Blumberg y la marcha del 31 de agosto

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Una movilización reaccionaria

La marcha organizada por Juan Carlos Blumberg el día de ayer, 31 de agosto, en la Ciudad de Buenos Aires, forma parte de la campaña reaccionaria de la derecha y de sectores amplios de la burguesía para preparar las elecciones presidenciales del 2007.

Una movilización reaccionaria

La marcha organizada por Juan Carlos Blumberg el día de ayer, 31 de agosto, en la Ciudad de Buenos Aires, forma parte de la campaña reaccionaria de la derecha y de sectores amplios de la burguesía para preparar las elecciones presidenciales del 2007.

Aunque el objetivo inmediato que se pretendía con esta movilización era desgastar al gobierno de Kirchner manipulando demagógicamente el tema de la "inseguridad" a favor de los cálculos políticos de la derecha en la próxima contienda electoral, sus objetivos últimos son absolutamente claros y reaccionarios: endurecer aún más el código penal, llenar las calles de policías y dar más poderes a las fuerzas represivas del Estado capitalista (policía, jueces y militares), corroídas por la corrupción, el afano y el desprecio por los trabajadores y el pueblo pobre. Con ello pretenden inundar de miedo a la sociedad y aumentar la represión contra la clase obrera y demás sectores populares cuando salimos a la calle para luchar contra la explotación en nuestros lugares de trabajo y contra los punteros y caciques políticos de nuestros barrios.

Todo el mundo sabe perfectamente que quienes padecemos mayoritariamente este problema somos las familias trabajadoras. Por eso nadie más que nosotros está interesado en la erradicación de este problema. Pero ¿Alguien puede pensar que aquellos mismos que tienen intereses en la explotación de los trabajadores, y que están absolutamente despreocupados por las condiciones de nuestros barrios, a donde nunca entraron, pierden el sueño por nuestra “seguridad”?

A estos hipócritas y enemigos declarados de la clase obrera nada les importa la inseguridad que se vive en nuestros barrios, como tampoco nuestros salarios bajos, ni el empleo precario, ni las largas jornadas de trabajo. Ellos viven en sus "countries" rodeados de custodios, o en las zonas más “distinguidas” de la Capital Federal, amasando fortunas con la explotación de los trabajadores.

La derecha, pese a todo, sigue teniendo bases de apoyo débiles en el conjunto de la sociedad. No tiene diferencias de fondo en la política económica del gobierno de Kirchner, que está permitiendo a los capitalistas hacer extraordinarios negocios y ganancias multimillonarias. De ahí que tengan que manipular demagógicamente el problema de la inseguridad para enloquecer a la clase media y a las capas más atrasadas de los trabajadores, y explotarlos políticamente para sus fines electorales. Por eso, debemos estar atentos a la posible conspiración reaccionaria de la derecha, sectores de la burguesía y de la mafia del aparato del Estado en los próximos meses, hasta las elecciones presidenciales del año que viene. Porque pretenderán instalar en la conciencia de la población una escalada, real o ficticia, de delitos que juegue a favor de sus fríos intereses políticos.

Es llamativo que Blumberg, que va a debutar como candidato de Macri en las elecciones para gobernador bonaerense, no tenga un hueco en sus discursos para denunciar la delincuencia de los empresarios evasores, ni de los empresarios explotadores que riegan el suelo de la nación con la sangre de 1.000 trabajadores cada año, asesinados en su lugar de trabajo por la falta de seguridad e higiene. No tiene lugar en sus discursos para denunciar la inseguridad que sufren miles de trabajadores que son despedidos, represaliados y humillados impunemente por los empresarios negreros cuando aquéllos se atreven a exigir condiciones de trabajo dignas. Ni una palabra dedica Blumberg a exigir cárcel y cumplimiento efectivo de las penas para todos aquellos empresarios y políticos burgueses corruptos como Menem, los Macri, y otros empresarios y punteros políticos que lo acompañan, que están encausados, y hasta condenados, en múltiples delitos de corrupción, evasión y estafa al Estado, pero que se pasean impunemente por las calles del país. Ni una palabra para las decenas de víctimas producto de la arrogancia policial y el “gatillo fácil”.

