Conflicto del campo: Pensar la patria sí…pero desde una perspectiva de clase

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Dentro de 2 años se conmemorará el Bicentenario del inicio de la revolución que dio origen a la formación de la nación argentina. Como ahora, para los miembros de las clases acomodadas y que se denominan a sí mismos “patriotas”, entonces también la Patria sólo era un taparrabos de sus verdaderas ambiciones: acomodarse en posiciones privilegiadas que les permitieran vivir de la renta y del trabajo de otros.

En su discurso del 9 de Julio, la presidenta hizo referencia a la historia del nacimiento de la Argentina, historia que -decía ella- muchas veces se nos oculta. No estuvo mal la presidenta, pero como nos tiene acostumbrado el kirchnerismo, sólo lo hizo a medias, no sea cosa que la historia alcance al presente y ponga blanco sobre negro.

Si ellos son la patria, yo soy extranjero

En los setenta, así decía Charly García en una conocida canción contra los militares.

Y repasemos que nos dicen los patriotas desde el inicio mismo de la patria.

Al comienzo de la emancipación de la opresión del imperio español, la revolución nacional iba a dividirse -digamos muy breve y esquemáticamente- en campos casi irreconciliables. Una casta representaba a la oligarquía, los terratenientes y los ricos, españoles y criollos casi sin distinción. En ese inicio revolucionario serían los Saavedristas sus máximos exponentes. La posteridad y la justicia de clase, le rinden homenaje en nuestras calles a muchos de ellos: Bernardino Rivadavia, Posadas, Larrea, Alvear, Alzaga, Anchorena, Martinez de Hoz (linaje consecuente ya desde la época de la colonia con el acomodo, la entrega y el latrocinio).

El otro ala de la revolución iba a representar a los desposeídos, a los sin tierra, sin propiedad ni libertad, como los esclavos traídos desde África y el Brasil, de la tierra adentro (indios), los nacidos sin cuna noble.

Mariano Moreno iba ser su iniciador y máximo ideólogo. Belgrano, Güemes, San Martín, Monteagudo, Artigas iban a secundarlo e intentar imponer los principios de igualdad y fraternidad que habían tomado y adaptado de la Revolución Francesa y el pensamiento liberal. Sin duda era el ala jacobina, como sus pares franceses.

Uno a uno iban a ser derrotados, ninguneados y aplastados por la contrarrevolución que anidaba en el corazón mismo de la revolución.

Como ahora, para muchos de los que se denominan a sí mismos "patriotas", entonces también la Patria sólo era un taparrabos de sus verdaderas ambiciones: acomodarse en posiciones privilegiadas que les permitieran vivir de la renta y del trabajo de otros. Por eso, sólo la fuerza y convicciones de los revolucionarios nucleados en la Logia Lautaro logró torcer la historia la Semana de Mayo de 1810, donde la intención de los hacendados era despegarse de la Metrópolis española sólo para no rendir tributos, o hacerlo pero bajo la égida de Inglaterra que permitía un comercio colonial más abierto e intenso, ya que se encontraba en plena revolución industrial.

La Semana de Mayo marca el inicio de la revolución, y una lucha de tendencias implacable.

Moreno es asesinado por los Saavedristas (aunque la historia se niega a decirlo abiertamente).

En 1816, los revolucionarios consiguen hacer sesionar un Congreso Nacional Constituyente en Tucumán, lejos de la oligarquía porteña y, tras ardua lucha política, arrancan (literalmente fue así) la declaración de la independencia, que además tuvo que ser completada porque ciertos diputados no hacían hincapié en la independencia total de la nueva república. Se imaginarán a quiénes representaban esos diputados.

Antes de esto, Belgrano, se hace militar pese al él mismo y gracias a sus enormes convicciones, pero los "patriotas" de Buenos Aires lo desautorizan cuando crea la bandera, la escarapela y comete la afrenta de llamar a dos baterías militares, Independencia y Libertad; las autoridades oligárquicas de Buenos Aires tenían más miedo a la independencia que al enemigo.

