Balance y tareas: un año después del “Argentinazo”

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Se cumple un año de la insurrección popular que derribó al gobierno de Fernando de la Rúa. Aquellas jornadas revolucionarias cambiaron radicalmente la fisonomía política de Argentina, inaugurando una nueva etapa política en el país caracterizada porla entrada de las masas de la población en la escena de los acontecimientos. El surgimiento de las asambleas populares, el fortalecimiento del movimiento piquetero, las ocupaciones de decenas de fábricas y establecimientos productivos puestos de nuevo a po a producir por sus trabajadores, las innumerables marchas a lo largo y ancho del país, etc, son prueba de ello

Volante de El Militante repartido en la marcha del 20 de Diciembre

Se cumple un año de la insurrección popular que derribó al gobierno de Fernando de la Rúa. Aquellas jornadas revolucionarias cambiaron radicalmente la fisonomía política de Argentina, inaugurando una nueva etapa política en el país caracterizada por la entrada de las masas de la población en la escena de los acontecimientos. El surgimiento de las asambleas populares, el fortalecimiento del movimiento piquetero, las ocupaciones de decenas de fábricas y establecimientos productivos puestos de nuevo a producir por sus trabajadores, las innumerables marchas a lo largo y ancho del país, etc, son prueba de ello.

Luego de pasar 4 presidentes por la Casa Rosada en menos de dos semanas, llegó Duhalde. Pero el gobierno de Duhalde no solucionó nada. La crisis económica sumó centenares de miles de nuevos desocupados; a pesar de la demagogia sobre las subas salariales, los trabajadores han perdido casi un 50% de poder adquisitivo por la suba de los precios. Millones de trabajadores trabajan “en negro” sometidos a la superexplotación, con bajos salarios y sin derechos. La pobreza escaló hasta el 55% de la población y cientos de niños murieron por desnutrición. Los subsidios de los Planes de Jefes y Jefas de hogar y otras ayudas, no dejan de ser parches que siguen manteniendo a millones de familias obreras al borde de la sobrevivencia. El sistema de salud y la educación públicas profundizaron su degradación. Centenares de activistas obreros y juveniles son permanente objetivo de la represión policial y de las patotas del PJ ¿En qué cambió, pues, la situación para las familias trabajadoras? Sin embargo, los capitalistas sí salieron ganando. Los grandes estancieros agrícolas y ganaderos ganan miles de millones de dólares exportando los alimentos que necesitan las familias trabajadoras. Las empresas privatizadas vieron aprobados sus planes de subas de tarifas por el gobierno, que quieren implementar a comienzos del próximo año. Los banqueros recibieron 16.000 millones de dólares del Estado para “indemnizarles” por la pesificación de los créditos y se pagaron este año 4.500 millones de dólares a cuenta de la infame Deuda Externa.

¿Qué programa debemos defender?

Nos dicen que es necesario implementar medidas extraordinarias para salir de la crisis. Sí, es verdad que hace falta implementar medidas extraordinarias. Pero no las medidas que están pidiendo los grandes empresarios y banqueros de nuestro país y las multinacionales extranjeras, que solamente buscan salvaguardar los intereses y beneficios de unos cuantos ricachones a costa de los padecimientos, sufrimientos, el hambre y la miseria para la mayoría. Hay que implementar medidas extraordinarias a favor de las familias trabajadoras y las capas más pobres de la sociedad, que somos la aplastante mayoría de la población de nuestro país. Hay que hacer una agitación enérgica por un verdadero programa en defensa de los intereses de las familias trabajadoras. Desde El Militante defendemos:

