Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. (K. Marx y F. Engels Manifiesto del Partido Comunista)
El estrepitoso derrumbe de los precios del petróleo en las últimas semanas es una situación inédita en la historia, dejando en positivo al peor de los escenarios previstos para este rubro, los países alrededor del planeta se encuentran stokeados y los lugares de almacenaje al límite de su capacidad; el panorama es negro y más allá de las aseveraciones de los comentaristas y voceros burgueses existe una sola explicación para este fenómeno ante nuestros ojos, es la profunda crisis de sobreproducción a escala mundial producto de una recesión global en curso que ha arreciado imperiosa y violentamente tras la pandemia del COVID-19.
Como una espiral descendente los precios del tan preciado oro negro vienen cayendo desde principios de año perdiendo en el primer trimestre un tercio de su valor internacional, y ya para principios de marzo mostrando una depreciación del 55%, mes en el que el comercio mundial sufrió una paralización generalizada debido a la expansión de la pandemia a escala global, y en el que países claves de la unión Europea, así como Estados Unidos, reportaron sus picos más altos de contagios y muertes por la enfermedad del Coronavirus; para entonces los gobiernos del continente tomaron la medida del aislamiento total, lo que les ha permitido tener controlada la pandemia en la región, pero no así sus débiles economías, que, de ante mano fueron golpeadas por el retroceso económico global que lejos de detenerse se ha acelerado, cuyas cifras actuales se hayan en rojo y en porcentajes negativos.
A finales de abril el barril de petróleo en EEUU WTI (referencia para los precios en el mercado) para su entrega en mayo, se derrumbó un 300% cerrando en negativo inicialmente, por primera vez en su historia, para posteriormente terminar con una caída del 34% tomando como base el precio inicial. Los antecedentes más próximos de estas lamentables cifras se hayan en una ruptura entre los gobiernos de Arabia Saudita y Rusia (quienes ocupan el segundo y tercer puesto en producción dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo -OPEP-) a través del incumplimiento de los acuerdos llevados a cabo el 5 de marzo del presente año en Viena, los cuales comprendían una reducción en la producción del crudo a nivel mundial de 1,5 millones de barriles por día tentativamente como punto de partida para las negociaciones (lo que llevaría los niveles de producción al nivel más bajo desde la guerra de Irak a principios de los 90) en función de presionar a los mercados teniendo como meta la estabilización de un precio más conveniente y rentable para los productores; dicha reunión fue convocada con un carácter de emergencia motivada por una pronunciada disminución de la demanda en el mercado Chino (uno de los principales consumidores de petróleo) que se venía presentando desde inicios del 2020. Todo esto enmarcado en el lunes negro
El cierre del dialogo se expresa en que Arabia saudita no aplico los recortes propuestos por la OPEP en medio de la pandemia que azota el mundo, acto seguido inundo el mercado asiático y europeo, e incluso logro posicionar su crudo con distribuidores de capital ruso que operan en gran parte de Europa ofreciendo barriles en un precio promediado entre 6 y 8 dólares por debajo de los precios ya acordados por la organización. Rusia se resistía a la llamada a cortar la producción
En un panorama como el ya descrito a mediados del mes de marzo el planeta experimento una paralización generalizada de todas sus actividades productivas y comerciales, millones de personas fueron sometidas al aislamiento como medida preventiva para atacar el creciente contagio de la enfermedad del Coronavirus; aunque estas medidas llevan poco más de un mes de aplicadas, esto se traduce en millones de fábricas paradas, tráfico aéreo, marítimo y terrestre detenido, escaso consumo de combustibles al interior de los países, producción de manufactura cerrada (salvo las ligadas al sector salud o algunas esenciales), caída de la demanda de energías para la producción, por mencionar las mayores actividades asociadas al crudo y sus derivados colocan hoy a los grandes productores de petróleo, y por ende a la economía mundial, en una grave situación de sobreproducción; generando que las refinadoras y las productoras estén sobre stockeadas; al tener oferta y no existir demanda, realidad que se presenta a nivel global.
La OPEP calcula que el consumo mundial de crudo para 2020 será de 92,82 millones de bpd (Barriles por día calendario), lo cual representa una reducción de 6,85 mbd (millones de barriles diarios) con respecto a 2019 (año en el que varios países productores se vieron afectados por el mismo fenómeno, llegando a precios cercanos al costo de producción; sin embargo, en términos generales seguía siendo una actividad rentable en su conjunto). Partiendo de la actual coyuntura y a sabiendas de las alarmantes cifras los tenedores de contratos, así como productores del oro negro y sus derivados han salido al ruedo cual subasta en busca de compradores de último minuto e inversionistas interesados en montarse en la burbuja de los mercados futuros del petróleo, especulando desde ya con posibles precios para los próximos meses que oscilan entre los 30 y 45 dólares por barril, aferrados a la esperanza de una débil pero posible recuperación del rubro; esta especulación futura permite a los productores hacerse de contratos y ventas que puedan apalancar a sus economías en picada, todo parece indicar que es la única opción que les queda, en medio de un mes de mayo en el que el nivel de los centros de almacenamientos de crudo se encuentran repletos, muchos declaran estar llegando al límite de sus capacidades, temiendo incluso tener que pagar para poder deshacerse del excedente que se pueda generar próximamente; este hecho de sobreproducción en el que se encuentra el sector es el principal disparador de la caída de los precios y su histórico valor negativo que presento en el agitado mes de abril.