Por eso, luego de desabastecerlo absolutamente de recursos, Belgrano es diezmado por los españoles y obligado a renunciar al ejército del Norte, que queda en manos de San Martín, acabando con las "locuras" del Gral. Belgrano y sacándose a San Martín "de encima". Sin embargo, San Martín -militar nato y hábil- sí obtendrá los objetivos militares de la revolución. Los objetivos políticos -la gran patria americana, que desde el Centroamérica lideraba Simón Bolívar- serán desvirtuados por la naciente y débil burguesía americana, que de la mano del imperialismo inglés iba a balcanizar todo el subcontinente americano.

Para cubrirlo, mientras preparaba su ejército y el plan de liberación de Argentina, Chile y Perú, San Martín delegó en Martín Güemes la defensa de la frontera norte.

La guerra de guerrillas de Güemes, todavía es materia de estudio para muchos especialistas de las artes militares.

Pero no parece querer estudiarse qué ocurrió en el Norte. Güemes, además de comandar las guerrillas gauchas, fue gobernador de Salta y, como tal, llevó adelante medidas populares, por un lado, y confiscatorias hacia los sectores acomodados, por otro, para costear la dura campaña contra los realistas y llevar algo de alivio a las penurias del pueblo pobre. Como se pueden imaginar, la clase alta de todo el Norte, juró deshacerse del caudillo, y en 1817 mediante un golpe interno, lo destituyeron y en ese proceso (el pueblo entero salió a reivindicarlo y a mantenerlo en funciones) fue herido de muerte por la traición de esa clase acomodada, que le temía más a estos patriotas que al enemigo.

Pero recordemos más patriadas. En 1879, Julio A. Roca, estimulado seguro en las lecturas del civilizador de Sarmiento, llevó adelante la más feroz campaña de exterminio luego de la independencia. Nuestro "patriota" exterminó a miles y miles de hombres mujeres y niños, pueblos originarios. ¿Y quién se benefició? Sí claro, una vez más los sectores acomodados, estancieros, terratenientes y comerciantes. Como premio, hoy este genocida preside nuestros billetes de $100, multitud de calles y plazas llevan su nombre, además de los monumentos infames.

Pero busquemos más de esa Patria que nos reclama De Angeli.

En 1919 estalla la semana trágica, donde la huelga obrera de los Talleres Vassena es reprimida por la "Liga Patriótica" y el también homenajeado Gral. Dellepiane.

Entre 1921 y 1922 se dan los hechos conocidos como La Patagonia Rebelde, fue una de las masacres de obreros y pequeños campesinos más nefastas de la historia de nuestro país, y no fue la única vez que los terratenientes y hacendados barrerían con los obreros y pequeños campesinos a sangre y fuego.

¿Y quién se benefició? Si claro, los hacendados que pidieron la sangre de los peones rurales, y todo el establishment de la época.

La patria -la que se arrojaba a los pies del imperialismo- es la que manda eliminar a Lisandro de La Torre (aunque Ramón Valdez le dispara, falla en su intento de asesinato porque se interpuso el senador Bordabehere, que muere en el mismo Parlamento) luego de que aquél pusiera en evidencia el vergonzoso acuerdo con Inglaterra por el tratado Roca-Runciman, acerca de los privilegios para los frigoríficos ingleses, y la cuota exportada a Inglaterra a precio depreciatorio.

Y vayamos a la misma Federación Agraria Argentina (FAA): nacida revolucionaria, y entrada en años como furgón de cola de la burguesía.

No sabemos qué hacían De Angeli y Buzzi en lo años noventa, cuando se remataban campos y se iban a la quiebra miles de pequeños productores. Ninguna medida de protesta -no digamos ya que paralizó- ni siquiera molestó el gobierno de Menem ¿En dónde figura como prioridad, dentro de sus reclamos, la defensa del peón rural, de los trabajadores de los silos, de los puertos, etc.? ¡Esos trabajadores sí son la Patria, no las "respetables" ganancias de los "pools", los monopolios agro exportadores, agroquímicos y grandes y medianos propietarios!

