La huelga general del 13 de agosto, convocada por la CUT, fue la primera huelga general desde la caída de la dictadura de Pinochet. Este hecho marca el comienzo de una nueva etapa de la lucha de clases en Chile, y tiene que ser vista en el contexto de la situación general de todo el subcontinente latinoamericano.
Los trabajadores chilenos retoman sus tradiciones combativas
La huelga general del 13 de agosto, convocada por la CUT, fue la primera huelga general desde la caída de la dictadura de Pinochet. Este hecho marca el comienzo de una nueva etapa de la lucha de clases en Chile, y tiene que ser vista en el contexto de la situación general de todo el subcontinente latinoamericano.
Chile fue considerado en los últimos años por los medios de comunicación burgueses como un modelo de desarrollo económico para el resto de América Latina. El gobierno chileno (una coalición del Partido Socialista y la Democracia Cristiana) siguió todos los dictados del FMI y el Banco Mundial para abrir la economía chilena a las inversiones de EEUU y Europa. Todo ello fue acompañado por una política de "paz social" con la colaboración de los dirigentes sindicales.
Las causas de la huelga
Pero los efectos de esta política finalmente se dejaron ver. El desempleo afecta al 9,5% de la población activa. El salario mínimo está en unos 150 dólares al mes, que en las condiciones chilenas queda muy por debajo de las necesidades diarias de cualquier trabajador. El porcentaje de familias que viven por debajo de la línea de la pobreza es del 18%. Mientras tanto, el 10% más rico acapara el 50% del ingreso nacional. Estas cifras demuestran que Chile, lejos de ser el país más exitoso de América Latina, está afligido por el mismo mal que el resto de Latinoamérica. De ahí que sólo quede una opción a la clase obrera, tomar el camino de la lucha. Esto es lo que explica la huelga general del 13 de agosto, y el éxito de la misma ya que fue apoyada por el 80% de los trabajadores.
Esta huelga general, que fue convocada en protesta contra el empleo precario y la derogación de varias leyes anti-sindicales, tiene que ser vista como una expresión del gran descontento acumulado en la sociedad. Todavía está en sus primeras etapas, pero
representa el despertar de la poderosa clase obrera chilena. Este nuevo ambiente social se vio reflejado también en la gran participación popular que tuvieron las diferentes conmemoraciones del 30º aniversario del golpe de Pinochet y de la muerte de Allende, donde se destacaron las nuevas camadas de jóvenes militantes y combativos.
Efectos en el Partido Socialista
El descontento social alcanzó tal nivel que los dirigentes sindicales (que hasta entonces habían mantenido una política conciliadora con el gobierno) fueron forzados a convocar la huelga. Esta huelga general amplió las profundas las grietas que se abrieron entre la CUT, vinculada históricamente con los partidos socialista y comunista, y el gobierno de la Concertación encabezado por Ricardo Lagos, que dirige el Partido Socialista.
Esta huelga va a tener consecuencias políticas de gran calado dentro de la coalición dominante, lo mismo que en las filas del Partido Socialista. Los trabajadores comienzan a sacar la conclusión de que con los partidos burgueses y patronales, como la Democracia Cristiana, no hay salida para la clase obrera. El gobierno de coalición que sólo ofrece recortes y ataques a las conquistas del pasado. Comprenderán que se necesita una política de independencia de clase, como la única manera de mejorar las condiciones del pueblo trabajador. El Partido Socialista está en las puertas de una crisis profunda, entre una dirigencia comprometida con las políticas burguesas y neoliberales de los últimos años y sectores crecientes de las bases que exigirán un giro a la izquierda y nuevos dirigentes que expresen mejor los intereses de los trabajadores. Los partidos tradicionales de la clase obrera chilena, el Partido Socialista y el Partido Comunista, reflejarán el nuevo período convulsivo de la lucha de clases en Chile, con un apoyo creciente hacia las posturas más de izquierda en su interior.
Los sindicatos
La CUT convocó una conferencia nacional justo después de la huelga. En dicha conferencia, llamada de "Refundación", reiteró su apoyo a la huelga y también declaró oficialmente su oposición al reciente acuerdo de "libre comercio" firmado entre Chile y los EEUU. Lamentablemente, no plantearon una clara alternativa socialista a esto, siendo incapaces de desarrollar una perspectiva que vaya más allá de los confines del capitalismo.
A pesar de todo, esta conferencia representa un pequeño paso adelante, aunque se notó la ausencia de una seria autocrítica por su colaboración con el gobierno de la Concertación en el período reciente. La gran adhesión a la huelga va a fortalecer la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas, metiendo presión a sus dirigentes para que se pongan a la cabeza del proceso de luchas o deban enfrentar el desafío de que salten por encima de sus cabezas. Se anuncia un proceso de recomposición en el interior de los sindicatos, donde las posiciones más combativas irán ganando terreno de ahora en más.
La lucha de clases está una vez más en la agenda, y los acontecimientos en Chile van a tener un impacto importante en el proceso revolucionario que está recorriendo toda América Latina.