La canciller alemana, Angela Merkel, y su Alianza Demócrata Cristiana (CDU/CSU) celebraron una victoria arrolladora en las elecciones federales alemanas celebradas el pasado domingo. Sobre la base de una subida de 7,8 puntos porcentuales, la CDU/CSU obtuvo más de 18 millones de votos y una votación del 41,5 por ciento – su mejor resultado en unas elecciones nacionales en 20 años. Sin embargo, debido al sistema alemán de representación proporcional, esta importante subida no fue lo suficientemente grande como para asegurar la mayoría absoluta de los escaños de la CDU/CSU en el nuevo Bundestag, el parlamento federal con sede en el antiguo edificio del Reichstag en Berlín.
Esta falta de una clara mayoría de escaños para los partidos burgueses tradicionales se debe principalmente al hecho de que el FDP (Partido Liberal), que había estado en el gobierno de coalición de Merkel en los cuatro años pasados, sufrió un fracaso humillante al desvanecerse su apoyo del 14,6% a sólo el 4,8% de los votos emitidos. Perdieron toda su base parlamentaria, dado que un partido en Alemania requiere una votación mínima del cinco por ciento en las elecciones nacionales y regionales para conseguir escaños. La cifra del 4,8% representa una derrota histórica para el FDP, un partido burgués que ha servido como portavoz directo de las grandes empresas y del 1% más rico de la sociedad en las últimas décadas.
Por otro lado, el SPD (Partido Socialdemócrata), que hace unos meses se enorgullecía de sus tradiciones en el movimiento obrero y su historia de 150 años realmente no pudo recuperarse de su histórica derrota sufrida en 2009, cuando consiguió el 23%. La votación conseguida ahora por el SPD del 25,7% sigue representando su segunda peor votación en una elección nacional desde la Segunda Guerra Mundial. En el plano electoral, el partido ha retrocedido, de hecho, 100 años. Este es, sobre todo, el resultado del reformismo sin reformas o bien del reformismo con contrarreformas, realizado por el gobierno de coalición del SPD y los Verdes liderado por (el ex canciller) Gerhard Schröder entre 1998 y 2005. Sus “reformas” del mercado de trabajo dieron paso a una precarización masiva de la mano de obra en Alemania y ataques a los desempleados. Ahora, un cuarto de la fuerza laboral tiene algún tipo de empleo informal, muchos de ellos con salarios apenas por encima o por debajo del umbral de la pobreza, y necesitando más de un empleo para sobrevivir o de ayudas sociales adicionales para pagar sus alquileres. Esta es – por cierto – la explicación principal y principal del supuesto “milagro del trabajo” alemán. Existe una división profunda entre los trabajadores y empleados en puestos de trabajo relativamente seguros y un número cada vez mayor de trabajadores eventuales. Variantes alemanas de comedores populares (“Tafeln”), donde las instituciones sociales y voluntarios reparten comida gratis a los desempleados y a los trabajadores pobres, están surgiendo como hongos en todo el país. Al mismo tiempo, la brecha entre las clases, entre ricos y pobres, es más amplia que nunca.
Cuando Schröder perdió su mayoría en 2005, los dirigentes del SPD se refugiaron en una coalición con la CDU/CSU, que marcó el comienzo de las “reformas”, como el aumento de la edad de jubilación hasta los 67 años y un aumento del IVA del 16% al 19%. Es cierto que el programa electoral del SPD en 2013 se comprometía a “corregir” algunos de los peores aspectos de sus actuaciones anteriores en el gobierno y la legislación antiobrera, e hizo campaña por un salario mínimo de 8,50 euros/hora y contra del “abuso” del encadenamiento indefinido de contratos temporales (“labour lesing”). Sin embargo, Peer Steinbrück, el candidato del SPD a la cancillería, representaba al viejo ala derecha Schröder/Blair del SPD y por lo tanto no apeló a los millones de trabajadores que solían apoyar el SPD en las décadas pasadas y que le han dado la espalda en diferentes direcciones desde entonces. Mientras que el SPD había reconquistado su liderazgo en el gobierno en 1998 con el respaldo de más de 20 millones de votantes, principalmente trabajadores y jóvenes, sólo consiguió 11.200.000 votos el domingo pasado. Los Verdes, a quienes les hubiera gustado volver a una coalición con el SPD en esta ocasión, también sufrieron pérdidas y permanecen a millas de distancia de la popularidad temporal que consiguieron en 2011, cuando las cuestiones ambientales se convirtieron en un punto decisivo de interés público después de la catástrofe nuclear en Fukushima (Japón).
