Ha pasado casi un año desde que Lucio Gutiérrez fue desposeído del poder en abril de 2005, fue derrocado por la rebelión de grandes sectores de la población ecuatoriana en lo que fue conocida como la “rebelión de los forajidos” (así es como Lucio llamó a los que se manifestaron contra él y entonces ellos de forma desafiante adoptaron ese nombre para su movimiento). Aunque la rebelión se basó principalmente en capas de las clases medias, era un síntoma claro de que la política de Lucio era muy impopulpopular entre la población. Ha pasado casi un año desde que Lucio Gutiérrez fue desposeído del poder en abril de 2005, fue derrocado por la rebelión de grandes sectores de la población ecuatoriana en lo que fue conocida como la “rebelión de los forajidos” (así es como Lucio llamó a los que se manifestaron contra él y entonces ellos de forma desafiante adoptaron ese nombre para su movimiento). Aunque la rebelión se basó principalmente en capas de las clases medias, era un síntoma claro de que la política de Lucio era muy impopular entre la población.
Lucio Gutiérrez llegó al poder en las elecciones de 2003. Su victoria fue, aunque de una forma distorsionada, el resultado del deseo de la clase obrera, los pobres urbanos, los pequeños campesinos y la minoría indígena, de conseguir un cambio profundo en la sociedad. Fueron estas mismas capas las que impulsaron hacia delante la gran insurrección revolucionaria de enero de 2000, un movimiento que se volvió muy radical e incluso llegó a crear un parlamento popular, una alternativa al parlamento burgués.
En aquel momento dijimos que el poder estaba en manos del movimiento revolucionario, pero la dirección no tenía una idea clara de cómo sustituir el aparato del estado burgués con una estructura estatal que pudiera servir a las necesidades de las masas. De este modo, el poder se le fue de las manos a las masas y la burguesía fue capaz de encontrar una “solución constitucional” mediante un simple cambio de presidente.
En este contexto fue en el que salió elegido Lucio Gutiérrez. Un oficial del ejército que se unió a la insurrección en enero de 2000, que se presentó como un hombre de izquierda que forjó relaciones con las fuerzas progresistas de América Latina, por ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela. Muchas personas en Ecuador en realidad lo veían como un “segundo Chávez”, en el sentido de que creían que seguiría el mismo camino que el presidente venezolano, desafiando a la oligarquía y rechazando los dictados del imperialismo.
Sin embargo, una vez en el cargo, comenzó a adaptarse a las exigencias del FMI, que incluían recortes del gasto social, una continuación de la odiada dolarización de la economía y el establecimiento de estrechas relaciones con Bush en EEUU. En otras palabras, se puso al lado del imperialismo y los capitalistas en contra de las aspiraciones de las masas. Esto fue lo que finalmente lo obligó a renunciar, las masas estaban desencantadas con su política traidora.
Extrema pobreza y opresión nacional
Aunque la clase dominante fue capaz de encontrar un sustituto en el anterior vicepresidente Alfredo Palacio, ninguna de las contradicciones fundamentales que llevaron a la rebelión de abril de 2005 se ha solucionado. Ecuador es un país donde la gran mayoría vive en la extrema pobreza. Incluso la prensa burguesa tiene que reconocer esta realidad. El periódico ecuatoriano El Comercio, en su edición del 20 de febrero, publicó un artículo sobre la vida en los valles, los barrios pobres y obreros en las colinas que rodean Quito. En muchos de estos barrios la población vive sin electricidad ni agua. La tasa de desempleo es del 40 por ciento. Este es el dato oficial que por supuesto nunca revela la verdadera situación.
La pobreza está especialmente extendida entre la minoría indígena. Aproximadamente el 35 por ciento de la población ecuatoriana tiene raíces directas con los distintos grupos nacionales que habitaban Ecuador antes de la llegada de los conquistadores españoles. Muchas de estas personas no hablan español como lengua materna, sino lenguas nativas como el quechua, el viejo lenguaje de los incas. Pero en las escuelas estas lenguas no están permitidas y la clase dominante aprobó medidas muy duras para aislar a la población indígena de los verdaderos puestos de poder.
Crisis política
La profunda crisis del capitalismo ecuatoriano no sólo se refleja en las condiciones sociales del país, sino también en la arena política. Una de las principales consignas de la “rebelión de los forajidos” en abril fue: “¡Qué se vayan todos!”, haciéndose eco del rechazo a todos los políticos burgueses en la insurrección argentina de diciembre de 2001. En muchas de las pancartas, se enumeraba la lista de presidentes anteriores bajo un denominador común, “ratas”. De este modo, las protestas de masas no sólo iban dirigidas contra Lucio Gutiérrez, sino contra todos los líderes y políticos burgueses. Además, iban dirigidas contra un sistema político desacreditado donde las masas realmente sienten que no tienen nada que decir en las decisiones importantes. Existe un sentimiento profundo entre la población de que cada vez que votan por un cambio radical, como fue en el caso de Gutiérrez, sus deseos son totalmente ignorados y traicionados.
