8 y 9 de marzo: días de lucha para toda la clase trabajadora

0
684

El 8M en la historia

El 8M es un día que tiene un origen combativo, cuya historia se inicia en Nueva York cuando en 1909 en una jornada organizada por las mujeres del Partido Socialista se congregó a más de 15.000 mujeres a una marcha que exigía la reducción de la jornada laboral, mejores salarios y derecho al voto. Un año después, en 1910, la Internacional Socialista, reunida en Copenhague, proclamó con carácter internacional, el Día de la Mujer Trabajadora. La propuesta fue aprobada unánimemente por las más de 100 mujeres que acudieron la conferencia procedentes de 17 países. Será en 1911, un 19 de marzo la fecha en la que se celebraría el primer Día de la Mujer Trabajadora en cuatro países europeos: Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, asistiendo centenares de miles de personas, mujeres y hombres, quienes exigían exigieron para las mujeres el derecho de voto, el derecho de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral, en términos generales, a su desarrollo íntegro como persona.

Menos de una semana de ese día de 1911, el 25 de marzo, más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes, murieron en el trágico incendio de la fábrica textil Triangle Shirtwaist, en la ciudad de Nueva York; pese a que este hecho tuvo grandes repercusiones en las legislaciones estadounidenses en materia laboral, puesto que dicha tragedia puso en evidencia las miserables condiciones de trabajo y los niveles salvajes de explotación a las que eran sometidas no solo estas trabajadores, sino la clase obrera en general.

Es importante señalar que todas las conquistas, derechos y políticas de género en la actualidad reposan sobre las espaldas de miles de mujeres y hombres que entregaron la vida en una carrera interminable contra el capitalismo y todas sus formas de opresión, son las mujeres, hombres, niños, niñas y ancianos proletarios los que llevan a cuestas los costos del sistema desigual y explotador, aun cuando somos la clase trabajadora la que mueve el mundo, la que lo construye, lo fabrica y lo moviliza, de igual forma hemos tenido que ser nosotros quienes pongan las vidas para hacerlo posible, en las condiciones más pauperizadas, miserables y desiguales.  

Más que celebrar un día para luchar

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora es hoy más que nunca una fecha para hacernos escuchar, para reafirmar nuestros derechos, para militar, para golpear con fuerza juntas los cimientos de este sistema absurdo, despiadado y asesino, para junto a los hombres trabajadores pararle la mano a la barbarie sistemática y genocida a la que somos sometidos diariamente.  El movimiento feminista es hoy por hoy una fuerza imparable que ha logrado visibilizar la realidad de miles de mujeres trabajadoras alrededor del mundo, salvando cualquier tipo de particularidad territorial, generacional, religiosa, costumbrista o cualquier otra; lo que está a la vista de todos es que mujeres y niñas sufren niveles de explotación, discriminación, opresión, violencia y desigualdad mucho más profundos que los hombres de su misma clase.

En pleno siglo XXI seguimos siendo hoy las mujeres y niñas los sectores de extrema vulnerabilidad, las que superamos por mucho a los hombres en las cifras de desempleo, pobreza, indigencia, miseria, discriminación, violencia sexual y asesinatos. Todos los flagelos sociales del sistema capitalista son más sentidos y profundos en las mujeres; alarmante parece un calificativo eufemista para hablar de la ola de feminicidios que se suceden diariamente a todas luces en todo el mundo, la mutilación genital, el acoso y violación sexual, el asesinato y la condena por motivos religiosos o de culto, la cantidad de niñas y adolescentes forzadas a la maternidad y las millones de muertes anuales por falta de políticas de acceso al aborto legal, seguro y gratuito, son el problema inocultable sobre la mesa del Estado burgués. No hay política pequeño burguesa, conciliatoria o reformista capaz de subsanar esta emergencia mundial.