Die Linke emergió como el tercer partido más grande
Si Merkel logra formar una coalición con el SPD en las próximas semanas, Die Linke (La Izquierda) se convertirá en el mayor partido de la oposición parlamentaria a nivel nacional. Con una cuota del 8,6%, Die Linke eclipsó a los Verdes. Después de una serie de derrotas humillantes en las elecciones regionales occidentales desde 2011, el partido ha logrado estabilizar su posición electoral en el oeste el domingo pasado donde consiguió más del 5% en todos los estados federales, con la excepción de los estados del sur, Baviera y Baden-Württemberg, que resultaron ser bastiones de la CDU/CSU. Sin embargo, mientras los activistas del partido celebraron el resultado del 8,6% el domingo por la noche no hay que olvidar que Die Linke ha sufrido pérdidas desde 2009. Su apoyo electoral se ha reducido en los últimos cuatro años, de 5,2 millones a unos 3,8 millones de votantes el domingo pasado (ver tabla debajo).
Si bien hay una mayoría numérica combinada de escaños para el SPD, los Verdes y Die Linke en el nuevo Bundestag, es poco probable que en esta etapa se forme una coalición “rojo-rojo-verde”. Destacados representantes del SPD y de los Verdes han repetido una y otra vez que Die Linke “no estaba listo para la responsabilidad del gobierno”, debido a sus posiciones “utópicas” en el programa electoral, principalmente en temas de política exterior y militar.
Die Linke está exigiendo la retirada de todas las tropas alemanas en el extranjero, la prohibición de la producción y exportación de armas, la disolución de la OTAN y una oposición estricta a la agenda neoliberal que persigue la Comisión de la UE y un “No” a todo los “programas de rescate”, que han hecho retroceder a Grecia en generaciones. Sin embargo, a los representantes de la derecha de Die Linke, como Stefan Liebich, parlamentario de Berlín que ha vuelto al Bundestag tras conseguir la mayoría en su distrito electoral, les gustaría suavizar la línea del partido en política exterior y asuntos militares (“intervenciones militares humanitarias”) para hacer que el partido sea compatible para futuros gobiernos federales. Sin embargo, Liebich sigue representando una minoría en el partido.
El dirigente parlamentario de Die Linke, Gregor Gysi, que es un hombre elocuente y se presentó como la cara pública más importante del partido durante la campaña electoral, sigue exigiendo que el SPD “vuelva a una política socialdemócrata” para sentar las bases de una futura cooperación a nivel nacional. Mientras que existe un creciente malestar en las filas del SPD sobre las perspectivas para el partido como socio menor en un gobierno de Merkel, parece probable que la nueva generación de dirigentes del SPD, como el presidente del partido, Sigmar Gabriel y la secretaria general Andrea Nahles estarán hambrientos por carteras ministeriales en un gabinete encabezado por Merkel y tratarán conseguir de Merkel algunas concesiones programáticas cosméticas para justificar lo que están haciendo.
Sin embargo, la economía alemana se basa en cimientos débiles, cada vez más dependiente de las exportaciones, amenazadas por la crisis europea, mientras que el desempeño de las economías BRIC (Brasil, Rusia, India, China) se está desacelerando. Lo más probable es que habrá un rudo despertar de la clase obrera alemana ante la situación real a la que se enfrenta el capitalismo alemán. Merkel no conseguirá mantener indefinidamente su sonrisa maternal, sino que tendrá que mostrar su verdadero rostro mientras se prepara para infligir ataques profundos a las condiciones de vida de millones de alemanes.
Por lo tanto, Die Linke se enfrenta a un enorme desafío. La tarea de los socialistas no es prepararse para entrar en el gobierno en 2017, o para atraer a los líderes socialdemócratas a una política más humana bajo el capitalismo, sino ofrecer una respuesta clara de izquierda y socialista, y echar raíces firmes en la clase obrera, en preparación para los grandes conflictos y batallas que se avecinan.
¿Por qué ganó Merkel?
