De causas y efectos: La crisis ambiental y social es producto de la exclusión de los pueblos y concentración de la tierra por el capital

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Antes aquí, en las tropicales noches plagadas de humedad abrasante, que en el suelo se hace agua y alimenta los grandes ríos -los que se ven y los que ocultos fluyen bajo tierra-. Porque son los montes también, un complejo de diversas realidades algunas más perceptibles que otras, porque hay numerosas percepciones y miradas como formas de vida, los montes, contienen (…)  El dosel de antiguos árboles se erigían perennes recortados en diferentes niveles, y se proyectaban hacia una Vía Láctea que conectaba con otros universos. Y estos universos, se entrelazaban lumínicos con los extensos montes. Universos conocidos parcialmente o desconocidos y temidos, en una cosmovisión que hacía de los bosques profundos, de las quebradas umbrosas -difíciles de sortear- y sus ríos: la espacialidad atemporal e intangible de las temidas y rígidas mandíbulas de Ha’yāj – en idioma wichi: un enorme jaguar antropoide dueño del fuego, del principio de los tiempos- y de otras entidades que habitaban los montes y selvas vedados a los hombres.

La oralidad vibrante y sostenida a lo largo del tiempo, fue el conocimiento transmisible y perdurable sobre los árboles, frutos, raíces y sus diversos empleos como fuente de alimentación y medicina. Así también el conocimiento acerca de los animales silvestres, el establecimiento de una sistemática propia que oficiaba de clasificación para las numerosas especies y la manera de nombrarlos en el idioma propio.

Son los bosques entonces también, el acervo cultural enraizado a los pueblos que lo habitan. Hacen los bosques y las áreas naturales a la cultura y el desarrollo humano de una manera tan propia, que no podría ser cuantificada del todo. Pero este vínculo tan intrínsecamente humano, tan natural-aunque en la sociedad de consumo actual pareciera artificioso-, se encuentra en un punto de aflorado rompimiento.

Yokwespehen: pueblos de la tierra, pueblos sin tierra

Antes aquí, estaba el monte. Y nuestro pueblo Weenhayek, era un pueblo de la tierra, como otros tantos pueblos de la tierra. Ahora el monte es un fachinal –monte secundario, esto es, de uso muy extensivo y muy empobrecido en su diversidad de especies y estructura florística-, un fachinal fragmentario y vacío. Somos un pueblo de la tierra, pero sin tierra. Con el monte que ha sido arrasado y con el antiguo monte también se va erosionando toda la cultura y la memoria de nuestra gente.

La comunidad Weenhayek (Wichi) Yokwespehen, literalmente “los despojados”, han sido expulsados de sus territorios. La policía de la provincia de Salta los desalojó el 21 de octubre a las cinco de la mañana. Reprimiendo a sangre viva a las familias y arrojando sus pertenencias a la vera de la Ruta 86- cerca de la ciudad de Tartagal, en el Departamento San Martín, al norte de la Provincia de Salta-, donde estuvieron asentados durante veinte días. Después de que vienen siendo desplazados de sus territorios desde hace décadas. Con un proceso sumamente arbitrario, el pueblo Weenhayek ni siquiera tuvo traducción de las acciones dispuestas por el juez de Garantías Nº 1 de Tartagal, Nelson Aramayo, y el fiscal Nº 2, Rafael Medina. Con esto además, a pesar de estar vigente la Ley 26.160 de Emergencia Territorial Indígena, que expresamente prohíbe el desalojo de comunidades, movilizado por la paradójica denuncia de usurpación de las tierras de Jorge Panayotidis. Un terrateniente que se auto menciona como legítimo dueño de las tierras.

En un fragmento de monte que va siendo exfoliado hasta su desaparición, 400 hectáreas rodeadas en extensos cuadrángulos de desmonte y soja, con los dirigentes de la Sociedad Rural detrás, la anuencia de los elementos acomodaticios y burocráticos de la Secretaría de Ambiente provincial, Asuntos Indígenas entre otros organismos nacionales, a los desplazados sin tierra-verdaderos y legítimos pueblos de la tierra- pretenden extinguirlos como el monte del Gran Chaco.

De armas largas, matones, familiares diputados, senadores amigos y la puja por la tierra:

En los Valles Secos Inter-Andinos de Salta, conocidos masivamente como Valles Calchaquíes -dando cuenta ahora solo en toponimias, de lo que ha quedado de los Calchaquíes, uno de los pueblos más combativos contra la Corona española en tiempos de la Conquista- en el Noroeste argentino. La fiebre por la posesión de la tierra se ha encendido aún más últimamente, la especulación financiera para emprendimientos inmobiliarios, ganadería tecnificada y vitivinícolas con inversiones de capital nacional y extranjero viene sumido en una dinámica de conquista y avasallamiento con la naturalidad de sangre y lodo que acompaña estos procesos. Pero solo mientras sirva aún para estos propósitos, dentro del marco del Estado de Derecho nacional.

Jorge Nanni, viejo terrateniente y matón, se mueve a sus anchas por el Departamento de Cafayate, hacia el sudoeste de la provincia de Salta. De alpargatas y hablar campechano para que el gauchaje lo entienda mejor y lo vea como uno de ellos. Los increpa fuertemente ante algún tímido reclamo por la toma de tierra o ganado, vocifera dando cuenta que a varios los ha ayudado a criarse y forjarse como verdaderos hombres en el tórrido ambiente de viento Zonda y algarrobales del valle.

“Don Jorge”, gusta de portar armas largas y anda siempre acompañado por sus lugartenientes y matones de ocasión, y finalmente se ha tomado el último de sus atrevimientos, extender la propiedad de sus tierras hasta las costas del río. En el paraje La Punilla, junta de los ríos Santa María y Calchaquí, Nanni culminó por apropiarse de más tierras, caminos vecinales y terminó por encerrar ganado vacuno criados a monte por pequeños pastajeros.