Las monedas del mundo cayeron en marzo mostrando un record histórico, obligando a los gobernantes a la encrucijada de endeudarse o ajustar, con las consecuencias políticas y económicas que la decisión implica; La crisis agudizada por el coronavirus y la guerra de precios que se generó entre dos pesos pesados de la producción internacional como Arabia Saudita y Rusia han puesto en caída el valor del petróleo, despertando tensiones entre los intereses contrapuestos de los demás productores los cuales en vista de ello se han negado a reducir la producción, poniendo al sector y a la organización de la OPEP en una crisis cuyas consecuencias están en pleno desarrollo; De manera colateral esta guerra ha hecho caer los precios del crudo norteamericano que ha sufrido una caída del 7%.
El presidente de la consultora Rapidan Energy Group, Bob McNally señaló: «Esta es la primera vez desde 1930 y 1931 que un choque masivo de demanda negativa ha coincidido con un choque de oferta» (Washington Post 9/3/20). El caso al que se refiere fue el colapso en el comercio internacional durante la Gran Depresión. No es la primera vez que se recurre a la Gran Depresión como punto de comparación con el escenario actual y es que los números en muchas ocasiones denotan cifras mucho peores y más alarmantes partiendo del carácter globalizador de crisis y la estrecha interdependencia que presentan los mercados hoy en día.
En América Latina, la situación se presenta muy compleja para los nuevos productores de la región como lo son Colombia y Ecuador, países en el que el crudo en los últimos años se ha convertido en un rubro de vital importancia para sus economías, y más grave aún para Venezuela, país que se halla sumido en una profunda crisis social y económica desde aproximadamente 5 años, y cuya producción de petróleo supone el 80% de la actividad económica de esta nación, quien además ya venía con una reducción importante debido a la misma crisis que lo atraviesa, agravada por el criminal bloqueo imperialista. En Brasil la petrolera estatal Petrobras, la mayor empresa del país, perdió solo el 9 de marzo 20.515 millones de dólares en valor de mercado, su mayor caída desde 1986.
Argentina aunque no figura como uno de los mayores productores de crudo de la región cuenta con los dividendos generados por los hidrocarburos como recurso para poder subsanar la creciente crisis económica que la embarga, asediada por los fondos buitres busca evitar el default del que cada vez se haya más próxima; la realidad de la crisis capitalista golpea al continente con una fuerza contundente y pone a sus gobiernos en una compleja situación en la que la caída de los precios del petróleo resulta un agravante de peso con el que lidiar en medio de una pandemia cuyo desenlace o resolución se encuentra más cerca de la incertidumbre que de cualquier plan futuro que les permita salvar sus economías.
A esto se suma las recientes suspensiones de contratos, así como de proyectos de perforación y explotación de nuevos pozos petroleros en la región, dejando a su paso escasas proyecciones de desarrollo de nuevos mercados o aumento de la producción de hidrocarburos en América Latina.
Vaca Muerta
La formación de Vaca Muerta era presentada años atrás como una potencial nueva fuente de ingresos. Para abril del año pasado la producción no convencional de petróleo y gas pasó a representar un 14% y un 36% del total del mercado hidrocarburífero.
En la actualidad la situación es crítica. Al punto que Guillermo Hitters integrante del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG) de Houston declaro: “Hoy el gran miedo es que las empresas contratistas levanten sus equipos de Vaca Muerta y se los lleven a otros países” (Infobae 9/5/20). En general se estima que para que la inversión sea rentable se necesita un precio del petróleo superior a los 40-45 dólares por barril. La crisis capitalista mundial pone en jaque al yacimiento.
Desde el gobierno se prepara un decreto de necesidad y urgencia (DNU) que intenta imponer un precio de “barril criollo” en 45 dólares con la “esperanza” que a mediados de agosto-septiembre el petróleo repunte y haya una modificación del precio con tendencia a la alta; como siempre resulta fundamental en casos similares ir a la letra chica, ya que dicho DNU trae consigo la aceptación del gobierno y los sindicatos de los hidrocarburos de una reducción de hasta el 75% de los salarios, la dolorosa suspensión además, de unos 10 mil trabajadores que viven con la latente amenaza de perder sus empleos, del cierre de proyectos que puede dejar a su paso pueblos y ciudades devastadas, como sucedió en la década el 90 con las privatizaciones que regaron la desocupación.
Para llevar a cabo estas medidas el gobierno pide entendimiento poniendo como argumento que se espera que estas medidas sean transitorias y en pro de garantizar el abastecimiento interno, que evite a su vez la importación de crudo liviano en un futuro cercano, sostenga los empleos y la seguridad energética.