Abrazamos el carácter aglutinador de voluntades que nos permite sentirnos acompañadas, apoyadas y en conjunción con la otra y el otro, ese sentimiento de alegría de juntos recorrer un camino de lucha, construcción y crecimiento como sector, como género, como minorías, como clase trabajadora; celebramos el acceso de muchas mujeres a cargos de decisión, su participación representativa, el reconocimiento social que han obtenido en áreas como la ciencia, la medicina, las artes, la cinematografía entre muchas otras; celebramos la progresiva caída de los estereotipos de belleza y conservacionismo que se ha venido desarrollando en los últimos años, las libertades sexuales y los derechos a decidir sobre nuestras vidas. Pero de igual forma, asumimos la responsabilidad como parte de la vanguardia exponiendo y denunciando el carácter pequeño burgués con el que sectores de la clase dominante y las corporaciones de la información y el entretenimiento quieren impregnar al 8M, poniendo al servicio de estos referentes mediáticos como ejemplo de liberación femenina, éxito y empoderamiento de la mujer actual desconociendo o, lo que es peor aún, escondiendo el origen de clase de las mismas, negando el contexto social que les ha permitido “llegar a donde están”, esto contextualizado en un ejemplo de vida con la que son bombardeadas las mujeres de la clase media, media baja trabajadora.

Después queda el mensaje aún más indignante para las mujeres pobres y de origen trabajador a las que masivamente les inculcan social y mediáticamente la desconfianza y el menosprecio, por la otra, basado en diferencias por la labor que desempeñan, la cantidad de hijos o parejas que han tenido, sus conductas, preferencias, lugar donde vive, o cualquier otra excusa que les permita denigrar a la otra; ocurre lo mismo con los hombres de clase trabajadora a quienes se les ha excluido de las movilizaciones del día internacional de la mujer, se les ha limitado de asistir y formar parte de los debates, espacios y eventos constructores de la política de género. En función de esto es fundamental señalar que el patriarcado existe, es opresor y  asesino, pero es un sistema social y económico, no así un sector, un gentilicio, generación o grupo social; no desconocemos en lo absoluto la lamentable existencia de hombres violadores, asesinos, violentos, represores, responsables de crímenes contra las mujeres y quienes deben pagar por estos hechos, pero no son estos la gran mayoría, no representan a los miles y millones de hombres, jóvenes y niños que al igual que nosotras padecen las penurias de la barbarie que es el sistema capitalista.

La actual crisis del sistema capitalista lejos de superarse, se profundiza y se agrava, siendo mujeres, niños y ancianos los grupos vulnerables más golpeados, de esta forma son las mujeres las primeras en perder el empleo, en sufrir recortes en sus salarios, en tener mayores dificultades para el acceso a la educación y la salud, siendo arrojadas, entonces, al trabajo sexual, el trabajo informal y la miseria.

Los marcos jurídicos existentes a más de un siglo de celebrarse el primer día internacional de la mujer trabajadora resultan ineficientes y limitados, por muchas leyes, ministerios, instituciones nacionales e internacionales que existan, la realidad de la mujer trabajadora sigue siendo precaria y desigual, sin olvidar las preocupantes cifras de muertes que se generan a diario en los barrios y periferias alrededor del mundo por la falta de políticas de acceso a un aborto seguro y gratuito, por la ausencia del derecho al aborto en la mayoría de los Estados justificado en un debate de orientación religiosa y conservadora que sirve de velo para tapar la verdadera razón que no es más que favorecer las mafias que hay alrededor del aborto clandestino y la no asignación de presupuesto para dichas políticas por parte del Estado burgués. Las leyes son ineficaces a la hora de proporcionar a mujeres y niñas herramientas para desarrollarse y crecer en una sociedad segura, libre de violencia, acoso y en igualdad de condiciones; y esto está a la vista ya que con la existencia de esas leyes, los índices de feminicidios se han disparado alarmantemente en los últimos años, siendo México, Brasil y Argentina los países que encabezan las listas de feminicidios, Brasil con un aumento del 76%, México en un 111%, y Argentina donde en 2019 hubo un total de 216 mujeres y niñas asesinadas; pero es una situación que se replica en todo el mundo.