Entre denuncias de amenazas de muerte a pequeños productores, abigeato y acoso sexual a mujeres productoras pecuarias y el manejo discrecional del poder judicial funcional a los Nanni -dueños también de la bodega de vinos homónima-, se suma últimamente el cobro de $3.000 por cabeza de ganado (más de $1 millón en total) a los criadores que pretendían recuperarlos de las tierras recientemente alambradas.

Los Nanni ostentan cargos dentro de la diputación nacional, vínculos y tráfico de influencias muy aceitado con el poder judicial provincial, la policía y la umbrela protectora de viejos amigos, como el oscurantista senador nacional Juan C. Romero y el empresario y ex presidente argentino Mauricio Macri. Por otro lado, están los sin tierras que viven a merced de los erigidos señores feudales de turno, son la sangre que riega a muerte truculenta y accidentada la tierra que nunca poseen. 

La propiedad privada de la tierra: causa de la problemática social y ambiental

En el Gran Chaco salteño, entre 2001 y 2010 se registró un crecimiento de la población indígena que vive en áreas urbanas: del 48% al 58,8% mientras que en poblados rurales bajaron de 23,2% a 17,0%. Con la expulsión de los pueblos indígenas por el desmonte extensivo, los cambios de uso de suelo y el fuerte lobby para la remoción de los bosques aumenta acentuadamente. Últimamente ni siquiera la presencia de pobladores locales o especies animales en serio peligro de extinción pueden sofrenar desde el Estado esta dinámica.

La necesidad imperiosa de la defensa de los territorios, los bosques en su estructura y diversidad biológica y el derecho a la existencia de los pueblos como a su auto-determinación, ha comenzado a movilizar a diversos pueblos desde el Gran Chaco, la selva tucumano-oranense y los Valles Calchaquíes hasta la ciudad de Salta. La Unión Autónoma de Comunidades Originarias del Pilcomayo, presidida por Abel Lutsej -un líder y político wichi-, se encuentra marchando de a pie desde el Chaco salteño unificando a los pueblos wichi, chorote, chulupí, tapiete, qom, avá-guaraní, chané, kolla y diaguitas para exigir una nueva y urgente política de Estado intercultural y participativa desde el gobierno provincial y nacional.

Sin embargo, el tema de la tenencia de la tierra no es algo exótico o distante presuntamente vinculado a bosques y áreas silvestres alejadas de las grandes urbes. La relación con la tierra, y el derecho al hábitat es tan cercana como la imposibilidad de acceso a la vivienda, tierra, agua potable y un ambiente saludable en el ámbito urbano.

La falta de políticas habitacionales para dar respuesta a la clase obrera y desocupada, o desplazados sin tierra que migra desde las provincias hacia las principales ciudades se traduce en 4.416 villas y asentamientos de acuerdo al Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP). Solo en Buenos Aires, 1.807 barrios populares padecen graves déficits urbanísticos, sociales, ambientales y de servicios públicos. Estas estructuras de desigualdades se tornan aún más marcadas en barrios, villas y áreas peri-urbanas en las provincias. En donde justamente el lobby del desarrollismo territorial con la discursiva del progreso y combate de la pobreza estructural, termina concentrando más las tierras fiscales y áreas silvestres para deforestación extensiva y agro-negocios. Siendo no solo el modelo desarrollista impuesto en los territorios la causa sustancial de deforestación, pérdida de suelos fértiles y pobreza estructural, sino que tres décadas posteriores al liberalismo económico álgido del gobierno presidencial de Carlos S. Menem -con los índices sociales y ambientales catastróficos que la administración menemista dejara, además de la privatización de los activos del país-. Aún se blande el desarrollismo y el extractivismo,  como modelo de desarrollo social y económico a seguir.

Sin dudas, la propiedad privada y el vínculo que tiende el capital sobre los territorios, es la causa primordial del daño ambiental y social con la grave crisis de pérdida de diversidad biológica. En contrapartida, la clase trabajadora y campesina, y los pueblos indígenas no tienen derecho a la propiedad de la tierra, ni el acceso a la alimentación, agua, un ambiente sano ni servicios públicos básicos para el desarrollo humano.

La necesidad de un nuevo y saludable vínculo con la naturaleza, requiere terminar de romper con la propiedad privada del capital. El desarrollo humano y la cultura están estrechamente vinculados con los bosques y las áreas silvestres. El derecho a una libre alimentación, el agua y a la vivienda remite indefectiblemente a la necesidad cada vez más urgente del establecimiento de un programa socialista y revolucionario que termine por abolir la lógica y cultura de concentración y consumo del capital.

Para que esto suceda necesitamos organizarnos. Desde la Corriente Socialista Militante en Salta convocamos a jóvenes, trabajadoras y trabajadores, campesinas y campesinos, obreras y obreros a estudiantes del norte del país a discutir los pasos que debemos dar para poner un freno a la ofensiva de los capitalistas, no solo con banderas que expresen claridad en nuestros objetivos, sino dando los pasos concretos en la organización que necesitamos. Son pasos urgentes que debemos abordar en relación a la defensa de los territorios y el apoyo a la lucha de los pueblos. Nos encontraremos para organizarnos en el conversatorio sobre Pueblos y Territorios, el próximo sábado 5 de diciembre de 2020 (inscripción: facebook.com/corrientesocialistaelmilitante/)

 ¡Sumate a esta lucha y unite a la Corriente Socialista Militante, sección argentina de la Corriente Marxista Internacional!