Las cifras reales indican que en Argentina abril cerro con una inédita marca de cero fracturas, lo que se traduce en desempleo de tercerizados y afines que subsisten de la industria de los hidrocarburos, cierre de proyectos, recorte de salarios violando toda legislación laboral, y con predicciones más ancladas en la ilusión que en datos objetivos; sin olvidar que nuestro país arrastra consigo una deuda impagable con el Fondo Monetario Internacional y los fondos buitres que tienen al gobierno con el agua al cuello, a los empresarios presionando un forzoso retorno a las actividades económicas pese a las consecuencias que puedan ocasionar en la clase trabajadora, con una curva de contagio y mortalidad cada vez más preocupantes, con niveles de desempleo alarmantes y con las villas miserias convertidas en una bomba de tiempo.
Los mercados futuros
Otros países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador y Colombia han elevado la solicitud a la OPEP por la suba y estandarización de los precios del petróleo, para evitar la profundización de la crisis que de por sí ya atraviesan dichas naciones.
Hace aproximadamente un mes desde que se consumó el fatídico y aparatoso divorcio entre el gigante ruso y el dominante productor saudí, desde entonces aguas abajo se han suscitado una serie de movimientos por parte de los miembros y los no miembros de la organización petrolera donde todos tienen las fichas puestas sobre el tablero, calibrando, repasando y reconfigurando sus posiciones de frente a esta guerra en los mercados de los hidrocarburos.
Arabia saudita sigue siendo el jugador más fuerte de la contienda, a pesar de ser superado en capacidad productiva por los Estados Unidos, su músculo económico en términos petroleros es mucho mayor, debido a su menor costo de producción, lo cual le permite tener mejores condiciones para afrontar esta y las crisis petroleras por venir. Con un mercado mundial inundado de petróleo y con un estrepitoso desplome en los precios, Rusia maniobra gracias a la entrada de dividendos generados por una estricta política fiscal que lo coloca como la cuarta reserva internacional más grande del mundo. EEUU debido a la práctica de fracking se halla atado a un precio estimado por encima de los 40 dólares por barril para que sea sustentable su extracción, por lo que la reciente y vertiginosa caída lo coloca en una situación de pérdidas importantes (entre ellas la anulación de muchos contratos de exploración y perforación de pozos).
El resto de los productores, inversores y el aparato productor de crudo corren cual bomberos apagando un incendio, posicionándose desde distintos puntos de partida en esta guerra especulando y calculando los mejores lugares desde donde guarecerse para cuando la crisis se profundice.
El petróleo tiene un futuro negro e incierto. En los últimos días se ha tratado de calmar a los mercados que lo rodean recurriendo a las especulación acerca de los precios del crudo futuro, basados en la expectativa de la superación, y por consiguiente, recuperación de la pandemia, mientras que la realidad indica que la crisis de los precios del petróleo hubiese sucedido de igual manera (tal vez de otras formas o escalas) ya que la baja en la demanda antecede a la disputa Rusia-Arabia Saudita y a la propia pandemia, cuyas consecuencias aún no se estiman y su posible desenlace es hoy por hoy un misterio en el mundo entero. En términos financieros podría generarse una nueva burbuja sobre el precio del crudo, una recuperación temporal que enmascare la profunda inestabilidad estructural del sistema.
Por encima de todo sentido de optimismo la realidad es que el 19 de mayo se cierran las negociaciones del petróleo a entregar en junio (mes en el que se esperaba un petróleo en 30 dólares por barril) y que en la actualidad ha llegado con mucha dificultad a los u$s 29,7 por barril para el Brent y u$s 23,99 para el WIT, esperando que no suceda la más mínima variación en el mercado que provoque otra caída repentina, como pudiera ser la extensión de la cuarentena en el continente o un recrudecimiento de la pandemia en China, el mayor consumidor de hidrocarburos y sus derivados a nivel mundial.
Más allá de las especulaciones y los deseos de los grandes empresarios del petróleo, la crisis de este está indisolublemente atada a la crisis capitalista mundial y su desarrollo.
Anarquía de mercado
Bajo este escenario toca preguntarnos ¿cuántas vidas nos está costando el oro negro y su crisis? ¿cuántas vidas y de que clase social nos está costando la crisis de los capitalistas?
La irracionalidad del capitalismo y la anarquía del mercado amenazan con empujar, cada vez con más fuerza, a millones de trabajadoras y trabajadores a la desocupación, la miseria y el hambre.
La crisis petrolera no es más que una manifestación de la crisis de sobreproducción capitalista.
Las disputas entre países petroleros no es más que la disputa de las respectivas clases dominantes para transferirse la crisis entre sí, lo que en última instancia afecta a toda la economía mundial.
Solo una economía planificada, bajo control de los trabajadores, que se oriente no para el lucro de unos pocos, sino para la satisfacción de las necesidades de la inmensa mayoría de la población puede poner un freno a este sistema absurdo. El futuro de los trabajadores bajo este sistema es tan negro como el petróleo.
El capitalismo esta moribundo, pero no va a morir por sí solo, no existe nada como una “crisis final”. Necesitamos construir un partido revolucionario, derrocar políticamente a la burguesía y su Estado para construir mediante la democracia directa una nueva legalidad que ponga fin a las crisis de sobreproducción, a la explotación y la miseria.
El Socialismo es la respuesta.