Algunos en la izquierda a nivel nacional e internacional ven las elecciones del domingo pasado como un “giro a la derecha” importante. Sin embargo, la realidad es más complicada que eso. Dentro de la base y del campo electoral de los partidos burgueses clásicos ha habido un alejamiento del FDP (Liberales), que ha sido visto como la versión pura de los representantes de las grandes empresas y la variante más descarada y fanática de la política burguesa y del neoliberalismo. Merkel se ha presentado como la “mamá amable y benigna” de la nación que se lleva bien con todo el mundo, evitando declaraciones comprometidas y la polarización, engatusando a los sectores menos politizados de la clase obrera y de los jubilados con su nueva palabrería.
Mientras Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, un viejo caballo de guerra de la CDU, son los políticos más odiados en países como Grecia, España o Portugal, han evitado hábilmente aplicar a la clase obrera alemana el tipo de ataques que están imponiendo a los gobiernos del sur de Europa. La línea principal de la clase dominante alemana y de sus representantes en el gobierno de Berlín sigue siendo evitar una confrontación con los sindicatos.
Los ataques a las leyes laborales, como socavar la protección del empleo o los derechos de los sindicatos y de sus representantes dentro los centros de trabajo en los comités de empresa – que son la norma en todos los países europeos – aún no están en el orden del día en Alemania. En la reciente gran Feria del Motor de Frankfurt (IAA), los patrones de la poderosa industria alemana del automóvil elogiaron al sindicato metalúrgico IG Metall por su “moderación” en el frente salarial y destacaron las bendiciones del sistema alemán de participación y cogestión (“Mitbestimmung”). La línea de la mayoría de la clase capitalista es obvia: en lugar de enfrentarse a los altos dirigentes sindicales (como hicieron Thatcher, Murdoch y los gerentes de la FIAT) es “más sabio” utilizarlos e incluirlos en el “club” para obtener concesiones de ellos en la mesa de negociaciones.
Esto no significa, sin embargo, que no tenga lugar lucha de clases en Alemania. Cada semana hay provocaciones de los patrones, huelgas y conflictos aquí y allá. Los empleados de comercio están luchando para defender la negociación colectiva y los niveles de ingresos y concesiones del convenio anterior, mientras que los grandes supermercados y los grandes almacenes tienen por objeto reducir los salarios considerablemente. Los escándalos sobre las condiciones de trabajo esclavo de los trabajadores migrantes del Sur y del Este de Europa y de los trabajadores eventuales en los mataderos alemanes, en las empresas de venta por correo, e incluso en las fábricas de automóviles de lujo como BMW y Mercedes, han encontrado un enorme eco público en los últimos meses. Pero todavía no hay huelgas generalizadas o movimientos de protesta que pudieran haber establecido el tono de la campaña electoral, y Merkel hasta ahora ha sido lo suficientemente inteligente como para tomar en cuenta algo de este malestar social y prometer alguna mejora. Hizo todo lo posible para presentar el “lado brillante de la vida” en Alemania (sobre todo si se compara con la crisis agobiante mayoría de los demás países europeos) y para asegurarse de que las malas noticias comiencen a llegar después de las elecciones.
Dado que no existe una alternativa real planteada más que aceptar a Merkel como un “escudo” contra una crisis aún peor, y el intento cuidadoso de no provocar enfrentamientos con los trabajadores alemanes antes de las elecciones, no es sorprendente que la posición de Merkel se haya fortalecido, a pesar de no había entusiasmo en los mítines de la CDU/CSU. Su propaganda electoral ha creado la impresión de que Alemania se había comportado relativamente bien en el contexto de la crisis europea y que el país debe mantenerse en “buenas manos”, evitando así cualquier “experimento”.
Mientras que el partido de extrema derecha y abiertamente neo-fascista NPD hizo una mala elección a nivel nacional, a pesar de mantener algunos puntos fuertes en el Este, con un apoyo de alrededor del 1%, es interesante el hecho de que, debido a la abstención y al aumento del voto para los partidos pequeños, más de 40 por ciento de la población no está representada por los partidos parlamentarios. La mayor sorpresa, sin embargo, es la aparición del nuevo partido llamado “Alternativa para Alemania” (AFD), un partido burgués reaccionario con un perfil “Anti-Euro” y que se creó hace medio año. El AFD se basa en algunos expolíticos conservadores de la CDU liderados por grupos de expertos y economistas neoliberales que abogan por la salida del euro de los países del sur de Europa. A los pocos meses, el partido ha logrado recoger más de dos millones de votos de trabajadores desorientados y, sobre todo, de sectores de la clase media que se sienten incómodos con la crisis económica que viene y que tienen miedo a perder sus ahorros debido a la inflación y a los efectos de una posible crisis financiera del sistema. Aunque la AFD no logró alcanzar el umbral del 5% para tener representación parlamentaria, su resultado del 4,7% desde la nada es un resultado notable.
