La victoria contundente, histórica, del MAS abre nuevas perspectivas para el proceso revolucionario que viene sacudiendo a Bolivia. Evo Morales, primer presidente indígena del país, logró la mayor victoria electoral en 30 años, con el 54% de los votos, dejando en ridículo al 28,5% del Podemos, a quien apoyaba la burguesía y el imperialismo.
Entre la reforma y la revolución
La victoria contundente, histórica, del MAS abre nuevas perspectivas para el proceso revolucionario que viene sacudiendo a Bolivia. Evo Morales, primer presidente indígena del país, logró la mayor victoria electoral en 30 años, con el 54% de los votos, dejando en ridículo al 28,5% del Podemos, a quien apoyaba la burguesía y el imperialismo.
La altísima participación de las masas en las elecciones, alrededor del 84%, nos señala que, después del derrocamiento de Lozada y Mesa, y la tremenda energía revolucionaria desplegada en las huelgas e insurrecciones, las masas cambiaron de frente. Se reorientaron en la nueva situación expresando, a través del voto, la necesidad y esperanza de un cambio profundo que, meses atrás, defendieron con su sangre en las calles y en las barricadas. Como un subproducto de esto, el gobierno del MAS es el resultado de las energías revolucionarias de las masas.
Este “cambio de frente” en la lucha no se debe ni a la inmadurez política de la clase obrera y el campesinado, ni al abandono de los objetivos de la “agenda de octubre”. La clase trabajadora luchó denodadamente en las calles, derribando dos gobiernos burgueses, acorralando al poder del capital y haciendo prevalecer su propia dinámica como la dinámica general de la nación.
Pero en el punto en que la cantidad se transforma en calidad, en que las movilizaciones tienen el poder de las calles e incipientemente organismos de poder obrero y popular daban sus primeros pasos, las maniobras de la clase dominante triunfaron, encauzando la lucha hacia la arena “constitucional”. Pero esto no revela la correlación de fuerzas en la sociedad, con una burguesía fragmentada y dividida al igual que sus órganos represivos, sino la incapacidad de la dirección revolucionaria de aprovechar la situación, de orientar correctamente al movimiento planteando claramente los objetivos y las tareas.
Cuando la cuestión del poder se planteaba en la práctica, y no como una especulación en los discursos “rojos” de la COB y demás organizaciones obreras, la dirección del movimiento vacilaba, retrocedía, dando oxigeno a un sistema moribundo. Incluso en junio-julio de 2005, las bases del MAS se plegaban al pulso general del movimiento, adoptando la consigna de “nacionalización” y no del 50% de regalías que dictaba la dirección del MAS. Esta experiencia caló hondo en la conciencia de trabajadores y campesinos, y se manifestó en el rotundo triunfo del MAS.
Entre dos fuegos: el equilibrio inestable de la política del MAS
El triunfo histórico del MAS fue considerado por las masas como un triunfo propio, aumentando su confianza en sí mismas, derrotando en la arena electoral a la burguesía y el imperialismo. Las esperanzas de que el gobierno del MAS cumpla sus promesas y mejore sus condiciones de trabajo y vida, impregnan el espíritu de la gran mayoría de los trabajadores y campesinos. Pero no dudarán en presionar y movilizarse para que el MAS cumpla los objetivos populares.
La clase dominante acepta a regañadientes un gobierno del MAS para frenar la lucha social. Presionará para que aplique una política que tienda a erosionar la moral revolucionaria de las masas, dejando intactos los intereses fundamentales del capital nacional y extranjero. La burguesía no le teme tanto a Morales sino a la política que, circunstancialmente, el MAS pueda verse obligado a realizar ante el embate de los trabajadores. Al imperialismo no le cae bien la cercanía con Venezuela y Cuba, pero por el momento opta por una política de espera, para confrontar frontalmente ni bien los signos de debilidad asomen en el gobierno del MAS.
Para los intereses del capital, el gobierno del MAS es el último intento del régimen democrático burgués para contener y disciplinar a las masas. Para la mayoría de los trabajadores y campesinos, el gobierno del MAS es la posibilidad histórica de terminar con años de humillación, desprecio y hambre.
Lo que ocurre con la aerolínea LAB es sintomático. Ante el vaciamiento de los capitalistas después de las privatizaciones del 96, la quiebra de la empresa fue respondida con huelgas y movilizaciones de los trabajadores. Morales, al principio, declaró que no iba a intervenir por tratarse de un conflicto “privado”. Ante la presión de los trabajadores, de la COB, y de las masas que reclamaban la estatización, Morales tuvo que decretar la intervención aunque se niega a estatizarla.
