Breve recordatorio en homenaje a un gran luchador

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Falleció el ¨Pichi¨ Graziano

Acabo de enterarme de la muerte del querido Pichi. 
Según cuenta la noticia necrológica, fue en Córdoba, el pasado 19 de septiembre, ya cumplidos los 59 años. 

Si bien hacía años que nuestro querido compañero padecía una enfermedad crónica, que lo había alejado de la militancia activa, nada indicaba que alguna patología orgánica podía llevarlo en el corto plazo a la muerte. 
Desde la ignorancia de cómo fueron sus últimos tiempos, cabe sí traer a la memoria su vitalidad, su entrega, su generosidad política y afectiva. 
Conocí al Pichi en su querida San Nicolás, a fines de la década de los 80. Nos presentó otro querido camarada, Diego Arcos. Graziano, como fiel expresión del mayorazgo de su cuna familiar, era, como su padre, un gran dirigente sindical de la Asociación Judicial Bonaerense. Pero él, dirigente también del radicalismo, había madurado en términos políticos para romper por izquierda con ese partido, desilusionado de la experiencia alfonsinista. 
Se encontraron en San Nicolás dos tendencias de ruptura: la nuestra, expulsados por el aparato burocrático que dirigía el Partido Obrero, y la del Pichi, que con otros compañeros (incluídos algunos de sus muchos hermanos), desarrollaban los mejores aspectos combativos y antimperialistas del radicalismo. 
Severo Graziano hijo fue creciendo políticamente, y ni hablar en el plano sindical, siendo uno de los fundadores de la CTA.
 Tenía en los debates internos el rigor de un “instructor de sumarios” del poder judicial. Era implacable, por lo cual, si uno estaba dispuesto, podía aprender mucho de él. 
Su trabajo sobre la historia de SOMISA (compartido con otro compañero cuyo nombre no recuerdo en este momento), expresa el punto más alto de su crecimiento político. Efectivamente, “Del Acero al Agua Bendita” (título del libro) expresa con claridad las dificultades de los revolucionarios en la proletaria y conservadora ciudad de San Nicolás.  
Era extraordinariamente exigente consigo mismo: hasta en lo que yo considero sus errores (por ejemplo, la huelga de hambre solitaria que emprendió en un conflicto de su gremio), era capaz de ir hasta las última consecuencias. 
Pero hay otro aspecto, afectivo, que me importa destacar: su preocupación por los compañeros, su características genuinamente solidarias. 
Esa afectividad cobraba especial vuelo en la relación con sus hijos y, especialmente, con sus nietos: recuerdo la escena en su casa de calle Olleros, picando cebolla para la comida, mientras argumentaba en una reunión de Dirección. 
También recuerdo la pasión en común que teníamos por el fútbol: ya grande cuando compartimos un curso de formación política en “La Ribera”, era imparable como wing derecho, siendo célebre su manera de hacer “la bicicleta”. Hincha ferviente de River Plate, había madurado como para no hacerse tanta mala sangre con los avatares de los resultados deportivos. 
Pichi fue electo miembro del Comité Central de nuestra organización en el último Congreso, cargo del cual tenía licencia por enfermedad. 
Me queda el sinsabor (además del dolor por su muerte), si se podría haber hecho algo más por él, por su salud, por su integridad. 
Pareciera ser una ley de la vida esto de que la muerte arranca, y que para los sobrevivientes, siempre nos quedará alguna asignatura pendiente. 
Vaya pues un recuerdo vital, y sentir que el mejor homenaje a este excepcional camarada es mejorar la calidad de nuestra militancia revolucionaria.