Mientras que sectores decisivos de la clase dominante y de la industria siguen apoyando la línea convencional de Merkel de mantener la zona euro unida y, por lo tanto, asegurar mercados de exportación para la industria alemana, algunos elementos burgueses serios están pensando en alternativas más allá de la actual zona euro. Uno de los partidarios más prominentes de la AFD es Hans-Olaf Henkel, ex presidente de la federación de los industriales alemanes, BDI. Los líderes de la AFD podrían basarse en sectores de la clase dominante en el futuro y convertirse en una alternativa “bis” para atraer a los votantes desencantados. Es probable que ahora vayan a prepararse para otra batalla en las elecciones al Parlamento Europeo de la próxima primavera, y su objetivo es un resultado mucho mejor para entonces.
¿Y ahora qué?
El hecho de que la AFD parece haber atraído votos incluso de ex partidarios de Die Linke debe servir como una advertencia. Esto subraya la necesidad de poner de relieve más que nunca el llamamiento programático del partido para la nacionalización de la banca bajo control democrático. Die Linke es el único partido que se opone a los recortes al Estado del Bienestar y a las privatizaciones. Sin embargo, el programa es básicamente de carácter reformista de izquierda y está lejos de presentar una sociedad socialista alternativa o un programa de transición audaz. En el congreso del partido en junio pasado hubo una gran pelea entre el ala derecha y la izquierda para conseguir que se aprobara por una estrecha mayoría la demanda de una renacionalización de las empresas de correos (Deutsche Post) y de telecomunicaciones (Deutsche Telekom).
Es probable que la crisis general del capitalismo europeo y la tendencia a la sobreproducción afecten a Alemania mucho más en los próximos años y sacudan los cimientos de cualquier ilusión de una buena vida en el capitalismo, como existe en la actualidad. No debemos dejarnos cegar por el éxito electoral temporal de la CDU/CSU, ya que hay una tendencia general de alejarse de la lealtad profundamente arraigada en los partidos políticos tradicionales, y los estados de ánimo pueden cambiar muy rápidamente. El FDP, los Verdes y el Partido Pirata han tenido todos ellos sus momentos de auge temporal, y han visto cómo su apoyo se elevaba y desvanecía en un período corto de tiempo. La inestabilidad será la característica predominante en el plano económico, social y político. La lucha de clases no está muerta y se convertirá en un tema central en la vida cotidiana alemana en los años que se avecinan.
Tabla: Elecciones Federales Alemania 2013, segunda votación
Números absolutos | % | Ganancias / Pérdidas en porcentaje | |
---|---|---|---|
Wahlberechtigte – Personas con derecho a voto | 61.903.903 | – | – |
Wähler – Participación / electores | 44.289.652 | 71,5 | 0.8 |
Ungültige – votos nulos | 587.178 | 1,3 | -0.1 |
Gültige – votos válidos | 43.702.474 | 98,7 | 0.1 |
CDU / CSU (democristianos) | 18 157 256 | 42,5 | 7.8 |
SPD (socialdemócratas) | 11.247.283 | 25,7 | 2.7 |
FDP (Liberales) | 2.082.305 | 4,8 | -9.8 |
Die Linke (La Izquierda) | 3.752.577 | 8,6 | -3.3 |
GRÜNE (Verdes) | 3.690.314 | 8,4 | -2.3 |
PIRATEN (Partido Pirata) | 958.507 | 2,2 | 0.2 |
NPD (neo-fascistas) | 560.660 | 1,3 | -0.2 |
AfD (neo liberal, partido contra el Euro) | 2.052.372 | 4,7 | 4.7 |
fuente: www.bundeswahlleiter.de
Traduccion: Alemania: Victoria de Merkel – ¿Qué significa?