– Escala móvil de precios-salarios. Esto es: Suba automática de los salarios igual a la suba de los precios, ajustados cada tres meses. Los trabajadores, que somos el único sector de la población que crea la riqueza, no podemos tolerar que continúen degradándose nuestras condiciones de vida ni las de nuestras familias. Teniendo en cuenta que se perdió cerca de un 50% de nuestro poder adquisitivo desde el último año, debemos exigir un aumento inmediato de los salarios del 50% para todas las categorías de trabajadores, ya estemos trabajando en “blanco” o en “negro”.
– Legalización inmediata de todos los trabajadores que trabajan en “negro”, bajo la amenaza de expropiación de las empresas afectadas por parte del Estado.
– Para acabar con la desocupación que trae tantos padecimientos, miseria y sufrimientos a nuestras familias y barrios, instaurar la escala móvil de las horas de trabajo. Esto es: repartir el trabajo existente entre todos los trabajadores, ocupados y desocupados de cada localidad y rubro de producción, sin reducción salarial, percibiendo el salario íntegro fijado por convenio.
– Para llevar un control e impulsar las medidas antes enunciadas, hay que formar comités de trabajadores en cada empresa, elegidos entre los propios trabajadores, y cuyo cometido debe ser impulsar la lucha por la defensa de los salarios, del empleo y el acortamiento de la jornada de trabajo. Que se abran los Libros de Contabilidad de las empresas a estos comités para impedir el vaciamiento de las mismas y fiscalizar las cuentas de aquéllas que justifiquen despidos o impago de salarios.
– Hay que fijar un salario mínimo de 800 pesos, sea cual sea el rubro de producción, y un seguro de desempleo para cada desocupado de 650 pesos, ajustados cada tres meses con la suba de precios, hasta que se le garantice un puesto de trabajo.
– Confiscación y expropiación, sin indemnización, por el Estado de todas las fábricas y empresas cerradas por sus dueños o que despidan trabajadores, para ser reabiertas bajo el control de sus trabajadores. El Estado debe garantizarles el salario fijado por convenio.
– El Estado debe entregar gratuitamente a toda familia obrera que lo necesite los alimentos, ropas y bonos de transporte indispensables para vivir de una manera digna. Esta labor debe estar bajo el control de las asambleas populares y organizaciones piqueteras y de desocupados que deben hacer un censo en cada barrio para saber exactamente las familias que necesitan dichos subsidios.
– Expropiación por el estado de todos los inmuebles y viviendas vacíos, abandonados y fuera de uso para que puedan alojarse las familias sin vivienda y sin recursos, y para ser usados como centros culturales y de ocio. La entrega y el uso de cada inmueble debe estar controlado por las asambleas populares de cada barrio. Fijación por ley que los alquileres e hipotecas para vivienda no superen en ningún caso el 10% de los ingresos familiares. Paralización inmediata de los remates de viviendas y bienes de las familias obreras.
– No a la suba de tarifas. Si las empresas privatizadas dicen que no pueden asegurar la calidad de los servicios, que el Estado las reestatice sin indemnización y bajo el control de los trabajadores.
– Para poner fin al hambre y solucionar las necesidades alimenticias de las familias trabajadoras, que el Estado expropie sin indemnización las grandes estancias agrícolas y ganaderas, comenzando por aquellas que estén insuficientemente cultivadas o se mantengan en estado improductivo.
– Estatización, sin indemnización y bajo control obrero, de los grandes monopolios y multinacionales para que con las palancas económicas fundamentales en su poder, el Estado pueda implementar un auténtico Plan Nacional de Producción que saque al país del actual caos económico capitalista.
– Para garantizar los recursos necesarios que hagan efectivo dicho Plan y el resto de las medidas antes enunciadas, exigimos la nacionalización de la Banca, sin indemnización y bajo control obrero. Esto no solamente garantizaría controlar los recursos financieros del país en beneficio de la mayoría sino que permitiría conceder créditos baratos a las familias trabajadoras, pequeños productores y pequeñas empresas que actualmente son víctimas de los banqueros parásitos. Se garantizarían los depósitos de los pequeños ahorristas y se devolverían los ahorros confiscados con el “corralito” inferiores a 100.000 dólares.

