“El dinero es el valor general de todas las cosas, constituido en sí mismo; ha despojado, por lo tanto, de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como a la naturaleza” Karl Marx (1843)
Desde el espacio, en diversas imágenes satelitales se pueden observar las columnas de humo y partículas en suspensión, ascendentes y oblicuas por sobre la matriz del bosque tropical más extenso y diverso biológicamente del mundo: la Amazonia.
Fotografías en terreno de ocelotes, pecaríes, armadillos y diversas especies incineradas se hicieron virales sensibilizando fuertemente a la sociedad civil y grupos de jóvenes manifestantes y ecologistas alrededor del globo. En un ambiente, recientemente convertido en una sabana producto de la deforestación de la selva, una columna ígnea de espeso humo negro producía el escape desesperado de un zorro de monte-un cánido sudamericano de bosque tropical y subtropical-yendo tal vez hacia ningún lado.
El bosque tropical con una diversidad de mamíferos, aves, peces, anfibios, reptiles e invertebrados aún no clasificada y cuantificada del todo; sin dejar de mencionar la diversidad de plantas vasculares, helechos, musgos, hongos por unidad de área de bosque. Inclusive siendo uno de los biomas globales, aún con numerosos pueblos indígenas y grupos no contactados que viven en aislamiento en la selva. Se encuentra territorialmente liberalizado a la lógica del desarrollismo capitalista. El fuego que avanza extensivamente sobre el sur y centro de la Amazonia, en diversos focos fragmentarios provocados intencionalmente por ruralistas y sojeros son la causa de este grado de deforestación y pérdida de biodiversidad, aunque sin embargo las tasas de incendios son más bajas que las que acontecían en la región a principios del siglo pasado. La funcionalidad del bosque tropical puede sofrenar naturalmente los incendios, debido a la alta concentración de humedad en el sotobosque bajo el dosel de los grandes árboles. El problema es el fuego, aunado a un modelo de remoción acentuada del dosel que provoca que la funcionalidad ecosistémica se vea afectada y los bosques se tornen más áridos y plausibles de ser mucho más combustibles. Situación que se agrava debido a la estación seca en el hemisferio sur con un período de marcado estrés hídrico.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil- país que posee la mayor extensión de la ecorregión amazónica, que también se distribuye por Surinam, Guyana, el sur de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y el noreste de Bolivia -en sus casi ocho meses de gobierno ha sostenido un discurso y una política de mayor liberalización territorial y un ataque permanente de la doctrina enfocada en la conservación del bioma amazónico, así también los pueblos indígenas y las reservas de la región. Bolsonaro se ha enfrentado abiertamente con Francia, Alemania y Noruega después de que estos países han decidido obturar los canales de financiación del Fondo Amazonia. Aunque, el presidente de Francia Emmanuel Macron ha vuelto a blandir la “internacionalización” de la Amazonia dada su relevancia ecosistémica y la inacción primera de Bolsonaro de controlar los focos. Tanto Francia como Noruega usan oportunamente de chivo expiatorio a Brasil, siendo países capitalistas que han financiado abiertamente la deforestación para la exploración de oro y tierras raras en la Amazonia. En este sentido desde 2015, Macron pretende establecer una gran mina a cielo abierto en la colonia francesa de la Guyana, en la porción noreste de la ecorregión amazónica. Empresa que se ha visto detenida por el momento, debido a la gran presión internacional de diversas organizaciones no gubernamentales de defensa del ambiente.
En el estado de situación actual, el Instituto Nacional de Pesquisa Espacial (INPE-Brasil) ha contabilizado más de 74.000 focos ígneos en lo que va del año 2019. En menor medida es posible que algunos focos hayan sido provocados por la tradicional técnica agrícola de la “roza” o el “chaqueo” (“queimada” en Brasil), que inclusive tradicionalmente ha sido utilizada por pueblos indígenas para quemar superficies destinadas a cultivos, quemas que también fijan nitrógeno en el suelo y son beneficiosas para las plantaciones. El uso del fuego en la Amazonia, como en otras ecorregiones ha sido una práctica común, y la dinámica del bosque no responde negativamente a los focos controlados. Sin embargo, la manifiesta política de Bolsonaro con el lobby ruralista y terrateniente ha promovido abiertamente un cambio drástico de cobertura del bosque lluvioso, que si puede impactar seriamente en su estructura florística y funcionalidad ecológica.
