al gobierno.
Para movilizar a los trabajadores, la dirigencia petista no tuvo más remedio que recurrir a argumentos que delimitaban al PT de los partidos burgueses, usando un lenguaje de clase, contra los ricos, y defendiendo la empresa pública frente a la alternativa privatizadora de la derecha.
Fue un grave error que los dirigentes de la izquierda del PT abandonaran el partido para fundar nuevas organizaciones supuestamente incontaminadas, renunciando a la lucha por pelear el liderazgo del PT y eventualmente ganarlo. Los dirigentes de la izquierda estaban en posición inmejorable para agitar por una línea clasista y revolucionaria dentro del PT en la que las masas podían ver la dirección que necesitaban. En vez de eso, eligieron la ruptura y el aislamiento de las bases. Las masas no saben de organizaciones pequeñas y buscan la dirección política en el instrumento organizativo que tienen y conocen, y si no la encuentran intentarán cambiarlo desde adentro.
Con este mandato gobierno, Lula y el PT tienen una nueva oportunidad. El primero aplicó el programa económico de la derecha pero con un rostro amigable. Si esa vuelve a ser la historia el costo puede ser impagable. Los trabajadores brasileños no tendrán la misma paciencia con Lula en su segundo mandato y le exigirán que cambie de política, o lo enfrentarán en las calles.
En el caso de Ecuador y Nicaragua, hemos sido testigos de una campaña de histeria para impedir la victoria, en la primera vuelta, de los candidatos de izquierda. El pánico a la extensión de revolución venezolana, y el incremento de la popularidad de Chávez entre las masas latinoamericanas y su llamado al socialismo, ha encendido todas las alarmas en Washington y las oligarquías locales, que recurrieron, como en México y Perú, a las campañas sucias en la prensa y al fraude electoral.
En Ecuador vamos a una segunda vuelta entre Noboa, el empresario más rico del país, y Correa, el candidato que se reclama de izquierda, luego del fraude electoral escandaloso que le robó a Correa la mayoría absoluta de votos obtenida en la primera vuelta.
Correa presenta una alternativa progresista, dice que no pagará la deuda externa, que va a privilegiar la deuda social y la asistencia a los sectores postergados, y que admira el proceso venezolano. Por eso la oligarquía intentará recurrir de nuevo al fraude en la segunda vuelta, pero si lo hace eso podría conducir a una nueva explosión revolucionaria, como en México.
En Nicaragua, el Frente Sandinista ganó las elecciones con más del 40% de los votos, consiguiendo la presidencia del país. Pese a la escandalosa intervención de la embajada de EEUU durante todo el proceso electoral, alertando contra la victoria del candidato sandinista, las masas nicaragüenses dijeron basta a más de 15 años de retrocesos en los niveles de vida y de políticas que liquidaron los principales logros de la revolución de 1979, situando a Nicaragua en el segundo país más pobre de América Latina, sólo por detrás de Haití.
Pero las elecciones, por sí mismas, no resuelven nada. Las masas obreras y campesinas de Ecuador y Nicaragua deben exigir la aplicación de un programa socialista, el único que puede ofrecerles una salida: la expropiación de los terratenientes y de los grandes empresarios y banqueros para planificar la economía al servicio de la mayoría.