Bolivia: NO al trabajo a los 10 años y la cárcel a los 14

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Para el diputado Zabaleta (MAS), relator del nuevo Código de la Niñez, la reducción de la edad mínima para trabajar y para ser penalmente perseguible son novedades que responden a peculiaridades de la realidad nacional. Y entonces llamémosla por nombre y apellido esta realidad nacional a la que apela Zabaleta: se dice pobreza y desigualdad. Y no son los niños trabajadores lo que se vuelven “visibles” con la norma en cuestión, sino es esta realidad de pobreza y desigualdades que se vuelve invisible para continuar existiendo.

 

El trabajo infantil en Bolivia

El Instituto Nacional de Estadística (INE) estima que en Bolivia trabaja el 17% de niños y niñas entre los 7 y los 17 años: hablamos entonces de más de medio millón de niños, niñas y adolescentes trabajadores. De estos un 58% son menores de 14 años de edad, y aproximadamente 150 mil (28%) tienen entre los 7 y los 11 años. Entre estos menores de 14 años que trabajan un promedio del 10% está empleado en el comercio, el 6% en los servicios, otro 6% en la industria y la construcción y el resto en la agricultura o en los estrechos socavones donde no llegan las estadísticas oficiales. Un promedio del 2,3% de trabajadoras y trabajadores con una edad entre los 7 y los 14 años se declara “cuentapropista”.

La mayoría (72%) de niños, niñas y adolescentes que trabajan son del área rural, donde su promedio semanal de horas trabajadas es de 21. En el área urbana este promedio sube hasta 30. Esto porque si el trabajo infantil en el área rural es mediado por las familias y las comunidades, en el área urbana el trabajo infantil es inmediatamente una necesidad de sobrevivencia.

Las normas

Bolivia ha ratificado en 1997 la convención 138 de la Organización Internacional del Trabajo sobre trabajo infantil. La misma establece una edad mínima de 14 años para trabajar, que puede ser reducida a 12 años en el caso de “trabajos respecto de los cuales se presenten problemas especiales” o cuando el país tenga una economía y servicios no “suficientemente desarrollados”. En este caso el convenio internacional dispone el obligo de definir los empleos susceptibles de reducción de la edad mínima para trabajar, la cantidad de horas en que se admite trabajar y las condiciones de empleo.

El nuevo Código de la Niñez fija a 12 años la edad para ser contractados a trabajar, con una jornada laboral de máximo 8 horas que incluyan 2 horas de permisos para estudio. Se prohíben el trabajo nocturno y algunos trabajos peligrosos o insalubres (zafra, minería etc.) así como los trabajos que “pongan en riesgo la permanencia en la escuela”. Además las niñas y los niños podrán empezar a trabajar “por cuenta propia” a partir de los 10 años. Así, a través de la figura de trabajo “por cuenta propia”, el gobierno pretende burlar el convenio de la OIT.

¿Dónde está el cambio?

En todo esto la supuesta protección del derecho al estudio y la permanencia escolar es una de las hipocresías más disgustosas. ¿Quién después de 8 horas pasadas confeccionando ropa o vendiendo gelatina – por ejemplo – puede realmente dedicarse al estudio? Quienes vivan condiciones de pobreza que lo obligan a trabajar a una edad temprana seguirá viviendo las mismas condiciones por toda su vida. Por otro lado ya ahora el “trabajo por cuenta propia” de niños y niñas es una manera barata para realizar las ganancias del empresario y el comerciante mayorista. Imaginen cuantas nuevas formas de semejante trabajo “independiente” surgirán de la combinación de la lucha por la sobrevivencia de unos y la codicia de otros.

La pobreza, las desigualdades y el subdesarrollo son las causas del trabajo infantil. Estas no se erradican con una norma pero de una como el Código de la Niñez del “proceso de cambio” era lícito por lo menos esperarse algo más que la extensión del SUMI – y de sus limitaciones – hasta los 12 años de edad. Estas reformas son insuficientes y contrastan con el mensaje general que entrega el Código en cuestión. 

La reducción de la edad imputable

De hecho otra novedad del nuevo Código es que a partir de los 14 años y hasta los 18 los delitos empezarán a ser penados con un tercio de la pena que se aplica a adultos y con la reclusión en cárceles de menores que se proyecta construir. Estas deberían ser de “rehabilitación”, pero la verdad es que una cárcel es siempre una escuela de delincuencia. El Defensor del Pueblo ha exhortado a no sancionar esta norma porque no existen alarmas sociales tales para justificarla. Pero no es este el punto.

Una sociedad que incluso ante un incremento de la delincuencia juvenil reacciona construyendo cárceles sin plantearse el problema de infraestructuras escolares y una educación insuficientes, de servicios sociales y recreativos inaccesibles, de barrios marginalizados y abandonados etc., es una sociedad en declino, una sociedad reaccionaria. La combinación entre la reducción de la edad para trabajar y de la edad para ser penalmente imputables son expresiones de este declino e indiferencia hacia la juventud. Inevitablemente las cárceles de menores se convertirán en “basureros sociales” reservado a las clases explotadas y oprimidas por las clases dominantes.

Nuestro NO

La lucha al trabajo infantil como explotación que el capitalismo ha intensificado así como a la represión del Estado burgués está inscrita en las banderas del movimiento obrero desde sus comienzos. Sin embargo la COB no se ha pronunciado sobre esta norma. Aún más vergonzoso es el silencio de las diferentes organizaciones juveniles. Como habíamos pronosticado la Ley de Juventudes después de haber vaciado de contenido los reclamos juveniles más avanzados, se ha reducido a la institución de los Consejos de la Juventud para separar a los dirigentes de la juventud de las luchas cotidianas.

Nuestro NO al nuevo Código se combina con la lucha por una educación totalmente gratuita, de calidad y pública, por mayores gastos en educación y servicios, por la gratuidad de los títulos como de actividades recreativas y del transporte, por el derecho al voto a los 16 años etc. Esta es parte de la lucha de toda la juventud proletaria por su derecho a una existencia digna. Para ella es necesario organizarse.