Este sí es un verdadero programa a favor del pueblo y de las familias trabajadoras. Pero es evidente que este programa no lo van a aplicar los empresarios y el gobierno por las buenas. Solamente con la lucha y la movilización de masas podemos arrancar una gran parte de estas demandas. Para que todas sean efectivas y llevadas a la práctica completamente es necesario un gobierno de los trabajadores que responda a su base social. Mientras que el gobierno de la nación esté en manos de los partidos patronales y burgueses (llámense Justicialistas, radicales o ARI) ellos se resistirán y harán todo lo posible por frustarlas y boicotearlas. Un gobierno de los trabajadores solamente será posible cuando la mayoría de la clase obrera de nuestro país acepte y acuerde con este programa. Solamente entonces tendremos la fuerza suficiente para echar abajo los gobiernos corruptos y capitalistas y comenzar la transformación social que anhelamos.

Por un Frente Único de la izquierda, piqueteros, asambleas populares y el sindicalismo clasista

Para ganar a la mayoría de la clase obrera para este programa, un auténtico programa socialista, las organizaciones piqueteras, los sindicatos clasistas y la izquierda deberían unificar sus luchas y reclamos, como insistentemente están demandando miles de activistas obreros, juveniles y asambleístas. En concreto, no está justificada la dispersión del movimiento piquetero. Habría que agitar por la unidad del movimiento piquetero en una única organización común con plena libertad de organización de corrientes y tendencias en su interior para que todos puedan defender sus planteos y reclamos, y las decisiones se tomen democráticamente en asambleas generales de piqueteros y desocupados.

En segundo lugar, los activistas de izquierda deberían desarrollar un trabajo sistemático en la base de los sindicatos, no solamente en la CTA, también en la CGT, organizando un ala de izquierda en la misma para oponer una alternativa organizada a los dirigentes burocráticos y patronales, interviniendo audazmente en toda lucha o movilización parcial de los trabajadores por sus derechos y demandas. En concreto, habría que exigir que todo dirigente deba ser elegido y revocado en cualquier momento por la base y que ninguno de ellos cobre un salario superior al salario medio de un obrero cualificado.

En tercer lugar, habría que formar un Frente Único de las organizaciones de izquierdas con la idea de conectar con los activistas y los elementos más concientes y avanzados dentro de los sindicatos, la CGT y la CTA, en la perspectiva de formar un verdadero partido obrero de masas que sea capaz de ganar para el programa del socialismo a la mayoría de la clase obrera. La formación de Coordinadoras que engloben a las organizaciones de izquierda, piqueteros, asambleas populares, sindicatos clasistas, seccionales, delegados y comisiones internas, coordinadas local, provincial y nacionalmente, ayudarían a esta tarea.

Mientras que tengamos el derecho de opinar y quejarnos pero que sean otros (los grandes empresarios y banqueros nacionales y extranjeros) los que decidan, jamás habrá auténtica democracia, sino una “fachada” de democracia que no es otra cosa que “la dictadura del gran capital”. Necesitamos una democracia auténtica, una “democracia obrera”, basada no en funcionarios y burócratas corruptos sino en el control y la gestión directa de la población de todos los aspectos de la economía, la cultura y la sociedad. Una “democracia obrera” basada en la participación y el control de la población por medio de Comités y asambleas en los centros de trabajo y en los barrios, coordinados a nivel local, provincial y nacional, donde cualquier representante o funcionario sea elegido y revocado en cualquier momento por la población y que, en ningún caso, perciban un salario superior al salario medio de un obrero cualificado; donde las tareas de administración y gestión no estén confiadas exclusivamente a “especialistas” separados del pueblo sino que sean ejercidas por el conjunto de la población. Incluso así, solamente sería el primer paso.

El Socialismo es internacional o no es nada. Habría que extender la revolución, en un primer momento, a los países hermanos de Latinoamérica, para hacer frente con más garantías cualquier intento del imperialismo por sofocar nuestra revolución y para avanzar conjuntamente hacia el Socialismo, planificando en común los enormes recursos productivos del subcontinente. No cabe ninguna duda que una América Latina socialista provocaría un revulsivo en todo el mundo que impulsaría decisivamente al conjunto de los trabajadores del planeta a la lucha por el socialismo en sus países, incluyendo los países imperialistas.