Feminismo con conciencia de clase

El movimiento feminista mundial ha venido creciendo, cada año son más las miles y millones de mujeres que se unen, organizan y alzan la voz para transformar la realidad. Hemos logrado paralizar el mundo cada 8 de marzo, y muy por encima de las contradicciones propias y particulares, hemos conseguido categorizar en feminicidios los crímenes contra las mujeres y, hemos permitido a muchas otras mujeres del planeta la oportunidad de abrirse a nuevos discursos, a nuevas maneras de relacionarnos, a denunciar la naturalización de la violencia, opresión y discriminación de las mujeres por ser mujeres, y a luchar contra ello, a dar un giro en la educación y las conductas socialmente aprendidas emanadas del sistema patriarcal, a evidenciar los vacío, limitaciones y permeabilidad de las leyes actuales, lo ineficiente que resultan cuando las cifras de muertes y violaciones siguen creciendo. La lucha de las mujeres ha sido transformadora y revolucionaria, y lo que es mejor es indetenible.

“Cambiar de raíz la situación  de la mujer no será posible hasta que no cambien todas las condiciones de la vida social y doméstica”.

Trotsky, Escritos sobre la cuestión femenina.

El 8M es una jornada de combate por la emancipación de la mujer y de la clase trabajadora, es una invitación para el debate y la acción sobre cómo enfrentamos este sistema para darlo vuelta todo; es un día para ampliar nuestro horizonte y transcender el reduccionismo con que los Estados enfocan la “equidad de género” a protocolos, y políticas reformistas; es un día para entender el carácter de clase de la lucha feminista.

Los derechos conquistados son un gran avance en el camino hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de miles de mujeres, pero no es un fin en sí mismo sino un camino hacia el objetivo primordial: la plena y definitiva superación de la opresión y explotación.

Es necesario elevar la conciencia internalizando que el violador es el hombre que maltrata, tortura y asesina, y que debe haber unanimidad en cuanto a su condena social, pero acompañado también de la condena al Estado burgués que lo avala, le otorga inmunidad, privilegios y lo protege del escarnio público mediante recursos de la democracia burguesa patriarcal y sus corrompido sistema legal; es necesario denunciar los mecanismos y dinámicas desiguales promovidas por el sistema que promociona y nos arroja a la eterna competencia con  los hombres en el plano profesional y laboral y también denunciar la existencia de políticas y leyes laborales que perpetúan la discriminación y la desigualdad salarial, de derechos y oportunidades de las mujeres trabajadoras. Elevar la conciencia supone el ejercicio de entender que el Estado burgués es patriarcal en toda su estructura institucional (religión, educación, legislación, entre otras)  y que este se haya comandado, en su mayoría, por hombres pertenecientes a las clases dominantes, pero que no representan a los hombres en su totalidad, ya que la inmensa mayoría de estos son de clase trabajadora y víctimas del sistema explotador, opresor y asesino, lo que los convierte en nuestros compañeros, aliados en la lucha conjunta contra el sistema capitalista patriarcal.

Necesitamos una salida de fondo para un problema estructural, y para ello el abordaje debe ser político y con carácter de clase, comprendiendo que la lucha es de a dos, de a miles, en unión contra un mismo flagelo: el sistema capitalista; para destruirlo y de esta manera suprimir todo tipo de desigualdad entre mujeres y hombres. La tarea es de masas, es formativa, constructiva y combativa contra toda opresión, violencia y crimen que se descarga sobre las espaldas de la clase trabajadora.

Es por todo esto que la verdadera lucha por la liberación de la mujer para que sea profunda y verdadera debe formar parte de una lucha anticapitalista y socialista. Una lucha que debe orientarse hacia la eliminación del poder de la clase capitalista, con la expropiación de la bancos, las grandes empresas y grandes extensiones de tierra, bajo el control de las y los trabajadores, a fin de planificar democráticamente la economía y arrojar al patriacado, junto con el capitalismo que lo engendra, al basurero de la historia.

¡Trabajadoras y trabajadores del mundo, unanse!