BRASIL: Balance del primer año del gobierno de Lula

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La aplastante victoria electoral del PT en noviembre de 2002 reflejó un profundo giro hacia la izquierda en la sociedad brasileña.

Sin embargo, la contradicción fundamental es que la dirección del PT no tiene una alternativa que vaya más allá de administrar la crisis del sistema capitalista. Si algo caracterizó el primer año de gobierno de Lula, fue la rapidez y la dureza con la que empezó a aplicar las medidas de ajuste que exigían los capitalistas y el FMI.

El endeudamiento constituye un auténtico lastre para el desarrollo social y económico del país. El 54,61% del presupuesto del año 2003 se destinó al pago de la deuda externa. "El 78% de los 1.148 proyectos del Gobierno para el 2003 -obras públicas y sociales- recibieron apenas la mitad del dinero que les correspondía" (Clarín 3/03/04).

Otra medida en la misma línea fue la reforma de las pensiones, atacando de forma especial a los funcionarios. Además, el gobierno aprobó la reforma tributaria que incrementará los impuestos indirectos, los más injustos ya que pagan lo mismo los pobres que los ricos. La agenda del gobierno para el 2004 no deja lugar a dudas de que su intención es continuar con la misma política económica.

¿Espectáculo de crecimiento?

La economía brasileña entró en recesión el año 2003 con una caída del 0,25% del PBI. La producción industrial se redujo 0,47%. La inversión extrajera directa, que en el 2000 alcanzó 30.000 millones de dólares, se redujo a 9.200 millones en 2003. Lo que evitó un panorama aún más sombrío fue el auge de las exportaciones, sobre todo a China.

Dentro de las exportaciones ha adquirido una especial relevancia el llamado agro-negocio, que representa casi el 50% del total.

El gobierno está dando mucha relevancia a su política exterior y a la gestación de nuevas áreas comerciales, en un tono un tanto desafiante hacia el imperialismo norteamericano (MERCOSUR, G-20, etc.). Lula quiere aparecer como un líder internacional contestatario, inventor de un orden comercial más justo, pero lo cierto es que en las cuestiones fundamentales está aceptando las reglas de juego del imperialismo. La dura realidad es que el índice de desempleo en el Gran San Pablo, el área más industrializada del país, alcanzó la cifra del 19,9%, la más alta desde 1985.

En el campo, el gobierno prometió el asentamiento de 60.000 familias a lo largo del año, frente a las 180.000 que exigía el Movimiento Sin Tierra, pero las estimaciones son que difícilmente llegarán a 25.000. En Brasil hay cuatro millones de familias campesinas sin tierra y es el país donde la distribución de la tierra es la más injusta del mundo. A pesar de la moderación del PT en ese terreno la conflictividad en el campo se ha incrementado notablemente. Se superaron respecto al año 2002 las ocupaciones de tierra por parte de los campesinos y los terratenientes han respondido con más asesinatos en el campo.

Toda esta política de concesiones a la burguesía y al imperialismo está teniendo consecuencias dentro del PT y del gobierno de Lula. Existe ya un malestar muy profundo entre los trabajadores por la dura política de ajuste para satisfacer los pagos de la deuda externa, llevando a tensiones dentro del gobierno entre los partidarios, como José Dirceu, de reducir el pago de la deuda y aumentar los gastos sociales, y aquéllos, como Pallocci, más ligados a la burguesía que insisten en mantener la política de ajuste.

Luchar contra la política de Lula dentro del PT

El anticipo más claro de que tarde o temprano la situación va a estallar es la crisis que se vive en la propia cúpula del PT. Recientemente fueron expulsados del partido tres diputados y una senadora por su oposición a la reforma de las pensiones y en general al rumbo que está tomando el gobierno.

Por más medidas burocráticas que la actual dirección del PT tome contra la oposición interna en el partido, ésta no hará más que crecer. Por eso, aunque nos posicionamos totalmente en contra de la expulsión de los compañeros, no compartimos la idea de lanzar otro partido. Por supuesto que necesitamos construir un partido de masas con una dirección revolucionaria. Pero la tarea de la construcción de dicho partido pasa por un intenso trabajo de convencimiento y de explicación a los trabajadores que ahora apoyan a Lula.

El PT es una organización de masas, es el referente político para millones de activistas y luchadores en la ciudad y en el campo. Los partidos obreros verdaderamente de masas no se crean con una campaña, son el producto de grandes cambios en la organización y en la conciencia de nuestra clase y en realidad son acontecimientos escasos.

Las trabas burocráticas y las medidas organizativas no deben ser una excusa para obviar una tarea fundamental para los revolucionarios: contrarrestar la influencia del reformismo sobre los sectores más conscientes y activos de nuestra clase.

Sea como fuera, el surgimiento mañana de una corriente de izquierda y con una base de masas en el PT, basada en una amplia capa de dirigentes sindicales, comunitarios y del movimiento campesino cada vez más radicalizada, es inevitable y tendrá un efecto político mucho más profundo que cualquier escisión que se produzca prematuramente en el partido.

Si algo demuestra la experiencia del gobierno de Lula es que no hay terceras vías entre el capitalismo y el socialismo. Las mismas fuerzas, gigantescas y frescas, que llevaron al PT al gobierno, tarde o temprano pasarán al terreno de la acción. El cambio político en Brasil presagia un choque tremendo entre las clases en el que una vez más el programa de la transformación socialista de la sociedad se revelará como la única salida al infierno que para la mayoría de la población brasileña significa el capitalismo.