¡Viva la patria!…¿financiera, contratista, sojera? Oportunidades al borde del infierno

Estos patriotas del presente creen -por alguna peregrina idea mántrica- que si la barbarie generada por la hambruna en el mundo (producto de la feroz crisis capitalista) se cierne sobre el planea, Argentina podría estar mucho mejor.

Lo único que estará mejor serán sus bolsillos, pero así y todo el huracán de la crisis capitalista arrasará también el país, deglutiendo igualmente a los sectores medios, que prestan un apoyo inconsciente a los grandes propietarios rurales.

La última vez que se presentó una "oportunidad extraordinaria" para el campo fue en los períodos de posguerra. Y ninguna de ellas significó una mejoría para los trabajadores y el pueblo, aunque si engrandeció las arcas de la burguesía argentina. Con la política actual (con la resolución 125 del gobierno sobre las retenciones, y peor sin ella) ¿quién puede creer que nuestra situación mejorará?

El acto que convocaron el martes 15 de julio los patrones del campo parece seguir la parábola que la historia marca desde los inicios de la Patria. No puede haber mejor lugar para ellos que en el monumento a los españoles, un homenaje al colonialismo español del que muchos de sus ancestros, en verdad, no tenían muchos deseos de independizarse. Allí en el barrio de Palermo en Buenos Aires, a pasos de la Embajada de los Estados Unidos, cerca de la sede de la Sociedad Rural, en un barrio de clase media y alta, ¿dónde iban a estar más a gusto?

La patria de los trabajadores es el mundo; La oportunidad es luchar por el socialismo

Nos dicen "los patriotas" del campo, los terratenientes, y los monopolios -que hablan a través de sus marionetas de la FAA y envenenando la razón de los pequeños productores y los sectores de clase media-, que esta es una etapa de oportunidades únicas que el kirchnerismo está desperdiciando. En realidad, es una oportunidad basada sobre una hambruna que se cierne sobre la especie humana, consecuencia de la barbarie a la que nos destina el capitalismo. Los pueblos y los trabajadores no queremos esa oportunidad; no mancharemos nuestras manos y conciencia con el hambre del mundo.

No debemos, ni por un momento, confiar en el discurso patriotero de estos infames, no tienen patria, nunca la tuvieron ni la tendrán, su patria lleva como bandera el color del dinero; como escudo, la explotación del hombre por el hombre; y como himno, la ideología decadente del capitalismo.

El kirchnerismo, por su parte, está condenado al fracaso, reniega de los trabajadores y de la lucha de clases, toma sólo lo que conviene a su discurso, y no puede contentar ni a la burguesía -a quién su política favorable no satisface- ni a los trabajadores, que no pueden vislumbrar salida a sus aspiraciones. Su lectura del Argentinazo, va desvirtuándose conforme alcanza en el tiempo sus limitaciones objetivas.

Nosotros, los marxistas, los que no descreemos de la lucha de clases, los que defendemos la lucha por una sociedad sin clases, sin opresores ni oprimidos, apelamos a la solidaridad internacional de los pueblos y los trabajadores, no a las oportunidades cínicas que nos ofrece el capitalismo, que dicho sea de paso no significa oportunidad para los trabajadores y el pueblo, sino para un puñado de ricos. Esas oportunidades están cimentadas sobre montañas de muertos, y si acaso hay una oportunidad – ¡y realmente la hay!-, es la de acabar con el hambre en nuestro suelo y en el mundo. Lo haremos cuando acabemos con el monopolio de los ricos sobre los medios de producción y los recursos naturales, cuando podamos barrer las fronteras y las "patrias" para construir una sociedad fraterna, sin fronteras, y socialista, para salir del reino de la necesidad y pasar al reino de la abundancia. Esa "es" nuestra nuestra oportunidad que, claro, no es la de ellos.