No tiene nada que decir sobre la mafia enquistada en las estructuras del Estado, formada por policías, jueces y antiguos miembros del aparato policial y militar, responsables de gran parte de los delitos más relevantes que se cometen en el país.

Hace dos años, a instancias de este mismo caballero, los políticos burgueses profesionales, cobardes y corruptos, acometieron una reforma reaccionaria del código penal, limitando las libertades civiles y duplicando el monto de las penas, pero igual se siguen quejando del aumento de los delitos. EEUU, que cuenta con la legislación más represiva y los métodos policiales más bárbaros, es el país con mayor índice de asesinatos. Por lo tanto, el endurecimiento de la represión no va a solucionar el problema de la llamada “inseguridad”.

Que un individuo como Castells, procedente del campo popular, se haya prestado a esta maniobra reaccionaria, apareciendo en un frente común con los enemigos más descarnados de la clase obrera, lo desacredita completamente delante de todo el movimiento obrero y popular, y lo coloca directamente en el campo del enemigo de clase.

La "inseguridad" es consustancial al sistema capitalista, que engendra la corrupción y la podredumbre de la que aquélla se nutre. Un sistema que trata a la gente como mercancía, que engendra condiciones de existencia bárbaras e inhumanas, que reduce a los más débiles a condiciones de sobrevivencia extremas, y que tiene como moral suprema la búsqueda del lucro y del dinero fácil para vivir como parásitos, genera inevitablemente la violencia física sobre los más débiles.

Los trabajadores y vecinos en los barrios han dado muestras más que suficientes de cómo combatir la inseguridad en sus zonas, organizando patrullas de control y sistemas de vigilancia colectiva; al mismo tiempo que han denunciado la connivencia de la policía con los delincuentes del barrio. Y cuando la situación lo ha requerido han recurrido a la acción directa para solucionar el problema, expulsando a los delincuentes por medio de la acción de masas. Con una mayor organización por parte de sindicatos y organizaciones populares en los barrios, este tipo de medidas disuasorias contra la delincuencia que sufrimos los trabajadores, sería muchísimo más efectiva que llenar las calles de policías. Aunque nunca dejará de ser un paliativo, dadas las causas estructurales de la delincuencia, indudablemente los delitos en nuestros barrios disminuirían drásticamente.

Además, esto debería venir acompañado de un fuerte aumento de las inversiones en infraestructuras en los barrios, con la promoción de la cultura y el ocio sano, viviendas dignas, bibliotecas y salas de cine y baile, etc.; medidas que implicarían un aumento drástico de los presupuestos públicos para gastos sociales que ni la burguesía, ni Macri, ni el gobierno de Kirchner están dispuestos a acometer porque no son rentables desde el punto de vista capitalista y porque prefieren privilegiar el pago de la deuda externa y destinar miles de millones de pesos en subsidios directos a los empresarios.

El movimiento obrero, comenzando por los sindicatos, pero también el resto de organizaciones obreras, populares y de izquierda, no puede permanecer ausente de esta disputa. Debe ser el primero en organizar a los trabajadores y a sus bases, para denunciar y mostrar su rechazo a esta maniobra reaccionaria de Blumberg y de la derecha. Al no hacerlo, esto le permite al gobierno movilizar sus fuerzas y a las organizaciones sociales que mantiene cooptadas, como en el día de ayer, para aparecer como el único que enfrenta a la derecha, lo que indudablemente también va a utilizar para sus cálculos electorales.

Los trabajadores somos los más interesados en solucionar este problema, porque somos quienes más lo sufrimos. Pero no será de la mano de empresarios y políticos burgueses hipócritas de donde vendrá a solución. Al contrario. Sólo una sociedad socialista, libre de la explotación y del afán de lucro del capitalismo, puede terminar con esta lacra. Sólo cuando todos los aspectos de la vida social y los recursos económicos estén bajo el control democrático de la inmensa mayoría de la sociedad, los trabajadores y demás sectores populares, y no en manos de un puñado de empresarios parásitos y funcionarios ladrones, como ocurre ahora, podremos aspirar a vivir en una sociedad justa, igualitaria y verdaderamente humana, sin explotación ni violencia.