Después de casi una década de privatizaciones fomentadas por el Banco Mundial, el servicio que prestan los ferrocarriles es vergonzoso. Los vagones de pasajeros están destrozados, las ventanas sin vidrios, las puertas rotas y los asientos destruidos. En el interior del país centenares de km de vías han sido abandonados con la consecuente destrucción de las economías locales y la desaparición de pueblos enteros.
Para evitar el tarifazo y la continuidad de los negociados
Después de casi una década de privatizaciones fomentadas por el Banco Mundial, el servicio que prestan los ferrocarriles es vergonzoso. Los vagones de pasajeros están destrozados, las ventanas sin vidrios, las puertas rotas y los asientos destruidos. En el interior del país centenares de km de vías han sido abandonados con la consecuente destrucción de las economías locales y la desaparición de pueblos enteros.
Las empresas que iban a llevar el ferrocarril al primer mundo, hoy ya no pueden ocultar su incapacidad para gerenciar el servicio. Sólo funcionan aceptablemente los trenes de pasajeros de la zona norte del gran Buenos Aires y los de carga que sacan la producción agropecuaria hacia los puertos. Como siempre se favorece a los sectores urbanos privilegiados y a la oligarquía ligada al comercio exterior.
La concesiones no sólo dejaron en manos de unos pocos grupos privados un resorte fundamental de la economía como es el tren, sino que también significaron un fabuloso negociado. Los contratos de 1995 establecían subsidios del estado sólo hacia dos de las concesionarias, para inversiones de infraestructura y para gastos operativos. Al final se ampliaron a todas. Pero no solamente el "menemismo" llevó adelante esta política, el gobierno de Duhalde amplió en mayo pasado los subsidios a las demás empresas y los elevó a $ 500 mil pesos diarios. Y en estos días los duplicará: un millón de pesos diarios, sólo para mantener el servicio, sin considerar mejoras ni ampliaciones.
Mientras que el Estado absorberá las inversiones más grandes como la reparación de las vías, el sistema de señalamiento, la eliminación de pasos a nivel, la reparación de coches y la reconstrucción de estaciones, las empresas únicamente se comprometen a reparar las ventanillas, asientos y luces. Tal vez sea porque estarán demasiado ocupadas contando la lluvia de billetes que les entrega el estado cada día.
La lucha de los usuarios, cansados de la falta de higiene, el incumplimiento de horarios y la inseguridad, llevó a violentas protestas pocos días antes del argentinazo del 19 y 20 de diciembre.
La quejas continuaron y se repitieron episodios de pasajeros varados en mitad de camino reclamando la devolución del costo del pasaje y ser llevados en ómnibus habilitados, rechazando los vehículos precarios que las empresas les ofrecían.
El mes pasado el gobierno debió reconocer el estado deficiente del servicio. A las protestas de los usuarios debemos agregar la cercanía de las elecciones y la acción de grupos empresariales que desean desplazar a los concesionarios existentes y que utilizan la prensa burguesa (Clarín) para quedarse con el gigantesco negocio de los subsidios. La comisión de evaluadores del gobierno reconoció que incluso los mencionados contratos leoninos eran violados por los concesionarios.
Pero en pocos días se vio la verdadera intención del gobierno y de las empresas: cambiar las condiciones elevando aún más los subsidios, que llegarán ahora al millón diario, y dejando entrever una futura suba de los boletos al triple de su valor actual. Recordemos que durante el año 2002 la venta de pasajes de este servicio, utilizado fundamentalmente por trabajadores, disminuyó más del 30 por ciento. Mientras negaba la posibilidad de reestatizar, el gobierno culpó de la situación al incumplimiento de los contratos… por parte del propio estado! y propuso como solución buscar otra empresa que se haga cargo.
Creemos que la solución definitiva es la estatización del servicio tanto de carga como de pasajeros, sin compensación alguna a las concesionarias, en el marco de una economía planificada que destine los fondos necesarios para una palanca tan fundamental como son los ferrocarriles y que termine con los negociados. En resumen que invierta en la infraestructura ferroviaria adecuada a las necesidades de la economía nacional, que contemple el mantenimiento del servicio en condiciones dignas y con trabajadores bien pagos y que deje de ser un lugar más de saqueo al Estado, a los trabajadores y a los usuarios por parte de las empresas. Para eso es fundamental que los trabajadores se sumen a la lucha por la estas reivindicaciones, y ya están comenzando a hacerlo.