Esta lucha particular nos orienta bastante en la tónica que tendrá el proceso en los próximos meses. A pesar de la charlatanería sobre el “capitalismo andino” y sus calculadas ambigüedades, para los trabajadores las promesas del MAS significan triplicar el salario mínimo, nacionalizar los hidrocarburos, la expropiación de latifundios y distribución de tierras. Reclamos incompatibles con el mantenimiento del capitalismo boliviano.
A pesar de la reducción de los altos salarios de los cargos públicos, el incumplimiento de Morales de subir el salario mínimo, ofreciendo sólo 6 dólares de los 130 de la campaña electoral debido la “crisis económica y el déficit fiscal”, está crispando los ánimos de los asalariados.
El gobierno de Morales busca equilibrarse entre intereses de clase irreconciliables, sometido a la presión de las masas y del capital.
La vanguardia debe encontrar el camino a las masas.
La crisis del capitalismo boliviano es el límite infranqueable para la política reformista del MAS. Las petroleras y el imperialismo no pueden aceptar la nacionalización de los hidrocarburos ni del resto de las palancas fundamentales de la economía boliviana. El “empresariado nacional” advirtió que la triplicación del salario mínimo supondría el cierre masivo de empresas. Cualquier traspié del MAS, sometido a presiones que van agudizándose, puede cambiar radicalmente la situación.
La perspectiva es que el gobierno de Evo Morales, de mantener la política económica actual, no pueda solucionar ninguno de los problemas fundamentales de Bolivia. Su política de pequeñas reformas lo llevarán a chocar con el conservadurismo de la burguesía y con la necesidad de cambios profundos de las masas. El gobierno del MAS no es el fin del proceso revolucionario, sino el inicio de una nueva etapa en la lucha de masas.
En esta etapa, la política que se dé la vanguardia, que ha estado en la primera línea de combate en las insurrecciones, adquiere una importancia vital para impulsar el proceso. Hay que conquistar a las masas sobre la base de la experiencia del gobierno del MAS, explicando pacientemente que no se puede servir a dos amos a la vez, que la crisis hay que cargarla sobre la burguesía y no sobre los hombros de los trabajadores, que es necesario formar comités obreros y populares para impulsar la “agenda de octubre”. Nacionalización de los hidrocarburos, aumento de salarios, expropiación de los latifundios y distribución de las tierras entre el campesinado pobre, junto a la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía bajo control obrero, tienen que hacerse carne en las masas y en las bases del MAS.
Cuando Morales denunció el “complot” de las petroleras y sectores de la burguesía, la COB en boca de Solares le respondió que era una denuncia para neutralizar la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos. Pero es innegable que por ahora las masas cierran filas con el gobierno del MAS. La experiencia con “su” gobierno y una política correcta de la vanguardia hacia las bases del MAS, son la clave de la situación en Bolivia.
En este sentido, que dirigentes de la COB, de la COR y de organizaciones que encabezaron el movimiento insurreccional, señalen a Morales como “agente de las petroleras” y que, de no cumplir las promesas, será “derribado”, lejos de atraer y acelerar la toma de conciencia de los trabajadores y campesinos, los llevará al aislamiento y la impotencia. En la práctica, es hacer semejantes a los gobiernos de Lozada o Mesa, con el de Morales, sin hacer ninguna distinción de clase, sin tener en cuenta cómo ven los trabajadores y campesinos pobres al gobierno del MAS.
Se vuelve imprescindible que los obreros y los sectores populares más avanzados, se organicen sobre la base de la experiencia insurreccional, y con una política revolucionaria para ganar a los trabajadores que todavía confían en que el gobierno del MAS solucionará sus problemas. El MAS se verá sometido a presiones y crisis, sobre la base de las cuales la vanguardia revolucionaria debe conquistar el apoyo de la mayoría de los trabajadores explicando pacientemente lo que se necesita.
Hay que recordar la profundidad de la lucha de clases en Bolivia, de la experiencia y el reflejo en la conciencia de las masas de sus propias luchas, para descartar una prolongada paz social. Incluso, en vistas a la Asamblea Constituyente tuvieron lugar duras pugnas para acordar el número de diputados constituyentes, la forma de elección y su distribución. Los trabajadores y el campesinado pobre entienden una Asamblea Constituyente que dicte por fin la satisfacción de sus necesidades y reclamos. La burguesía y el imperialismo, ven en la Constituyente en cambio una posibilidad de apaciguar a las masas, sacando una nueva Constitución, un nuevo “papel” que aunque ponga límites a sus intereses de clase en la letra, los defenderá a muerte en la realidad.
Las tendencias centrífugas de la burguesía de la “media luna” están apenas contenidas por una política general de la clase dominante, pero reaparecerán si el MAS cede a las presiones populares. Volverán a advertirse las divisiones en el ejercito y la policía. La clase trabajadora tiene que estar preparada para los acontecimientos que se avecinan.