Desarrollismo en la Amazonia, la Chiquitania y el Chaco o, mejor dicho, convertirlos en activos del capital
Las teorías del desarrollo y el libre flujo del capital conducen-aún mediante prebendas sociales dadas por las burguesías locales-a mayor concentración de la riqueza, el control de los activos de los países, avanzando con esto además en la privatización de la territorialidad en detrimento de la libre determinación de comunas y pueblos. Aun así, si la dinámica del desarrollo justo moviera el péndulo para la apertura de tierras en la masa boscosa, sería un contrasentido para el desarrollo humano. No puede haber desarrollo humano posible prescindiendo de los biomas y la biodiversidad, aunado al hecho de los complejos procesos biológicos, ecológicos y evolutivos que poseen sistemas ecológicos como la selva lluviosa. Esta matriz, aporta alrededor del 20 % del oxígeno de la Tierra-posterior a la absorción de CO2, un gas de efecto invernadero- y tiene además con la concentración de vapor de agua en la masa vegetal un impacto directo en los regímenes pluviométricos y la producción de agua dulce.
Numerosas especies en vías de extinción y especies endémicas-esto es, que solo habitan en esta ecorregión a nivel planetario- habitan en la Amazonia. Algunos grandes carnívoros de la América Tropical como el jaguar, tienen sus mayores poblaciones en esta región. Recientemente también han sido descritas nuevas especies de anfibios, peces e inclusive primates y perezosos, grupos que particularmente son seriamente afectados por la conversión de la estructura del bosque, entre otros. El fuego se devora la Amazonia, avanza. El avance es la privatización de la territorialidad y la apertura al desarrollismo. Se pierde diversidad biológica, pero también consume culturas, idiomas y cosmovisiones en su relación con la tierra de diversas comunidades indígenas y rurales. Las quemas se han promovido también en la Chiquitanía-un bosque semi-caducifolio en las planicies centrales en Bolivia-, el Gran Chaco en Bolivia y Argentina-con la inacción plena del gobierno erosionado del empresario Mauricio Macri, el secretario de Ambiente (que reza para apagar incendios) rabino Bergman y el complejo de funcionarios ligados a los agro-negocios y la fuga de capitales- e inclusive ha afectado la mayor parte de la reserva del Pantanal en Paraguay.
La presión social ha llevado a exigir el accionar logístico urgente de los gobiernos para apagar los focos y cuantificar los daños ambientales en el terreno. La problemática ameritaría también una reunión de los países del Tratado de Cooperación Amazónica (TCA), que fuera fundado en Brasil, el 3 de julio de 1978. Justamente como un instrumento jurídico con miras a la conservación y utilización racional de los recursos amazónicos. Sin embargo, las posturas políticas aislacionistas de la mayor parte de sus países miembros hacia Venezuela, funcionales al intervencionismo norteamericano no han permitido mantener orgánico este consorcio estos últimos años, lo que en última instancia deja en evidencia que este tipo de tratados, que se basan en la institucionalidad intergubernamental, tienen una utilidad muy limitada cuando debe intervenir afectando los poderosos intereses económicos de la clase dominante.
Los focos deben sofocarse cuanto antes, pero también se debe prohibir la especulación financiera sobre los territorios-benchmarking, en las escuelas de negocios de Harvard- afectados que debieran ser restaurados con renovales de especies nativas. Llamativamente, aún gobiernos reformistas de izquierda como el de Evo Morales en Bolivia, han liberalizado parcialmente la territorialidad para no afectar la concentración de la tierra de grandes terratenientes y transnacionales, y permitir la roza libre de campesinos sobre nuevos territorios. La inacción sobre el avance del fuego se ha mantenido por días, hasta la reacción reciente del gobierno boliviano para combatirlos ante el descontrol de las llamas y la fuerte presión nacional e internacional.
Es necesario que prosigan las manifestaciones de la juventud a nivel global y de las organizaciones no gubernamentales en defensa de la Amazonía y de los bosques. La conciencia colectiva y la presión de comunidades indígenas, campesinos, trabajadores y la sociedad civil en conjunto, es un punto de inflexión en este momento, para detener la embestida y lógica del gobierno de derecha de Bolsonaro y sus aliados. Pero cuando finalicemos los días por venir, las luchas deben ser por la abolición del capitalismo. Porque el fuego que verdaderamente se devora la Amazonia, la Chiquitanía y el Gran Chaco, su biodiversidad en conjunto, y los arrasa devastando pueblos, culturas y cosmovisiones, es el desarrollismo capitalista.