La izquierda le arrebató la FUBA a la Franja Morada en 2002, como correlato del Argentinazo. Lo mismo sucedió en otras federaciones del interior. Pero, en muchos casos, la conducción de la izquierda no colmó las expectativas de los estudiantes. Todavía subsiste cierta lógica burocrática, de aparato, cocinando todo entre cuatro paredes en una rosca permanente. Algunos grupos de izquierda manejaron estas federaciones, pero no la abrieron a los estudiantes, sino que operaron con los métodos tradicionales de: elección ganada, territorio propio.
En general, los estudiantes ven a las conducciones de las facultades (también las de izquierda) desconectadas de las preocupaciones e intereses estudiantiles básicos. Aunque reconocemos en la izquierda un interés genuino por elevar el nivel de la conciencia política de los estudiantes con la implicación de los Centros de Estudiantes en los problemas sociales y de clase (luchas obreras, campañas de solidaridad, atención a los conflictos internacionales, cátedras paralelas de contenido socialista y marxista, etc.) apenas hay una política estudiantil orientada a luchar por resolver los problemas básicos como la masificación en las aulas, la falta de infraestructuras, la lucha contra los malos docentes, la falta de calefacción, la pobreza de nuestras bibliotecas, etc.
En algunos casos, los Centros de Estudiantes, caen en el otro extremo, y con el respaldo de los decanos en un intento de mostrar su “utilidad” y “preocupación” por los estudiantes, asumen tareas de gestión que deben corresponder al trabajador no docente (tareas de información, difusión de programas universitarios, normas de matrícula, etc) olvidando la labor principal REIVINDICATIVA que debe tener la conducción estudiantil. Aunque los más comprometidos con estas prácticas son los grupos amarillos vinculados a las diferentes franjas políticas burguesas o pequeñoburguesas que oscilan entre la derecha y el centroizquierda, también la izquierda cae en ellas.
Hay algunas prácticas del activismo estudiantil que no ayudan a la incorporación activa de los estudiantes a la lucha por sus problemas, como acontece muchas veces en las Asambleas, instancia máxima de resolución en cada Facultad. El hecho de que casi nunca comience a horario y que cada grupo utilice esas asambleas como un campo de disputa entre ellos, limitando la participación estudiantil, con la pérdida de tiempo y el desgaste que conlleva, extendiéndose 3 ó 4 horas y terminando en la pura redundancia, hace que el estudiante se sienta desalentado, sin ganas de volver a participar y sacrificar una clase. A veces se cae en el insulto, la prepotencia, el ultimatismo, el abandono de asambleas cuando no se acepta quedar en minoría, etc. Esto profundiza la distancia entre los aparatos y los estudiantes no organizados.
Por otro lado, nos oponemos a que los Centros de Estudiantes lucren con la venta de apuntes y fotocopias. Creemos que el acceso a las fotocopias debe ser gratuito para los estudiantes, y su financiación debe corresponder íntegramente a cada facultad, al ser material didáctico obligatorio para atender la cursada y suponer un gasto importante en el año, particularmente para los estudiantes procedentes de familias obreras.
Además, las fotocopias son una fuente de ingresos para los Centros de Estudiantes, que no están sometidos a control alguno. Para muchos, su pertenencia a un Centro de Estudiantes es una fuente de ganancia material muy provechosa que no debemos tolerar. Esta situación también abona el discurso de la derecha, quien para combatir demagógicamente a la izquierda, acusa a estos grupos de financiarse con el dinero de las fotocopias.
Estamos de acuerdo en que cada Centro de Estudiantes debe tener una financiación suficiente. Pero ésta debe venir de los presupuestos ordinarios de cada facultad, incluidos las salas y oficinas, teléfono, fax, Internet y fotocopias gratuitos; y de actividades propias que promuevan las conducciones estudiantiles (fiestas, campañas económicas, etc.).
Es necesario cambiar de rumbo
Hay que repensar los modelos de actuación política en la Universidad; que desde la conformación del Frente 20 de diciembre, mediante el cual la izquierda recuperó la FUBA de manos de la camarilla corrupta de Franja Morada, no se supo involucrar a las masas estudiantiles en su participación activa en las luchas que se vienen dando. Los intereses de aparato, y la falta de una política de inclusión, participación y decisión de los estudiantes, generaron un panorama de desinterés –cuando no de desdén- de parte de las bases estudiantiles, que no consideran todavía como propia la actuación de la dirigencia de la FUBA. Cualquier reforma del Estatuto y más aún, del cogobierno es una utopía si no cuenta con el apoyo mayoritario y activo de estudiantes, docentes y no docentes.
La misma responsabilidad le cabe al activismo sindical docente y no docente de la UBA y demás universidades nacionales (agrupados en Conaduh, Conadu y ETUN). Hay que dejar claro que esta no es una lucha meramente estudiantil, sino de toda la comunidad universitaria progresista.
Es por eso que se impone rediseñar el esquema político que llevan adelante las federaciones dirigidas por la izquierda y las organizaciones sindicales. Desde ya se impone realizar una campaña amplia, audaz y de largo aliento de propaganda y agitación, organizando movilizaciones masivas, actos, charlas, etc., explicando por qué necesitamos modificar de raíz la actual estructura universitaria, quiénes son los enemigos de esta reforma por la que luchamos y cuál es su pasado; y, sobre todo, vincular esa necesidad con las preocupaciones y las demandas cotidianas de los estudiantes, los docentes y los no docentes; seguramente la situación sería muy distinta porque participarían miles de personas exigiendo una universidad verdaderamente democrática y de cogobierno real.
Dada la crisis histórica que atraviesa la universidad pública en Argentina, los equipos rectorales no tienen otra opción que abrir un debate para introducir algunos cambios en su funcionamiento y en sus Estatutos, aunque en rigor propondrán cambios cosméticos para que nada cambie sustancialmente.
Pero lo importante es que esto abre una nueva y gran posibilidad para retomar la lucha y salir fortalecidos de la experiencia pasada. Insistimos en que el objetivo debe ser generar un movimiento masivo que represente a la mayoría de la comunidad universitaria, con el apoyo y la simpatía de las familias trabajadoras, que debe confluir en movilizaciones de masas, preparadas por una campaña amplia con todos los sectores interesados que conecte con las expectativas y los intereses de los estudiantes, docentes y no docentes, para conseguir la Universidad que necesitamos el conjunto de los trabajadores.
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