Después del cambio de presidente en abril de 2005, las cosas no han cambiado en absoluto. Un ejemplo concreto es el caso de Oxy (también conocido como Occidental), una multinacional petrolera estadounidense que opera en Ecuador. Esta gigantesca empresa extrae millones de dólares en petróleo, utilizando un contrato firmado en mayo de 1999 que le da el derecho de funcionar en regiones importantes de Ecuador. Ahora está acusada de transferir ilegalmente el 40 por ciento de sus activos. Esto ha sido origen de un enfrentamiento legal. Mientras que los movimientos sociales exigían que Oxy fuera expulsada, el gobierno le ha dado a la multinacional más espacio para actuar, pasando por alto las pruebas, etc. El hecho es que la multinacional ahora puede extraer los ricos recursos petroleros del país mientras se reduce el gasto social, esto es una gran fuente de furia y frustración para millones de ecuatorianos.
En la actualidad el contexto político está dominado por los preparativos de las elecciones presidenciales, que se celebrarán en octubre de 2006. Hay distintas especulaciones sobre quiénes serán los candidatos. Hay varios candidatos de izquierda pero el más destacado es Rafael Correa, que se presenta por el movimiento independiente Alianza Patria. Correa fue ministro de economía y fue echado porque defendió la soberanía del país frente a los intereses extranjeros y se opuso a los acuerdos multilaterales con el imperialismo estadounidense, a través de los cuales EEUU intenta fortalecer su control del continente. También ha establecido relaciones con Hugo Chávez y Fidel Castro. El próximo mes irá a Europa de gira para hablar con los inmigrantes ecuatorianos.
Es posible que Correa gane las elecciones. Las masas están buscando una salida al callejón de su miseria. Pero si Correa sale elegido tendrá poco margen de maniobra. Tendrá que elegir entre servir a las masas o a los intereses de la oligarquía. Si desencanta a las masas es probable que termine como Lucio Gutiérrez.
Campaña contra la guerrilla
Para desviar la atención de las masas oprimidas de los problemas reales, el gobierno ha intentado hacer una campaña en los medios de comunicación sobre la supuesta amenaza de las guerrillas colombianas entrando en territorio ecuatoriano.
Se ha utilizado al ejército para luchar contra las FARC que, según el gobierno, se está agrupando en la parte ecuatoriana de la frontera. El último enfrentamiento fue el 18 de febrero, cuando hubo un intercambio de disparos y fueron detenidos dos guerrilleros.
Oswaldo Jarrin, ministro de defensa, declaró que: “todo elemento armado ilegal que sea considerado una amenaza para la soberanía nacional será neutralizado por la fuerza”. Al mismo tiempo, cautelosamente insistió en que el ejército ecuatoriano es independiente de Colombia y no sigue las instrucciones del gobierno Uribe.
Obviamente, el gobierno de Alfredo Palacio tiene miedo a ser identificado con el impopular gobierno Uribe. Sabe que si no se distancia de Uribe -al menos en palabras- rápidamente será aplastado por las masas.
Pero al mismo tiempo, la actividad antiguerrillera está siendo utilizada como una forma de desviar la atención de las masas de la creciente desigualdad y la injusticia social. No es un truco nuevo, en realidad es uno de los viejos métodos de la oligarquía ecuatoriana. Precisamente hicieron lo mismo en 1995 cuando iniciaron una guerra contra Perú, supuestamente para reconquistar el territorio perdido que pertenecía a la “herencia nacional” de Ecuador.
Se están preparando nuevas explosiones
De manera lenta pero segura, la incapacidad del capitalismo para resolver los problemas de las masas en Ecuador se refleja en el paisaje social y político. Se están acumulando grandes contradicciones y tarde o temprano explotarán en nuevos acontecimientos revolucionarios.
Incluso sectores como los pensionistas han entrado en la lucha. El 16 de febrero hubo una manifestación en la Plaza de la Independencia, el corazón de Quito, a la que asistieron cientos de jubilados para exigir una pensión decente.
Ecuador es un país con grandes tradiciones revolucionarias que se remontan a la lucha contra el imperio español. Uno de los luchadores fue Sucre, que junto a Simón Bolívar liberó el país. Ellos querían una federación unida de América Latina. Pero fueron traicionados por las clases dominantes nacionales que siempre han estado en la nómina del imperialismo.
Hoy los procesos revolucionarios en Venezuela y Bolivia son una gran fuente de inspiración para las masas de Ecuador. La idea de una América Latina unida es más relevante hoy que antes. Pero la traición de la heroica lucha de Sucre y Bolívar por parte de los oligarcas capitalistas locales, demuestra que esto sólo se puede conseguir con una revolución socialista, rompiendo el poder de los capitalistas y terratenientes.
Ecuador no puede escapar a la marea revolucionaria que está recorriendo toda América Latina y una vez más entrará en una situación de rebelión y agitación, una situación donde las ideas del socialismo despertarán cada vez más interés entre los trabajadores y la juventud.